Ayer nuestra universidad mayor cumplió 470 años de existencia. Anterior a la república, San Marcos no sólo configura parte esencial de nuestra historia, sino que el destino del Perú se ve reflejado también en el de su primera universidad. Pues estamos ante algo más que una institución educativa. San Marcos es también todos los rostros del Perú. En ella se expresan las grandezas y miserias de lo que somos como país. Ingresar a San Marcos es algo más que iniciar estudios profesionales, significa entrar en contacto con el Perú real, diverso, multiforme, desigual, serio, informal, valiente, felón, inteligente, fanático. En suma, con todo lo que somos, queremos ser y tal vez nunca podremos llegar a ser.
En más de cuatro siglos nuestra universidad ha podido conocer épocas de gloria y también muchas crisis, por eso sabemos que lo coyuntural no trasciende. Tantas veces intervenida, clausurada y aquí está siempre con su voz incómoda para los que detentan el poder. Es muy cierto aquello del espíritu inconforme e indomable de los sanmarquinos, y lo es porque ese debe ser el espíritu de todo auténtico universitario y de todo aquel que, pese a la adversidad, ha sabido mantenerse firme en sus convicciones. A un sanmarquino nada le ha sido dado fácilmente, estudiando en medio de la carencia y muchas veces indiferencia de nuestras autoridades, lidiando además con una marca puesta por un sector de la sociedad que no es capaz de mirar más allá de sus narices, tiene el doble esfuerzo de ser el mejor y demostrarlo.
En San Marcos se fraguó la independencia intelectual, moral y espiritual que dio origen al Perú como república, pero también se cayó en las miserias del fanatismo. Y es que no se puede identificar al sanmarquino con un solo modo de ser y vivir la universidad. La verdadera riqueza de San Marcos, en sus casi cinco siglos de historia, es su diversidad. En ella habitan por igual la excelencia académica y la mediocridad, progresistas y conservadores, liberales y socialistas, creyentes y no creyentes, un crisol de razas, lenguas y culturas que se juntan, se entienden y no se entienden, se buscan y se desencuentran.
Nuestro sabio tres veces rector, Luis Alberto Sánchez, -injustamente silenciado y conducido al olvido por algunas mezquinas y pequeñas mentes que no han sido capaces de igualar siquiera su grandeza- solía decir de San Marcos que era una universidad liberal, laica y alharaquienta. Tres características que le confieren su carácter de indómita. A San Marcos le corresponde ser la perpetua voz crítica de nuestro país. La llamada, con la fuerza de la inteligencia que la compone, a señalar los caminos por donde tendría que transitar la patria. Por ello, todos los poderes políticos, económicos y mediáticos han querido siempre silenciarla. Pese a todo ello, sigue siendo la primera universidad del país, la que más investigadores tiene, la que mayores publicaciones ostenta y la que mejor comprende la realidad del Perú.
Hoy nuestra universidad mayor vive aturdida por la desidia del Estado que, desde la intervención de los tanques fujimoristas busca su privatización, por la ignominia de sus autoridades que escogieron el camino fácil de la trampa para vacunarse por lo bajo, por los profesores, estudiantes y trabajadores que han partido por el embate de una pandemia que nos ha dejado desolados. Son muchos y muy grandes los problemas de San Marcos, pero también está el tesón de su comunidad universitaria, que no ha ahorrado ningún esfuerzo en vencer a la adversidad. San Marcos, es sinónimo también de fe, esfuerzo, trabajo duro y entrega al Perú.
Tal vez por ello, el día central de su aniversario lo inicia con una serie de actos litúrgicos de ofrenda y agradecimiento a sus padres fundadores y a Dios. No podemos, ni debemos, olvidar de dónde venimos para saber a donde vamos. Y San Marcos se creó con la finalidad de compartir la exquisita cultura occidental con el nuevo mundo, el gran aporte de la iglesia católica. Nuestra universidad nació como real y pontificia, laica y eclesiástica, rebelde y conservadora y a 470 años de su fundación aún está construyendo su identidad, porque como en el Perú y toda América Latina, es una identidad en la diversidad. Fortuna dies natalis San Marcos.
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