Ensayos literarios

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Empezaré por una sencilla confesión: la adoración del libro es el único culto en el que mi natural laico se siente a gusto. Entre las páginas de una novela, un ensayo o un libro de poemas se revelan misterios, sentidos insospechados, verdades profundas y conmovedoras sobre el hecho –contradictorio a veces– de existir, sobre los vaivenes de la vida, en fin, sobre uno mismo.

El libro como objeto, en todos sus formatos posibles, desde el venerable folio hasta el práctico de bolsillo, tiene su lugar inscrito de manera indeleble en los lectores que han fatigado una sala de referencia, pasando esas antiguas páginas con guantes de látex o bien se han acomodado plácidamente en un sillón con un libro entre las manos. El libro, en suma, es un dispositivo de placer, pero también de la memoria.

La lectura, actividad que hace cobrar vida al lenguaje escrito, es otro espacio de fantasía y maravilla. Ningún escritor, que yo sepa, recuerda mal sus inicios como lector. Basta recordar a Vargas Llosa en ese fragmento de su discurso al Nobel diciendo que los más importante que le había pasado en la vida era haber aprendido a leer. Muchos autores como Alberto Manguel o Irene Vallejo han contribuido enormemente a enriquecer esta noble mitología que enlaza la vida de libros y lectores.

Umberto Eco, amén de novelista entre los notables, también escribió ensayos que, en medio de su exquisitez y erudición, sabían huir de la rimbombancia y de la muy practicada soberbia. La memoria vegetal, título que recuerda la materia prima del papel desde el siglo XIX (la fibra de celulosa, proveniente de tejidos vegetales y sucesora del antiguo papel de trapo), es de aparición reciente en vitrinas limeñas, aunque data de 2021.

El libro se organiza en cuatro ejes temáticos, íntimamente relacionados con el mundo de la lectura y la literatura. Por allí desfilan bibliófilos, historias fascinantes sobre algunas ediciones de libros raros (librescas, si me permiten redundar), locos literarios y científicos estrambóticos, autores de libros que honraban esa condición y más historias delirantes alrededor de libros y autores, como una sugerente polémica en relación con la identidad autoral de Shakespeare.

“Hace algunos miles de años que la especie se ha adaptado a la lectura. El ojo lee y todo el cuerpo entra en acción. Leer significa también encontrar una posición correcta, es un acto que atañe al cuello, a la columna vertebral, a los glúteos. Y la forma del libro, estudiada durante siglos y configurada en los formatos ergonómicamente más apropiados, es la forma que debe tener ese objeto para que la mano pueda asirlo y colocarlo a la correcta distancia del ojo. Leer tiene que ver con nuestra fisiología”, reflexiona Eco (pp.31-32).

La memoria vegetal es un acto de amor por el libro y la lectura. Es también un ejercicio de la memoria: la historia de este maravilloso objeto y los insólitos y desopilantes personajes que la rodean, así como venerados hábitos, la bibliofilia, por ejemplo, acompasan y matizan la historia de nuestra cultura. Visitar estos ensayos prístinos, iluminadores y por momentos ricos en resonancias lúdicas y humorísticas, es un deber que nadie debería dejar para mañana.

Umberto Eco. La memoria vegetal. Lumen: Colombia, 2023.

Tags:

Bibliofilia, Ensayos literarios, Fisiología humana, La memoria vegetal, Umberto Eco
x