Se entiende que, según la Ciencia Política, una democracia se desarrolla y fortalece cuando los partidos políticos cuentan con programas e ideologías claramente diferenciados y actúan en consonancia con ellos, ya sea en el Poder Ejecutivo o en el Legislativo o en ambos. En ese sentido, es pertinente preguntarse si los partidos políticos realmente existentes en el Congreso contribuyen a ello. De cara a la opinión pública, no es posible encontrar entre ellos diferencias ideológicas y programáticas. ¿Acaso por qué no cuentan con ideología y programa? Pareciera que todos son más de lo mismo.
El problema adicional es que la medianía del regimen no solo destruye la confianza empresarial, también la confianza ciudadana en la política y en la democracia. Castillo nos va a dejar un país desinstitucionalizado, polarizado, empobrecido políticamente. A este paso, la segunda vuelta del 2021 nos va a parecer paradisíaca respecto de la que podría venir el 2026.
Han tenido que pasar más de 60 años para que se le haga justicia a la idea inicial de Neuhaus y para que la improvisación que ha predominado en este servicio muera como deberían morir todas las penas largas que aquejan a este país. Ahora todo depende de que las autoridades de turno tengan el suficiente compromiso y visión para asegurarse de que el cerco, no tan visible, se haga patente y ostensible finalmente.
Eso es lo que actualmente vemos y eso lo que, desde una mirada sensata, se debe cambiar. Cambiar para invitar a construir diálogo y entendimiento con la inmensa mayoría del país que ha logrado – a lo largo de décadas- poseer una propiedad, educar a sus hijos y generar ingresos a través de la creación de riqueza. El cambio pasa por reformar el país y no para llevar al abismo lo construido sensatamente por décadas.
Una nueva encrucijada electoral admitamos que no nos agarra en buen pie respecto de la vitrina electoral que tenemos al frente, pero será casi imposible que se vuelva a reeditar la segunda vuelta del 2021 y ya eso debería bastar para mirar dicha circunstancia como más propicia.
-La del estribo: empezó ya con todo el teatro presencial en Lima. Al respecto, vale recomendar algunas que prometen. Bull, del dramaturgo Mike Bartlett, con Andrea Luna, Christian Isla, Manuel Gold y Joaquín de Orbegoso. Va en el Julieta; El Fuego que hemos construido, en el Británico, es la obra ganadora del octavo concurso de dramaturgia peruana “Ponemos tu obra en escena”; y El principio de Arquímedes, dirigida por Roberto Angeles, que va en el Teatro de Lucía.
Castillo, en el mejor de los casos, será un paréntesis que ahondará la crisis, porque evidentemente ninguno de los grandes problemas nacionales va a ser remediado por tan mediocre gestión. Ojalá el 2026 acabe este periodo de contrición nacional y en esa oportunidad -si no es antes-, empecemos por fin el camino de la consolidación institucional del país, que claramente se ha demostrado que no basta con la sensatez fiscal y monetaria para construir un país viable y sostenible.