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Gobierno archivos | Página 3 de 31 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Gobierno

Ha hecho muy bien por ello, el Legislativo, en desinflar, rápidamente, el brulote, sin entrar a una vorágine innecesaria de declaraciones beligerantes, que era lo que el gobierno, afiebrado y aterrorizado por su propia incompetencia, buscaba.

La conclusión política más evidente es que el régimen está desesperado, que no sabe qué hacer para salir del atolladero en el que se encuentra por sus propios méritos, y que recurre al populismo más rupestre para disimular la crisis, cuyo mal paso por el poder ha ocasionado.


Castillo, de la mano de su inefable Premier, juegan a sobrevivir como sea, se devanan los sesos exclusivamente por esa razón y motivo, los consume el temor de salir expectorados del poder en cualquier momento e ir pasar el resto de sus días en la cárcel, donde seguramente irán a parar una vez que acabe esta pesadilla gubernativa.

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Castillo, Gobierno, Premier

Cuando el 2026 arribemos al final del mandato mediocre, pueril y corrupto de un sujeto inefable como el presidente Castillo, habrá que voltear la mirada inquisidora al Congreso actual, que no tiene la dignidad ni le perspicacia política suficiente para darse cuenta de que el adelanto de elecciones es la mejor salida de la crisis política que afrontamos y que de acá a cuatro años será infinitamente peor, dada la tozuda insistencia del presidente en el dislate.

Bien merecido tiene este Congreso los niveles de rechazo que las encuestas le atribuyen. Ni el oficialismo ni la oposición se salvan. Particularmente la oposición brilla por su obsecuencia y falta de criterio político para hacer uso de la mayoría de la que goza. El pueblo no los castiga por obstruccionistas. Ello sería un elogio. Los repudia por menudos y acomedidos.

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Gobierno, Pedro Castillo

¿Cuáles deberían ser las prioridades de la política exterior peruana en este momento?

Podría mencionar una agenda progresista en política exterior, cosas que creo que se deberían hacer, pero el momento no es el adecuado. Considerando las circunstancias, creo que el Perú debe impulsar una agenda de cooperación regional. Vimos lo de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) hace dos semanas, pero me pareció más discursivo que real.

¿Es realista proponer –como hizo el presidente Castillo– que Chile y Venezuela se integren a la CAN?

No es real. Y tampoco lo es creer que con eso se fortalecería la CAN, porque sus problemas son más profundos. Por ejemplo, algo que escuché en las sesiones que se dieron en esos días era que se repetía mucho la idea de hacer “reingeniería” de la CAN. Eso ya lo escuché en 2019 –cuando se reunieron por los 50 años–, en 2014, y varias veces más. Los problemas de fondo de CAN, ni se mencionaron: el mercado común fallido, los problemas institucionales. 

Yo creo que el Perú debería impulsar la integración regional. Claro, somos un país pequeño, no tenemos grandes liderazgos y hay dificultades internas. Tienes un gobierno tan cuestionado internamente, con debilidades, cuestionado a nivel judicial, con procesos de vacancia, con un presidente al que ni siquiera dejan salir del país… vamos a ver si el Congreso le da autorización para que asista a la asamblea general de Naciones Unidas. ¿Qué puedes hacer de política exterior en una situación así? Es muy difícil. Pero tendríamos de alguna manera que aprovechar el ‘cuarto de hora’ que tenemos, con una Alianza del Pacífico en la que tenemos cuatro gobiernos “de izquierda”, afines. También podríamos aprovechar el ‘cuarto de hora’ de la CAN.

¿La Alianza del Pacífico sigue siendo útil?

Yo creo que sí, desde que implica una red comercial entre los cuatro países [Perú, Chile, Colombia, México] y vinculación con el Asia-Pacífico. Y la Alianza del Pacífico, pese a que en los últimos años no ha tenido muchos avances, tiene cierto nombre y reconocimiento internacional. Habría que aprovechar este momento para ir más allá y pensar en lo que la Alianza del Pacífico se planteó en un inicio: la integración profunda. 

El Perú asumirá la presidencia pro-témpore de la Alianza del Pacífico el próximo año, por lo que coincidirá con la presidencia pro-témpore que acabamos de asumir en la CAN. Sería un buen momento para que Cancillería desarrolle un impulso en estos espacios, que son vitales para nuestros intereses.

¿Qué imagen está proyectando actualmente el Perú en cuanto a política exterior?

Una imagen bastante confusa, de una política exterior poco coherente, poco predecible. Estoy seguro que se ve con mucha preocupación a un gobierno que dice “estoy a favor de firmar el acuerdo de Escazú” y luego a su canciller diciendo “estoy en contra de Escazú”. 

¿Cómo se entiende que Rodríguez Mackay esté de acuerdo con “ceder soberanía” en el caso de Convemar y no esté de acuerdo con lo mismo en el caso de Escazú? 

Lo que pasa es que la discusión se ha planteado en esos términos, y no debería. En Convemar no se cede soberanía, porque la tesis de las 200 millas [de mar territorial] ya no existe, era parte del antiguo derecho del mar, y no del nuevo. Nadie más lo reconoce. Y tampoco en el caso de Escazú se estaría cediendo soberanía. Es nefasto plantear el debate en esos términos. 

Lo de Escazú es lamentable: en el transcurso de dos semanas tanto el ministerio de Justicia como el Minam prácticamente desdijeron al canciller. Y este se cerró, e insistió en que su posición representaba al Estado peruano. ¿Y el presidente Castillo? ¿Dónde estaba? En un momento pareció que se había comprometido con Escazú.

¿En situaciones como esta, qué papel debería jugar el Congreso?

En el Perú, los congresos no han tenido históricamente un papel muy fuerte en política exterior. El Congreso participa poco en el diseño de las políticas. Pero en estas circunstancias, estamos viendo como desde el parlamento se están utilizando todas sus herramientas, empezando por la comisión de relaciones exteriores, para cuestionar al gobierno.

Al inicio de este gobierno se temía un acercamiento a Venezuela, pero este no se ha dado, a pesar de que Maduro le ha tirado algunas flores a Pedro Castillo. ¿Le ha sorprendido eso?

El gobierno ha intentado mantener relaciones con todos los frentes. Ha tratado de quitarse el sello de marxista y chavista. Se ha reunido con todos: con Estados Unidos, con México, con Bolsonaro en Brasil, con Guillermo Lasso. Puntualmente, el Perú trató de mantener un papel activo en la crisis venezolana. Incluso se propuso como sede alterna a México para las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición. Se mostró muy interesado en tener un papel en ese escenario de negociación. Pero todo eso se ha detenido, para bien y para mal. Para bien en el sentido de que no hemos tenido una relación muy cercana con Venezuela; y para mal porque el Perú dijo que quería tener una política más activa al respecto, quizás recuperar el liderazgo en su momento, en el grupo de Lima.

¿El grupo de Lima todavía existe?

Ahora mismo no tiene ninguna relevancia, casi podría decirse que no existe. En la medida de que se trata de un foro informal, no institucional, si los participantes no se reúnen, no existe. Y hace tiempo que no hay reuniones. Eso no es solo culpa del Perú, aunque sí se puede decir que quizás nos faltó hacer más pedagogía. Incluso desde Estados Unidos ha habido críticas muy severas al Grupo de Lima. No ha cumplido su labor, y al final terminó perdiendo legitimidad y fracturándose.

Otro tema sensible es la protección de los peruanos en el extranjero. ¿Cómo calificas la actuación del Ministerio de Relaciones Exteriores en caso de Rodrigo, el connacional que fue detenido en Indonesia y terminó muerto?

Fue muy mala. Quedó evidenciado en el primer comunicado que sacaron: poco empático, frío y prácticamente no hacía referencia a la muerte de un connacional en circunstancias muy extrañas. Además, asumió por completo la versión oficial de las autoridades indonesias. No hubo intento de investigación, de ver qué hubo detrás, y eso denota grandes vacíos y falencias a nivel consular. Luego se intentó corregir, pero no dudo de que haya sido una de las razones, una de las tantas rayas al tigre que derivaron en la salida del canciller. 

El viraje hacia la izquierda que se está dando en los gobiernos de toda la región, y que posiblemente se dé también en Brasil [con un eventual triunfo de Lula]… ¿Cómo crees que va a influir en la región y su manera de relacionarse con el resto del mundo?

Cuando se habla de este ‘viraje’, que creo que efectivamente se está dando, se le compara con el viraje que se dio a inicios de este ciclo, la ‘ola rosada’. Este, además, parece que va a ser más profundo, porque se está abarcando más países, como Chile e incluso el Perú. Pero ahora las circunstancias del mundo y de la región son distintas. La ‘ola rosada’ de hace 20 años se dio a partir de un boom del precio de los commodities y de la demanda de China por nuestros productos. Los gobiernos de izquierda de entonces se subieron a una ola de bonanza económica que les permitió aplicar políticas redistributivas, presencia del Estado y mucha inversión pública. Ahora será distinto.

Ahora, tendremos una izquierda sin plata.

Así es, y por eso los resultados que estamos viendo, por ejemplo, en Chile, donde Gabriel Boric rápidamente se está desinflando. En pocos meses estamos viendo ya protestas allí, y un gobierno cuya popularidad está cayendo. Probablemente pase algo parecido con Petro en Colombia. Le va resultar difícil a estos gobiernos satisfacer las demandas que explican su llegada al poder, demandas que nacieron en la calle y en protestas que tomaron años. Y ahora estamos saliendo de una pandemia horrible, con economía que no van a levantar, con crisis logística, energética, alimentaria… Yo creo que las demandas del corto plazo van a terminar agobiando a estos gobiernos que buscan reformas estructurales.

¿Qué piensa que sería lo mejor que le puede pasar al Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de la salida de Rodríguez Mackay?

No sería mala idea que alguien de la casa asuma el liderazgo, para bajar el sinsabor que ha dejado este lapsus, que duró un mes. Creo que hay buenos cuadros, jóvenes, que han cumplido papeles importantes en los últimos años. Eso daría cierto respiro. Cancillería no es un ministerio al que le guste estar en el centro del escarnio público. Y ahí han estado estas semanas. O, en todo caso, si se nombra a una persona ajena a Cancillería, que trate de seguir con lo que se ha venido haciendo. Que conozca el funcionamiento del ministerio y que sepa como funciona la política exterior. Uno no puede mandarse a hablar de Convemar así nomás, por más que estés de acuerdo. Una cosa es lo que piensas como académico y otra lo que tienes que hacer como político. Se debe conocer un poco más las artes de la política exterior.

**Fotoportada por Darlen Leonardo

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análisis político, Cancillería, Gobierno, Pedro Castillo, Rodriguez Mackay

Esto también podría ser lícito si se hubieran seguido los procedimientos establecidos. Pero no ha sido el caso. Según el Reglamento de Organización y Funciones (ROF), es el Consejo Directivo el encargado de proponer la escala remunerativa. En este caso, la gerencia general ha tomado la decisión de aprobar estos cambios por su cuenta sin la aprobación del Consejo Directivo.

Según lo establecido en el Reglamento de Organización y Funciones (ROF), aprobar los aumentos no era una competencia del gerente general.

SIGUE EL HOSTIGAMIENTO

Pero los problemas en Cenfotur no se limitan a este irregular aumento de sueldo. El caso de la jefa de encargada de la Oficina de Planificación, Presupuesto y Desarrollo, Tania Zurita Sánchez, a quien se le abrió un proceso disciplinario por no someterse a las presiones de Víctor Sotelo y compañía para hacer un uso injustificado del presupuesto y contratar más personal, ha continuado pese al cambio de la directora nacional.

Pese a los pedidos para que se revisen las irregularidades del caso, como la denuncia penal que existe por parte de Tania Zurita contra el gerente general Neri Manrique León, quien ha sido el encargado de firmar la sanción, el proceso disciplinario ha concluido con una sanción de suspensión sin goce de remuneraciones por un año para Zurita Sánchez y una injustificada mancha en su expediente. Su supuesta ‘falta administrativa’ fue haber exigido que los procedimientos en Cenfotur para aumentar el presupuesto y realizar nuevas contrataciones se realicen de acuerdo con las normas establecidas y con el sustento correspondiente.

Aunque se denunciaron las irregularidades en el proceso disciplinario, la jefa de encargada de la Oficina de Planificación, Presupuesto y Desarrollo, Tania Zurita Sánchez, fue suspendida por un año sin goce de remuneraciones.

Todo parece indicar que el cambio en la dirección de Cenfotur simplemente ha sido un cambio de nombres. El accionar puertas adentro sigue el mismo preocupante rumbo que se había tomado meses atrás, cuando Víctor Sotelo llegó al cargo. Sudaca intentó comunicarse con el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo para obtener su versión sobre este caso, pero no respondieron nuestras preguntas hasta el cierre de este informe.

**Fotoportada por Darlen Leonardo

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cenfotur, Gobierno, MINCETUR, Roberto Sanchez

Otro punto interesante es que se asume el argumento falaz desde la ambigüedad y solemos hacer un razonamiento orientado a desmantelar racionalmente el aspecto de mentira. Es decir, atacamos la parte de la “mentira” al considerarla ambigua y convertimos el mensaje en relativo. Así lo transmitimos. Por ejemplo, cuando evaluamos la acción del coronel Colchado antes y después. Al considerar que antes se enfrentó a mafias y hoy es un agente de esas mafias para ir contra el gobierno, lo que hacemos es generar un contrafactual que hace que lo anterior sea relativo agregando más información que “completa” la información y que hace que lo que se evaluó anteriormente haya estado sesgado pero hoy no. Gaspar y otros comprobaron en el 2015 que un comportamiento anterior considerado inmoral, traído al presente puede relativizarse de acuerdo con el contexto (político) en el que es evaluado[7]

Pero así como le damos credibilidad a cosas que son falsas y les generamos una validez moral a partir del pasado y la acomodación que generamos allí, de la misma forma lo hacemos prospectando el futuro, eso lo conocemos como el pensamiento prefáctico[8]. Los juicios morales que hacemos sobre “la verdad” no solo parten de su constatación sino también de aquello que podría llegar a ser verdad. Tal vez la mejor caricatura que podemos encontrar como ejemplo de este tipo de pensamiento son a los seguidores de las teorías de conspiración, que últimamente abundan en las redes sociales. Se perdona lo mentiroso de una idea si se considera que lo es porque puede llegar a ser verdad.

Algo así parece estar pasando con los defensores a ultranza del presidente Castillo. Perciben una promesa de fondo en su acción que genera que las mentiras, ocultamientos y acciones asociadas a corrupción, sean relativizadas. La transformación social que una constituyente traería al país es suficiente para justificar sus omisiones y mentiras. No necesariamente porque se entienda que no ocurren, sino porque se flexibiliza su relevancia y se genera una justificación moral. Pero esto ya no de la memoria del pasado, sino de la imaginación del futuro.

La flexibilidad moral

Mike Daisey es un autor y monologuista al que en 2012 el programa This American Life presentó con una investigación que había realizado en la que se demostraba la explotación de trabajadores de una subsidiaria de Aplle en China. El testimonio, que presentaba pruebas de lo que señalaba, fue rápidamente difundido y llegó a todo el mundo. Solo que existía un problema mayor: muchas de las pruebas y de testimonios que el autor presentaba eran falsas. This American Life tuvo que retractarse[9]. Daisey no lo hizo. Pese a que tenía las evidencias frente a su nariz, señaló que la causa era la que importaba.

¿Suena conocido? Pues bastante. No solo asistimos al carnaval de las mentiras sino de la justificación de las mismas, en función de lo que representan: una ocasión para que una idea superior triunfe. Como Mueller y Skitka señalan: “la gente cree que los deberes y los derechos se derivan de los propósitos morales más importantes que subyacen a las reglas, los procedimientos y la autoridad, que de las reglas, los procedimientos o las autoridades mismas. En otras palabras, las convicciones morales son independientes de la autoridad y las reglas”[10]. Estos mismos investigadores demuestran que si bien la honestidad es un valor apreciado, se relativiza cuando sirve a un fin moral que se considera superior.

Las “cruzadas” para enfrentar al gobierno, el lenguaje efervescente y las maniobras mentales que se usan para defender argumentos falaces las vivimos todos los días al leer los mensajes de los opositores. Pero desde el bando oficialista también enfrentamos esa relativización moral con mensajes impresionantes que dan lugar a que se cuestione cómo se puede ser tan escrupuloso con algunos y permisivo con otros. No es una omisión involuntaria, por si acaso. Es comprender que el fin justifica los medios.

Otro elemento muy relevante es la repetición de mensajes, de la que ya hemos conocido en este texto. En el caso de la confrontación con titulares de noticias falsas, la primera vez solemos sentir afectos negativos, pero la repetición es la que hace que vayamos desensibilizando los afectos hasta que no nos incomode o terminemos por creerlo. Las estrategias de saturación de los mensajes opera muy clara en esa dirección.

En el 2020, una investigación de Chaparro, Espinosa y Amaya[11] hecha en el Perú, encontró una dimensión en la ciudadanía peruana: laxitud moral política, que habla de una tolerancia a la corrupción, siempre y cuando se encuentre un interés personal en ese caso. Este es otro terreno sumamente interesante de estudio. La posibilidad de generar un balance donde la moral pasa a ser un espacio más terrestre y mundano, donde se negocian los principios si es que la consecuencia es favorable.

Esta laxitud moral además puede estar asociada a una medida alta de cinismo político, que significa “una dinámica de relación entre gobernantes y gobernados que involucra sentimientos de desconfianza hacia la política, los políticos y las instituciones gubernamentales”[12]. El mismo Espinosa señala que esta idea se asocia inversamente con indicadores de participación comunitaria; por lo que se entiende que el cinismo político “debilita la dinámica de relaciones al interior de la comunidad”. Mientras más tengamos una dinámica negativa con nuestros dirigentes y desconfiemos del sistema, menos vamos a integrarnos a ese ecosistema, generando una espiral invertida.

Redes y medios

En la era de la posverdad, como hemos señalado, no solo estamos creyendo información falsa, sino que además estamos aceptándola, tolerándola y compartiéndola a sabiendas de que lo es. Bajo promesas de que es un curso que se corregirá o simplemente por un curso de afinidad que nos permite generar un efecto teflón en aquello que queremos defender.

El problema de esto es que al percibir la tolerancia e interés que se da en la exposición y difusión a información racionalmente falsa, desde los mismos políticos se desarrollan estos mensajes con la esperanza de hacerlos virales para generar impacto. Tal vez el mejor ejemplo de esto sea el candidato Rafael López Aliaga, que sin ningún problema genera mensajes completamente falsos que al segundo son divulgados por una cantidad no menor de personas. Muchas de ellas sabiendo que son completamente falsas. Esto, de lunático o descuidado no tiene nada. Obedece a una intencionalidad muy evidente.

Effron señala tres características que permiten que este fenómeno ocurra: que “los ciudadanos están políticamente polarizados, los líderes respaldan las «realidades alternativas» y la tecnología amplifica la desinformación”[13]. Estos tres elementos son los que permiten la propagación activa de información falsa que genera una relativización del juicio moral al asumirse una mentira como menos condenable. De estos tres y habiendo presentado elementos suficientes para los dos primeros, me gustaría comentar el tercero. Las noticias falsas se propagan por tecnologías que las colocan muy rápido en la máxima atención de otros conectados. Términos como tendencia, contagio y viral son claves para comprender como en una facción de segundos una noticia falsa se vuelve masiva. Una investigación sobre la campaña de Trump de 2016 mostró como las redes sociales fueron relevantes particularmente para: conocer que las informaciones favorables sobre Trump se reprodujeron en una proporción de 4 a 1 con respecto a las de Clinton y que se comprobó que crecía la probabilidad de que las personas creyeran historias que beneficiaban a su candidato favorito, en particular si tiene redes segregadas ideológicamente.[14] En el Perú, Eduardo Villanueva analizó la influencia de las redes sociales en las elecciones y destaca el factor difusor de contenidos que tuvieron estas, más que como debate de ideas[15].

Pero además, en un estudio realizado el 2018, se demostró que las noticias falsas se divulgaron más y más rápido en redes sociales entre el 2006 y el 2017. Como señala su autor: “La falsedad se difundió significativamente más lejos, más rápido, más profundo y más ampliamente que la verdad en todas las categorías de información, y los efectos fueron más pronunciados para las noticias políticas falsas que para las noticias falsas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia, leyendas urbanas o información financiera.”[16]

En resumen, la psicología social nos ayuda, con mucha profundidad, a comprender por qué parece que no tenemos un filtro para creer y difundir noticias falsas, cuando lo cierto es que sí lo tenemos, pero los anulamos o relativizamos en función de los objetivos que nos tracemos. Nuestra identificación política hace lo suyo, pero también el estilo y nivel de procesamiento de la información que hacemos. En esta campaña se debe seguir dando pelea a la desinformación, pero siempre desde el valor y no desde la posición.


[1] Raunak M. Pillai,Lisa K. Fazio (2021): The effects of repeating false and misleading information on belief. Wiley Interdiscip Rev Cogn Sci. Nov.

[2] Traducción propia

[3] En particular recomendamos: Effron, D. (2018): It could have been true: how counterfactual thoughts reduce condemnation of falsehoods and increase political polarization. Personality and Social Psychology Bulletin, 44 (5). pp. 729-745

[4] Petrocelli, J. V., & Crysel, L. C. (2009). Counterfactual thinking and confidence in blackjack: A test of the counterfactual inflation hypothesis. Journal of Experimental Social Psychology, 45(6), 1312–1315.

[5] Effron (2018), artículo citado

[6] Kahneman, D. y Miller, DT (1986): Norm theory: Comparing reality to its alternatives. Psychological Review, 93(2), 136–153.

[7] Joseph P. Gaspar, Mark A. Seabright, Scott J. Reynolds y Kai Chi Yam (2015) Contrafactual and Factual Reflection: The Influence of Past Misdeeds on Future Immoral Behavior, The Journal of Social Psychology, 155:4, 370-380

[8] Una excelente referencia para entender las características del pensamiento prefáctico está en: Helgason BA, Effron DA (2022). It might become true: How prefactual thinking licenses dishonesty. J Pers Soc Psychol.

[9] https://www.thisamericanlife.org/454/mr-daisey-and-the-apple-factory

[10] Mueller AB, Skitka LJ. Liars, Damned Liars, and Zealots: The Effect of Moral Mandates on Transgressive Advocacy Acceptance. Social Psychological and Personality Science. 2018;9(6):711-718

[11] https://www.ulima.edu.pe/instituto-de-investigacion-cientifica/noticias/el-cinismo-politico

[12] Espinosa, Agustín (2012). Cinismo político y su relación con la identificación y participación en una comunidad rural de la costa norte del Perú.

[13] Effron DA, Helgason BA. The moral psychology of misinformation: Why we excuse dishonesty in a post-truth world. Curr Opin Psychol. 2022 May 30;47:101375

[14] Allcott, Hunt, and Matthew Gentzkow. 2017. «Social Media and Fake News in the 2016 Election.» Journal of Economic Perspectives, 31 (2): 211-36.

[15] En: https://larepublica.pe/domingo/2021/04/18/eduardo-villanueva-mansilla-hay-polarizacion-en-las-redes-sociales-pero-aparenta-ser-mucho-mas-agresiva-de-lo-que-es/

[16] Vosoughi, S., Roy, D., & Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. science, 359(6380), 1146-1151.

 

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elecciones municipales 2022, Fake news, Gobierno

Según una nota de Epicentro de inicios de año, en la lista de Gallardo figuraba Mejía, a quien quería asignar a la Dirección contra la Corrupción o a la Dirección de Lavado de Activos. Nada menos. Con la salida de Gallardo, aquellos cambios no se dieron. Mejía pasó a la Dirección de Medio Ambiente y luego a la Dirección Nacional de Investigación Criminal. Hoy, sin embargo, es inspector general y número 3 de la PNP.

Mejía –ha recordado el periodista Daniel Yovera– fungió de “sheriff” del cuestionado exrector de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Luis Cervanes Liñán. Según el informe periodístico, Mejía realizaba acciones de supervisión, vigilancia y control a los alumnos de la universidad, desde su cargo de jefe de Seguridad y Protección Interna. 

Pedro Castillo ha realizado los cambios más peligrosos en la institución, no solo por el elenco, sino por la oportunidad: en medio de las acusaciones por corrupción contra el mandatario, lo que temen los oficiales es que se copen las plazas con el objetivo de controlar la institución al antojo del jefe de Estado y su camarilla.

Varios oficiales entrevistados para este informe coinciden en señalar que los siguientes objetivos, además de Colchado, serán el general Óscar Arriola, jefe de la Dircote, y el coronel Franco Moreno. “Alfaro tiene la personalidad para oponerse, pero ahí se van a producir las fricciones. Sabemos que van a hacer todo lo posible para sacarlo”, dice un alto mando de la Policía. “Los que están atrás de la cadena de mando son los que están empujando para promover todos estos cambios”, asegura a Sudaca otro oficial.

PNP
Coronel Franco Moreno, General Óscar Arriola y coronel Harvey Colchado. Peligran sus cargos.

Hay quienes advierten otras influencias. La de Guillermo Bermejo, por ejemplo. No solo por aquella reunión en el despacho de Barranzuela donde su abogado coincidió con Vicente Álvarez, en octubre del año pasado. Bermejo se reunió con el presidente Pedro Castillo también el 26 de agosto, un día antes de los últimos cambios en el alto mando. La cita se dio entre las 4:50 pm y las 7:18 pm.

El último martes, en RPP, el periodista Omar Mariluz señaló que fue Bermejo quien sugirió no solo cambiar al alto mando policial, sino al ministro Willy Huerta porque “no se estaba protegiendo a la familia del presidente”. En comunicación con Sudaca, el congresista de la bancada Perú Democrático negó esta versión. Descartó, en cambio, que en la reunión con el jefe de Estado se haya hablado de cambios en la PNP y aseguró que no tiene idea de qué temas se trataron en la reunión de octubre entre su entonces abogado, el entonces ministro Barranzuela y el general Vicente Álvarez. De momento, y a la espera de que se desarrollen los acontecimientos, el ambiente dentro de la Policía Nacional está marcado por la incertidumbre y la sospecha.

**Fotoportada por Darlen Leonardo

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Gobierno, MININTER, Pedro Castillo, Policía Nacional

El camino parece ser el siguiente. Vacado Castillo entre setiembre y octubre de este año, asumiría la presidencia Dina Boluarte, que, aunque tiene también serios cuestionamientos, pareciera contar con el blindaje de al menos 44 congresistas y también con una parte de la clase política y medios de comunicación, en la medida que sea solamente la presidente de transición.

Faltaría entonces la reforma constitucional y sus disposiciones transitorias, que con el voto de 87 congresistas en dos legislaturas ordinarias consecutivas (la actual de 2022 y la primera del 2023 que habría que adelantarla para enero), permitiría elecciones generales con primera vuelta a fines de mayo y la segunda a fines de junio. Dentro de las reformas constitucionales para este efecto, es imprescindible permitir la reelección de congresistas, así como un acuerdo político sobre los plazos y para tener nuevas autoridades en el JNE y la ONPE para que no haya dudas de la transparencia de este nuevo proceso electoral.

Esta propuesta no va a contentar a todos, pero toma diversas inquietudes de la ciudadanía que la clase política y los medios deben asimilar para buscar los consensos que nos lleven a una transición democrática. De no hacerlo, será el fin del estado de derecho, la continuidad de la corrupción que solo traerá más miseria y nuestras libertades serán, solamente, un nostálgico recuerdo o una triste canción.

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Alan García, Crisis política, Gobierno

No llega aún a los niveles destructivos del velascato o del primer Alan García, pero Castillo, al paso que va, puede entregarnos un país llano para el desmán aventurero, ser el preámbulo de la desgracia mayúscula de un país que, a pesar de la incompletud y medianía de las medidas tomadas, en los últimos treinta años logró avances que nunca antes en su historia republicana había logrado.

No hay nadie más iracundo que un decepcionado. Y peor aún, alguien doblemente decepcionado, como lo serán aquellos que en los últimos dos meses le han vuelto a entregar su confianza a un presidente mediocre, torpe, sin visión de país y, probablemente -según indicios que se acumulan-, muy corrupto.

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