Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 199: Los últimos comentarios del capítulo Béjar. La seguridad del presidente trata mal a una periodista. Las Bambas sin condiciones de gobernanza. ¿Y cómo enfrentará Bellido al Hemiciclo?

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Lima – Perú

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Héctor Bejar, Las Bambas, Pedro Castillo

El conflicto social en Chumbivilcas (Cusco) sigue siendo un dolor de cabeza para el gobierno. Hoy por la mañana las comunidades dieron marcha atrás en un nuevo bloqueo del Corredor Minero del Sur, el cual habían retomado el último lunes ante la desidia del Gabinete. Y es que, desde que el premier Bellido visitó el lugar -el pasado 2 de agosto- hasta el inicio de esta semana, los manifestantes no supieron absolutamente nada sobre la atención de sus reclamos.

 

El breve retorno de las protestas sirvió para que el gobierno ponga fecha a las mesas de diálogo. Precisamente las comunidades se quejaban de que Bellido había incumplido su promesa de convocar estos encuentros la semana pasada, como marcaba el cronograma. Los dirigentes incluso habían invitado por cuenta propia a la empresa que opera Las Bambas, MMG, pero sin la presión del gran mediador –el Ejecutivo–, era esperable que la minera china les hiciera poco caso.

Hoy el anuncio de los diálogos de parte de la PCM calma las aguas solo en apariencia. Si no se encuentran soluciones rápidas, las comunidades tienen planeado volver a tomar la carretera. 

 

Promesas incumplidas

El pasado 2 de agosto, según las fuentes con las que habló este medio, el premier se comprometió a instalar una mesa de trabajo durante la semana del 9 al 15. Dicha convocatoria serviría para conocer los primeros avances en la resolución del problema. Como constancia, ese mismo día se redactó un acta donde se señalaba que en una semana tendrían una reunión para iniciar el “proceso de solución del conflicto”. Pero esta no contó con la firma de ningún representante del Estado. Los dirigentes locales aseguran a Sudaca que Bellido se negó a estampar su rúbrica en el documento.

“El señor no firmó el acta con la que se comprometió el día que nos visitó. Eso es una tremenda irresponsabilidad sobre la que tendría que manifestarse. El que ha redactado el texto me dice que le ha insistido en varias ocasiones. Sin embargo, no lo hizo”, revela Wilber Fuentes, secretario general del Frente Único de Defensa de los Intereses de Chumbivilcas (FUDICH).

Sin la firma de Bellido en el documento, el plazo para instaurar la mesa de diálogo venció. Por eso volvieron a bloquear la carretera: se dieron cuenta que solo con presión social los ministros parecen reaccionar. En la provincia cusqueña, advierten, no tolerarán que un gobierno más los pasee.

“Pasaron casi 20 días y no hubo ninguna respuesta del ministro de Transportes y Comunicaciones y mucho menos de Guido Bellido. Esa ha sido la causa [para retomar la huelga]”, asegura Luis Huamaní, presidente del Comité de Lucha de la provincia de Chumbivilcas.

Los dirigentes locales no se habían quedado de brazos cruzados. De manera reiterada, aseguran haber llamado por teléfono a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Al no ser atendidos, presentaron una carta a mitad de la semana pasada.

En el documento, al que tuvo acceso Sudaca, se recuerdan los compromisos que asumió el premier durante su visita a Chumbivilcas y se exige al gobierno que cumpla su primera promesa básica: iniciar el diálogo con la minera.

Parte de la carta que enviaron los comuneros a la PCM el 11 de agosto. Pedían cumplir con la conformación de las mesas de diálogo en el plazo acordado.

“El 11 del presente mes se presentó la carta por mesa de partes virtual de la PCM y también de la Presidencia de la República. Ahí los exhortábamos a que emitan una resolución para conformar la mesa de diálogo. De no ser ese el caso, por lo menos un pronunciamiento sobre cuándo realmente empezarían nuestros procesos de acuerdo”, resume Wilber Fuentes, el dirigente que presentó el documento.

Durante varios días, la respuesta fue la misma que a sus llamadas: el silencio. Recién ayer, con la presión de los comuneros que habían vuelto a bloquear la vía, la PCM lanzó el solicitado pronunciamiento.

“Se está formando una comisión de diálogo en Ccapacmarca [para el 21 de agosto]. Luego una reunión más amplia para entrar al tema de fondo con autoridades y asesores [el 28 de agosto]. Esa es la última información que tenemos”, explica Luciano Ataucuri, exsecretario de la Federación Interprovincial de Defensa Territorial y Ambiental de la provincia de Chumbivilcas, Paruro, Espinar y Grau.

Lo cierto es que el silencio del gobierno reavivó la desconfianza de las comunidades de Chumbivilcas. “Nosotros ya tenemos muchas experiencias de mecidas de parte del Estado, desde el gobierno de PPK. A raíz de esa desconfianza nosotros tomamos la decisión de retomar el bloqueo de la carretera. Observamos que no se ha cumplido lo que Bellido prometió”, se queja el dirigente Luis Huamaní.

Las “mecidas” hoy duelen más en Chumbivilcas, porque vienen de alguien que ha nacido en el lugar. A comienzos de mes, el premier llegó triunfante, montado en un caballo, a su provincia natal. Su sola presencia apagó el conflicto ese 2 de agosto. Desde el 23 de julio, los comuneros mantenían bloqueado el Corredor Minero del Sur. 

Ellos se manifiestan en contra de una resolución ministerial que declaró una vía comunal de la zona como una de carácter nacional en el 2018, permitiendo que camiones de la minera china MMG Las Bambas levanten enormes cantidades de polvo al atravesar la pista rumbo a su zona de operaciones en Apurímac. Aunque el conflicto allá tenga más razones de fondo. 

En Chumbivilcas exigen una propuesta concreta, que esperan encontrar este fin de semana. “Mínimamente tendríamos que tener los cronogramas de cómo vamos a abordar este proceso. Hay varias agendas que involucran a varios sectores como el MTC, Ambiente, Energía y Minas. Todos ellos deben estar involucrados. Es una situación que se arrastra hace varios años y se está complicando más”, asegura Fuentes, del FUDICH.

 

Más leña al fuego

El 16 de agosto -día en que se retomaron las protestas- Guido Bellido estuvo en Cusco realizando otras actividades. Ante los medios locales, el premier no reconoció que se haya roto alguna promesa. Más bien, señaló que los manifestantes estaban siendo mal asesorados. “Tengo entendido que, lamentablemente, hay ciertos abogados que vienen azuzando a la población. Hay oscuros intereses tras ello y eso a mí no me parece la forma correcta”, dijo antes de viajar a la provincia de Acomayo, sin precisar quiénes serían estos personajes.

El argumento de Bellido no es nuevo. En el 2018, los hermanos Jorge Martín y Frank Aníbal Chávez Sotelo fueron detenidos por azuzar las protestas de la comunidad de Fuerabamba, otra localidad del corredor minero. Pero el conflicto no se detuvo con su captura. Se trataba, pues, del viejo discurso de atribuirle toda la responsabilidad de un conflicto social a un agente externo, un ‘perro del hortelano’. Un discurso ineficaz.

Por la noche, en su cuenta de Twitter, el premier se explayó aún más. “Hermanos del corredor minero, la mafia viene comprando y pagando dinero a supuestos asesores para hacer enfrentar al pueblo con el Pdt. [sic] Pedro Castillo, nuestros compromisos se cumplirán en el tiempo acordado, en este momento estamos emplazando a las empresas para su descargo”, escribió el funcionario.

Lo manifestado por el premier no ayudó a aplacar las molestias en Chumbivilcas. Todo lo contrario. “Lo ha dicho de manera irresponsable para evadir las responsabilidades que tenía que asumir estos días con nuestras comunidades. Lo repudiamos. Las comunidades son las que toman las decisiones”, manifiesta el dirigente Wilber Fuentes.

Luis Huamaní, del Comité de Lucha de Chumbivilcas, cree que las palabras de Bellido demuestran que no conoce realmente el problema y no descarta volver a tomar medidas de fuerza si vuelve a incumplir sus promesas. “Si el paro tiene que durar tres o cuatro meses, lo haremos. Las 17 comunidades campesinas van a salir a bloquear la carretera escalonadamente. Hay una agenda bien distribuida sobre a qué comunidad le toca en determinado día. Estamos bien organizados”, advierte.

A Bellido y al gobierno le quedan poco menos de 45 días para cumplir con las comunidades de Chumbivilcas, una provincia donde el 96.5% del electorado votó por Pedro Castillo en la segunda vuelta. De momento, la PCM anunció que instalarán mesas de diálogo durante los siguientes fines de semana. Mientras eso no suceda, para los manifestantes son palabras vacías, llamadas desatendidas y cartas ignoradas.

Sudaca intentó comunicarse con funcionarios de la PCM a través de su Oficina de Prensa e Imagen Institucional, pero hasta el cierre de este informe no obtuvimos respuesta.

**Fotoportada por Leyla López (Fuente: Canal N, PCM).

 

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Guido bellido, Las Bambas, Pedro Castillo

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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Héctor Bejar, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

No se trata de una cacería de brujas ni de una persecución política la que se aprecia respecto del gabinete Bellido, sino de una saludable práctica de vigilancia opositora debida a la falta de idoneidad de buena parte del consejo de ministros convocado por el Presidente y el Premier (y, por supuesto, por Vladimir Cerrón).

Nadie puede poner en cuestión que Castillo decida conformar un gabinete de personajes de izquierda, inclusive radicales. Una parte de su votación obedece a ese ánimo y otra a un sentimiento antiestablishment cuyo mandato está obligado a expresar y recoger.

Pero la ausencia de solvencia técnica o profesional de varios de los ministros convocados (se acaba de conocer en El Foco, por ejemplo, que el titular de Cultura, Ciro Gálvez, está denunciado hasta por sicariato), es un tema político inadmisible, sobre el cual el Congreso está obligado a ejercer control político, interpelando y eventualmente censurando a aquellos que no cumplan con los estándares éticos y laborales mínimos para ejercer el cargo para el que han sido designados.

La crisis política por la que pasa el régimen es obra y gracia de su propia torpeza. Nombrar un gabinete mediocre, admitir la preeminencia política de Vladimir Cerrón e insistir tercamente en una materia que no cuenta con aprobación ciudadana, como es el tema de la Asamblea Constituyente, es lo que explica que, por primera vez desde que las encuestas miden los niveles de aceptación de los gobiernos recién estrenados, éste muestre tan baja aprobación, inferior a su desaprobación.

A este paso, ni siquiera el plan moderado de izquierda que impulsa el sector tecnocrático del gobierno que encabeza Pedro Francke, va a poder ser desplegado (las nuevas reglas tributarias necesitan aprobación del Congreso). El encrespamiento de la oposición congresal ha hecho que el gobierno pierda aliados iniciales -como lo fueron los morados y Somos Perú- y la única manera de reconstruir puentes con el Legislativo y establecer una atmósfera de gobernabilidad pasa porque el Ejecutivo dé marcha atrás en los tres puntos señalados (gabinete, Cerrón y Constituyente).

Está a tiempo de hacerlo. Tiene que actuar rápidamente y sentar las bases de un horizonte de cinco años. Hoy, esa perspectiva está acotada a una relación inestable y tumultuosa con el Congreso, que promete más desencuentros que conciliación.

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Asamblea Constituyente, Héctor Bejar, Vladimir Cerrón

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Banca, Crédito

A muchas personas les ha sucedido alguna vez que logran algo muy ansiado y tienen la sensación de que el mérito es en realidad una casualidad o cuestión de suerte en lugar de considerar el esfuerzo realizado. Este es un ejemplo muy claro de cómo funciona el Síndrome del Impostor.

El psicólogo David Espinoza explica que aproximadamente, siete de cada diez personas han sufrido de este síndrome en algún momento de sus vidas. El Síndrome del Impostor se define como el disgusto psíquico y emocional que ha sido directamente relacionado a la emoción individual de no ser merecedor del lugar y/o reconocimientos que se encuentra ocupando o gozando por fruto de sus habilidades personales en los niveles laboral, académico y social.

Este síndrome suele aparecer en estudiantes con excelentes notas y, en mayor medida, en profesionales exitosos. Su aparición tiene una alta correlación con la baja autoestima y el pobre autoconcepto de la persona. Otro factor importante para su aparición suele ser la actitud despectiva o crítica por parte de personas que comparten el entorno del sujeto trastornado que envidian sus logros.

La persona que se encuentra sufriendo esta condición siente que nunca está a la altura de aquello que goza fruto de su éxito y capacidades. El individuo tiene la constante sensación de no ser lo suficientemente bueno en lo que hace, además de catalogarse como inútil o incapaz. Además, puede llegar a acusarse a sí mismo de ser un impostor, un completo fraude en todo lo que realiza. A esto se debe el nombre de esta condición.

¿Cuáles son los síntomas?

El psicólogo explica que algunos de los síntomas más comunes de este síndrome son:

-Recurrente falta de confianza en las propias competencias.

-La constante creencia de que los logros y éxitos no son merecidos.

-Considerar que los aciertos son debido a la suerte, al azar, o a que otras personas involucradas son más poderosas y han ayudado a conseguirlos.

-Miedo permanente a que las demás personas que pueden estar siendo “engañadas” por el individuo descubran su “fraude”.

-Constante inseguridad y falta de confianza en el ámbito académico, laboral y social.

-Persistentes expectativas de fracaso seguro ante situaciones similares las cuales han sido superadas con éxito por el propio individuo en eventos anteriores.

Baja autoestima. Sin razón aparente aparecen cuadros sintomáticos de corte negativo tales como: ansiedad, tristeza, desesperanza.

¿Cómo superarlo?

Esta sensación de no estar lo suficientemente preparado o ser suficiente desaparece a medida que pasa el tiempo y la persona obtiene más experiencia en el campo en el que se desenvuelve.

Para superar el Síndrome del Impostor, es importante que la persona no rechace ni ignore cumplidos o felicitaciones, pues son fruto de su esfuerzo. Así se empezará a moldear los pensamientos y empezar a desarraigarse poco a poco de la falsa idea de que el éxito es por causa del azar.

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Síndrome impostor

De acuerdo a Infocorp, la deuda morosa en el 2020 cerró en S/ 33 543 millones, 4.2 % más que el registrado en el 2019. Esto implica importantes cambios en el score crediticio de los peruanos que podría estar alejándolos del acceso a mejores productos y condiciones financieras.

Arturo García Villacorta, docente de la Universidad ESAN, explica que el sistema de evaluación financiera plasmado en el score financiero predice el riesgo de impago de un préstamo por parte del posible cliente, y gestiona el riesgo crediticio pues distingue a los clientes «buenos» de los malos», filtrando así a los clientes con sobreendeudamiento. Este sistema puesto en marcha por centrales de riesgo, permite tomar en tiempo real la decisión de otorgar un crédito o no a una persona, mejorando el tiempo de atención a los clientes, descentralizar la concesión del crédito y desarrollar una mejor relación con el cliente al otorgarle productos que se adecúan a sus posibilidades.

Este sistema financiero es aplicado para la cartera minorista: personas (créditos de consumo y créditos hipotecarios) y mypes (micro y pequeñas empresas). Sin embargo, es importante mencionar que para la cartera no minorista, es decir, empresas medianas, grandes y corporativas, el sistema de calificación de créditos utilizado es el rating.

Aprender a tener un buen historial crediticio

Tener un buen historial crediticio es sumamente importante, sobre todo para los emprendedores y sus negocios, pues esto facilitará que las entidades financieras confíen en su capacidad de pago, permitiendo el acceso a créditos o reprogramaciones con mejores tasas de interés.

Los especialistas de Caja Piura explican cómo mantener saludable el historial crediticio en época de pandemia por el COVID-19:

Investigar: Buscar opciones que permitan sacar adelante el negocio sin sobreendeudarse. En el mercado existen diversos créditos de reactivación económica que impulsan las entidades de microfinanzas.

Buscar asesoría formal: Consultar de manera directa a las empresas financieras información sobre alternativas de créditos e identificar la mejor opción. En caso de tener un crédito y de necesitar facilidades de pago, se puede solicitar información sobre reprogramaciones.

Ajustar los gastos: Reinventar el negocio acorde a la nueva normalidad, analizar si es necesario minimizar gastos innecesarios para ser más eficiente con los ingresos en el corto plazo y afrontar el pago de todas las cuentas a fin de mes.

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Deudas, Historial crediticio, Pandemia

Hace dos o tres crisis (ya no pasan los días en el Perú del golpismo empresarial y sus medios), se cuestionó duramente la decisión del actual gabinete de reducirse el sueldo ministerial a la mitad. Todos los argumentos respondieron a criterios de reforma administrativa pro-eficiencia, cuando se trataba de un gesto político para manifestar que la autoridad debe ser “del pueblo”, así le nace trabajar “para el pueblo” y “por el pueblo”. Ser “del pueblo” también pasa por convivir lo más cerca posible con las mayorías, con el 99% de peruanos que gana por debajo de los 15,000 soles que recibirían ahora los ministros, y con el 75% que percibe menos del sueldo mínimo. Lo cierto es que esta decisión, de concretarse, no afectaría los sueldos de los altos cargos administrativos y de las cabezas de los organismos autónomos, porque son asuntos que van por cuerdas separadas desde que, en el 2010, el entonces contralor Fuad Khoury se colocó una remuneración que doblaba al del presidente de entonces, sin que nadie pudiera hacerlo recular. Con esto, abrió la puerta para violentar una norma que tenía vida desde el 2004, y que llevaba la rúbrica congresal del finado Henry Pease, a quien el suscrito escuchó decir, hacia el 2009, que seguía convencido de que el presidente debe ser el cargo mejor pagado de todo el aparato estatal peruano. Complejo tema, pero la postura no tiene nada de absurda.

Pero incluso si la decisión política y voluntaria de los actuales ministros implicara reducir los salarios de los altos gerentes públicos, esto no significaría un daño a la eficiencia estatal, y menos como consecuencia de una ola de renuncias irreemplazables. Los pocos funcionarios (décimas porcentuales) que ganan más de 25,000 soles al mes en el Estado peruano, no están ahí por mérito, sino porque logran acceder a las redes que usufructúan dicha posibilidad bajos sistemas rotativos. No hay aquí evaluaciones de acceso y concurso, salvo mínimos aparentes: todos son cargos de confianza en la práctica. Algo parecido sucede con los que ganan alrededor de 15,000 soles al mes. Están más sometidos a todo el esquema formal de concursos públicos para el acceso, pero eso no significa que prime el mérito en sus procesos. Al contrario: en nuestra burocracia pública se manejan continuamente los concursos para asegurar a las personas deseadas en las plazas. Y es un mito lo de la fuga de talentos frente a la racionalización salarial. Esta red laboral del Estado peruano “se las arregla” como todos, y es de moral bastante laxa, así que no va dejar de recibir los ingresos dorados que percibe, así se los recorten. Si hubo renuncias entre los altos cargos cuando alguna vez se han reducido sueldos, éstas fueron muy excepcionales. No son empleados particularmente atractivos, para el sector privado, los organizadores y cabilderos del aparato público, mucho menos con esas pretensiones salariales. Esto no significa que no haya eventos y espacios de eficiencia entre estas redes, pero sí que éstos, cuando aparecen, no son producto de sueldos altos y mérito, sino de filtros que definen las propias argollas tecnocráticas.

¿Tiene relevancia un buen nivel salarial en la eficiencia administrativa? Es obvio que sí, y mucha, pero no en cualquier contexto organizacional. Para que haya mejoras de volumen relevante en cuanto al desempeño de los servidores públicos, es necesario tomar decisiones bajo mirada sistémica, lo que implica intentar ubicar la dinámica generativa de la productividad y la vocación de mejora entre los empleados públicos. Debe saberse, en principio, que no tenemos los insumos necesarios para aspirar a un Estado superlativamente eficiente en el comparativo, porque nuestros gremios profesionales y culturas corporativas son los propios de un país subdesarrollado. Y también que la capacitación en protocolos de planeamiento y habilidades blandas de gestión no tiene efectos en una burocracia que carece de masa profesional lo suficientemente amplia y competitiva. La formación necesaria para los servidores públicos está en las buenas universidades que apenas tenemos, en cualquiera de sus carreras y caminos de postgrado. Su compromiso final con el país depende, como en cualquiera, de cuestiones emocionales vinculadas a sus contextos coyunturales e históricos, no de lo que escucha en charlas y cursillos.

El nervio de la reforma para la eficiencia administrativa está, en realidad, en el tratamiento organizacional que se le da al empleado, lo que es una mezcla de orden regulatorio funcional a la mejora (sistema de incentivos y sanciones dirigido a mejorar la eficiencia) y entorno colectivo adecuado. El gran objetivo reformista, por tanto, es lograr que el gestor público trabaje relativamente cómodo, y que le “convenga” mejorar permanentemente. Bajo esta perspectiva, las reformas aplicadas al sector público peruano han sido de dos tipos: los intentos de conformar servicios civiles de carrera a través de leyes de empleo público, y los esfuerzos de modernización del sistema administrativo estatal. El primero grupo lo conforman las tres leyes de servicio civil de carrera de nuestra historia: la de 1950, la de 1984 y la última del 2014. La intención de cada una de estas iniciativas fue crear un cuerpo estable de servidores (bajo contratos a plazo indeterminado), e instaurar el mérito profesional en el ingreso y en los ascensos, dentro una carrera de rutas y puestos pre-establecidos. Ninguna de estas experiencias ha traído buenos resultados en términos de eficiencia. La tendencia a la formación de camarillas, producto de ser un sistema laboral donde los trabajadores pasan varias décadas conviviendo, rompe con la neutralidad y seriedad de las evaluaciones para los ascensos, por lo que el esquema tiene poca capacidad de sanción y de incentivo. También la naturaleza de las labores del gestor público conspira aquí: ellos no producen bienes, sino que organizan y regulan, lo que es muy complicado de medir para calificar. Y, finalmente, el acceso por concurso de méritos para la carrera pública siempre ha sido vulnerado, además de haber estado supeditado a las necesidades del gobierno de turno. No hay tecnología capaz de impedir esto al 100%, como todos los servidores saben.

Los resultados más tangibles de este tipo de esfuerzos reformistas se observan en aquellos empleados del Estado peruano que pertenecen al DL 276, de 1984: están estancados salarial y formativamente. Y aunque es verdad que suelen ser marginados de las actividades más interesantes y estratégicas de sus oficinas, y utilizados de chivo expiatorio para explicar las malas gestiones que abundan, no se puede negar que se han vuelto el grupo menos competitivo del sector público peruano. Mientras tanto, la reforma del 2104 – que tiene un diseño lógico pero insuficiente a nivel de directivos – no ha logrado pasar de la preparación de insumos previos para la implementación de fondo, porque sus argumentos técnicos (los de un servicio civil de carrera clásico), no logran convencer al MEF o a los presidentes, quienes deciden la entrega del muy alto presupuesto anual que necesita la implementación de la Ley SERVIR. Tampoco la ciudadanía se va poner de su lado, y no porque el tema sea técnico, sino porque no son capaces de prometer nada tangible – en términos de eficiencia – a cambio del mucho gasto público anual que piden para poner en marcha el modelo. Lo que sí obtuvieron, hace algunos años, fue el reconocimiento de una agencia internacional calificadora de riesgos, de ésas que nos amedrentan y chantajean para que hagamos lo que mandan los empresarios del primer mundo.

Con respecto al segundo de tipo de reformas, que llamo esfuerzos de modernización administrativa, me detengo en lo iniciado en el 2000, por razones de espacio y porque es un tiempo muy representativo de esta agenda. Desde el cambio de milenio hasta hoy, se ha intentado introducir – en todo el aparato público – el planeamiento estratégico y la gestión de los recursos humanos (vía CEPLAN y SERVIR desde el 2008) y la gestión con medición de resultados e incentivos a la mejora (vía PCM desde los noventa). Este último dialoga y se complementa con el programa de Presupuesto por Resultados del MEF, que condiciona la entrega de financiamiento público anual, a las entidades, al logro de sus objetivos oficiales en el periodo previo. Así, los esfuerzos de la PCM y el MEF son parte de un solo esquema teórico de gerencia e incentivos llamado gestión por resultados, que como su nombre lo indica, busca que los salarios, la entrega de presupuestos y la permanencia en los puestos dependan de los desempeños de los empleados públicos. A mejores rendimientos, más y cada vez mayores premios. De lo contrario, proceden costos de algún tipo. Este modelo es potencialmente muy eficaz, pero también muy polémico: tiende a pagar muy bien a los servidores, pero considera que los contratos de plazo indeterminado desincentivan la eficiencia. Es decir, su filosofía organizacional colisiona con el espíritu de los derechos laborales clásicos, porque rompe con la permanencia indefinida en los puestos, lo que facilita el abuso del superior al subordinado que quiere mantener su trabajo.

Todas estas rutas modernizadoras se estrellan contra la realidad profesional de la administración pública peruana (brechas salariales, alta inestabilidad y precariedad laboral), y por eso sus avances son discretos, en cantidad cuando el esfuerzo es medible, pero sobre todo en calidad. Sólo el Presupuesto por Resultados del MEF tiene posibilidades de aportar, aunque lentamente y sin capacidad ser relevante en las áreas de línea y asesoría del ejecutivo central y regional, que es donde están los principales responsables de toda burocracia nacional. Es justo en esas áreas, donde se diseña y organiza a un nivel macro – y por tanto se demanda excelencia profesional – donde es imposible cuantificar lo suficiente los resultados laborales, de tal forma que sea factible evaluar, condicionar e incentivar a los servidores en base a su desempeño. En las otras dos rutas (recursos humanos de SERVIR y planeamiento de CEPLAN), el trabajo pareciera tener como premisa que la forma de mejorar el desempeño de los servidores es explicándoles la visión de la reforma y los valores que ésta busca, así como facilitándoles algunos esquemas de sentido común para su implementación, sin contemplar la adversidad de los contextos.

Mi impresión es que, dada la precariedad del Estado peruano y la realidad de su empleo público, los disparadores de eficiencia más potentes, efectivos y factibles (a la mano y fáciles de aplicar) son la temporalidad de los contratos y los salarios. Todas las demás variables, de cualquiera de los dos modelos descritos (leyes de servicios civiles o modernizaciones administrativas), son imposibles o muy difíciles de implementar a nivel nacional, y de ahí que sus resultados sean intrascendentes hasta hoy. Estoy convencido de que si estos dos elementos son combinados en adecuado equilibrio, se pueden obtener muy interesantes resultados. La idea sería introducir, entre todos los servidores públicos que la legalidad permita, un sistema de empleo cuyos contratos duren dos años, renovable hasta en 5 ocasiones (seguidas o no) por un lapso de máximo 20 años. Sumado a periodos de prueba muy exigentes, salarios lo más altos posible (de élite en el contexto peruano), y seguros de desempleo por unos meses, para las salidas o salida final del servicio civil. Los números aquí sólo sirven para representar una lógica, debe ser definidos técnicamente. El punto, como se verá líneas adelante, es que esto reconocería derechos laborales a quienes hoy no los tienen y, al mismo tiempo, elevaría el atractivo del empleo público, lo que produciría mayores esfuerzos de desempeño entre los gestores públicos, tanto para el acceso como para la permanencia en el puesto.

Es de suyo, dada su procedencia teórica, que mi propuesta sea polémica en términos de derechos laborales. Pero antes de intentar razonar sobre sus puntos álgidos, prefiero detenerme en su factibilidad: qué volumen de servidores consideraría atractivo el esquema aquí planteado. Para aproximarnos a una respuesta, debemos detenernos unos minutos – ya termino, paciencia – en los niveles salariales y la temporalidad de los contratos laborales del sector público peruano. Según SERVIR, en el 2014, y fuera de las carreras especiales del Estado, sólo el 62% de los empleados públicos tenía contrato indeterminado: un 36% pertenecía al arriba mencionado régimen del DL 276, cuyo promedio salarial es de más o menos de 1000 soles (inflado con pagos no salariales que no cuentan como referencia jubilatoria), y un 26% pertenece al régimen laboral del sector privado (DL 728), lo que es propio de sólo algunas dependencias del Estado, cuyos salarios se mueven entre 15,000 y 5,000 soles. El resto de servidores (38%) estaba sujeto a contratos que duran, en promedio, entre uno y tres meses, bajo el régimen de Contratos Administrativos de Servicios (CAS). Hoy deben ser el 50% o más de nuestros burócratas, y sus topes salariales son de 3,300 y 12,900 soles, aunque la gran mayoría no pasa de 4,000 soles en la práctica. Este sector de la burocracia peruana, los CAS, estarían encantados de acceder al nuevo sistema de empleo y de honrarlo, lo que dependería, únicamente, de modificar el DL 1057, o Ley CAS, en lo relativo a la temporalidad de los contratos. Luego hay que sumar un novedoso seguro de desempleo, el que debe pensarse y diseñarse con la serenidad del caso, pero debe ser parte del paquete.

Es claro que, en cualquier reforma del servicio civil peruano que se intente, no se puede perjudicar a los empleados públicos que poseen un contrato de plazo abierto. Ese derecho está ganado, y no hay forma de quebrarlo ni es justo. Deben jubilarse en sus instituciones con las actuales reglas de contrato, además ser reconsiderados y repotenciados a la brevedad en el caso del DL 276. Pero la idea, en el largo plazo, es que la propuesta aquí esbozada sea la norma general del empleo público peruano, cuya fisonomía sería la de un exigentísimo, rotativo y prestigioso espacio laboral, donde trabajar unos años beneficiaría mucho a cualquier profesional peruano, además de convertirlo en un ejemplar ciudadano a ojos de la comunidad y el mercado, donde tendrían que ser competitivos porque la administración pública sería, ahora, sólo una etapa en la vida profesional de sus gestores.

Como indico arriba, el modelo de reforma es polémico y pisa territorios políticamente minados. Pero la verdad es que en cada uno de sus flancos está encima, y por varias cabezas, de la realidad actual, y a mucha distancia en cuanto a perspectivas de mejora. El primer punto crítico es su alejamiento de los contratos indeterminados, que es la situación ideal de justicia laboral, aunque su escenario presupuestal habitual es el de las economías avanzadas. ¿Estamos en situación de pagar el costo anual de una reforma bajo el sistema de indeterminación laboral sin tener seguridad sobre resultados en relación a la eficiencia administrativa? Me parece que no. Y por eso planteo un esquema heterodoxo, que no desconoce derechos (al contrario, los agrega en el caso de los CAS), pero hace mutar el esquema contractual arquetípico de nuestro derecho laboral, en nombre de otra razón de Estado que también tiene peso propio, como es la capacidad de gestión del sector público, centro gravitante de cualquier modelo de desarrollo que tengamos en mente. Un segundo temor razonable reside en el hecho de que, en este modelo, el servidor queda sujeto a la arbitrariedad de su jefe frente a las renovaciones de contratos, y que cada dos años puede ser reemplazado por profesionales mediocres procedentes del partido oficialista. Lo primero es cierto: el implícito sistema de evaluación del esquema es bianual, y puede determinar el fin de labores de modo razonable o abusivo. Lo segundo no lo es tanto, por varias razones: un jefe vigilado, sujeto a contratos bianuales, no querrá sacrificar así nomás a un buen empleado por otro mediocre. Lo más probable es que quiera asegurar un reemplazo de su confianza, pero a la altura necesaria de calidad. Como estos perfiles no abundan entre los gestores peruanos, y el nuevo sistema salarial atraería a profesionales competitivos, los empleadores, cuando deban dirimir en sus concursos de selección, buscarán formas de equilibrar sus compromisos políticos y gremiales con sus responsabilidades técnicas y de gobierno. Nuevamente, debemos mirar lo que tenemos hoy en el sector público, y lo que tendríamos con la implementación de esta ruta: sería de una importante inyección de competitividad y eficiencia. Y sobre ello, sí podría ser útil e interesante trabajar las variables de planeamiento y buen entorno, porque lo central del sistema de incentivos, lo salarial y un grado razonable de estabilidad y protección, estás asegurados.

Si alguien tiene una propuesta superior en lógica a la aquí descrita, para inyectar eficiencia al sector público peruano en el corto-mediano plazo, que la plantee y abra la debate. Al suscrito le cuesta mucho imaginarlo. No debe olvidarse que el Estado es el agente más estable y poderoso de la convivencia legal – nunca deja de recibir fondos, de penetrar el territorio y de acumular experiencia – y por ello es uno de los pocos insumos con los que cuenta un país subdesarrollado para superar su rezago. Tenemos que hacer grandes esfuerzos de creatividad funcional y flexibilidad valorativa en este terreno, porque no estamos para desperdiciar ninguna posibilidad de acortar nuestras históricas e inmensas brechas de desarrollo.

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Empresa, SERVIR

Es momento de decirlo. No se ha jugado ningún partido con el argentino en la cancha. Aún no hace pared con Neymar ni con Mbappé, que lo mira de reojo. Tampoco un pase a profundidad para Icardi. Menos recibir de frente al arco un balón largo de Di María. Ni siquiera un panel o un tiro libre pateado. Messi aún no la toca, pero existe la posibilidad de que sea la peor decisión del siglo. 

Como negocio, es un éxito redondo. El PSG ha vendido en camisetas de Messi el precio de los dos años de contrato que deben pagarle al capitán argentino. En apenas días. Eso hace más inentendible la hipótesis de como el Barcelona perdió a su máxima estrella por razones económicas. ¿Cómo no puede ser posible mantener en el club a un jugador que paga su costo solo con venta de camiseta?

Pero el negocio está cerrado. Hay que ver con objetividad a lo que se enfrente este PSG en términos de logro deportivo. La temporada pasada, los parisinos perdieron la liga francesa contra un modesto Lille. La diferencia entre ambos equipos estuvo en la defensa. De hecho, el PSG anotó 26 goles más. Pero el Lille encajó cinco goles menos, y perdió cinco partidos menos también. 

En la Champions League le pasó algo parecido. Los goles no fueron un problema contra el Bayern Munich en cuartos de finales, hizo tres. Pero el equipo alemán anotó la misma cantidad y fue definido por el gol de visita. Ante el Manchester City en semifinales, se vio la mayor versión de errores defensivos. Un equipo mal parado atrás perdió ante un Guardiola que encontré cuatro goles. 

Como lo ha dicho Thierry Henry, el equilibrio es lo más importante en un equipo. El PSG mantiene a los tres centrales de hace cuatro temporadas: Marquinhos, Kehrer y Kimpembe. Dejaron ir al veterano Thiago Silva que los llevó a la final de la Champions League en el 2020, para traer ahora a Sergio Ramos, otro defensa veterano, que viene sacudido por lesiones. 

Una defensa que no se refuerza bien, pero un mediocampo defensivo que no se refuerza en absoluto. Verrati es el volante defensivo del equipo, el único. No hay competencia en ese ámbito. Y de hecho sus fuertes, son la distribución del balón, el pase y el dribleo. Incluso, en Italia es considerado un mediocampista mixto, y el jugador defensivo en la mitad es Jorginho.  

Pasa lo mismo con Leandro Paredes. En Argentina la gran discusión es cómo va a marcar la volante cada vez que Paredes es el defensivo, lo que abre la posibilidad que Guido Rodríguez alterne el puesto cuando hay un rival de mayor exigencia. De hecho, el argentino fue reconstruido en volante defensivo en el Empoli de Italia para poder jugar, equipo al que había llegado como enganche. 

Las otras opciones en esa parte de la cancha son el portugués Danilo Pereira y el senegalés Idrissa Gueye, dos volantes de menor prestancia. A ellos se ha sumado esta temporada Georgino Wijnaldum, un volante mixto cuyas principales talentos también se encuentran en la distribución del juego, como Verrati.

Es decir, en una lectura desde el ojo de un futbolero peruano, el PSG en la mediacancha está plagado de Yotún y no tiene nada de Tapia. De esto se quejaba el histórico defensa italiano Giorgio Chiellini cuando decía que el estilo Guardiola había arruinado a los defensas. El defensor central y el volante defensivo han ganado habilidades de pase y distribución, pero sacrifican habilidades de marca.

Todos los últimos campeones de Europa han tenido un volante ancla, defensivo. Kanté y Jorginho en el Chelsea. Kimmich, Goretzka y Thiago en el Bayern. Henderson y Fabinho en el Liverpool. Y Casemiro en toda las versiones del Real Madrid campeón. Busquets antes en Barcelona. Es una posición fundamental que trae una vieja frase futbolera a la conversación: dime cómo juega tu volante de primera línea, y te diré como juega tu equipo. 

Y qué tiene todo esto que ver con Messi, entonces. Pues, el énfasis de ataque que adquiere un jugador como ese en un equipo es inmenso. En sus incontables temporadas en el Barcelona, Messi ha jugado mejor y ha metido más goles cuando el equipo lograba recuperar el balón antes de la mitad de la cancha y empezaba a distribuirla para entregársela a él en tres cuartos para que defina.

Nunca ha funcionado con Messi que él sea un distribuidor del gol. Así que ponerlo detrás de dos puntas, o incluso colocarlo en la volante y poniendo tres delanteros por delante suyo, le resta protagonismo. Messi es el personaje principal de todas sus películas. Entonces hay tres lugares donde puede jugar. Como 9 con dos delanteros más a los lados, tirado hacia la derecha en una línea de tres, o siendo el segundo delantero de una dupla en ataque. 

Mbappé y Neymar, a menos que estén lesionados, van a jugar. No ponerlos es un shock emocional en la tranquilidad del equipo. Di María e Icardi serán los sacrificados e irán a la banca. En los decisivos, serán las tres estrellas adelante. Y ese esquema favorece a Messi, siempre que haya recuperación de balón para distribuir y el equipo no conviva únicamente del pase largo y el contragolpe. 

Algo que en sus mejores épocas era garantizado para Messi por defensores efectivos de alta jerarquía como Mascherano, Piqué, Puyol o Busquets. Y siempre que ellos no han estado, que ha sido muy poco, la frustración del argentino se ha visto evidente. De hecho, los últimos años de recuerdos de Messi en el Barcelona era la de un jugador solitario, disfuncional. O como en la peor Argentina.

El otro rol que Messi no va a cumplir es el de retornar a la marca. Nunca lo ha hecho. Neymar, gordo y ya entrado en los treinta, no está acostumbrado que sea su función de sacrificio en el club donde hasta ahora es rey. El príncipe Mbappé sería el sacrificado, pero tampoco es una función de la que sea muy ducho.

Con los tres arriba, o incluso si el técnico se anima a poner a cuatro galácticos, el PSG pierde retorno. Y va a requerir de mucho tiempo para elaborar. Se habla de que con Messi en París ya no hay excusas para ganar la Champions, pero en realidad hoy el Barcelona se percibe como un equipo más equilibrado. 

No solo el protagonismo ha quedado más distribuido en Cataluña. El Barça hoy, sin el diez, puede modificar el ataque para privilegiar otras formas de llegar al gol, como se vio contra la Real Sociedad. En centro al área tras jugadas por la banda, la profundización hasta la última línea, el contragolpe en un sistema más defensivo. Ya no solo la triangulación o la pelota al diez para la diagonal. 

¿Y si el Barcelona es más candidato a la Champions que el PSG?

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