Los cambios estructurales en lo económico han configurado también nuevas formas de asociación, en la que los colectivos cobran singular importancia para temas concretos vinculados a lo ciudadano (léase derechos étnicos, LGBTI, de propiedad, entre otros), así como para la defensa del consumidor. Las viejas formas –por ejemplo- sindicales, que si bien existen, ya no son convocantes por su excesiva regulación de la participación. Ni qué decir de los partidos políticos que no han sabido adaptarse a estos cambios en términos organizacionales.
¿Cómo encauzamos estos cambios? Por allí pasa la nueva centralidad de la política. Pasa por reconstruir la confianza política confrontando las viejas formas de hacer política.