El año 2020, en medio de la pandemia en el Perú, pudo apreciarse una salida masiva de jóvenes. Eso también lo pudimos apreciar el 05 de abril de este año. Fueron movilizaciones en donde se vieron miles de jóvenes, muchos de ellos miembros de organizaciones políticas y estudiantes universitarios, el cual llamó la atención de la prensa y de los analistas políticos, dado que hace mucho tiempo no se percibía manifestaciones de tal magnitud.
Dichas movilizaciones me generan algunas dudas sobre el impacto que pueda tener en el mediano y largo plazo sobre la forma de hacer política. Por un lado, exige plantearse la pregunta sobre los costos de la organización en el tiempo de estos miles de jóvenes movilizados en varias regiones del país. Por el otro, está la duda de cómo representarlos en un país fuertemente pragmático, informal y economicista
Sobre el primer punto, los partidos políticos (y otras organizaciones que pueden surgir de los propios jóvenes y de las existentes) deben asumir el costo de la organización, dado que cuentan con recursos y tiempo para lograr que la movilización juvenil a largo plazo tenga organicidad.
En lo que respecta al punto dos, las plataformas políticas horizontales cada vez cobran mayor importancia para la representación. Las redes sociales (Facebook y Twitter) son la evidencia empírica de poder felicitar o confrontar directamente al político de turno. A esto habría que agregar la socialización que han recibido los jóvenes, durante dos décadas y media en un entorno de informalidad, tornando sus demandas fuertemente por el lado del día a día, de lo economicista y de lo anti-estatal. De acuerdo a ello, representarlos implica tomar en cuenta estos elementos.