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La realidad política

"El Perú, desde la transición a la democracia en adelante, se caracteriza por tener más que ciudadanos propensos a movilizarse en las calles ante cualquier eventualidad política que colisione con el interés general, votantes que -cada cinco años- va a las urnas para que no reciba una multa que les impida cualquier trámite cotidiano."

En la encuesta de Ipsos Apoyo del día de ayer, pudimos apreciar (ante la pregunta por qué muchas personas no acuden a las marchas que exigen la renuncia de Pedro Castillo) que un 34% de peruanos y peruanas no les interesa la política. Representativo resultado que nos invita a pensar en qué tipo de cultura política es el que tenemos como país. 

El Perú, desde la transición a la democracia en adelante, se caracteriza por tener más que ciudadanos propensos a movilizarse en las calles ante cualquier eventualidad política que colisione con el interés general, votantes que -cada cinco años- va a las urnas para que no reciba una multa que les impida cualquier trámite cotidiano.

Efectivamente, eso también lo hemos podido apreciar en la inmovilidad social ante el incremento de precio de los combustibles y alimentos de primera necesidad, habiendo el Estado reducido los impuestos a los productos antes mencionados por la inflación mundial que actualmente vivimos. En Ecuador, el año 2020, por el incremento de los pasajes en el transporte urbano, los ecuatorianos y el movimiento indígena Pachakutik paralizaron su país haciendo que el gobierno realice una mesa de diálogo para que se debata -junto al presidente- la medida en cuestión. Ejemplo que nos pinta de cuerpo entero las diferencias entre el Perú nuestro país vecino. 

Y no solo podemos apreciar en ese ejemplo la calidad ciudadana que tenemos sino también en otros, como los casos graves de corrupción que se evidencian en el gobierno de Pedro Castillo. ¿A qué se debe esta situación? Pues hay varios factores que influyen en nuestra cultura política, entre ella tenemos a la informalidad que no solo es apreciable su impacto en la economía, sino también en la cultura. La informalidad en términos culturales significa vivir del día a día en la periferia (o al margen, de ser el caso) de la legalidad. Dicha situación -al convertirse en un sentido común entre la gente- genera una sensación de lejanía con la política, con el ejercicio de respeto de los derechos ciudadanos y con tener tiempo para movilizarse por las calles si es que política colisiona el Estado de Derecho y la economía del país, como pasa ahora.

Otro de los factores que influyen en nuestra precaria cultura política es la evidente crisis de los partidos políticos que -desde los noventa en adelante- han ocasionado que (el rol activo que tenían en el siglo XX las organizaciones políticas en la formación cívica) se convierta en un vehículo que sirva, casi exclusivamente, a los intereses particulares para cada elección nacional, regional o local. Más allá de estas coyunturas los partidos se convierten en cascarones que no representan más que al dueño de la etiqueta electoral. 

Mucho ojo ante la situación que vivimos.

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Ecuador, Pedro Castillo

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