El 21 de agosto se organizó en Lima una marcha en la que madres y padres de familia reclamaron el retorno a clases semipresenciales. Consideran que las clases a distancia afectan la salud mental de niñas, niños y adolescentes al no poder convivir en grupos de su misma de su edad. Durante la protesta señalaron que gimnasios, casinos, restaurantes pueden operar, pero no la escuela. De acuerdo con la información de Unesco, Perú está dentro de una reducida decena de países que no ha retomado las clases presenciales.

El pedido señalado no es uno académico. La pandemia también nos ha llevado a repensar el rol de los colegios en nuestras vidas, a reparar en que son los lugares donde aprendemos a convivir fuera del hogar, con sus propias relaciones de poder, reglas de conducta y costumbres afectivas. En algunas ocasiones las familias están de acuerdo con la cultura que desarrollan sus hijas e hijos en el colegio, pero así como hay brechas y deficiencias académicas, también hay brechas en temas de discriminación. Los estudios que el Ministerio de Cultura comparte en la plataforma Alerta contra el Racismo dan cuenta de cómo no hablar castellano, ser afroperuano, ser mujer o la condición de pobreza son estigmas comunes en las escuelas de todo el país.

Las relaciones de poder entre docentes, estudiantes y personal administrativo también conducen a situaciones de violación de la libertad sexual y de indiferencia frente a ellas en algunas escuelas. Por ejemplo, se sabe que solo la mitad de los 112 denunciados el año pasado fueron reasignados en puestos administrativos para proteger a la comunidad estudiantil mientras se llevaron a cabo las investigaciones, pero se desconoce en qué estado se encuentran. De muy pocas denuncias se cuenta con información actualizada. Ya Defensoría del Pueblo ha llamado la atención al Minedu por el descuidado manejo de la plataforma para el monitoreo de expedientes.

Pero también en muchas más ocasiones la escuela sirve como refugio de las diferentes violencias que se pueden vivir en el hogar o en el entorno cotidiano. Una de ellas, de la que podemos contar con claras evidencias, es el embarazo no deseado en niñas y adolescentes. Las cifras del año pasado sobre el incremento de embarazo no deseado en adolescentes crecieron 12%. Y el número de niñas que dieron a luz se triplicó. En lo que va de este año, ya se han registrado más de 16 mil quinientos partos de menores de 19 años en todo el país. 327 de esos partos, ha sido de niñas menores de 14 años, como indica el Ministerio de Salud. Muchas de estas niñas se habrían salvado de haber estado en la escuela o haber pedido ayuda a sus docentes o compañeras de clase. El Minedu, decidido ha conseguido que las escuelas encaren esta realidad el próximo año, a través de la implementación de la Educación Sexual Integral en sus aulas para prevenir los embarazos, pero también para enfrentar problemas como la violencia sexual, la homofobia y el acoso cibernético que pueden ocurrir dentro y fuera del colegio.

¿Podrán los colegios proteger a nuestras niñas y niños el próximo año? Porque el reto mayor será reintegrar estudiantes que abandonaron la escuela o aquellos que fracasaron. En las zonas rurales y marginales se han perdido dos años. Pero también en colegios de zonas urbanas de clase media un alto porcentaje de estudiantes no ha podido sostener la educación virtual debido al agotamiento producido. Las profesoras, los profesores además de aprender a cuidar a sus estudiantes en la parte emocional, tendrán que llevar a cabo adaptaciones curriculares individuales que serán un enorme reto. Para sostenerlos, la alianza Perú Debate 2021 ha convocado al Minedu, al Consejo Nacional de Educación y al Acuerdo Nacional para generar un pacto que ayude a establecer medidas de apoyo y cómo cumplirlas. La carga que tendrán el próximo año será ardua, pues una vez vacunados, también deberán prestar atención y cuidado a las medidas contra la COVID-19 de tal manera que la escuela cumpla de manera sostenida con los requisitos para el trabajo presencial.

Veamos cómo podremos sumarnos el próximo año para crear una nueva y mejor normalidad en las comunidades escolares de nuestro país, como nos comprometeremos a conseguir un buen cuidado a la salud integral, física y mental de estudiantes y docentes. Que sirva la reconstrucción para la tremenda mejora que necesita nuestra juventud para el futuro que la espera.

14 de agosto de 2021

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Colegios, Covid-19

El Contralor General de la República alarmado, como buena parte del país, por el incumplimiento de los perfiles de algunas personas designadas para ocupar cargos en algunos ministerios, se reunió de inmediato con el presidente Pedro Castillo. Al concluir la sesión, pudo comunicar a la prensa que el jefe de Estado había ya dispuesto las medidas respectivas ante las faltas y que había acogido su propuesta de presentar una iniciativa legislativa para evitar se repitan este tipo de situaciones. La contraloría, nos dijo, se hará cargo de revisar que no exista ninguna irregularidad en la contratación y designación de funcionarios.

Pero mientras ocurría este encuentro en las salas del Ejecutivo, en el Congreso se estaban acordando los parlamentarios que dirigirían las comisiones permanentes. Y tal como en los irónicos listados de ministras y ministros que Fuerza Popular hubiese puesto en cada sector de haber ganado las elecciones, el perfil de sus cuatro congresistas también podría requerir de los métodos de la Contraloría para vigilar su desempeño. Las comisiones que Fuerza Popular ha recibido son cuatro: Relaciones Exteriores con Carlos Bustamante, Comisión Agraria a cargo de Leslie Olivos, Fiscalización y Contraloría bajo Alejandro Aguinaga y Constitución presidida por Patricia Juárez.

Ernesto Bustamante, biólogo y actual legislador de Fuerza Popular, es quien envió un oficio al presidente del Consejo de Ministros contra la vacuna Sinopharm, a la cual meses antes había calificado como “agua destilada”, ignorando los estudios y medidas de la Organización Mundial de la Salud y poniendo en riesgo a la población. A pesar de ese directo interés vinculado a sus intereses laborales, presidirá la comisión que dará pase a iniciativas legislativas e investigará el funcionamiento del Estado en materia de política exterior, relaciones y cooperación internacional.

La Comisión Agraria, de seguro carácter protagónico para las medidas que planteará el Ejecutivo este año, estará a cargo de la abogada Leslie Olivos. En las elecciones 2020, Leslie Olivos fue tachada por no haber declarado en la hoja de vida su sentencia condenatoria por los delitos de falsificación de documento y uso de documento falso. Para llegar al Congreso, en esta ocasión sí declaró el antecedente, pero omitiendo que fue condenada por falsificación y uso de documento falso en agravio del Congreso de la República. Olivos era la candidata auspiciada por el excongresista fujimorista Elard Melgar Valdez, quien para titularse como abogado por una universidad en la que no estudió, sustentó una tesis con más de la mitad de párrafos tomados de otras tantas, incluida hasta la dedicatoria.

La ineficacia que nos preocupa se agrava cuando se trata de congresistas que ya han hecho daño al país en instituciones públicas. Patricia Juárez tendrá a su cargo la Comisión de Constitución, la cual debatirá y aprobará los proyectos de reforma de la Constitución, interpretará y derogará leyes, e investigará la conducta política del gobierno. Patricia Juárez fue presidenta de la Comisión de Procesos Administrativos Disciplinarios de Alto Nivel que estuvo a cargo de investigar el caso Comunicore durante la gestión de Castañeda Lossio. Al exburgomaestre lo encubrió y defendió públicamente hasta que fue sentenciado por recibir sobornos de Odebrecht. Solo entonces se distanció de Solidaridad Nacional.

Quizá lo más lamentable es que la Comisión de Fiscalización y Control que tiene como función principal el funcionamiento eficaz del Estado y toda la administración pública, haya sido entregada a Alejandro Aguinaga, el ministro de Salud de Alberto Fujimori, acusado de haber supervisado las intervenciones de esterilización forzada a centenares de mujeres. Las pruebas sustentan que estaba al tanto incluso de cómo se captaba a las mujeres sin su consentimiento. Aguinaga, hoy médico de cabecera de Fujimori, y su esposa formaron parte de la lista de las 487 personas que se vacunaron contra la COVID-19 antes de que comenzara el proceso de inmunización a nivel nacional.

Un Congreso que se atribuye el querer hacer hasta el plan de gobierno del Ejecutivo, apelando a un ofensivo paternalismo, distorsionando el terrorismo y sembrando miedo en los medios de comunicación para proteger sus intereses, debería contemplar primero si sus integrantes se encuentran preparados moral e intelectualmente para las tareas que las Comisiones exigen.

10 de agosto de 2021

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Odebrecht, Pedro Castillo

Hoy, día en el que empezamos a celebrar el bicentenario de nuestra independencia y de la audaz decisión de convertirnos en una república democrática, aún tenemos deudas que saldar causadas por la informalidad, el racismo, la corrupción y la violencia. Pero quizá haya llegado el momento de librarnos del pasado, de independizarnos nuevamente, salvo que en esta ocasión será desligarnos de los grupos económicos aprovechados de esos males que extendieron sus intereses desde la capital y gobiernos regionales hasta el Congreso de la República, el Poder Judicial y los medios de comunicación nacional.

Resguardarnos de esos males y arrojarlos al pasado nos proyecta inevitablemente hacia el futuro. Y quienes lo protagonizarán serán las niñas, niños y adolescentes que han llevado una extraña formación escolar este año y el pasado debido a que la restricción social para protegerlos de la pandemia los separó de la escuela, a unos menos, a otros por completo; serán aquellas y aquellos jóvenes a quienes el insuficiente sistema de salud los dejó sin abuelas, sin padres, sin madres, sin hermanos; serán los herederos de familias a las que el sistema económico tiene pendiendo del hilo de un bono que se les cobrará cuando en el futuro deban pagarlo con sus impuestos, si es que tienen trabajo.

Una nueva república debería asegurarles que sus madres y padres podrán recuperar, incluso mejorar, su salud y trabajo. Porque tendrán acceso a un sistema de salud integral, tanto física como mental, con una atención primaria intercultural de buena calidad. Porque el Estado acordará en diversos sectores públicos y privados la creación de puestos de trabajo y prácticas productivas sostenibles en el tiempo para sus madres y padres, asegurará que todos sus derechos laborales sean reconocidos y que puedan acceder a una vivienda digna y caliente.

Debería ofrecerles la nueva república una escuela que los forme con los mejores profesores del país enviados especialmente para que recuperen los años perdidos por la pandemia, y en caso la vida y su familia sean duros con ellas, con ellos, debería abrirles la escuela, la universidad y los centros comunales como espacio de ayuda, acogida e incluso de refugio contra las diferentes violencias que la nueva república de seguro erradicará.

Debería dejar en el pasado, como mala práctica de esa vieja república ineficiente, la evasión de impuestos a las empresas, sobre todo de las más grandes y con mayor razón trasnacionales, y empezar a cobrar los impuestos para que las arcas del Estado cuenten con los fondos necesarios para solventar la educación, el trabajo, la salud y la educación que se merecen. Los pactos de la nueva república serían públicos y transparentes, pues se establecerían con empresas formalizadas y respetuosas de las normas para proteger nuestras tierras, nuestras vidas y nuestra agua.

Indudablemente, esta nueva república que nuestras niñas, nuestros jóvenes deberían protagonizar, contaría con un Estado eficiente, moderno y bien organizado, donde los puestos no son premios, sino grandes retos para buenos profesionales dispuestos a hacerse cargo. Los partidos políticos contarían con una legislación contra la corrupción y a favor de una auténtica democracia representativa. Y podrían votar con seguridad, pues gracias a sus buenos representantes parlamentarios y su excelente legislación electoral, ningún partido sería capaz de exponer información falsa o mentiras descaradas para sembrarles miedo y aprovecharse del engaño. Pero como la tentación es grande, sería una juventud con la formación necesaria para que al verse engañados pudieran denunciar el delito y defender el sistema político que respetan.

Como toda nueva república, tendrá enemigos, pero esa nueva generación sabrá identificar de inmediato a quienes se opongan a que nuestras leyes y servicios puedan responder las diversas necesidades de todo el Perú, y ya no, como en la vieja república, a los privilegios de la capital y otras zonas de la costa donde se acomodan para desde ahí continuar evadiendo impuestos y monopolizando sectores productivos, repartiéndose cargos para saquear los fondos públicos.

La vieja república, moribunda, con representantes en el congreso que prefieren el abuso del poder frente a la negociación democrática, con funcionarios ministeriales y regionales indiferentes y corruptos, defendida por jueces y fiscales sobornados, tiene un pacto vergonzoso que ha hecho de canales de televisión, radios y periódicos de alcance nacional, un gigantesco y apestoso megáfono, donde sin pudor alguno, se defiende esta cadavérica forma de gobierno  con acciones y discursos violentos y racistas que no sirven para nada: salvo, como en este contexto electoral, cuando consiguieron dotarnos del enemigo común que necesitaba el Perú entero para unirse y poco a poco aclarar acordar los pasos que tenemos que dar para cambiar. Esos pasos han hecho evidente que al menos sí contamos con una fundamental condición para esa nueva república: si pudimos combatir en estas elecciones sucias artimañas, si logramos detener a tantos incapaces, fue porque hemos conseguido implementar los pilares de una auténtica y firme democracia, la que ya podemos ofrecer a esta nueva generación.

28 de julio de 2021

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Bicentenario

En pocos momentos de la historia se han podido entrecruzar en Latinoamérica, pero en particular en la sociedad peruana, tantos miedos colectivos como ha ocurrido actualmente. El miedo, como lo han dicho desde las ciencias sociales y humanas, nace de la ansiedad provocada por la subversión de diferentes órdenes en los que se asientan nuestras comunidades.

Con la pandemia del 2020, el primer orden en trastocarse fue el social: vimos cómo se podía morir casi de inmediato si es que no se aprendía nuevas formas públicas de caminar, transportarse o no al trabajo, comprar, alimentarse, limpiar, estudiar, relacionarse socialmente. La muerte de trece jóvenes en Thomas bar en Los Olivos el año pasado, nos aterró y un incómodo racismo empezó a manifestarse.

El desorden más profundo, mientras tanto, era el de nuestra salud. Si no usábamos mascarilla podíamos caer fulminantemente muertos, como se asumía cuando aparecían personas desmayadas en las calles de Lima. El miedo produjo que se agotaran los productos en los supermercados. Nadie supo por qué el papel higiénico, pero fue sujeto de bromas que ayudaron a distender un poco ese miedo que se prolongaba mes a mes, cada vez que se anunciaba que continuaría la restricción en nuestras casas, mientras tanto, las dolorosas cifras.

El freno económico fue terrible. Por un momento hasta el mercado internacional se detuvo. El impedimento de viajes clausuró amplios sectores. Empezaron las deudas, los cierres de pequeñas y medianas empresas, el aprovechamiento de los grandes consorcios, el negocio de la salud y el oxígeno, el sálvese quien pueda avalado por un Congreso de la República dedicado enteramente a proteger los intereses económicos de los grupos más corruptos del país.

La educación virtual sólo sirvió en las ciudades del país. El sistema educativo estatal colapsó en las zonas rurales sin cobertura a internet y no logró adaptarse a los requerimientos pedagógicos de la virtualidad. Se discutía el tema cuando salió a la luz la corrupción también en el poder Ejecutivo: el Presidente Martín Vizcarra que había frenado al Congreso con el apoyo de más de la mitad de la población, resultó contar con una red de clientelaje y corrupción venida desde sus tiempos de Gobernador de Moquegua. Él y su entorno estaban tan acostumbrados que hasta mintieron respecto de las vacunas que se habían repartido y aplicado. El contexto de miedo en el que nos hallábamos, hizo ver a Vizcarra como un traidor, pues sus buenos mensajes televisivos, habían ayudado a contener el miedo. Nos había hecho sentir que estábamos ganando la guerra al coronavirus, cuando todo se vino abajo. En ese contexto el Congreso de la República quiso aprovecharse y dar un golpe de Estado. Durante la protesta contra Manuel Merino murieron dos jóvenes. Las universidades tuvieron que suspender las clases durante una semana y buscar estudiantes desaparecidos. El miedo empezó a cundir en la joven generación bicentenario. Pero se logró retirarlo.

La larga elección de Francisco Sagasti logró estabilizar lo aprendido y priorizar el tema de salud. Pero pronto surgió el contexto electoral. ¡Vaya elecciones! Los dos primeros lugares los ocupaban la hija del dictador Alberto Fujimori, denunciada como cabecilla de una organización de lavado de activos, y el maestro rural que ganó protagonismo el año 2017 durante la prolongada huelga magisterial. Un racismo extremo fue la reacción inmediata de miedo contra Pedro Castillo, quien, por ser hijo de padres campesinos de hacienda y rondero, fue presentado como analfabeto, comunista y terrorista. El sector de la población costeña vinculado a las empresas relacionadas con el fujimorismo decidió que debían impedir como fuera que ganara. Sumaron al grupo El Comercio y otras empresas de radio, televisión y publicidad y acordaron no cesar de asustarnos sobre cada vínculo de Castillo con la corrupción y el chavismo venezolano.

Pero Castillo ganó, y ya la campaña de fraude posterior no dio miedo, sino hartazgo. Ha quedado a la luz qué abogados y políticos de alguna u otra forma están vinculados con la organización fujimorista por razones económicas o temor a su futuro encarcelamiento. Que Perú Libre sea investigado parece no haber asustado como lo esperaban. Ningún llamado a golpe de Estado ha sido tomado en serio y las instituciones electorales y judiciales se han logrado mantener firmes.

Ahora que ya aprendimos a convivir con mascarilla, el arribo de las vacunas y su avance a buen ritmo (sin la absurda necesidad de comercializarla) ha ayudado mucho a espantar los miedos. El temor a la vacuna se está disipando y así como nos tomó cambiar el orden social, si queremos regresar a poder abrazarnos, a reír a carcajadas con las amistades en un viaje, a celebrar que finalmente el Perú rural está siendo protagonista del bicentenario, debemos esforzarnos en tener las dosis necesarias para dejar el principal miedo atrás; de los demás miedos, en las calles nos encargaremos.

13 de julio de 2021

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Miedo, Pandemia

El usar rituales y fraseos religiosos ha sido el recurso más notorio en la cadenciosa retórica de Keiko Fujimori en toda su campaña. Pero tras los resultados de la segunda vuelta ha llegado al punto de dejar de lado la realidad y pasar a un mundo regido sólo por creencias. Una creencia es una forma de conducta adecuada a la satisfacción de las propias necesidades tal como el mundo es percibido y no a la verdad. Las religiones y algunas ideologías sustentan sus creencias en dogmas, es decir, en afirmaciones innegables solo por ser sagradas, como la perpetua virginidad de María.

Apelar en el Perú a ese discurso no es para nada una novedad, en tanto su población ha intentado ser conquistada, sometida y engañada durante siglos por discursos basados en una palabra divina emitida por la clásica trilogía de Clorinda Matto de Turner: la del juez, el sacerdote y el hacendado. Tres figuras que comunicaban distorsionadamente los marcos jurídicos, territoriales y morales para explotar campesinas y campesinos mediante el dominio y control del castellano y de la escritura, dos herramientas fundamentales de la escuela, ausente hasta la reforma agraria. Lo sorprendente es que la vigencia de estos dogmas haya salido a la luz en un amplio sector de las clases medias y altas: aún cree que el campesino pertenece a una raza sometida por la suya, que solo pueden ser noticias aquellas que les son convenientes, que la justicia debe satisfacer hasta su despecho, y que toda norma del Estado que contradiga los puntos anteriores será ejemplo de su ineficacia.

Como el triunfo del maestro rural Pedro Castillo ha ido contra esos dogmas, el sector social que Keiko representa ha reaccionado, despechado, con la sacralización y ritualización como bandera, el medio más apropiado por tratarse de un reclamo basado solo en sus creencias. Ni el desconcierto nacional e internacional ha sido suficiente para detener sus reacciones. Su racismo se concentró en burlas al castellano rural y a la supuesta incapacidad de Castillo para poder ejercer el cargo de Presidente de la República. Lo mismo ocurrió con la tergiversación del rol de las rondas campesinas, reconocida y respetada forma de autoorganización para la protección del ganado y resolución de conflictos locales. Que portaran machetes como equivalentes a la espada, a la usanza formal de cualquier guardia, sirvió para negar el deslinde que ya Castillo había dejado en claro respecto de cualquier vínculo con Sendero Luminoso. Por todos los medios de señal abierta, los fieles de Fujimori acusaron a los ronderos que habían vencido a SL en todo el país, de ser “terrucos”, tal y como actuó el Estado peruano durante el conflicto armado, cuando no podía distinguir entre campesinos y terroristas, y optó perversamente por masacrar. Estas reacciones se vieron respaldadas por lo que el Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana ha considerado como una falta de los medios de comunicación contra el derecho a una información en las campañas electorales: titulares que tergiversaban los hechos ocurridos, la invitación a especialistas en programas políticos que daban opinión interesada presentada como correcta e imparcial, y la desigual cobertura de ambos candidatos en los medios, pese a  que algunas actividades de Castillo eran incluso más trascendentes a nivel nacional e internacional.

Pero el dogma más gravemente afectado parece haber sido el de la justicia hecha para sí. Cuando debiéramos vivir como un acto de justicia con la población campesina, históricamente excluida de la ciudadanía, el que un maestro rural, hijo de campesinos analfabetos pueda alcanzar el cargo más alto del país, los fieles de Fujimori se enfurecen. Es algo inconcebible. Más aún cuando resulta amenazante porque de perder Keiko Fujimori no podrá protegerse de inmunidad presidencial mientras ella y varios protagonistas de su campaña se encuentran con un proceso de investigación judicial abierto por corrupción. Su argumentación basada en creencias para anular las elecciones rompe no solo con todo el marco jurídico electoral, sino con un principio básico del Derecho y la Justicia: no se puede acusar sin ninguna prueba sólo porque se cree. Lo terrible es que el círculo se cierra al volver al racismo, pues de los de los 945 pedidos de nulidad presentados para inventar las pruebas, más del 60% se realizó en 164 distritos con territorios indígenas. En un absurdo mayor, tras amenazas de marinos y militares retirados vinculados con Vladimiro Montesinos, anunciando un posible golpe de Estado, se culpa al Estado de no querer presentar las pruebas para que ellos acusen a nuestras instituciones electorales de no haberle dado el triunfo.

En el Perú, siempre se ha sostenido con desprecio que en las zonas rurales prima un pensamiento inferior, que debe ser erradicado, el pensamiento mágico religioso. Pues en las zonas urbanas, particularmente en Lima, existe un pensamiento mucho más peligroso, violento y vinculado directamente con el poder de la corrupción política y mediática que estoicamente estamos derrotando. Cual fiera herida, este pensamiento político religioso lanza como último recurso desfiles con banderas monárquicas que cantan la muerte de los terrucos. Sus fieles se niegan fanáticamente a aceptar que su poder ya nunca más nos va a engañar, que hasta en comunidades alejadas se sabe leer y escribir, que hay medios de comunicación alternativos y que, la mayoría digna del país siempre se guiará por la justa verdad de los hechos.

30 de junio de 2021

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Campesinos, Keiko Fujimori, Ronderos

Recuerdo cuando hace pocos años atrás mostrábamos preocupación por la banalidad de las actividades del gobierno de Vizcarra proyectadas para celebrar el bicentenario de nuestra independencia. El asunto sobre esa conmemoración llegó a mayores cuando el año pasado irrumpe la pandemia y con la restricción social se tira abajo muchos más de los actos planificados. Pero eso no fue todo, pues su sentido se trastoca nuevamente cuando tras la vacancia de la Presidencia de la República y el golpe del congresista Manuel Merino, se le otorga un nuevo significado: doscientos años de sometimiento y explotación negados por el exitoso modelo neoliberal, quedan develados ante la envergadura de nuestras profundas carencias en salud, la pérdida de un año de educación regular y la exposición de los puntos más débiles de nuestra institucionalidad democrática. Es entonces cuando el emblema del bicentenario pasan a encarnarlo las vidas de Inti Sotelo y Bryan Pintado, sacrificadas durante la lucha en las calles contra la descontrolada represión policial, otorgándole con el nombre “Generación bicentenario” un homenaje a los jóvenes que con su fuerza consiguieron un gobierno transitorio que convoca a elecciones presidenciales y de pronto…

Debido a que nuestro sistema democrático permite postular hasta a una candidata en plena investigación judicial por dirigir una presunta organización criminal de lavado de activos; ante el desconcierto nacional, pasan a la segunda vuelta electoral Keiko Fujimori y un recordado y sorprendente líder sindical, profesor de escuela rural de educación primaria, llamado Pedro Castillo que postula invitado por un partido cuyo líder se encuentra también acusado de corrupción. Lentamente, Castillo deslinda sus vínculos con el fundador del partido marxista leninista que lo albergó, cambia su postura sobre el enfoque de género y da forma a un equipo técnico, con claro esfuerzo porque quedara conformado con una notoria mayoría de intelectuales y científicos regionales y con el menor número de capitalinos posible.

Keiko y los sectores socioeconómicos A y B de las principales ciudades de la costa peruana, entre ellas la más desproporcionadamente poblada Lima, declararon cerrar filas contra el comunismo. Pero en realidad, cerraron filas contra los campesinos, con un racismo y un clasismo quizá sólo vistos hasta cuando los terratenientes pudieron mantenerlos analfabetos en las décadas de 1950 y 1960, aquellas del “desborde popular”.

Esa es la razón por la que el triunfo de Pedro Castillo no simboliza una división para el país, sino la primera integración real, radical y democrática de las hijas, de los hijos de los campesinos analfabetos que pudieron atender a la escuela por primera vez en sus familias. Y ya su esposa se ha encargado de contarnos cómo fue que se conocieron en sus aulas, en su patio, en ese espacio que Castillo supo reconocer y valorar desde niño como un medio de transformación.

Keiko Fujimori y el sector que la respalda (encabezado por el marqués Mario Vargas Llosa, defensor “porque sí” del sistema liberal) insisten en que Castillo sí lo divide, pues encabeza a los “resentidos sociales” o “ignorantes” que han sido capaces de realizar un “fraude” organizado a nivel nacional. La prueba principal para exigir la nulidad de las actas se basa en considerar que las firmas no totalmente similares al DNI son falsas, única explicación que justifica que pueblos rurales enteros hayan votado por Castillo.

Al resto del Perú no le queda la menor duda que la razón por la que acusa sin verdaderas pruebas es porque falta poco para retornar a la prisión preventiva el próximo lunes 21 de junio y porque luego será condenada a treinta años de prisión por los delitos cometidos. Pero lo interesante es que sus seguidores, quienes repiten todo lo que ella denuncia de manera obcecada, parecen perpetuar un juego especular en el que ella proyecta sus delitos y culpas en sus opositores. Ella se declara protectora de la libertad y la democracia cuando niega los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, ONPE, amenaza al Jurado Nacional de Elecciones y sus aliados políticos piden golpe de estado. Sus seguidores gritan portando antorchas que se respete su voto, pero ellos insisten en que el voto de los pobladores rurales es falso. De ser así, si todo aquello de lo que son culpables lo proyectan, ¿quiénes están sintiendo el “resentimiento social” al que se refieren? La población que ha venido hasta Lima para velar por su voto, para defenderse de la cárcel que la imputación de firma falsa implica como castigo, solo ha compartido, desde que ha llegado a la capital, solidaridad, sonrisas y alegrías durante las marchas. Una esperanza y una unión nunca antes vista. Si de rencor se trata, entonces, que aprendan a darse cuenta de que puede estar dentro de quien lo acusa, que quizá sea esa rabia que da ver que el poder que se ejercía sometiendo y despreciando a quienes no hablan su castellano, comen o se visten como ellos, es la patética furia que ya llegó la hora de apagar, pues llegó el tiempo, doscientos años después, para que los igual de verdaderos y merecidos dueños de nuestra tierra se encarguen de nuestro gobierno.

15 de junio de 2021

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corrupción, Fraude, Generación bicentenario

Que la corrupción siempre ha existido en el Perú, eso es indiscutible. Un país que desde la colonia siempre ha vivido del extractivismo y la exportación, ha tenido que aprender de buena o mala manera a lo largo de sus dos siglos de república, a combatirla y rebajarla lo que fuera posible. Sin duda, si las prácticas de abuso y corrupción como las del siglo XIX (cuando antes y después de la guerra del Pacífico un puñado de familias peruanas y extranjeras se repartió tierras, ganado y minas con todo y población para enriquecer sus bolsillos) siguieran vigentes hoy en día, seríamos un serio motivo de preocupación internacional. Sin embargo, aunque los criterios éticos mundiales contemporáneos de buen gobierno y nuestra dolorosa lucha interna por los derechos humanos se han encargado de ir cerrando el paso a los descalabros de angurria política que busca regresar a aquellos tiempos de leyes con apellidos, las actuales cabezas de redes de clientelaje regional, agroexportación, minería, y narcotráfico han encontrado una vía inesperada que nos ha resultado terriblemente amenazante: han descubierto que pueden perpetuarse en el Congreso y en el Poder Judicial mediante una simple reforma constitucional que les permita perpetuarse en su curul.

 

Esa potestad que tenían los congresistas de poder reelegirse indefinidamente gracias a la Constitución de 1993, las peruanas y los peruanos la habíamos logrado eliminar con el referéndum del año 2018. Como en el referéndum también se planteó la bicameralidad, quisieron los congresistas dárselas de criollos y utilizar esta otra reforma solicitada como un recurso para que el Poder Ejecutivo no pudiera disolver el Congreso tras haber negado la confianza a dos gabinetes ministeriales. Su jugarreta consistió en poner en el proyecto que, si tanto la cámara de Senado como la de Diputados se oponía a esta decisión, esta orden de disolver quedaba anulada. ¡Así de simple! No nos quedó más remedio que tener que abandonar la bicameralidad para que no la utilizaran a su favor. Pero no les dimos el gusto.

 

Ahora bien, sin rendirse, y sacando provecho de la circunstancia electoral presidencial que en estas últimas semanas ha copado nuestra preocupación, y escondiéndose detrás de la campaña acordada por los propietarios de los principales medios de comunicación para no hablar de otra cosa que no sea la que provoque el miedo al comunismo, la mayoría del Congreso, de manera aún más burda, nuevamente ha conseguido cómo cambiar la Constitución para recuperar su posibilidad de reelegirse. Incansables, sabiendo estos congresistas que con una sola legislatura ya no podían modificar nada, porque los cambios a la Constitución solo pueden darse si consiguen la votación favorable en dos legislaturas ordinarias consecutivas o la aprobación en una legislatura y la ratificación en un referéndum, de pronto, de manera tan sorprendente como desconcertante, ¡aprobaron dividir la última legislatura en dos! Aunque usted no lo crea, como en un truco de sombrero o en un momento irónico de Lewis Carroll, consiguieron las dos legislaturas necesarias. El plazo entre la primera y la segunda, la que permite discutir sus propuestas de reformas antes de que cesen sus funciones, durará solo un mes. Un mes tendrán para aprobar la bicameralidad, de tal manera que pasar del cargo de senador a diputado y viceversa, elimine el impedimento para conseguir la reelección indefinida perfecta.

 

Como bien les señaló la presidenta del Congreso, Mirtha Vásquez, puede que sea legal, pero indudablemente, no haberse inventado la posibilidad de crear una legislatura de esa manera no puede ser legítima. De decretarse esta reelección, los congresistas de las 10 bancadas del parlamento que entrará en funciones el 28 de junio (6 de las cuales están vinculadas a Fuerza Popular y otras agrupaciones con congresistas investigados por corrupción) podrán reelegirse una y otra y otra vez. Lo ha leído correctamente. Y si además, usted no vota por la candidata de Fuerza Popular para la presidencia de la República (ya se lo deben haber dicho por la televisión o la radio). perderá su canon familiar y se hundirá en la peor miseria comunista.

 

¿Hasta dónde podrán llegar los engaños y cortinas de humo de las cabezas de las redes de corrupción nacional? Quizá ya deberíamos ser un serio motivo de preocupación internacional.

 

1 de junio de 2021

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Congreso, corrupción, Perú

La polarización política en la que nos ha sumido la pandemia, nuestro pasado cercano y la reacción electoral propia de la segunda vuelta parece haber sacado a la luz que buena parte de nuestra sociedad está regida por una despectiva y egoísta actitud que busca controlar todo lo distinto que le conviene tener sometido: el idioma que no habla, el cuerpo ajeno, la mano de obra civil y rural.

El discurso de Pedro Castillo parece concretizar el anhelo del resto de nuestra sociedad, (aquella que no tiene casi nada de buena parte) que está decidida a alterar ese orden, a transformarlo, así sea mediante una vieja y moderada ilusión planificadora y estatista. Sin embargo, no basta el simple hecho que plantee cambiar las cosas, sino que resucita un recuerdo: el intento ni capitalista ni comunista del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada de 1968, que quiso hacer del Estado un medio ya no al servicio de la oligarquía peruana, sino uno de liberación y desarrollo de cerca de la mitad de peruanas y peruanos sometidos a niveles de vida denigrantes. Y que para ello, tuvo que tomar Palacio de Gobierno, cerrar el Congreso de la República y legislar por decreto durante seis años.

En este marco, dos aspectos son capitales para comprender el temor implicado en ese recuerdo: uno, que el ensayo de que el Estado se hiciera cargo de los medios de producción derivó en el enorme crecimiento de la deuda externa y en el también desafiante crecimiento de una burocracia corrupta e ineficaz en las empresas estatales, y dos, que las hijas, los hijos de aquella población que hablaba otro idioma, que vive y trabaja en las zonas del país “a la espalda” de Lima, que sufrió el terrorismo de Sendero y del Estado, pues gracias a la escuela y la democracia, tiene este año por primera vez una opción institucional para ponerle un freno a ese sistema de sometimiento reflejado con absoluta claridad en el impacto del virus en las familias que apenas si pueden acceder a la mascarilla y que han visto mermado su acceso a la educación.

El riesgo principal de este temor es que al tener que defender un orden injusto sólo puede reaccionar de manera autoritaria y amenazante. Y aquí el discurso de Keiko Fujimori y la reapropiación de los medios de comunicación y publicidad masiva son el hito de una imposición violenta en tanto nos limita el acceso a la información necesaria justamente para poder disipar el miedo, alimentado por paneles y campañas disfrazadas de patriotismo. En este caso, el recuerdo asociado a la dictadura de Alberto Fujimori (1992-2000) es el de tantos actos escalofriantes que nos remiten no a un temor económico sino a uno más básico de supervivencia, ese que surge cuando los cuerpos de miles de mujeres sufren la intervención quirúrgica forzada para esterilizarlas y truncar sus vidas, cuando la persecución y la desaparición de quienes denunciaban las atrocidades del gobierno era cosa de todos los días, y cuando la muerte y desaparición indiscriminada provenía también del Estado durante la guerra contra Sendero.

Es muy difícil que Perú, en un marco democrático, pueda ser como Venezuela. No sólo porque se necesitaría de un respaldo militar hoy inconcebible en nuestro país, sino porque nuestra economía no depende de un solo producto de exportación, que, por cierto, es la razón de fondo de la crisis que el país caribeño vive actualmente. Pero es muy sencillo, con camiseta de fútbol, reactivar una mafia de corrupción y un sistema amenazante de muerte y desaparición. Los indicios surgen en la impávida negación de las esterilizaciones forzadas al punto de haber intervenido y falseado la información sobre Giulia Tamayo en Wikipedia, son indiscutibles en las amenazas y despidos a periodistas, en el control de la información en casi todos los medios. Pero como se cantó en las calles el año 2000, con la marcha de este sábado quedará en claro que para la mitad y más de peruanas y peruanos, aquí y allá, el miedo se acabó.

19 de mayo de 2021

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Elecciones 2021, Pedro Castillo, Polarización

Esta vez la pobreza peruana no necesitó de un grupo de élite militar que diera un golpe de estado a la élite económica que la causaba. Tampoco tuvo necesidad de que un grupo de católicos comprometidos hablara por ella. La pobreza cobró vida doscientos años después de fundada la República y se encarnó en personas con mayoría de edad, capaces de elegir a un candidato presidencial que ha llevado sus reclamos hasta el gobierno con la ilusión que los resuelva. Un candidato y un partido que no son de Lima.

Cuando se promulgó la Ley orgánica de Gobiernos Regionales el 19 de noviembre de 2002 se aceptó, tras varios intentos fallidos de integración departamental, que cada departamento establecido en la Constitución de 1979 tuviera su propio gobierno regional, menos la capital, la ciudad de Lima (y luego dicen que no hay discriminación). Desde ese momento las elecciones regionales fueron provocando una crisis en los partidos nacionales que ya en la década de 1990 habían sufrido una desideologización severa. En las primeras elecciones regionales del 2002 se impuso el APRA como el principal partido de oposición a Perú Posible, el partido del entonces presidente Alejandro Toledo. Pero en las siguientes elecciones del año 2006 la mayoría de los gobiernos regionales fueron a manos de movimientos políticos locales en lugar de ir a partidos nacionales. El APRA, que ganó las elecciones presidenciales, sólo logró ganar en dos departamentos y los demás partidos nacionales aún menos. Se produjo entonces una escisión entre los partidos nacionales, todos con sede principal en Lima y los movimientos políticos locales, de tal manera que los nacionales lideraban las elecciones presidenciales, y los locales, las regionales. Mientras tanto, el Congreso se mantuvo como un lugar de confluencia de gobernantes regionales o alcaldes provinciales que al culminar sus periodos se integraban a las listas de candidatos al congreso que albergaban los partidos nacionales. En este proceso de democratización y desarrollo político de movimientos locales la fragilidad de su permanencia en el tiempo y el clientelismo han sido rasgos característicos debido a que los cargos públicos en muchas ocasiones son la principal fuente de ingresos para un sector de la población, sobre todo en zonas de difícil acceso. En ese marco, el Movimiento Político Regional Perú Libre fundado en Junín el año 2007, da origen a un Partido Político Nacional que hasta el año 2016 simplemente se retira en las elecciones presidenciales. De ahí que se pueda deducir que ha sido el candidato Pedro Castillo y no el fundador del partido, acusado de corrupción, quien ha logrado atraer la votación del 40% de votantes regionales.

Más allá de que concordemos o no con los reclamos y soluciones de los que nos habla el candidato Castillo en sus discursos, estamos viviendo un momento particular en nuestra historia. En esta ocasión no es un migrante que viene del campo a la ciudad para poder sobrevivir huyendo del hacendado, tampoco es un senderista que viene del campo a la ciudad para imponer su justicia de terror: nos encontramos ante un dirigente político que tuvo el poder de derrocar a la ministra de Educación y que ha conseguido que la población más pobre del país se sienta representada por su discurso. El discurso del SUTEP es sumamente criticado. Se considera que su orientación ideológica prioriza lo salarial y la estabilidad laboral al aumento de calidad en la enseñanza, pero en una crisis como en la que nos encontramos, ¿cómo no va a representar al más pobre el defensor de la protesta, del salario y de la estabilidad laboral? ¿No es acaso lo más deseado por sus votantes?

El Perú es un país que cumple doscientos años de ser gobernado por alguna élite costeña que siempre se ha enriquecido gracias al trabajo mal remunerado o alguna forma de enganche. Nos acostumbraron a vivir pensando en que algo nos chorrearía. Pues resulta que doscientos años demoró la democracia peruana en conseguir que la mayoría decida. Si la mayoría del país está signada por la pobreza y desde ahí toma sus decisiones, aceptemos la responsabilidad de haber tenido la educación como parte de un sistema que buscaba la conveniente sostenibilidad de la ignorancia y por favor, como limeños, dejemos de lanzar aullidos de miedo, abstengámonos de imponer nuestras recetas y propuestas políticas al candidato. Tiene todo el derecho a decidir a quiénes se acercará para conformar el equipo que pueda realizar sus ideas lo más cercano que pueda a como él las ha imaginado para el país y para la población que representa. Nuestra tarea consistirá en defender, nuestros derechos, nuestras instituciones democráticas y el equilibrio de poderes si sus propuestas son injustas, autoritarias o ineficaces. Demos un salto de madurez política. Las peruanas, los peruanos más pobres ya no creen en promesas de 3,000 colegios. Han conseguido llevar su demanda laboral, y desconfianza en la corrupción y el extractivismo hasta la presidencia. Les queda ahora asumir su responsabilidad al respecto. Llegó la hora de que nos tratemos como iguales.

5 de mayo de 2021

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Elecciones 2021, Gobierno, Perú Libre
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