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El 12 de setiembre se celebra el día de la historieta peruana. La fecha celebra cuando el año 1952 el diario Última hora, un famoso tabloide peruano que desapareció en los ochenta, publicó nuestras “Historietas 100% nacionales”. Aunque algunos crean el tema intrascendente, se trata de un momento histórico lleno de intrigas, decisiones políticas y anécdotas vinculadas a un género de grandes consecuencias en la vida limeña, cuando los artistas que lo profesionalizaron marcaron nuestro imaginario popular.

La historia comienza con Pedro Beltrán Espantoso, uno de los hombres con mayor poder en el Perú hasta el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Fue un hacendado que estudió Economía en la London School of Economics en 1918, en tiempos en que los primeros ministros y futuros presidentes del mundo se formaban en sus aulas. Al regresar, trajo la mejor tecnología, como la fumigación con avionetas (¿se imaginan el tamaño de sus tierras?). Desde la presidencia de la conservadora Sociedad Nacional Agraria y el Banco Central de Reserva del Perú, Beltrán manejó la economía peruana por décadas. Era un hombre tan influyente que durante su labor diplomática con el gobierno estadounidense (que gobernaba tras la Segunda Guerra Mundial a todo Latinoamérica a través de la OEA), fue quien tuvo la iniciativa de retirar a Cuba de la Organización de Estados Americanos. Es a Beltrán a quien se dirige Ernesto “el Che” Guevara en su famoso discurso de Punta del Este.

El año 1947, Beltrán compra el diario La Prensa pero, tras el asesinato político de su director en 1947, decide él mismo hacerse cargo y con ello modernizar el periodismo nacional. Como contraparte al estilo neoyorquino que trajo para la prensa peruana, introdujo el tabloide con Última hora. La dirección se la entregó al oscurísimo Eudocio Ravines, personaje sobre quien pronto, tal como se ha anunciado, saldrá una novela. Ravines, quien cambió el nombre del Partido Socialista al de Partido Comunista, fue un famosísimo anticomunista (sí, aunque suene contradictorio) dedicado a la publicación de noticias falsas y sesgadas. Un precursor de una nefasta práctica política que ahora pareciera estar en el Perú en su máximo esplendor y que las nuevas generaciones conocen como fake news

Pero la obsesión de Ravines no era la del resto del Perú y a Beltrán también le molestaba el poco impacto de su diario con ese estilo. El dictador Odría finalmente lo desterró y Beltrán le dio la dirección a dos jóvenes de veinte años que darían mucho que hablar: Raúl Villarán y Efraín Ruiz Caro, personajes en los que no me detendré, pero que también tienen grandes historias. Ellos comprobaron que cómics como “Roy Rogers”, “El Pato Donald” o “Buck Rogers” no calaban del todo en la sensibilidad de los lectores y pasaban desapercibidos, a diferencia de la tira cómica más “popular”, la única peruana: “Sampietri” de Julio Fairlie. El contar con pocas historietas peruanas y el culto al personaje Sampietri, reflejaban una situación más compleja que preocupaba a sus lectores. Estados Unidos había comenzado una idea del “desarrollo” donde se ubicaba en la cima y que nos situaba en el último lugar ante todo lo que nos para ser “como ellos”. En ese marco ideológico tan difundido por el periodismo de Beltrán y el modelo educativo y social de Odría, resultaba vergonzoso no contar con historietas y superhéroes nacionales.

De ahí que el proyecto de Ruiz Caro y Villarán demandara desarrollar un cómic “nacional”. Y fue complejo. Los ganadores fueron Hernán Bartra con “Boquellanta”, protagonizada por un niño blackface afroperuano, “Chabuca”, clasemediera desesperada por el matrimonio, Vera Castillo con una versión peruana de Tarzán, “Yasar del Amazonas”;  Juan Osorio, con Juan Santos en la “Cadena de oro”, héroe andino defensor de nuestro patrimonio; David Málaga con “Serrucho”, el migrante andino que debe adaptarse a la “modernidad” limeña; Jorge Salazar con “Cántate algo” que usaba con fino humor las canciones para criticar el día a día limeño. Y, por supuesto, el genial Fairlie con “Sampietri”. 

El día de la historieta peruana nos muestra, entonces, cómo se “ilustraba” nuestro nacionalismo:  con personajes heroicos como Yasar y Juan Santos, pero también con personajes como Sampietri, Boquellanta y Serrucho que construyeron una imagen que hoy consideramos despectiva del limeño vividor, de las familias afrodescendientes y de los migrantes de la sierra que no tenían a qué otro lugar ir dado que los servicios básicos estaban concentrados sólo en la capital. Incorrectos o no, como lo narra José Luis Rodríguez Toledo en su tesis sobre “Serrucho”, personajes como Sampietri llegaron a ser tan populares que se puso de moda vestir como él o poner su nombre al de una “barriada” junto al río Rímac en 1959.

Rubén Osorio y Hernán Bartra se retirarían pocos años después para protagonizar con sus personajes la primera revista de historietas que el Perú exportó: Avanzada, proyecto de la Iglesia católica que siguiendo la pauta de las historietas 100% nacionales, los condujo como “Osito y Monky” a dibujar los cómics que configuraron a más de una generación. Coco, Vicuñín y Tacachito, sus personajes más entrañables, confirman la tripartición étnica y racial inaugurada por los directores de Última Hora.

Gracias a sus artistas y al lenguaje popular, Última Hora no sólo fundó nuestras historietas profesionales, sino también una manera de mirarnos como tres grandes etnias y consolidando la burla y el desprecio a la población migrante y afro. Hoy, tras el rechazo contra personajes ofensivos como la Paisana Jacinta y el Negro Mama y el orgullo por nuestra diversidad cultural, estamos recomponiendo nuestras miradas y jerarquías; y nuestros cómics están ahí, para dar cuenta del pensar de las nuevas generaciones. ¡Feliz día de la historieta peruana!

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