Gradualmente estallo un grado de desacuerdo y algunos, con derecho, comenzaron a defender otros estilos. Sin embargo, esto llevo al extremo de decretar que en cuestiones de gusto visual ya no existía un estándar objetivo. El atractivo en la arquitectura se convirtió en un fenómeno subjetivo. Esto también fue bien recibido por los desarrolladores inmobiliarios, ahora a nadie se le permitiría describir un edificio como feo. El gusto era subjetivo.
Tercero. Originalidad: Durante gran parte de la historia se entendió que lo último que se necesitaba en un arquitecto era originalidad. El trabajo de un arquitecto era simplemente hacer un edificio mas o menos como los demás edificios en un distrito. Como resultado, la mayoría de los distritos de la mayoría de las ciudades se parecían mucho. La arquitectura era bellamente impersonal y repetitiva.
A partir del siglo veinte el arquitecto fue considerado como un individuo con una visión única que necesitaba expresarse en toda su creatividad. De pronto los arquitectos comenzaron a competir para crear formas que demuestren su carácter distintivo y su valor.
El mundo olvido que la originalidad en la arquitectura podría ser tan desagradable como en la cirugía cerebral. Se perdió la capacidad de decir que lo que realmente ansiábamos eran edificios que se parecieran a los que siempre se habían hecho, en los cuales no sería necesario preguntarse quién los hizo.
Cuarto. Expansión: Durante gran parte de la historia las personas vivieron en calles y plazas estrechamente organizadas y cuidadosamente alineadas, básicamente porque era conveniente. Cuando uno se movía a pie valía la pena mantener las cosas cerca. Pero con la propagación de los automóviles la presión para usar eficientemente el espacio se desvaneció.
Quinto. Mantenerlo local: Inicialmente los arquitectos no tenían mas remedio que construir con materiales que fueran tanto naturales como locales. Esto tenia dos ventajas, primero que como regla general las cosas no pueden ir tan mal con materiales naturales y también es difícil construir muy alto con ellos, lo cual garantiza cierta modestia. Segundo, que los materiales locales nos ayudan a orientarnos y conectarnos con lugares particulares.
Después de exponer estas razones el ensayo concluye lo siguiente:
El mundo se volvió tan feo porque nos olvidamos de argumentar que los lugares donde vivimos determinan el tipo de personas que podemos ser. En un ambiente degradado, por más segura y rica que sea nuestra vida material, nuestros espíritus se hundirán.
La modernidad ha tenido poco respeto por nuestra fragilidad, ha imaginado que mientras el techo no goteara podríamos habitar entre edificios de fealdad insuperable y no perder nuestras ganas de vivir.
Hemos construido un mundo feo a partir de la estupidez, no la falta de recursos. Un libro o una canción de mal gusto puede ser archivada y no molestar a nadie, pero un edificio feo permanecerá desfigurando la tierra y molestando a los que deben mirarlo por trescientos años.
No sabemos cómo articular políticamente nuestro disgusto por la fealdad. Nos han enseñado a decir que queremos un mundo más rico, más justo, más verde pero todavía estamos tropezando para clamar que también desesperadamente queremos un mundo más hermoso.
La promesa de la modernidad fue que las cosas importantes estuvieran disponibles a bajo precio para todos, pero paradójicamente no podemos producir en masa una hermosa arquitectura. Como resultado la mayoría de esta hermosa arquitectura fue construida antes de 1900 y colapsa bajo el peso de los turistas. Las pocas calles agradables que quedan son más costosas que nunca.
El desafío es recordar nuestro anhelo de belleza y luchar contra las fuerzas que nos impedirían actuar en consecuencia.
Hasta aquí llega el resumen del ensayo. El tema es complejo y tiene muchas aristas. Continuare explorándolo en futuras entregas. Por favor enviar comentarios y sugerencias a mi twitter @rafaelletts. Gracias por leer.