Las últimas encuestas parecen indicar que la suerte está echada, que Pedro Castillo le ganará la elección a Keiko Fujimori. Pero nada está 100% definido. En el 2006 Alan García logró revertir su alto antivoto y ganarle a Ollanta Humala con una estrategia parecida a la que está utilizando ahora Keiko Fujimori. Acá un análisis de las potenciales trampas de las campañas de ambos candidatos.

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Lima – Perú

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

El fondo de emergencia evitará abusar de la tarjeta de crédito o de un préstamo personal cuando ocurra algún gasto inesperado.

El estudio El Hogar Peruano, elaborado por Ipsos Perú, reveló que alrededor del 52% de jefes de hogar ahorra y el 32% de ellos lo hace para cubrir gastos de la salud de los familiares. Si bien esta mayor intención del ahorro responde a un espíritu más reactivo que preventivo, es lo más cercano a un fondo de emergencia que los peruanos están creando.

Expertos del banco BBVA explican que un fondo de emergencia es una cantidad de dinero que se reserva en un ahorro. Este es de fácil acceso pero solo se debe disponer en caso de emergencia o ante gastos imprevistos.

¿Por qué contar con un fondo de emergencias?

La Asociación de Bancos del Perú (Asbanc) explica que contar con un fondo de emergencia, nos permite dar solución a situaciones incómodas sin que se llegue comprometer nuestras finanzas personales. Además, un fondo nos ayudará a cumplir algunas metas planeadas como aportar capital a un negocio. Si en nuestros planes está invertir es importante que dispongamos de un colchón para imprevistos.

El fondo de emergencia también evitará abusar de la tarjeta de crédito o de un préstamo personal cuando ocurra algún gasto inesperado, generando ahorro de una cantidad importante de dinero en concepto de intereses.

Al ser este dinero de uso exclusivo para emergencias, es necesario trazar un plan de ahorro para reponerlo en caso debamos usarlo, de modo que contemos con ese fondo en una siguiente oportunidad. Para cuidar de este dinero, lo mejor será ponerlo en una cuenta separada de la que usamos para los gastos diarios.

¿Cuánto debe ser el fondo de emergencia?

El monto de este fondo dependerá de la situación de cada persona, pero lo recomendable es que este sea equivalente a la acumulación de entre tres y seis meses de gasto. Esto significa que debemos ahorrar lo que gastamos en promedio mes a mes, para poder mantener el mismo nivel de vida durante el periodo en que necesitemos recurrir al fondo de emergencia.

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ahorro, Fondo de emergencia, Pandemia

Aunque es claro que los dueños de los principales medios apoyan el modelo económico mafioso y depredador que hoy tenemos, es ciego e ingenuo creer que ésta es la única razón por la que apoyan a Keiko Fujimori. La otra gran preocupación que los aflige, y que ocultan muy bien con periodismo histriónico y de lugares comunes, es que Pedro Castillo está hablando de desconcentración y democratización de los medios masivos, lo que significa medidas para acabar con el feudo mediático que usufructúan. Es decir, decisiones de gobierno para terminar con el uso patrimonialista, inconstitucional y culturalmente nocivo que se hace – y se ha hecho por décadas – del espectro radioeléctrico nacional, contando con la complicidad (activa o pasiva) de todos los gobiernos de turno, y cuyo resultado es una concentración mediática de contenidos mediocres y políticamente manipuladores. Los dueños de medios no quieren, de ninguna manera, que se discuta el regresivo sistema de entrega de licencias para radio y televisión que tenemos, sobre todo en sus numerales relativos a las renovaciones automáticas, porque éste es el origen de su ya centenario feudo mediático, y el mecanismo que explica la ampliación y consolidación del oligopolio ilegal que hoy tenemos.

El feudo mediático peruano empieza en 1922, cuando la radio llega a nuestro país y requiere de un espacio del espectro radioelectrónico. Desde entonces – lo que incluye el arribo de la televisión en 1957 – las asignaciones de frecuencias se han otorgado bajo una lógica argollera y patrimonialista: nunca ha habido reales concursos públicos – casi todo ha sido “a iniciativa de empresas” – y el beneficio otorgado jamás ha tenido fecha de caducidad, como si se tratase de un territorio medieval que la corona entrega a algunos señores y sus descendientes. Esta historia de inconstitucionales repartijas (un bien público no puede usarse de modo exclusivo), allanadas por tecnicismos legales y normas emitidas “entre gallos y medianoche”, y auspiciadas con discretas barreras a la competencia inoportuna, genera una inevitable situación de oligopolio empresarial cada vez más dominante, cuyo rostro vigente (los empresarios pasan, el feudo queda)  es la concentración mediática subdesarrollante que en la actualidad tenemos. La última de estas felonías legalizadas la hicieron – al alimón – un saliente y proactivo Alan García, y un entrante y pasivo Ollanta Humala, cuando entregaron nuevas licencias de funcionamiento, para el uso de una o más estaciones de televisión digital, a los miembros del actual oligopolio televisivo. El trámite se hizo a través de variados y discutibles mecanismos, aprovechando un contexto mundial de cambio tecnológico que nos obligaba a un nuevo reparto del espectro radioeléctrico, y nos daba una oportunidad hacer cambios progresistas de modo inmediato. Está a la vista el atropello: varios de los grandes canales ya utilizan su par digital, gracias los naturales beneficios que les trae ser parte del feudo mediático peruano.

Como consecuencia de este medieval sistema de reparto, hoy tenemos que las principales nueve empresas televisivas controlan el 50% de todas las licencias asignadas en el territorio, mientras las nueve firmas radiales más importantes manejan el 14% (no necesitan más a estas alturas). En la práctica, esto implica que sólo ocho empresas  (cuatro de radio y cuatro de televisión), dentro de un universo de más de 7000, concentren a más del 80% de la audiencia y la publicidad. Estas firmas son:  Grupo ATV (ATV – Global – La Tele), Plural TV – América Televisión, Frecuencia Latina y Panamericana Televisión, así como RPP (Radioprogramas y Capital),  Corporación Radial del Perú (CRP), Panamericana y Corporación Universal (única marca provinciana). Salvo la última, todas las empresas enumeradas operan en Lima, pero dado su nivel de penetración, definen la mayor parte de los contenidos que circulan a nivel nacional, y sobre todo la información política, pues producen los principales noticieros y los escasos programas de entrevistas de nuestra señal abierta. Así, son una influencia aplastante y hegemónica a nivel de opinión pública, pues obviamente informan desde sus preferencias e intereses políticos, y promueven valores y reflexiones funcionales al actual modelo económico y mediático.

Esta realidad feudal, inconstitucional, centralista y antidemocrática se agrava con un segundo privilegio legal: los medios están totalmente protegidos contra todo tipo de regulación de contenidos, más allá de algunos límites indispensables y de lo establecido en el código penal, que responde al honor y la buena reputación, pero no tiene ninguna vinculación con la calidad de los mensajes y narrativas mediáticas. Al final, a partir de las potestades feudales y hegemónicas que poseen, las empresas mediáticas han  generado una radio-televisión de productos degradantes y alienantes, y de espacios tiránicos en cuanto a postura política (hoy estamos viendo su keikismo bruto y achorado), además de elementales en cuanto a argumentos y registro de conocimientos. 

Pero como se puede deducir de lo escrito arriba, esta situación es perfectamente reversible, porque el espacio radioeléctrico – que permite la acción radial y televisiva – es propiedad de los peruanos y lo administra el Estado, con total capacidad técnica para regularlo y asegurar un reparto de acceso y poder mediáticos muchos más democrático y beneficioso para nuestro desarrollo. Un sistema que acabe con la sutil expropiación de un bien público y la negación de derechos políticos y culturales con que nos violentan. 

Y dicho lo anterior, ahora sí corresponde hablar de libertad de expresión, opinión y prensa, lo que vitorean dramáticamente cuando se les menciona la posibilidad razonable de regular sus contenidos y programaciones. Como todos los derechos y atribuciones, esta libertad colisiona con otras y con indiscutibles deberes, con los que convive en un equilibrio en el que ninguna de las partes tiene superioridad o inferioridad definitiva y, por lo tanto, ninguna puede imponerse totalmente ni ser obviada. La libertad que empresarios mediáticos y periodistas defienden como estandarte gremial, no es de ningún modo más importante que el derecho a la vida o a la seguridad pública, ni que la imperiosa necesidad de recibir contenidos educativos y culturales de calidad – por todos los medios posibles – para salir intentar de nuestro subdesarrollo. 

Además, hoy es clarísimo que el oligopolio mediático vigente ni siquiera es capaz de respetar las libertades que promueve, pues torpedea uno de sus insumos insoslayables, que es el pluralismo político (que asegura la plena conciencia ciudadana y el buen uso de la soberanía personal). No tenemos eso ni mucho menos: son vergonzosamente echadas las entrevistas de radio y televisión que sus periodistas hacen a Keiko Fujimori, así como terruqueantes, despectivas y prepotentes las que hacen a Pedro Castillo. Y la opinión política que emiten o convocan es siempre homogénea en cuanto a su derechismo económico. Algunos, los mejores, intentan manifestarse desde su convicción de neutralidad periodística, pero claramente se alinean al final. Es obvio que casi todos comparten los valores y preferencias que promueven y eso también es libertad periodística, pero deja de serlo cuando es parte de un atentado sistémico contra el derecho ciudadano.

Es cierto que la televisión y la radio de señal abierta son negocios declinantes en cuanto a ingresos (habría que hacer públicas sus cuentas en un nuevo modelo mediático), pues la explosión de  nuevas alternativas y soportes de consumo audiovisual (celulares, internet, Netflix, etc.) los han dejado fuera de toda competitividad lo que ha traído al piso sus tarifas publicitarias, pero cómo se descrito arriba, siguen siendo muy poderosos en términos políticos (¡vaya que Montesinos lo sabía!) y muy estratégicos como instrumentos de desarrollo nacional. 

Así que tiene toda la razón Pedro Castillo en querer descentralizar, desconcentrar y democratizar las licencias de radio y televisión, incentivando y entregando permisos para, por ejemplo, canales regionales o universitarios, culturales o de capacitación. Para ello, tiene que lograr que el congreso cambie un punto de la actual Ley de Radio y Televisión, que es el relativo a la renovación automática de licencias, lo que le permitirá construir, de a pocos, un nuevo mapa de distribución mediática en el territorio nacional. En el escenario maximalista, tendría que hacer del tema una discusión constitucional y llevarlo a la asamblea constituyente que está promoviendo. En ese caso, es seguro que la justicia y el derecho ciudadano se honrarían más rápidamente.

Y en relación a la regulación de contenidos, también Pedro Castillo está en lo correcto, porque es obvio que se necesita un equilibrio mucho más saludable entre los muchos y muy importantes derechos ciudadanos en juego, y la muy importante libertad de expresión, prensa y opinión. Es claro que el criterio de beneficios empresariales debe estar subordinado aquí, sin que esto quite su  gran importancia y obligatoria presencia en la ecuación final del nuevo modelo. Esta voluntad también pasa por cambiar la normativa vigente en el congreso, pero en un escenario más incierto porque regular nunca es sencillo, y precisamente por eso existen especialistas en la materia. Quién es el juez que interpretará la ley y decidirá la pertinencia de lo programado, es una pregunta absolutista y de ánimo cancelatorio que los voceros mediáticos esgrimen como argumento final. La respuesta la han dado muchos otros países del mundo desarrollado y algunos vecinos regionales: se crea un consejo autónomo y enmarcado en una sólida institucionalidad, cuyo cuerpo decisorio esté conformado por todas las partes ideológicas, territoriales, gremiales, políticas, y sobre todo ciudadanas, de manera que ningún criterio arbitrario tenga preminencia en dicha regulación, salvo el bienestar que la mayoría de peruanos considera mejor. Obviamente, todo esto debe estar enmarcado en una lógica en la que radio y televisión de señal abierta son, en gran parte, un bien público, además de un medular instrumento de nuestro desarrollo. Riesgos de subjetividad habrá siempre, pero en las democracias estos conflictos se zanjan con mayorías representantes, y no con propuestas ilógicas de auto-regulación.

Como se observa, ésta es otra de las razones por las que Pedro Castillo es por muchas cabezas superior a su chamuscada rival: entiende la necesidad y la urgencia de poner la televisión y la radio al servicio de los peruanos y su desarrollo, lo que pasa por quebrar el oligopolio feudal que nos han impuesto para beneficio de unos pocos aprovechados. Felizmente, las encuestas indican que, al menos esta vez, no se salvan de devolver lo que no es suyo.

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Pedro Castillo

A nadie con dos dedos de frente le debería molestar que el candidato Pedro Castillo modere sus posiciones radicales y prometa aplicar un programa de izquierda que por lo menos no sea tan radical como el que aparece en su programa de gobierno.

Igual sería un desastre productivo, pero por lo menos no sería el apocalipsis económico y político que muchos tememos con razón, más aun si se tiene en cuenta la agenda filosubversiva de algunos de sus compañeros de ruta de anterior data (huelga magisterial) y de última hora.

Lo que sorprende es que quien se ofrezca de constructor de puentes (pontífice, literalmente hablando) en ese sentido, sea alguien que compitió en esta contienda electoral y lo hizo bajo una propuesta de libre mercado que disiente radicalmente de las posturas de Castillo, aún de las más moderadas.

Felizmente, los candidatos perdedores no tienen capacidad de endose alguno y mal harían Castillo o Keiko en coquetear con De Soto para embolsicarse su caudal electoral. De Soto se representa a sí mismo y sus electores ya sabrán por quién se inclinan sin que les importe qué haga o deshaga su excandidato electoral.

En su calidad de líder político, sin embargo, lo que cabía era una definición. Y ella, como parece evidente, no podía ser otra que apoyar la candidatura de Keiko Fujimori, defensora del modelo en el cual De Soto dice creer (debe recordarse que De Soto ya ha sido compañero de ruta de Keiko Fujimori en la anterior elección). Y si con ese apoyo en buena hora lograba inducir a Keiko a incorporar alguna narrativa anti establishment, tanto mejor, porque eso es lo que necesita para conquistar al electorado D y E, que disiente del modelo y ve sus beneficios como ajenos.

Pero su coqueteo con Castillo y su indefinición, son impropias de quien fuera candidato, menos aún proveniente de alguien con clara vocación ideológica, no un pragmático o un improvisado. ¿Qué puente va a construir, como no sea, quizás, aquél que le permita fungir de asesor de alto nivel gubernativo en caso cualquiera de los dos candidatos gane la elección? Mientras no acabe la campaña, De Soto está obligado a actuar con la investidura de un líder político, no puede ponerse prematuramente el sombrero de tecnócrata en busca de contrato, como, lamentablemente, parece ser su prosaico objetivo.

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De Soto

Las estrategias de marketing cada vez más personalizadas a los hábitos de los clientes o las herramientas como los chatbots, son solo algunos de los usos para la Inteligencia Artificial que las empresas están encontrando de mayor utilidad para sus operaciones

Dentro de la tecnología, el campo de la Inteligencia Artificial (IA) es uno de los más prometedores porque hace posible que una máquina imite algunas funciones cognitivas de los humanos a través de algoritmos. En su aplicación, se asume que solamente las grandes firmas tecnológicas como Amazon o Facebook pueden utilizarla, pero cada vez son más las compañías de distintos tamaños que están interesadas en aplicar la IA para su negocio.

Según el informe anual sobre IA de McKinsey & Company, realizado con más de 2300 participantes en el mundo, un 58% de las compañías incorporaron en el 2019 al menos una capacidad de IA en un proceso o producto y un 44% de las empresas que lo ha hecho afirma que esto contribuyó a reducir costos.

Aunque con la pandemia, este nivel de adopción de IA no incrementó significativamente, entre las empresas de alto rendimiento que ya utilizaban IA, más del 60% decidió aumentar su inversión, siendo el sector sanitario, de automoción y servicios financieros los que han liderado esta adopción.

Debido a la cantidad de tareas que las máquinas pueden automatizar, las funciones más comunes de la IA como la personalización de la información para predecir el comportamiento del usuario, pueden ser útiles para múltiples áreas. Es el caso de marketing y ventas, pero también de logística, operaciones, finanzas, entre otros.

Ventajas y herramientas

De acuerdo a un artículo de la Universidad Esan, al menos tres factores esenciales impulsan el uso de la IA en las empresas: manejar grandes volúmenes de datos, ofrecer una ventaja competitiva y permitir un fácil acceso a la información. En síntesis, la IA puede ayudar a los negocios a tomar mejores decisiones en menor tiempo y con riesgos reducidos.

“La potencia informática en la nube permite un fácil acceso a la información empresarial. Antes de este desarrollo, los únicos entornos informáticos disponibles para la inteligencia artificial tenían un costo que no estaba al alcance de la mayoría de las organizaciones”, precisan. Entre los métodos de aplicación, cuatro son hasta ahora los más comunes:

  • Asistentes virtuales o chatbot. Un bot de conversación (chatbot) es un tipo de asistente virtual que tiene la ventaja de tener un aprendizaje evolutivo, con más entrenamiento, más efectivas sus respuestas. Están al alcance de muchas empresas.
  • Análisis de datos o “data mining”. Con analizar debidamente los datos históricos de las empresas se puede llegar a predecir qué quiere comprar un cliente habitual o qué producto ofrecer a un nuevo cliente.
  • Automatización de procesos. Introducir algún tipo de robot en una cadena de producción reduce la posibilidad de ocurrencia de un error humano (lógico o físico).
  • Cámaras inteligentes.Las cámaras de video, gracias a la inteligencia artificial, pueden identificar personas, gestos, movimientos y hasta medir la temperatura corporal de los trabajadores.

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IA, Inteligencia Artificial, Negocio

Hace un tiempo escuché a un niño decir: “Yo sé que cuando sea grande voy a ser feliz”. Su mamá le contestó: “Sí, cuando seas grande vas a ser muy feliz”. 

Mientras escuchaba el diálogo entre el niño y su mamá, pensé: “Qué tal seguridad de afirmar, que algo en su futuro -no sé exactamente qué- le iba a traer esa felicidad que anhela.” Incluso que su mamá se lo reafirmara.  Al mismo tiempo, me puse a pensar, si es que ese niño estaba esperando ser “grande” para ser feliz. Y me vino a la mente lo que les pasa a muchas personas, que se la pasan pensando en lo que va a suceder, lo cual les produce ansiedad y se olvidan de vivir el presente.

Frases como: “Cuando termine el colegio, voy a estar tranquilo”; “cuando termine la universidad, voy a sentirme realizado”; “cuando me case, voy a tener estabilidad”; “cuando tenga mi casa, voy a sentirme seguro”, “cuando tenga mi primer hijo o hija, voy a sentirme pleno”, etc.

Lo primero que debemos tomar en cuenta es que, en realidad, no podemos estar 100% seguros que todos esos eventos que nos estamos imaginando, sucederán, y menos, que si suceden van a “darme, generarme o proveerme”, de esa experiencia que yo creo, obtendré. Puedo decretarlo, declararlo, poner mi compromiso en ello. Hacer todo lo necesario para que suceda, pero no hay garantías ni de que sucedan, ni de que me sienta de tal o cual manera. Y mientras que espero que suceda, para que traiga la felicidad, estabilidad, seguridad o eso que quiero tener o ser, me estoy perdiendo vivir en el único momento del que realmente dispongo y puedo hacerlo: aquí y ahora.

También vivimos en el otro extremo. No es en el futuro, de todo lo que podría ser, donde nuestra mente o nosotros estamos, sino en el pasado.  Vivimos de lo que fue, de lo que sucedió, de lo que hicimos, fuimos o tuvimos. Jóvenes en las universidades frustrados porque eran excelentes en el colegio y en la universidad no atan una. Empresarios que lo tuvieron todo y hoy no pueden salir adelante porque siguen atados a un pasado exitoso donde tuvieron todo, y esperan en el presente que, como por arte de magia, “suceda” lo mismo; sin darse cuenta que están siendo y haciendo lo mismo que funcionó en el pasado y no viviendo el presente, enfrentando la situación actual y encontrando nuevas soluciones a los nuevos problemas y retos que enfrenta. Puedo recurrir a mi pasado como un espacio de aprendizaje, pero no funciona cuando voy a él para evadir o enfrentar lo que hoy existe, tengo o soy.

Kierkegaard decía: “El ser humano crea su propia infelicidad e insatisfacción porque permanece atrapado entre los recuerdos de los placeres y éxitos pasados o sigue esperando los nuevos por venir”.  Aquí y ahora es el único tiempo en el que puedes accionar y crear. El pasado no lo puedes cambiar y el futuro es incierto y no hay garantías. Frases como: “Merezco ser feliz porque yo he sido o hecho…” me mantienen en la inacción porque estoy esperando que, como hice o fui de ciertas maneras, entonces debo recibir “un premio”. Así es como crecemos, acción y reacción, recompensas y castigos.  Cuando en realidad lo único que sí puedo es: viviendo en el presente, crear, construir y “ganármelo”, momento a momento… aquí y ahora.

¿Quieres saber cómo es o cómo vivir en el presente?  Mira a los niños pequeños.  Cualquier cosa que les sucede se trata del “ahora”. Si algo les divierte se ríen lo que quieran reírse. Si se golpean, lloran lo que necesitan llorar. Ni un segundo más ni uno menos. No se ponen a pensar si fue justo o injusto, si esta es la última vez que le pasa. Si la mesa o la silla no deberían haber estado allí, ni quién fue el culpable. Nada de eso es trascendente para un niño. Y ¿por qué? Porque viven en el “presente”, no les importa lo que ya sucedió, tener la razón de las injusticias, o pensar en el futuro que no saben si existirá. Se gozan lo que tienen, disfrutan al máximo estar vivos, y viven plenamente el “aquí” y el “ahora”, que es el regalo más grande que tenemos, no por casualidad se llama presente.

Te has preguntado cómo sería tú vida si vivieses como los niños, aquí y ahora, momento a momento, sin estar atado a tu pasado, corriéndote el riesgo de soltarlo, sin querer tener la razón, viviendo al 100% el presente, disfrutando lo que eres y tienes sin esperar a que algo en el futuro suceda?  Te invito a que lo pienses, y como alguna vez escuche: “carpe diem…” (aprovecha el día…)

Éxitos.

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Coaching, presente

Muchas veces son megalómanos, suelen ser manipuladores y buscan escalar muy rápido en la línea de carrera, sin importar a quién pueda afectar.

Usualmente escuchamos y hablamos de los compañeros tóxicos en el trabajo de manera general. La realidad es que existen distintos tipos de compañeros tóxicos y los tiranos son uno de ellos. Este término suele están vinculado a la política, pero también podemos encontrarlo en los negocios.

Se trata de una persona que alberga comportamientos tóxicos que pueden llegar a formar parte de la dinámica, afectándola drásticamente. Esto se materializa, por ejemplo, en alguien autoritario que prioriza conseguir ciertos objetivos sobre el bienestar de los demás. Harvard Business Review describe algunos mecanismos mentales implicados en los tiranos:

Megalomanía

Cuando alguien se siente tan engrandecido, cree que las reglas de comportamiento que rigen su entorno no se le aplican a él. Muchos errores morales se remontan al sentimiento de ser invencible, intocable e hipercapaz. Para las personas omnipotentes, las reglas y normas son para todos menos para ellos. Esta actitud repercute en los demás e influye en la forma de pensar de quienes rodean al tirano, especialmente si trabajan para él.

Negligencia justificada

Después de adaptarse inconscientemente al entorno hostil en el que se desenvuelven, llega la negligencia justificada. Esto sucede cuando las personas no se quejan de los comportamientos tiranos porque están pensando en recompensas más inmediatas, como mantenerse del lado de los jefes o de quien tiene más poder.

Un estudio sobre la reputación negativa en el lugar de trabajo, publicada en Journal of Career Assessment, reveló que en ocasiones los empleados desarrollan voluntariamente reputaciones negativas porque, en algunos casos, esos comportamientos pueden alinearse con la organización y beneficiar al individuo. Los trabajadores que se desenvuelven en un entorno en el que una reputación negativa puede ser recompensada probablemente adapten su comportamiento a este entorno para tener éxito.

“Los empleados pueden ver las acciones de un gerente como negativas, pero estas mismas acciones pueden ser vitales para tener éxito a los ojos de los ejecutivos de la compañía”, indica el informe.

Lo peor de todo esto es que las emociones tóxicas son contagiosas. Nosotros también podemos sentir estrés, volvernos ansiosos, negativos y destructivos por el estado de ánimo de quienes nos rodean, como un compañero con conductas tiranas. Encima, estas actitudes pueden trasladarse a casa y afectar el entorno familiar.

Una investigación realizada por varias universidades alemanas descubrió que el 26% de las personas muestran niveles altos de cortisol con solo observar a alguien tenso. “El estrés puede olerse. Quienes lo sufren sudan hormonas que son captadas por los demás”, según un estudio del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia.

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Compañeros de trabajo, jefes tóxico

Sátira.

Lima, sábado 5 de junio del 2021

Desde la puerta de El Comercio Jaime de Althaus mira el jirón Miró Quesada, sin amor: ronderos, periódicos iguales y asustados, el Tay Loy lleno de lápices, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los votantes antisistema merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Lampa voceando Castillo Presidente y él echa a andar, lloroso, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por terroristas que avanzan, también, hacia la Plaza San Martín. Él era como el Perú, Althausito, se había jodido en algún momento. Piensa: ¿en cuál? El Perú jodido, piensa, Keiko jodida, los Miró Quesada jodidos, los García Miró jodidos, todos jodidos. Piensa: no hay solución. Ve una larga cola en el paradero de los colectivos al aeropuerto, gente que escapará del país, cruza la Plaza y ahí está Federico Salazar, hola hermano, en una mesa del Hotel Bolívar, siéntate Althausito, manoseando un catedral y haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. Jaime se sienta, indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Ya vas a ver jefe, ahoritita será 28 de julio jefe, te vamos a cagar jefe.

-Siglos que no se te ve, señor editorialista -dice Federico Salazar-. ¿Estás más contento en El Comercio que en Canal N?

-Se piensa menos -alza los hombros, a lo mejor había sido ese día que Victoria Eugenia de los Milagros Miró Quesada Martens de Rodríguez Larraín lo llamó, ¿querías sumarte al directorio, Althausito?, él odiaba el comunismo y podría escribir editoriales ¿no, Althausito? Piensa: ahí me jodí.

-Yo no dejaría la tele ni por todo el oro del mundo -dice Federico-. Estás lejos de la influencia y la televisión es influencia, Althausito, convéncete. Me moriré en América, nomás. A propósito ¿se murió Manotas?

-Sigue en la clínica, pero le darán de alta pronto -dice Jaime -. Jura que no se va a cortar las venas esta vez.

-¿Cierto que después de las encuestas vio cucarachas y arañas? -dice Federico.

-Levantó la sábana y se le vinieron encima miles de tarántulas con sombrero -dice Jaime-. Salió calato a la calle dando gritos.

Federico se ríe y Jaime cierra los ojos. Estaba bien, Manotas, uno se defendía de la izquierda como podía.

-Mañana con el flash yo también me voy a encontrar a los bichitos -Federico contempla su catedral con curiosidad, llora a medias-. Pero no hay periodista imparcial, Althausito. La tele funciona, convéncete.

El lustrabotas ha terminado con Federico y ahora embetuna los zapatos de Jaime, maldiciendo, pronto me darán sus casas.

-Vente a almorzar conmigo, te invito -dice Federico-. Vamos a resucitar los buenos tiempos.

Crecimiento económico y balas de goma, los paros en Cajamarca reprimidos desde Lima por policías con traje color moco, el ceviche Martini de La Tiendecita Blanca, la timba en casa de Alan, la apoteosis de medianoche en el MEF con Carranza que conseguía exoneraciones tributarias, la repartición de utilidades y las deudas impagas con la SUNAT al amanecer. Los buenos tiempos, puede que ahí.

-Diego Macera ha hecho arroz con atún en el IPE y eso no me lo pierdo -dice Jaime-. Otro día, hermano.

-Le haces caso al IPE -dice Federico-. Uy, qué jodido estás, Althausito.

No por lo que tú creías, hermano. Federico se empeña en pagar la lustrada y se dan la mano. Más bien, Federico, me quedé sin batería, ¿me puedes pedir un Uber? Jaime regresa al paradero, el Uber tiene la radio encendida, mañana ganará Castillo y expropiarán esta emisora, después la veterana y llorona voz de Fernando Carvallo, era mi Perú. ¿Por qué los peruanos pobres serían tan, tan huevones? Piensa: golpe de Estado, esa es la solución. Paseo de la República ya, la Javier Prado, Rivera Navarrete, en el edificiote maestro. Baja, saluda a los guachimanes, seguro son lápices, ¿qué me pasa hoy? El cielo sigue nublado, la atmósfera es tan gris como el país y ha comenzado la garúa. Piensa: si por lo menos San Isidro fuese independiente. La puerta del IPE está abierta pero no aparece Diego Macera. ¿Por qué dejas abierto el IPE cuando vas a comprar a Wong? Pero no, ahí está Diego, qué te pasa, viene con los ojos hinchados y llorosos, despeinado: se lo habían llevado al modelo económico, Jaime.

-Nos lo arrancharon de las manos -solloza Diego-. Unos cholos asquerosos, Jaime, vestidos de lápiz. Se lo bajaron, se lo bajaron.

Le da agua de azahar, cálmate Diego, le muestra una silla, cómo había sido, lo lleva del hombro, no llores amigo.

-Estás sin batería. Te llamé a El Comercio y no estabas -Diego hace pucheros-. Unos ronderos, unos cholos con caras de forajidos. Yo lo llevaba con su cadena y todo, pero según IPSOS mañana gana Castillo. Nos lo arrancharon, lo metieron al camión, se lo bajaron.

-Almuerzo el atún Florida y voy a hablar con las Fuerzas Armadas -lo abraza Jaime-. No le va a pasar nada al modelo, no seas sonso.

-Se puso a patear, a mover su PBI -se limpia los ojos con el saco, suspira-. Parecía que entendía, Jaime. Pobrecito el modelo, pobrecito.

Estaba yendo a RPP a hablar de las bondades de la minería y de repente frenó a su lado una yegua y se bajaron dos cholos con caras de senderistas, de comunistas de lo peor, uno le dio un empujón, fuera blanco sanisidrino, y el otro le arranchó la cadena y antes de que se diera cuenta ya había convocado a una Asamblea Constituyente. Pobrecito, pobre modelo económico. Jaime se pone de pie: esos provincianos lo iban a oír. ¿Veía, veía? Diego solloza de nuevo, también el modelo tenía miedo de que lo cambiaran.

-No le harán nada -Jaime abraza a Diego Macera, un olor instantáneo a atún y aceite-. Lo salvo ahorita, vas a ver.

Trota hasta la Javier Prado, carajo, no tenía batería. Llama a El Comercio de un teléfono público. Contesta Juan Aurelio Enrique: qué carajo iba a saber dónde quedaba el Pentagonito, Althausito, ni siquiera conozco Lima.

Toma un taxi de la calle, ¿cuánto costaría la carrera hasta el Pentagonito?, en su billetera solo hay tarjetas de crédito, el chofer no aceptaba Diners, señor, pero lo llevaré porque me gusta ver sufrir a los blancos. Llega. Un gran edificio cercado por muros color caca -el color de los pobres, piensa, el color del futuro, el color del Perú-, flanqueado por dos soldaditos que lo miran, recelosos. Ingresa. Un hombre atlético de verde camuflaje está de pie junto a un escritorio lleno de papeles y Jaime de Althaus golpea la mesa: se habían bajado al modelo económico, necesitamos un golpe de Estado, carajo esto no se podía quedar así.

-Qué es eso de entrar al Cuartel General del Ejército echando carajos -el militar acaricia su fusil-. Más respeto.

-Si le pasa algo al modelo económico la cosa no se puede quedar así -saca la portada de El Comercio, muestra una foto de Vargas Llosa-. Y los tipos que agredieron a Diego Macera la deben de pagar.

-Cálmese un poco -revisa la portada, se ríe-. ¿Mañana se bajan al modelo económico? Entonces hable con el nuevo encargado.

El militar se va y Jaime de Althaus espera al lado del escritorio. Ve acercarse a otro hombre: bajo, rechoncho, calvo, blanquiñoso y con un sombrero chotano en la mano. El hombre da unos pasos hacia ellos y Jaime puede verle al fin la cara: ¿qué? No era él, todos los blancos pelados se parecían, no podía ser él. Piensa: ¿por qué no va a ser él? Era él, era él. 

Está menos gordo, más sucio, pero ese es su andar cansado y paquidérmico, esas sus piernas de vaca. 

-¿Hernando? -solloza, vacila, solloza-. ¿No eres Hernando de Soto?

No se echa a correr, no dice nada. Mira con expresión anonadada y estúpida.

-¿Te has olvidado de mí? -vacila, solloza, vacila-. Soy Jaime de Althaus.

Jaime, darling, claro que te reconozco, ahora sí. ¡Dónde venían a encontrarse, honey! Y después de tanto tiempo, goddammit.

-¿Pero qué haces acá, Hernando? -dice Jaime.

-Nada, honey, yo solo pasaba por aquí.

-¿Y ese sombrero chotano?

-Me lo regalaron en la puerta.

No debiste venir, no debiste hablarle, Althausito, no estás jodido sino loco. Piensa: la traición va a volver. Pobre Keiko, pobre Alberto.

-Por favor, Hernando, deja de hacerte el cojudo.

-About what, darling?

-Sabes de sobra de qué estoy hablando -dice Jaime. 

-Qué te pasa, Jaime, por qué te pones así.

-Que dejes de hacerte el cojudo -cierra los ojos y toma aire-. Que hablemos con franqueza de Pedro Castillo. ¿Vas a colaborar con él? ¿Qué haces acá con un sombrero chotano? Desde abril te pedimos que digas algo y tú nada. Te fuiste a Máncora a comer helados y nunca más diste la cara. Keiko va a perder mañana por 50%. Ya no importa, Hernando, quiero saber. ¿De verdad vas a apoyar a Pedro Castillo?

-Me voy para que no te arrepientas de lo que estás diciendo, darling -ronca, la voz lastimada-. I don’t need a job, no te acepto ningún insulto. Sépanse que el modelo económico lo implanté yo y no Fujimori. Sépanse que todo es creación mía y yo lo puedo desmontar. Sépanse que no se merecían el modelo que tuvieron, sépansela. Fuck you, Jaime.

-Ya está, Hernando, ya está, no me importa -dice Jaime-. Ven, no te vayas, ven. Dime que vas a moderar a Castillo, por favor.

Hernando de Soto avanza sin mirar atrás. Se pone el sombrero e ingresa al Pentagonito. 

-Ya está -solloza Jaime acariciando el suelo-. Ya te perdimos, modelito.

Jaime de Althaus regresa al IPE, borracho de la pena. Hernando de Soto siempre había soñado con el poder y no le importaba cómo conseguirlo: Fujimori, Gadafi, Barnechea, Pedro Castillo. Él era mejor que tú, Althausito. Se había vendido más, se había jodido más. Piensa: pobre Keiko.

Llega. Los guachimanes lo miran con sonrisas cachosas. Se acomoda el saco, la corbata, toma el ascensor, oye el grito desgarrado de Diego Macera, imagina su cara. Entra al IPE y le dice la verdad: no va a ser posible el golpe de Estado, Diego, hemos perdido al modelo Diego, qué asustado estoy Diego.

-Me encontré con Hernando de Soto. Tenía un sombrero chotano. No pude convencerlo.

-Nosotros aquí, locos de angustia, y Hernando traicionándonos con sus nuevos amigotes. ¿Por qué al menos no me llamaste para ir a pegarle?

-Sigo sin batería -lagrimeando, asustándose, mugiendo-. Me siento pésimo, me duele una barbaridad la cabeza.

-Vamos a la CONFIEP a ver si podemos hacer bolsa y comprar unos congresistas, pero prométeme que nunca más te vas a ir al Pentagonito sin avisarme -le dice Diego, cada vez más triste.

Piensa: te prometo. Es el fin. Veinte años al tacho. ¿Qué será de nosotros mañana? ¿Nos arriarán calatos por todo Canaval y Moreyra? ¿Estatizarán el Wong de Dos de Mayo y solo habrán rosquitas en sus anaqueles? ¿Me agarrarán a chicotazos porque tengo ojos azules? ¿Esta vez, de verdad, sí perdimos? 

La cortina tiene una esquina plegada y Jaime puede ver un retazo de cielo casi oscuro, y adivinar, afuera, encima, cayendo sobre Rivera Navarrete, San Isidro, Lima, la miserable garúa de siempre.

Imagen: Luicdez (Expreso)

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Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 117: ¿Keiko sigue en la senda del desahucio electoral o mejora? ¿Cómo hace De Soto para mantenerse vigente sin estan en segunda vuelta? Y la vacunación: futuro problema de pobres.

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