Durante las últimas semanas, en que —debido al proceso electoral— el Perú ha vivido en carne propia una polarización inédita en nuestra historia republicana, ha sido evidente el apoyo que le ha dado a la candidatura de Keiko Fujimori —incluso asumiendo casi como dogma de fe la quimera del fraude— un grupo conformado por burgueses limeños de los sectores socio-económicos A y B, a los que designaré como la élite pituca, y que tiene en el Club de Regatas Lima uno de sus focos de concentración poblacional. Y esto no quiere decir que todos los socios del Regatas presenten las características de esta élite racista y clasista, pero mi descripción, basada en mi propia experiencia y por ende subjetiva, se aplica de manera general al fenómeno como tal.

Mi padre llegó a ser socio vitalicio del Club Regatas y yo pasé mi infancia y mi adolescencia en el club. Guardo buenos recuerdos de esos años, que para mí estuvieron llenos del espíritu aventurero de la infancia que aprende a conocer el mundo. Allí me sentía seguro, pero también con la libertad de ir adonde quisiera sin experimentar la continua tutela y vigilancia de mis padres, quienes podían despreocuparse sabiendo que, sea donde sea que estuviera, siempre me hallaría en algún lugar dentro de la burbuja que es el club, ya sea retozando en la playa, desafiando las olas en el mar o practicando deporte con algún amigo.

Crecí en ese mundo, creyendo, dentro de las limitaciones de mi perspectiva infantil, que ese estilo de vida era lo más normal y corriente en el Perú. De manera similar a como mi vida se desarrollaba entre Miraflores —donde vivía mi familia— y San Isidro, y ocasionalmente Monterrico y La Molina, siendo que los distritos que estaban más allá de esos límites constituían un mundo aparte, remoto, lejano y hasta peligroso. Ir al centro de Lima era como visitar otro país.

Pero poco a poco, a medida que iba entrando en la adolescencia, varias sombras se me fueron haciendo evidentes en ese país de las maravillas que era el Regatas. Pues en el club no sólo se admitía socios con determinado perfil —y con una billetera abultada para poder pagar la cuota de ingreso, que actualmente asciende por lo menos a 500 cuotas ordinarias mensuales a ser desembolsadas de golpe—, sino también se excluía —por lo menos simbólicamente— a los peruanos con un perfil mayoritario en la población. Desde el muelle de la primera playa del club, que se extendía en el mar como prolongación de un muro que marcaba los límites de su territorio, podíamos ver a los bañistas de la populosa playa vecina Pescadores, a los que considerábamos como parte del pueblo ignorante y mal educado, gente de otro nivel que no conocía las normas de higiene y era proclive a la delincuencia. En nuestro inocente mundo infantil, que no era otra cosa que un reflejo sin culpa del universo de los adultos, cualquier cholo de esa playa que intentara colarse en el club a través del mar constituía un peligro, del cual nos protegían los trabajadores de seguridad, también cholos ellos, pero que eran vistos de distinta manera porque estaban al servicio de la élite que pululaba en las instalaciones del club.

En ese microcosmos del Club Regatas, que no era sino una muestra de una élite mas amplia que habita los distritos residenciales acomodados de Lima y nunca ha sido el reflejo de un Perú multirracial, multicultural, con iguales oportunidades para todos, sin racismo, sin misoginia en las jerarquías de mando —pues el consejo directivo del club está integrado exclusivamente por especímenes del género masculino—, lo más importante era mantener a toda costa la imagen institucional de una asociación de gente bien y decente, lo cual se ha plasmado en la renuencia que han mostrado sus autoridades a lo largo del tiempo para actuar decididamente en caso de comisión de un delito dentro del club. Como lo demuestra recientemente la agresión que sufrió Piero Corvetto, jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), el 26 de junio pasado, en el local del Regatas en Chorrillos. El personal del club se negó a identificar al agresor y en un comunicado del 27 de junio el consejo directivo ha puesto obstáculos para la entrega de material probatorio, señalando que “el Club, a través de Junta Calificadora y de Disciplina, órgano autónomo, viene llevando a cabo las acciones correspondientes, en observancia de su competencia”. Y concluye diciendo que el Club “es una asociación civil, deportiva y cultural que cultiva el respeto mutuo entre sus asociados”. Lo cierto es que una de las acciones correspondientes hubiera sido elevar una denuncia penal contra el presunto agresor por cometer un delito dentro del recinto del club. Pero la institución, buscando salvaguardar su imagen, ha preferido en casos como éste actuar sin transparencia, omitiendo denuncia, lo cual también configuraría un delito.

Lo peor es, que si se demuestra la agresión, Corvetto podría denunciar al Club por omisión de denuncia, considerando que hubo testigos y videos que probarían el hecho. Pero en ese caso podría ser sancionado con suspensión o expulsión del club, pues en sus Estatutos se enuncia como causal de sanciones «iniciar, mantener o publicitar querella o acción judicial contra el Club, a excepción de las acciones de impugnación establecidas en el Artículo 92º del Código Civil» (Art. 61°, e).

En otras palabras, el socio pierde el derecho a denunciar al club si hay responsabilidad de éste por un abuso o delito que haya sufrido dentro de sus instalaciones. Y también el club tendría carta libre para sancionar a los socios aplicando criterios discriminatorios, pues otra de las causales de sanciones es «cometer actos reñidos contra la moral y las buenas costumbres» (Art. 61°, f). Lo cual, planteado bajo esa amplia ambigüedad, puede incluir hechos como presentarse abiertamente como homosexual, el beso de dos lesbianas en un espacio público o simplemente que una mujer ande en topless, cosas que no constituyen ninguna falta o delito en ninguna parte del territorio peruano.

A la élite pituca no le importa convivir con la corrupción con tal de mantener sus privilegios. En consecuencia, ha optado masivamente por apoyar a Keiko Fujimori y le tiene un miedo apocalíptico a un gobierno de Pedro Castillo. No me extrañaría que haya socios del Regatas que hayan estado de acuerdo con la agresión a Corvetto sólo por no haber impedido que el campesino de Chota obtenga más votos que la hija del dictador. Más aun cuando el mismo presidente del club, Jaime Cornejo Bustillo, ha manifestado que la responsabilidad de lo sucedido recaería sobre el jefe de la ONPE: «Yo he estado presente en el tema así que podría decir que casi he sido testigo de los hechos. Y para mí ha sido completamente orquestado por el señor Corvetto». Y es que Corvetto lo único que hizo fue hacer bien su trabajo, garantizando unas elecciones limpias y transparentes. Pero la transparencia y la incorruptibilidad son cosas que pasan a segundo plano cuando se trata de que la realidad se modele según los intereses arbitrarios de la pituquería limeña.

Por eso mismo, cuando en grupo de WhatsApp de antiguos compañeros de colegio del Colegio Humboldt critiqué la veneración casi fanática que algunos le prestaban a Keiko, alguien me llamó “conflictivo, acomplejado y resentido social”, calificativos que suelen aplicar los de la élite pituca a todos aquellos que hagan legítimas observaciones críticas a su clasismo y racismo inveterados. Por definición, ninguno de quienes forman parte de ese élite puede ser considerado un “resentido social”, pero sí aquellos de otros sectores sociales que no admiten su supremacía social.

El problema no lo he percibido recientemente. Ya desde hace décadas, en aquella época en que decidí unirme al Sodalicio, había una parte de mi ser que había quedado incólume a los rasgos clasistas que también había en el Sodalicio, y cuando alcancé la mayoría de edad rechacé la oportunidad que se me presentó de convertirme en socio del Regatas. No me arrepiento y me siento orgulloso de haber sido siempre un disidente de mi estrato social. O quizás un resentido social por motivos éticos y por respeto a la dignidad de todos los peruanos, sin distinción de clase, color ni condición social.

Tags:

Club de Regatas Lima, Corvetto

La semana pasada falleció, a causa del COVID-19, Guillermo Caldas Cuya, más conocido en el ámbito musical nacional como Guiller. Tenía 79 años de edad. Es un caso curioso el de Guiller, ya que de no ser por su reaparición televisiva, provocada por un programa reality en que un ciudadano común y corriente participó imitándolo, casi nadie entre el público joven y masivo -de 40 años para abajo- sabría exactamente quién era este señor hasta hace relativamente poco tiempo.

Diferente es lo que ocurre entre la gente dedicada a la farándula (tanto la de su tiempo como de la telebasura moderna), quienes sí tenían contacto con el cantante, debido a que se mantuvo siempre activo a pesar de que su estilo, extremadamente popular hace tres décadas y media, hoy es visto como un asunto anacrónico, de viejos. Y asociado, además, a niveles socioeconómicos bajos y medio bajos, no a las alturas ficticias de procacidades no artísticas y falsamente sofisticadas como el reggaetón o el «latin pop», tan vigentes hoy.

Guiller fue una de las estrellas más representativas de la segunda (y última) generación del bolero peruano, llamado popularmente «bolero cantinero» o «cebollero» (término menos común, que remite, por supuesto, a sus capacidades lacrimógenas), que se hizo muy conocido desde los años finales de la década de los cincuenta, como una prolongación del bolero ecuatoriano, encarnado en la voz sedosa y almibarada de Julio Jaramillo (1935-1978), que cautivó al gusto popular con sus pasillos, valses románticos y, sobre todo, ese estilo particular de bolero distanciado notoriamente de las versiones mexicana y cubana, que dominaban las preferencias del público latinoamericano. Jaramillo, fallecido prematuramente a los 43 años, tuvo mucho éxito en nuestro país y fue determinante para el desarrollo de este estilo bolerístico que tuvo en Guiller a uno de sus representantes más sólidos, con canciones como El rey de las cantinas, La loca o Salva a mi hijo, composiciones de Eduardo García Ruiz (bajo su pseudónimo “Napo Tovar”), Bernardo Castañeda y Marcial “Chito” Galindo”, que el cantante grabó a comienzos de los ochenta, cuando ya tenía más de una década sobre los escenarios.

Para cuando Guiller, nacido en los Barrios Altos en 1942, apareció con su estilo despechado, estridente y bohemio, ya el bolero peruano tenía sonido propio, gracias a las voces prodigiosas de Lucho Barrios (1935-2010) y Pedrito Otiniano (1937-2012), quienes venían cosechando éxitos en radios y recitales de Perú, Ecuador, Argentina y Chile. En este último país su repercusión fue tal que incluso llegaron a decir que Lucho Barrios era «un cantante chileno nacido en el Perú». Ambos habían adaptado el estilo de Jaramillo a sus propias voces, dándole una dosis extra de dramatismo y desgarro que caló muy hondo en el imaginario colectivo. Guiller e Iván Cruz lideraron esa segunda hornada de boleristas cantineros, con un impacto muy fuerte, reflejado tanto en sus ventas discográficas como en los teatros y coliseos que llenaban en Lima y provincias. Este último tuvo éxitos como Mozo, deme otra copa (composición propia), Ajena (Manuel Canela Martínez) y, especialmente, Vagabundo soy, composición del maestro chiclayano Julio Carhuajulca.

A pesar de los altos niveles de popularidad que lograron estos artistas peruanos, a nivel nacional e internacional, durante un periodo de tiempo cercano a las tres décadas –entre 1959 y 1987 aproximadamente- hoy son apenas recordados por los medios de comunicación, mencionados casi como personajes pintorescos, con dos o tres canciones emblemáticas a las que les dan duro (“como a bombo de fiesta”, diría algún antiguo por ahí), dejando de lado los detalles de sus trayectorias, en algunos casos, impresionantes y hasta bizarras. Y solo los recuerdan cuando mueren, la mayor parte de las veces, con notas de pésima calidad informativa y homenajes en programas de farándula de baja estofa. En contraste a esas despedidas mediáticas y tributos variopintos, en los que desfilan desde el Ministerio de Cultura hasta La Chola Chabuca, estos ídolos populares fallecen, casi todos, en la más indigna pobreza a pesar de sus lauros artísticos, logrados con mucho esfuerzo y tenacidad. En cambio, conservan intacto el cariño del público, que no pierde oportunidad para reconocer y agradecer su trabajo.

El bolero cantinero peruano convivió, en su época de oro, con la etapa más brillante de la música criolla. Después lo hizo con el boom de la cumbia instrumental, la nueva ola, la salsa y el boogaloo y, finalmente, con la chicha, la cumbia norteña y el huayno moderno. Todos, géneros musicales relacionados a las clases más pobres, capitalinas y provincianas que, cada cierto tiempo, son usados como fuente de diversión para las élites. Una de las cosas que más me sorprende de este fenómeno sociocultural es cómo el discurso oficial, cada vez que se ocupa del bolero de cantinas, invisibiliza a las personas que lo hicieron posible, y construye una narrativa en la cual más importa lo que aquellas canciones generan en determinados individuos o grupos sociales. Un ejemplo de ello es un artículo de Carlos Iván Degregori (1945-2011), publicado en 1983 en el legendario Diario de Marka, titulado “El bolero cantinero: La erotización de la derrota”. En el largo texto, impecablemente escrito, por cierto, el recordado e imprescindible antropólogo y ensayista limeño se la pasa hablando de sus recuerdos al escuchar boleros cantineros. Ni una mención a sus intérpretes, autores y músicos, como si estos no existieran.

En ese sentido, por ejemplo, resulta imperdonable que el gran público y los medios convencionales no tengan presente la importancia que tuvieron para la creación del bolero cantinero Raúl Huamanchumo Reyes, más conocido como «Chalo» Reyes (1937-2016) y Santiago «Cato» Caballero (actualmente radicado en Europa), responsables de las brillantes guitarras en las grabaciones clásicas de Lucho Barrios y Pedrito Otiniano. En el caso de «Chalo», además de excelente guitarrista y humorista, fue autor de recordados títulos que definieron el género como Marabú, El oro de tu pelo, El hijo varón, entre otros, muchos de los cuales fueron también interpretados por Guiller, con su característico vozarrón adolorido.

En sus entrevistas, Guiller solía contar que algunas radios se resistieron, al comienzo, a propalar El rey de las cantinas –que se convirtió en su sobrenombre- y Salva a mi hijo (más conocida como “Virgen María”), pues consideraban que las letras “sonaban mal”, debido a sus alusiones directas al consumo de alcohol y marihuana, respectivamente. Sin embargo, es ese estilo exagerado y melodramático el que las convirtió en las favoritas de un público muy específico –trabajadores, obreros, estudiantes y muchachadas de barrio aprendiendo a ser bohemios, en bares y huariques de todo tipo-, irremediablemente ligado a los bajos fondos de la sociedad, una característica que, además, es esgrimida como motivo de orgullo tanto por artistas como por sus seguidores.

Si quisiéramos trazar una historia corta del bolero peruano –algo que han hecho, en extenso, investigadores como Eloy Jáuregui y Agustín Pérez Aldave- tendríamos que hablar, por supuesto, del trío Los Morunos, formado en Barranco, a inicios de los sesenta. Con un estilo más influenciado por el bolero clásico mexicano –Los Panchos, Los Tres Diamantes- Los Morunos tuvieron dos etapas: de 1961 a 1974 y de 1978 hasta el 2008 aproximadamente, con su formación más recordada y exitosa: Manuel Ortiz (voz), Luis Silva y Modesto Pastor (voces y guitarras). También habría que mencionar a Mario Cavagnaro quien, además de sus conocidas polkas y valses replaneros –interpretados magistralmente por Los Troveros Criollos- escribió Osito de felpa (1951) y Emborráchame de amor (1975), dos boleros que ingresaron al cancionero internacional por todo lo alto, con grabaciones de estrellas como los ecuatorianos Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas, o el salsero portorriqueño Héctor Lavoe, quien estrenó esta última en su primer LP como solista.

Pero, sin duda alguna, el bolero cantinero es el que más arrastre tuvo y tiene en el Perú, un producto local de íntimas conexiones con esa idiosincrasia mestiza, colorida y emocionalmente desbordada que nos define y, hasta cierto punto, estigmatiza y condena. Además de los desaparecidos Lucho Barrios y Pedrito Otiniano, brillaron también en las rockolas nacionales Johnny Farfán (1943-2013), Anamelba (nombre real: Melba Annie Pinzás, 1942-2011), Gaby Zevallos (1944-2016). De esta generación han quedado, tras el reciente fallecimiento de Guiller, los cantantes Iván Cruz (75), Ramón Avilés (74), Linda Lorenz (76) y Vicky Jiménez (68), como únicos exponentes de esa canción popular y desgarrada, himnos del desamor y la bohemia alcoholizada.

OTROSÍ: En los noventa hubo una nueva generación de jóvenes vocalistas que, quizás inspirados en el megaéxito comercial de Luis Miguel y su serie Romances, reactualizaron el bolero de Ecuador y Perú: Charlie Zaa (Colombia), Douglas (Chile) y Segundo Rosero (Ecuador) lideraron esa tendencia, de breve duración.

Tags:

bolero cantinero

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 166: Castillo y Bermejo insisten, por caminos distintos, en una nueva Constitución. ¿Debe ser prioridad? Y, al otro lado, las llamadas con los Cuellos Blancos de dos candidatos al TC.

En Soundcloud:

En Spotify:

Síguenos en Sudaca.pe

Lima – Perú

#Sudaca​​​​ #LoÚltimo​​​​ #Encuestas​​​​ #Elecciones​​​​ #Elecciones2021​​​​ #Perú​​​​ #AlexandraAmes​​ #DavidRivera#Debate

Tags:

Asamble Constituyente, Congreso

Ya estuvo buena la tolerancia política y mediática a los exabruptos clasistas y racistas de quienes, amparados en mentirosas hipótesis de fraude, pretenden desconocer los resultados electorales, yendo desde la sugerencia de anular las elecciones o invocar un gobierno civil-militar de transición que convoque a nuevas elecciones, hasta considerar “Presidente nulo” a Pedro Castillo aun después de ser proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones.

Si acaso es verdad que Keiko Fujimori ha decidido tomar distancia de esta ultraderecha nativa, no se entiende qué hace enviando a Nano Guerra García a ser partícipe del sainete y papelón cometido por un grupo de improvisados en Washington. A ella le corresponde, antes que a nadie, poner paños fríos, dejar que las cosas jurídicas sigan su curso normal, aceptar los resultados, acercarse a saludar al ganador apenas se produzca la proclamación oficial y dedicarse los siguientes años a desplegar una oposición leal, recia, pero democrática.

La ultraderecha es minoritaria. Bulliciosa y generadora de “noticias”, por lo que se ve, pero abrumadoramente minúscula en comparación con otros sectores de la vida política peruana, como quedó confirmado en la primera vuelta electoral.

Si un sector de la clase política, mediática y empresarial, decide seguir el camino de la insubordinación constitucional, pues que lo haga, que a ningún lugar que no sea el de la esterilidad o vergüenza pública podrá llegar. El país democrático es inmensamente mayoritario y sabrá digerir el triunfo ajustado de una opción de izquierda que, por lo demás, cada vez más se acerca a cauces de moderación que deberían rebajar la histeria irracional de nuestra poco ilustrada y mal llamada elite.

El plan de gobierno de Keiko Fujimori era superior al de Castillo, el solvente Carranza lo hubiera hecho mejor que Francke, y era la ocasión idónea para un gobierno de derecha que aplicase un shock capitalista capaz de romper la inercia centrista de los últimos lustros, pero debe aceptarse que el país no lo ha querido así, que antes que razones primaron sentimientos antiestablishment que el profesor Pedro Castillo supo capitalizar electoralmente mejor que Keiko Fujimori.

No es ese talante democrático el que alienta a las huestes de la tribu ultraderechista peruana. A su racismo y clasismo, que tornan inaceptable a un personaje como Castillo, le suma un talante abiertamente antidemocrático, que desde ya la convierte en una amenaza nacional sobre la que hay que advertir.

Tags:

Keiko Fujimori, Pedro Castillo, Ultraderecha

Querida Manuela,

Estamos ya en julio de 2021, mes del bicentenario. Seguimos con la pandemia y todavía no nombran a quien será el nuevo presidente para el siguiente quinquenio. Hay pocas actividades programadas para la celebración, a diferencia de la conmemoración que hubo por los 100 años, cuando Augusto B Leguía organizó grandes fiestas con delegaciones internacionales en el Palacio de Gobierno, en los clubes, carreras hípicas de gala, fiestas populares, la gran parada militar, desfiles escolares, desfiles de carros alegóricos, y una serie de inauguraciones como la inauguración del monumento al generalísimo José de San Martín, en la plaza que desde entonces lleva su nombre y que ha sido tan utilizada para las protestas y marchas democráticas.

Creo que la mejor conmemoración de lo que va para nuestro bicentenario es la Serie Numismática «La Mujer en el Proceso de Independencia del Perú«, acuñada el 30 de diciembre de 2020 del Banco Central de Reserva (Nota informativa. Circular 0037-2020-BCRP), que pone en circulación tres monedas alusivas a mujeres patriotas que colaboraron en la independencia: Heroínas Toledo, Brígida Silva de Ochoa y María Parado de Bellido recorrerán mercados en forma simultánea con las actuales monedas de 1 sol.

Tu seguro que las conociste o escuchaste de ellas. Al igual que tú, recibieron medallas de parte del General San Martín. Brígida Silva de Ochoa fue una valiente patriota que arriesgó su vida siendo informante de los insurgentes, y dio apoyo económico y moral a patriotas prisioneros. Ella fue calificada como una forjadora de la opinión pública, siendo declarada por San Martín como “Hija de la Patria” por sus virtudes y compromiso con la independencia. María Parado de Bellido, como te comenté en mi segunda carta, abrazó con convicción el proyecto independentista con su frase célebre: “No estoy aquí para informar a ustedes, sino para sacrificarme por la causa de la libertad”. La tercera moneda es de Las Heroínas de Toledo, Cleofé Ramos y sus hijas María e Higinia Toledo, tres mujeres que cortaron las amarras del puente colgante sobre el río Mantaro en medio del fuego enemigo con una rapidez que hasta hoy sorprende. Por su liderazgo y valentía, San Martín las reconoció con la Medalla de Vencedoras.

El legado de todas hoy lo celebramos. Ellas, al igual que tú, representan el sacrificio por la patria y son un símbolo de coraje, resistencia y lealtad a los ideales que forjaron la república. Manuela, creo para este bicentenario tan movido, con tan pocos festejos, el mayor logro es que mujeres estén ocupado los puestos más importantes el el Estado: están Violeta Bermúdez Valdivia, Presidenta del Consejo de Ministros; Mirtha Esther Vásquez Chuquilín, Presidenta del Congreso de la República del Perú; Zoraida Ávalos Rivera, Fiscal de la Nación; y Elvia Barrios Alvarado, actual presidenta de la Corte Suprema del Perú y del Poder Judicial (la primera mujer en asumir dicho cargo en el Perú). Asimismo, tres universidades públicas de larga tradición, como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Universidad Nacional de Educación “La Cantuta” tienen rectoras mujeres. Según datos de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir), 5 de cada 10 servidores públicos son mujeres, número que supera al del sector privado donde el promedio de colaboradoras es de 3 por cada 10 colaboradores. Por otro lado, el 24% de jefas de hogar forman parte del aparato estatal a nivel nacional, mientras que en el sector privado solo 19%. Queda claro que hay mucho que trabajar para nosotras, las mujeres, solo espero que para ello no se necesiten 100 años más.

Tags:

Augusto B Leguía, Bicentenario

Tras 15 meses, aún no estamos libres de la pandemia y seguimos haciendo frente a los efectos económicos del cese de actividades debido a ella. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), durante el segundo trimestre del 2019 se perdieron 6 millones de empleos y la población ocupada se redujo en 39.6%; el Producto Bruto Interno (PBI) se redujo 30.2% durante el mismo periodo; las expectativas de crecimiento pasaron de cifras positivas de entre 2% y 3% a inicios del año, a una contracción de niveles cercanos al 14%; entre otros.

Durante el 2020, solo en Lima se perdieron 1.1 millones de empleos. En ese contexto las organizaciones (y todos en general) debemos estar preparados. ¿Cómo hacerlo? Un informe del MBA en Emprendimiento Digital del IEBS, escuela digital de Negocios de la Innovación y Emprendimiento, indica los retos que prevén para las empresas frente a una posible tercera ola de Covid19.

Digitalización de los negocios

Este proceso se puso rápidamente en marcha al iniciarse la primera cuarentena por la pandemia, pero sigue siendo la tarea pendiente para muchos negocios que ya no pueden dejar pasar. Entre los muchos desafíos que se pueden presentar están la facilitación de buenas conexiones, comunicación y resistencia frente a cualquier ataque de ciberseguridad.  Habrá empresas que tendrán que valorar la implantación de la automatización y robotización. Por ejemplo, en aquellas tareas que puedan ser recurrentes en ciertos sectores industriales y administrativos.

Potenciar el teletrabajo

Mejorar las condiciones del teletrabajo e intentar la flexibilización laboral será otro reto de las empresas para afrontar esta tercera ola. El teletrabajo ha venido para quedarse y las empresas tendrán que renegociar con sus trabajadores nuevas fórmulas más adaptadas al momento y a la situación sanitaria, económica y social. Recordemos además, que con la nueva Ley de Teletrabajo, son algunos servicios los que deberían ser costeados por los empleadores, como el uso de Internet.

Comunicación y empatía con los trabajadores

Tener un equipo unido, con buena comunicación y confianza ahora resulta fundamental. Los trabajadores constantemente sienten gran incertidumbre por la situación de crisis generalizada en la que vivimos. La comunicación con ellos, informarles de la situación en la que se encuentra la empresa, las necesidades que tiene y los retos a los que se enfrenta es una manera de fortalecer los lazos entre la empresa y los trabajadores.

Mantener ilusión

Quizás, el último reto, pero no el menos importante de las empresas para afrontar la pandemia por Covid-19 es mantener la ilusión y la motivación en la empresa, y sobre todo en los proyectos en los que se encuentran trabajando. Es necesario mantener y fomentar las ganas y la esperanza de que todo va a salir bien, así como claridad en la comunicación para reducir los niveles de incertidumbre en los equipos. Procura mostrar que en los desafíos se pueden crear nuevas oportunidades.

Tags:

Covid-19, IPE, Negocios, Tercera ola

Según el “Barómetro Edenred Perú 2021: La situación laboral a un año de la pandemia”, el 73% de los trabajadores que se encuentran realizando teletrabajo parcial o total indicó que su jornada laboral se incrementó entre 1 y 5 horas al día. Muchas veces puede tratarse por una sobrecarga laboral o una mala organización, sobre todo para quienes trabajan de forma independiente y sin un horario preestablecido.

Avance Psicólogos, centro de psicología que brinda terapia virtual a nivel global, explica por qué tener un horario fijo puede resultar beneficioso, no solo para la cantidad de horas de descanso, sino para nuestra salud mental:

Sirve como referencia para seguir nuestros progresos

Los horarios hacen mucho más sencillo que llevemos una medición de nuestros avances, estancamientos o retrocesos en los proyectos en los que estamos involucrados o en los que hemos decidido emprender. Un horario nos permite ser más conscientes de si tenemos mucho o poco trabajo acumulado y de las horas con las que contamos para realizarlo.

Nos ayuda a conciliar

Los horarios son un gran apoyo para poder organizar nuestro reparto de tareas, tomando en cuenta lo que hacen los demás en el equipo. De esta manera podemos reservarnos momentos y lugares para estar en compañía de nuestra familia, de nuestros amigos, o simplemente darnos tiempo para el propio autocuidado.

Ayuda a descansar bien

La desorganización horaria puede provocar un rápido desgaste de nuestra salud si afecta a nuestros hábitos de sueño, pues a mediano y largo plazo, se traduce en falta de horas de descanso de calidad. Seguir horarios actúa como un elemento protector que previene estos problemas, por lo que es recomendable determinar hasta qué hora trabajaremos, para permitirnos tener entre 6 y 8 horas de sueño de calidad para poder realmente descansar.

Hace posible que tengamos tiempo libre

La ley de Parkinson afirma que el trabajo se expande para ocupar todo el tiempo que podemos dedicarle. Por eso, para no perder tiempo de trabajo dejando que este ocupe todo un día, cuando en realidad podríamos haberlo hecho en un periodo mucho más corto, debemos apuntar a comprimir las horas que dedicamos a cada una de nuestras responsabilidades, y optimizar el uso que hacemos de esos minutos.

Es un elemento de motivación

Dividir nuestra jornada en pequeñas tareas u objetivos clave que nos marca el horario, aporta varias pequeñas fuentes de motivación, pues cumplir con cada una de ellas resulta tan incentivos a corto plazo que nos permite sentirnos bien con lo conseguido en cuestión de minutos o de horas. Esto, además, nos dará la sensación de haber avanzado mucho durante el día.

 

Foto de portada: ©BIGSTOCK

Tags:

Horario fijo, Ley de Parkinson, organización

Solo en Latinoamérica hay más de 9.3 millones de influencers, según un análisis de la plataforma española Influencity. Los influencers ya forman una comunidad de más de 20 millones en el mundo entero, y esta cifra no deja de crecer pues cada día más jóvenes desean convertirse en lo que ven en las redes sociales.

Expertos de IEBS, escuela digital de Negocios de la Innovación y Emprendimiento brindan algunos consejos para quienes están decididos a entrar al mundo de la influencia por redes sociales:

Fija un objetivo

Es importante que tengas clara tu estrategia. Define tus objetivos en cuanto a logros y cantidad de seguidores que deseas conseguir. También el tipo de marcas con las que deseas aliarte. Ten siempre presente cuál es tu estilo, qué se te da bien y qué deseas mostrarle al mundo.

Debes saber cuál es tu punto fuerte y en lo que destacas, pues esto ayudará a diferenciarte del resto. Millones de personas saben cantar, juegan videojuegos, visten siempre a la última moda, entonces, es importante encontrar aquello que te diferencia del resto. Ten un estilo y temática definidos para que así, los usuarios se sientan identificados contigo.

Ser auténtico

La marca personal es fundamental para convertirse en Influencer. Evita imitar a otros influencers, pues esto puede perjudicar tu credibilidad y autenticidad. Sé tú mismo, ten un estilo propio e intenta sacarle el máximo potencial posible a tu identidad.

Contenidos de calidad

Hacer publicaciones con imágenes borrosas, con mala luz o poca estética será uno de los principales impedimentos al momento de conseguir tus objetivos. Es primordial que el contenido se vea nítido, tenga una buena composición y la luz adecuada. Procura siempre que tus fotos vayan acompañadas de un texto breve, directo y con gancho.

Usar las historias de Instagram o Instagram Stories, es una buena manera de atraer seguidores nuevos y fidelizar a los existentes siempre y cuando estas sean divertidas, originales y con un tono cercano.

Tener seguidores de “calidad”

Existen numerosas plataformas para conseguir seguidores, pero este sistema no es recomendable, pues estos terminan convirtiéndose solo en un número en nuestra cuenta, y no nos aportan ni interacciones ni se convierten en leads. Los seguidores de calidad son aquellos que interactúan con nosotros y aportan un gran engagement. Lo importante es conseguir likes, comentarios y hacer mucho ruido para seguir creciendo.

Tags:

Influencer, público objetivo, Redes sociales

El psicólogo organizacional Juan Armando Corbin explica que los seres humanos podemos tener miedo por diversos motivos, y que en ocasiones se trata de una reacción adaptativa que aparece en situaciones de peligro. Sin embargo, no todos los miedos tienen esta característica positiva. Algunas personas pueden experimentar preocupaciones excesivas ante estímulos inofensivos o desconocidos, como la incertidumbre. Se trata de un sentimiento que interfiere en nuestro desarrollo personal.

Por ello es importante que veamos la incertidumbre como una oportunidad de cambio y salir de nuestra zona de confort. Una de las mejores maneras de superar el miedo a la incertidumbre es aceptar que esta existe y que las preocupaciones por la incertidumbre del futuro las sufre todo el mundo. Aceptar la experiencia ayuda a reducir la ansiedad, pues el cuerpo se relaja y no se pone a la defensiva.

En ese sentido y pese a tener cierto miedo y ansiedad por el cambio y la incertidumbre, exponernos a este miedo nos puede ayudar a darnos cuenta de que nuestros pensamientos eran solo interpretaciones sesgadas, y no la realidad.

¿Cómo vencer el miedo a la incertidumbre?

El experto recomienda algunas claves que pueden ayudarnos en el día a día a superar este miedo:

Practica la autocompasión

La autocompasión implica aceptar los fracasos que puedan suceder en nuestra vida y tratarnos con cariño a nosotros mismos. A veces podemos ser muy duros con nosotros mismos, y cuando las cosas no nos salen como deseamos, tendemos a ser nuestros peores críticos. Es necesario aceptar la experiencia y vivir el presente, y además tener una mentalidad libre y sin prejuicios hacia nosotros mismos.

Práctica Mindfulness

Se trata de una práctica basada en la meditación que logra un profundo estado de conciencia durante la sesión, y se usan varias técnicas concretas para alcanzarlo. Perseguimos conseguir que nuestra conciencia se relaje y no elabore juicios de nuestras sensaciones, sentimientos o pensamientos. Con el mindfulness conseguimos saber qué sucede en nuestro interior en cada instante. Además, esta técnica consigue separar a la persona de sus pensamientos para poder reconocerlos y poner en duda los patrones mentales, otorgando un gran peso al aquí y el ahora.

Identifica tus motivaciones

Una herramienta útil para superar el miedo a la incertidumbre es encontrar nuestras motivaciones, hacerlas conscientes y planificar nuestros objetivos de manera que tengamos una imagen más realista sobre el futuro que nos espera. Plantéate metas a corto plazo para ir paso a paso hacia objetivos mayores.

 

Foto de portada: Istock

Tags:

Crísis, Incertidumbre, oportunidad
Página 26 de 28 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28
x