Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga

Es tarea fundamental de la centroderecha -si quiere pasar a la segunda vuelta- derrotar a Keiko Fujimori. Ella encabeza las preferencias electorales (Ipsos le da 10% antes de la muerte de Alberto Fujimori y ésta la va a beneficiar políticamente) y es la rival a derrotar, junto con la izquierda radical.

La propia encuesta de Ipsos nos da algunas pistas. Preguntada la ciudadanía sobre los hechos más negativos en la historia de Alberto Fujimori, destaca en primer lugar la corrupción (37%), las violaciones a los derechos humanos (35%) y su alianza con Vladimiro Montesinos (30%).

Hay varios factores que pueden ayudar a la campaña anti Keiko. Primero, el inicio del juicio por el caso cocteles. Personalmente pienso que se va a caer, que es un absurdo, pero va durar hasta la campaña electoral y la va a golpear (la aprobación histórica a Keiko empezó a caer con su proceso penal). Y otro elemento significativo es que Montesinos saldrá libre antes de las elecciones, trayendo al presente lo más ominoso de la década de los 90.

Si la centroderecha golpea allí, en ese flanco, podrá afectar la candidatura de Keiko Fujimori y,si no hacerla descender, por lo menos evitar que suba por el envión de la muerte de su progenitor. Si además logra consolidar alguna alianza potente -discúlpese la cargosería con el tema-, podría colocar a un candidato en la segunda vuelta que enfrente a la izquierda radical, o a la propia Keiko Fujimori, asegurándose, en ambos casos -es lo más probable-, el triunfo final.

Cualquier estrategia de marketing electoral de los candidatos de centroderecha deberá incluir un vector antikeikista obligadamente. No van a trasvasar sus votos a favor suyo (la matriz de transferencia del fujimorismo es variada), pero ya dependerá de quienes sean candidatos atraer su propio caudal. Lo importante es impedir que Keiko se dispare y se asegure el pase a la jornada definitoria.

Por naturaleza ideológica, la centroderecha es más anticomunista que antifujimorista, pero la cifra de su éxito electoral dependerá de que sepa balancear ambas campañas al mismo tiempo y con la misma intensidad.

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La derecha peruana tiene que volver a imponer una narrativa, equivalente a la vinculada a la defensa del modelo económico, que tanto éxito político le retribuyó en los últimos 30 años. La resaca del apocalipsis económico que supuso la gestión del primer gobierno de Alan García bastó para que esa narrativa sobreviviera, potente y eficaz, a lo largo de este periodo.

Pero ese discurso claramente ya se agotó, políticamente hablando. Ya no surte efecto ni moviliza conciencias. El triunfo de Castillo demuestra fehacientemente que a las mayorías no les preocupa que ese modelo se venga abajo. Es culpa, en parte, de la propia derecha que dejó pasar, relativamente incólumes, proyectos centristas mediocres que subordinaron las prácticas procapitalistas (como fue, sobre todo, el gobierno de Humala), sin marcar una pauta crítica al respecto, pero también porque el paso de los años ha extenuado ese discurso, más aún en generaciones que no sufrieron el desastre alanista y no tienen, por ende, por qué comprarse en automático un discurso en sentido contrario.

Lo que corresponde es que la derecha, sin descuidar la defensa del modelo económico, recupere fueros en aspectos más vinculados a la democracia y la eficacia estatal. En suma, la reforma político-electoral y la ansiada reforma del Estado. La bicameralidad, la mejor representación electoral, el fortalecimiento de los partidos políticos, la descentralización, la salud y la educación públicas, la estructura del Ejecutivo, la reforma laboral y tributaria, son, por ejemplo, algunos aspectos en los que la derecha puede y debe tomar la iniciativa.

Tiene, a diferencia de la izquierda, tecnocracia mucho más calificada y expertos, en cada uno de esos campos, sobradamente más capaces que los que la izquierda puede exhibir (basta ver la orfandad programática que la coalición de izquierdas que nos gobierna, exhibe). Hay toda una generación de expertos, con estudios, inclusive, en el exterior, en las mejores universidades del mundo, que podrían aportar en esa narrativa, que rescate la lucha por construir en el Perú un capitalismo competitivo y una democracia sólida.

El problema es que la clase política de derecha es una lágrima. Nos merecemos algo mejor que la dupla Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga. Una está involucrada en todos los entripados mercantilistas habidos y por haber (transporte informal, minería ilegal, educación trucha, etc.) y el otro solo está obsesionado por una restauración conservadora. No tienen, ni por asomo, cercanía con la modernidad de los nuevos discursos descritos sino que, además, son muy malos candidatos, ambos. La derecha merece que su nueva narrativa, si la construye, vaya acompañada de mejores portavoces.

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Derecha, Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga, Pedro Castillo
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