Pero sobre todo, debemos cambiar nuestra mentalidad. Debemos entender que la informalidad no es solo un problema económico, sino también social y cultural. Debemos valorar el trabajo formal y la legalidad, y promover una cultura de la honestidad y la transparencia. Solo así podremos construir un país más justo y próspero para todos.
A la postre, más allá de remedios legalistas, lo que el Perú necesita para reducir la informalidad, es crecer a tasas superiores a las del crecimiento de su población. Hoy, si no fuera por la crisis política, lo podría estar logrando. Pero está demostrado que los menores niveles de informalidad acontecen cuando el PBI crece sostenidamente. Es la llave maestra de éste y muchos otros problemas institucionales que a veces sobredimensionamos en sus aspectos legales.