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En reciente entrevista a la cadena Telemadrid en España, la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, ha declarado que aún no decide si postula o no a la presidencia de la República.

Por el bien del Perú, no debería postular ni ella ni nadie en su reemplazo por Fuerza Popular, un partido político que se ha constituido en una rémora para la construcción de un Estado moderno, democrático y liberal.

Es de verdad una lástima que el encomiable esfuerzo de construir un partido se haya ido por la borda al conducirlo a la deriva autoritaria, mercantilista y conservadora, a la que Keiko Fujimori lo ha conducido.

Pudo ser -por ello el lamento- un partido liberal popular, con gran arraigo social en los estratos bajos, cosa que es un activo enorme para un partido de derecha, pero los gruesos errores políticos de su lideresa han aniquilado esa perspectiva.

La tremenda irresponsabilidad mostrada en el sabotaje al gobierno de Kuczynski, peor aún cuando se le habían abierto las puertas para firmar una alianza gubernativa, ya de por sí mostraba la entraña pueril del liderazgo keikista. Pero la actuación que está teniendo ahora la bancada de Fuerza Popular en el Congreso, sirviendo de sostén político de un régimen desprestigiado, mediocre, insolvente e incompetente como el de Dina Boluarte, nos revela que el error del 2016 no fue casual sino que el radar político de Keiko Fujimori está seriamente averiado.

Su abstención en las elecciones del 2026 podría permitir que algún partido o alianza de centroderecha coseche un caudal de votos que le permita pasar a la segunda vuelta (ojo que no viene en automático la cosa, que la matriz de transferencia del voto keikista es variopinta y va hasta a la izquierda) y nos evitaría el trance de tener que elegir entre un Antauro o similar y Keiko Fujimori.

Ya eso solo le otorga la valía suficiente a la abstención de Keiko de postular el 2026, quienpodría dedicarse ya con tiempo y tranquilidad a otros menesteres, que la política definitivamente no es lo suyo.

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Keiko Fuimori

La percepción que transmitió la presidenta Boluarte en su reaparición ante los medios de prensa, fue la de una persona soberbia, altanera, sobradora y, sobre todo, evasora de la verdad.

Boluarte, ese es el principal resumen de lo acontecido, no es consciente de la enorme responsabilidad que conlleva conducir las riendas de un país al borde de la ingobernabilidad por culpa del desborde delincuencial.

Para ella, su altísima desaprobación es producto de la mala prensa que tiene, que solo la critica y cuestiona en lugar de ensalzar los sonoros triunfos (¿?) que ha logrado.

El problema político que se desprende de este perfil psicológico de la primera mandataria, es que la lleva a ser refractaria al cambio y, por el contrario, a reafirmarse en lo que viene haciendo, creyendo que está bien hecho. En otras palabras, nada o casi nada va cambiar de acá a julio del 2026, si dura hasta entonces el régimen.

Boluarte se precia del crecimiento económico, cuando no es ese un logro suyo, sino de la resiliencia del inversor privado, producto de la estabilidad macroeconómica que el BCR ha logrado asentar a pesar de la crisis política.

En materia de seguridad ciudadana resalta avances que nadie de la población percibe (hoy justamente hay un paro de transportistas por este hecho) y, más bien, hizo gala de una gran xenofobia hacia los venezolanos, creyendo quizás que eso le da a dar algún rédito político, cuando todos los expertos coinciden en que la naturaleza del problema de la delincuencia no nace ni se asienta en la migración masiva de compatriotas venezolanos.

El problema es que no tenemos gobierno, sino solo uno de utilería, tan débil que depende de su alianza con un Congreso que también muestra tasas de desaprobación superiores al 90%.

Deberíamos crecer a 5 o 6%, no lo vamos a hacer. Debería haber un comando unificado contra la delincuencia encabezado por la presidenta, no lo va a haber, porque a Boluarte le importa poco resolver ese problema. Debería haber una lucha frontal contra la corrupción de los gobiernos regionales y municipales, no la va a haber porque Dina Boluarte les regala el dinero a cambio de su apoyo sin que le interese el destino de las generosas partidas presupuestales que dispone. En suma, estamos fregados hasta que venga un nuevo gobierno que ojalá no nos lleve a un disparadero mayor.

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gobierno de boluarte

Puede discutirse el periodo de la sanción penal impuesta a Alejandro Toledo, pero que la sentencia final es histórica y marca un hito judicial significativo es indudable.

Los delitos están comprobados, el expresidente recibió sobornos para facilitarle la entrega de una concesión a Odebrecht, lo hizo apenas ingresado al poder, o sea que ni siquiera tiene el atenuante de que el dinero que desfila usualmente por los pasillos palaciegos terminó por envilecerlo. Toledo empezó su gobierno robando.

Y debería servirnos, además, de lección política, respecto de los falsos moralizadores, aquellos que como Toledo supuestamente irrumpía virilmente contra la marmaja corrupta del fujimontesinismo, pero que a la postre terminó siendo igual o peor de corrupto.

Es el primer exmandatario sentenciado por el caso Lava Jato y seguramente vendrán más, y por ello asume el rol significativo que le adjudicamos. Es un triunfo de la justicia, nos guste o no que su protagonista haya sido un fiscal politizado y altamente cuestionado, que ya no debería seguir en el cargo que ocupa.

Se espera lo mismo con Martín Vizcarra, Susana Villarán, quizás Ollanta Humala (su caso no es tan claro), Keiko Fujimori no está comprendida en el mismo saco y, por el contrario, con ella se viene cometiendo una tremenda injusticia.

No creemos lamentablemente que esta sentencia sea disuasoria de casos futuros. Ya vimos cómo la trama judicial que llevó presos a decenas por la corrupción de la década fujimorista, fue sucedida por gobernantes corruptos por el caso Lava Jato. Y ya vimos también cómo ni siquiera eso inhibió a un gobernante como Pedro Castillo a resistir la tentación de meterle uña al erario nacional, sin ningún rubor y con absoluto descaro.

Pero sin importar ello, es ejemplar para el país que se haga justicia y que la ciudadanía vea que se castiga a los gobernantes corruptos. Es una lección democrática de primer orden y constituye, sin duda, un desfogue a la indignación popular por el grave problema de la corrupción generalizada en el país. Tarde o temprano, la mano de la justicia podrá llegar a sancionar al pillo.

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sentencia de Toledo

La próxima semana, a partir del 21 de octubre, empieza la huelga general indefinida del Sutep, que, sin proponérselo, puede ser el catalizador que integre las protestas y paros que han empezado con los transportistas y que amenazan con escalar.

La protesta social alcanza niveles de intensidad política, es capaz de mover la aguja del tablero gubernativo, cuando abarca diversos sectores, es efectivamente nacional, y no tiene final previsto. Eso puede ocurrir a partir del 21 y harían bien los gremios sociales en buscar ponerse de acuerdo para ampliar las plataformas y no solo hablar de las extorsiones o del incumplimiento del régimen de ciertos acuerdos educativos.

Si a ello se le suman inteligentemente los actores principales de la clase política opositora, el resultado puede ser sísmico para el régimen, haciéndole sentir que su basamento en Fuerza Popular y Alianza para el Progreso solo le sirve para tener paz con el Congreso.

Aunque resulte sorprendente, la centroderecha debería sumarse a la protesta y apoyar el paro. Así sea por conveniencia política, este sector debiera tener claro ya hace rato que mientras más perdure Dina Boluarte mejor les va a ir a los candidatos radicales populistas, tanto de izquierda como de derecha, y ellos, por el contrario, serán subsumidos por la vorágine polarizante que el ahondamiento de la crisis va a generar.

No pinta bien la cosa para el 2026. No surge hasta ahora un líder convocante, que se encarame sobre el resto, convoque la unidad nacional y aglutine fuerzas dispares en favor de una refundación republicana y liberal. Quizás esta coyuntura de protesta social sirva para medir la talla de quienes aspiran a ocupar ese lugar, aunque hasta el momento el mutis es total (hasta la Confiep se ha pronunciado y no los partidos ni los líderes de la centroderecha).

Quien se ponga de perfil en esta coyuntura, en la que el pueblo se pronuncia en las calles, perderá toda capacidad de convocatoria futura. A ver si lo piensan un poco y se ponen las pilas.

La del estribo: una vez más gratitud a Alonso Cueto, quien en su club del libro nos manda a leer obras extraordinarias. Este mes tocó en suerte Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac. Y en el teatro, vamos con expectativa a ver Brotherhood, obra argentina de la dramaturga y directora Anahí Ribeiro. Va en la Alianza Francesa desde el 15 de octubre hasta el 1 de noviembre. Entradas en Joinnus.

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huelga, paro nacional, Sutep

Más allá del balance contable que se haga respecto del acatamiento del paro o la magnitud de las marchas, lo cierto es que la protesta convocada hoy contra el gobierno posee una tremenda potencia política.

Rompe el dique de contención que inexplicablemente nos mostraba un país silente y sumiso frente a las tropelías de un Ejecutivo y un Congreso que no cesan en demoler la separación de poderes y el orden institucional democrático, pero que -y ese es el motivo de la protesta- no acompañaba su diligencia destructora en acciones efectivas contra los problemas reales que aquejan a los ciudadanos, como la inseguridad ciudadana y la corrupción.

Y es el punto de partida de una serie de protestas ya convocadas, entre ellas una que amenaza con ser contundente como es la huelga general indefinida del Sutep, y que podría significar un parteaguas político en el país.

Llamaba la atención que un Ejecutivo y un Congreso con tasas de desaprobación históricas no merecieran agitación callejera. Pues ya empezó y de ahora en adelante solo cabe esperar una espiral de crecimiento de la protesta. Enhorabuena, ante la apatía de la clase política opositora o los gremios formales más reconocidos.

Si no es el Congreso -cuestión casi imposible de que ocurra- solo la calle puede tumbarse a este régimen. Y ojalá crezca la protesta al punto de lograr la vacancia o renuncia presidencial y el adelanto de elecciones. El daño que le está produciendo al país la alianza ladina del Ejecutivo y el Legislativo es inmenso y va a tener un impacto electoral gigantesco si no se hace nada o no se le pone coto.

Es más, no importa si no se logra el objetivo (cabe mencionar que no es parte de la plataforma de hoy que se vayan todos); ya es bastante que la ciudadanía se movilice espontáneamente y exprese políticamente su malestar respecto del statu quo. Le hace bien al país, a la sociedad, a la democracia, al devenir electoral. La calle hace lo correcto en pronunciarse por fin respecto de un régimen mediocre, inoperante y antidemocrático.

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movilización, paro nacional, protestas

Solo el narcisismo exacerbado de sus protagonistas explica la inutilidad bajo la que se conducen hasta ahora los esfuerzos tímidos para producir un gran frente de centroderecha, que sea capaz de pasar a la segunda vuelta y allí derrotar o a Keiko Fujimori o al representante de la izquierda radical que termine por descollar.

El “síndrome Castillo” se ha apoderado de las mentes de sus líderes, que creen que la ruleta política, el sube y baja habitual de los tramos finales de las elecciones en el Perú hará que a alguno de ellos le sonría la fortuna y logre el triunfo anhelado (se recuerda que una semana antes de la primera vuelta, quien pasaba a la segunda vuelta por la izquierda no era Castillo sino Lescano).

En ese trance, resulta casi imposible hallar una salida, porque nadie quiere dar su brazo a torcer o si lo hace es imponiendo condiciones máximas, como asegurarse para sí la candidatura presidencial, cuestión que, obviamente, el resto no acepta planteada tan arbitrariamente.

Dificulta el proceso el hecho de que se agregue un punto porcentual de la votación por cada agrupación aliada, a las alianzas electorales, para que sus integrantes no pierdan la inscripción. Ello debería ser modificado por el Congreso y,además, permitir eventualmente que haya alianzas congresales y no presidenciales, que podría ayudar a evitar esta disputa de egos (al final las elecciones en primera vuelta serían una suerte de primarias presidenciales).

Es de vida o muerte que el Perú no se conduzca al escenario final de una disputa entre Antauro Humala y Keiko Fujimori (y tener, de mi lado, que volver a votar por Fuerza Popular ante la alternativa del desastre mayúsculo y desquiciado del etnocacerismo). Una opción así no asegurará que el quinquenio que se estrene el 2026 sea uno de refundación liberal y republicana, que con tanta urgencia necesitamos como país bicentenario.

 

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Antauro Humala, derecha peruana, Keiko Fujimori

1.- Lo primero es definirse sin ambages de derecha. Ya no es una mala palabra para los sectores populares. Por el contrario, según algunas encuestas, supera a la izquierda en autoidentificación ideológica.

2.- No es posible que Hernando de Soto, Fiorella Mollineli, Fernando Cillóniz, Roberto Chiabra, Rafael Belaunde, Carlos Espá, Ricardo Márquez, Carlos Neuhaus, Pedro Guevara, Carlos Anderson o Wolfang Grozzo, vayan por separado a una justa electoral. Todos unidos, en un solo frente, con un buen candidato y sobrados cuadros tecnocráticos y candidatos al Congreso, pasarán a disputar, sin duda, la segunda vuelta.

3.- Debe ser disruptiva. El “modelo” vigente, tal como lo entiende la gente, es un desastre, sin salud, educación, justicia, seguridad, crecimiento económico. Hay que patear el tablero y ser enfático en que se quiere cambiar el establishment, no mantenerlo y mucho menos defenderlo. Hay decenas de propuestas programáticas en diferentes sectores que bien podrían darle ese tono disidente a la derecha unida.

4.- Deben alejarse lo más posible del gobierno actual. Es un desastre absoluto. El pacto Ejecutivo-Legislativo que nos gobierna es una calamidad sin remedio y por eso su altísima tasa de desaprobación. Algunos sectores de la derecha se conforman con Dina Boluarte porque hay relativa paz social. Es un craso error de interpretación, que no está leyendo el inmenso malestar popular que crece a diario bajo la epidermis aparente de la calma.

5.- Debe cuestionar con dureza a los dos socios cooperantes del desastre, que son Keiko Fujimori y César Acuña, que en los hechos están demostrando cómo sería un gobierno de cualquiera de ellos. Por supuesto, ni pensar en sumar a Fuerza Popular o Alianza Para el Progreso, en ningún tipo de pacto o alianza.

6.- Empezar la campaña desde ya. Quien más recorra el país, más opciones tendrá. Lo pueden hacer. La gente no los identifica con el régimen y no son, por ende, repudiados. Con una buena campaña de marketing publicitario, la derecha debería estar llamada a disputarle a la izquierda radical o a Keiko Fujimori la jornada final de la segunda vuelta.

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elecciones 2026, ideas para la derecha

El 82.4%, preguntado por IEP por quién votaría si se adelantasen las elecciones, señala que no sabe, no precisa o que por ninguno. Al 43%, según Datum, le interesa poco informarse sobre política y al 28% simplemente no le interesa. A un 68%, según IEP le interesa poco o nada la política. Un 42%, según Ipsos, no se identifica ideológicamente ni de derecha, ni de centro ni de izquierda.

Bolsón electoral presto a ser conquistado e indicador, por ende, de que nada está dicho para las elecciones presidenciales venideras, sueñan los candidatos más optimistas que aún no aparecen en el radar.

Sin duda, hay un porcentaje de indecisos al interior de los resultados estadísticos mostrados, que a la hora nona, terminarán decidiendo razonablemente, pero el grueso de los que aparecen allí son ciudadanos anómicos a los que no les va a interesar quién candidatea sino al momento de estar parado en la cola para ingresar a votar y terminará haciéndolo por el que esté de moda, el que más excéntrico le parezca, el que más joda al resto.

Años de destrucción del debate público, de la ausencia de políticas públicas que ameriten una discusión alturada, de ausencia de políticos (que se esconden para recién aparecer cada cinco años), carencia de cuadros tecnocráticos en el ámbito político, por más explosión de politólogos de la que seamos testigos, la desvinculación de la academia, la farandulización de los grandes medios de comunicación, son, entre otras razones, las causas de esta situación harto peligrosa para la sostenibilidad democrática del país.

Ese ciudadano descrito en las encuestas no vota por buenos candidatos, por programas de gobierno, por equipos tecnocráticos y políticos por más años que haya costado labrar, no se fija siquiera en la lista de candidatos al Parlamento. Es un voto antisistema por naturaleza y difícilmente va a aminorar de acá al 2026.

Ese es el lecho rocoso sobre el que se va asentar la jornada venidera y sería bueno desde ya que los candidatos decentes establezcan campañas ad hoc para ese público (hay tácticas de microfocalización que hoy permiten llegar a niveles o segmentos focalizados pequeños con relativa precisión). Si no, serán desbordados y ni se enterarán por qué.

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elecciones 2026, Encuestas, votantes 2026

Keiko Fujimori ha recibido un claro impulso a su candidatura con la muerte de su padre y la imagen de reconciliación familiar que conllevó la buena relación entre ambos al final de la vida del exmandatario.

Según Ipsos, el recuerdo de Alberto Fujimori es altamente positivo. Un 44% siente pena por su muerte; 6% alegría. Preguntada la ciudadanía sobre el impacto de Fujimori en la historia, 61% dice que será más positivo y 31% más negativo. Un 56% se muestra de acuerdo con la rendición de honores, un 39% en desacuerdo.

Dependerá obviamente de Keiko Fujimori sacar partido de ese activo, porque, en principio, la mayoría estima que disminuirá la fuerza del fujimorismo, pero la lideresa de Fuerza Popular ya demostró saber sacarle manteca al albertismo en las elecciones del 2021. Probablemente haga lo propio para las del 2026.

Todo ello altera un poco la perspectiva electoral que de antemano existía (que dos candidatos de la izquierda radical pasen a la segunda vuelta) y recoloca a Keiko Fujimori en el partidor (ya las encuestas la colocan con alrededor de 10% de intención de voto, con lo cual pasa probablemente a la vuelta definitoria).

A ver si con eso, los candidatos de la centroderecha entienden que el rival a derrotar no es, en la primera vuelta, la izquierda, sino Keiko Fujimori. El antifujimorismo, habitualmente identificado con la izquierda, tendrá que pasar a ser una parte del arsenal político de la centroderecha.

Material de sobra tienen. El autoritarismo y corrupción de los 90 deberán ser traídos al presente. La irresponsabilidad macroeconómica del segundo mandato de Alberto Fujimori. La violación constitucional de querer una segunda reelección. Su postulación al Senado japonés. Su encubrimiento al grupo Colina. Etcétera, etcétera.

Una derecha liberal antifujimorista deberá ser el signo político que adquiera cualquier candidatura que pretenda encaramarse por encima de Keiko Fujimori y evitar que sea ella la que pase a la segunda vuelta y seguramente pierda la elección contra quien se le ponga al frente. Normalmente, el antifujimorismo se activa en la segunda vuelta. Será responsabilidad de la centroderecha (porque a la izquierda le conviene que su rival sea Keiko Fujimori), quien se encargue de ello.

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derecha peruana, Keiko Fujimori, pie derecho
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