De por sí estas mafias afectan la economía nacional. Algunos, cínicamente, creen que es mejor hacerse de la vista gorda y asumir que gracias a su actividad ingresan ingentes cantidades de dinero, pero olvidan que el “blanqueo” de tales dineros destruye la competitividad sana en muchos sectores donde estos mafiosos “invierten”. Los empresarios limpios no pueden competir con estas lavanderías.
De otro lado, la propia ilicitud de estas mafias es la causante, en gran medida, de la creciente ola delictiva que sufre el país. Disputas por territorios o cuotas de poder, ensangrientan las calles del Perú a punta de sicarios y plomo. No es admisible que se le mire de soslayo y no haya conciencia plena del aspecto central que la lucha contra estas mafias debiera tener en los planes de gobierno de cualquiera que quiera regentar el Estado peruano, el mismo que está a punto de ser capturado por bandas criminales y convertir al Perú en una nación fallida.