Fuera de ello, el primer mandatario tiene poco que anunciar, porque todas las políticas públicas que ha lanzado han sido un fracaso, y no hay entidad estatal que haya mejorado su funcionamiento gracias a la gestión perulibrista. Por el contrario, el Estado peruano está al borde del colapso, debido al irresponsable copamiento partidario de casi todo el organigrama burocrático.
Si algo cabal correspondiese a Castillo hacer hoy, en unas horas, es un mea culpa estruendoso y sincero, y una rectificación inmediata del modo de gobernar que ha desplegado en estos aciagos 365 días. Pero ello, sin duda, no ocurrirá. Seguramente hará un recuento demagógico de presuntas obras hechas, desmentirá oblicuamente, victimizándose, los indicios de corrupción que le tocan, y hará tres o cuatro anuncios efectistas para las tribunas. Más no se espera de un personaje que jamás debió tener bajo su responsabilidad el manejo de las riendas del poder. Creer que renunciará o convocará adelanto de elecciones es, ojalá me equivoque, una ingenuidad.