El ministro de Justicia, Aníbal Torres, ha ratificado en una reciente entrevista televisiva en el programa de Juliana Oxenford, que no está en los planes actuales del gobierno plantear la reforma de la Constitución a través de una Asamblea Constituyente.

Es una buena noticia para la gobernabilidad democrática del país que un gobierno que no tiene mayoría en el Congreso y que, además, en la primera vuelta electoral obtuvo apenas el 18.9% de la votación, se dé cuenta de que no tiene los fundamentos políticos para refundar el país.

Hubiera supuesto cruzar un Rubicón de insospechadas consecuencias. En la República romana, las legiones militares, cuando regresaban triunfales de una guerra, antes de entrar a Roma debían cruzar el río Rubicón, y para hacerlo dejaban sus armas en las afueras y de esa manera transmitían el mensaje de que ingresaban en calidad de ciudadanos respetuosos de la República. Julio César, en el 49 ac rompe con esa tradición y cruza con sus legiones armadas, rompiendo los cánones republicanos y sentando las bases para la fase imperial de la Roma antigua. Destruye la República.

Castillo no tiene los recursos legales para reformar la Constitución. No tiene 87 votos para, en dos legislaturas, lograr cambiarla, ni 66 para hacerlo en una primera legislatura y refrendarla luego en un referéndum. Solo podía hacerlo forzando al Congreso con cuestiones de confianza, por ejemplo, por la reforma del artículo 206, hasta obtener su disolución.

Hoy ya no lo puede hacer. La ley aprobada por insistencia por el Congreso excluye la posibilidad de plantearlas para temas relativos a “la aprobación o no de reformas constitucionales”, pero si el Ejecutivo se pusiera necio podría encontrar la forma de hacer cuestiones de confianza por políticas públicas inaceptables y lograr el mismo propósito: disolver el Congreso y aspirar a que el nuevo Legislativo le sea más favorable.

Solo en ese escenario hemos dicho con claridad que se justificaría que el Congreso opte, defensivamente, por la vacancia presidencial, pero, al parecer, ese riesgo insensato se ha alejado de la mente del gobierno, por lo menos así lo señala ya la Premier y un influyente ministro. Falta que lo ratifique el propio presidente Castillo, para dar la vuelta la página a una de las principales piedras en el camino de la gobernabilidad y de la sostenibilidad del régimen por el periodo de cinco años que por derecho le corresponde.

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“La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá” es una de las frases más potentes que ha escrito Carlos Alberto García Moreno, más conocido como Charly García, compositor, pianista, guitarrista, cantante y enloquecido músico de oído absoluto, nacido en el barrio de Caballito, en Buenos Aires, un día como hoy hace 70 años. Podríamos citar muchas otras frases, desde luego, pero esta declaración, letra del tema El tuerto y los ciegos, incluido en el tercer LP de Sui Generis, titulado Pequeñas anécdotas de las instituciones (1974), es un guantazo a la cara de muchos representantes de la “cultura” moderna, tan dispuesta a premiar con aplausos, adjetivos superlativos y ventas millonarias a expresiones de la más pura vulgaridad y mal gusto. Su vigencia es demoledora y sorprendente, en especial si pensamos que, cuando la escribió, Charly no cruzaba aun la barrera de los 25 años, la misma edad a la que un tal Benito Martínez, alias Bad Bunny, rompió rankings y cajas registradoras con un esperpéntico y barriobajero reggaetón llamado Callaíta, en el 2019.

El Ministerio de Cultura de Argentina celebrará al artista del bigote bicolor con un megaconcierto llamado ¡Charly Cumple!, que arranca a las 2 de la tarde de hoy, en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (sigue aquí la transmisión en vivo del evento). La jornada tendrá cuatro bloques con la participación de orquesta de cámara, conjunto de jazz y banda de rock para interpretar su amplio catálogo, con invitados especiales como Raúl Porchetto, Fabián Von Quintiero, Celeste Carballo, María Rosa Yorio, entre muchos otros destacados músicos argentinos. Paralelamente, habrá conversatorios académicos y exhibiciones sobre su trayectoria. Asimismo, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires organizó, desde inicios del mes, una nutrida agenda de actividades y homenajes, bajo el hashtag #CharlyBA y hasta una web especial https://charlyba.buenosaires.gob.ar/ en la que sus fans pueden dejar textos, canciones y fotos para celebrar a su ídolo. 

Es innegable la enorme importancia de Charly García en el ecosistema musical argentino. Sin embargo, no coincido con quienes lo llaman genio porque, lamentablemente, una combinación nociva de vicios y enfermedades melló, desde hace un par de décadas, su capacidad para escribir canciones relevantes, que fueran consecuentes con aquella etapa juvenil en la que, por muchos motivos, logró acercarse a esa genialidad que se le suele atribuir, rozándola con estremecedora facilidad. Y no porque todas sus composiciones tuvieran que contener, necesariamente, versos inteligentes y reflexiones filosóficas –No se va a llamar mi amor (Piano Bar, 1984), es un rock directo y muscular, gritado a todo pulmón, sin alturas líricas pero con impacto y musicalidad. Pero, pasar de himnos generacionales como Canción para mi muerte (Sui Generis, Vida, 1972), Rasguña las piedras (Sui Generis, Confesiones de invierno, 1973), o Inconsciente colectivo (Yendo de la cama al living, 1982) a los ejercicios de vacía autoindulgencia de discos como La hija de la lágrima (1994), Say No More (1996) o El aguante (1998), es un bajón tan radical que no puede ser pasado por alto desde un punto de vista objetivo, alejado del fanatismo que exhiben los argentinos cuando se trata de sus íconos culturales. Y Charly García es eso, un ícono cultural. Como Quino, Spinetta, Les Luthiers o Cortázar. Pero también es un generador de idolatrías sobredimensionadas, como Maradona o Messi. 

Su conexión elemental es, por supuesto, con el rock, género ajeno a la sensibilidad latinoamericana al que hizo avanzar “siempre en off-side, o sea un paso adelante que el resto”. Abrazó la estética y el sonido bucólico del folk con Sui Generis, durante sus primeros dos años (1972-1973) y luego se sumergió en el rock progresivo y el jazz-rock, en la segunda etapa de Sui que culminó con los conciertos de despedida en el Luna Park, los días 5 y 6 de septiembre de 1975-, La Máquina de Hacer Pájaros –que produjo dos extraordinarios y poco valorados discos, fuertemente influenciados por el prog-rock británico, como apreciamos en temas como Boletos, pases y abonos u Obertura 7.7.7., Porsuigieco (1976-1977) –supergrupo semi-acústico junto a Nito Mestre, León Gieco, Raúl Porchetto y María Rosa Yorio, madre de su único hijo, Miguel- y Serú Girán (1978-1981), en su momento considerados «los Beatles“ argentinos”-; para luego construir su propio lenguaje pop-rock, reuniendo en torno suyo a una nueva generación de instrumentistas que se convirtieron en sus acólitos –Fito Páez, Fabiana Cantilo, Pablo Guyot, Willy Iturri, Alfredo Toth –luego conocidos como GIT- y desatando una fiesta de pianos, sintetizadores y guitarras entre 1982 y 1990, produciendo clásicos del rock en nuestro idioma con discos como Clics modernos (1983), el mencionado Piano Bar (1984), Tango (1986, con Pedro Aznar) o Parte de la religión (1987). 

Pero también apostó por el sonido localista del rock gaucho, que se manifestó a lo largo de su trayectoria, desde la auroral Cuando ya me empiece a quedar solo (Sui Generis, Confesiones de invierno, 1973), hasta No soy un extraño (Clics modernos, 1983), Raros peinados nuevos (Piano Bar, 1984) o incluso en su última etapa con Tango, del disco Rock and roll YO (2003); las baladas dramáticas y surrealistas, en las que realiza críticas pesadas acerca de los horrores de la dictadura que maltrató a Argentina entre 1976 y 1983, con melodías como Los dinosaurios (Clic modernos, 1983), Canción de Alicia en el país, Desarma y sangra o Cinema verité, grabadas con Serú Girán, en los discos Bicicleta (1980) y Peperina (1981). En cualquiera de sus épocas, Charly fue siempre una caja de sorpresas. Pero cuando las sinapsis comenzaron a interrumpirse, surgió el lado oscuro, la agresividad sin sentido, la filosofía barata y los zapatos de goma, la pintura plateada sobre el cuerpo y ese extraño mensaje en inglés que solo tiene sentido cuando lo pronuncia él mismo: “Say No More”.

Para cuando hizo el concierto desenchufado para MTV, en 1995, era un hecho que su estrella se estaba apagando. Aun cuando ya tenía un largo historial de situaciones conflictivas, los tropiezos y gestos despectivos de esa velada hacían entrever que Charly venía de bajada, a pesar de que aun le sacaba finos fraseos al piano y su banda respondía bien al desafío. Luego vinieron muchos más conciertos, marcados por la irregularidad y la controversia. Pero la cosa empezó a ponerse peor. El recordado episodio del clavado desde el noveno piso de un hotel en Mendoza –en marzo del año 2000- fue visto por muchos como un acto de simple y llana locura, desprovisto de contenidos simbólicos. 

Para entonces ya todos sabíamos que Charly era, por decirlo amablemente, algo más que extravagante. Sus hábitos dentro y fuera del escenario –intolerante e irascible, de reacciones exhibicionistas, declaraciones violentas y arrogantes- formaban parte de su leyenda desde hacía mucho, una muestra de su carácter indomable frente a la autoridad y los convencionalismos sociales. Canciones como Confesiones de invierno, Yo no quiero volverme tan loco o El fantasma de Canterville, Estoy verde (No me dejan salir), Demoliendo hoteles o De mí, tocan, en tonos autobiográficos, el tema de la locura. Esa tendencia al comportamiento tanático lo emparenta con otras peligrosas figuras del rock mundial como Jim Morrison, Iggy Pop u Ozzy Osbourne y el temor de que pudiera pasarle algo acechaba todo el tiempo a quienes más lo conocían, como David Lebón o Pedro Aznar, sus amigos y compañeros en Serú Girán.

Discos como Influencia (2002) –que tiene como uno de sus principales singles un cover de 1982 del norteamericano Todd Rundgren, hecho insólito para un músico que construyó su reputación creando sus propias melodías- o Rock and roll YO (2003) intentaron dar un nuevo respiro a su carrera, pero son solo una colección de buenas ideas, interpretadas a retazos por la sombra de Charly, que abusa en estos álbumes de sonidos repetitivos pregrabados y tecnologías digitales para disimular sus altibajos. Sus dos últimas producciones en estudio, Kill Gil (2010) y Random (2017) poseen bastante de aquel brillo instrumental que exhibió en épocas pasadas y salpicados atisbos de la lucidez y rebeldía que lo caracterizaron siempre, aunque sus problemas de salud física y mental se evidenciaban cada vez más.

El verdadero colapso ocurrió en 2008 con varios internamientos en centros de rehabilitación y riesgos de muerte, que cesaron gracias a la intervención de su amigo y colega, Ramón “Palito” Ortega quien lo llevó a una tranquila quinta bonaerense, donde García consiguió recuperarse después de varios años de descanso y terapias. En el 2018 protagonizó el primer capítulo de la serie de NatGeo, Bios: Vidas que cambiaron la tuya, donde se le puede apreciar recuperado de peso –su extremada delgadez era también legendaria- pero con dificultades para hablar y moverse. Un año después participó, con Lebón y Aznar, del lanzamiento de una versión en vinilo, con sonido restaurado, de La grasa de los capitales, en el 40 aniversario de este histórico disco, el segundo de Serú Girán, que contiene clásicos como Viernes 3 AM, San Francisco y el lobo y Perro andaluz

Charly García llega, sorprendentemente para muchos, a los 70 años, tras superar prácticamente todo -incluso el COVID-19, que se le diagnosticó en mayo del 2020- y, a pesar de su naturaleza confrontacional y desadaptada, recibe de sus seguidores oleadas de cariño y agradecimiento, por haber escrito la banda sonora de dos generaciones de rockeros latinoamericanos, lo cual lo convierte en uno de los artistas argentinos más influyentes de la historia de la música popular contemporánea. 

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Es marzo del 2020 y la noticia del inicio de la cuarentena la escucha Rita Suaña, con preocupación. “¿Ahora qué vamos a hacer?”, se pregunta. Como gran porcentaje de peruanos ella vive del día a día, de las ventas que logra hacer gracias al turismo. Rita -madre de tres hijos- vende artesanías en las afueras de su hogar, en las Isla de Los Uros, en el Lago Titicaca, a 3810 metros sobre el nivel del mar.

Entonces pasó lo evidente. Se cerró el puerto del Lago Titicaca, desde donde los turistas toman los botes para llegar a Los Uros y la Marina de Guerra del Perú- cuenta Rita- impedía que salieran o entraran personas a estas islas flotantes hechas de totora y esteras. Entonces, al temor del virus que comenzaba a matar peruanos llegaban preocupaciones más cotidianas e igual de aterradoras que morir de Covid-19: Sin turistas ¿Qué venderemos? Sin dinero ¿Qué comeremos? Temible binomio que los hacía pensar en lo difícil que es subsistir con la necesidad al acecho.

“Ya no podíamos resistir, no teníamos alimentos”, cuenta Rita. “Las familias practicábamos el trueque para no quedarnos sin comida. Cambiábamos pescados con papa, chuño o cereales para alimentarnos. Teníamos que hacer algo”, dice, al recordar estos primeros días de cautiverio.

Tejidos       Tejidos Flor del Lago

En la Isla de Uros viven unas 2500 personas y su principal actividad económica es la elaboración de tejidos de tapices de lana, la pesca y la caza. Rita entendió que debían enfrentarse a este terrible momento y ponerse a trabajar. Diseñó mascarillas con flores tejidas a mano y los paisajes andinos del Lago Titicaca. Entonces le comentó a 10, 20, 30 mujeres de las islas que podían hacer más y venderlas. Las medidas de cuarentena comenzaron a flexibilizarse y ya podían ir a los mercados o ferias de Puno a vender sus productos.

Comenzaron a ofertar sus mascarillas, a ganar algo de plata y con ese dinero pudieron comprar alimento. “Entonces más mujeres nos pusimos contentas de llevar dinero a casa. Se sumaron más e hicimos fuerza”, recuerda Rita. Así nació la Asociación Mujeres Emprendedoras Qot Tika – Flor de Lago, organización que ahora reúne a 200 mujeres artesanas  de las Islas de Los Uros que venden barbijos, mantas, cojines y telares bordados a mano.

“Esta organización nació por necesidad en la pandemia. Las familias en Los Uros vivíamos en una situación difícil. No llevábamos un sol a casa. Teníamos que subsistir”, explica, quien enseñó y capacitó a las mujeres de Los Uros a emprender este negocio.

Flor del Lago busca empoderar mujeres. «Acá hay mucho machismo», dice Rita. «Es raro para ellos que haya organización de mujeres. Antes nos prohibían reunirnos o capacitarnos, pero eso ya cambió», agrega. «Como líder y profesora y presidenta de la Asociación estoy feliz de que me haya nacido esta fuerza y he luchado para que esto se haga realidad. Veo que todos ponen empeño. Nos valoran como mujeres», enfatiza. “Toda nuestra vida hemos trabajado como artesanas. La mujer ha cumplido un rol importante en este tiempo. Hemos subsistido gracias al arte y a la energía que poníamos las mujeres. Nos hemos empoderado. Valoramos más nuestro trabajo como mujeres artesanas”.

Conquistaron el mundo digital

Al no llegar turistas a las Islas y la posibilidad de salir a los mercados de Puno a vender todavía era limitada, tuvieron que ingeniárselas para vender. Entonces crearon una cuenta de Facebook, donde exhiben sus productos. Abrieron un WhatsApp para atender a todo aquel que les haga pedidos. Entendieron que debían cobrar a través de transferencias con aplicativos, como Yape. Y los pedidos comenzaron a llegar de Puno, Arequipa, Cusco y Lima. Luego a Estados Unidos y España.

Y los resultados no tardaron en llegar. La Asociación Mujeres Emprendedoras Qot Tika – Flor de Lago ganó, hace unos, el Premio ConectaRSE para Crecer 2021 de Movistar, en la categoría Mujer Emprendedora. Recibirán 10 mil soles que deberán destinar a insumos y equipamiento para hacer crecer su proyecto. Además, obtuvieron una membresía Kunan+, que les permitirá conectarse con otros emprendimientos. También accederán a asesoría legal.

Rita entonces, nos muestra sus productos a través del Zoom. Están llenos de colores y tienen un sello especial: la reafirmación de su identidad a través de su arte. “Nosotras hemos nacido artesanas y resistentes. Valientes y luchadoras”, dice, orgullosa de lo alcanzado: el haber logrado alimentar a sus familias con ingenio, esfuerzo y arte.

Su emprendimiento, en el corazón del Lago Titicaca, así lo demuestra.

Dato:

Pueden contactar a la Asociación Mujeres Emprendedoras Qot Tika – Flor de Lago a través de su cuenta de Facebook e Instagram  o a través del WhatsApp: 995544874.

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Ocurrió este año en Francia. El 5 de octubre la Comisión Independiente de Abusos Sexuales en la Iglesia, encargada por el episcopado francés en noviembre 2018 de investigar la pederastia clerical en el país galo, publicó un devastador informe. Desde 1950 han actuado en la Iglesia católica francesa entre 2,900 y 3,200 pederastas, y el número de víctimas de sacerdotes y religiosos asciende a por lo menos 216,000. Si se incluyen también a los abusadores laicos que trabajaban para la Iglesia, el número asciende a por lo menos a 330,000 víctimas.

Aún así, la gran mayoría de los autoridades de la Iglesia siguen sin ver que las raíces del problema están en el sistema eclesiástico mismo. Y si bien el celibato obligatorio para presbíteros ordenados en la Iglesia católica romana no explicaría todo el problema, sí sería parte importante de él. Como decía el cardenal italiano Carlo María Martini SJ (1027-2012): «Tal vez, no todos los hombres que estén llamados al sacerdocio tengan ese carisma [del celibato]». Y claro, si se ven obligados a guardar esta norma, la tragedia está servida. Y se manifiesta generalmente en una sexualidad vivida en los subterráneos de la existencia. Una sexualidad reprimida que puede eclosionar de la peor manera cuando se aprovecha la condición de guía espiritual para seducir a personas que están bajo su responsabilidad, entre ellas menores de edad.

Quienes hemos vivido bajo la obligación de celibato en las comunidades sodálites sabemos lo frágil que es la promesa de mantenerse alejado de la expresión de una sexualidad activa, por más vida espiritual y ascetismo que se practique. Como se dice en el lenguaje católico, uno siempre termina “cayendo” de una u otra manera. Lo más grave es que esto va unido a una falta de percepción del terrible daño que se puede causar, si la caída ha involucrado a otra persona a la que se ha manipulado psicológicamente para que realice ciertos actos, sin que haya habido un auténtico libre consentimiento de su parte.

En un voluminoso libro de espiritualidad que leíamos a diario en las comunidades sodálites, el “Ejercicio de perfección y virtudes cristianas” del P. Alonso Rodríguez SJ (1526-1616), teólogo jesuita del Siglo de Oro español, se cuenta lo siguiente en la parte que trata “De la virtud de la castidad”:

«¿A quién no espantará aquel ejemplo que cuenta Lipomano de Jacobo, ermitaño, que después de haber servido al Señor más de cuarenta años con grandísimo rigor y penitencia, siendo ya de edad de sesenta años e ilustre en milagros y en echar demonios, le llevaron una doncella para que le sacase un demonio, y después de echado, no osaron los que la trajeron llevarla consigo, porque el demonio no se le atreviese, y él permitió que se quedase con él. Y porque se fio y presumió de sí, permitió Dios que cayese; y porque un pecado llama a otro, hecho el mal recaudo, con miedo de ser descubierto, la mató y echó en un río; y por remate de todo, desesperado de la misericordia de Dios, se determinó de volver al siglo a entregarse del todo a los vicios y pecados que tan tarde había comenzado. Aunque después no le faltó la misericordia de Dios, que le volvió a sí; y hecha rigurosísima penitencia de diez años, volvió a cobrar la santidad primera, y fue santo canonizado».

El relato chirría por todas partes, comenzando por el hecho de que la víctima es el ermitaño que cayó en la tentación, mientras que la joven violada y asesinada es una anécdota más. El abuso sexual que aquí se narra es tratado solamente como una falta contra la castidad. No interesan para nada ni la víctima ni sus eventuales familiares. El final feliz consiste en que el ermitaño, que debería haber sido juzgado por los crímenes que cometió, después de dedicarse durante un tiempo a la dolce vita, hace penitencia y termina convirtiéndose en un santo.

Ni qué decir, un ejemplo así sólo refleja la conciencia que la Iglesia católica ha tenido del abuso sexual y que no parece haber evolucionado ni cambiado en la actualidad. Como ocurre en el caso del Sodalicio, donde las víctimas han sido tratadas como meras anécdotas, mientras se espera que el “castigo” con propósito de enmienda que supuestamente está cumpliendo Luis Fernando Figari en su retiro romano ayude a que se redima de sus “pecados” y le permita alcanzar la santidad que tanto proclamaba en sus escritos.

El tema de los abusos sexuales eclesiásticos es complejo y la eliminación del celibato obligatorio para los clérigos no lo solucionaría del todo, pero probablemente ayude a mitigarlo —pues una relación sexual madura forma parte del desarrollo humano de una persona— y contribuiría a disminuir el número de curas psicológicamente inmaduros. Por ejemplo, un estudio comisionado por los obispos estadounidenses a fines de los años 60 al P. Eugene C. Kennedy y a Víctor Heckler (“The Catholic Priest in the United States: Psychological Investigations”) y enviado a los obispos en 1971 llegaba a la conclusión de que sólo el 7% de los clérigos estaban emocionalmente desarrollados, otro 18% estaba en proceso, 66% estaba emocionalmente subdesarrollado y un 8% presentaba un desarrollo emocional torcido. Por supuesto, el episcopado no discutió estos resultados e ignoró el informe.

No niego que el celibato también puede ser una opción madura, siempre y cuando la persona tenga vocación para ese estado de vida y lo elija libremente, sin que se vea obligada por las funciones que se quiere desempeñar. Sin embargo, existe una obsesión patológica entre las autoridades eclesiásticas por mantener una práctica que ni siquiera es tan antigua como se nos quiere hacer creer.

El historiador eclesiástico alemán Hubert Wolf describe la evolución del celibato como sigue. En el cristianismo de los orígenes, tal como está reflejado en los escritos del Nuevo Testamento, lo más común era que los sacerdotes estuvieran casados, con la única restricción de que, en caso de enviudar, no les estaría permitido volver a casarse. Los mismos doce apóstoles de Jesús habrían tenido mujer, como era común en el judaísmo de esa época. A partir del siglo IV se les habría exigido a los sacerdotes la abstinencia sexual temporal dentro del matrimonio, pero sólo cuando debían dedicarse al servicio del altar —una Misa, por ejemplo—. A partir de los siglo VI y VII se les pide a los curas en Occidente abstenerse de relaciones sexuales con su mujer, es decir, vivir con ella como si fueran hermanos —lo cual en la práctica difícilmente se cumplía—.

A partir del siglo X, debido a la influencia de algunos Papas que provenían de comunidades monacales que practicaban el celibato y que condenaban las relaciones sexuales como “impureza” y “suciedad”, se les exige a los curas separarse de sus mujeres, a las cuales ya no se llamó “esposas” sino “concubinas”. Y concubina era cualquier mujer que compartiera cama con un cura, ya sea que estuviera casada legítimamente con él o no. Esto generó una amplia resistencia de parte del estrato clerical, y muchas veces se tuvo que imponer esa norma que venía de lo alto con violencia, a sangre y fuego. Por ejemplo, a mediados del siglo XI el Papa León IX convirtió en esclavas de su palacio a todas las mujeres de Roma que convivieran con clérigos. Otro ejemplo fue lo ocurrido en Milán, donde el obispo ofrecía resistencia a los mandatos de Roma. En 1063 el Papa Alejandro II dio la señal para el inicio de una suerte de guerra civil que duraría hasta 1075, donde turbas guiadas por monjes expulsaban a los curas de sus parroquias, o los mataban delante del altar junto con sus mujeres y sus hijos. Y durante su pontificado el Sínodo de Girona de 1068 determinó que todo clérigo que tenga mujer o concubina dejará de ser clérigo, perderá sus prebendas y deberá estar en la Iglesia entre los laicos. Si desobedeciera, ningún cristiano deberá saludarlo, ninguno comer y beber con él, ninguno rezar junto con él en la Iglesia; si se enferma, nadie deberá visitarlo y, en la medida en que muera sin penitencia y comunión, no deberá ser enterrado.

En 1139 se declara por primera vez que la ordenación sacerdotal hace inválido cualquier matrimonio que un clérigo atente con una mujer. Y recién en el Código de Derecho Canónico de 1917 se establece que el matrimonio es impedimento para ser ordenado sacerdote. Por supuesto, hay excepciones, como en las Iglesias orientales, donde hombres casados pueden ser ordenados sacerdotes, o en el caso de sacerdotes casados de la Iglesia anglicana que hayan decidido pasarse a la Iglesia católica.

Pero una cosa son las normas y otra, la vida real. Sería ilusorio creer que, por el solo hecho de existir el precepto del celibato obligatorio para los curas, éstos se convierten en seres angelicales para los cuales la sexualidad no existe. La vida sexual de los clérigos es un hecho, según lo demuestran incontables testimonios históricos. Como reza un dicho popular: «El cura es aquella persona a la que todos llaman padre, menos sus hijos, que lo llaman tío». La convivencia con una mujer ha asumido diversos disfraces y la compañera sentimental del clérigo con frecuencia ha ocupado el puesto de ama de llaves o de cocinera de la casa parroquial.

Lo cierto es que no existe ningún argumento de peso para mantener el celibato obligatorio de los curas, los cuales también tienen derechos, entre ellos el que señala la declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su artículo 16: «Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia…»

El celibato impuesto es un acto de violencia. Y como acto violento, también tiene consecuencias violentas. La historia de abusos de la Iglesia católica así lo demuestra.

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Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 245: ¿El Congreso le dará el voto de confianza a Mirtha Vásquez? Y Hugo Ñopo comenta la viabilidad e impacto de una subida del salario mínimo en el Perú.

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Congreso, Hugo Ñopo, Mirtha Vasquez

Setiembre del 2020 es una fecha inolvidable para las arcas de FRC Consultores, la empresa del ahora fujimorista Fernando Rospigliosi. Ese mes, Fuerza Popular contrató sus servicios para elaborar propuestas en materia de seguridad ciudadana. El desembolso, provisto de acuerdo a ley por la ONPE, fue de S/.180.000. Rospigliosi ha señalado que el trabajo está plasmado en un documento de 400 páginas que hasta ahora no ha mostrado.

Lo que sí es público es el capítulo de seguridad del plan de gobierno fujimorista, donde están reseñadas sus propuestas. Sudaca sometió este acápite del plan naranja al análisis de cuatro especialistas. Los entrevistados coinciden en que no hay ninguna novedad en las diez iniciativas. ¿Tanto dinero para eso? 

NADA NUEVO BAJO EL SOL

Una de las “novedosas” propuestas de Rospigliosi es el programa ‘Distrito seguro’, el cual plantea enfrentar los delitos callejeros “fortaleciendo las comisarías”, colocando a los “mejores policías” al frente de estas. El programa incluye un entrenamiento adecuado de efectivos, reforzar la investigación criminal, elaborar mapas actualizados del delito, mejorar la coordinación con el serenazgo y “desarrollar un programa que involucre la colaboración de la población”.

Los especialistas consultados coinciden en que esta idea es reciclada y que “lo novedoso sería ponerlo en práctica”, como asegura Ricardo Valdés, exviceministro del Interior. Elohim Monard, investigador en políticas públicas de seguridad ciudadana, lo secunda: “No se necesita ser un genio ni un especialista en seguridad. Todos los gobiernos dicen que necesitan a los mejores policías”.

Además, ya existen dos programas con características similares al planteado por Rospigliosi: ‘Vecindario seguro’ y ‘Barrio seguro’. El primero es una estrategia de la policía y el otro, del Ministerio del Interior. “Lo que se está haciendo es ponerle un nombre nuevo a lo que ya existe. Más bien, omite la estrategia focalizada, preventiva, multisectorial, que lo que hace es identificar barrios donde hay muchos factores de riesgo y dar paquetes multisectoriales de prevención”, dice Monard.

Otros problemas que se abordan son el crimen organizado, el terrorismo y el narcotráfico. Para combatir este último flagelo, Fuerza Popular propuso “erradicar la coca ilegal y al mismo tiempo aplicar programas de desarrollo alternativo”. “Lo que acabas de citar es el título con el que empieza cualquier libro de los que se han hecho en los últimos 20 años: erradicación más cultivo alternativo. Todos lo hacen, no entiendo cuál es la novedad. No entiendo cómo le pueden pagar a alguien tanta plata para escribir esas líneas”, cuestiona nuevamente Elohim Monard.

Respecto a la estrategia para acabar con los remanentes terroristas, se plantea repetir lo hecho en el Alto Huallaga y en el Vraem: trabajo de inteligencia y golpes certeros a miembros clave de estas organizaciones. “No es novedoso lo que se está planteando. Esta propuesta sí podría resolver el problema, pero no es innovadora”, asegura el exviceministro Valdés. 

Para terminar con el crimen organizado, Rospigliosi propone luchar contra la corrupción en la PNP. ¿Cómo? Una de las ideas es la creación de una oficina de Asuntos Internos “con capacidad investigadora y sancionadora, estableciendo sanciones pecuniarias y teniendo como criterio para designar a los mandos no solo la eficacia, sino la honradez”.

Lo que resaltan los especialistas es que ya existe esta dependencia y tiene esas capacidades. “La oficina de Asuntos Internos ya funciona en el sector Interior desde hace muchísimos años, y funciona desde la primera gestión de Rospigliosi como ministro del Interior. Eso no es nuevo. Lo que se está haciendo es ajustes a lo que ya existe, pero no hay novedad”, señala Ricardo Valdés. 

Los S/180.000 también se fueron en propuestas como esta: “explorar la implementación de una policía comunitaria (…) a través de programas piloto”. ¿Cuáles serían esos programas pilotos? El plan de gobierno no lo especifica. Según Valdés, es “más de lo mismo, una propuesta que en la práctica ya existe desde hace tiempo”. Se refiere a la Dirección Ejecutiva de Seguridad Ciudadana, cuyo objetivo es “promover la participación activa y organizada de la comunidad en la seguridad ciudadana”.  

Para Wilson Hernández, también especialista en seguridad ciudadana, esta propuesta es un punto importante que debería desarrollarse mejor, pero no es novedoso y, para variar, tampoco hay nada concreto. “No hay nada concreto, es una generalidad que se repite desde hace varios años”, dice el investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE).

Fuerza Popular tomó como actor central a la policía para combatir la inseguridad ciudadana. Por ello, proponían “privilegiar la calidad de formación de la PNP”. Para César Ortiz Anderson, presidente de la Asociación Pro Seguridad Ciudadana (Aprosec), “se usaron tres neuronas” para presentar una idea que repiten todos los políticos casi de paporreta.

Yo no entiendo cómo le pueden pagar tanta plata a alguien para decir eso que es obvio. Que la policía necesita mayor calidad en las escuelas lo sabe cualquiera, ni tienes que ser un especialista en seguridad ciudadana para decirlo, seguramente se lo preguntas a alguien en la calle y te lo va a decir”, explica a su vez Elohim Monard.

 

Fernando Rospigliosi fue parte del equipo técnico de Fuerza Popular en las últimas elecciones.

Otro de los planteamientos que se pueden encontrar en el plan de gobierno de FP y que ha causado preocupación es la idea de desarrollar “un marco normativo para proteger los derechos de los policías”. Como explican los especialistas, este marco normativo ya existe y, nuevamente, no es una idea nueva que pueda resolver el problema.

Además, podría traducirse como una protección incondicional a los policías para permitirles hacer un uso desmedido de la fuerza. “Es una propuesta gaseosa”, sentencia Wilson Hernández. Y agrega: “Los temas que plantea FP en su momento son demasiados generales para problemas tan complejos”.

Rospigliosi también propone la construcción de más penales para disminuir el hacinamiento. El plan de gobierno no se responde cuántas cárceles serían. En el debate técnico, sin embargo, el exministro del Interior señaló que deberían construirse cinco cárceles solo en Lima. No detalló cuántas otras en regiones. 

Según cálculos de Elohim Monard, investigador en políticas públicas de seguridad ciudadana, para “solucionar” el hacinamiento de presos se necesitaría, como mínimo, 20 penales de 3.000 personas cada uno para alojar el exceso de 60.000 internos. “¿Con qué dinero se va a hacer eso? No van a alcanzar la plata ni el tiempo para construir todo. Y cuando se termine de construir, probablemente se va a tener el doble de internos”, explica. Para el investigador, lo importante es plantear medidas de prevención del delito, las cuales brillan por su ausencia en el plan de gobierno.

En un intento por defenderse de los cuestionamientos, Rospigliosi escribió en su blog: “Como en toda investigación académica, se revisó la bibliografía pertinente, se recopiló la información (…), se efectuaron entrevistas en profundidad a personas que han desempeñado cargos relevantes en el Estado relacionados a la seguridad, se analizó el material y se formularon recomendaciones para establecer políticas públicas en un tema que constituye, sin duda, una de las prioridades nacionales”.

El exministro se quejó de que nadie le había preguntado en qué consistió el trabajo. Sudaca lo llamó para conversar sobre sus propuestas, pero luego de que la reportera de esta nota se presentara como periodista, hubo un misterioso silencio al otro lado de la línea. Hasta el cierre de edición, Rospigliosi no volvió a contestar las llamadas ni los mensajes de WhatsApp.

*Fotoportada: Darleen Leonardo

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Fernando Rospigliosi, Fuerza Popular, seguridad ciudadana
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