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Kevin Carbonell, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 3 de 3

Una señora que caminaba por la avenida Emancipación, hacia la agencia de pagos de los servicios de Telefónica en los años 90, es abordada por un hombre elegante, apuesto, buenmozo, y por si eso fuera poco, con labia poética. Inmediatamente este hombre le muestra un grueso fajo de billetes. Le dice: «Señora, se le cayó». Sorprendida, la señora detiene su rumbo, mira a todos lados, no comprende qué es lo que pasa, sabe que ese fajo no es suyo pero calla, mira a los ojos al ángel que le cayó del cielo unos segundos, toma el fajo y se anima a disimular, dice gracias. «Un momentito, señora, ¿no me da una recompensa?», contesta gentilmente el caballero. La convence —a quién no si hasta decente parece—. Para salir de la escena cuanto antes, la señora mete su mano en el bolsillo secreto de su sostén y saca el dinero que cargaba. Le da todo lo que tenía para pagar los servicios de su casa. Emocionada, cambia de rumbo, ya no se dirige hacia la caja de Telefónica; sino hacia su casa para festejar. Al llegar, abre el fajo con su familia. Ha sido estafada. Había sido víctima del engaño. En la avenida Emancipación, en el Centro de Lima, le mostraron muchos billetes, pero en casa se encontró con la infeliz realidad: un fajo de papeles cortados a la medida de un billete, solo el de encima parecía auténtico pero también era otro engaño más, era falso. Eso, es que te hagan el avión.

 

Que te hagan el avión es, en criollo, darte gato por liebre. Que te hagan el avión es ofrecerte mensajes engañosos, incompletos. Como decirte: «Las vacunas ya están en el Perú», cuando realmente donde están es en tres pequeñas cajas que alcanzan solo para una ñisca de gente. ¡Ah!, y —también— que te hagan el avión es hacer fiesta por ello, y no decirte que la vacuna china Sinopharm es todavía un experimento. ¿No te han dicho, acaso, por qué las cifras de vacunación en China son muy bajas? ¿Tampoco te han contado que compañías chinas están comprando vacunas de laboratorios de otros países?, ¿acaso los chinos no confían en sus vacunas? Ciertos interesados responderán que China compra vacunas a laboratorios de otros países no porque desconfíe de sus vacunas sino porque hacen falta tantas como para tantos chinos. Entonces, si creen que a China le faltarán vacunas ¿por qué nos vende?, ¿es muy fraterno? Cuidado que te estén haciendo el avión o el cuento chino.

 

 El avión es una modalidad de estafa que al principio te hace creer en una falsa realidad. Cuando caes, piensas que te estás beneficiando, pero pronto descubres que todo es un engaño. Es una maña muy vieja, conocida, por ejemplo, en los Barrios Altos, de donde dice ser el presidente Sagasti y de donde era la ingenua señora que se emocionó con un fajo de “billetes” que al desatarlo, se encontró con un montón de hojas de guía telefónica cortadas en forma de billetes.

 

No todo lo que ves —o te muestran para que aplaudas— es real. Cuidado que te estén haciendo el avión

Aun vacunados no dejaremos de usar mascarillas. Aun vacunados debemos mantenernos distanciados. Aun vacunados podemos ser ¿contagiados? Ni los médicos saben si aun vacunados podemos estar listos para volver a la normalidad. ¿Cómo es eso? He escuchado a varios señores de bata blanca decir en televisión que, en buen cristiano, aun vacunados debemos evitar hacer nuestra vida como la hacíamos antes. La efectividad de la vacuna contra el coronavirus —razonablemente— causa dudas, ¿no?

 

En los Estados Unidos siguen apareciendo casos de personas que se han contagiado de covid aun habiéndose sometido a las dos dosis de la vacuna. Recientemente, otro congresista de ese país ha dado positivo a covid-19 cuando se suponía inmunizado. También un enfermero resultó contagiado después de vacunarse con la de Pfizer. Y así, varios casos en el mundo. ¿Qué les están poniendo? Acaso, ¿placebos, agua? El caso cercano en nuestro país es el de Mariela Vela, la mujer de 54 años que la semana pasada murió de covid tres meses después de aceptar ser parte del experimento de la vacuna china Sinopharm. Convenientemente la Universidad Cayetano Heredia, que coordina ese ensayo, aseguró, en un comunicado tardío, que Mariela no recibió la vacuna sino placebo. Claro, ¿acaso convenía decir la verdad si hubiera recibido vacuna?, ¿se imaginan eso?, habría generado miradas con cejas fruncidas a Sinopharm, ¿no es cierto? Entonces, ¿cómo saber la verdad? La respuesta es: No la sabrás. Tenemos que conformarnos con lo que diga un comunicado y punto porque todo eso que te preguntas es confidencial, secreto perpetuo. Pero lo que no es secreto es que la vacuna Sinopharm es una vacuna recién en desarrollo, no está terminada. Y si la de Pfizer, con resultados de fase 3, no ha funcionado, ¿por qué sí lo haría la de Sinopharm que no está al nivel de su competencia?. En China no se arriesgan tanto, allí el Gobierno no permite que la vacuna Sinopharm se inocule a todos indiscriminadamente sin antes conocerse los resultados de fase tres. Los chinos ponen en tela de juicio a su propia vacuna hasta que los datos de seguridad sean transparentados, ha contado la periodista Patricia Castro que radica en Pekín. Además ha dicho que esa vacuna es de tipo inactiva, o sea, que para dar protección por más de un año requiere ser inyectada tres veces, y probablemente cuatro. Sí, cuatro dosis. No dos. Pero ni así podrías ilusionarte con volver a hacer tu vida sin mascarilla.

Con todas esas condiciones, la compra de la vacuna china Sinopharm por parte de nuestro país sigue su camino, a un precio que nadie sabe con certeza porque eso también es secreto de Estado. Según Sagasti, se ha comprado para medio millón de peruanos —incluyéndose él—, dos dosis por cada uno. Un millón de vacunas o un millón de placebos, nadie sabe. La vacuna podría no funcionar. De eso son conscientes los gobiernos de China y del Perú. Y tú, ¿por qué no?

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No te mira a los ojos. El presidente indolente lee un teleprompter sin pestañear. El presidente indolente se concentra en lo que te quiere decir, aunque no lo logra completamente, pero por el hecho de hacerlo bajo el título de mensaje a la Nación ya tiene tu atención. Muy correctito, él se preocupa por seguir la estructura del guion seguramente listo con varios días, tal vez semanas, de anticipación. Y elige qué día es propicio para pronunciarlo. ¿Por qué?

Martes 26 de enero. Una mujer que se sometió al experimento de la vacuna china en el Perú ha muerto. Es la noticia que se da a conocer en la mañana. Las redes sociales se inundan de miedo. La prensa peruana parece ya tener la portada del día siguiente y hasta la prensa extranjera aborda el tema: «Mujer muere de neumonía tras participar en ensayo de vacuna de Sinopharm en Perú», titula El Universal de México, y continúa: «La hermana de la fallecida dijo que la víctima recibió las dos dosis el 7 y 29 de octubre de 2020; pero dio positivo a covid-19 el 11 de enero». Otro periódico foráneo en su versión web dice: «Una peruana que recibió la vacuna experimental contra el nuevo coronavirus de la gigante china Sinopharm murió a causa de una “neumonía por covid-19”, denunció la familia». La familia había soltado la información. Horas después, cerca de las 3 de la tarde, aparece un extenso comunicado de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, la que coordina los ensayos en tercera fase de la vacuna de Sinopharm en el país. Dice que no conoce si la voluntaria fallecida recibió vacuna o placebo (sustancia inocua que, en cristiano, puede ser agua y se usa con algunos en el experimento para saber si mienten). De inmediato más miedo a Sinopharm. Varias horas más tarde, ya de noche, 8 y 14, otro extenso comunicado de la Cayetano. Una versión más conveniente, claro: «La voluntaria había recibido placebo». ¡Oh! No pasó nada. No anuncian la suspensión del experimento. Pero la gente sigue mirando feo a Sinopharm, aunque más feo a un folleto virtual circulado por WhatsApp que anunciaba confinamiento obligatorio en casi la mitad del país incluida la capital. Llevaba el sello de la Presidencia, pero a través de Twitter el Gobierno de algún modo negó su autenticidad.

Hasta el momento, todo fluía por su cauce. El titular de la prensa peruana para el día miércoles 27 —obvio, la muerte de la voluntaria de la vacuna china— se desarrollaba durante el martes, hasta que, ese mismo día, a las 9 de la noche todo se paraliza. Habla el presidente. Se dirige a la Nación. Y las cosas cambian.

Diez minutos. Saluda. Parece que no quiere salirse del guion, esta vez no quiere arruinar su presentación en televisión. Ordena, sin vueltas, encerrar a todos en sus casas. El folleto virtual que horas antes su gobierno negó resultó ser auténtico. Negocios, cerrados. Solo operarán supermercados, mercados, bodegas y farmacias, pero al 40 % de su capacidad. Él, sigue leyendo el teleprompter. De inicio a fin. Termina. Se despide. Y de la mujer fallecida tras someterse al experimento de la vacuna china que su gobierno ha comprado, ni una palabra. No hay pésame a la familia ni un poema para agradecer el sacrificio. Nada. Diez minutos para decir que nos encierra, pero ni uno dedicado a la mujer que confió en un ensayo avalado por su gobierno, cuyo resultado, el que sea, es de interés nacional. El presidente indolente ha cumplido por hoy. La voluntaria mártir de Sinopharm ya no estará en las portadas del miércoles. Y la compra millonaria de las vacunas chinas todavía en fase experimental que hizo el Gobierno sigue su camino. Pero no solo eso; también dos contratos más.

 

Inadvertido, como un turista más, pasea en la Catedral de Lima un hombre que en sus documentos personales lleva el apellido más famoso del Perú. Un apellido que carga una historia ineludible, no solo para nosotros; sino para el mundo: la de la conquista del Imperio de los Incas. Pero ese apellido pasa inadvertido, también, como él en este momento en la catedral, a la hora de pagar facturas, me dice: «El apellido no es tan importante, no tiene relevancia. Cuando uno tiene que pagar facturas, nadie te pregunta cómo te llamas».

Hernando de Orellana-Pizarro, el vizconde de Amaya, ha caminado por todos los rincones de este museo religioso y nadie ha notado que es el descendiente de Francisco Pizarro, a pesar de que viste diferente a los demás: un terno azul y una corbata púrpura, el color de la realeza que simboliza poder, lujo y ambición, tal vez palabras que definan a su pariente.

—En su vida, ¿se ha encontrado con más personas que piensan que el apellido Pizarro es malo o con más personas que creen que el apellido Pizarro es bueno? —le pregunté.

—Probablemente los que piensen que es malo no te lo dicen —contesta haciendo un gesto como si quisiera hacer memoria—. Hay quienes quieren ver la historia por la cara negra.

En la Catedral de Lima, hay una capilla entera dedicada al Conquistador, en el lugar se luce el escudo de armas de los Pizarro hecho de mosaicos, así como escenas del acontecimiento que cambió el rumbo del incario, pero la joya más valiosa, aquí, es un cráneo que, según estudios realizados en el 2006, pertenecen a Francisco Pizarro.

A pocos metros, unas bancas de madera vacías invitan a tomar asiento.

—¿Qué conoce acerca de la cara negra de su antepasado?

—Es inevitable decirlo, pero las páginas más negras sobre la historia de la propia España y de los conquistadores las escribimos los propios españoles.

 

Vizconde Hernando de Orellana-Pizarro

—Por ejemplo que Pizarro era un criador de cerdos…

—Eso no es cierto. Francisco Pizarro es el hijo bastardo de un noble trujillano. Y como hijo bastardo, no vivía en la casa del padre; sino en la casa de su madre, y esa familia era modesta, asentada en una región pobre del siglo XVI, una región agrícola. Con lo cual, cerdos cuidaban todos o no cuidaba nadie. Ese relato, se produce como consecuencia de una lucha interna entre los españoles. Una vez que termina la conquista, aparecen dos grandes figuras españolas de la conquista: Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Cortés es ilustrado, sabe escribir, sabe defenderse y se rodea de unos grandes cronistas; mientras que Pizarro es analfabeto y no se preocupa de escribir su historia. Entonces, lo que sucede es que comienza una competencia entre los seguidores de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro, de tal manera que para ensalzar la figura de Hernán Cortés, lo que se hace es echar mentiras y bajar el nivel humano de Francisco Pizarro. Pero todos sabemos que el imperio más grande de América era el incario, no el azteca.

Vizconde Hernando de Orellana-Pizarro

II

EL TRASTO DE PIZARRO

Primero en el atrio de la catedral, luego en una esquina de la plaza de armas de Lima y finalmente a las orillas del río Rímac. Estos cambios de ubicación de la única estatua que hay de Pizarro en el centro histórico, dan la sensación de que existe un intento de descabalgar al Conquistador de su lugar en la historia. Hernando de Orellana-Pizarro, el número 16 en la descendencia de la hija del marqués, Francisca Pizarro Yupanqui casada con su tío Hernando Pizarro, cree que estos movimientos son decisiones políticas: «No cabe duda. Desde mi punto de vista, los políticos tratan de elaborar un relato que se ajusta a los intereses políticos de cada momento. Es decir: si en un momento alguien tiene un relato histórico en función de sus objetivos políticos que establece que Pizarro es un personaje a quien se le debe descabalgar; pues desarrollad ese relato y actuad en consecuencia. Teniendo paciencia, vendrán otros políticos que piensen en recuperar».

—¿Es injusto?

—No, porque la historia es la historia. Tú puedes cambiar la estatua de sitio, pero no puedes cambiar la historia. Podrás elaborar un relato a tus intereses, pero la historia no la vas a cambiar. Los estudiosos de la historia, los historiadores, no van a pensar que Pizarro es distinto y que la historia es distinta solo porque la estatua está en el centro de la plaza, esté en el atrio del palacio o esté en el parque de La Muralla. Ese, es un problema del peruano, no es un problema de la historia. Es problema del peruano decidir dónde quiere colocar el trasto: Y, ¿con este trasto qué hago?, ¿lo llevo al desván, lo pongo en el salón o dónde lo pongo? Esa decisión la tienen que tomar los peruanos. Los peruanos tienen que saber quiénes son sus héroes y quiénes son sus villanos. Y tienen que colocar a sus héroes en su sitio y a sus villanos en su sitio, donde crean que tienen que colocarlos. Pero, eso no va a cambiar la historia. Y eso, no va a cambiar el apellido Pizarro ni va a cambiar ninguna realidad. Esto también pasa en España. Políticamente, cuando alguien quiere que la gente no se preocupe por lo que se tiene que preocupar, se dedica a desenterrar a Franco. ¿Y ahora, qué hacemos con Franco?, ¿dónde ponemos a Franco?, bueno, pues, ahora dónde ponemos a Pizarro. Yo no me siento ofendido porque además el parque de La Muralla es un parque muy bonito. No me puedo sentir ofendido por eso.

—Pocos conocen que Francisco Pizarro está enterrado en la Catedral de Lima. Tal vez cuando se enteren querrán cambiarlo de lugar.

—Mejor no dar ideas.

III

¿HÉROE O VILLANO?

Un dato que me parece curioso es que por mucho tiempo, hasta el año 1977, los restos humanos de Francisco Pizarro descansaban eternamente en la misma tumba del santo más importante del Perú, el único arzobispo de Lima canonizado, me refiero a Toribio de Mogrovejo. A raíz de esto, me planteo la pregunta de este capítulo. ¿Por qué el hombre villano, “sanguinario” —para el imaginario colectivo—, fue enterrado en una cripta destinada únicamente para altas autoridades eclesiásticas del virreinato y, más aún, en compañía de un santo? Para el vizconde de Amaya esto es un gesto significativo que puede explicarse sencillamente.

—La historia de la humanidad se escribe por conquistas —dice con una mirada atenta a los lujos que decoran la Catedral de Lima y oyendo mis preguntas—. La historia de la humanidad se escribe por la expansión de grupos humanos a costa de otros. No hay ningún episodio en la historia que no haya sido una conquista. Los romanos, los árabes, los franceses, los alemanes, los incas con todas las etnias sometidas, los mochicas con el resto de etnias sometidas. Con lo cual, esto es como dice el Evangelio: «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra».

Detrás del lugar en donde estamos sentados, está la entrada a la capilla donde finalmente reposa el cuerpo de Pizarro. Allí dentro, hay unos murales que narran visualmente su desembarco en Tumbes y su encuentro con la cultura del nuevo mundo. Se presenta a un Pizarro valeroso, inteligente y esforzado, como lo han retratado los hispanistas. Pero también, en esta capilla, hay lugar para describir al hombre de carne y hueso. Unas láminas muestran al detalle las heridas que sufrió el día de su asesinato: fracturas en la base del cráneo ocasionadas por penetración de espada y la huella de que Pizarro, en su intento de defenderse de sus atacantes, pierde el ojo izquierdo. Una muerte aciaga que revela el odio de sus detractores, en su mayoría españoles, como antes lo señaló Hernando de Orellana-Pizarro. Una oposición estrictamente motivada por el deseo del poder, que para arrebatárselo confeccionó un relato de opresión contra el mundo andino.

—Hay otra cosa que es ineludible —me dice el heredero de Pizarro—. Que cuando se produce una conquista, cuando se produce una guerra, cuando se produce un conflicto, hay un vencedor y un vencido: el vencedor se lleva la gloria y el vencido lleva en sí la pérdida, el sacrificio y la pérdida. Entonces, lo que no se puede negar es que como consecuencia de la conquista española de América no se produjo esa pérdida, esa pérdida es evidente. Esa pérdida también se produjo cuando los árabes conquistaron España o cuando los romanos conquistaron España o cuando los godos conquistaron España o cuando los franceses invadieron España o cuando Atila conquistó medio mundo. Es algo que tiene que entrar dentro de nuestra historia pero lo que no debe de hacer es oprimirnos.

La famosa entrevista de Pizarro con Atahualpa en Cajamarca también es un episodio que ha dado pie a innumerables rumores. Dicen que el marqués en el fondo no quiso conversar con el Inca y que sólo codició su oro, por eso le tendió una trampa, lo apresó y lo ejecutó, no sin antes recibir un gran rescate.

—Es difícil saber cómo se desarrollaron esos acontecimientos. —dice—. Cuando tú te metes a un imperio, capturas a tu enemigo y liberarlo puede significar que te corte la cabeza entiendo que debe ser complicado. Entiendo que debía haber muchos motivos para no liberar a Atahualpa desde el punto de vista estratégico. Parece que hubo muchos intereses políticos y económicos para que Atahualpa no saliese libre de allí.

—¿Mintió, entonces, Francisco Pizarro? —le pregunté.

—Mentirosos somos todos —me contestó convencido.

Kevin Carbonell Allende, autor de la columna y Hernando de Orellana-Pizarro descendiente de Francisco Pizarro

Kevin Carbonell Allende, autor de la columna y Hernando de Orellana-Pizarro descendiente de Francisco Pizarro

IV

LA MOMIA PIZARRO

Hasta 1977 se creyó que Francisco Pizarro era una momia descubierta a finales del siglo XIX en la cripta de los arzobispos de la Catedral de Lima, eso se creyó hasta el día en que unos obreros, que ayudaban a remover escombros de las catacumbas de la catedral, hallaron por casualidad al verdadero Pizarro. Una caja de plomo contenía la calavera del Conquistador. Y un ataúd, los demás huesos del cuerpo. La primera pista que despertó la polémica, fue la inscripción grabada en el cofre de metal: «Aquí está la cabeza de Don Francisco Pizarro, quien descubrió y conquistó los reinos del Perú y puso en la Real corona de Castilla». Pero, además, un acta fechada en 1661 que certificaba la autenticidad del cráneo. Luego, con las herramientas de la ciencia forense utilizadas por el investigador Raúl Greenwich, se corroboró.

—La certeza de que este personaje es el que nosotros pensamos, es su forma de muerte —Me dice De Orellana-Pizarro observando los vestigios de su antepasado—. Porque todos los españoles, o todos los europeos de su época aquí en el Perú, en el siglo XVI, vivirían más o menos igual. Entonces, su forma de vida, probablemente no nos hubiera permitido identificar quién era; sin embargo su muerte sí nos ha permitido identificar quién era. Con lo cual se desentraña una incertidumbre histórica y hoy sabemos lo que tenemos aquí en esta capilla.

—¿Se siente orgulloso del apellido Pizarro?

—Sí, yo en definitiva me siento orgulloso del apellido Pizarro. ¿Por qué no vamos a estar orgullosos del apellido Pizarro? —me responde con una pregunta y continúa.

—Le preguntaremos a los descendientes de Julio César si se sienten orgullosos de Julio César, a pesar de que Julio César conquistó la Galia —defiende como si se encontrara en un juicio de residencia—. Le preguntaremos a los descendientes de Napoleón si se sienten orgullosos de Napoleón a pesar de que conquistó media Europa o Europa entera. Nuestro antepasados fueron personajes que conformaron el mundo tal y como lo es hoy, y fueron actores principales de la conformación de este mundo. Hicieron una aportación relevante a la construcción de este mundo. El Perú no sería el Perú actual si no hubiese sido por los acontecimientos en los que participó Francisco Pizarro. Antes de los españoles había una realidad, y después de la llegada de los españoles hay otra realidad que no es España. Porque España está allá lejos, y la realidad nueva es la realidad peruana.

Esta vez, la entrevista no terminó como la de Pultumarca, donde alguien terminó ajusticiado.

 

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