El otro camino suena razonable bajo cierta lógica, pero es de desenlace imprevisible: consiste en aguantar la protesta, ejecutar acciones policiales y militares de respuesta, y esperar a que el conflicto por sí solo vaya decreciendo hasta desaparecer y que todo vuelva a la normalidad. ¿Puede ocurrir ello? Sí, va a depender de cuán arraigada esté ya la idea popular del giro copernicano del tabladillo político vigente. Porque si se trata de resistencia, va a aguantar más un pueblo organizado soliviantado que un gobierno frágil y precario como el de Dina Boluarte (que ya ha empezado a mostrar resquebrajaduras por su flanco derecho).
La jornada de hoy, en la que participan gremios citadinos, como la CGTP, puede ser un buen indicador de cuál será el escenario futuro. Ojalá el gobierno sepa leer los signos e indicios de lo que ocurra y no lo interprete facilistamente como la pugna entre vándalos y fuerzas del orden, que la derecha más torpe le susurra al oído.