Si algo debe hacer la sociedad civil -en la cual juegan un rol activo los medios de comunicación- es evitar sumarse a la polarización política que ya cunde en el país.
La visión bipolar de la sociedad y las instituciones o personas mata cualquier debate matizado, serio, plural y, por ende, productivo que haya, arrinconando los términos de la discusión en dos extremos que se niegan y no establecen ningún punto de contacto, como la realidad es, llena de complejidades y ambiguedades que no admiten una visión encasillada de las cosas.
La polarización, fenómeno que separa a la sociedad en dos bloques irreconciliables, es el veneno de la democracia. Convierte el debate ideológico en una batalla de bandos, donde el razonamiento cede ante la pasión y la verdad se diluye. Los ideales se transforman en estandartes de guerra, enfrentando a ciudadanos no por sus convicciones, sino por su afiliación a una causa o ideología que no admite matices.
En lugar de encontrar puntos de convergencia, se elevan los muros de la incomprensión y el odio. Así, los que piensan de manera distinta no son adversarios con los que se debe debatir, sino enemigos a los que se debe destruir. La convivencia, que es la piedra angular de cualquier sociedad plural, se resquebraja cuando las ideologías se convierten en trincheras donde la civilidad es reemplazada por el fanatismo.
El peligro no radica en el desacuerdo, sino en la incapacidad para tratarlo con respeto y razonabilidad. La polarización lleva a un callejón sin salida, donde los extremos se refuerzan mutuamente y la moderación, ese espacio intermedio, se pierde. Lo que debería ser un debate enriquecedor, se convierte en una guerra de posiciones irreconciliables, y la democracia, condenada a la lucha constante entre facciones, se torna inviable.
Si la DBA y los “caviares” se quieren destruir entre ellos, problema suyo debe ser. La sociedad peruana es mucho más compleja que ese blanco y negro al que nos quieren llevar.
–La del estribo: muy recomendable la miniserie de Netflix, Gatopardo, inspirada en la novela histórica de Lampedusa, que narra los pormenores de una familia aristocrática en medio de la revolución reunificadora de Italia a fines del siglo XIX.