Sin ningún ápice de evolución ideológica ni maduración doctrinaria, la izquierda vieja y anclada en los 80, tratará de hacerse del poder, como si nada hubiera pasado con la tragedia institucional, económica y política que supuso su llegada al poder de la mano del golpista y corrupto de Pedro Castillo.
Y la peor noticia para el Perú es que tiene chances de lograr sus propósitos, gracias a la confluencia de hechos acaecidos luego de la caída de Castillo y también merced a la complicidad de una derecha sin narrativa, sin ideas novedosas, encima de ello fragmentada y sin visos de consolidar candidaturas.