Y que esto que está pasando, de paso le sirva de lección respecto de cómo tratar con un régimen taimado como el de Castillo. Con aguas mansas y tibiezas, lo único que ha logrado es envalentonar a la bestia, que ha olido la debilidad del adversario. Con tanta marcha y contramarcha, con tanta torpeza provocadora sin visos de éxito (como la denuncia por traición a la patria), el Congreso le ha dado pie al Ejecutivo para sentirse tentado de patear el tablero, aun no se sabe si con el respaldo de las Fuerzas Armadas –al final, serán quienes decidan quién tiene la razón, lamentable es decirlo en una democracia como la nuestra- y zarandear al poder de la plaza Bolívar a su regalado antojo.
Lo que se siembra se cosecha. Y la pusilanimidad y medianía del Parlamento ha creado un monigote arrebatado dispuesto a todo, a saltarse a la garrocha la ley y la Constitución, a sabiendas –lo que es peor- de que el pueblo va a aplaudir.