No hay razón alguna para que un líder marxista leninista, como se define Vladimir Cerrón, apoye incondicionalmente a un gobernante como Pedro Castillo, que si algo –felizmente- ha dejado en claro es que no va a seguir la ruta trazada en el programa de gobierno de Perú Libre con el cual fue candidato.
Salvo algunos gazapos laborales –que hasta ahora el Congreso, indolente, no corrige-, el régimen ha optado por mantener las líneas madres del modelo, que si no rinde frutos es por la inmensa inestabilidad política que genera sus propias torpezas, y el deterioro profundo de la calidad de la gestión pública que las designaciones ministeriales y de menor rango desde Palacio se perpetran.
A Cerrón solo lo mantiene atado al oficialismo, la concesión de cuotas corruptas de poder (como se acaba de ver con el cerronista y defenestrado ministro de Salud), no algún afán refundacional ni programa gradual de reformas socialistas que Castillo definitivamente no va a seguir.
Las razones del rotundo fracaso electoral de Perú Libre en las elecciones municipales y regionales estriban en ese pegamento acrítico que Cerrón emplea con el gobierno, sin importar que éste haya abandonado ya desde hace tiempo, cualquier pretensión constituyente, estatizadora, expropiadora o atentatoria de la inversión privada, en líneas generales.
Si el exgobernador de Junín fuera más estratégico ya hace rato se habría dado cuenta que lo que a él y a su partido le convienen es tomar distancia de Castillo y llevar esa lejanía a sumarse a las filas vacadoras o propulsoras de un adelanto de elecciones generales. De lo contrario, si el 2022 lo ha dejado en la lona por sus resultados electorales, en las siguientes elecciones presidenciales, probablemente pierda hasta la inscripción.
Y, por cierto, haría bien la mayoría opositora en acercarse y sentarse a conversar con el líder de Perú Libre y coordinar acciones a las que se puedan sumar los votos del partido que llevó a Castillo al poder y que luego éste ha traicionado con olímpico desprecio (sin esos votos, por ejemplo, no hay vacancia posible).
En vista del objetivo de resolver la crisis que transitamos, que a todos hace daño (al país, a la economía, a la clase política), no debería haber problema alguno en que la oposición derechista converse con su opuesto ideológico, pero con el que bien podrían convenir acciones comunes para no seguir en esta vorágine de deterioro generalizado al que Castillo conduce el país, con las consecuencias terribles que ello va generar en el futuro inmediato.