No es una buena idea de reforma político electoral plantear que las elecciones parlamentarias se lleven a cabo después de la primera vuelta, a sabiendas de quiénes serán los finalistas de la segunda vuelta. Esa es, por ejemplo, la reciente propuesta del colectivo Coalición Ciudadana, entre otras opciones planteadas.
El objetivo, claro está, es asegurar que la votación sea inducida a hacerlo por alguno de los protagonistas de la jornada definitoria y que, de esa manera, se asegure que el ganador de la presidencia tenga también mayoría parlamentaria.
«“Unidos por la Inclusión Financiera” es una iniciativa que viene articulando la Asociación de Bancos del Perú, ASOMIF, FEPCMAC y FENACREP. Busca fortalecer el sistema financiero mediante proyectos que impulsen la inclusión financiera de más personas. Se viene llevando a cabo desde el 2021»
Hay varias atingencias. La primera, y más importante, es que le quitaría derechos a las minorías para tener representación parlamentaria. Si el pueblo quisiera otorgarle mayoría absoluta a un partido ya ha demostrado que lo hace cuando lo desea (así ocurrió el 2016 con la abrumadora mayoría otorgada al fujimorismo). Pero si no lo quiere, pues hay derecho a que existan bancadas pequeñas que representen a un sector del electorado. El Congreso perdería capacidad de representación si algo así se aprobase.
Por lo demás, queda claro que las reformas electorales no pueden diseñarse en función de la coyuntura específica. Pongámonos a pensar nomás qué hubiera sucedido si algo semejante regía para las elecciones del 2021 y hubiese resultado ganador Castillo con mayoría en el Congreso. ¿Podría haber existido el contrapeso necesario para impedirle llevar a cabo la refundación constitucional que en sus planes originales albergaba? Pues no. Hoy ya estaríamos encaminados a la órbita izquierdista radical de otros países de la región sin que el Legislativo le pueda poner coto, como ahora, relativamente, ocurre.
Si un gobernante no tiene mayoría pues tiene que labrársela a punta de pactos y alianzas, como sucedió con Toledo y el FIM, el Apra y el fujimorismo. Ollanta y Perú Posible. No nos referimos obviamente a las trastadas que quiso perpetrar PPK para agenciarse una mayoría y que Castillo ha seguido como guion para armar una guardería que lo blinde.
Lo que sí corresponde, para castigar las inconductas parlamentarias o para brindarle esa mayoría indispensable para gobernar sin sobresaltos al Ejecutivo, si el pueblo así lo desea, es que haya renovación parcial a mitad del periodo legislativo –o, inclusive, antes- para reajustar las clavijas políticas del país (que, por cierto, podrían ir también sentido contrario, y terminar por darle mayor peso a la oposición). Todo sea bienvenido siempre y cuando no se le quite representatividad al Legislativo, cuyo mayor déficit es ése y se agravaría si se plasman propuestas como las señaladas.