En reciente entrevista hecha al alimón por varios economistas a Pedro Francke, vocero oficial de Pedro Castillo, publicada en El Comercio, éste no argumenta con fundamentos respecto de por qué es necesaria una Asamblea Constituyente para llevar a cabo el plan de gobierno que, según él, van a aplicar en caso de llegar al poder.

Es una mala noticia esa ambigüedad, porque no renuncian a esa premisa política y de no hacerlo colocarán al país en una pendiente de zozobra permanente. Forzar la Asamblea Constituyente sin tener la mayoría de votos en el Congreso (tienen apenas 42), probablemente lleve al camino de la cuestión de confianza para disolver el Congreso y ver si en esa nueva elección logran la mayoría calificada para sus propósitos, escenario políticamente inseguro dada la movilización activa de la derecha, que probablemente la haga tener mayor presencia, inclusive, que la que tiene actualmente en el Legislativo (44 congresistas).

Y suponemos que no nos vamos a pasar los cinco años de gobierno forzando cuestiones de confianza y disoluciones del Congreso hasta que por fin le toque en suerte uno que le permita los 87 votos necesarios para reformar la Constitución.

Otro escenario, menos confrontacional, es que logre llegar a un acuerdo con las bancadas de centro (APP, AP, Podemos, Somos Perú y morados), que suman 44 votos y con ellos logre 86 votos, que no le alcanzan para zanjar el tema, pero sí para aprobar por mayoría la reforma que le permita al Ejecutivo convocar a referéndum y convocar a una Asamblea Constituyente (modificando el artículo 206 de la Constitución) y luego de ello convocar a un referéndum.

Habría entonces un primer referéndum para saber si se aprueba la reforma constitucional. Si lo gana, habría otro referéndum convocado ya por el Ejecutivo directamente para ver si se aprueba la Asamblea Constituyente. Si lo gana, se convocaría a dicha Asamblea. Si gana la mayoría en ella, recién podría reformar la Constitución a su antojo.

En medio de toda esta batahola, el país inversor estaría paralizado por la incertidumbre, desperdiciándose el super ciclo de precios de las materias primas que se avecina, que le podrían permitir a Castillo, si despliega un programa moderado y se olvida de la Constituyente, llegar al término de su gobierno con buenas cifras y mejores consecuencias políticas.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke

“Un político es un abogado más viejo”, escribió Hernan Casciari en esta sátira publicada por el diario español El Mundo. El último 7 de junio, día posterior a la segunda vuelta, decenas de abogados de las más célebres firmas jurídicas del país −muchos de ellos aún jóvenes− emprendieron una misión política: la revisión de documentos para defender los intereses de uno de los dos partidos en competencia. A favor de Fuerza Popular y en contra de Pedro Castillo.

 

Desde aquel día, distintos medios periodísticos han corroborado la participación de abogados de grandes estudios −cuando menos inicialmente− en la estrategia legal del fujimorismo. Estrategia que ha tenido poco éxito en primera instancia en los jurados electorales. Lo propio ha hecho Sudaca, llamando a algunos de los abogados que fueron registrados como parte de las coordinaciones iniciales de ese camino. 

Una de las firmas cuyos empleados participaron en la revisión documentaria a favor de Fuerza Popular −una de las más reputadas− fue Payet, Rey, Cauvi, Perez Abogados (PRCP), o simplemente el Payet, como es más conocida. Sudaca ha conversado con empleados y revisado comunicaciones que indican que sus abogados participaron del emprendimiento keikista. No solo eso. Uno de los socios principales del estudio, José Antonio Payet, fue personero del partido naranja el pasado 6 de junio. 

José Antonio Payet, socio fundador de la firma que lleva su nombre. Fue personero por el fujimorismo este último 6 de junio, pese a que su ‘Código de conducta’ prohíbe la participación activa en política.

En la semana previa a la elección, Payet convocó a una reunión a sus colaboradores en la que les explicó que “lamentablemente, esta situación que tenemos ahora es una donde el impacto de la elección en nuestro futuro inmediato va a ser dramático” y dijo que “no es válida la opción de no tomar una decisión [votar en blanco o viciado], de abdicar”. Sus palabras causaron malestar en las fuentes que conversaron con este medio, que se preguntaban extrañadas por qué su jefe les daba indicaciones políticas. 

En su charla, el socio fundador detalló, primero, los motivos por los que no quería votar por Keiko Fujimori. Sin embargo, luego retrucó diciendo que un gobierno de Perú Libre sería peor. No llamó directamente al voto por Fuerza Popular, pero sí enumeró las razones por las que una presidencia de Castillo sería “mucho peor que el Covid”. Le preocupaban −dijo− sus hijos, que tendrían que emigrar, las libertades individuales en el país y la supervivencia de su firma. 

“Nosotros facturamos en dólares […] En un gobierno de Cerrón nadie va a poder tener dólares. En la época de Velasco era delito tener dólares, te metían a la cárcel”, aseguró. También dijo que las medidas que tomaría un eventual gobierno del profesor chotano ‘matarían’ al estudio. 

José Antonio Payet es reconocido por las fuentes de su firma como fujimorista. Ha sido asesor del entonces llamado Ministerio de Industria y Turismo hasta 1993, tras el autogolpe, según este perfil que le escribió la cementera UNACEM. Y en esta segunda vuelta fue personero de Fuerza Popular en la mesa 033904 de la universidad San Marcos, donde ese partido sacó 140 votos y Perú Libre 63.

Mesa de la universidad San Marcos donde Payet Puccio fue personero fujimorista. Como anécdota: su firma no es idéntica a la que estampa en el ‘Código de conducta’ de su empresa.

Payet Puccio es uno de los abogados más respetados en su área de especialización: el derecho corporativo. Ha sido formado en la PUCP y luego fue becario Fulbright en Harvard. “Los clientes le otorgan comentarios positivos, con uno de los entrevistados remarcando: ‘Es de primera categoría. Discutimos asuntos estratégicos con él; no solo asesoría legal, sino estrategia del negocio’”, dice su reseña de Chambers & Partners, una empresa británica que elabora listas de referencia para abogados en todo el mundo.

“Cuando el mejor en algo es, al mismo tiempo o por eso, el peor, tenemos un problema”, escribió Casciari hace cuatro años. Y más allá de que se trata de una sátira, su afirmación implica una división clave: una cosa es el buen manejo de las leyes y otra, la conducción ética del actuar personal. Quizá por eso sea importante recordar las palabras del propio Payet en una conferencia de la CADE 2018:  “Es necesario erradicar la zona gris, la zona de la ambigüedad”.

Mientras que en la dimensión legal está todo aquello que un abogado puede (o no) hacer, en la ética está lo que debe hacer si quiere −cuando menos− ceñirse a la cultura empresarial de su firma. 

¿Cuál es el manual de referencia que detalla el buen comportamiento en términos éticos según los valores del Payet? Su ‘Código de conducta’, un documento interno al cual este medio pudo acceder. En él, los socios −incluido Payet− firman una introducción que dice: “queremos asegurarnos que quienes formamos parte del PRCP conozcamos las reglas y lineamientos que deben guiar nuestro comportamiento, disminuyendo ambigüedades y confusiones”.

El cuarto acápite del segundo capítulo detalla el comportamiento referido al financiamiento de campañas políticas. Es muy detallado y abarcador. Empieza afirmando: “PRCP declara ser neutro políticamente y, en ese sentido, PCRP no apoyará a ningún partido, movimiento político o candidat@, sea financieramente o de cualquier otra forma”. 

Luego, el estudio Payet detalla cómo se deben comportar sus miembros: “Aun cuando respetamos las posiciones políticas de quienes forman parte del PRCP, creemos que el ejercicio político activo por parte de cualquier miembro del PRCP, sea a través de algún puesto en un partido o movimiento político o sea a través de financiamiento a favor de candidat@s a puestos políticos, genera incompatibilidad y posibles conflictos de interés en nuestro actual profesional”. 

Y la conclusión del acápite sentencia: “Por lo tanto, quienes formen parte de PRCP tienen prohibido participar activamente en política (sea como candidat@, o asumiendo funciones en cualquier partido o movimiento político) y/o financiar a título personal a cualquier partido o movimiento político”. 

‘Código de conducta’ del Payet. Un saludo a la bandera.

Para Natalia Manso, profesora de responsabilidad social empresarial y compliance de Pacífico Business School, es claro el incumplimiento de Payet -socio y personero- de su propia guía ética. También de los abogados que participaron en la revisión documentaria. “Que incumplen su propio código de conducta es clarísimo y no hay que ser abogado para decirlo. […] La empresa está exigiendo que en el ámbito privado sus colaboradores no realicen esta labor de voluntariado para aportar ni su dinero, ni conocimientos ni tiempo en favor de un partido político”, afirma. 

Manso explica que un código como este “no se ciñe a la legalidad, porque sería una redundancia”, sino que “tiene que ser un compromiso más allá del cumplimiento meramente legal, que va hacia el campo de la ética, de los valores”. Agrega que, en concordancia con su código de conducta, el Payet tendría que haber “levantado una bandera para hacer la investigación interna para saber si eso estaba pasando” apenas medios independientes publicaron la noticia de que había abogados coordinando para realizar trabajos con implicancias políticas, así sea a título personal.

Sudaca se contactó tanto con José Antonio Payet a título personal como con los encargados de prensa de su firma. Por ambas vías se negaron a dar declaraciones para la elaboración de esta nota. Tampoco quisieron responder la pregunta explícita de si la semana pasada habían transgredido sin empacho su ‘Código de conducta’. 

También hubo abogados de esa firma que prefirieron no contestar. Uno es Mario Lercari, asociado que se especializa en derecho corporativo, fusiones y adquisiciones, y mercado de valores, cuyo nombre fue registrado como parte de las coordinaciones iniciales para defender el voto naranja. A puertas de la segunda vuelta del 2016, Lercari escribió una columna −en el portal Enfoque Derecho− en la que alertaba sobre los riesgos de darle al fujimorismo la posibilidad de elegir a los magistrados del Tribunal Constitucional (TC). 

A la consulta de este medio, dio una respuesta vaga: “Prefiero no comentar sobre el tema. Mi nombre estuvo publicado en una lista [de coordinación] que se generó el lunes 7 de junio, cuando se pensaba apoyar con las impugnaciones de actas que había presentado PL. Eso finalmente lo vio directamente el equipo de FP”. Ante la pregunta puntual de si había participado en instancias posteriores, dejó de responder. La mayoría de abogados de esa lista han alegado que su participación fue a título personal: así es como se salvan de romper una norma.

¿Un comportamiento como el de Payet debería ser sancionado internamente? Según Manso, sí. “Si no conlleva una consecuencia, es un código que no tiene una validez real […] El mismo socio, propietario o jefe de la organización [al ser personero] está incumpliendo su propio código y debería por tanto ser sancionado. Los primeros que tienen que cumplir son las cabezas de la organización”, dice.  

Y también explica: “El código de conducta ayuda al colaborador a dirimir dilemas éticos. Por ejemplo, si un funcionario público me pide una reunión en casa, puedo decirle que el código de mi empresa me lo prohíbe. Es una coraza ante dilemas éticos”. Al menos, así debería funcionar. 

Una de las fuentes de esta nota, que ha pedido el anonimato por temor a previsibles represalias, explica a Sudaca por qué era importante que su estudio, el Payet, se ciñera a la prohibición sobre participar en política, así sea para cada abogado: “Lo que me molesta es que terminamos sirviendo al mismo discurso que hoy cobija a personas que piden un golpe de Estado o que se repitan las elecciones injustificadamente”

El código, que debía marcar los límites para no caer en eso, terminó siendo un saludo a la bandera.

 

*Fotoportada: Leyla López.

 

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Elecciones 2021, Keiko Fujimori, Payet

Guión, voces y música original: Juan Luis Nugent

Edición y postproducción de audio: Carlos Mejía V.

Ilustración y diseño: Adriana Galbani

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Julio Guzmán, Rafael Lopez Aliaga, sátira

“Estamos en un tiempo donde todos debemos tener respeto, cuidado y cariño hacia el otro. Todos debemos ser escuchadas y escuchados. He aprendido a que no importa lo que digan de mí, con tal de pintar lo que yo considero es lo justo”.

Venuca Evanán es una artista autodidacta. Tiene 33 años y dibuja y pinta sobre madera, las cosas cotidianas de la vida. Su arte lo plasma en las tablas de Sarhua, aquel arte ayacuchano declarado Patrimonio Cultural de la Nación un 29 de octubre de 2018.

Pero Venuca lo hace rompiendo esquemas: suelen ser los hombres quienes pintan estas tablas; y es ella, una de las primeras mujeres en hacerlo. En ellas plasma la vida del migrante, del hombre y la mujer del campo, pero sobre todo visibiliza y empodera a la mujer.

“El arte debe hacerte reflexionar e incomodar. Debe hacerte pensar. Yo aprendí a llevar así la vida”, dice Venuca, en su casa-taller ubicado en Las Delicias de Villa, en el distrito de Chorrillos.

Con su trabajo Venuca Asunción Evanán Vivanco captura momentos. Reflexiona sobre nuestro entorno y muestra lo que a muchos les molesta. A mediados del año 2020 creó la primera tabla de Sarhua donde narraba el amor entre dos personas del mismo sexo.

“Una amiga me contó su historia con su novia. Me dijo que le gustaría regalarle una tabla de Sarhua donde se cuente sus viajes y su historia de amor. Ella me preguntó si había algún problema en hacerla. Le dije que no. Que yo era libre de pintar”. Entonces Venuca cogió lápiz, pincel, pintura y dibujó la historia de amor de estas dos jóvenes.

En la primera tabla con temática LGTBIQ+ se ve a la pareja viajando por los andes peruanos. En el cielo celeste aparece un arco iris y el sol las ilumina. Como un simbolismo: dos ríos se juntan debajo de una montaña, como su amor.

Venuca dibuja sobre tablas de madera reciclada. Lo hace para cuidar el medio ambiente. “Una tabla de Sarhua original mide entre dos y cuatro metros de largo y se trabaja sobre troncos silvestres. La tradición indica que en ellas se dibuja la genealogía de una familia”, detalla.

Estas famosas tablas nacen en Sarhua, comunidad ayacuchana abatida por el terrorismo. Tradicionalmente se obsequia durante el techado de una casa y la tabla se coloca en la viga principal del nuevo hogar. Luego se celebra con fiesta, banda de música y chicha.

Pero la tradición migró y se extendió a todos los rincones del país y ahora las personas buscan a Venuca para que le hagan trabajos personalizados. Hace tablas de Sarhua de diferentes tamaños y precios. Una puede medir entre 70 centímetros de alto y 13 de ancho. La idea es contarle la historia que se quiere plasmar y ella, con su arte, lo traduce en la tabla con dibujos hechos a manos y con la estética sarhuína.

 

con primitivo evanan             arte sarhua

La hija de Primitivo Evanán

Venuca Evanán es hija de Valeriana Vivanco, quien sería la primera mujer en pintar las famosas tablas de Sarhua; y su padre es el amauta Primitivo Evanán Poma. Gran impulsor de este arte ayacuchano. Al punto que lo conocen como el padre de las tablas de Sarhua.

“Estas tablas consolidan al ayllu, a la familia, y crea reciprocidad. Une a la gente, solidariza y consolida el cariño y amor a la familia”, dice don Primitivo, quien en 1982 fundó la Asociación de Artistas Populares de Sarhua – ADAPS.

“¿Mi consejo para Venuca? Que persevere mucho más”, dice don Primitivo, quien por estos días se encuentra delicado de salud, por lo que -esperamos- se recupere pronto por su propio bien y el de todos.

Y es que don primitivo es el gran maestro de Venuca. Ha sido su inspiración. Él le enseñó su arte y ella lo potenció a niveles alucinantes. Un reconocimiento suyo, en especial por esta fecha: previo al Día del Padre.

Su trabajo caló tanto que desde hace unas semanas, Venuca es el rostro de la campaña Mujeres para inspirarte de Saga Falabella y Agarracamote, que buscan empoderar a las mujeres peruanas a través del arte.

El proceso creativo

Crear una tabla de Sarhua puede tomarle a Venuca dos semanas. Su proceso creativo así lo demuestra: Es una de las pocas en mantener la antigua tradición de pintar con plumas de aves sobre la madera recién pulida. Lo hace con pintura natural, tal como aprendió de don Primitivo.

“Soy una hija de sarhuina que nació en la ciudad, pero a pesar de estar en la ciudad no olvido mis raíces y trato de unir estas dos culturas para mostrar mi pintura”, dice esta emprendedora del arte que en el periodo más crudo de la pandemia y en la etapa más estricta de la cuarentena sobrevivió pintando mascarillas con motivos sarhuinos. Las ahora famosas mascarillas de Sarhua.

Con su trabajo, Venuca crítica al machismo que se ampara en el silencio. Ha hecho propio su camino y su voz, que la hizo ganadora del Premio ICPNA de Arte Contemporáneo 2020. Su trabajo lo ha llevado a Brasil, Florida e incluso lo ha expuesto su trabajo en la Universidad de Yale.

Sus tablas tienen nuevas lecturas y posibilidades. Su arte desprende una luz propia que nos hace reaccionar, reflexionar e interpelar nuestra realidad. Es una emprendedora del arte.

 

Datos:

Venuca realiza tablas de Sarhua a pedido.

Pueden comunicarse con ella al teléfono:  970866453

También pueden hacerlo a su Facebook o a su cuenta de Instagram

 

Foto de portada: una colaboración de la fotoperiodista Tatiana Gamarra.

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Primitivo Evanán, Tablas de Sarhua, Venuca Evanán

En julio de 2019 la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones del Congreso de la República, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde, terminó su Informe Final, donde se analiza la problemática del abuso sexual contra menores, tras una investigación de los casos emblemáticos de violencia sexual en las escuelas públicas de la provincia de Condorcanqui (Amazonas), el Sodalicio de Vida Cristiana, el Colegio Héctor de Cárdenas y otros casos de relevancia como los abusos sexuales cometidos por dos sacerdotes católicos en Huamachuco (La Libertad) y por dos miembros de la Congregación Salesiana, el caso de la niña que sufrió abusos sistemáticos y prolongados en un local de la Iglesia Evangélica Bautista “Lirio de los Valles” en San Juan de Lurigancho (Lima) y el caso de la alumna de intercambio Mackenzie Severns, de nacionalidad estadounidense, que fue violada por un alumno del Colegio Markham.

El cierre del Congreso el 30 de septiembre de 2019 cortó las posibilidades de que el informe de la Comisión De Belaúnde fuera discutido en el Pleno y finalmente dado a conocer a la opinión pública. Alberto de Belaúnde fue reelegido en el nuevo Congreso, pero lamentablemente no se le presentó la oportunidad para que el informe fuera sometido a debate en el Pleno y publicado oficialmente.

La importancia de este informe en lo que respecta al caso Sodalicio es que las investigaciones fueron hechas por personas independientes y no contratadas por la institución, como ocurrió en el caso de los dos breves informes de febrero de 2017 elaborados por expertos extranjeros contratados por el Sodalicio (Kathleen McChesney, Monica Applewhite, Ian Elliott), quienes, además de no conocer adecuadamente la realidad de la sociedad peruana y del papel que cumple en ella la Iglesia católica junto con sus instituciones, se orientaron más hacia una estrategia de control de daños que favoreciera al Sodalicio, limpiándole la cara, en vez de atender adecuadamente las justas demandas de las víctimas.

La publicación del Informe De Belaúnde evidenciaría que el Sodalicio todavía tiene varias cuentas que saldar e incluiría datos relevantes para el desarrollo de la denuncia penal contra miembros y ex miembros del Sodalicio que fue formalizada mediante resolución el 20 de noviembre de 2017 por la Décimo Octava Fiscalía Penal de Lima. Allí se acusa a Luis Fernando Figari, Virgilio Levaggi, Jeffery Daniels, Daniel Murguía, Ricardo Trenemann y Óscar Tokumura de asociación ilícita para delinquir en agravio del Estado y del delito contra la vida, el cuerpo y la salud (lesiones psicológicas graves) en agravio de 14 personas, entre las cuales se cuentan José Enrique Escardó, Pedro Salinas, los hermanos Vicente y Martín López de Romaña, Óscar Osterling, Álvaro Urbina y yo mismo.

La publicación del libro “Mitad monjes, mitad soldados” de Pedro Salinas y Paola Ugaz en noviembre de 2015 fue solamente el disparo de partida para otros libros sobre el tema que aún están pendientes de ser publicados.

El psicoterapeuta y ex sodálite Gonzalo Cano Roncagliolo, quien, para optar al grado de magíster en la Pontifica Universidad Católica del Perú, presentó en el año 2014 una tesis con el tema “Del uso de la religión para la perversión: una mirada psicoanalítica al caso de Marcial Maciel”, ha preparado un libro que amplía las ideas de esta tesis y hace un análisis comparativo desde las ciencias psicológicas de los tres mayores abusadores de la Iglesia católica en Latinoamérica: Maciel, Karadima y Figari. Cano ya ha publicado una novela, “Sepulcros blanqueados”, donde recurre a la ficción para presentar una sociedad religiosa que es un calco del Sodalicio, a diferencia de la fallida novela “Y líbranos del mal” de Santiago Roncagliolo, primo hermano del anterior, que nos presenta una institución religiosa que se parece muy poco al Sodalicio real que conocimos quienes hemos sido víctimas de abusos en la institución.

Están también en lista de espera para ser publicados el testimonio autobiográfico de un ex sodálite así como mi propia historia personal, que no es solamente un relato autobiográfico sino una panorámica del Sodalicio desde adentro en las décadas de los 70 a los 90, sin centrarse en los abusos sexuales sino en el sistema mismo, que puede caracterizarse como secta destructiva.

Asimismo, también está el libro que ha anunciado Paola Ugaz sobre las finanzas del Sodalicio.

Las cuentas pendientes que tiene el Sodalicio son muchas. Su comisión de expertos internacionales habría contribuido a reducir a 67 el número de víctimas, en comparación con las más de cien víctimas —según fuentes confiables— que habría reconocido la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada en noviembre de 2015 por el mismo Sodalicio e integrada por los abogados Manuel Sánchez Palacios y Rosario Fernández Figueroa, el obispo de Lurín Mons. Carlos García Camader, la psiquiatra Maita García Trovato y el periodista Miguel Humberto Aguirre, quienes rechazaron las remuneraciones ofrecidas por el Sodalicio a fin de mantener su independencia.

Además, el Sodalicio habría implementado muy pocas de las recomendaciones hechas por ambas comisiones, y mucho menos habría aplicado castigos contra los abusadores que siguen perteneciendo a la institución. Las reparaciones indemnizatorias otorgadas a las víctimas no se ajustaron a estándares internacionales de justicia, muchos menos tomaron en consideración que el Sodalicio tiene un patrimonio millonario que le da la capacidad para pagar indemnizaciones que realmente mitiguen los daños producidos. A esto hay que añadir que las reparaciones fueron concedidas previa firma de acuerdos de confidencialidad que vulneran el derecho de las víctimas a seguir buscando justicia. No conozco a ninguna víctima indemnizada por el Sodalicio que se haya sentido realmente agradecida a la institución por la manera en la que actuó.

Finalmente, el Sodalicio tiene cuentas pendientes conmigo, pues nunca me reconocieron como víctima, no obstante que la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación sí lo hizo, no obstante que el Ministerio Público me reconoce como agraviado en el delito de lesiones psicológicas graves, no obstante que viví más de 11 años en comunidades sodálites de consagrados y pasé por sufrimientos y abusos similares a los que padecieron Pedro Salinas y José Enrique Escardó, que estuvieron menos tiempo en esas comunidades y, sin embargo, sí fueron reconocidos como víctimas por el Sodalicio.

El Sodalicio también ha sido una cuña en mis relaciones familiares, pues mi hermano Erwin sigue perteneciendo a la institución y apenas me habla desde hace varios años; más aun, ha dado indicios de que no quiere que yo sepa en qué lugar del mundo se encuentra. El resquebrajamiento de los vínculos familiares se dio desde los 70, cuando mi madre aún vivía, y afecta hasta ahora a mi entorno familiar.

El Sodalicio, a través de la productora ICTYS (Instituto Cultural y Social) ha explotado comercialmente, desde la década de los 90, por lo menos 18 canciones de las cuales soy autor y compositor —tal como lo reconoce explícitamente ICTYS—, sin que yo haya cedido en ningún momento ningún derecho emanado de la propiedad intelectual de esas canciones y sin haber yo recibido nunca ningún céntimo por concepto de regalías.

El Sodalicio me ha quitado el sueño, me ha hecho despertar cada día con la conciencia obsesiva de ser un sobreviviente de un sistema sectario destructivo, ha envenenado y destruido muchas de mis amistades, me ha difamado como un ser desquiciado que sólo busca hacer daño a quienes quieren vivir una auténtica fe cristiana dentro de la Iglesia católica.

Pero aún me quedan la fe, producto de experiencias personales, y una esperanza indoblegable, que espera ver algún día al Sodalicio saldando sus cuentas pendientes.

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Sodalicio

La frase del título alude a una situación que tiene mucho de creencia popular pero también de realidad científica. El talento, entendido como la capacidad de ciertos individuos para hacer con facilidad, precisión y calidad, algo que resulta difícil para el común de la gente, es una predisposición natural, que puede transferirse de generación en generación pero, además, es una construcción cultural, influenciada por el entorno. Sin trabajo, sin práctica disciplinada ni vocación, ningún talento es capaz de florecer. Esto aplica para todas las actividades, oficios y profesiones humanas. Y, por supuesto, lo vemos frecuentemente en el mundo de la música, donde hay casos de hijos que igualan y hasta superan las destrezas de sus padres.

El ejemplo paradigmático de esto último es el de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) el salzburgués que creció entre notas musicales, de la mano de su padre Leopoldo, un esforzado compositor quien reconoció los talentos sobrenaturales de su hijo prácticamente desde los 3 o 4 años de edad. Esas habilidades orgánicas -el oído perfecto, el dominio del piano, la imaginación para componer- no se transformaron, de la nada, en la legendaria y prolífica genialidad que (casi) todos conocemos, sino que fueron resultado de la obsesión del padre, quien hacía trabajar al pequeño Amadeus mañana, tarde y noche. La inmortalidad de la música de Mozart (Sinfonía No. 40 en Sol menor, 1788) es testimonio de una relación filial estrecha y a la vez tirante, llevada al extremo.

En el universo de la música clásica tenemos otros dos casos prominentes de hijos que siguieron el camino de sus progenitores: Johann Strauss II (1825-1899), cuyos valses El Danubio Azul (1866), Cuentos de los bosques de Viena (1868) y Vals del Emperador (1889), son tres de las melodías más famosas de todos los tiempos, fue hijo de Johann Strauss I, también creador de valses, polkas y marchas, entre ellas la conocidísima Marcha Radetsky, escrita en 1849, dedicada al mariscal Joseph Radetsky, héroe austriaco en las guerras napoleónicas. El otro caso es el de Carl Phillip y Johann Friedrich, dos de los veinte hijos que tuvo Johann Sebastian Bach (1685-1750), de los cuales por lo menos seis se dedicaron a la música, aunque ninguno alcanzó la notoriedad del célebre creador de los fantásticos Conciertos de Brandenburgo (1721), piezas emblemáticas de la música barroca del siglo 18.

En la música popular abundan las historias de hijos que, de manera manifiesta o tácita, rinden homenaje a sus papás a través de sus propias carreras. Suele ocurrir que, al estar en contacto con la frenética agenda de grabaciones, giras, ensayos, conciertos y demás actividades comunes al discurrir cotidiano de un músico, uno o varios de sus hijos terminen dedicándose a lo mismo. La exposición permanente más la dotación genética, a veces, da buenos resultados. Pero también hay de los que avergüenzan a sus padres, haciéndose famosos sin tener ningún talento, solo por «ser hijos de…». Un par de ejemplos de ello, al final.

Y esto de dedicarse «a lo mismo» es, en algunos casos, 100% literal. Como los hijos de dentistas que estudian exactamente la misma especialidad que sus padres. Ahí tenemos, por ejemplo, a los bateristas Zak Starkey, Jason Bonham y Nic Collins, hijos de Ringo Starr (The Beatles), John Bonham (Led Zeppelin) y Phil Collins (Genesis), respectivamente. Haber crecido entre las élites rockeras les permitió ingresar fácilmente al mundo del espectáculo pero su éxito no es solo producto de ese privilegio pues han logrado demostrar su talento, heredado por supuesto, pero también respirado y absorbido desde su nacimiento. Las tiernas escenas de la película The songs remain the same (1976) de Led Zeppelin, en que se aprecia al pequeño Jason, de apenas 7 años, jugando con las baquetas y los tambores de papá John ilustran a la perfección el asunto. Con los años, Jason y Nic han terminado ocupando el lugar de sus famosos padres -un hecho de profunda carga emotiva y motivo de orgullo personal- en sus bandas originales (Bonham falleció en 1980 y Collins, debido a una extraña enfermedad, ya no puede tocar la batería) mientras que Zak es, desde 1996, miembro de The Who, nada menos.

Siguiendo con los Beatles, John Lennon tuvo dos hijos: Julian y Sean, el primero con Cynthia, su primera esposa, y el segundo con Yoko Ono. Ambos buscaron replicar el camino de su padre, con resultados desiguales. Julian -a quien Paul McCartney dedicó Hey Jude, originalmente se iba a llamar Hey Jules- tuvo un par de éxitos radiales en 1984 (Valotte y Too late for goodbyes) pero luego se esfumó. Su medio hermano optó por la música experimental y neo psicodélica. Actualmente toca guitarra y canta junto al experimentado bajista Les Claypool (Primus) en el grupo The Claypool Lennon Delirium. En cuanto a los hijos de Paul McCartney y George Harrison, también han seguido la profesión paterna, aunque de media tabla para abajo, a decir verdad. Mientras que James, el único hijo hombre de Macca, ha estado colaborando con él desde fines de los noventa y tiene ya un par de discos como solista, de poca repercusión; Dhani destaca por su impresionante parecido físico con George pero, más allá de eso, no levanta vuelo con sus emprendimientos artísticos.

Los ejemplos, como decía, abundan. Allí están Wolfgang Van Halen, hijo del virtuoso guitarrista holandés Eddie Van Halen, fallecido el año pasado (en este video recuerda a su papá, con el tema Distance de su actual banda, Mammoth); Jakob Dylan, líder de The Wallflowers y cuarto hijo del primer matrimonio de Bob, quien alcanzó notoriedad con el segundo disco de su banda, Burning down the horse (1996), con temas como One headlight y 6th Avenue heartache. O David “Ziggy” Marley, uno de los once que tuvo el ícono del reggae jamaiquino, Bob Marley, quien se hizo conocido con el single Tomorrow people de 1988. Y como reseñas de este tipo pueden encontrarse por montones en internet, voy a concentrarme en dos casos que nadie menciona.

El primero de ellos es una banda que, en los setenta, seguramente habría llenado estadios. Sin embargo, los cambios en la industria discográfica confinaron su electrizante hard-rock sureño a clubes y locales con capacidad para no más de 5,000 espectadores (hasta antes de la pandemia, por supuesto). Me refiero a The Allman Betts Band, integrada por los hijos de tres miembros originales de The Allman Brothers Band. Devon Allman, Duane Betts y Berry Oakley Jr. Han lanzado, hasta el momento, dos álbumes, Down to the river (2019) y Bless your heart (2020) que son un tributo a la poderosa música de carreteras que hicieron sus padres, Gregg, Dickey y Berry, entre 1969 y 1972.

Pero si de homenajes filiales se trata, Dweezil Zappa se lleva el premio mayor. Desde el año 2006 ha estado recorriendo Estados Unidos y Europa, interpretando la compleja y contracultural música de su padre, el guitarrista y compositor Frank Zappa. Dweezil, guitarrista también –al nivel de Joe Satriani, Eddie Van Halen o Steve Vai, sus profesores desde niño- lanzó primero la gira Zappa Plays Zappa con la que no solo satisfizo a los conocedores sino que presentó las canciones de Frank a públicos completamente nuevos, un empeño que ha continuado a pesar de la tenaz oposición de su propio hermano, Ahmet, quien intentó prohibírselo legalmente, aduciendo que no tenía el permiso familiar para hacerlo. Tras años de absurdas peleas, ambos anunciaron su reconciliación en el 2018, poniendo por encima de todo el legado artístico de su padre.

Juan Diego Flórez, el tenor más solicitado del momento, tiene también muy presente a su padre, Rubén Flórez, conocido intérprete de música criolla. En sus galas, ante los públicos más exigentes del mundo, nuestro compatriota siempre incluye los valses de Chabuca Granda que hicieran conocido a don Rubén. Asimismo, el pianista de jazz José Luis Madueño recuerda permanentemente a su padre, Jorge Madueño Romero, en sus recitales y producciones de estudio. Otro músico peruano, el guitarrista criollo Pepe Torres, ve con orgullo cómo su hijo Álex se abre camino en Hungría, haciendo música flamenca y jazz fusión, usando las plataformas digitales y redes sociales para difundir su rollo electroacústico.

La lista podría seguir: Nancy y Natalie en el mundo del jazz (hijas de Frank Sinatra y Nat King Cole); Norah Jones y Anoushka, de Ravi Shankar; las segundas generaciones de los fundadores de los bolivianos Kjarkas, los chilenos Quilapayun e Inti Illimani; Dante Spinetta, hijo del legendario Luis Alberto. Todos dejan muy en alto los nombres de sus padres, ejemplos y confirmaciones de que el talento sí se hereda. Pero también hay casos como Enrique y Julio Iglesias Jr., hijos de Julio; o los cinco hijos de Ricardo Montaner que se han colgado descaradamente del prestigio de sus padres para conseguir oportunidades, fama y fortuna sin tener lo necesario para ser considerados verdaderos músicos.

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 156: Cuando la democracia está en juego, es deber de los demócratas pronunciarse. Y analizamos los escenarios detrás del mensaje de Sagasti rechazando el discurso golpista.

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Elecciones, Francisco Sagasti, Fujimorismo

Según un estudio del Instituto de Investigación de Stanford y la Fundación Carnegie Mello, el 75% del éxito laboral se debería a las habilidades blandas. Por ello es sumamente importante que tanto nosotros como nuestros equipos refuercen este tipo de habilidades bajo la consigna de la disposición al cambio.

Esto nos permitirá adaptarnos y en lugar de quedarnos atrapados en los problemas, empezar a ver soluciones prácticas que nos ayuden a seguir adelante. Edith Onderick-Harvey, especialista en procesos de cambio de comportamiento en empresas, explica algunas maneras de animar a nuestros equipos a estar abiertos al cambio.

Comparte un propósito claro y convincente

 El propósito es la barrera de seguridad para las acciones. La agilidad del cambio requiere una respuesta a la pregunta «¿por qué?», ​​para que las personas puedan luchar contra el instinto natural de resistir el cambio. La respuesta debe aprovechar lo que es significativo e importante, proporcionando una invitación irresistible. Edith indica que las personas necesitan compartir la misma creencia de que están creando valor de alguna manera.

 Mira la oportunidad por delante

 La mayoría de los líderes ven esto como el papel de los altos ejecutivos. Para promover la capacidad del cambio, todos los líderes deben ser alentados e incentivados a ver oportunidades en lo que hacen todos los días. Necesitan mirar más allá de este mes o este año para identificar tendencias y tomar medidas. La historia está llena de líderes del mercado que no vieron las oportunidades en el futuro ni tomaron medidas al respecto.

 Identifica lo que no funciona

Es inevitable que haya cosas que no funcionen o que no resulten como lo esperado. Debemos aprender de los errores y permitir que exista un ambiente seguro para que todos puedan compartir lo bueno y lo malo de distintos procesos que pueda estar atravesando la empresa o el equipo.

 Promueve la toma de riesgos calculada

 Con mucha frecuencia, la primera respuesta de las organizaciones tradicionales a un riesgo es preguntar: «¿Por qué?». La disposición al cambio requiere que los líderes se pregunten «¿por qué no?» y establecer oportunidades para pilotos, prototipos y experimentación. Si bien una estrategia general informa el enfoque de los investigadores, hay docenas de experimentos que no obtienen resultados y que, sin fracasos, no podrían encontrar los éxitos.

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adaptación, Cambio, Habilidades blandas
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