Las compras mediante aplicaciones, webs y redes sociales se han vuelto cada vez más comunes, debido a la diversificación de la digitalización de los servicios, sumado al impulso que la pandemia dio a estas plataformas. Según el estudio de Ipsos “Compradores por Internet”, el número de compradores online frecuentes pasó de 3.6 millones en septiembre del 2019 a 6.6 millones en junio del 2020.

Dado que la vía digital es una de las más importantes en la actualidad, es necesario que nuestra marca cuente con buena reputación en ella y sepamos cómo construir su identidad mediante la comunicación con el público. Uno de esos canales es el de la administración de los comentarios. Según HubSpot, algunas recomendaciones para llevar bien esta labor serían de la siguiente forma:

Identifica la mejor forma de responder

Muchos clientes recurren a las redes para resolver dudas, o efectuar alguna queja. Sin embargo, existen también los famosos “trolls” o usuarios que buscan involucrar a tu marca en un tema de interés masivo en las redes sociales que puede causarle daño a tu imagen. Asegúrate de que tú y tu equipo sepan cómo responder a las publicaciones y mensajes negativos. Lo más importante es no responder los insultos.

Elabora buenas prácticas al responder

Para el futuro será muy útil contar con un manual de buenas prácticas para ayudar a resolver problemas de forma fácil y eficiente que fomente un sentimiento de marca positivo entre tus clientes:

-Sé positivo: Mantén un tono amigable cuando respondas consultas en redes sociales. A menos que sea evidente que se trata de una broma o burla, evita el sarcasmo o el humor. Igualmente, eso no significa que no puedas mostrar la personalidad de tu marca a la hora de interactuar con los clientes.

-Sé transparente: Responde siempre con la verdad. Algunos de los problemas que los clientes publiquen serán fáciles de solucionar, pero otros no. No es necesario resolver con tu primera respuesta todos los problemas que pueda tener un cliente, pero sí tienes la responsabilidad de ser transparente con él sobre el plazo que necesitarás para ofrecerle una solución.

-Lleva las conversaciones fuera de las redes: Cuando los temas son más complejos, lo mejor será resolverlos por interno. Solicita a los clientes que te envíen un mensaje directo o correo electrónico si necesitan compartir información personal para que puedas ayudarlos, o si la conversación se está volviendo tensa. Esto ayuda a minimizar la visibilidad externa de esa conversación y posiblemente logres solucionar el problema con más rapidez.

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comentarios, ecommerce, post, Redes sociales

¿Pudo Keiko Fujimori ganar en las urnas lo que hoy pretende su staff de abogados ganar en la mesa? Al cierre de esta nota, con el 99.440% de actas contabilizadas, la diferencia entre ambos candidatos era de 173.707 votos en territorio nacional y 71,455 si contamos los votos del extranjero. Ambas cantidades representan menos del 10% de las personas que no votaron en las regiones en las que el fujimorismo tuvo mayoría.

 

En Tumbes y Piura, por ejemplo, donde el fujimorismo alcanzó las preferencias de más del 60% de la población, aproximadamente 378.000 personas no acudieron a las urnas. Una cifra que está lejos de los más de 594.000 que faltaron en las regiones de Lambayeque y La Libertad, donde Fuerza Popular alcanzó más del 50% de las preferencias.

Lima y el Callao merecen una mención aparte. En ambas regiones el fujimorismo arrasó, pero ¿pudo ser aún más importante este bastión para los intereses de Fuerza Popular si las más de 1.800.000 personas que se ausentaron acudían a votar?

Mientras los ausentes en regiones donde ganó Fujimori sumaron 3.332.139; en las del profesor suman 2.434.480. Es decir, 897.659 personas menos. ¿Cuántos votos pudo haber sumado Castillo si los más de 492.000 votantes ausentes de Puno, Huancavelica y Cusco, por ejemplo, donde el candidato sacó más del 80% de las votaciones, hubiesen acudido a las urnas?

Como fuese, el mapa del Perú se tiñó de rojo. Pedro Castillo venció en un mayor número de regiones y obtuvo un porcentaje contundente en varias de ellas, como ya hemos mencionado.

Por el lado de Keiko Fujimori, si bien no alcanzó a pasar el 70% de los votos en ninguna región, logró obtener el 64.60% en Lima, el equivalente a 3.965.876 votantes. Un número significativo que influyó en que la segunda vuelta terminara siendo bastante apretada. Su bastión, cómo no, fue San Isidro, donde obtuvo el más del 88% de las preferencias. Pero en San Juan de Lurigancho, el distrito más poblado de la capital, la cosa fue más reñida. Keiko obtuvo el 58% de los votos, mientras que Castillo, poco más del 41%.

 

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ausentismo electoral, Elecciones 2021, mapa del peru, Regiones, resultados segunda vuelta

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 149: El músculo legal del fujimorismo busca darle la vuelta a la elección. ¿Llamar a las Fuerzas Armadas para defender la democracia no es un sinsentido? Y la variante india en Arequipa.

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Fujimorismo, Segunda vuelta

La mayoría de consumidores cuenta con un perfil en Facebook, siendo enorme el potencial de esta red social para conectar a los negocios con su público objetivo y crear comunidad con ellos, especialmente si estos aprovechan una de sus herramientas más valiosas: los grupos, señaló el Consultorio Financiero de Mibanco.

Los grupos permiten dar a conocer el negocio desde la especialidad y experiencia, llegando al tipo de consumidor correcto e interesado en lo que se ofrece, expresó.

En ese contexto, explicó cómo crear grupos de Facebook, toda vez que en la coyuntura digital actual supone una herramienta valiosa para generar conversaciones alrededor de la marca y crear un sentimiento de comunidad valioso para los clientes.

Según la entidad financiera, los pasos a seguir son los siguientes:

1.- Definir el tipo de grupo:

Abierto: sirve para que la marca sea más vista y para potenciar la temática en la que se especializa y en la que quiere posicionarse. Al ser abierto se podrá llegar a potenciales clientes, además Facebook brinda prioridad a la ubicación del grupo, por lo que se podrá llegar a clientes de la zona.

Cerrado: para ser parte de ellos se debe tener la condición de admitido y cumplir ciertas reglas que establece el administrador. Por otro lado, el alcance del negocio será menor, pero más especializado. Asimismo, usualmente en estos grupos se encontrará a aquellas personas interesadas en los productos.

Secreto: grupo indicado para generar exclusividad con sus clientes, pues en ellos se podrá crear una comunidad selecta de clientes a quienes se deberá entregar contenido de alto valor.

Es útil para generar un sentido de pertenencia y comunidad, ambos fundamentales para el desarrollo de la relación con el cliente.

Crear el grupo y configurarlo: se podrá hacer entrando a facebook.com/groups, donde se deberá elegir un nombre para el grupo, elegir la privacidad e indicar si es un grupo oculto o visible para todos.

Personalizar el grupo: crear un diseño para la cabecera del grupo, una descripción del grupo con las políticas o reglas de convivencia, definir la ubicación del grupo y finalmente, subir una publicación de bienvenida y destacarla.

Con estos consejos se está listo para aprovechar las ventajas de conformar la propia comunidad de clientes en Facebook, destacó la entidad financiera.

“Sea un grupo abierto, cerrado o secreto, el algoritmo de Facebook le permitirá llegar a los clientes adecuados, ya que la plataforma segmenta a sus usuarios según sus intereses y preferencias”, puntualizó.

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Clientes, comunidades, Facebook, Marketing digital

Corresponde al gobierno de Pedro Castillo empezar a revertir lo que llamo la degeneratividad de la economía peruana, que se origina, como la mayoría de nuestros males históricos, en la el proceso colonial, cuando lograron hacernos sentir inferiores, y por ello añorar el destino material ajeno sin considerar nuestro territorio y demografía. Degenerativo, en medicina, es aquella situación en la que un cuerpo empeora constante e incrementalmente – en algún momento de modo irreversible – a causa de exponerlo a contextos y hábitos reiterativos que violentan su sistema inmunológico, que son sus capacidades adaptativas frente a los peligros virales y ambientales del entorno, las fuerzas que lo regresan al equilibrio vital. El cáncer, la diabetes, el lupus, y muchas otras, son padecimientos de este tipo.

El sistema inmunológico de toda economía es su matriz y capacidad productiva, porque de ella depende su nivel del empleo y su interacción con el mundo. En el equilibrio más adecuado, tendremos cantidad y calidad suficientes de puestos de trabajo, de modo sostenible en el tiempo y según el patrón cultural de cada contexto.

Nuestra economía republicana es degenerativa porque siempre hemos pretendido un capitalismo occidental para el que no tenemos las condiciones territoriales e insumos necesarios. No sólo fracasamos en todos los intentos, sino que deterioramos – cada vez más – lo más importante de nuestra inmunología, lo único que puede aspirar a buen, cuantioso y sostenido empleo: la manufactura y la economía rural. A la primera se le deja a su suerte en un mercado que la aniquila, o se le quiere poner en una velocidad competitiva que le resulta inviable. A la segunda siempre se le ha visto como atraso disfuncional o geografía para grandes negocios, y codiciado como mano de obra barata. Nuestro equilibrio óptimo de bienestar depende de cuánto logremos revalorar y desarrollar estos dos sectores, no de descollar en exportación de materias primas, construcción o servicios de telecomunicaciones, que son negocios multimillonarios pero dan empleo de calidad a muy pocos. La historia es bastante elocuente, incluso cuando en este espacio no se pueda ser muy prolijo.

La economía que éramos, entre 1821 y 1850, da cuenta de lo lejos que andábamos de un capitalismo básico, con industria localizada en el Perú y trabajadores civiles asalariados. Y también hace notar cómo malentendíamos nuestro territorio y subestimábamos nuestra economía rural. En ambos está el germen de la futura degeneratividad. Tras 20 años de guerra y en crisis de  comercio exterior debido al nuevo protagonismo exportador del virreinato del Río de La Plata, éramos un país pobre, en general deteriorado, y con muchos de sus grandes comerciantes recién expulsados. No hay instituciones económicas para entonces: el sistema monetario es caótico e insuficiente, y no tenemos bancos sino prestamistas informales. El Estado recauda muy poco y el sistema judicial está abandonado y sin normativa vigente. El territorio nacional tiene aglomeraciones muy pequeñas y bastante desintegradas, porque en la costa hay dificultades para el uso de la rueda en tramos largos, el transporte marino es mínimo y hay un solo puerto. Pese a ser el 80% de la población (1.6 millones), la sierra está casi desvinculada del llano costero, debido a las dificultades de su geografía para el acceso y el transporte no animal. La selva no pasa del 4% y está casi absolutamente aislada. La costa es el resto.

Sobre esta evidente insuficiencia, se forman dos economías: un mercado urbano (comercial y primario-exportador), y las actividades agropecuarias de las comunidades rurales, que son el 61% de habitantes del país. El primero es una reducida red de medio millón de peruanos, cuya élite social – de consumo importado – alcanza a 160 mil personas (el 10% blanco de la población). El resto urbano es pobre y apenas posee de monedas, por lo que vive del trueque. No hay dinero ni conocimientos para la inversión industrial, ni hay volumen poblacional para una buena demanda demanda. Tampoco capacidades: no más del 20% de la población es alfabeta. Tres circuitos desconectados conforman esta dinámica: el de Lima – Costa Norte de entonces débil agro-exportación (tenemos permanente déficit en balanza de pagos) y sistema hacendario; el de Lima – Cerro de Pasco de minería argéntea y comercios de comida, ganado, lana y aguardiente, y el de la sierra sur, que interactúa con Bolivia e incluye a Puno, Cusco y Arequipa, vinculados por los negocios de lana, ganado, obrajes textiles y sastrerías. En estos dos últimos circuitos participan algunos latifundios poco productivos, abandonados en la guerra previa. La mano de obra es esclava o yanacona (sirviente) en todos los casos. La segunda y mayoritaria economía de nuestra post-independencia es la de las comunidades rurales, que son auto-suficientes, sólo comercian para conseguir monedas y poder tributar (algunas lo hacen con fines de acumulación), y se abastecen en ferias del trueque. Estas,  desde el principio, son vistas como una rémora para el progreso y un desperdicio frente a las necesidades urbanas de mano de obra. Y como el orden criollo no puede tomar sus territorios (casi siempre en lejanas y escarpadas alturas) o traerlos, decide olvidarlos. Todos asumieron – y asumen – rezago e irracionalidad ahí, porque no entienden que la riqueza de ellos era – y es – la sostenibilidad y la calidad de vida a partir de la cooperación, el naturalismo y el genio tecnológico.

Tan lejos estábamos de lo que se añoraba (capitalismo industrial), que debieron pasar 100 años para que empezáramos a cerrar el último de nuestros pendientes frente al anhelo de un mercado industrial a la manera europea: dejar las semi-esclavitudes y consolidar una clase obrera asalariada y con mínimos derechos. Lo empezábamos a hacer en 1930, luego de un largo siglo XIX, donde aumenta la población pero casi no se mueven los porcentajes demográfico-territoriales, incluido el de las comunidades rurales, que siguen aisladas en lo fundamental, sin interés alguno en romper dicha insularidad. La aproximación conservadora al tema y los lamentos racistas por falta de mano de obra (resuelta con esclavitud extranjera) seguirán en pie y promoverán tres décadas de decididas políticas de expansión poblacional. La estatalidad y la infraestructura habrán dado grandes saltos a partir de la falaz prosperidad guanera, así como habrán avanzado la institucionalidad económica y financiera, lo que facilita que la consolidación, a finales del siglo XIX, de un mercado industrial textil y de alimentos (con obreros muy explotados), estimulado por una importante diversificación primario-exportadora que potencia nuestra oferta a la región y dinamiza el mercado peruano a través del consumo de los sectores empresariales entonces favorecidos. Así, este crecimiento manufacturero tendrá una caída a inicios del siglo XX, y se recompondrá para crecer significativamente hasta 1929, año del crack y de un nuevo declive exportador. En adelante, todos nuestros esforzados procesos de industrialización se apoyarán en los ciclos exportadores y se harán dependientes de ellos. Es la dependencia de las materias primas, que siempre son cíclicas.

En los próximos veinte años – hasta 1950 – pasarán tres cosas muy determinantes, que le cambiarán el rostro al país: aumenta la población significativamente (por primera vez pasamos los 6 millones que éramos en 1535) y ya no se puede hablar de escasez de mano de obra. Se consolidan un conjunto de derechos laborales que los obreros venían disputando desde inicios de siglo, lo que es altamente difundido en el sector industrial (no así en las haciendas o minas). Y se inicia el gran progreso migratorio sierra-costa de mediados del siglo XX, producto de una severa escasez de tierras cultivables por aumento demográfico, y a la publicidad cultural de occidente que ahora llega a través de los medios masivos (primero la radio y luego la televisión). Así, el país entró a lo que Matos Mar llamó desborde popular, y nuestro pequeño mercado industrial, que siempre quiso al campesino como masa obrera, tuvo lo que tanto buscó, pero en incontrolable exceso.

La estadística oficial de esos años ya permite observar su precariedad industrial, que luego será degenerativa. No hubo mejoras salariales entre 1930 y 1940. Entre dichos años, la industria produce el 17% del consumo interno y conforma el 14.5% de la PEA, que era de 4 millones y tiene un desempleo de 38.5%. Dado el contexto, es razonable esperar un considerable sub-empleo obrero y general. Estos porcentajes productivos y laborales no cambian para 1950, aunque la población y la PEA se elevan, por lo que ya puede verse degeneratividad en la economía peruana, al menos a nivel de calidad laboral (algunos calculan un subempleo de 10%, otros de 25%). No puede asegurarse que sin explosión migratoria igual habría llegado el proceso regresivo a nuestra economía, pero tampoco puede descartarse, porque hasta antes de 1930 nuestro modesto mercado urbano estaba muy lejos de penetrar siquiera su propio territorio, cada vez más poblado. Y aunque faltan datos para observar el aumento de las brechas productivas y tecnológicas con respecto a las economías desarrolladas, sí se puede deducir la dimensión de éstas, muy fácilmente: mientras el Perú sigue arrastrando – y ve cada vez más lejos – el pendiente de formar un mercado industrial mínimamente inclusivo (así sea con empresarios extranjeros y productos de poco valor agregado), Estados Unidos produce el 27% de los bienes de consumo y el 52% de la maquinaria que utiliza el mundo industrial. Ni el capitalismo exportador es de todos por naturaleza (al contrario), ni estamos hechos para competirles en su reino. Nuestra riqueza es otra. Mientras tanto, hasta 1950, la economía de las comunidades rurales entra sigue abandonada por el Estado y se reduce por la crisis de tierras, pero está a leguas de desaparecer y sigue ocupando la mayor parte del suelo andino. Hasta hoy.

A partir de 1952, y producto de un nuevo auge primario-exportador, empezará el más importante ciclo de crecimiento de industrial de nuestra economía, que extenderá e intensificará hasta 1975, gracias a las gestiones desarrollistas de Fernando Belaunde y, sobre todo, de Juan Velasco Alvarado, quienes reciben la influencia del cepalismo latinoamericano y ponen en marcha un proceso de sustitución de importaciones, fomento y protección arancelaria en favor nuestro desarrollo industrial. El segundo, además, llevó a cabo la reforma agraria, luego de siglo y medio de negación e infamia. Por primera vez en la historia un gobierno peruano razona con la suficiente autonomía y nacionalismo, considerando nuestra realidad histórica y territorial: es evidente que nuestras carencias como economía capitalista nos obligan a unirnos, y es claro que debemos dar al mundo rural y agropecuario el auspicioso lugar que le corresponde en nuestro desarrollo. Sin embargo, no basta con ello para detener la degeneratividad.

Los muy buenos resultados del proceso industrializador son innegables: de 1954 a 1975, la manufactura pasa del 12.8% al 21.4% como generador del PBI, siendo el sector de mayor crecimiento en la economía peruana y elevando considerablemente la ocupación obrera de calidad. Sin embargo, en 1972 nuestro mercado laboral tiene un sub-empleo de 44.2%, cerca del doble de lo que teníamos 20 años atrás. El rezago de partida y nuestra demografía dificultan detener la degeneratividad, con mayor razón en breves 16 años.

Pese a sus logros, el modelo sustitutivo hace crisis porque, una vez más, se pretende lo que no tenemos, esta vez en grado y velocidad: no sólo se fomenta y protege la manufactura nacional, sino que se incentiva la demanda en exceso y con montos insostenibles –  que provienen de la siempre cíclica bonanza primario-exportadora -, así como se esperan saltos tecnológicos imposibles en nuestros cortos plazos de alto comercio exterior. Se apunta a cosechar grandes resultados y casi de inmediato, sin sacrificio ofrecer de ninguna de las partes. Se pacta un beneficio mutuo entre el Estado, los empresarios y los trabajadores, sin ver que  ese paraíso cuesta mucho más que lo que puede cubrir cualquiera de nuestros periodos de altos ingresos exportadores, que nos resulta impagable. Al punto de agotar rápidamente la capacidad productiva del país, lo que implica escasez e inflación.

La realidad habla, nos aterriza: sí debemos unirnos y protegernos para industrializarnos, pero no debemos incentivar excesivamente nuestra velocidad buscando niveles productivos y progresos tecnológicos tan distantes que nos descompensan estructuralmente, lo que a larga eleva nuestra degeneratividad. Para que nuestra manufactura crezca y genere empleo suficiente y sostenible, los empresarios deben apostar por el mercado industrial y nacional aunque ganen menos, y los peruanos debemos consumir los productos que somos capaces de producir. Y desde ese inevitable esfuerzo colectivo debemos crecer con músculo. No hay duda de que nuestras brechas tecnológicas, con respecto al mundo capitalista desarrollado, siguieron ensanchándose: mientras en el Perú la industrialización velasquista es políticamente derrotada, y no logra mejorar-elevar su  producción de maquinarias fordistas (la clásica fábrica de tecnología pesada), Estados Unidos y otros pocos están dejando ese mercado e ingresando a la revolución informática, propia del siglo XXI. Hoy son, para nosotros, literalmente inalcanzables, salvo escenarios teóricos. Y varios estudios indican que las diferencias no han parado de crecer desde la década de 1970. La reforma agraria, por su parte, fue justiciera, pero tuvo un esquema de cooperativismo capitalista occidental que nunca logró sus resultados, y nunca pudo dialogar con las comunidades rurales, dejándolas en última prioridad operativa.

La manifactura local tendrá un estancamiento hasta 1990. A la mitad, en 1980, la economía seguirá degenerando, con un subempleo que llega al 51.2%. Cabe destacar que todas las gestiones de este lapso – con idas y venidas, ortodoxias y heterodoxias – enfrentaron sus crisis macro-económicas evitando, en lo posible, desmantelar el aparato industrial y la políticas progresistas que las sostenían. Se sabía que había ahí empleo de calidad y posibilidad de hacerlo crecer. Nuestro trato de gobierno con la sierra sí vuelve a su ánimo habitual: las comunidades rurales son el grupo social peruano que recibe la mayor violencia terrorista de esos años, subversiva y de Estado.

El descalabro del gobierno pro-mercado interno de Alan García, más irresponsable que ninguno en cuanto a velocidad, permitió al régimen autoritario de Alberto Fujimori (hoy preso) vendernos el cuento de la globalización y el emprendimiento, y desmantelar la industria nacional, eliminando toda posibilidad de fomento en su favor, y quitando todo el apoyo arancelario que pudo. Esto, sumado a la flexibilidad laboral, es el escenario ideal para el mundo desarrollado al que importamos todo, y la riqueza segura del empresariado nacional-internacional que no nos conviene, porque no es intensivo en empleo de calidad, además de ser históricamente abusivo, predatorio y ladrón. Nadie ha cambiado ese esquema durante dos décadas. Antes de la crisis, nuestro sub-empleo era de 72%, hoy debe haber un 80% de peruanos dispuestos a ser sobre-explotados cuando termine la pandemia, y a ganar menos de sueldo mínimo. Nuestra  manufactura actual produce alrededor del 13% del PBI, cifra similar a la del periodo previo al auge industrial velasquista. Nuevamente no es necesario ponerle cifras exactas al aumento de las brechas productivas y tecnológicas frente al primer mundo, basta observar que mientras el 65% de nuestras unidades productivas son micro-empresas de subsistencia (muy precarias y de vida breve), y que nuestra mejor manufactura apenas vende al mundo productos de escaso valor agregado, las economías avanzadas exportan nano-tecnología, meteóricas unidades de transporte o productos muy baratos que boicotean a nuestros débiles manufactureros. ¿Hasta dónde debemos degenerar para darnos cuenta de nuestra enfermedad y cortar sus causas?

Las comunidades rurales, que hoy son el 35% de la población y ocupan la mitad del territorio nacional, no sólo están abandonadas por el Estado, sino que permanentemente se les busca debilitar en términos legales, con fines de facilitar inversiones millonarias cuyos tipos de producción las extinguen. No son pocas las voces del mundo avanzado que vienen diciendo que ahí está la sostenibilidad del planeta, lo que implicará ventaja geopolítica a nuestro favor, alta calidad de vida y soberanía, siempre que reconozcamos, protejamos e incorporemos dichos espacios a nuestros proyectos de desarrollo económico. Es posible, pero es imperativo hacerlo respetando sus patrones productivos y velocidades. No necesitamos competir con el mundo, menos crecer con vértigo e insalubridad social. Necesitamos avanzar en calidad de vida y empleo digno, para todos.

Hay un velo que no nos deja ver nuestra degeneratividad, que ha sido tejido durante siglos por quienes lo usufructúan. Por eso la mitad del país votó el domingo por Keiko Fujimori, cuando es manifiesto que Pedro Castillo se acerca mucho más a lo que necesita nuestra historia y nuestro territorio. Pero él no está solo, ni conviene que así sea, porque sólo la convicción mayoritaria logrará verdaderos y duraderos cambios. Es momento de plantear y discutir nuevos valores, y de aspirar a los modelos que de ahí se deriven.

** Los datos y hechos fácticos, hasta la década de 1950, han sido tomados de la bibliografía de Carlos Contreras, escrita o editada (varios autores) por él. Un par de cifras provienen de estudios de la CEPAL. Entre 1960 y hoy, las referencias son Félix Jiménez, Francisco Verdera y Jan Lust.

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Economía, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Mientras duró la campaña electoral, el debate político se apoderó de todos los círculos de conversación de las personas afectando negativamente los ambientes familiares y laborales que, bajo el contexto de la pandemia, se encuentran estrechamente vinculados.

Según Marleny Fabián, psicóloga organizacional y docente de Psicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), siempre van a existir diferencias políticas, pero en este proceso se sintieron más por la intensidad de las emociones.

“Lo que hay que aprender es a reconocer cuál es esa emoción que está siendo muy intensa y que está impidiendo que logre el equilibrio con mi familia y mi trabajo. Estoy dejando que mi emoción gobierne. La emoción es muy importante para estar alerta y disfrutar, pero si está perjudicando nuestra relación, debemos darnos cuenta y ponerle un alto”, explica.

Considera que, en ese insulto, ofensa o ataque hacia otra persona, lo que está detrás es un descontento, ira o fastidio que cada persona debe ser responsable en gestionar. “Es importante que primero nos encontremos nosotros y nuestro espacio de equilibrio personal. Este ha sido un momento electoral muy importante, sí, pero que no debe ir sobre la relación personal o la convivencia que se pueda tener con los amigos que siempre van a estar”, estima.

Acercarse al otro

En principio, la forma correcta de convivir con quien tenemos alguna discrepancia es respetando su opinión. “Si no las comparto, no quiere decir que lo voy a amar menos o apreciar menos”, precisa. “Todas las personas tienen una verdad y un sentir, y es por eso que se mueven sus emociones. Hay que comprender que tiene una perspectiva distinta a la tuya y respetar su proceso de maduración y perspectiva”, agrega.

Al igual que con los deportes, indicó que es válido vivir el juego desde la tribuna con mucha intensidad, pero siempre hay que respetar las reglas y que la emoción no nos distancie del otro.

Advirtió que aquellos con más tiempo en el hogar también están siendo vistos por niños, que van a tomar como regla esta conducta. “Si el abuelo pelea con el tío, en realidad, lo que ellos están viendo es cómo se maneja una situación de conflicto”, indica.

Reconoció que la situación política también se involucró en el ambiente laboral con el temor de que los negocios pudieran paralizarse, lo que ocasionó más estrés y ansiedad entre los colaboradores. Sin embargo, confió en que poco a poco bajarán los ánimos.

“Se ha polarizado muy fuerte sí, pero va a pasar. Va a llegar un momento en que baje la intensidad y todo va a volver a como estaba”, asegura.

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Polarización, polarizados, polarizar

Lapadula llega tarde. Siempre. Tiene 31 años. Cuando acabe la eliminatoria, tendrá 32. Debutó con Perú a los 30. Jugó su primer partido en la Serie A a los 26. Incluso, su debút en primera fue a los 23 años, en Eslovenia. Llega tarde siempre. Ayer en Quito, sin embargo, entró al estadio como si fuera el primer partido de su vida, como si ser el último en la tabla fuera un pretexto para ser el mejor. 

Lapadula corrió como si de eso dependiera su éxito o fracaso. Corrió a 2.800 metros de altura, una condición en la que estaba por primera vez en su vida. Corrió igual, aunque las piernas no respondieran, el aire fuera casi nulo y la boca no pudiera reconocer humedad alguna. Y no se quejó ante la situación. 

Lapadula entró a jugar una final, con un equipo colero, con un punto de quince posibles, tres derrotas seguidas con cero goles a favor y siete goles en contra, y contra un rival duro de vencer en su cancha. Eso dificilmente signifique motivación suficiente para jugarse la vida. Pero Lapadula ha añadido un nombre más a la garra, a la pasión y al sí se puede: “un nuevo comienzo”. 

En el banco de suplentes, Ruidiaz observa a Lapadula mientras celebra los goles de Perú. La ‘Pulga’ no es más que la segunda opción. Ya es hora de decirlo. Lo fue desde mediados del 2016, cuando reemplazó a Pizarro en aquel partido con Venezuela donde perdíamos 0-2 en Lima. Ruidíaz entró, hizo una asistencia para el 1-2 y sobre la hora puso la cabeza en el área chica y decretó el empate. Le salvó el cargo a Gareca, a su equipo de una desgracia histórica y a los peruanos de la desilusión de otra eliminación temprana. 

Han pasado cinco años y 38 partidos en los que Ruidíaz ha empezado de titular o ha entrado desde el banco, siendo la segunda alternativa peruana. Pero solo logró meter tres asistencia más y tres goles, dos en amistosos.

Su sequía goleadora tiene varias explicaciones. El destino final de todo ataque del Perú de Gareca es buscar la oportunidad con un único punta que pelea arriba, recibe de espaldas, gira, jala la marca, descarga, retrocede, presiona. Raúl no es ese delantero. Su mejor versión es recibir con opción de mirar el arco, algunos segundos para llevar la pelota pegada al pie y espacio para colocar. Es rápido y movedizo, pero pierde en el uno contra uno al choque. Tiene definición, tiro de media distancia y encuentra espacios cuando hay confusión. Es oportunista. Pero no un luchador, está lejos de ser el todoterreno que se necesita. 

El temor de quedarnos sin Guerrero pronto es ya una realidad. Contra Colombia, el capitán jugó 30 minutos, aunque estuvo en la cancha todo el partido. Llegó apenas recuperado de una lesión, falto de fútbol y propenso a sentirse de nuevo. A punto de cumplir 38 años, en Brasil dicen que buscará un nuevo club para el 2022. El Inter de Porto Alegre funciona bien sin su estrella, que aún seguro vende algunas camisetas. Pero Guerrero ya no “shegó”, sino que está por irse. 

Y ha quedado claro que Ruidíaz no es su reemplazo. Es una pena, porque es de esos delanteros notables que salen del Perú muy de vez en cuando y encuentran cómo romperla en alguna parte del mundo. Como Maestri en Chile o Mendoza en Bélgica. Raúl lleva 4 años entre México y Estados Unidos, donde ha jugado 150 partidos y ha metido más de 70 goles. Ha sido campeón, goleador de la liga, jugador del año y muchas veces figura del partido. Pero no se adapta a la propuesta de juego del Tigre con la bicolor. 

Hoy, en cambio, miramos al banco y tenemos un nueve más. Lapadula se hizo esperar, lo respetaron y ahora ya tiene cuatro partidos con la selección y dos asistencias. Pelea codo a codo con el defensa rival que en Eliminatorias te marca al cuerpo con patadas y codazos, sabe voltear, girar, pelear cuerpo a cuerpo, retroceder la pelota, encontrar espacios para pegarle. 

Lapadula ha demostrado cualidades incluso mejores. Tiene carisma, se adapta rápidamente, se hace amigo de todos y pone huevos. También va a todas. Tiene ganas de jugar. No regala el partido, presiona alto, busca la dividida, pide perdón cuando no llega, guapea a los compañeros en un esforzado español y va fuerte al choque para intimidar al rival. 

Lapadula tiene los mismos 31 años que Ruidiaz. Ha jugado cinco temporadas recientes en la Serie A y ha metido 37 goles. A decir verdad, no es una figura boyante del fútbol italiano. Lo que lo lleva a ser la mejor opción en el ataque nacional no son precisamente sus laureles en tierras europeas o sus habilidades en el juego. Lapadula tiene hambre. Hambre de gol, de ganar y de triunfar. Parece que entra a la cancha sabiendo que sus años en el fútbol no son infinitos y que ser titular de una selección que pelea la clasificación al Mundial es un bonus para seguir vigente en su carrera en Europa. Ha llegado a pelear el puesto en cada entrenamiento y partido, y a ganárselo. 

Esa misma actitud no la tiene Ruidiaz. A él parece que le sienta bien ser un personaje secundario y está resignado a que el equipo no se adapte a lo que él necesita. Sobre todo cuando hay que salir a buscar el partido ante defensores sudamericanos duros, que no van a dar una pelota por perdida y donde hay que ganarles la posición. Parece entrar a la cancha sabiendo que su carrera en Norteamérica va a seguir vigente triunfando o no en la selección.

Si Lapadula está, tiene que jugar. Que Gareca y el comando técnico busquen otra formación para incluirlo junto a Guerrero, hasta que este le deje el puesto. Aunque se le ha ganado a Ecuador, Perú sigue en el fondo y es momento de reinventarse para no regalar la eliminatoria. Cada partido merece una táctica nueva. La tabla ya no importa, es partido a partido. Como en los viejos tiempos. Esos de la adversidad, que Lapadula parece entender bien.  Tiene 31 años, le quedan pocos en el fútbol. Pero sí, cada vez que juega, parece que fuera su primer y último partido. 

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Deporte, Fútbol, Perú

Hace bien el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, JNE, en anunciar que serán televisadas las sesiones en las cuales se discutirá las impugnaciones y observaciones a las actas de la segunda vuelta electoral.

Es perfectamente legítimo que Keiko Fujimori dispute las actas impugnadas. Pueden cambiar el rumbo de la elección (grosso modo hablamos de 140 mil electores) y claramente, en algunos casos, parecen obedecer a una estrategia de Perú Libre por dilatar el proceso o por sacar esas actas del conteo rápido que iba a efectuar Ipsos el domingo.

La voluntad popular manda y no se puede violentar por detalles absurdos, como muchos de los que se han conocido en las últimas horas. Y así sea por un voto de diferencia, quien gane en el conteo será el próximo Presidente de la República.

De hecho, a Keiko Fujimori no le han bastado los votos del exterior para alcanzar a Castillo. La única manera de lograr el triunfo es que las actas impugnadas sean en su mayoría a favor de ella y que las mismas sean validadas por nuestras autoridades electorales. De eso se trata, de hacer respetar la voluntad de las mayorías por encima de triquiñuelas de personeros adiestrados.

Cualquiera de los dos candidatos necesita la mayor legitimidad posible para emprender un mandato que nace polarizado y con crisis de representatividad (la mitad del país ha votado en contra del elegido, sea quien lo sea finalmente). No puede haber el menor atisbo de duda respecto de la legalidad del proceso y allí jugará un papel muy importante el JNE.

Gritar fraude de antemano es irresponsable. Keiko se cuidó de no hacerlo imputándoselo a las autoridades electorales, pero ha tensado el ambiente innecesariamente, aunque se entiende la necesidad de movilizar políticamente a sus huestes y así presionar a las autoridades a que fallen en conciencia y no por intereses políticos subalternos. Pero se espera que si gana Castillo, Keiko no solo lo reconozca de inmediato sino que lo salude democráticamente.

Si el país vota por un candidato de izquierda hay que aceptarlo y permitirle que ejecute un gobierno de esas características. Mientras no violente el Estado de Derecho ni la Constitución, tendría el legítimo derecho político de gobernar desde la izquierda y la derecha debe aceptarlo sin menoscabar su legitimidad y, por supuesto, mucho menos aún, invocar el fantasma de la interrupción militar del proceso, como algunos descabellados termocéfalos ya están haciendo.

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Elecciones 2021, Pedro Castillo

Un último estudio de Datum sobre la economía de los peruanos reveló que el 57.7% solventa sus gastos con ahorros, retiro de AFP, deudas y bonos. El recurrir a préstamos y tarjetas de crédito para pagar nuestros gastos aumenta la deuda que vamos acumulando, y con ello el nivel de responsabilidad para efectuar los pagos.

En ocasiones, podemos llegar a presentar deudas en más de una entidad financiera, y de no gestionarlas adecuadamente podemos perder el control de nuestras finanzas. Una opción bastante útil en este contexto es la compra de deuda, que permite consolidar las deudas en una sola entidad. El ABC de la Banca del BCP brinda algunos beneficios:

Reducir el pago en intereses

Mediante la compra de deuda la tasa de interés suele ser menor a la original y te permite reducir el pago de intereses. Expertos del BCP indican que, por ejemplo, si tienes dos deudas en bancos diferentes, una de S/ 1.000 y otra de S/ 2.000, ambas financiadas a 12 meses, y optas por una compra de deuda de S/ 3.000, tu cuota mensual podría reducirse en 12% aproximadamente.

Reducir las comisiones

Al tener las deudas consolidadas en una sola entidad no tendremos que asumir diferentes cobros por el mismo concepto, y se resumirá en un solo cobro mensual. Si consideramos que el seguro de desgravamen cuesta alrededor de S/5 mensuales por deuda, con tres deudas en distintas entidades bancarias pagarías S/15 soles por mes, pero al consolidarla en una entidad, solo pagarías S/5.

Control y orden en el pago

Unificar tus deudas en una entidad te permite simplificar la gestión del pago ya que no tendrás que hacer pagos en distintos montos, ni en diferentes fechas y lugares. Esto representa un claro ahorro de tiempo en el proceso de tus pagos.

Cuando recurrimos a una compra de deuda es importante que tengamos claras las condiciones bajo las que estamos firmando o aceptando dicha compra. Expertos de Compara Bien explican algunas desventajas de la compra de deuda, frente a lo que debemos prestar mucha atención. Estas son:

-Algunas entidades financieras penalizan por pagos extras que no estaban contemplados en la firma del contrato.

-Existe la posibilidad de asumir penalidades por prepago. Por eso antes de aceptar la oferta de una entidad financiera, debes verificar ese detalle.

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Compra de deuda, desventajas, ventajas
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