Haya de la Torre

Un día como hoy, hace 45 años, el 2 de agosto de 1979, nos dejó Víctor Raúl Haya de la Torre, tras larga agonía en Villa Mercedes, apacible vivienda en Vitarte que le fue cedida por un familiar para que allí transcurran, al fin sin sobresaltos, los últimos años de su vida. Fueron los tiempos de los dictadores Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez, los tiempos de las largas veladas en la Casa del Pueblo, de los coloquios nocturnos, el último buró de conjunciones y de la formación de una generación joven que pudiese continuar la obra. 

Se ha dicho mucho, bueno y malo, de la trayectoria política de Víctor Raúl. Al conmemorarse 45 años de su partida hemos querido destacar sus virtudes de estadista y visionario. Haya siempre se adelantó a su tiempo y el 28 de julio de 1978, día en el que pronunció su último gran discurso al instalarse la asamblea constituyente, avizoró el presente -este presente- y señaló un camino hacia el futuro -este futuro que nos toca construir a nosotros-. 

El patriarca del APRA comenzó hablando de la democracia y del triunfo de los partidos políticos en las elecciones de mayo de 1978 por sobre la propuesta autoritaria del no partido que representaba la dictadura y, de manera más específica, el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) instaurado por Juan Velasco y disuelto, poco después de su relevo, en 1975. También refirió su apoyo incondicional a la democracia plasmado en 1941 en su libro La Defensa Continental, en el que propuso un sistema americano interhemisférico que la protegiese de la amenaza fascista. Proféticas palabras, hoy la democracia parece un terreno baldío no solo en nuestra política interna, sino en la mundial, arrinconada por los extremismos progresista woke y neoconservador, con rasgos fascistas, que han superado el cerco del orden constitucional. Para muestra la dramática situación de Venezuela en la que una dictadura encaramada en el poder se niega a dejarlo a través de los más condenables métodos de fraude electoral y represión política.

Haya también habló de la Asamblea Constituyente y de su rol. Qué importante en tiempos en el que la urgencia, o no, de una nueva Constitución para el Perú ocupa buena parte del debate político nacional. Con casi cincuenta años de anticipación, Víctor Raúl refuta las torpes tesis que comparan una asamblea constituyente con el poder absoluto. De seguro que El Viejo León se hubiese reído a carcajadas de tan burdo desvarío. Al contrario, la destacó como la expresión más genuina y excelsa de la soberanía popular: “El pueblo ha rescatado el manejo de sus propios destinos y no puede renunciar a ellos ni enajenarlos. Los votos del pueblo, en un proceso libre, nos dan título irrenunciable para hablar en su nombre y en su defensa”.

El político trujillano no se quedó en el enunciado. Seguidamente apeló a los deberes de la asamblea, indicando que el primero de todos debía ser la responsabilidad institucional y la cooperación patriótica. Haya se manifestó respetuoso de las diversas visiones presentes en la asamblea pero destacó como un propósito superior alcanzar consensos para obtener un texto constitucional desde cuyas bases puedan forjarse la nación y su desarrollo. En otras palabras, las bases mismas de lo que constituye una democracia.

También habló de la flexibilidad de la nueva Constitución, de los mecanismos que debía poseer para poder actualizarse conforme fuese necesario y cambiasen los tiempos, así como destacó la importancia de alcanzar un texto que refleje la realidad y no resulte mero copismo de fórmulas extranjeras: Ha de ser lo bastante previsora y flexible para renovarse y renovarse, confirmándose como un marco que permita el desarrollo de la sociedad peruana, lo promueva y lo encauce. Estas palabras caen como duras sentencias contra aquellos que han prostituido los mecanismos del cambio constitucional para controlar las instituciones del Estado y legislar a favor de mafias e intereses perversos, reñidos con el bien común y el desarrollo de la nación. 

En su último discurso, Haya habló sin cortapisas de los Derechos Humanos, se adhirió consecuente e incondicionalmente a la Declaración Universal de las Naciones Unidas de 1948, así como celebró la creación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, no sin antes señalar que ambos instrumentos de justicia internacional ya habían sido suscritos por el Perú. 

Seguidamente, Haya adhirió también a los derechos sociales que constituyen una importante novedad que se suma a los civiles y políticos, y que se consagran tras la Segunda Guerra Mundial. Dijo el patriarca aprista que la nueva carta debía asegurar la alimentación, la vivienda, la salud, el trabajo, con libertad y justicia, la educación y la cultura para todos los que habiten nuestro suelo o hayan de habitarlo en el futuro. 

En un hecho sin precedentes, y adelantado a su tiempo, Víctor Raúl otorgó principal importancia a los derechos de la mujer y a la lucha por el medio ambiente, agendas que han cobrado gran notoriedad en el siglo XXI. Al respeto, Haya dijo que resultaban de primer orden la igualdad de la mujer en todos los campos; la atención especialísima de la juventud, ancha fila humana que en nuestro país exige promoción y estímulo especiales. Y también la defensa del medio ambiente y de nuestro patrimonio arqueológico e histórico.

En la década de 1920, cuando José Carlos Mariátegui planteaba la lucha política contra los Estados Unidos de América, la potencia imperialista del continente, Haya ya pensaba que para combatirla en igualdad de condiciones había que fomentar la unión de las naciones latinoamericanas y también saber negociar con el imperialismo, pues de este se requerían sus capitales y tecnología para alcanzar el propio desarrollo. Solo de ese modo se le podría enfrentar, solo así podríamos colocarnos en posición de competir con él. 

En el mundo de hoy, las ideas de Haya, tan criticadas por la izquierda comunista de entonces, parecen más bien verdades de Perogrullo, pero, al mismo tiempo, permanecen como utopías incumplidas.  La eterna “vía hacia el desarrollo” es una desgraciada inercia que comenzará a romperse a través de la inversión en ciencia y tecnología, y más si realizamos el esfuerzo conformando una alianza de naciones latinoamericanas. Haya lo dijo en 1928, también lo dijo en 1978, sesenta años después y la asignatura sigue pendiente. Integrarse contra el imperialismo no supone ser comunista, supone, como paso previo, la revolución capitalista. Pensar que algunos todavía no lo entienden.

Dejo para el final un tema que ha llamado poderosamente mi atención en el discurso de instalación de la asamblea Constituyente de 1978: la manera como Haya anticipa el rol de liderazgo geopolítico del Perú en la región debido a su posición geográfica. Hace 45 años, China aún no había despegado, recién Deng Xiao Ping se asentaba en el poder, apenas se trazaban las bases para su posterior despegue económico. Pero Víctor Raúl lo dijo: 

Aleccionados por la experiencia de este siglo y por sus realidades económicas, el integracionismo que profesamos es de clara raíz antimperialista. La integración tiene para el Perú un especial significado. Por su posición geográfica central, por una tradición que viene de su pasado y que se repite en todas las instancias de su historia –el Tahuantinsuyo, el Virreinato, la Revolución Emancipadora que aquí culmina y se funde en sus corrientes principales- a nuestro país le toca contribuir decisivamente a la coordinación latinoamericana,  convertirla  en una de las metas nacionales, indispensable para su propia subsistencia. Pues el Perú tiene todo por ganar en una Indoamérica unida y todo lo puede perder en una Indoamérica balcanizada”.

Faltan apenas meses para el inicio de operaciones del mega puerto de Chancay administrado por la empresa china COSCO Shipping Ports. De esta manera, el Perú será parada obligada y fundamental en el tramo marítimo de la nueva ruta de la seda china. ¿Pero cuenta el Perú con producción suficiente para beneficiarse de este inconmensurable tráfico comercial? ¿O se trata de pensar en grande y establecer una alianza regional para desarrollar infraestructura, manufactura, ciencia y tecnología etc. que nos permita integrarnos como bloque en esta oportunidad histórica que llama a nuestra puerta? La respuesta es tan obvia que puede omitirse.

Odiado, amado, perseguido, defendido, mataron por él, murieron por él, llegó al corazón del pueblo. Tras el líder cuya encendida oratoria cautivó a las masas peruanas a lo largo de seis décadas, un estadista y visionario señalaba los rumbos que había que seguir para alcanzar el desarrollo. Antes de él, tuvimos a Simón Bolívar, Chile, mal que nos pese, tuvo a su Diego Portales. A 25 años de su partida Rescatar el Haya estadista y visionario es tarea pendiente para el Perú del siglo XXI.  

p.s. Imagen del artículo: Sarasara: órgano del Partido Aprista Peruano, Comité Provincial de Parinacochas, año VI, no. 40, febrero 1947

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“A ti, la torre; y porque no salgas de ella nunca, hasta morir has de estar allí con guardas; que el traidor no es menester siendo la traición pasada” 

(Pedro Calderón de la Barca, La Vida Es Sueño)

Siempre que se habla del controversial Eudocio Ravines, importante político del siglo XX, se resalta que fue un tránsfuga que se pasó del comunismo al anticomunismo. Empeora el relato que junto a José Carlos Mariátegui haya militado en el Partido Socialista del Perú fundado en 1928. Su cercanía con el amauta y fundar seguidamente el Partido Comunista del Perú en 1930 agravan el pecado de su posterior vinculación con la oligarquía en la década de los cuarenta. 

En lo que casi nadie repara es en que la militancia política de Ravines comenzó en el APRA, de la que también fue fundador. Haya de la Torre lo consideraba su hombre de confianza pero en febrero de 1927, en las sobremesas del Congreso Antimperialista de Bruselas, Ravines es captado por la Comintern(1) y se convierte en su agente. A su turno, Haya rompió con la IC a mediados de ese año.

Ravines nunca le confesó a Haya que se había vuelto agente soviético. Al contrario, le hizo creer que seguía militando en el APRA. Por ello conmueve leer las cartas que este le escribe confiado, contándole que iba a iniciar una revolución en el Perú al margen de la IC. Haya no sabía que le estaba mostrando sus cartas al enemigo. 

Ya durante la polémica con Mariátegui, Víctor Raúl sigue creyendo en la fidelidad de Ravines. En la intimidad de la correspondencia ataca duramente al amauta y alude su precaria salud. Por estas expresiones fue muy criticado por la izquierda debido a que Ravines entregó las cartas nada menos que a Mariátegui y cincuenta años después fueron publicadas por el recordado historiador Alberto Flores Galindo. 

Han pasado cien años de la felonía de Ravines contra Haya pero a nadie le importa. Al contrario, se le valora positivamente pues, al fin y al cabo, apoyó a Mariátegui. La traición de Ravines solo se cuestiona cuando abandona el comunismo para servir a la oligarquía.   

Haya, Mariátegui, Ravines: narrativas historiográficas

La realidad no puede ser distinta a su narración, mucho más si se trata del pasado. Entonces la realidad no existe: solo existen relatos que dan cuenta de ella. En su trayectoria, Haya presenta más elementos discutibles que Mariátegui porque la vida del amauta se apagó temprano el 16 de abril de 1930 en plena efervescencia de su socialismo heterodoxo, cosmopolita y a la vez local. Haya siguió su camino hasta 1979, abandonó el marxismo en 1931, y de allí transitó por varias etapas que, según la lectura de la izquierda, constituyen una claudicación a su ideología primigenia. 

En este relato, escrito por “los vencedores”, la izquierda triunfó largamente sobre el APRA. La versión más difundida sobre la trayectoria de Haya y su partido la escribieron sus rivales políticos. Por eso mismo, Eudocio Ravines es un traidor frente al comunismo pero no frente a Haya y su partido. 

En los actuales tiempos, la política y la historia -aunque se relacionan gracias a la nueva historia política – han seguido cada una su camino. El historiador ya no se guía -o no debería- por su ideología como lo hacía en el siglo XX. Por ello es momento de revisar estas viejas narrativas que siguen presentando a Mariátegui como el bueno del cuento y a Haya como el malo, en un esquema maniqueo y epistemológicamente superado.  

Dentro de este esquema, la traición selectiva de Ravines requiere de urgente revisión porque los historiadores ya no establecemos quienes son los héroes y villanos del pasado. Además, es preciso no heredarle a las nuevas generaciones los sesgos ideológicos y antipatías de quienes todavía se guían por enfoques que se cayeron a pedazos junto con el muro de Berlín en 1989.  

1.- Comintern, Internacional e IC son sinónimos, refieren a la Internacional Comunista fundada en Rusia en 1919, cuya misión fue organizar y nuclear a todos los partidos comunistas del mundo. 

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Eudocio Ravines, Haya de la Torre, José Carlos Mariategui

No vivimos, pues, tiempos de utopías, vivimos tiempos de realidades muy complejas, cuyo telón de fondo es una disputa ideológica mundial entre derechas muy conservadoras y fundamentalistas, e izquierdas que hicieron de una supuesta “corrección política” un paradigma que debía imponerse derribando estatuas o mutilando libros. Pero el problema es social, no es cultural. Nos lo acaban de demostrar las masas chilenas que rechazaron un proyecto constitucional que básicamente abandonó las banderas que generaron su espacio de deliberación y las reemplazó, unilateralmente, por otras. Qué importantes las lecciones de Gonzáles Prada, cuando advierte al intelectual acerca de los límites de su liderazgo sobre las masas y subraya los peligros de su propia soberbia.

Caudillismo, populismo, clientelismo, militarismo, corrupción, precariedad de los servicios del Estado, absoluta crisis de valores – sí, en efecto- pobreza y pobreza extrema, hambre, son las principales características de una sociedad que no solo es informal en más del 70% de la población del país, sino que piensa, actúa y respira informalmente, y que ve al Estado como la fuente de enriquecimiento, desde los grupos de poder hasta los aspirantes a funcionarios, igual que sus homólogos españoles de nuestro virreinato, hace siglos.

Haya y Mariátegui lo tuvieron claro:  hay que partir de la realidad, y, tras conocerla a fondo, teorizar sobre ella. Por eso ambos sufrieron el exilio simbólico de la Comintern: ninguno aceptaba ortodoxias teóricas. La república, en efecto, es una utopía, por eso tiene que pensarse como lugar de llegada -nunca como punto de partida- de una examinación cuyo principio solo puede ser la definición más cabal y ceñida posible de lo que somos, del presente en el espacio y en el tiempo, del único lugar que realmente existe y desde el cuál todo comienza y se proyecta.

*Tomo prestado el título, del libro de nombre análogo de Tulio Halperin

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Haya de la Torre, Mariátegui, República

El 27 de agosto de 1930, el teniente coronel Luis M. Sánchez Cerro encabezó un golpe de Estado contra el dictador Augusto Leguía, poniendo así fin a su largo gobierno autoritario que iniciara el 4 de julio de 1919. Con Sánchez Cerro al mando, la incertidumbre se apoderó del país, las asonadas militares y civiles se multiplicaban unas tras otras por lo que decidió dejar el poder a la junta presidida por David Samanez Ocampo y Gustavo Jiménez, quienes apelaron a las viejas y olvidadas formas de la República para resolver el impase: las elecciones.

Sin embargo, las cosas habían cambiado tras once años de dictadura civil. Leguía había sido muy represivo con las masas que ya desde la década de 1910, y a principios de la de 1920 se organizaban sindicalmente y comenzaban a irrumpir en la política. Durante su mandato, se clausuraron las universidades populares que fundara Haya de la Torre al iniciarse la década, y se reprimió duramente al movimiento obrero organizado.

Para las elecciones convocadas en 1931, Leguía no estaba, pues purgaba prisión. Por otro lado, penosamente había muerto José Carlos Mariátegui, el rival ideológico de Haya de la Torre en la izquierda, con lo cual la suma de los movimientos anarquista, sindicalista, entre otros, migraron sin mayores contratiempos hacia el APRA y en cuestión de meses se había formado el primer partido de masas del Perú, que nació fuerte y organizado, y con una agenda política reformista, aunque no socialista.

Por su parte, la oligarquía asistía, aterrorizada, a las primeras elecciones a las que las masas concurrían con partido propio y con grandes posibilidades de vencer. Fue así como se gestó la alianza oligárquico-militar, que mantuvo su vigencia en el Perú prácticamente hasta el golpe de Velasco del 3 de octubre de 1968. En sus orígenes, la finalidad de esta alianza era evitar a como dé lugar que los “aprocomunistas”, como entonces se les llamaba, llegasen al poder. El primer fruto de esta alianza, fue el apoyo oligárquico a la candidatura del teniente-coronel Luis Sánchez Cerro, quien finalmente se impuso en las elecciones de 1931.

Lo que siguió fue la violencia política, el APRA protestaba en las calles a través de los sindicatos obreros que estaban bajo su control y, apenas asumió la presidencia, Sánchez Cerro decidió que lo más sano para el Perú era exterminarla, para lo cual declaró el estado de emergencia e inició una sangrienta e implacable persecución que, entre sus consecuencias principales,  contó con la deportación del país de la célula parlamentaria aprista, y el encarcelamiento de Haya de la Torre en el panóptico de Lima, todo en los primeros meses de 1932. Las bases apristas respondieron tomando Trujillo desde el 7 de julio del mismo año. Fue una danza de la muerte. Al batirse en retirada, la turba masacró una veintena de oficiales del ejército que se encontraban confinados en una celda de la prisión de Trujillo. Como represalia, la milicia fusiló a miles de apristas en las ruinas de Chanchán.

Esta historia, teñida con sangre, se prolongó por décadas y fue conocida como la secular enemistad entre el APRA y el ejército. Debido a ella, el Perú no pudo construir una democracia en circunstancias normales prácticamente hasta 1980, cuando elegimos por segunda vez a Belaúnde presidente del Perú, y esa democracia duró apenas doce años. Otro Fujimori, el padre, Alberto, la sepultó con el autogolpe del 5 de abril de 1992, y no la recuperamos hasta el 19 de noviembre de 2000 cuando el patricio Valentín Paniagua se puso la banda presidencial. Será por todo eso que hasta hoy nos cuesta tanto pensar y actuar democráticamente.

Acabo de hablarles de un proceso que duró 50 años, como tal, no es comparable con la coyuntura actual. Pero centrémonos en sus orígenes: la oligarquía (poder económico) + las fuerzas armadas, + la prensa (diario El Comercio) se unieron para evitar que una fuerza política que estaba fuera de su control asuma el gobierno del Estado. El precio que ha pagado la historia del Perú y, por consecuencia, nuestra ciudadanía por esa decisión es no poder disfrutar, hasta hoy, de un país plenamente democrático, inclusive en sus costumbres y en el desempeño de sus élites y de sus actores más influyentes

Escribo esta larga reflexión, porque tengo el mal presentimiento de que ayer, cuando el representante del Ministerio Público en el pleno del JNE, Luis Arce Córdoba, declinó formar parte del ente electoral, dejándolo sin posibilidad de seguir sesionando y de concluir el proceso electoral, cruzamos el punto de no retorno. El tema se complica, pues le correspondería ser reemplazado por el fiscal Víctor Raúl Rodríguez Monteza, de la misma línea política por lo que se esperaría de él, similar actuación.  La intención detrás de la maniobra es dilatar la proclamación de Pedro Castillo, intentar que no asuma el 28 de Julio y preparar el terreno para un golpe de Estado. De esta manera, una alianza entre Fuerza Popular, el poder económico, las fuerzas armadas y la prensa, impediría, como tantas veces en el siglo XX, que una fuerza política emergente, acceda al poder por la vía democrática. Asistimos, así, al nacimiento de una neoalianza oligárquico-militar y la historia, una vez más, se repite.

La idea me venía rondando la cabeza. Velasco no acabó con la oligarquía, esta apenas se adormiló por un tiempo, pero en los noventa volvió con nuevos bríos. En las dos primeras décadas del siglo XXI no tuvo mayores problemas con los presidentes de turno, se inquietó un poco con Alejandro Toledo y con Ollanta Humala pero, finalmente, ambos resultaron funcionales a sus intereses. En cambio, Pedro Castillo sí es un problema, y lo es no porque vaya a estatizarlo todo, ni porque se haya propuesta encarnar una apocalíptica distopía hollywoodense con Pol Pot y Abimael Guzmán de coprotagonistas, sino porque hará reformas, reformas como las de Joe Biden -no les dice algo que Washington acabe de darle el espaldarazo- y esas reformas sacan a nuestros grupos económicos de su zona de confort. No más oligopolios con las APF, no más concertación de precios, no más grandes negociados en las licitaciones con el Estado.

50 años duró, en el siglo XX, la alianza oligárquico-militar erigida para impedir que las masas organizadas alcancen el poder a través de un partido político. Lo paradójico de la situación, es que no “resolvimos” el impase con democracia, sino con la dictadura de Juan Velasco y Francisco Morales Bermúdez (1968-1980), quienes nos sumieron en la noche autoritaria por otros doce largos años.

Ayer, cuando Luis Arce Córdova presentó su renuncia a formar parte del pleno del JNE, superamos el punto de no retorno. La pregunta que queda por hacernos es qué páginas de la historia escribiremos a partir de hoy, cuando falta tan poco para celebrar el Bicentenario de la República. ¡Ay Perú! eres un país que se resiste a ser patria.

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Haya de la Torre, Juan Velasco, Sánchez Cerro

UNO

 “Ud. representa una corriente para la cual, la democracia es buena hasta donde sirve a sus intereses. Pero, cuando deja de servir a sus intereses, puede ser sustituida por una autocracia, como la de Chile”.

“Cambio de Palabras” – Entrevista a Pedro Beltrán (1978).

Probidad era el rasgo intrínseco de José Luis Bustamante. Abogado, jurista, escritor y político. Ganó las elecciones con el Frente Democrático.

Su gobierno se caracterizó por el goce de las libertades públicas.

Era 1945 y la oligarquía no aprobaba las reformas de Bustamante (el control de cambio), que era una “molestia” para los exportadores. Igualmente puso restricciones a las importaciones; quienes también formaron cola para putearlo.

Si bien el Apra era su aliado, no tardaron en criticarlo cada vez que podían. El Presidente no le prestaba atención a sus pedidos desmedidos. Por lo que pasaron a ser oposición. En 1947 sufrió una huelga parlamentaria (¿?); por lo tanto, Bustamante gobernó sin Congreso.

Por tal motivo, formó un gabinete militar. Siendo Odría su Primer Ministro. Craso error. El personaje de marras, tenía el apoyo del sector minero; lo aprovechó y se sublevó.

DOS

“Pero con decenas de oficiales que le deben favores. Aunque este retirado y sea un tonto, un general es un general. Es decir, más peligroso que todos los apristas y rabanitos juntos”.

Cayo Mierda  – “Conversación en la Catedral”.

Hugo Chávez, era militar con leales, en puestos claves del Ejército, y tenía el apoyo de la clase dominante. Esa es una diferencia inequívoca con respecto a Pedro Castillo, que prácticamente salió de la nada. Era un profesor de primaria que derivó en dirigente sindical.

De ahí a pensar que haría del país una segunda Venezuela, lo dudo seriamente. En primer lugar: la sociedad civil no lo permitiría. Jamás. En el Congreso su influencia es limitada. ¿Entonces, en qué quedamos?. Debemos exigirle que se centre en los problemas urgentes del país: vacunas y revitalizar la economía. Y aprender a ser político.

Eso sí, debe distanciarse de Cerrón o aprender a controlarlo.

Cerrón, es el típico político izquierdista charlatán, cree aún vivir en los años sesenta. Ni siquiera elucubra que así le hace más daño a Castillo.

TRES

“No quieren que cambie la política. Lo llamaron para que limpie la casa de cucarachas. Ya lo hizo y ahora quiere que les devuelva la casa, que, después de todo, es suya ¿no?

Cayo Mierda – “Conversación en la Catedral”

En 1962 ganó Haya de la Torre y como no logró el máximo requerido, (33%) según la Ley Electoral, el Congreso debía definir el próximo Presidente. No había segunda vuelta. Pero las FF.AA (educadas por la derecha) pensaban que el Apra eran poco, menos que el Diablo en persona, para la democracia peruana.

Y hubo Golpe Militar. El 63 hubo nuevas elecciones, que ganó, ajustadamente, Belaunde.

Haya se unió a Odría (quien había perseguido, exiliado y matado apristas) en una coalición. Y le hicieron la vida imposible a Belaunde. Le censuraron 5 gabinetes al Arquitecto, impidiéndole hacer reformas significativas.

CUATRO

“Con diez millones de soles no hay golpe de Estado que falle en el Perú, don Cayo” – Fermín Zavala – “Conversación en la Catedral”

Solo los mueve su propio interés y para llegar a ello (que es obtener dominio y poder sobre el ambiente), pueden llegar a simular: “amor, compasión o sentimientos de amistad”; solo hasta conseguir sus objetivos. Esa es la característica intrínseca de una personalidad psicopática.

La lógica de un psicópata, es una lógica de tipo militar: de objetivos, tácticas y estrategias. Es un militar impiadoso que sigue su objetivo, cueste lo que cueste.

El líder común consensua, pacta e inspira. El psicópata da órdenes a individuos cosificados.

En 1990 Alberto Fujimori destruyó los partidos políticos. Se confabuló junto a Montesinos y Bari Hermoza, Comandante de las Fuerzas Armadas, para gobernar, sin impedimentos, durante 10 años.

Años después, Keiko está destruyendo a la derecha, y dejándola en evidencia.

¿Y las Fuerzas Armadas? A excepción del golpe de 1968, casi siempre fueron sirvientes de la Plutocracia.

¿Y ahora también?

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