[Música Maestro] SOLIDARIDAD: Como asistente frecuente a conciertos, no alcanzo a imaginar el horror que deben haber sentido músicos y público la noche del ataque a Agua Marina. Mi solidaridad con todos los que estuvieron allí, especialmente con los directamente afectados. Además de heridos, son héroes. Porque ese espantoso atentado concretó POR FIN la vacancia de Dina Boluarte. En nombre de los 50 fallecidos de su pésimo gobierno – y sus familiares- y de todas las ridiculeces que hemos soportado, desde los discursos vacíos hasta las cirugías y viajecitos, un gran suspiro de alivio, tardío pero igual de justo y satisfactorio. Ahora, a evitar que se fugue o que busque asilo. Y a deshacernos de esos congresistas que la apoyaban y que hacen esto por lo insostenible de la situación que ellos negaron una y otra vez.

Escuchando rock en español

La importancia de entender lo que se escucha

Muchos aseguran que, en términos estrictos, no existe tal cosa como “rock en español” -o, para ser más precisos, en castellano. Aunque tal aseveración suene absurda, habida cuenta de que, si calculamos su existencia desde los arranques nuevaoleros mexicanos y españoles que comenzaron a traducir y grabar en nuestro idioma las canciones de Elvis Presley y Bill Haley a muy pocos años de su aparición original, la diferencia de edad entre el rock anglosajón y su versión hispanohablante es de solo dos o tres años, tiene un punto en su aspecto más elemental, su nacimiento y ubicación geográfica le dan una identidad propia e inconfundible.

Para hacer que la idea calce mejor en estándares actuales, podemos decir que en lugar de rock en castellano lo que existe es una fusión entre el rock auténtico, el norteamericano, y las múltiples sonoridades latinoamericanas que fueron enriqueciéndolo y generando estilos nuevos, aunque siempre enmarcados por el gran paraguas de lo que solemos identificar como rock and roll y sus derivados.

El latin-rock del guitarrista mexicano Carlos Santana en Woodstock 1969, por ejemplo, emparentado con el latin-jazz, la salsa afrocaribeña y la incorporación de otros exotismos -africanos, medio orientales- fue una de las primeras manifestaciones rockeras en las que se incluyeron frases en español pero no tiene absolutamente nada que ver con lo que ese mismo año se cocinaba en Buenos Aires, con los aires tangueros que Luis Alberto Spinetta le dio a algunas de las primeras canciones de su primera banda, Almendra, de notorios tintes beatlescos.

En ese sentido, cuando escuchamos rock en castellano estamos conscientes de que el rótulo sirve para condensar un concepto pero que no define necesariamente sus límites. Salvo en géneros en los que no se admitan muchas fusiones como, por ejemplo, tipos de música extrema como heavy metal, electrónica experimental o hardcore punk, siempre habrá elementos no asociados al rock, además del idioma mismo, que terminen integrándose al armazón convencional de cada banda, dependiendo del país de su procedencia: cumbia en Aterciopelados, rancheras en Café Tacuba, huayno en grupos peruanos.

Sin embargo, algo vital que hace del rock en castellano una categoría real, cimentada en décadas de diversidad y desarrollos musicales que fueron en paralelo al rock anglosajón, adaptándose y generando sus propias mitologías regionales, es que permite al público latinoamericano conectarse con la sensibilidad rebelde del rock a través de letras que somos todos capaces de entender, porque están en nuestro idioma. Aquí, algunos ejemplos.

Sui Generis – Pequeñas anécdotas de las Instituciones (Microfón Records/Sony Music Records, 1974)

En esta joya subestimada del rock argentino, Carlos Alberto García Moreno soltó guitarras acústicas y pianos para arremeter contra todo lo establecido, social, política y musicalmente, con un cargado arsenal de sintetizadores y teclados que trajo de Estados Unidos.

Aunque sus dos primeros discos -Vida (1972) y Confesiones de invierno (1973)-, ya contenían algunos cuestionamientos, en este tercero García puso la mira en las «instituciones»: matrimonio, gobierno, iglesia, ejército, productoras discográficas.

Esta movida fue desafiante y arriesgada. El productor del álbum, Jorge Álvarez, fue intermediario de serias amenazas que conminaron a Charly a cambiar la letra de varias canciones y hasta del título, que inicialmente era Instituciones, a secas.

Para transformar al dúo en un ensamble de rock sinfónico-progresivo capaz de interpretar sus nuevas ideas musicales, García y Mestre convocaron a los músicos David Lebón (guitarras), Rinaldo Rafanelli (bajo, guitarra) y Juan Rodríguez (batería).

Destacan Instituciones y sus profusos teclados, Música de fondo para cualquier fiesta animada y sus críticas al sistema judicial, o el instrumental Tema de Natalio, con la participación del violinista rosarino Jorge Pinchevsky, quien también participa en El tuerto y los ciegos.

En la línea acústica tenemos Para quién canto yo entonces, Juan Represión y Botas locas, estas dos últimas censuradas del vinilo original. Las denuncias siguen en El show de los muertos, Las increíbles aventuras del señor Tijeras y Tango en segunda, en que Charly García suena como Keith Emerson o Chick Corea.

Por otro lado, en Pequeñas delicias de la vida conyugal se siente la influencia que recibió de bandas italianas como Premiata Forneria Marconi o Banco del Mutuo Socorsso. Vocalmente, García y Mestre están sencillamente impecables.

Las ilustraciones de carátula pertenecen a Juan Gatti, colaborador de otros artistas como Manal, Pappo’s Blues y las bandas eternas de Spinetta (Almendra, Pescado Rabioso e Invisible).

Los Prisioneros – La voz de los 80 (EMI Music Records, 1984)

Las primeras canciones de este grupo tienen una gran virtud: son directas, crudas y puntiagudas, aplicables no solo a la realidad del Chile regentado por el dictador Augusto Pinochet, sino para otras sociedades latinoamericanas como la nuestra. Con este álbum debut, Los Prisioneros pusieron en el ojo público a la, hasta entonces, inexistente escena rockera de su país.

El trío, integrado por Jorge Gonzáles (voz, bajo), Claudio Narea (guitarra) y Miguel Tapia (voz, batería) marcó la historia del rock en español con sus canciones acerca de las juventudes estupidizadas (La voz de los 80, Brigada de negro), la hipocresía del comercio sexual (Sexo), y un par de reggaes de intención integradora pero no desde la óptica positiva e hipersensible de los trovadores folkloristas, sino poniendo los dedos combativos en aquellas llagas que (casi) nadie se atreve a tocar.

Latinoamérica es un pueblo al sur de los Estados Unidos se burla de los hispanohablantes que viven pendientes de culturas foráneas. Mientras tanto, No necesitamos banderas es un poco más oscura y rotunda, sobre la abolición de las fronteras que separan a nuestros países.

Hasta las canciones “de amor” como Eve-Evelyn y Paramar sorprenden con ese filo hosco y antisocial que declara no creer en ninguna convención, y menos en el amor, con sus mieles y sueños de opio que terminarán, inevitablemente, por hacer sufrir a los más sensibles.

Las rocanroleras ¿Quién mató a Marilyn? -cantada por el baterista- y Mentalidad televisiva son otros ataques a la cultura de masas. El disco comienza y termina con sus dos mejores canciones, La voz de los 80 y Nunca quedas mal con nadie, composiciones de Jorge Gonzáles que hoy suenan más apropiadas que nunca para describir el estado de cosas en nuestros entramados sociales. Lástima que, en el fondo, eso tampoco sirva de nada.

Mecano – Aidalai (BMG Records, 1991)

Hubo una época en que cada lanzamiento de Mecano era todo un acontecimiento en Hispanoamérica, Italia y Francia. Sin embargo, su última producción en estudio queda mal parada frente a las dos anteriores, Entre el cielo y el suelo (1986) y Descanso dominical (1988).

No están en cuestión las inteligentes letras de José María Cano –Naturaleza muerta, , Sentía– o los sofisticados quiebres de música electrónica de Ignacio Cano –El lago artificial, Dalai Lama, El uno, el dos y el tres– pero aun así, hay varias canciones que caen en una profunda cursilería como El fallo positivo -acerca del SIDA- o El 7 de septiembre -crónica de la separación de Nacho Cano y la escritora Coloma Fernández- de sonidos y versos demasiado melodramáticos.

Los hermanos Cano, en esencia muy buenos compositores, armaron en Aidalai un crisol de géneros diversos pero no en todos les queda bien el resultado. Por ejemplo, la rumba Una rosa es una rosa, intenta sonar desafiante y sensual pero no lo logra, a pesar de la cuidadosa producción y las excelentes guitarras flamencas del fondo, además de insistir en un recurso conocido: hacer cantar a Ana Torroja letras que han sido, evidentemente, escritas desde el punto de vista de un hombre.

O Bailando salsa que, aunque es creativa y hasta graciosa, no adapta aceptablemente del lenguaje salsero a su obvia vocación electrónica. Los vientos simulados por sintetizadores y los guapeos del final suenan bastante flojos, casi ridículos.

Los puntos más altos aparecen en cortes reflexivos como Naturaleza muerta y Tú o los buenos atisbos de pop orgánico de El peón del rey de negras y J.C. Escuchado en retrospectiva, este último álbum lanzado poco antes de anunciar su separación, una de las noticias más tristes para el tecnopop español, no fue una despedida del todo redonda.

El Tri – Simplemente (WEA International Records, 1984)

Después de quince vinilos como Three Souls In My Mind (1971-1983), el bajista y cantante Álex Lora decidió continuar con su rebelde rocanrol con algunos integrantes de la última etapa de aquel legendario combo mexicano.

Después de perder legalmente el nombre, Lora lo comprimió a El Tri, castellanización evidente de «Three». Y en 1984 apareció este disco, décimo sexto de su discografía completa y primero con la nueva denominación, bajo el título Simplemente. Álex Lora (voz y bajo), se juntó con los virtuosos Sergio Mancera (guitarras), Arturo Labastida (saxo), Rafael Salgado (armónica) y Mariano Soto (batería) y lanzó una poderosa declaración de principios rockeros.

Este disco, junto a Hecho en México (1985) y Niño sin amor (1986), conforman la trilogía seria de El Tri, antes de volverse una banda repetitiva con uno que otro chispazo de buen rocanrol. En esta formación El Tri convence con excelentes intermedios instrumentales que, aislados del vozarrón y lenguaje mexicano de Lora, podrían confundirse con los de cualquier banda de blues-rock norteamericano de los setenta.

Hay canciones como Vicioso, Metro Balderas o Triste canción que son ampliamente reconocidas, pero hay otras como Juanita o San Juanico que también merecen atención. Mientras que la primera es una alusión a las drogas, la segunda narra un hecho real: la tragedia de San Juan de Ixhuatepec (19 de noviembre de 1984).

El buen humor, constante en El Tri desde su prehistoria, se nota en «rolas» como Sópleme usted primero, Violencia, drogas y sexo o Agua mi niño (La Curva). La primera estrofa de Vicioso resume la filosofía de Álex Lora, cuyo poderoso aullido lo convierte en la versión latinoamericana de Brian Johnson (Ac/Dc) o Noddy Holder (Slade): «Quiero vivir entre notas musicales y quiero que me entierren a ritmo de rock». Muchos firmaríamos esa frase a ojos cerrados.

Héroes del Silencio – Senderos de Traición (EMI Records, 1990)

En toda la historia del rock de España no ha habido una banda capaz de ser tomada más en serio que este cuarteto de Zaragoza, por la potencia de sus canciones, su convincente presencia escénica y esa vocación de producir música influenciada por las ondas góticas ochenteras –The Cult, The Mission, The Cure- alejándose del lenguaje extremadamente localista de la movida madrileña o el punk vasco.

Aunque normalmente hablar de Héroes del Silencio es hablar del liderazgo de Enrique Bunbury, cuya poderosa voz aporta drama y personalidad a sus composiciones colectivas; es justo decir que el sonido del grupo tiene también relación con la particular habilidad del guitarrista Juan Valdivia para crear arpegios libres de influencia céltica y flamenca, con uso prominente de ecos y ligeras distorsiones sin afectar su técnica.

Mientras, Joaquín Cardiel (bajo) y Pedro Andreu (batería) hacen que las canciones sean cómodas para el oído común y corriente, algo que les permitió entrar a las radios a pesar de contar historias poco convencionales, surrealistas y algo oscuras. Títulos como Con nombre de guerra, Oración, Decadencia o El cuadro II, son claros ejemplos de ello.

El álbum fue producido por Phil Manzanera, famoso guitarrista ex integrante de Roxy Music, uno de los músicos británicos más interesados en el rock en español de esos años. El álbum, el segundo de larga duración de la banda, fue todo en éxito en España, Latinoamérica y algunos países no hispanohablantes como Portugal y Alemania.

Las canciones Entre dos tierras, Maldito duende y La carta son las más conocidas, con la primera de ellas convertida en el himno que definió su perfil y estética, siempre vestidos de negro y serios ante las cámaras, que resultó siendo uno de sus principales atractivos frente a un público ávido de expresiones realmente rockeras en nuestro idioma.

Sumo – Divididos por la felicidad (Sony Music Records, 1985)

El debut discográfico de Sumo fue una patada en la cara al carácter localista que siempre ha tenido la prolífica escena argentina, debido al perfil bizarro de su sonido -influenciado por el post-punk, el reggae y el dub británicos- y a que ocho de sus diez canciones están cantadas en inglés, aunque los títulos figuran en castellano en la edición original.

El nombre del grupo tiene dos lecturas: el adverbio sinónimo de «supremo», «superlativo» y el ancestral deporte japonés sugerido por la grafía que utilizan como logotipo. Divididos por la felicidad -título del álbum- es una mala traducción de “Joy Division”, nombre de una de las bandas favoritas del vocalista Luca Prodan, de quien se decía que era inglés, aunque en realidad había nacido en otro país europeo, Italia.

En general podríamos decir que es un disco de reggae, oscuro y saturado de ecos, atmósferas sórdidas y misteriosas, además de contener furibundos arrebatos de funk sucio y agresivo. Canciones como No acabes, Regtest, No duermas más, Reggae de paz y amor o Kaya se inscriben en el reggae-dub, con letras o más bien frases sueltas sobre amores truncos, vida nocturna, consumo de drogas y cosas así.

Mula plateada es un tema inclasificable, experimental, de ritmos africanizados y un solo de guitarra que recuerda a Adrian Belew. La voz de Luca, frontal y poco entrenada, parece estar siempre molesta con todo. Debede, Mejor no hablar de ciertas cosas y La rubia tarada son caóticas y notables. Divididos por la felicidad, el extraño tema-título, contiene incomprensibles letras en inglés y castellano en medio de una acompasada melodía de saxo, el instrumento dominante en casi todas las canciones.

Esta alineación de Sumo la formaron Luca Prodan (voz), Germán Daffunchio (guitarra, teclados), Roberto Pettinato (saxo), Alberto Troglio (batería), Diego Arnedo (bajo) y Ricardo Mollo (guitarra).

[PIE DERECHO] No deja de ser asombroso, aunque no sorprendente, el grado de ceguera política de cierta derecha peruana. Ayer, cuando el país entero presenciaba el derrumbe moral y político del gobierno de Dina Boluarte, los mismos que la sostuvieron a capa y espada durante casi dos años, pretendieron lavarse las manos, como si el hedor del cadáver institucional que ayudaron a mantener en pie no les alcanzara también a ellos.

Keiko Fujimori, César Acuña y Rafael López Aliaga intentan, con torpeza y cálculo, desmarcarse de un régimen que ellos mismos apuntalaron, pensando que la memoria colectiva es corta y que bastará con designar a un oscuro personaje como José Jerí para dar la impresión de renovación. Pero el pueblo no es tan ingenuo. Percibe la impostura, la maniobra burda, el oportunismo que se disfraza de rectificación moral.

El Perú vive una de las crisis más hondas de su historia republicana. Y la derecha, en lugar de ofrecer una alternativa liberal, moderna y democrática, ha preferido hundirse en el fango del mercantilismo y la componenda. No comprenden que al aliarse con lo más rancio y mediocre del poder han cavado su propia tumba electoral.

Mientras tanto, la izquierda radical, que no ha hecho mérito alguno para merecerlo, asoma como la única oposición coherente. No porque tenga razón, sino porque sus adversarios han abdicado de toda coherencia. Así, la derecha populista y reaccionaria le está sirviendo el país en bandeja a quienes destruirán lo poco que queda en pie.

La historia es implacable. Y el castigo popular, cuando llega, no perdona. Por haber confundido el poder con la impunidad y la política con el negocio, Keiko, Acuña y López Aliaga bien podrían terminar como lo que ya son: los sepultureros de la derecha peruana.

-La del estribo: extraordinario el libro Los años de Castilla (1840-1865), de Natalia Sobrevilla, publicado por el Instituto de Estudios Peruanos, IEP. Lo que impresiona del ensayo no es solo su enjundia narrativa y precisión histórica, sino atestiguar la sorprendente cercanía de ese periodo con los avatares del siglo XXI por los que el Perú viene transitando.

Según la PNP esta organización llegaría hasta un magistrado del Tribunal Constitucional con quien estarían trabajando para sacar un fallo favorable. La vista de la causa sería esta semana.

Estamos siguiendo este caso y vamos a poner al descubierto quiénes son y cómo operan “LOS ENCORBATADOS DE LIMA NORTE”

[INFORME] En medio de la crisis por la inseguridad, patrulleros que costaron cerca de doscientos millones de soles son encontrados con neumáticos en mal estado, tablets sin conexión con el sistema policial y hasta extintores vencidos.

Entre noticias plagadas de asesinatos y extorsiones, la mayoría de peruanos encara su día a día con la incertidumbre de no saber si puede convertirse en una víctima. La innegable e histórica crisis que está afrontando el país en materia de seguridad no sólo parece estar lejos de terminar sino que tampoco parece existir un plan a seguir para revertir una realidad que cada vez se torna más violenta.

Desde el Ejecutivo, la atención de la presidenta Boluarte ha terminado centrada en contener las interminables crisis de su gobierno y en el Ministerio del Interior parecen tener más palabras que ideas para atender la demanda de una población que reclama seguridad. Por el contrario, desde el gobierno incluso se escuchan expresiones que podrían ser catalogadas como indolentes al minimizar el asesinato de otro conductor de buses.

El trágico presente en la lucha contra la delincuencia tiene diferentes puntos para profundizar y, en esta oportunidad, Sudaca pudo acceder a un documento de la Contraloría que expone el injustificable descuido que hay en las comisarías con herramientas que son básicas para enfrentar a los criminales que parecen haber tomado el país.

LOS PATRULLEROS DE LA POLÉMICA

En el documento que Sudaca pudo revisar, la Contraloría pudo constatar el insólito presente de numerosos patrulleros que debían estar en condiciones óptimas para atender labores de patrullaje y los llamados de los peruanos víctimas de la delincuencia. Estos párrafos detallan lo que viene ocurriendo con vehículos que la Dirección Territorial de la Policía Nacional del Perú (DIRTEPOL) alquiló.

Este contrato de alquiler apenas data de los primeros meses del año 2023, más precisamente del mes de febrero, y representó una inversión total de S/. 189,836,268.31 que fueron pagados a Transportes Ángel Ibárcena S.A.C. a cambio del alquiler de quinientas camionetas pick up doble cabina 4X2.

Como suele ocurrir en este tipo de contratos con el Estado, suele existir un amplio listado con las especificaciones que, en este caso, las camionetas pick up deben tener al momento de la entrega. En la siguiente imagen se pueden observar algunas de estas exigencias, como una Tablet para acceder al sistema policial y otros elementos de seguridad básica como el botiquín y un extintor.

Estos documentos también estaban contemplando el mantenimiento de estas unidades y se especificaba que debía existir un oportuno reporte de los problemas que podrían estar presentando estos vehículos y su equipamiento para que se puedan corregir como lo estipula el contrato.

UN ABANDONO BASTANTE CARO

Durante este año 2025, entre los meses de marzo y junio, el pago a la empresa Transportes Ángel Ibárcena S.A.C. por estos vehículos alquilado alcanzó la suma de  S/ 15,183,736,16. Sin embargo, el presente de estos vehículos parece distar mucho de lo que inicialmente se había acordado.

El documento de Contraloría expuso que, durante una visita realizada en el último mes de septiembre, se pudieron encontrar varios de estos vehículos que estaban en condiciones que de ninguna manera se podrían calificar como ideales. Esta inspección se realizó en tres establecimientos policiales ubicados en los distritos de Breña, Rímac y San Juan de Miraflores donde catorce unidades presentaron problemas.

En algunas de las imágenes que se pudieron obtener de estas visitas se puede observar que el estado de los neumáticos de estos vehículos alquilados mostraba un notorio desgaste que a su vez exponía que no existiría el mantenimiento adecuado que requieren estos patrulleros pese a que en el contrato fue un aspecto que se había tenido en cuenta.

En el informe técnico que incluyó la Contraloría también se detallan los problemas que pueden derivar de este mal estado de los neumáticos. Pese a que estos patrulleros pueden verse involucrados en persecuciones de alta velocidad, los neumáticos presentaban un alto riesgo de deslizamientos y problemas en el frenado.

Las tablet, cuyo funcionamiento adecuado es imprescindible en las labores de la policía, fueron encontradas inoperativas por lo que acceder al sistema policial y corroborar, por ejemplo, si una persona tenía una orden de requisitoria resultaba imposible pese a que este era un requisito señalado en el contrato.

Incluso se pudo encontrar que varios de estos vehículos presentaban abolladuras y asientos rotos. Aunque lo más notorio que encontró la Contraloría durante su visita fue situaciones como la que se aprecian en la siguiente imagen de un parachoques atado con un alambre.

Pese a que en las especificaciones se leía claramente que el vehículo alquilado debía contar con un extintor y un botiquín con una lista detallada de los implementos que debía contener, durante esta inspección se encontró que estos vehículos el extintor estaba vencido y el botiquín vacío.

Cabe señalar que si bien esta inspección ocurrió en tres comisarías, los quinientos vehículos, por los cuales se firmó un contrato que compromete pagos que en total suman cerca de doscientos millones de soles, se encuentran distribuidos en diversas regiones policiales de Lima y Callao.

Mientras las bandas criminales que hoy aterrorizan a los peruanos se están dotando hasta con granadas, la Policía Nacional del Perú no sólo carece de un plan para ponerle un alto a la delincuencia sino que tampoco parecen contar con herramientas indispensables, como un patrullero en buen estado, para atender este presente caótico.

 

[MIGRANTE AL PASO]  Después de dos años regresé a Buenos Aires, donde viví un buen tiempo. Desde antes de subirme al avión todo se sentía raro, como si algo en mí estuviera fuera de lugar. Siendo honesto, no sabía muy bien qué sentir o si realmente quería regresar o no. Fue una época confusa, donde aprendí demasiado, pero también descubrí aspectos intensos y oscuros sobre mí mismo y sobre la vida en general. Durante el vuelo estaba algo desesperado; me había olvidado de los aviones de Aerolíneas Argentinas: sucios, antiguos y estrechos. Si mides 1.80 metros o más, vas a tener un mal vuelo sí o sí. Yo no duermo en los vuelos, así que iba recordando todo lo que había vivido en ese país. Incluso sentí ansiedad después de mucho tiempo sin experimentarla.

Al llegar al aeropuerto fue peor aún. Desde niño no hacía una cola de dos horas en migraciones, donde te pedían hasta el pasaje de vuelta y revisaban todo con una desconfianza exagerada. La diferencia de trato hacia personas con ciertos rasgos específicos era demasiado evidente. Hace menos de un mes estuve en Estados Unidos y, a pesar de todos los problemas que han estado ocurriendo, fue mucho más tranquilo el paso por migraciones. Igual, nunca te puedes guiar por esas comparaciones. Parece que ser un energúmeno con autoestima baja es casi un requisito para ese trabajo. En fin, puse un pie afuera del aeropuerto y todo cambió de golpe: la gente era amable, sonriente, y en el trayecto hacia mi hotel me di cuenta de que me había olvidado de lo bonita que es la ciudad, con un clima rarísimo. Hace calor y frío a la vez, algo que parece imposible, pero sucede aquí.

Después de descansar un rato, escribí a unos amigos o conocidos, pero ninguno me contestó. Eran tres nada más. No los culpo tampoco: yo decidí desaparecer de sus vidas primero. A algunos incluso los borré de mis redes sociales porque quería eliminar ese momento de mi vida, pero es imposible borrar el pasado. No sentí tristeza, así que probablemente mucho no me importaban. De hecho, mejor que no me hayan contestado. A veces creo que tengo un problema con ese tipo de cosas, porque no es la primera vez que me ocurre. Cuando estuve en Canadá de adolescente por dos meses, me dejaron en el aeropuerto para regresar a Lima y me dieron un regalo. Cuando perdí contacto visual con ellos, boté el regalo a la basura y nunca más hablé con ninguno. ¿Está mal o bien? No lo sé y tampoco importa demasiado.

Como había dormido bastante cuando llegué, se me desestructuró un poco el horario y estuve durmiendo tarde. Busqué qué tan lejos estaba de mi antiguo departamento, donde vivía. En el mapa la ubicación estaba guardada como “casa”. Me había olvidado de ese detalle. Nunca pensé en ese departamento como un hogar; estaba muy lejos de eso, la verdad. Fui caminando. Poco a poco me iba acordando de las calles, de los huecos en el pavimento y de los grafitis que siguen iguales. Llegué y me quedé un rato viendo el edificio. Seguía el portero viejo y renegón, que me caía mal desde siempre. Recordé lo desagradable que me resultaba. Estaba parado en la esquina de Arenales con Azcuénaga, me fumé unos cuantos cigarros antes de seguir caminando. Por esas calles solía caminar de madrugada, escuchando música porque no podía dormir, cientos de noches iguales. Recordaba también el apagón de cuatro días por el calor intenso, las voces de la gente gritando cuando Argentina metía un gol, alguna que otra pelea en las calles, los psicólogos, las pastillas, el insomnio y las semanas sin hablar con nadie. Felizmente ya no estoy en esa situación. No fue Buenos Aires, fui yo. Esta ciudad me parece encantadora, con defectos comunes de cualquier ciudad de Latinoamérica, pero no deja de ser genial.

Me demoré en escribir esta crónica. Era una mezcla de miedo con frustración. No me salían las palabras y dudaba demasiado. Hay mil cosas que podría decir, pero preferí enfocarlo en lo que significa regresar a un lugar en el que he vivido. Un lugar hermoso, pero no un lugar que supe disfrutar en su momento. Siendo sincero, yo no quería venir. Mi padre insistía en que lo haga y, por más inteligente que seas, no se puede superar la sabiduría de alguien que ha vivido más que tú. Así que hice caso. Y efectivamente, en solo estos días siento un gran cambio. Era algo que tenía que enfrentar y lo estoy haciendo.

Ayer en la noche, cuando no sabía qué escribir, aparecían en mi cabeza miles de ideas para trabajar en ficción, que es lo que siempre he querido. Como si hubiera tenido una especie de cierre con algo que no me daba cuenta de que seguía abierto. Como una herida que no había terminado de cicatrizar. Ahora, por fin, llegó el momento en el que puedo reírme de esos años y, al mismo tiempo, usarlos como un recuerdo que ya no pesa tanto, sino que se transforma en un impulso para lo que viene.

[OPINIÓN] Amar tu límite es una de las formas más acabadas de inteligencia emocional. Consiste en saber hasta dónde puedes llegar sin hacerte daño, sin dañar a otros y sin perder la noción de lo correcto. Quien conoce su capacidad —física, moral o emocional— y la respeta, vive en equilibrio. Pero hay un tipo de persona para quien esa frontera no existe: el psicópata.

El psicópata está convencido de que tiene la razón y de que los demás son simples obstáculos a su voluntad. No siente empatía, no reconoce el dolor ajeno y no entiende el valor de lo que no le pertenece. Para él, los demás son piezas desechables en su tablero. Actúa así con las personas, con el poder y con el dinero.

Un psicópata no necesariamente mata; a veces simplemente engaña o destruye, sin rastro de culpa. Padece un trastorno antisocial de la personalidad (TAP), caracterizado por su incapacidad para respetar normas sociales, su facilidad para mentir, manipular y su frialdad ante el necesidad ni el sufrimiento ajeno. Y aunque parezca una definición clínica, basta mirar alrededor para reconocerlos: los hay en la política, en los negocios, en las instituciones y hasta en los cargos públicos.

Y claro, el psicópata no solo manipula: también invierte —y bastante— en hacerlo. No le tiembla la mano para gastar dinero en convencer a la gente; para alquilar conciencias o adquirir líneas editoriales completas. Se rodea de operadores sumisos e “influencers”,  expertos en justificar lo injustificable. Es, al final, un negocio redondo: él compra la mentira y el público la aplaude.

Amar tu límite, en cambio, es una forma de salud mental. Es lo que impide que alguien se lance del quinto piso sabiendo que va a morir. Es lo que evita que un funcionario gaste dinero público en proyectos inútiles o que una autoridad inaugure una avenida a medio hacer solo para colgar su nombre en una placa. Pero el psicópata no ama su límite; lo desprecia. Porque cree que el límite es para los débiles, y que el poder lo justifica todo.

Hoy vemos en todas partes ejemplos vivos de esa psicopatía: tráfico infernal, vacunas inservibles, trenes fantasmas o calles que se desangran entre la inseguridad y el caos, mientras algún individuo- y los hay hasta prontuariados- manipula a los ingenuos para que lo vean como “la opción” en cualquier  próxima elección.

Y lo más triste no es el psicópata en sí, sino los incautos, ignorantes e idiotas que lo aplauden con los pies. Porque sin ellos, su poder no existiría.

Al final, gracias a Dios, nos queda la familia, los hijos y los nietos —que un psicópata, o no tiene, o no le importan— para recordarnos que todavía hay esperanza. Que se puede vivir amando el límite, respetando al prójimo y, sobre todo, evitando convertirse en eso: un idiota funcional al servicio del psicópata de turno.

[Música Maestro] Y entonces pasaron cincuenta años…

De todas las grandes bandas que brillaron en la escena rockera entre 1965 y 1975, Genesis debe ser una de las pocas en las cuales siguen vivos los integrantes de su formación clásica, aquella que definió no solo su perfil artístico sino la estética de todo un género, nuestro querido prog-rock o, como lo empezaron a rotular los críticos de la época a partir, precisamente, de álbumes como Nursery crime (1971), Foxtrot (1972) o Selling England by the pound (1973) y sus histriónicas presentaciones en vivo, “art-rock”.

Lamentablemente, el estado de salud de uno de ellos hace imposible pensar en algún concierto de reunión. Porque Phil Collins (74) quizás puede sentarse con Tony Banks, Mike Rutherford, Steve Hackett y Peter Gabriel (todos de 75) para tomarse un café o leer las noticias, pero de ninguna manera podría subir a un escenario y realizar las proezas de antaño. Como se aprecia en el documental Drummer first (Drumeo, 2024), el genial baterista apenas puede sostener las baquetas que manejó a la perfección hasta el 2022, año en que las colgó de forma definitiva.

Mientras las masas siguen celebrando, en las balbuceantes redes sociales, la odiosa presencia de Bad Bunny en el intermedio del Super Bowl -un hecho que, en palabras del disc-jockey Eddie Trunk, ha transformado esta tradición del entretenimiento deportivo gringo en una broma de mal gusto-, algunos millones de seguidores del rock clásico alrededor del mundo nos emocionamos al ver a los integrantes del primer Genesis -excepto Collins- supervisando el lanzamiento, el pasado 26 de septiembre, de la edición especial de aniversario de The lamb lies down on Broadway (cinco vinilos, cinco discos compactos Blue-Ray y un folleto de 60 páginas).

Han pasado cincuenta años desde que el quinteto británico concretó este intenso álbum doble que combina fantasías distópicas con simbologías de rebeldía, crónica social, despertares sexuales, conflictos psicológicos, críticas al consumismo, alienación y desolación frente a un mundo agresivo y confuso, a través de la historia pesadillesca de Rael, personaje inventado por Peter Gabriel en medio de una vorágine personal que terminó con su renuncia al grupo, en el momento más creativo de su trayectoria. Se trata de una obra maestra del rock conceptual cuyos misterios musicales y líricos aun hoy cautivan por su profundidad y dramatismo.

¿Rock conceptual? ¿Qué es eso?

En estos tiempos de Spotify, BandCamp y reproductores mp3, los consumidores convencionales de música popular ya no piensan en discos sino en canciones, por lo que el término “álbum de rock conceptual” probablemente solo será entendido en toda su extensión por aquellas personas que hayan desarrollado una relación especial con las formas de producción, distribución y comercialización musical que funcionaban en el pasado (vinilos, cassettes, discos compactos), sea porque vivieron en esas épocas o porque, perteneciendo a generaciones más modernas sepan, por cultura general y/o afición melómana, cómo era eso antes.

Normalmente, los grandes artistas de las décadas doradas del pop-rock componían sus canciones con temas independientes unos de otros para luego reunirlas en “álbumes”. En ese tiempo, los musicales de Broadway y las bandas sonoras del cine se diferenciaban del formato breve del pop-rock incorporando desarrollos argumentales más elaborados y continuos, a la manera de estilos de música académica y teatral como la ópera o la zarzuela.

Eso cambió con las primeras óperas-rock, como por ejemplo Jesus Christ Superstar (Inglaterra, 1970) o Tommy (The Who, 1969), en que las canciones estaban conectadas, pero funcionaban también por separado. Hubo álbumes conceptuales en casi todos los géneros derivados del pop-rock, pero las bandas de rock progresivo llevaron esa práctica a un nivel más complejo. Así, el “álbum conceptual”, se consolidó como una narración musical con enfoques que iban de lo esotérico y lo ficticio a lo psicológico y sociopolítico.

Ejemplos de álbumes conceptuales son Thick as a brick (Jethro Tull, 1972), Tales from topographic oceans (Yes, 1973), The snow goose (Camel, 1975) o Joe’s garage (Frank Zappa, 1979-1980). Hay otros famosos, como por ejemplo Dark side of the moon (1973) o The wall (1979) de Pink Floyd, Paradise Theater (Styx, 1980). Dos joyas del rock en español, La huerta atómica (Miguel Ríos, España, 1976), La Biblia (Vox Dei, Argentina, 1972), y hasta de salsa dura, Hommy: A latin opera (1973) -adaptación que hizo el pianista Larry Harlow de Tommy, donde el protagonista no es un prodigio del pinball sino de la percusión-; El baquiné de angelitos negros (Willie Colón, 1977) o Maestra vida (1980), de Rubén Blades. En esa categoría también está, desde luego, The lamb lies down on Broadway.

El final de una era para Genesis

El sexto disco de Genesis, con enigmática carátula que refleja algunas de sus escenas, diseñada por el equipo de Hipgnosis, responsable de importantes portadas del rock británico de los setenta- fue también el último con Peter Gabriel. La ambiciosa puesta en escena, que incluía montajes, proyecciones y vestuarios extremadamente llamativos generaron tensiones al interior de la banda por el protagonismo que cobró el vocalista. A ello se sumó el complicado proceso de nacimiento de Anne-Marie, su primera hija. Todo ello lo llevó a renunciar para estar más cerca de su familia. Fue el fin de una importante era del grupo.

Lamentablemente, no existe ningún registro audiovisual en vivo de calidad, algo inexplicable pues tocaron el álbum de principio a fin 102 veces por Europa y Estados Unidos. Desde el 2014 circulan videos de más de una hora con retazos borrosos de uno de esos conciertos, en Londres. Probablemente, esta ausencia en la memoria visual de las décadas siguientes es la razón por la cual, a pesar de ser considerada una de las giras más impresionantes y originales de su tiempo, no conservó el prestigio que sí ostentan actualmente Tommy (The Who) o The wall (Pink Floyd).

En la edición de lujo que acaba de publicarse, se incluye uno de esos recitales completos, en el auditorio Shrine de Los Angeles, el 24 de enero de 1975. Son tres vinilos con el audio mejorado a comparación de la versión que ya habíamos escuchado en 1998 como parte del boxset Archive 1967-1975. En el año 2020 se lanzó por YouTube un video con ilustraciones en estilo cómic de The lamb lies down on Broadway, una excelente interpretación hecha por el ilustrador norteamericano Nathaniel Barlam que tiene hasta el momento más de 950 mil reproducciones.

Una idea original de Peter Gabriel

El caso de The lamb lies down on Broadway, concebido y grabado entre junio y octubre de 1974, es probablemente lo más cercano a una conjunción entre música y literatura, en contextos rockeros. De hecho, en el encarte del LP original de Charisma Records -y en la primera remasterización para CD, lanzada en 1994- se incluyó una versión escrita del argumento, que ofrece contextos imposibles de incorporar en la narración musicalizada.

Desde el principio, Peter Gabriel fue quien trajo la idea de hacer un disco doble contando una única historia y propuso a sus compañeros que le permitieran encargarse de las letras de manera exclusiva, autoexcluyéndose por primera vez de la creación musical, una forma de trabajo nueva para Genesis. De esa forma, mientras el cuarteto de instrumentistas armaba las melodías, el vocalista se sumergía en su mundo interno para darle forma a la historia final.

La intención de esta movida era alcanzar la misma coherencia que tienen los cuentistas o novelistas en la creación de sus personajes, situaciones, enredos y resoluciones. De hecho, de las 24 canciones, solo una contiene letras no escritas por Gabriel –The light dies down on Broadway– quien prácticamente les dictó a Rutherford y Banks qué palabras poner en cada estrofa. Por cierto, el cuento corto también está firmado por Gabriel.

The lamb: Una obra maestra incomprendida

Aunque actualmente tiene estatus de álbum de culto, en su momento no le fue nada bien si lo comparamos a los discos anteriores de la banda. Los singles Counting out time y The carpet crawlers -que fue regrabada por la banda original en 1999 para la recopilación Turn it on again: The hits- no tuvieron presencia en las radios y muchos críticos especializados lo consideraron un disco pomposo y recargado.

Sin embargo, más allá de aquellas primeras reacciones, se trata de una verdadera obra maestra de arte sonoro, una entidad sólida capaz de activar emociones oscuras y profundas, poniendo marco musical perfecto a las bizarras correrías de Rael, un agresivo pandillero de casaca de cuero negro, jeans raídos y polo blanco -dos años antes de que el mundo conociera a Johnny Ramone- y de ascendencia portorriqueña que inicia su camino laberíntico hacia la desaparición con una visión alegórica que lo conmueve, un inocente cordero recostado sobre las pistas de Broadway, la concurrida zona de teatros y bohemia de Manhattan, New York.

Musicalmente, tiene todo lo que los fans del Genesis clásico necesitan para pasarla bien. El gran público reconoce a la banda como el trío conformado por Mike Rutherford (bajos, guitarras), Tony Banks (teclados) y Phil Collins (batería), con el último haciéndola también de cantante, en temas ochenteros como That’s all (1983) o Invisible touch (1986), éxitos radiales que podríamos calificar de pop progresivo influenciado por el R&B que Collins cultivó en su carrera solista. Por eso, pensar que ellos mismos construyen los vertiginosos segmentos instrumentales de canciones como In the cage, Riding the scree o el tema-título inicial, aporta una dimensión diferente a su apreciación.

Si bien el atractivo central está en los desesperantes problemas del protagonista, el disco incluye maravillosas piezas instrumentales como Hairless heart, The waiting room -una extraña improvisación que, por poco, ni siquiera entra en el disco- o la segunda parte de Fly on the windshield o The Lamia, están entre los mejores momentos de Genesis, al nivel de Firth of fifth (Selling England by the pound, 1973) o Apocalypse in 9/8, de la suite Supper’s ready (Foxtrot, 1972), con Steve Hackett y su atmosférica guitarra eléctrica muy inspirada.

Referencias culturales en The lamb…

A diferencia de otros discos de Genesis, que contienen alusiones a la historia de Gran Bretaña, personajes de la mitología grecorromana y relecturas del Nuevo Testamento, en esta ocasión el enfoque está en la cultura popular de los Estados Unidos y, particularmente, en New York, una inspiración surgida de las exitosas presentaciones de la banda en ese país. Esto, que queda claro desde el título y la ambientación de la historia, también aparece en diversos momentos del álbum, con frases, referencias culturales y sugerencias, algunas más evidentes que otras.

En Cuckoo cocoon, nuestro antihéroe se compara, hablando de su encierro, con el personaje bíblico/coránico Jonás, el que termina tragado por una ballena y con un prisionero de “alguna cárcel de Brooklyn”. En la canción Broadway melody of 1974, desfilan personajes como el comediante Lenny Bruce o el asesino en serie Caryl Chessman, condenado a la silla eléctrica en los años sesenta. También menciona a uno de los principales teóricos de la comunicación masiva, el canadiense Marshall McLuhan, el empresario y aviador Howard Hughes, el grupo racista Ku Klux Klan y al humorista Groucho Marx, recordado ícono del cine de la primera mitad del siglo XX.

También hay referencias musicales de distintas épocas. Por ejemplo, al final del tema-título juega con nombre de un clásico de los sesenta, On Broadway. En medio de In the cage, introducen la frase “my little runaway” del éxito de 1961 del guitarrista Del Shannon, Runaway. En esta misma canción puede escucharse a Rael/Peter repetir compulsivamente la frase “raindrops keep falling on my head…”, del éxito de B. J. Thomas de 1969. Y, al final de it. hace una variación al estribillo de It’s only rock and roll but I like it de los Rolling Stones. También hay menciones a Blue suede shoes o In the mood, de Elvis Presley y Glenn Miller, respectivamente.

Si pensamos que toda esta información provino de cinco muchachos de 25 años y la presentaban ante audiencias cautivas que tenían en promedio la misma edad, The lamb lies down on Broadway nos pone nuevamente delante de un tema que nadie menciona: la involución de los niveles de apreciación, curiosidad y comprensión del público y la degradación del mundo de la música popular. ¿Cómo es que hace 50 años, los jóvenes veinteañeros se sentaban y aplaudían contenidos de tremenda complejidad intelectual y hoy, con todo a la mano tecnológicamente, las grandes mayorías juveniles únicamente aceptan aquello que remueva sus pulsiones más primarias, tanto en ritmos como en desarrollos temáticos?

¿Y de qué trata exactamente The lamb lies down on Broadway?

Para no perdernos en los detalles de las surrealistas andanzas de Rael, podemos resumir que es un muchacho rebelde y cínico que va por la vida expresando sus opiniones a punta de grafitis -se hace llamar “Rael Imperial Aerosol Kid”- por las calles de Manhattan cuando, de repente, es absorbido por un remolino, una nube negra que lo envuelve y encierra en una jaula, desde donde ve a muchas otras personas padecer lo mismo, entre ellas su hermano John quien, por efectos de esa extraña abducción, parece no reconocerlo ni interesarse por su incierto destino.

De repente, después de estar atrapado “entre estalactitas y estalagmitas” que lo comprimen e impiden respirar, Rael cae de nuevo en la ciudad de New York y tiene, entre otras cosas, su primera experiencia sexual. Sin embargo, todo esto no es más que un recuerdo, mientras regresa a su estado actual de pesadilla, esta vez para encontrarse con un extraño pasaje y una cámara con treinta y dos puertas. Así termina la primera parte.

Para la segunda mitad, la cosa se pone aun más tétrica para Rael. Luego de superar a la muerte se encuentra con un trío de atractivas damiselas con forma de serpiente con quien tiene un apasionado encuentro amoroso tras el cual las “Lamia” -nombre de las raras criaturas- mueren después de beber su sangre, condenándolo a transformarse en un grotesco monstruo. Para destruir el hechizo y recuperar su aspecto humano, él y su hermano John deben ser castrados.

Finalmente, en medio de la pesadilla, una especie de salida aparece delante de sus ojos pero, al tratar de alcanzarla, caen en una corriente de agua que lo arrastra. A la distancia ve a John, lo rescata y, al mirarlo, descubre horrorizado en lugar del rostro de su hermano, el suyo. De repente, el aire se revuelve alrededor de los dos cuerpos, disolviéndolos y mezclándolos con todo alrededor. Una historia que combina elementos de ciencia ficción, juegos de personalidades desdobladas y un viaje de descubrimiento personal que terminan de golpe, como la vida misma. El año 2014, Jon Michaud, cronista de The New Yorker, describió a The lamb lies down on Broadway como “el Ulises de los álbumes conceptuales”.

[EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS] Una victoria, una sola, logró la Flotilla Global Sumud: todo el mundo vio lo que pasó, todo el mundo siguió su travesía, tanto como siguió a la flota soviética dirigirse a Cuba cargada de misiles nucleares en 1962. Al igual que hace 63 años, la tensión aumentaba conforme los navíos se acercaban al cerco trazado por John F. Kennedy. Entonces, porque los esperaba un bloqueo militar norteamericano listo para disparar si los rusos intentaban sobrepasarlo, lo que hubiese iniciado la Tercera Guerra Mundial. Ahora, porque, buena parte del trayecto, la flotilla, cargada esta vez de víveres y ayuda humanitaria, estuvo acompañada por buques de guerra italianos, españoles y turcos, y se presumía un resultado similar: la escalada de una guerra internacional.

Lo último no sucedió, Trump, ofreció, a última hora, un plan de paz en algunos de sus pasajes bastante razonable pero con un problema fundamental: primero desaparece Hamas, primero Hamas se rinde y entrega sus armas, segundo una fuerza internacional, supervisada por Estados Unidos se encarga de la seguridad de la zona y tercero: solo si se dan las condiciones, podría hablarse de un Estado Palestino soberano.

El problema está en los tiempos, todo lo señalado debe producirse en simultaneo: me rindo, entrego mis armas y tú proclamas la soberanía de Palestina sobre Gaza y para el mundo. Después comenzamos el proceso de reconstrucción, finalmente lo prometiste de buena fe ¿verdad?

La cuestión parece simple pero la propuesta viene del enemigo. En todo caso, casi todo el mundo entiende que Benjamín Netanyahu persigue la desaparición completa de la franja. A decir por el 90% de la destrucción de su infraestructura de vivienda, salud y otras ¿Ud. le creería en la intención de reconstruirla por completo, como propone Trump, para entregarla limpiamente a los palestinos? ¿los palestinos lo creerán? Es un tema de confianza, pues bien, la confianza cumple un rol fundamental en las relaciones internacionales y en los acuerdos que llevan a la paz o en los desacuerdos que llevan a la guerra.

Lo demás que quiero decir podrían parecer perogrulladas, pero es importante recordarlas justo ahora, tenerlas claras para aquellos que no las tienen claras, los análisis más detallados se los dejo a los analistas, a los internacionalistas. El pueblo de Israel fue expulsado de su Tierra Santa tras sucesivas guerras contra el Imperio Romano en los siglos I y II d.C. La del siglo I concluyó con la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.

Pero mi idea no es perderme en la historia. Si se tratase de eso, podría remontarme milenios atrás, cuando Moisés llevó a los judíos a su Tierra Santa librándolos de la esclavitud egipcia, o a cómo, por esos mismos tiempos, en las costas aledañas de esas tierras, se asentaban los llamados “pueblos del mar”, precisamente en las zonas de Gaza y Cisjordania, de donde provienen los palestinos.

Y si forzamos más las cosas, tendríamos que citar a quienes pretenden reducir la cuestión a la genética -me recuerda a ese hombre taimado y diminuto de los bigotitos- y buscan establecer cuánta relación existe en el ADN de aquellos antiguos pobladores con sus descendientes actuales. La verdad, me importa muy poco. Tal ha sido el movimiento de los pueblos en la humanidad, nuestra historia es la historia del mestizaje. Pretender similitudes biológicas con seres humanos de hace milenios es un camino tan peligroso que hace 80 años les costó la vida a 60 millones de seres humanos.

Lo que sí me queda claro es que dichos “pueblos del mar” también tuvieron sus enfrentamientos con los romanos, pero ya sea porque fueron sometidos más fácilmente o por la razón que se quiera lograron permanecer allí. Después, desde los siglos VII y VIII llegaron los musulmanes con las predicas de Mahoma con lo cual los palestinos se islamizaron y hasta el día de hoy, y ese ha sido su hogar.

Judíos quedaron muy pocos, la mayoría se desplazó a la Europa central y oriental, extramuros de lo que fueron los confines del viejo y ya fenecido Imperio Romano de Occidente. ¿Hubo judíos en Occidente a pesar de esto?, claro que los hubo: impedidos de poseer tierras por el emperador de Bizancio Justiniano (siglo VI), se dedicaron a diversas actividades, entre ellas el intercambio de monedas entre los señoríos feudales de Europa. Tan remoto como ese es el origen de la exitosa actividad que los judíos desempeñan hasta el día de hoy en las finanzas mundiales.

Vamos al punto

El siglo XIX fue el siglo del nacionalismo. Como nos lo señala Benedict Anderson, el nacionalismo no es natural. En el siglo XVI no se era francés, se era súbdito del rey de Francia, no es lo mismo. El amor por la tierra, la idea de dar la vida, dar la sangre, de “defender hasta el último centímetro del territorio” o de “quemar el último cartucho” es un producto ideológico del siglo XIX y es bien burgués. Porque las burguesías de entonces lo necesitaban para unificar a los masivos proletariados que sustentaban sus proyectos políticos y sus imponentes maquinarias económicas. El nacionalismo, en el nivel retórico, fue aggiornado con sublimes influencias como la del romanticismo literario, dar la vida por la dama amada, por el honor mancillado, o por la patria asediada, terminó formando parte del mismo repertorio poético.

Los judíos no estuvieron al margen de esta corriente ideológica y se formó el movimiento sionista, denominación que hoy se utiliza peyorativamente para designar a aquellos israelís que defienden posturas expansionistas o represivas maximalistas contra el pueblo palestino. Pero en su origen se trató de la iniciativa de dotar a Israel de un hogar nacional y esa es la base de todo nacionalismo: poseer un Estado soberano en donde la nación y sus hijos  puedan convertir en realidad su propia utopía.

Por supuesto, no eligieron nada mejor que la Tierra Santa de Moisés de hace 5 mil años bajo argumentos religiosos solo válidos para ellos. El problema: allí estaban los palestinos, y no solo eso. Allí estaba, alrededor de los palestinos, todo el mundo árabe ya bastante indispuesto con Occidente por las constantes invasiones que se produjeron como parte del neocolonialismo del último cuatro del siglo XIX en adelante. Entre tanto despropósito,  Palestina fue convertida en protectorado británico.

Barco nombrado Éxodo 1947 tripulado con refugiados judíos de la Europa de la post 2da Guerra Mundial llega a Gaza. El cartel señala lo siguiente: “Los alemanes destruyeron nuestras casas y hogares: no destruyan nuestra esperanza”

Y entonces los judíos comenzaron a migrar a Palestina de manera paulatina. A veces fueron bien recibidos y otras veces hubo roces con la población local. Tras la Segunda Guerra Mundial llegaron masivamente, desplazados de Europa y rogando ser aceptados por la sociedad de acogida, es decir, los palestinos. Pero muy poquito después, y adelantándose a la decisión de la ONU, Israel, en 1948, fundó su Estado con apoyo de Estados Unidos e Inglaterra y a los palestinos, que entonces eran el 90% de la población, los dejaron absolutamente sin nada. Y de allí en adelante comenzaron a agredirlos y reducirlos con la finalidad de que ese fuese exclusivamente un Estado judío y nunca han estado más cerca de concluir con tan poco edificante trabajo. Luego, es positivamente cierto que, desde entonces, los palestinos se han defendido y, a veces, con los peores de los métodos imaginables.

Estados Unidos, Inglaterra e Israel se mueven en función de intereses, la política es -también y principalmente- intereses. Eso puedo entenderlo porque no soy ingenuo. Resulta que leí Maquiavelo y, tras él, a muchos otros más. Pero Europa sí que me genera indignación, ver a los barcos italianos, españoles y turcos dar media vuelta y dejar desprotegida a una flota de civiles que portaba ayuda humanitaria a otros civiles que, al ver distraída a la armada Israelí, se dieron maña para pescar unos cuantos peces del mar y llevarse algo qué comer a la boca, eso sí que me conmocionó en medio de tanto sufrimiento humano.

Où es-tu, Europe ? Où es-tu, vieille France des droits de l’homme ?

Este relato parece incompleto. Está incompleto, lo que más me aterra son los finales que me imagino.

[PIE DERECHO] Hoy enfrentamos un peligro que no es nuevo pero sí más virulento: la aparición de una derecha bruta y achorada, mercantilista hasta la médula, autoritaria en sus reflejos y conservadora en sus dogmas. No es la derecha liberal que defiende la libertad y la responsabilidad individual; es otra cosa: una corriente que concibe el Estado como botín, la cultura como adorno, la moral como escudo descalificador.

Lo preocupante no es sólo su agenda económica —la reducción delirante de lo público, la privatización burda de lo esencial, la deleznable subordinación del bien común a intereses privados— sino su manera de mirar el mundo. Para esa derecha, la democracia es vacía; los derechos humanos, una concesión; la igualdad de género, una fantasía subversiva. Ante cualquier propuesta que atente contra su dogma, desatan la maquinaria de la ofensa y la descalificación: todo pensamiento crítico es “neomarxismo”.

Permitir que esa visión llegue al poder sería infligir al país una herida profunda. No sólo socavaría instituciones —contrapoderes democráticos, prensa, universidades— sino que corroería la posibilidad misma de una república inclusiva. La violencia de su retórica prepara el terreno para la violencia institucional; la burla de la ciencia y la cultura es preludio de su desmantelamiento. Igual de letal que la izquierda autoritaria que pretende anular la iniciativa privada en nombre de la utopía, esta derecha promete el caos de la degradación.

La tarea de los demócratas es clara: no ceder ante el chantaje populista ni ante la demagogia de mercado. Hay que defender la educación pública, la salud, la cultura; proteger derechos y consolidar instituciones. Es una batalla por el alma del Perú: dejar que la derecha bruta y achorada avance sería renunciar al futuro. Rechacemos su discurso fácil, promovamos un debate serio y democrático, y trabajemos por una nación plural, culta y socialmente justa para las futuras generaciones.

-La del estribo: ¡Dos recomendaciones teatrales! !Muy buena comedia Laponia! Dirigida por Juan Carlos Fisher y con grandes actuaciones de Carlos Carlín, Melania Urbina, Magdyel Ugáz y Óscar López Arias. !Va en el Teatro Nos hasta el 19 de octubre! !Y soberbia actuación de Karina Jordán en Daño, obra dirigida por Mikhail Page! Puesta en el Teatro Británico hasta el 26 de noviembre, solo martes y miércoles. En ambos casos, entradas en Joinnus.

 

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