[EL DEDO EN LA LLAGA]  El jueves 18 de septiembre de 2025 tuvo lugar la presentación de mi libro “Las líneas torcidas. 30 años en el Sodalicio de Vida Cristiana” en la Librería el Virrey, en Miraflores (Lima). Estuvieron presentes conmigo en la mesa de presentación Rosa María Palacios, Patricia del Río y Jorge Bruce, todos ellos con comentarios muy agudos y profundos sobre este libro, que pretende no sólo dar un testimonio de lo vivido en una organización de características sectarias, sino también describir de manera completa cómo estaba estructurada la organización, tanto ideológica como disciplinariamente, y sobre todo cómo se realizaba el lavado de cerebro de sus miembros a través de prácticas abusivas e invasoras de la conciencia.

El libro está a la venta en las librerías El Virrey y Sur, y también puede ser adquirido en el stand 53 Paradero La Cultura en la Feria del Libro Ricardo Palma, en el Parque Kennedy de Miraflores.

Con mucha generosidad, Rosa María Palacios me ha cedido el texto de su ponencia, que ahora publico.

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Librería el Virrey, 18 de septiembre de 2025

Quiero empezar agradeciendo a Martin por su generosidad. Esta noche nos hemos conocido por primera vez en persona. Sin embargo, tengo muchos años leyéndolo en el blog Las Líneas Torcidas, cuyo título toma para el libro que presentamos hoy. Hay que ser muy generoso para abrir con este detalle la intimidad personal a una desconocida y, por cierto, a todos ustedes. Los recuerdos de su reclutamiento, tránsito, crisis, salida y vida fuera de la comunidad y luego, finalmente, fuera del Sodalicio, los tenía yo registrados a grandes brochazos por estas lecturas previas que él puso a disposición del público desde Alemania, en el lejano 2012. El abuso, no reconocido, del sacerdote Jaime Baertl, es un episodio terrible del que hay amplia información en varios textos de lo que Pedro Salinas llama la “biblioteca Sodalicio”.

¿Qué de nuevo hay entonces en este texto? Para entender el que creo es el propósito del autor, es útil intentar una clasificación de la obra. ¿Es solo una autobiografía? ¿Un libro de memorias de ciertos hechos? ¿Un testimonio de parte en un proceso de reparación? Es eso, pero no sólo eso. Creo que esta obra es un intento muy exitoso de tratar de satisfacer algunas preguntas que se hace el autor —que se ha hecho por décadas— y nos hacemos aún hoy todos nosotros. Porque, mas allá del morbo y de la espectacularidad que puede traer la denuncia periodística sobre abusos sexuales en la Iglesia, lo que realmente importa saber es: ¿cómo es que logras vaciar la conciencia y la voluntad de jóvenes para que se sometan a la voluntad de otro? Con enorme minuciosidad, Martin va hilvanando los recuerdos de hechos que describe con mucha prolijidad y rigor en una línea de tiempo, y los une a los sentimientos que tuvo en cada uno de esos momentos ya tan lejanos, pero tremendamente vívidos en estas páginas. En estos hechos y en esas emociones trata de encontrar respuestas a su conducta, a la conducta de sus pares y a la conducta de los superiores en la comunidad. Es un trabajo muy difícil y duro recordar no solo lo que pasó sino también qué sentía una versión muy joven y distinta de él mismo.

En ese camino de introspección, que hay que decirlo es muy honesto —descarnada y detalladamente honesto—, Martin va entendiendo cómo era la maquinaria del lavado mental. Cómo se recluta con la adulación de un proyecto revolucionario para una vida que no ha vivido nada y que aspira a vivirlo todo. Cómo se inspira terror y culpa, para terminar normalizando algo tan irracional como el culto a un líder muy mediocre. Desde que Pedro Salinas comenzó a publicar sobre el Sodalicio, mi gran preocupación ha sido ese tema. Porque criar fanáticos es algo que se puede hacer bajo cualquier fachada de presunto interés noble.

Las técnicas se refinan, se especializan. Las herramientas se modifican. Las plataformas pueden ser diversas: una secta terrorista o una religiosa. Pero hay lineas matrices que se repiten una y otra vez. En la página 340 se recoge una buena definición de este secuestro del libre albedrío: es el control. Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la

información. Con esos cuatro, despojas de humanidad a cualquiera.

La otra pregunta, que está en estas páginas, es por qué alguien le haría algo tan monstruoso a otro ser humano como quitarle el libre albedrío para convertirlo en un zombi feliz. La respuesta es siempre la misma: por poder. La dominación de Figari sobre estos jóvenes es finalmente la fuente de su placer. En todo sentido. Diseñó y encontró, valiéndose de las vulnerabilidades de sus víctimas y de las debilidades de la Iglesia católica, un esquema de opresión que le dio todo el culto a sí mismo, que lo valida como un dictador, mientras se hacía rico a costa del trabajo y las donaciones de sus víctimas. Su conducta sexual perversa no es más que el ejercicio del poder sobre los que él oprime.

;Por qué no podían resistirse? Esa pregunta está bien contestada en este relato. Para alguien como Martin, que milagrosamente no ha perdido la fe, el castigo era el infierno. El ser un fracasado. Su autoestima fue paulatina y milimétricamente destruida, como la de tantos otros. ¿Qué lo salvo? El arte, a través de la música y el cine, es decir, la riqueza de espíritu que intentaron quitarle una y otra vez, y su conciencia moral. Ese pensamiento crítico, esa resistencia que nunca perdió. Tal vez el contacto con alumnos en esos años puede haber preservado su capacidad de razonar.

¿Cómo sucedieron tantos ataques sexuales sin que muchos no vieran nada? Este libro da cuenta de una serie de estrategias primero de dominación y luego, de encubrimiento. Este último amparado en la arquitectura de las comunidades y la sumisión absoluta a los superiores que hacía que una puerta cerrada fuera imposible de abrir para quien era un simple peón en la maquinaria. El culto al líder y a la obediencia absoluta, la falta de transparencia hasta en lo elemental, hacían el resto.

Me ha sorprendido que pese a las justas críticas que el autor hace a los perversos sujetos con los que tuvo que convivir y a sus encubridores, tenga también en cada ocasión palabras de aprecio para personas puntuales a las que, pese a la distancia o a que abandonaron el Sodalicio antes o después que él, fueron compañeros de infortunio que no tenían conciencia de éste y que, pese a todo, tuvieron gestos de amabilidad y humanidad.

Sin embargo, de todos los relatos de este libro me quedo con el homenaje a su madre. Nos recuerda que los padecimientos de las victimas no estuvieron nunca solos. Familias enteras fueron afectadas, pero fue la fortaleza de esas madres, padres, hermanos, la que nunca defraudó en las horas más tristes. La que estuvo ahí cuando el Sodalicio se convertía en una maquinaria de la que costaba tanto liberarse. Cuando, después de haber negado a los suyos, los hijos volvían a abrazar a esas madres que siempre dejaron el camino abierto para volver. El sufrimiento de las familias, porque donde hay amor se sufre con los que se ama, encuentra en estas páginas, a través de estas líneas (esas sí) derechas al corazón de su madre, un reconocimiento que creo que faltaba.

Me alegro de que nos acompañen Patricia del Rio, que hará los honores al esfuerzo literario que hay en esta prosa pausada, que se pierde en los laberintos de memorias que se superponen ; y Jorge Bruce, que puede explicar mejor que nadie los mecanismos de sumisión, el sufrimiento que crean y las posibilidades de liberación. Porque ésta es una historia, finalmente, de libertad. De encontrar un camino de esperanza y amor por la vida, sin perder la fe en un Dios verdadero.

Muchas gracias.

[EL DEDO EN LA LLAGA] Mons. Javier del Río Alba, arzobispo de Arequipa, ha sido nombrado comisario apostólico adjunto «para llevar a término las disposiciones vinculadas a la supresión de las sociedad de vida apostólica Sodalitium Christianae Vitae y Fraternidad Mariana de la Reconciliación, la asociación pública de fieles Siervas del Plan de Dios y la asociación privada de fieles Movimiento de Vida Cristiana», como indica una nota de prensa del Arzobispado de Arequipa fechada el 6 de noviembre de 2025. Con el mismo título y encargo también han sido nombrados por el Dicasterio para los Institutos de de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica el empresario César Arriaga Pacheco y el abogado Juan Velásquez Salazar, ambos arequipeños.

En una video-entrevista con el medio arequipeño El Búho, publicada el 19 de abril de 2017, esto es lo que decía Mons. Del Río sobre el caso de Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio:

«Hasta donde yo tengo entendido en el proceso seguido ante la Santa Sede no se ha probado la violación, o sea, delitos sexuales. Creo —porque no he tenido acceso a las actas— que no se ha llegado a probar. […] La Santa Sede no lo ha mandado a Luis Fernando Figari a una cárcel dorada como se dice. La Santa Sede lo ha mandado a que viva recluido. Ahora, corresponde al Sodalicio ver dónde está recluido. Cuando sale el tema Figari, yo me he pronunciado ante los medios, en entrevistas. […] En honor a la gente buena que hay, yo diría que no es todo el movimiento. Sí, que Luis Fernando Figari ha cometido actos abominables. Que hay algunos más, sin duda».

[Pregunta de la entrevistadora] En un movimiento tan fundamentalista como el Sodalicio que el líder fundador guía espiritual y los principales estén involucrados significa pues que toda la línea que de ahí se desprende pues estaría de alguna manera contaminada. ¿No le parece? Porque si fuera uno que no influye mucho en el movimiento, se le saca.

No, pero es que hay diversas generaciones. Hay sodálites que a Luis Fernando lo han visto una vez en la vida o dos. […] Uno de mis vicarios es sodálite. Yo he consultado con uno de los denunciantes luego con otras personas que se han salido del Sodalicio. Les he dicho: Mira, estoy pensando en este sacerdote, tú qué piensas, tú que lo conoces que has sido sodálite, ¿tiene algo? Me ha dicho: no, no tiene nada; es un buen hombre. O sea, no todo está… […] Yo creo que todavía el Sodalicio tiene que recorrer un camino muy largo. Esto tiene para rato. Mucha gente se está saliendo del Sodalicio, mucha gente está saliendo del Movimiento de Vida Cristiana o están escandalizados por lo que ha pasado. Yo pienso que con toda razón».

El sacerdote sodálite mencionado es el P. Alberto Ríos Neyra y hasta el día de hoy sigue ocupando el cargo de vicario general de la curia arquidiocesana de Arequipa.

En diciembre de 2024, El Búho recoge estas declaraciones de Mons. Del Río que van en la misma línea que las anteriores:

«Es posible que una institución haya estado corrompida en sus cúpulas, pero eso no quita que haya miembros de bien, gente que reza y trabaja sinceramente. Lamentablemente, algunos de ellos también han sufrido las consecuencias de estos hechos».

Se sigue de ello que para el arzobispo de Arequipa no era la institución la que estaba mal, sino solamente algunos miembros de su cúpula y, por lo tanto, la supresión sería una medida exagerada. Bastaría con extirpar a la cúpula corrupta, y problema solucionado.

Lamentablemente, la realidad no es así. Como ha precisado la Santa Sede, el Sodalicio carecía de carisma espiritual. Y, por lo tanto, lo que se construyó fue un sistema institucional que no solamente hizo daño a muchos de sus integrantes, sino también les enseñó a aplicar medidas disciplinarias que terminarían haciendo daño a otros, aunque hicieran esto de buena voluntad y sin malas intenciones. Los “miembros de bien” que se quedaron en el Sodalicio hasta el final también están contaminados, se volvieron cómplices de los abusadores, callaron por obediencia —en todos los colores del arco iris— lo que sabían y lo que habían visto y nunca tuvieron la mas mínima empatía con las víctimas, a muchas de las cuales las tacharon de enemigas de la Iglesia. Como hizo la cúpula misma. No se sabe de disidencias al interior del Sodalicio. Y si las hubo, fueron acalladas apelando a la obediencia o a la ley tácita de la omertà que siempre ha practicado la institución.

Mons. Del Río se ha reunido con algunas víctimas del Sodalicio en privado —según él mismo afirma—, pero en público lo ha hecho en varias ocasiones con miembros prominentes del Sodalicio y con personas vinculadas a la institución. Una de estas ocasiones es descrita en el boletín oficial del arzobispado de Arequipa “En camino” (Nº 700, 10 de diciembre de 2021), con ocasión del quincuagésimo aniversario de la fundación del Sodalicio:

«La familia sodálite en Arequipa se reunió para celebrar los 50 años de fundación del Sodalicio de Vida Cristiana. La Misa fue presidida por Mons. Javier Del Río Alba y concelebrada por sacerdotes de la comunidad y sacerdotes cercanos a la familia espiritual, en el campus San Lázaro de la Universidad Católica San Pablo (UCSP), donde también estuvieron presentes el Superior General del Sodalicio, José David Correa; el Rector de la UCSP, Germán Sánchez Contreras y toda la familia espiritual. La celebración eucarística se realizó el miércoles 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

La noche anterior el Arzobispo visitó a la comunidad sodálite presente en nuestra Arquidiócesis, para expresarle su saludo y aliento en el apostolado que realizan en la Universidad Católica San Pablo, el Instituto del Sur, el Asilo San José, varias capillas y diversas obras sociales en nuestra ciudad».

En ese entonces ya se sabía de los abusos cometidos por varios miembros del Sodalicio y la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada por el mismo Sodalicio ante el escándalo producido por la publicación de “Mitad monjes, mitad soldados” de Pedro Salinas y Paola Ugaz, ya había publicado su informe final (abril de 2016), donde se decía claramente:

«En los años iniciales de su fundación, el SCV estableció una cultura interna, ajena y contraria a los principios establecidos en sus Constituciones, […] en la que la disciplina y la obediencia al superior se forjaron sobre la base de exigencias físicas extremas, y castigos también físicos, configurando abusos que atentan contra los derechos fundamentales de las personas, universalmente reconocidos y consagrados en la Constitución Política del Perú».

Se trataba de una “cultura particular” presente en toda la institución, que permitía y fomentaba los abusos, y no de de unas cuantas “manzanas podridas”.

Incluso el mismo Mons. Del Río había tenido que lidiar con un caso de abusos, precisamente el del sacerdote sodálite Luis Ferroggiaro Dentone, entonces capellán de la Universidad Católica San Pablo (UCSP), quien fue acusado en abril de 2016 por el padre de un niño de 7 años, con quien habría sido “cariñoso” en exceso. Ferroggiaro ya había tenido anteriormente una denuncia de acoso sexual en el distrito portuario El Callao, interpuesta por un joven. Mons. Del Río pidió el retiro inmediato del sacerdote acusado, lo que derivó en su alejamiento del cargo que ostentaba y de la ciudad de Arequipa. Ferroggiaro sería expulsado del Sodalicio por orden del Papa Francisco en octubre de 2024. Actualmente estaría residiendo en los Estados Unidos.

En agosto de 2023, tras la llegada al Perú de la Misión Especial enviada por el Papa —integrada por Mons. Charles Scicluna y Mons. Jordi Bertomeu—, el tema volvió a tocarse. Así lo cuenta el portal El Búho:

«Miguel Salazar, superior del SVC en Arequipa, había reunido a los docentes de la Universidad San Pablo para tranquilizarlos sobre los resultados de esa investigación. Según dijo, ante un auditorio repleto y ansioso, “todo estaba en orden” y nada hacía prever que habría sanciones o disolución del Sodalicio. Entonces, lo confrontó un docente que llamaremos Roldán. Le reprochó que no se hubiera investigado el caso contra Ferroggiaro, que él conocía de cerca. Y habló en voz alta, por primera vez, de los abusos que cometió el Sodalicio, fuera y dentro de la universidad. Como era de esperarse, Roldán terminó rápidamente despedido de la UCSP».

En el año 2024 Miguel Salazar Steiger, José Ambrozic Velezmoro y Juan Carlos Len Álvarez serían expulsados del Sodalicio por disposición de la Santa Sede. Los tres, además de ser sodálites de alto rango, eran miembros de la Asamblea General de la Universidad —compuesta por seis miembros— y una de sus tareas era elegir al rector de la Universidad. El rector en funciones de la universidad era —y lo es hasta ahora— Alonso Quintanilla Pérez-Wicht, quien en la década de los ochenta aspiraba a ser sodálite consagrado de comunidad y estuvo un tiempo en las casas de formación de San Bartolo (al sur de Lima), donde no sólo fue testigo de los abusos que allí se cometían, sino que también él mismo los sufrió en carne propia, como yo mismo —fiel a mis recuerdos— puedo atestiguar.

Las ambigüedades de Mons. Javier del Río son evidentes, lo cual explica los recelos despertados en las víctimas a raíz de su nombramiento. Por una parte, dice estar de acuerdo con todas las medidas tomadas por la Santa Sede en relación con el Sodalicio, por otra parte parecía no estar de acuerdo en que se llegara al extremo de una supresión. Por un lado, toma medidas contra un sacerdote sodálite acusado de abuso, por otro lado mantiene lazos de cercanía con el Sodalicio —hasta el punto de tener a un sacerdote sodálite como vicario general de la arquidiócesis—y aprueba las labores apostólicas de la institución, sin ver —o sin querer ver— que hay detrás una cultura de abuso que no se limita a unos cuantos miembros.

¿Por qué ha sido él el elegido para “administrar” la supresión del Sodalicio y demás asociaciones fundadas por Figari? Tal vez porque, a ojos de las autoridades y miembros del suprimido Sodalicio, no tiene el perfil de una “figura enemiga”, y sería improbable que los remanentes sodálites inicien una campaña de desprestigio contra él, como sí lo han hecho contra los cardenales Carlos Castillo, Pedro Barreto e incluso Robert Prevost, el actual Papa León XIV.

Sólo espero que los responsables vaticanos no se hayan equivocado. Y a Mons. Del Río se le presenta ahora la oportunidad de redimirse de sus ambigüedades pasadas, que tanto malestar han ocasionado entre las víctimas.

[EL DEDO EN LA LLAGA] El P. Jean Pierre Teullet es recordado porque, siendo aún sacerdote sodálite, tramitó un pedido de investigación contra Luis Fernando Figari —quien fuera Superior General del Sodalicio de Vida Cristiana— ante el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Lima. Esto ocurrió el 25 de octubre de 2013 y eran cuatro los agraviados que denunciaban haber sufrido diversos abusos, entre ellos abusos sexuales, abusos de poder, acciones contra la integridad física e interceptación ilícita de correspondencia. Esto se dio después de que el pedido de investigación hubiera sido presentado internamente en sendas ocasiones a otros dos superiores generales del Sodalicio —Eduardo Regal (en mayo de 2012) y Alessandro Moroni (en abril de 2013)—, siendo desestimada esta petición por parte de ambos superiores. Teullet tampoco contó con el apoyo y la aprobación de los miembros del Consejo Superior. Se convirtió así en una voz solitaria, y ad intra fue tachado por varios de traidor.

Esto traería consigo consecuencias. El 28 de mayo de 2014 el P. Teullet fue obligado a dejar su cargo como párroco de la Parroquia Nuestra Señora de la Cruz en la diócesis de Chosica, al este de Lima. Habría sido sometido a la disciplina de la obediencia y relegado a otro puesto sin mayor responsabilidad. Y obligado a guardar silencio.

Aún así, poco después de la publicación del libro “Mitad monjes, mitad soldados” de los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz en octubre de 2015, circuló en redes sociales una carta del P. Teullet fechada el 20 de octubre, dirigida a Fernando Vidal, entonces asistente de comunicaciones del Sodalicio, donde lo encaraba por las falsedades del comunicado oficial del Sodalicio del 19 de octubre, en respuesta al escándalo de abusos revelado por el libro.

El 29 de febrero de 2016 el P. Teullet tomaría posesión de la Parroquia Divino Niño, en el distrito de La Molina (Lima), siendo arzobispo de Lima el cardenal Juan Luis Cipriani. Pero como ocurre con todos aquellos miembros que no bajan la cabeza ante las autoridades sodálites, el P. Teullet terminaría desvinculándose definitivamente de la institución en diciembre de 2018 y pasaría a formar parte del clero secular.

Ciertamente es encomiable lo que hizo el P. Teullet, a quien muchos consideraron un héroe por haber actuado en conciencia, haberse negado a encubrir a Figari y haberse atrevido a enfrentarse a las propias autoridades del Sodalicio por las falsedades que estaban difundiendo. Sin embargo, ya en ese momento había algo de ambigüedad en las acciones del P. Teullet, comenzando porque siempre se negó a colaborar con los periodistas que investigaban al Sodalicio. Me remito a un artículo de su autoría, “¿Qué hay detrás de los abusos sexuales?”, publicado el 19 de marzo de 2014 en InfoVaticana.

Si bien allí Teullet considera el abuso sexual por parte de miembros de la Iglesia como «algo terrible y sin justificación», tratará de minimizar su alcance afirmando que menos del 0.5% de los sacerdotes han cometido este tipo de abusos, cuando los estudios independientes realizados recientemente hablan de una cifra que oscila entre el 4% y el 7%, cifra que está por encima del porcentaje de abusadores en la sociedad civil. Luego señala que no son sólo víctimas quienes han sufrido abuso sexual, sino también los acusados injustamente (de los cuales dice exageradamente que «no son pocos») y la Iglesia como institución.

¿Qué explicación encuentra Teullet para los abusos? Expresa una perogrullada más que evidente para cualquier creyente, pero la que menos razones comprensibles y prácticas da para entender este fenómeno. Dice que es la acción de Satanás, que quiere destruir la Iglesia. Se desvía el foco de la responsabilidad humana —que Teullet no niega— y se le da más peso a una acción sobrenatural maligna, a algo que está fuera de cualquier medida práctica que se pueda aplicar para solucionar el problema. Partiendo de un dato falso —que los abusos sexuales en la Iglesia católica como fenómeno masivo ocurrieron sólo entre los años 60 y 90—, Teullet afirma lo siguiente:

«Nunca en sus dos mil años la Iglesia Católica había sufrido esta aberrante situación; de repente sucedieron durante la historia cosas aisladas fruto de pecados personales, pero una hondonada tan grande de abusos sexuales, jamás. No estamos entonces ante hechos fortuitos. Como segundo argumento quisiera que veamos el dónde han sucedido estos casos: mayoritariamente: en comunidades sanas y florecientes. La Iglesia de Estados Unidos o de Irlanda eran comunidades florecientes; varias comunidades religiosas que han sufrido esto en los años 60, eran comunidades florecientes. Y en los últimos años los casos que hemos ido encontrando curiosamente son de comunidades nuevas o nuevos movimientos religiosos, sanos y buenos en doctrina, fieles a la Iglesia y en pleno crecimiento. Es el caso de los Legionarios de Cristo (en México), de Karadima (en Chile) y algunas otras comunidades más».

Entre esas «otras comunidades más» suponemos que debe hallarse el Sodalicio, cuya legitimidad y supuesto carisma nunca han sido cuestionados por Teullet. Más aún, de lo dicho se llegaría a la conclusión absurda de que la ocurrencia de abusos sexuales en determinadas comunidades católicas sería una señal de que son «comunidades sanas y florecientes», pues la acción de Satanás se centra precisamente en las que son las mejores. Según esto, el P. Teullet habría considerado que los abusos sexuales en el Sodalicio se restringirían a unos cuantos abusadores, entre los cuales destacaba Figari, y que el problema no estaba en la institución, en un sistema de abusos inherente a ella, sino en unas cuantas “manzanas podridas”.

Sus declaraciones del 9 de abril de 2019 ante el congresista Alberto de Belaúnde, presidente de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, del Congreso de la República del Perú, son reveladoras. Según Teullet, el Sodalicio fue fundado dos veces, la primera vez en 1971 por varias personas —entre las cuales, además de Figari, se encontraban el abogado Sergio Tapia, de ideología fascista, y el sacerdote marianista Gerald Haby— y la segunda vez por Figari en 1973 con un grupo de escolares adolescentes principalmente del Colegio Santa María (Marianistas), al que Figari denominó la “generación fundacional”. Figari se apropiaría del Sodalicio una vez que Tapia se retiró del proyecto y el P. Haby tuvo que regresar a Estados Unidos. Y ese Sodalicio inicial de 1971 sería para Teullet el auténtico, no el que “secuestró” Figari. Un Sodalicio que en la actualidad, aún habiendo sido suprimido, él seguiría idealizando. Como lo hizo ante Alberto de Belaúnde cuando se le preguntó por los centros de formación en San Bartolo, una localidad costera a unos 50 km al sur de Lima, donde ocurrieron los peores abusos psicológicos y físicos:

«No era una maquinaria hecha para una monstruosidad. Hubo excesos seguramente pero la formación era militar. Tú entrabas para ser soldado de Cristo, hay que ser la élite de la Iglesia, hay que reformarla. Como formador yo nadaba con los chicos, por ejemplo».

Y de Jean Pierre Teullet como formador, hay varios que guardan recuerdos ingratos y no dudan en calificarlo como un abusador. Uno de esos recuerdos es el testimonio de Félix Neyra incluido en el Informe Final de la Comisión De Belaúnde:

«Él [Félix] era el encargado del perro en la comunidad de San Bartolo. En una ocasión se olvidó de limpiar su plato de comida y Jean Pierre Teullet lo obligó a dormir con el plato sucio por dos semanas. “Yo era encargado del perro de la casa. Una vez dejé el plato de comida sucio. Tuve que dormir con el plato sucio por dos semanas al costado de mi almohada”».

Teullet también declaró sobre el caso de Daniel Murguía, quien, cuando aún era sodálite, fue sorprendido el 27 de octubre de 2007 por la policía en en el cuarto de un hotelucho del centro de Lima, junto con un niño de la calle semidesnudo. Murguía residía habitualmente en la comunidad sodálite de Santiago de Chile y se encontraba de paso en Lima, alojado en la comunidad Madre de la Fe (distrito de San Isidro), que estaba temporalmente a cargo de Teullet. Según relata éste, entre las pertenencias de Murguía en la comunidad había una computadora portátil, un USB y la tarjeta de una cámara fotográfica. Antes de entregar estos objetos al superior general Eduardo Regal, quien los había solicitado e iba a pasar por la comunidad a recogerlos, Teullet decidió revisar el contenido de la memoria USB. Según declaró ante la Comisión De Belaúnde, «con lo que hay ahí, que se lo entregué a Regal, efectivamente Murguía probablemente debería ir al paredón. Eran cosas muy, muy complicadas». Teullet tuvo la tentación de sacar una copia, por si acaso, pero finalmente la desechó. «..dije pucha, sabes que era tan escabroso que dije: mira, al final ya está en la cárcel. Sabe Dios lo que pasará», aseguró. ¿Se trataba de fotos que Murguía solamente tomaba o se veía también a Murguía participando de los actos? Teullet confirmó que también se veía a Murguía participando de esas turbias y oscuras acciones.

Fuera de este detalle y de la sensación subjetiva que le causó, hasta el día de hoy Teullet nunca ha descrito con precisión lo que vio en la memoria perteneciente a Murguía, el cual sería finalmente absuelto al no haber pruebas de delito. Las que había, tanto en Lima como en Santiago, fueron convenientemente destruidas por las autoridades sodálites del momento. Y Teullet, no obstante lo declarado ante Alberto de Belaúnde, sigue siendo hasta ahora encubridor del delito. No debería extrañarnos, pues fue él el designado por Figari para visitar regularmente en la cárcel a Murguía y encargarse de que no hable y comprometa al Sodalicio.

El P. Teullet también habría visitado posteriormente a Keiko Fujimori, la lideresa del partido fujimorista Fuerza Popular, cuando estaba en prisión preventiva. Este partido se opuso a la creación de una comisión parlamentaria que investigara exclusivamente el caso Sodalicio, y la comisión que finalmente se creó tenía un espectro más amplio, donde los abusos del Sodalicio eran sólo uno de tres casos a investigar. En el plano ideológico, el conservadurismo ultraderechista del fujimorismo es afín a la doctrina sodálite, por lo cual ad intra de las asociaciones vinculadas al Sodalicio siempre se ha recomendado votar por Keiko Fujimori en las elecciones políticas.

En la Escuela Naranja, una plataforma digital de formación política promovida por el partido Fuerza Popular, hay una entrevista al P. Teullet posteada el 19 de agosto de 2023, sobre el tema del derecho a la vida (entiéndase esto sólo como condena del aborto). Para participar de esta plataforma se requiere estar en sintonía con las ideas y los fines de uno de los partidos más autoritarios, antidemocráticos y corruptos que hay en el Perú.

No mucho tiempo después el P. Teullet colgaría los hábitos. Se casaría con la bióloga María Fe Rizo Patrón Herrera, quien, además de haber sido profesora de matemáticas y ciencias en 2012 en el Colegio Villa Caritas, gestionado por la rama femenina del Sodalicio,  es integrante de Avanzada Católica, un movimiento laico vinculado a Pro Ecclesia Sancta, institución católica peruana que también ha sido acusada de abusos psicológicos por parte de Lucía Zegarra-Ballón, una exmonja arequipeña que fue una de los diez jóvenes que participaron en el documental “Amén. Francisco responde” (2023).

Teullet se ha afincado aún más en la órbita del fujimorismo, uno de los aliados políticos del Sodalicio de Vida Cristiana. A partir de febrero de 2024 lo encontramos como director de Voluntariado Ciudadano, un programa de participación ciudadana creado en el Congreso de la República por iniciativa del partido Fuerza Popular. Los jueves participa en el programa del periodista ultraderechista Diego Acuña, transmitido por YouTube, con la sección “¿Y si pensamos?”. Y ha dictado cursos en la USIL (Universidad San Ignacio de Loyola) y en la Universidad ESAN (Escuela de Negocios para Graduados), esta última afín al fujimorismo.

El discurso conservador de Teullet —que busca promover a través de su Asociación Integrus, activa desde octubre de 2022— es idéntico a lo que se enseñaba doctrinalmente dentro del Sodalicio. Al igual que el pseudoperiodista Alejandro Bermúdez, expulsado del Sodalicio con la firma del Papa Francisco, hace suyo el tema de la batalla cultural, difunde teorías de la conspiración, es anticientífico, homofóbico, intolerante, antidemocrático y esgrime las banderas del lema fascista por excelencia: “Dios, patria y familia”. En conversaciones mantenidas con exsodálites les niega la condición de víctimas a muchos de los que sufrieron abusos no sexuales. Sigue creyendo que el Sodalicio fue una institución inspirada por el Espíritu Santo. Y cree que Pedro Salinas y Paola Ugaz tienen como fin destruir la Iglesia.

Jean Pierre Teullet Márquez, quien alguna vez fue considerado un traidor en el Sodalicio por insistir en denunciar a Figari y por ponerse del lado de las víctimas, por hacer lo correcto, se ha puesto del lado de la institución victimaria y de sus aliados, haciendo propias y difundiendo las mismas ideas que sostenían ese proyecto sectario. Y así ha traicionado a las numerosas víctimas del Sodalicio, que habían confiado en su presunta valentía, la cual resultó siendo sólo un pasajero gesto de oropel.

[EL DEDO EN LA LLAGA] Han pasado casi cincuenta años desde que el historiado italiano Carlo Mario Cipolla (1922-2000) diera a conocer de manera limitada en el año 1976 su ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, que luego publicaría en 1988 en el libro “Alegro ma non troppo” junto con otro ensayo de su autoría.

Esas leyes son cinco y se enuncian como sigue:

Primera ley:

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

Segunda ley:

La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

Tercera ley:

Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho provecho para sí, o incluso incluso obteniendo un perjuicio.

Cuarta ley:

Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

Quinta ley:

La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

¿Pero que es lo que entendemos por “estúpido”? Por lo general, una persona que muestra falta de inteligencia, juicio o sentido común, caracterizada por decisiones o comportamientos irracionales, poco reflexivos o que carecen de lógica. Y hay palabras equivalentes que tienen prácticamente el mismo significado —idiota, imbécil, necio, etc.— cuando se entienden descriptivamente, fuera de un contexto en que son utilizadas como agresiones verbales o insultos.

Ahora bien, ¿que pasaría si toda una sociedad estuviera integrada únicamente por idiotas, en número mucho mayor a los que vemos actualmente en nuestras sociedades modernas? Eso es lo que plantea el film “Idiocracy” (“Idiocracia”, 2006), dirigido por Mike Judge, una sátira distópica que muestra un futuro en el que la humanidad ha experimentado una decadencia extrema en su inteligencia colectiva debido a siglos de deterioro progresivo de las características genéticas.

La película se sitúa en el año 2505, donde Joe Bauers, un hombre promedio del siglo XXI, despierta tras ser hibernado accidentalmente durante 500 años, en el marco de un experimento militar secreto. La premisa central es que, en el pasado, las personas más inteligentes tuvieron menos hijos, mientras que las menos inteligentes se reprodujeron en mayor medida, lo que llevó a una población global cada vez más estúpida, generando un mundo donde la falta de juicio y razonamiento ha colapsado la civilización.

La población tiene un nivel de inteligencia extremadamente bajo. El lenguaje se ha degradado a un inglés simplificado, lleno de jerga, gruñidos y expresiones vulgares, con una gramática casi inexistente (por ejemplo, frases como “Ow, my balls!” son comunes).

La comprensión de conceptos básicos, como la ciencia, la historia o el funcionamiento de sistemas ha desaparecido. La cultura está dominada por el entretenimiento absurdo y de baja calidad —por ejemplo, videos de una persona dándose de batacazos y sacándose la mugre, o un largometraje nominado al Oscar que consiste únicamente en un trasero lanzando flatulencias—. El programa de televisión más popular es “Ow, My Balls!”, una comedia burda basada en golpes físicos, reflejando la falta de sofisticación y la vulgaridad del entretenimiento. Las noticias se convierten en espectáculos, anunciadas por dos narradores, hombre y mujer, con casi nada de ropa encima.

Las instituciones educativas han desaparecido o son inútiles. Los médicos son ignorantes y diagnostican con frases vagas como “estás jodido” (“you’re fucked up”). Incluso el presidente de Estados Unidos, Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert, es un exactor porno y exluchador profesional que usa un lenguaje soez y actúa de forma teatral, sin capacidad para gobernar racionalmente.

El medio ambiente está devastado. Las ciudades están cubiertas de basura acumulada en montañas, y el polvo y la suciedad dominan el paisaje urbano debido a la incapacidad de gestionar residuos.

La agricultura ha colapsado porque los cultivos se riegan con Brawndo, una bebida con electrolitos similar al Gatorade, lo que provoca hambrunas generalizadas. Nadie entiende conceptos básicos como el ciclo del agua o la necesidad de nutrientes para las plantas, y creen que los electrolitos son buenos para todo, sólo porque así lo enuncia la publicidad.

La economía está en ruinas, con una inflación absurda. Por ejemplo, un personaje paga millones de dólares por un servicio médico básico.

Las corporaciones dominan la vida cotidiana, controlando incluso servicios gubernamentales, como la adopción de niños. Todo está hipercomercializado, pero de forma caótica e ineficiente.

El gobierno es una parodia de la democracia. El presidente Camacho lidera con discursos grandilocuentes, pero sin sustancia, y el Congreso está compuesto por personas igualmente ignorantes que toman decisiones basadas en emociones o espectáculo. Las leyes y normas son inexistentes o absurdas, y la justicia se reduce a un programa televisivo estilo “reality show” donde los acusados son juzgados en arenas públicas.

Aunque la tecnología del siglo XXI aún existe, está en mal estado o se usa de forma incorrecta. Por ejemplo, los hospitales usan máquinas diagnósticas estropeadas que dan respuestas incoherentes. La infraestructura, como edificios y carreteras, está en ruinas, y nadie sabe cómo repararla o mantenerla.

Los habitantes de esta sociedad no reconocen su propia ignorancia. Consideran a Joe Bauers, con su inteligencia promedio del siglo XXI, como un genio excepcional porque puede hablar con frases completas y resolver problemas básicos. Y sólo por este motivo lo nombran Ministro del Interior (Secretary of the Interior), sin que tenga la menor idea de cómo desempeñar el cargo.

La sociedad está obsesionada con el placer inmediato, el entretenimiento absurdo y el consumo sin reflexión. Las prioridades son ingerir comida chatarra, beber Brawndo, tener sexo ocasional —casi de manera obsesiva—, jugar videojuegos y ver programas de televisión estúpidos.

La falta de inteligencia dificulta la colaboración. Las personas actúan de forma impulsiva, lo que lleva a conflictos constantes y a la incapacidad de abordar problemas colectivos como la hambruna o la acumulación de basura.

Aunque es una comedia, “Idiocracy” refleja preocupaciones sobre la anti-intelectualidad y el impacto a largo plazo de priorizar la conveniencia sobre el conocimiento. La sociedad que nos presenta es una caricatura de un mundo donde la inteligencia ha sido reemplazada por la ignorancia masiva, el entretenimiento vacío y la incapacidad para resolver problemas básicos.

Así como está, sin llegar a ser una obra maestra del Séptimo Arte y no obstante su tono ligero de comedia absurda y tontorrona, la película tenía un enorme potencial como sátira profética y como ácida crítica a la sociedad estadounidense. No extraña, pues, que la productora intentara “enterrar” el film.

Producida por 20th Century Fox con un presupuesto presupuesto relativamente bajo (2,4 millones de dólares), Fox optó por una estrategia de lanzamiento extremadamente limitada: exhibición en sólo 130 salas de cine de todo estados Unidos, en sólo siete ciudades —sin incluir Nueva York ni San Francisco—, sin avances para críticos, sin kits de prensa, sin trailers ni promoción significativa. Esto resultó en una taquilla de apenas 495,303 dólares.

Las razones, basadas en declaraciones de involucrados y análisis periodísticos, son controvertidas:

  1. Reacciones negativas en proyecciones de prueba (test screenings). En marzo de 2005, las audiencias de prueba respondieron mal a la película, considerándola demasiado ofensiva o “cruda”. Fox vio el filme como un riesgo alto, optando por minimizar la inversión en marketing para evitar un fracaso de público mayor.
  2. Contenido satírico controvertido y “anti-corporativo”. La película critica duramente el consumismo, el anti-intelectualismo y el poder corporativo. Esto generó especulaciones de que Fox, con fuertes lazos corporativos, no quería ofender a anunciantes o audiencias conservadoras.
  3. Estrategia de lanzamiento mínimo para cumplir obligaciones contractuales. Fox estaba obligada contractualmente a estrenarla en cines antes de lanzarla en DVD. Optaron por un “lanzamiento limitado” sólo por cumplir. Esta decisión terminó convirtiendo a “Idiocracy” en un clásico de culto, promocionado boca a boca, que generó más de 20 veces su taquilla en ventas de DVD y streaming.

Lo cierto es que su visionado nos deja varias lecciones. Tanto en Estados Unidos —como también en el Perú— las grandes catástrofes sociales y políticas no parecen tener sus orígenes en la maldad de sus líderes —y seguidores, por supuesto—, sino en su estupidez. Y el declive de la democracia estaría ya dando lugar en estos países y otros a una idiocracia, un sistema dominado por la ignorancia atrevida y la estupidez. En fin, un gobierno de los idiotas.

[EL DEDO EN LA LLAGA] ¿Por qué muchos de los que han sido víctimas del Sodalicio terminan perdiendo la fe, mientras que otros la mantienen y la siguen cultivando? Es una paradoja que extraña a muchos de los que miran el fenómeno desde afuera. Y dar una respuesta general resulta prácticamente imposible, pues la fe y la pertenencia a la Iglesia católica son decisiones de conciencia enraizadas en la propia biografía, las circunstancias personales y las experiencias vividas. Así como el abandono de la fe y la deserción de la Iglesia católica también son decisiones de conciencia maduradas por razones personales perfectamente válidas.

Pero algo en que suelen coincidir los sobrevivientes del Sodalicio, tanto creyentes como no creyentes, es en el sentimiento de que la Iglesia católica ya no es un lugar seguro, donde se pueda reposar; una casa espiritual, donde todos sus integrantes se quieran y se aprecien como hermanos entrañables; un hogar donde encontrar refugio, protección y calor humano. Un hogar que alguna vez experimentamos, antes de ser secuestrados psicológicamente por el Sodalicio, quienes aún permanecemos católicos; un hogar que seguimos añorando y buscando entre los católicos de a pie, ya no entre las élites clericales, en una Iglesia entendida como Pueblo de Dios y no como estructura jerárquica clerical.

A conclusiones similares llegó en Alemania la estudiosa de las ciencias de la religión y filósofa Regina Laudage-Kleeber (1986- ) al publicar su libro “Católica sin hogar: De camino hacia una Iglesia que vuelva a ser un hogar” (“Obdachlos katholisch: Auf dem Weg zu einer Kirche, die wieder ein Zuhause ist”, Kösel-Verlag, München) en el año 2023, con reflexiones íntimas y personales sobre lo que significa existencialmente ser católico en las circunstancias actuales, cuando la Iglesia católica ha perdido mucho en credibilidad.

En las páginas iniciales de este honesto libro, confiesa lo siguiente:

«Ya no estoy dispuesta a aceptar los tres principales aspectos del desprecio hacia lo humano del catolicismo:

  • La violencia sexualizada, su facilitación, relativización y encubrimiento.
  • El sexismo estructural, es decir, la desigualdad de mujeres y personas no binarias en el acceso a cargos y a las responsabilidades de liderazgo asociadas.
  • La desvalorización sistemática de las personas queer, sus relaciones, su sexualidad.

¿Desertar de la Iglesia?

El ingenuo llamamiento de los católicos conservadores a que personas como yo simplemente deberían hacerse evangélicas o abandonar la iglesia si no nos gusta la doctrina, me deja fría como estudiosa de la religión.

La pertenencia a una religión no es algo que se pueda cambiar fácilmente: está vinculada a mucha biografía, a mucha historia personal. Todo eso no se borra simplemente con una deserción de la Iglesia o una conversión».

Katholisch.de, el portal oficial de noticias de la Iglesia católica en Alemania, publicó una entrevista a cargo de Angelika Prauss el 30 de marzo de 2023, donde Laudage-Kleeberg explica los motivos que la llevaron a poner por escrito su testimonio personal sobre haber perdido ese sentimiento de que la Iglesia católica era un hogar para ella y sobre la búsqueda espiritual que ello desencadenó.

A continuación, la traducción al español de esa entrevista.

Pregunta: Señora Laudage-Kleeberg, ¿cómo llegó a sentirse extraña en una Iglesia y una comunidad litúrgica que antes le eran tan familiares?

Laudage-Kleeberg: Fue un largo proceso, y aún sigo dentro de la Iglesia. La liturgia es para mí una gran fuente de fortaleza, y obtengo mucha energía positiva de los buenos servicios religiosos. Esa posibilidad desapareció durante la pandemia. A nivel profesional, he estudiado intensamente el tema de la deserción de la Iglesia, por lo que también puedo analizar este desarrollo desde una perspectiva académica. En mi libro relato la historia de este proceso de distanciamiento; la pandemia, sin duda, lo aceleró. Durante ese tiempo, noté cuánto extrañaba esos momentos litúrgicos reconfortantes; al mismo tiempo, se hicieron públicos más escándalos en la Iglesia. Cuanto más reflexionaba al respecto, más de cerca examinaba la Iglesia católica y me daba cuenta de cuántas cosas estaban andando mal. Y en algún momento, la balanza se inclinó…

Pregunta: ¿Qué la motivó a compartir su experiencia con otros a través de este libro?

Laudage-Kleeberg: En los últimos diez años se han escrito muchos libros inteligentes de debate sobre la Iglesia y sus problemas. A mí, personalmente, me faltaba una narrativa sobre ese sentimiento de no sentirse ya interpelado por la propia añoranza de recibir acogida. Por eso, muchos de nosotros estamos tan furiosos o amargados. Muchas personas de mi entorno fueron durante mucho tiempo católicos profundamente convencidos, algunos incluso muy comprometidos con la Iglesia. En algún momento, desertaron. Sin embargo, siguen ligados a la Iglesia católica de una manera intensa, aunque generalmente negativa, y continúan hablando de ello.

Pregunta: Usted escribe que uno no puede simplemente deshacerse de la fe como si fuera una prenda de vestir.

Laudage-Kleeberg: Exacto, al alejarse de la Iglesia, a menudo se genera un vacío. Las personas no saben qué hacer con sus añoranzas espirituales y su necesidad de encontrar refugio en un ritual. De esto se habla poco. Deseo que estas personas encuentren un lugar donde se sientan acogidas. También deseo un lugar así para mí.

Pregunta: Su libro probablemente refleja el sentir de muchos católicos decepcionados con la Iglesia. ¿Le consuela saber que no está sola en sus sentimientos?

Laudage-Kleeberg: Por supuesto, me alegra mucho la gran resonancia que hubo. Ya en las primeras semanas tras la publicación, un número increíble de personas se puso en contacto conmigo. Entre ellas, muchas personas desconocidas que se tomaron la molestia de buscar mis datos de contacto para escribirme. La mayoría dice: “Me siento tan impresionado, así me he sentido durante años. Solo que no tenía palabras para expresarlo…”

Pregunta: ¿Ha recibido alguna reacción de parte de la Iglesia?

Laudage-Kleeberg: No. Mi libro no pretende denunciar a las instancias oficiales, salvar o cambiar la Iglesia. Porque, en realidad, todo ya ha sido investigado y dicho, por ejemplo, en el proceso de reforma del Camino Sinodal. La Iglesia tendría que tomar decisiones, pero eso no está ocurriendo.

Pregunta: Usted escribe que no ha perdido su fe ni su identidad católica, pero sí su hogar religioso en la Iglesia, y por eso se considera “católica sin hogar”. ¿Cómo lo enfrenta personalmente?

Laudage-Kleeberg: Mi familia y yo celebramos servicios religiosos muy consciente y activamente con personas que valoramos. Durante la pandemia, comenzamos a hacer celebraciones litúrgicas con los vecinos en los rellanos de la escalera de nuestro edificio de apartamentos. Fue una apuesta arriesgada, ya que al principio no nos conocíamos tan bien. Me acerco de manera muy personal a las personas con las que me siento conectada religiosamente. Cuando siento que es apropiado, después de hacer las lecturas, ofrezco a la gente quedarse un momento en silencio juntos, cantar una canción o rezar una oración. A menudo, esto resulta una experiencia muy intensa.

Pregunta: Cada vez hay menos párrocos que puedan ofrecer misas. ¿No es necesario que las personas a las que todavía les importa la fe se vuelvan más activas y se organicen por su cuenta?

Laudage-Kleeberg: Mientras escribía el libro, me quedó claro: si quiero seguir viviendo mi catolicismo, debo ser mucho más activa y no puedo seguir en una actitud de consumo. En los últimos años y décadas, hemos confiado en que alguien esté al frente en el altar, actuando. Tenemos que salir de esa mentalidad consumista. Cada vez más creyentes reflexivos y maduros deciden no asistir a una mala celebración litúrgica. Al mismo tiempo, sienten una añoranza muy personal.

Pregunta: ¿Tiene algún consejo para estas personas?

Laudage-Kleeberg: Por supuesto, todavía hay buenas ofertas espirituales, pero hay que buscarlas bastante. Si no te lanzas solo, probablemente sea un poco más fácil. Deberíamos hablar mucho más en nuestro entorno sobre nuestras necesidades religiosas. Yo lo hago de manera consciente. A menudo me encuentro con otros católicos que se abren y cuentan su propia historia. A veces, primero sale la ira o la decepción con la Iglesia, pero luego, poco a poco, también los temas más profundos. ¿Por qué no concluir una conversación así con una oración espontánea en común, una canción o un momento de silencio? Por otro lado, vivir la espiritualidad con esta libertad no es, desde luego, para principiantes…

Pregunta: ¿Tiene alguna idea de dónde, además de en el ámbito privado, podría surgir un nuevo “hogar espiritual para los muchos con añoranzas”, como usted lo describe?

Laudage-Kleeberg: No tengo soluciones definitivas. Solo puedo sugerir que nos comuniquemos y nos acerquemos unos a otros. Porque mi experiencia actual me dice que somos bastantes. Como estudiosa de las ciencias de la religión, diría que la fe y el comportamiento religioso —al igual que el resto de la sociedad— se volverán cada vez más individuales. Por eso es importante hablar de ello y emprender la búsqueda juntos. Si encuentras aliados, agárrate fuerte a ellos. Nunca imaginé que algo litúrgico pudiera unirnos en nuestra comunidad de vecinos.

Pregunta: ¿Tiene alguna esperanza, de cualquier tipo, de que los católicos sin hogar puedan volver a encontrar un hogar en su Iglesia? ¿O ese tren ya se fue hace rato?

Laudage-Kleeberg: Mientras reflexionaba y escribía el libro, me di cuenta de que mi catolicismo no depende de si la Iglesia como institución hace bien su trabajo o no. Creo que ser católico —teológicamente y  desde la perspectiva de Dios— se concibe de una manera mucho más amplia. Este amor radical de Dios por los seres humanos es tan inmenso que podemos abandonarnos con tranquilidad.

[EL DEDO EN LA LLAGA] Roma, 14 de abril de 1984. Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, pronuncia su “Catequesis sobre el amor” ante una multitud de jóvenes —en su mayoría vinculados al Camino Neocatecumenal— en la Basílica de San Pablo Extramuros. El día 12 de abril le había tocado el turno a Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, y el día anterior, 13 de abril, Kiko Argüello, líder de los neocatecumenales, había hecho delirar de emoción a los jóvenes reunidos allí para participar del Jubileo de los Jóvenes, convocado por el Papa Juan Pablo II dentro del marco de las celebraciones del Año Santo de la Redención.

Así se dirigió Figari a su joven audiencia:

«El número que aquí vemos, con ser muchos, no es más que un puñado frente a los millones y millones de hombres jóvenes, de mujeres jóvenes, creyentes, anhelantes, que en todo el mundo vibran desde lo profundo de su corazón —desde ese cenáculo íntimo, interior, donde las cosas más importantes de la vida se experimentan—; jóvenes que vibran por compartir la experiencia fuerte, la experiencia intensa, la experiencia irradiante del Año de la Redención, vivido en el centro mismo de la cristiandad».

Quienes estuvimos allí presentes percibimos la emoción que embargaba a Figari al hallarse ante una multitud de jóvenes creyentes, a los cuáles en su mayoría él mismo nunca hubiera considerado aptos para formar parte del Sodalicio que él había fundado, una élite de jóvenes varones elegidos para vivir el ideal de ser mitad monjes, mitad soldados.

Pues cuando Figari y quienes formábamos parte de la delegación sodálite —unos diez miembros entre los cuales también se encontraban Germán Doig, Virgilio Levaggi y Alejandro Bermúdez— acudimos a Roma en ese momento, aún no existía el Movimiento de Vida Cristiana. El Sodalicio era solamente una asociación pía de fieles de derecho diocesano, con aspiración a ser mucho más que eso. Adicionalmente, habían grupos de jóvenes escolares varones, llamados Agrupaciones Marianas, que era donde el Sodalicio hacía su pesca de vocaciones. Una vez identificados aquellos jóvenes “buena voz” a los que había que “trabajar” para convencerlos de su vocación sodálite, el resto era desechado y no se le prestaba mayor atención. Prácticamente, eran considerados materia residual y se les dejaba librados a su suerte. Si venían a las misas dominicales de los sodálites en los setenta e inicios de los ochenta, se les toleraba, pero no se invertía ningún esfuerzo en mantener su lealtad al grupo.

Los esporádicos Convivios (congresos de estudiantes católicos de escuelas privadas para alumnos de clase media alta para arriba), realizados inicialmente en 1977 y 1978, y luego retomados a partir de 1983, tenían como finalidad la selección proselitista de muchachos para formar agrupaciones marianas, donde pescar nuevas “vocaciones” sodálites. No era otro el objetivo.

También existía la Asociación de María Inmaculada (AMI), destinada a las amigas de los sodálites y a las novias de aquellos sodálites que habían optado por una vocación matrimonial.

Eso era todo. Pues el Sodalicio era la niña de los ojos de Figari, donde se concentraban todos sus esfuerzos. Sin embargo, el número reducido de sodálites, ese puñado de jóvenes dispuestos a darlo todo por el endiosado fundador, no parecía satisfacer sus ansías megalomaníacas de verse aclamado por multitudes. Y algo debe haber cambiado en él después de ver esas multitudes de jóvenes de ambos sexos idolatrando a Kiko Argüello. Y más aun cuando al día siguiente, esos mismos jóvenes lo escucharon atentamente, lo aplaudieron, cantaron y celebraron su fe dentro del marco de una liturgia eucarística dominada por la simbología neocatecumenal.

Poco tiempo después de nuestro regreso a Lima, Figari —en el marco de una conferencia en el Colegio de los Sagrados Corazones de Belén (San Isidro, Lima)— planteó la idea de un movimiento que se guiaría por la espiritualidad sodálite, es decir, por la ideología espiritual que él había pergeñado, aunque sin las fuertes exigencias que se le imponían a los sodálites y con una participación más suelta y relajada.

Sin embargo, su idea de un movimiento no surgió como una inspiración del Espíritu Santo, sino más bien como una estrategia pragmática: quienes en las agrupaciones marianas no habían pasado la valla como para ser considerados “vocaciones sodálites”, podían seguir vinculados como miembros del movimiento, a mayor gloria de Figari. Asimismo, también estaba la idea de vincular a los padres de los sodálites y agrupados marianos, a fin de limar las asperezas en sus relaciones con ellos que, por lo general, fueron conflictivas. Pues en el Sodalicio se solía fomentar la enemistad de los “elegidos” hacia sus progenitores, a los cuales se veía como obstáculos para una entrega generosa al Plan De Dios. Así lo plasmó Figari por escrito en su Memoria 1979:

«…quiero sí referirme a un dolor que se clava en lo profundo del alma, y que con el correr del tiempo y nuestra mayor presencia apostólica, se hace más frecuente. Me refiero a la tragedia que constituye que muchos padres que se dicen cristianos pongan todo género de trabas en el crecimiento en la fe de sus hijos. […] Ese fenómeno lo vemos crecer en la misma medida que observamos el desarrollo de nuestros trabajos apostólicos. Duele porque no es un ataque que viene de fuera, sino de dentro. Un ataque, que a veces se torna cruel por su refinamiento y su sistematización, que causa daño a miembros de nuestra comunidad que desean entregarse cada vez más plenamente al Señor. Que hace tambalear a jóvenes que ven en Cristo el camino de liberación. Hemos sido testigos de hechos inenarrables que llevan a comprender por qué en nuestro medio se puede hablar de crisis de la familia. Aunque, quizá fuera mejor hablar de crisis de amor. Y, cuando el joven da muestras de acoger un llamado del Señor para entregar toda su vida a la Iglesia a través de Santa María, muchas veces esas agresiones a las que nos venimos refiriendo se tornan en furibundas reacciones en contra de la misma fe y hasta de Dios, sin abandonarse por ellos actitudes increíblemente coercitivas de parte de padres que dicen amar a sus hijos. Por ello digo que más que crisis de familia habría que hablar de crisis de amor. .[..] Aquellos quienes viven y sufren esta realidad dolorosa descrita deben tener confianza en los caminos de Dios, y permanecer siempre leales al llamado que el Señor les ha hecho llegar. Él les fortalecerá».

No se admitía la posibilidad de que fuera el Sodalicio mismo el que estuviera mal y hubiera dado motivo para esas actitudes de oposición por parte de los padres de familia. Esta situación de conflicto podría cambiar si había un movimiento que les ofreciera a esos padres y madres una vinculación a esa cosa en que estaban metidos sus hijos.

En 1985, al año siguiente, fue fundado oficialmente el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), literalmente para recibir a los sobrantes de la pesca de vocaciones y mitigar los daños colaterales infligidos a padres de familia, que contemplaban como sus hijos eran absorbidos por una institución totalitaria y fanática. El Espíritu Santo no tuvo arte ni parte en esa decisión.

El 23 de marzo de 1994 el MVC fue reconocido por el Pontificio Consejo para los Laicos como asociación internacional de fieles de derecho pontificio. En ese entonces habría contado con unos 25,000 miembros y estaba presente en 21 países.

Sin embargo, décadas después, el 14 de abril de 2025, la Santa Sede, admitiendo la falta de carisma vocacional del MVC, lo suprimió definitivamente. La pregunta que nos hacemos es qué es lo que realmente se suprimió, considerando cómo estaba estructurado el movimiento.

Como señalaba una publicación del Pontificio Consejo para los Laicos del año 2006:

«Los miembros del MVC se vinculan a su misión apostólica a título personal o colectivo dando vida a comunidades, grupos, instituciones, asociaciones y servicios de varios tipos y con distintos fines […], cuyas actividades están dirigidas por un Consejo general de coordinación, constituido por el Coordinador general, el Asistente espiritual y el Secretario ejecutivo».

La vinculación de los emevecistas con el MVC nunca fue directa, sino que se hacía efectiva a través de la pertenencia a grupos, donde la membresía no era formal ni estaba documentada, mucho menos sujeta a normas y reglamentos oficiales. Además de las Agrupaciones Marianas y la Asociación de María Inmaculada (AMI), se constituyeron asociaciones y grupos como Solidaridad en Marcha, Acción Universitaria (para estudiantes universitarios), Familia de Nazaret (para parejas de esposos), Betania (para mujeres adultas), Emaús (para varones adultos), Simeón y Ana (para personas de edad avanzada) y otros más. Al suprimirse el MVC se eliminó el paraguas de derecho pontificio que cobijaba a estos grupos, pero éstos han seguido existiendo y actuando como si no hubiera pasado nada.

Por ejemplo, la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho, Lima), que sigue a cargo de sacerdotes que fueron integrantes del suprimido Sodalicio —el párroco Juan Carlos Rivva y el vicario parroquial Juan Pablo Rosado—, sigue ofreciendo a sus feligreses la participación en Agrupaciones Marianas (de jóvenes varones y mujeres por separado), Solidaridad en Marcha, Pan para mi Hermano y grupos de Betania, Emaús, Familia de Nazaret, Simeón y Ana.

Algo similar pasa en la parroquia Holy Name de Denver (Colorado, EE.UU.), a cargo del párroco Juan Fernando Sardi y del vicario parroquial Craig Kinneberg, ambos sacerdotes del suprimido Sodalicio. Allí se sigue ofreciendo la participación de jóvenes en los Marian Groups y en otras dos iniciativas nacidas del Christian Life Movement (CLM), la presencia en Estados Unidos del MVC, concretamente en Denver y Philadelphia. Me refiero a Creatio —que pretende liderar experiencias transformadoras que permitan a todas las personas, particularmente jóvenes, encontrarse con la belleza de la creación y del Creador, algo inspirado en los retiros DyN (Dios y Naturaleza) para adolescentes escolares que organizaba el Sodalicio en los años setenta e inicios de los ochenta— y a Christ in the City. una organización católica sin fines de lucro dedicada a formar misioneros, voluntarios y comunidades para conocer, amar y servir a los pobres, con un enfoque particular en las personas sin hogar. Según los formularios 990 —declaraciones de organización exenta de impuesto sobre la renta—, obligatorios en los Estados Unidos y que son de acceso público, los montos de dinero recibidos por Christ in the City —que se han incrementado a lo largo de los años hasta llegar a los 3,218,044 de dólares en 2024— se destinan en su mayoría a actividades de formación de los jóvenes misioneros, no a los pobres a los que supuestamente ayudan. Por lo tanto, además de ser una institución sospechosa de actividad proselitista por tener a tres sodálites expulsados en su staff directivo (Eduardo Regal, José Ambrozic y Alejandro Bermúdez), también despierta suspicacias que no se sepa quiénes son sus donantes y quiénes son aquellos a los que les pagan por servicios de formación y capacitación. Hasta es posible que haya un esquema de lavado de activos, lo cual no me extrañaría en entidades vinculadas al Sodalicio.

Otro ejemplo a destacar es Mission Brazil, en la diócesis de Petrópolis, que efectúa acciones que tienen como objetivo promover en los jóvenes el carácter evangelizador. Anteriormente se llamaba Mission MVC Brazil y su logo actual es una versión modificada del logo del MVC. Parece que la supresión del movimiento sólo tuvo el efecto de modificar ligeramente su nombre, pues su personal sigue siendo el mismo, los métodos y estrategias siguen siendo los mismos, su ideología espiritual no ha cambiado y hasta la dirección que indican (R. Figueira de Melo, 142 – Centro, Petrópolis – RJ, 25625-120) es la misma que tenía el Centro Pastoral do Movimento de Vida Cristã.

Y estos grupos siguen sosteniendo lo indicado en el comunicado del MVC que informa sobre su supresión:

«Guiados por la gracia del Espíritu Santo, continuemos siendo testigos del Evangelio, con corazones humildes y dispuestos a servir como apóstoles de la reconciliación. Como María, atesoremos en el corazón aquellos frutos auténticos de fe, servicio y apostolado que están vivos en nuestros corazones» (Comunicado Oficial – MVC, 14/04/2025).

Sin ningún respeto por las víctimas, sin reconocer la afirmación de la Santa Sede de que carecen de carisma fundacional, sin autocrítica ni conciencia de sus propios métodos sectarios, sin un sentido correcto de lo que es pertenecer al Pueblo de Dios y construir Iglesia.

En resumen, si nunca hubo una pertenencia directa y formal de sus miembros al MVC, sino que ésta se hacía efectiva a través de la participación en uno de los tantos grupos que conformaban el movimiento, al ser suprimido éste, los grupos han seguido existiendo con la aquiescencia de algunos obispos cómplices y párrocos encubridores. Y se habrían convertido en refugio de muchos de aquellos que fueron miembros del Sodalicio hasta el final.

El MVC, que nació como un receptáculo de sobrantes de la caza de vocaciones del Sodalicio, se ha convertido ahora en el receptáculo de remanentes del Sodalicio. Y sigue siendo lo que fue desde un principio: un contenedor de residuos con barniz de espiritualidad pero de aroma indescriptible.

[EL DEDO EN LA LLAGA]  Nos hallamos en los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría. Albert D. Biderman (1923-2003), un científico social de la Fuerza Aérea de EE.UU., es asignado a investigar por qué muchos prisioneros de guerra estadounidenses capturados por las fuerzas comunistas durante la Guerra de Corea cooperaban con el enemigo, firmando declaraciones falsas, denunciando a su propio país y colaborando con la propaganda comunista.

Tras extensas entrevistas con prisioneros repatriados, Biderman concluye que hay tres elementos principales detrás del control coercitivo de los interrogadores comunistas: “dependencia, debilidad y miedo”. Biderman resumió sus hallazgos en una tabla que enumeraba ocho principios, publicada por primera vez en el artículo “Communist Attempts to Elicit False Confessions from Air Force Prisoners of War” [“Intentos comunistas de obtener confesiones falsas de prisioneros de guerra de la Fuerza Aérea”] en una edición de 1957 de The Bulletin of the New York Academy of Medicine. El artículo describe brevemente los métodos psicológicos aplicados por los interrogadores coreanos y chinos para forzar al sujeto a emitir cierta información y hacer confesiones falsas. En la misma edición de The Bulletin, el psiquiatra Robert Jay Lifton (1926- ) publica los resultados de una investigación similar sobre los mismos métodos, acuñando el término “thought reform” [“reforma del pensamiento»], también conocido como “lavado de cerebro”.

En un informe de 1973 sobre la tortura, Amnesty International determinó que la Tabla de Coerción de Biderman contenía las “herramientas universales de tortura y coerción”. En ese sentido, puede aplicarse para la comprensión de realidades distintas más allá de contextos de guerra. De hecho, se ha aplicado para analizar dinámicas de abuso en relaciones interpersonales, sobre todo en casos de violencia doméstica. También resulta una herramienta clave para estudiar el control psicológico en sectas o grupos religiosos abusivos.

Los principios de la Tabla de Biderman apuntan a quebrar la personalidad del sujeto y doblegar su voluntad, de modo que se convierta en un ser sumiso a las indicaciones de los interrogadores. Pongo a continuación cada uno de los principios de la Tabla de Biderman y cómo se aplicaban en el Sodalicio de Vida Cristiana.

1. Aislamiento

Descripción: Separar completamente a la persona de todo contacto social, privándola de interacción humana.
Efecto: Provoca ansiedad, desesperación y dependencia del interrogador.

Aplicación al Sodalicio: Son numerosos los testimonios que han descrito cómo el Sodalicio restringía al mínimo el contacto con familiares y amigos externos a la comunidad. Por ejemplo, José Enrique Escardó relató que lo escondían en un baño cuando su madre quería visitarlo en una casa de formación en San Bartolo (al sur de Lima). Los miembros vivían en comunidades cerradas, donde el contacto con personas fuera del grupo era controlado, fomentando la dependencia hacia los líderes, especialmente hacia Luis Fernando Figari, sus sucesores y sus representantes. El mundo exterior era considerado un peligro para la vida comunitaria y se limitaba la interacción con él.
Efecto: Esto generaba aislamiento emocional y social, haciendo que los sodálites dependieran exclusivamente de la comunidad en lo referente a su identidad, sustento y apoyo.

2. Monopolización de la percepción

Descripción: Controlar lo que la persona ve, oye o percibe, fijando su atención en una situación inmediata y controlada.
Efecto: Elimina estímulos externos que puedan contrarrestar la coerción.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio imponía un régimen estricto sobre las lecturas, actividades, horarios y hasta los estudios profesionales de sus miembros. Se recomendaban lecturas específicas, de carácter obligatorio, mientras se desalentaba el análisis racional o lecturas alternativas. Las actividades estaban diseñadas para reforzar la ideología del grupo, como retiros y catequesis centradas en la obediencia absoluta.
Efecto: Esto limitaba la capacidad de los miembros para cuestionar la autoridad del Sodalicio, ejercer el pensamiento crítico o considerar perspectivas alternativas.

3. Humillación y degradación inducidas

Descripción: Usar insultos, burlas o tratos degradantes para minar la autoestima.
Efecto: Reduce la resistencia al hacer que la persona se sienta menos valiosa.

Aplicación al Sodalicio: Diversos testimonios describen prácticas humillantes, como obligar a miembros a dormir en escaleras, comer alimentos en combinaciones repugnantes, o serles vertidos sobre la cabeza alimentos o bebidas de la mesa. Además, un informe de 2017 encargado por el propio Sodalicio describió a Figari como “degradante, vulgar y vengativo”, usando humillaciones para controlar a los miembros. Las humillaciones más recurrentes, aplicadas también por los líderes sodálites, eran las burlas por características personales —en ocasiones de carácter racista— y los insultos groseros por cualquier motivo, proferidos a gritos.
Efecto: Estas prácticas minaban la autoestima, haciendo a los miembros más sumisos y obedientes.

4. Agotamiento

Descripción: Debilitar física y mentalmente mediante privación de sueño, hambre o estrés constante.
Efecto: Disminuye la capacidad de resistir o pensar con claridad.

Aplicación al Sodalicio: Los exmiembros reportaron regímenes agotadores, con horarios estrictos, jornadas intensas de actividades espirituales, de estudio y apostólicas, y poca consideración por el descanso, sobre todo por el descanso nocturno, que podía ser interrumpido arbitrariamente para vigilias inesperadas o acciones humillantes. La falta de sueño y el estrés constante se usaban para debilitar la resistencia de los miembros. A esto se sumaban las dietas interminables como castigo, que llegaban ser de pan y agua, o incluso de lechuga y agua.
Efecto: El agotamiento dificultaba el pensamiento crítico y reforzaba la obediencia.

5. Amenazas

Descripción: Crear miedo mediante amenazas de daño físico, muerte o castigos severos.
Efecto: Genera ansiedad constante y obediencia por temor.

Aplicación al Sodalicio: José Enrique Escardó relató haber sido amenazado con una cuchilla en el cuello, un claro acto intimidatorio. Además, la ideología del Sodalicio promovía la obediencia absoluta bajo el lema “el que obedece nunca se equivoca”, lo que implicaba consecuencias psicológicas o espirituales por desobedecer. Las amenazas también incluían castigos dentro de la comunidad, como aislamientos adicionales o tareas degradantes. A eso se sumaba la inculcación a rajatabla del miedo a la “condena eterna” y a la “infelicidad terrenal”, si uno no se hallaba a la altura del ideal sodálite.
Efecto: El miedo constante mantenía a los miembros en un estado de sumisión.

6. Demostraciones ocasionales de “indulgencia”

Descripción: Ofrecer pequeños privilegios o recompensas de forma impredecible.
Efecto: Crea esperanza y dependencia emocional hacia el interrogador.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio usaba gestos de “indulgencia” como permisos para ciertas actividades o reconocimientos dentro de la comunidad para reforzar la lealtad. Por ejemplo, el ascenso dentro de la jerarquía (emitir una promesa del siguiente nivel en la escala de compromisos, convertirse en formador de candidatos a la vida consagrada, ser nombrado superior de una comunidad) se presentaba como una recompensa por la obediencia. Estas indulgencias eran esporádicas y dependían de la aprobación de los superiores.
Efecto: Creaba esperanza y dependencia emocional hacia los líderes, especialmente hacia Figari.

7. Demostración de omnipotencia

Descripción: Convencer a la persona de que el interrogador tiene control total sobre su destino.
Efecto: Fomenta impotencia y sumisión.

Aplicación al Sodalicio: Figari era presentado como una figura cuasi divina, con autoridad absoluta sobre la vida de los sodálites. Los testimonios describen un sistema donde Figari exigía “sumisión total” y controlaba decisiones personales, desde la vestimenta hasta las carreras profesionales. La estructura jerárquica y la ideología del Sodalicio reforzaban la percepción de su omnipotencia. Esto se cumplía también, guardando las diferencias, en el caso de los superiores de comunidad.
Efecto: Los miembros sentían que no había escapatoria ni posibilidad de resistencia.

8. Imposición de demandas triviales

Descripción: Forzar el cumplimiento de reglas o tareas insignificantes y arbitrarias.
Efecto: Desarrolla hábitos de obediencia automática.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio imponía reglas estrictas sobre aspectos triviales, como la forma de vestir, horarios rígidos o comportamientos específicos en la comunidad (las posturas corporales para cada ocasión, la forma de hablar, el uso de determinadas palabras a ser usadas en las comunicaciones verbales y escritas). Se exigía obediencia absoluta en detalles cotidianos, como la elección de lecturas o actividades de estudio o recreativas. Estas demandas reforzaban el control total sobre la vida de los miembros. A esto se añadían las órdenes absurdas, sin finalidad específica, que el miembro debía obedecer sin chistar.
Efecto: Generaba un hábito de obediencia ciega, eliminando la autonomía personal.

En resumen, los testimonios de exmiembros documentan un sistema de control psicológico en el Sodalicio, que generaba un clima propicio para abusos físicos, e incluso sexuales. Estas prácticas coinciden con las técnicas descritas en la Tabla de Biderman, especialmente en el uso sistemático de aislamiento, humillación, agotamiento, amenazas y control psicológico para someter a los miembros, especialmente a los jóvenes. Estas tácticas crearon un entorno de coerción que facilitó los abusos físicos, psicológicos y sexuales reportados. No resulta, pues, exagerado afirmar que en el Sodalicio se practicó sistemáticamente la tortura psicológica y la coerción, a fin de “quebrar” a sus miembros —como se admitía explícitamente sin ambages en el lenguaje coloquial de los sodálites—. Y de esta manera se justificó la violación de derechos humanos fundamentales, lo cual refrenda a todas luces la merecida supresión que ha sufrido la institución.

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[EL DEDO EN LA LLAGA]  Alejandro Bermúdez, exsodálite expulsado el 25 de septiembre de 2024 de la suprimida sociedad de vida apostólica Sodalicio de Vida Cristiana, afirma en un artículo del 20 de agosto de 2025 en su blog Hoy en la Iglesia que sigue haciendo “trabajo apostólico-periodístico”, que es como él le llama a lo que en realidad es propaganda ideológica proselitista, donde la objetividad y la honestidad intelectual brillan por su ausencia. Lo que sí tenemos que agradecerle es su cruda sinceridad para confesar las interpretaciones que él sostiene —y qué probablemente comparten muchos exmiembros de la extinta Familia Sodálite— sobre el proceso de supresión de las asociaciones fundadas por Luis Fernando Figari, a las cuales la Santa Sede borró del mapa eclesiástico por ausencia de carisma. Del Espíritu Santo, se entiende.

La sinceridad de Bermúdez —un sujeto que se cree todas las elucubraciones surgidas de su enfermiza mollera— no implica objetividad, como se constata en el siguiente párrafo:

«El Sodalicio de Vida Cristiana está muerto. Lo ejecutó Jordi Bertomeu —con la rúbrica de Francisco—, junto a dos comunidades femeninas: la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios. Todas, criaturas de Luis Fernando Figari».

Mons. Bertomeu sea quizás uno de los eslabones menos poderosos en la cadena de mando de la decisión de suprimir las criaturas de Figari. Pero es hacia él que se dirigen los misiles verbales de Bermúdez, cargándole con toda la responsabilidad. Para el dizque periodista católico, Mons. Bertomeu sería un genial titiritero, que supo manipular magistralmente a todos los actores involucrados en la decisión final, entre los cuales cabe mencionar al cardenal Carlos Castillo (arzobispo de Lima), al cardenal Pedro Barreto (arzobispo emérito de Huancayo), al cardenal Robert Prevost (obispo emérito de Chiclayo y actual Papa León XIV), a Mons. Charles Scicluna (secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), a Sor Simona Brambillla (prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) y al Papa Francisco, quien —según Bermúdez— se habría limitado a firmar los decretos de supresión mientras pensaba en las musarañas de Marte.

Lo que no reconoce Bermúdez, a través de esta confesión, es que Mons. Bertomeu había sido designado como representante nada menos que por el Papa Francisco para investigar al Sodalicio y gozaba de su absoluta confianza. Mucho menos reconoce que al Sodalicio lo suprimió la Santa Sede, la instancia suprema de la Iglesia católica, y no una persona en particular.

La siguiente confesión de Bermúdez es sumamente inquietante. Más que revelar las intenciones de quienes decidieron liquidar al Sodalicio por falta de carisma, revela lo que los capitostes del Sodalicio consideraban intocable, inaccesible, cuasi sagrado. Dice Bermúdez:

«El problema, como siempre, es el dinero. Los míticos mil millones de dólares —los MMM— que, según la leyenda urbana, el Sodalicio escondía en algunas bóveda secretas, no existen. Y da igual cuántas “investigaciones” publique Paola Ugaz, la “especialista” autoproclamada en las finanzas del difunto: el tesoro es tan real como el Arca perdida en versión Hollywood».

Tan míticos como pretende Bermúdez no parecen ser esos mil millones, considerando que en la Asamblea General del Sodalicio de 2012 se reportó el balance económico de la institución que, hasta ese año, llegaba a la suma de casi 450 millones de dólares. Resulta lógico inferir que, pasados más de 12 años desde entonces, esa suma debe ser considerablemente mayor. Ciertamente no estaban a nombre de la institución, como el mismo Bermúdez confiesa:

«El total de los bienes con el que contaba el Sodalicio han sido consolidados y puestos a disposición de la Santa Sede. Y la cifra, comparada con los MMM, es microscópica».

Es el mismo Bermúdez el que se encarga de aclararnos dónde pueden estar esos millones:

«Lo que fue el dinero operativo del Sodalicio está en manos de asociaciones civiles legítimas y autónomas. Están legalmente constituidas, no son entidades eclesiales y actúan con la libertad que les concede la ley, allí donde se encuentren. Y no hay maniobra canónica —y mucho menos mediática— que cambie la realidad. […] ¿Resultado? El “tesoro” está tan fuera de alcance como la Atlántida».

El 4 de agosto, en su podcast Punto de Vista, Bermúdez apuntaba sobre el mismo tema:

«Hay gente que se sigue quejando de que al Sodalicio no han podido sacarle —ni le van a poder sacar— todo el dinero que esperaban para las víctimas, y las supuestas víctimas, que son más que las víctimas».

Se percibe un cierto regocijo en que el Sodalicio haya puesto a salvo el dinero y que éste no se halle disponible para pagarles reparaciones justas a las víctimas. Más aún, Bermúdez le niega arbitrariamente esa condición a la mayoría de los afectados, cuando la experiencia demuestra que en casos de abusos las víctimas falsas suelen ser una minoría muy reducida. Es ésta quizás una de las confesiones más perversas que nos brinda la honestidad brutal —en sentido literal— de alguien que hace de la violencia verbal y del sarcasmo su modo habitual de proceder. Y que hace de la falta absoluta de empatía un motivo de orgullo, cosa que creíamos sólo propia de los psicópatas.

Y aun cuando Bermúdez admite la existencia de un “dinero operativo” —según las investigaciones de la periodista Paola Ugaz, alrededor de mil millones de dólares— que el Sodalicio ha logrado poner fuera del alcance de las autoridades eclesiásticas para que no vayan a un fondo de reparación de las víctimas, insiste en que en el cálculo de las indemnizaciones «los MMM no entran en la ecuación, porque no existen». ¿No existen o más bien no estaban a nombre del Sodalicio como institución? ¿Nos dirá Bermúdez algún día a cuánto asciende ese “dinero operativo”? ¿O también negará que existe?

Más adelante vuelve a insistir en la misma afirmación errada ya señalada más arriba:

«Bertomeu disolvió el Sodalicio, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y, en un arranque de omnipotencia, el Movimiento de Vida Cristiana.

Pero disolver un movimiento de fe es como abolir la ley de la gravedad: buena suerte con eso».

El sujeto gramatical de la oración es incorrecto, pues no corresponde a los hechos —como ya he señalado—. No fue Bertomeu, sino la Santa Sede —por voluntad expresa del Papa Francisco— la que efectuó las disoluciones. Asimismo, si el Movimiento de Vida Cristiana pudo en 1994 ser aprobado por el Consejo Pontificio para los Laicos con la categoría de asociación internacional de fieles de derecho pontificio, de la misma manera también puede ser disuelto.

Pero la supresión de una asociación no implica la supresión de las personas, que siguen estando en libertad de practicar una vida cristiana de acuerdo a su conciencia. Y mantienen su derecho a la libertad de asociación, que les garantiza la ley eclesiástica a todos los fieles católicos. Sin embargo, han de tenerse en cuenta las observaciones del Código de Derecho Canónico:

«305 § 1. Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente, a la que corresponde cuidar de que en ellas se conserve la integridad de la fe y de las costumbres, y evitar que se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica; por tanto, a ella compete el deber y el derecho de visitarlas a tenor del derecho y de los estatutos; y están también bajo el régimen de esa autoridad, de acuerdo con las prescripciones de los cánones que siguen.

  • 2. Todas las asociaciones, cualquiera que sea su especie, se hallan bajo la vigilancia de la Santa Sede; están bajo la vigilancia del Ordinario del lugar las asociaciones diocesanas, así como también las otras asociaciones en la medida en que trabajan en la diócesis».

«La vida cristiana no pide permiso» dice Bermúdez. Pero es deber de cada obispo y de la Santa Sede vigilar toda asociación de fieles que se reconozca a sí misma como católica y evaluar si merece su beneplácito, para evitar que se caiga en los diversos abusos que se dieron incluso en el Movimiento de Vida Cristiana. Y afortunadamente no es Bermúdez quien tiene la última palabra al respecto ni sobre lo que es auténtica vida cristiana.

Con su supresión, el Movimiento de Vida Cristiana ha perdido poder en las estructuras de la Iglesia católica, pero donde haya grupos atomizados del MVC que ya no ostenten ese nombre sino otro y que sigan aplicando el mismo sistema de disciplina y la misma “espiritualidad”, habrá que seguir denunciando sus excesos, advirtiendo de sus peligros, aun cuando el obispo —que también los hay— les haya dado patente de corso. Estoy de acuerdo con Bermúdez en que la vida sigue, pero esta vida tiene que ser distinta a como era antes para que la misma historia no se repita.

Finalmente, Bermúdez —aunque expulsado del ahora inexistente Sodalicio— confiesa que sigue convencido de su llamado a la vida consagrada. Esto más puede ser un indicio de que aún no ha procesado el duelo por la desaparición del Sodalicio, y sigue en etapa de negación. Y no le queda más remedio que soñar en quimeras, o imaginarse lo que no puede ser. Pues si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios.

Es verdad que Dios puede inspirar a una persona a vivir los consejos evangélicos o a seguir un camino de entrega radical incluso en contextos no formales. Por ejemplo, alguien podría sentirse llamado a una vida de oración y servicio, pero para que esto se considere vida consagrada en sentido canónico, debe integrarse en una estructura aprobada por la Iglesia. En ausencia de un carisma reconocido, el llamado no podría interpretarse como vida consagrada propiamente dicha.

Aparentemente, Alejandro Bermúdez todavía no ha terminado su proceso de adaptación a la pérdida significativa que han significado su expulsión del Sodalicio y la disolución de la institución, y sigue levantando defensas emocionales que perpetúan el conflicto interno, con predominancia de emociones negativas. Mientras no resuelva ese conflicto, seguirá buscando un chivo expiatorio en Mons. Jordi Bertomeu y lanzando mierda con ventilador sobre las sabias decisiones que ha tomado la Iglesia respecto al Sodalicio y las demás fundaciones de Luis Fernando Figari.

[EL DEDO EN LA LLAGA] No. No me refiero al congresista peruano Fernando Rospigliosi, quien militó en su juventud en el partido marxista Vanguardia Revolucionaria y ahora forma parte de la derecha autoritaria, mercantilista y antidemocrática representada por el partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori. Me refiero al abogado alemán Horst Mahler, quien ha fallecido recientemente, el 27 de julio, a la edad de 89 años.

La primera vez que supe de él fue cuando leí su nombre en la extraordinaria investigación periodística plasmada en el libro “El complejo Baader-Meinhof” (“Der Baader-Meinhof-Komplex”) del periodista Stefan Aust, publicado por primera vez en 1985. Allí se narra al detalle la historia de la Fracción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion, RAF), el grupo terrorista de izquierda que mantuvo en vilo a la sociedad alemana allá en la década de los setenta.

Al haber planeado la liberación violenta de Andreas Baader, quien purgaba prisión por ser responsable de haber iniciado incendios en dos tiendas de departamentos de Frankfurt, Horst Mahler es considerado junto con el mismo Baader, además de la periodista Ulrike Meinhof y Gudrun Esslin, pareja de Baader —quienes también participaron del plan efectuado el 14 de mayo de 1970—, uno de los iniciadores del grupo terrorista.

Ya el año anterior, el 1° de mayo de 1969, Mahler había fundado, junto con los abogados Klaus Eschen, Hans-Christian Ströbele y Ulrich K. Preuss, el Colectivo Socialista de Abogados (Sozialistische Anwaltskollektiv), un bufete gestionado colectivamente en Berlín Occidental, que defendió principalmente a estudiantes del movimiento del 68 de acusaciones penales y se hizo especialmente conocido en la opinión pública por la defensa de varios miembros de la Fracción del Ejército Rojo en el proceso de Stammheim (Stuttgart, mayo de 1975 a abril de 1977).

Pero Mahler no participaría de ese proceso ni como acusado ni como abogado defensor. Tras la liberación de Andreas Baader, huyó con más de 20 miembros de la RAF a Jordania para entrenarse allí en la “lucha armada”. De regreso en Alemania, tras participar en tres asaltos a bancos, fue arrestado en septiembre de 1970 y posteriormente condenado a 14 años de prisión. En 1974 decidió unirse a un insignificante partido maoísta y fue expulsado de la RAF. Asimismo, renunciaría al terrorismo como vía política. Con la ayuda de su entonces abogado, el ulterior canciller federal Gerhard Schröder, fue liberado anticipadamente en 1980 tras cumplir dos tercios de su condena. Su oficial de libertad condicional fue el teólogo evangélico Helmut Gollwitzer.

En 1987, el Tribunal Federal Supremo le permitió a Mahler recuperar su licencia como abogado. Nuevamente fue representado por Gerhard Schröder. El abogado exterrorista de izquierda, ¿se había finalmente rehabilitado? Aparentemente. Sin embargo, otro cambio se iba a operar en la vida del protagonista de esta historia.

Aproximadamente a partir 1997, Mahler comenzó a hacer pública su inclinación hacia el extremismo de derecha y a moverse en ese entorno. El 12 de agosto de 2000, se unió al Partido Nacionaldemócrata de Alemania (Nationaldemokratische Partei Deutschlands, NPD), una agrupación política de orientación neonazi, fascista y antisemita. En su comunicado de prensa al respecto, afirmó que consideraba la constitución alemana (Grundgesetz) como un «texto provisional para el período de transición hasta la restauración de la capacidad de actuar del Reich alemán». Entre 2001 y 2003, Mahler representó al NPD ante el Tribunal Constitucional Federal, cuando el gobierno federal intentó lograr su prohibición. Sus comunicaciones escritas al tribunal consistían en gran parte en pasajes de textos ideológicos de diversas procedencias. En 2003, tras el fracaso del procedimiento de prohibición, Mahler abandonó nuevamente el NPD, argumentando: «El NPD es un partido orientado al parlamentarismo, por lo tanto, anticuado y, al igual que el propio sistema parlamentario, condenado al colapso». Confirmaba así sus convicciones antidemocráticas.

En noviembre de 2003, Mahler fundó una asociación para la rehabilitación de los perseguidos por negar el Holocausto, a la que, además de él mismo, pertenecían varios conocidos negacionistas del Holocausto judío. La asociación fue prohibida en 2008 por ser contraria a la constitución.

Desde su liberación de prisión, Mahler defendió una y otra vez posiciones antisemitas. La base era una interpretación antisemita del idealismo hegeliano, en la que veía el germanismo y el judaísmo como opuestos dialécticamente. De la superación de esta oposición esperaba la constitución del “espíritu objetivo”, de acuerdo a la filosofía de Hegel.

Desde febrero de 2004, como cofundador del extremista Deutsches Kolleg junto con Reinhold Oberlercher y Uwe Meenen, enfrentó un juicio en el Tribunal Regional de Berlín por incitación al odio. El motivo fue un panfleto titulado “Proclamación del levantamiento de los decentes”, publicado en internet el 15 de octubre de 2000, poco después del llamamiento de Gerhard Schröder al «levantamiento de los decentes». En este texto se exigía, entre otras cosas, la prohibición de las comunidades judías en Alemania y la expulsión de todos los solicitantes de asilo y de «todos los extranjeros que se hayan quedado sin empleo». Además, se acusó a Mahler de haber permitido, en septiembre de 2002, la distribución a periodistas en la sede del NPD en Berlín-Köpenick de un documento en el que el odio contra los judíos se describía como «una señal infalible de un sistema inmunológico espiritual intacto». Según Mahler, los judíos «trabajan conscientemente en la descomposición de los espíritus nacionales y aspiran al dominio sobre los pueblos». Por ello, afirmaba, «incluso los Protocolos de los Sabios de Sion, aunque sean una falsificación, son testimonio auténtico del espíritu judío».

Debido a diversos delitos y actividades inconstitucionales —algunos de ellos ya descritos anteriormente—, incluyendo negación del Holocausto, amenazas de muerte y violencia, declaraciones antisemitas y neonazis, y el uso de símbolos de organizaciones contrarias a la constitución, Mahler fue condenado al pago de multas y a penas de prisión. Con una interrupción de dos años, estuvo encarcelado desde 2006 hasta 2020. Además, una prohibición provisional en 2004 para ejercer la profesión de abogado fue confirmada en 2009 con la revocación definitiva de su licencia de abogado.

Poco antes de su liberación de prisión en 2020, Mahler manifestó que existía una «dominación extranjera judía sobre el pueblo alemán». Los «alemanes con voluntad de ser alemanes» serían, según él, «presa fácil en el ámbito del poder judío».

Hay algunas constantes en la trayectoria de Horst Mahler, donde parece cumplirse aquello de que «los extremos se tocan». Sea de izquierda o derecha, siempre tuvo una posición antidemocrática, alimentada por un fanatismo extremista y un odio hacia determinados sectores de la población, que debían ser expulsados —si no suprimidos— de la sociedad. Y, por supuesto, un desprecio hacia los derechos humanos de esos grupos poblacionales.

Lo cierto es que su trayectoria de vida, desarrollada en otro contexto que el peruano, nos ilumina y nos ayuda a entender la metamorfosis cucarachenta de Fernando Rospigliosi, quien pasó de ser un militante de izquierda recalcitrante a un fujimorista derechista de línea dura, que se zurra en los derechos humanos de las víctimas de la violencia y defiende los derechos de los victimarios —entiéndase, derecho a que sus crímenes queden sin castigo— a través de leyes de impunidad y amnistía. Y eso sólo se explica, al igual que en el caso de Horst Mahler, por una posición antidemocrática, un fanatismo extremista y una defecación habitual, carente de principios e ideas, sobre los derechos a la justicia y a la reparación de los más vulnerables y afectados. Y sobre el derecho a una vida digna según valores democráticos, valores en los cuales Rospigliosi parece nunca haber creído realmente.

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