[EL DEDO EN LA LLAGA] El 31 de diciembre de 2013 el diario berlinés independiente taz (Die Tageszeitung), de orientación progresista y alternativa, publicó una extensa semblanza de Jenny de la Torre, médica peruana dedicada a la atención de personas sin hogar en la capital alemana, fallecida recientemente el 10 de junio de 2025 tras una grave enfermedad. Debido a que ningún medio peruano se ha dignado informar sobre esta ejemplar mujer, quien, por su labor social, deja mejor parado el nombre del Perú que cualquier autoridad política actual de nuestro náufrago país, solicité a la redacción de taz permiso para traducir al español este artículo, el cual me fue concedido por escrito este martes 1° de julio.
El artículo incluye lo que podría considerarse como una hoja de vida de la médica peruana, que reproduzco a continuación:
La Dra. Jenny de la Torre Castro fue médica de personas sin hogar e iniciadora del Centro de Salud para Personas sin Hogar en Berlín. Nacida en 1954 en Nazca (Perú), su trayectoria es la siguiente:
1960: Ingreso al Colegio Antonia Moreno de Cáceres en Puquio (Perú).
1972: Finalización de la educación secundaria.
1973: Inicio de estudios de Medicina en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica (Perú).
1976: Elegida para estudios en el extranjero en la RDA (República Democrática Alemana).
1977-1982: Estudios de Medicina en la Universidad Karl Marx de Leipzig, con examen final en 1982.
1983-1990: Trabajo en la Charité, hospital universitario de Berlín, en el departamento de cirugía pediátrica.
1986: Nacimiento de su hijo.
1989: Formación como especialista en cirugía pediátrica en la Charité, Berlín.
1990: Doctorado en Medicina (Dr. med.) con la calificación summa cum laude. Ese mismo año, trabaja como médica invitada en el Hospital Estatal de Salzburgo (Austria).
Sus intentos para regresar al Perú para trabajar como médica de personas necesitadas fracasaron ante los obstáculos burocráticos, lo que la llevó a establecerse definitivamente en Alemania.
1991: Asesoramiento en el marco del programa “Mujeres embarazadas y madres en situación de necesidad” en Berlín.
1994-2003: Médica de personas sin hogar en Berlín, en la estación de tren Ostbahnhof.
1998: Encargo docente como profesora invitada en el Instituto de Medicina Social, Epidemiología y Economía de la Salud (especialidad Medicina Social) en la Charité, Berlín.
Recibió varios premios y reconocimientos por su labor con personas sin hogar, entre ellos:
1997: Cruz Federal del Mérito de Alemania.
1997: Ciudadanía honoraria de su ciudad natal, Nazca, Perú.
2002: Premio Goldene Henne (Gallina Dorada), el mayor premio del público y de medios de comunicación de Alemania, que reconoce tanto a figuras públicas populares (elegidas por el voto del público) como a personas con méritos excepcionales en áreas sociales o políticas (seleccionadas por un jurado). Con el dinero del premio la médica peruana inició en 2002 la Fundación Jenny de la Torre para la atención médica de personas sin hogar.
2011: Premio Charity Award.
2013: Medalla Louise Schroeder, distinción otorgada anualmente por el Parlamento de Berlín desde 1998 a personas o instituciones que han destacado por su compromiso con la democracia, la paz, la justicia social y la igualdad de género.
En 2003, renunció en acto de protesta por la reducción de sus horas de trabajo en el consultorio para personas sin hogar en Ostbahnhof y comenzó a planificar la creación de un centro de salud independiente. En 2004 encontró un edificio apropiado y empezó la implementación y desarrollo del Centro de Salud para Personas sin Hogar. En 2008, su fundación adquirió el edificio, asegurando la sostenibilidad del centro a largo plazo.
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La doctora de los pobres
De visita donde Jenny de la Torre Castro en Berlín Centro. La médica ha creado allí un centro de salud para personas sin hogar.
31/12/2013
por Gabriele Goettle (traducción al español por Martin Scheuch)
OFW es la abreviatura administrativa en alemán para “ohne festen Wohnsitz” (“sin domicilio fijo”). No se puede determinar con exactitud el número de personas afectadas, pero se halla en constante aumento, y no existe una estadística oficial sobre personas sin hogar. Para 2013, se estimaba que en toda Alemania había aproximadamente 300,000 personas sin hogar o sin vivienda fija. En Berlín, se calcula que hay unas 10,000 personas en esta situación, muchas de las cuales viven en la calle en condiciones de extrema pobreza, incluyendo un número creciente de migrantes de Europa del Este en situación de precariedad.
En Berlín, durante la temporada fría, solo hay disponibles unas 500 plazas de alojamiento de emergencia financiadas por la ciudad. Estos refugios nocturnos para hombres y mujeres ofrecen, por lo general, un lugar para dormir en el suelo, sobre colchonetas dispuestas una junto a la otra. Estos lugares suelen estar abarrotados.
Quienes no aguantan dormir en estos albergues masificados o no logran encontrar un lugar para pasar la noche, sólo tienen como opción los minibuses de ayuda contra el frío de organizaciones benéficas, desde los cuales los trabajadores sociales distribuyen sacos de dormir, mantas, té caliente y sopa a las personas sin hogar en la calle durante la noche. El riesgo de desarrollar enfermedades crónicas debido al estrés constante en la lucha diaria por la supervivencia, sufrir congelaciones o algo peor es alto. Cada invierno, personas sin hogar mueren de frío en las ciudades alemanas, algo que ya se ha normalizado.
En la Pflugstrasse, en Berlin Centro, una pequeña calle paralela a la Chausseestrasse, se encuentra un hermoso edificio de ladrillo de tres pisos, con un patio, árboles antiguos y un jardín en la parte trasera del terreno. En este edificio, que data de 1890 y originalmente fue una escuela, se encuentra ahora el centro de salud para personas sin hogar gestionado de forma privada por Jenny de la Torre. Este centro ofrece atención médica gratuita de lunes a viernes de 8 a 15 horas a las personas sin hogar o sin vivienda fija, además de una amplia ayuda interdisciplinaria.
“No debe parecer frío”
Jenny de la Torre no es una rica heredera ni una médica a sueldo de personas necesitadas. Se lanzó a la incierta aventura de llevar a cabo su proyecto de forma independiente, con la ayuda de donaciones y colaboradores comprometidos. Lo ha hecho con éxito durante siete años. Ahora cuenta con más de 20 años de experiencia como médica de personas necesitadas, y su trabajo con personas sin hogar ha establecido estándares en Alemania.
Hace nueve años, Elisabeth Kmölniger y yo ya estuvimos aquí, también a las 8 de la mañana. En aquel entonces, todo estaba aún en fase de renovación.
La Dra. de la Torre nos recibe con un firme apretón de manos, fresca y animada, vestida con una bata blanca, con los ojos brillando de entusiasmo. Nos muestra rápidamente el edificio, abre las puertas de las salas de tratamiento y de estar, aún vacías, y se alegra por nuestros elogios a los muebles y los suaves colores de las paredes. «Los muebles nos los donó el Hotel Marriott, y los colores de las paredes los elegí yo misma; no quería que nada pareciera frío aquí», dice nuestra anfitriona mientras nos conduce a su consulta. Queremos saber cómo ha evolucionado el Centro de Salud desde su apertura en 2006.
Mantener la independencia
«Al principio, obtuvimos el edificio con un contrato de uso por 10 años. Lo renovamos completamente con fondos de donaciones y de la fundación, y después de cuatro años, la Fundación de la Torre pudo adquirir el edificio de forma inesperada, lo que fue un golpe de suerte. Comprar el edificio fue una decisión acertada, porque ahora muchas personas se benefician de ello: no sólo las personas sin hogar, sino también los empleados contratados de forma permanente y nuestros colegas voluntarios que quieren hacer algo significativo aquí.
Somos independientes, ya no tenemos que temer que nos desalojen, que nos recorten los fondos, que reduzcan las horas de trabajo o que eliminen puestos. ¡Todo eso lo he dejado atrás! Lo hemos pagado todo con nuestros propios recursos y donaciones, porque no queríamos endeudarnos. ¡Jamás! Ni siquiera en mi vida personal; para mí, las deudas son algo inaceptable.
Hoy tenemos ocho empleados fijos, incluyéndome a mí». Sonríe. «Estoy contratada como todos los demás. Sin embargo, los otros médicos trabajan de forma voluntaria. Además de la consulta médica, tenemos una clínica dental, porque hay enormes problemas dentales; también contamos con una oftalmóloga, ya que la vista es muy importante, porque sin gafas algunas personas ya no pueden leer. Además, tenemos dermatólogos, ortopedas, una psicóloga, una trabajadora social, cuatro abogados —dos vienen regularmente— y también está la señora Winter, la peluquera, que viene una vez por semana, y dos jardineros que también trabajan de forma voluntaria.
Intentamos ofrecer a nuestros visitantes tanto como sea posible. Por supuesto, también tenemos un comedor social. No cocinamos nosotros mismos; la comida nos la entrega Kiez-Küche, una cocina cercana, y nosotros solo la distribuimos. Una vez por semana, la Tafel (Banco de Alimentos) trae yogures, queso fresco y frutas frescas, que se preparan cuidadosamente en nuestra cocina. Tenemos un cocinero excelente. Podemos ofrecer mucho: hay diarios, libros y la posibilidad de escuchar música».
Las mujeres necesitan tampones
«Lo que no tenemos es una lavadora de uso compartido, porque la ropa que se sacan aquí realmente no se puede lavar, sólo se puede desechar. Lavarla y desinfectarla costaría tanto tiempo y personal que simplemente no es viable. Tenemos un ropero muy bien surtido, donde cualquier persona puede obtener sin problemas ropa limpia, zapatos, todo. Para las mujeres también hay tampones y compresas; las mujeres necesitan esas cosas.
Con las instalaciones de higiene, la situación es la siguiente: tenemos duchas para hombres y mujeres, pero están destinadas principalmente a los pacientes, es decir, a los que están enfermos. El problema es que, si vienen 30 o incluso 50 personas y todas quieren ducharse, técnicamente no es posible. Cada uno necesita aproximadamente una hora para desvestirse, ducharse y vestirse. Con algunos, incluso hay que tocar la puerta varias veces; lo entiendo, quieren disfrutar del agua caliente el mayor tiempo posible, pero a menudo hay mucha gente esperando y se arma un poco de alboroto afuera. Además, después de cada uso, las duchas deben desinfectarse cuidadosamente para que la siguiente persona no contraiga hongos en los pies o algo peor. El agente desinfectante debe dejarse actuar durante 10 minutos. Por eso, lo organizamos así: si no hay pacientes y no hay demasiadas personas, los demás también pueden ducharse. Si hay pacientes, no.
Esto es un centro de salud. El enfoque principal está puesto en la ayuda a los enfermos. Pero, por supuesto, también abordamos otros problemas, porque estos también deben tenerse en cuenta. Y no se trata solo de enfermedades físicas con las que llegan los pacientes, sino también de problemas psicológicos. Tienen adicciones. Algunos están bastante enfermos mentalmente. También tienen problemas legales, muchos tienen deudas, problemas sociales, conflictos con la policía, con las autoridades de orden público, conflictos con la familia o incluso han perdido todo contacto con ella. A eso me refiero con “enfermedades sociales”; sufren de una enfermedad social.
Si no se tiene esto en cuenta, si no se percibe a la persona en su totalidad, difícilmente se le puede ayudar. Puedo curar sus heridas una y otra vez, tratar las enfermedades que trae de la calle, pero el objetivo principal de nuestro trabajo aquí es la reintegración. ¡Quiero que estas personas dejen la calle! Y para eso se necesita todo: atención médica, higiene, ropa, comida, asesoramiento social y jurídico».
Nadie tiene seguro
«Muchos no tienen ningún tipo de documento. Un documento de identidad es lo primero. Pero sin fotos no hay documento, sin documento no hay ayuda social (Hartz IV) ni nada. Aquí en el centro tenemos la posibilidad de tomar fotos para documentos; un antiguo fotógrafo lo hace de forma voluntaria. También hay lugares donde las personas sin hogar pueden registrarse de forma provisional con la policía. Una vez superada esa barrera, se ha dado un paso importante. ¡De eso se trata!
Decidí hacer este trabajo porque no se puede esperar a que algo se resuelva por sí solo. Las personas están aquí y necesitan esta ayuda, ¡la necesitan ahora! En invierno, la situación se vuelve especialmente dura para las personas sin hogar. Muchos se enferman, andan con fiebre, duermen en la calle con frío, cuando en realidad deberían estar en una cama para recuperarse. Nadie tiene seguro médico. A veces, las autoridades nos envían directamente a las personas, por ejemplo, cuando alguien ha solicitado una ayuda por desempleo, pero el proceso de aprobación tarda de 5 a 6 semanas, y durante ese tiempo no tienen seguro médico.
Por supuesto, también nos ocupamos de ellos, pero en realidad no veo eso como mi tarea principal. Si me pusiera a quejarme, gastaría demasiada energía sólo en eso. Prefiero concentrarme en mis pacientes, en la persona que tengo delante de mí. Intento transmitirle un poco de optimismo, porque si me limitara a quejarme por todo lo que funciona mal afuera, eso no los animaría. Al contrario, podrían encerrarse aún más en sí mismos.
Aquí vienen personas con problemas de salud y muchos otros problemas que alguien que no los ha vivido no puede imaginar del todo. Cuando un paciente llega por primera vez, se le atiende de manera normal. Por ejemplo, llega un señor Müller y dice: “Solo quiero ir al ropero y conseguir algo de comida; me quedé sin hogar hace unas semanas, no sé qué hacer, me robaron el documento de identidad, no tengo seguro médico y me siento mal, me duele aquí y allá”».
Recolectar botellas
«Con el señor Müller tenemos que empezar desde el principio: preguntarle cuándo fue la última vez que visitó a un médico, cuándo y por qué se quedó sin hogar, dónde duerme (en casa de conocidos, en la calle o en albergues para personas sin hogar), de qué vive (recolectando botellas, mendigando, comedores sociales), qué trabajo tenía antes (algunos tienen derecho a la ayuda social Hartz IV, pero nunca la han solicitado), qué formación tiene, si está o estuvo casado, si tiene hijos. Cuando tengo una idea general de esta persona, podemos hacer un plan para ayudarla también socialmente.
Pero si el señor Müller no quiere contar su historia y prefiere permanecer en el anonimato, puede hacerlo, por supuesto. Sin embargo, debe inventarse un nombre para mis registros, porque tengo que documentar mi trabajo médico, cosas como: “Recibió penicilina”, etc. Hubo una mujer que se llamó a sí misma “Arco Iris”, otra quiso llamarse “Gorra”. Yo digo, está bien, lo importante es que lo recuerden la próxima vez que vengan».
Tiempo y paciencia
«La mayoría de las personas proporcionan información sobre sí mismas. Si me entero de que alguien lleva poco tiempo sin hogar, puedo ayudarlo de manera muy diferente a alguien que ha estado viviendo en la calle durante 15 años. Una persona que lleva tanto tiempo sin hogar necesita mucho tiempo y paciencia; apenas es capaz de lidiar con las autoridades. Se han resignado a vivir en la calle y están ocupados con eso las 24 horas del día. La anamnesis social es importante para mí, porque solo así sé qué necesita alguien además de la atención médica.
En la anamnesis médica, las preguntas más importantes son sobre hepatitis, VIH, tuberculosis, sífilis, ya que todas estas son enfermedades de declaración obligatoria.
Algunos pacientes son adictos a las drogas. Realizo un examen básico: diabetes, hipertensión, niveles de oxígeno, y les pido que me describan sus síntomas. Todo lo que puedo hacer por ellos de forma ambulatoria, lo hago. Para radiografías y similares, los envío al servicio de salud pública. A menudo también hay problemas dentales, entonces los derivo a nuestra clínica dental. Muchos tienen dificultades de visión, y pueden acudir a nuestra oftalmóloga, quien también tiene una colección de gafas donadas. También ofrecemos otros servicios: si hay problemas con la justicia, contamos con abogados; algunos han robado una botella o alimentos, muchos tienen deudas por viajar sin boleto, y temen terminar en prisión.
Tenemos una trabajadora social que les ayuda; ella puede imprimir de inmediato los formularios —hoy en día casi todos están disponibles en internet—, rellenarlos y llevarlos directamente a las oficinas. Técnicamente, no es un problema. Si alguien tiene mucho miedo de ir solo, ella lo acompaña. Pero no abrumamos a las personas con ayuda de inmediato, ¡por Dios!, también necesitan un momento de calma. Les digo: primero vayan arriba a comer y al ropero si necesitan algo. Mi consulta está abierta todos los días de 8 a 15 horas, y el desayuno se sirve desde las 8:30 hasta las 14:00 horas».
Un año de tiempo
«Me aseguro de que las personas no vengan indefinidamente como personas sin hogar y se vayan igual. Podrían ir a comer a otro lado si ese fuera el caso. No somos un comedor social en ese sentido. Somos, por un lado, un centro de salud, pero también queremos que las personas no se queden estancadas, sino que avancen un poco. Hemos implementado una tarjeta con la que pueden comer durante un mes entero. Después de un mes, hablo con ellos: ¿cómo están?, ¿han ido a las oficinas?, ¿qué ha pasado?, ¿qué problemas hay? Y entonces la trabajadora social les da una nueva tarjeta.
Les damos tiempo. Un año entero. Luego digo: bueno, un momento, ¿realmente necesitan nuestra ayuda todavía? Los he visto durante un año, y cada vez se ven peor. Tengo la impresión de que no podemos ayudarles de verdad. La mayoría reflexiona entonces y hace algo para salir de la calle. Si vemos que alguien puede lograrlo, ejercemos presión y lo ayudamos con todas nuestras fuerzas. Pero si veo que no hay progreso, los dejamos; algunos llevan años viniendo. Algunos tienen enfermedades mentales, y en esos casos ejercer presión sería algo completamente equivocado. Hay que evaluar cada caso individualmente.
En su mayoría, son hombres los que vienen aquí. El año pasado, el 83% eran hombres y el 17% mujeres; en promedio, siempre es alrededor de 80%-20%. ¿Y en cuanto a la edad? Va desde los 15 hasta los 80 años, pero el 90% tiene entre 30 y finales de los 50. Cuando trabajaba en Ostbahnhof, según mis registros, alrededor del 4% eran adictos a las drogas, pero ahora es mucho más. La proporción de personas con problemas de alcohol es, por supuesto, mayor, entre el 60% y el 70%.
La mayoría de los pacientes aquí son ciudadanos alemanes, pero cada vez vienen más personas de Europa del Este, especialmente rumanos y polacos. Algunos llegan completamente borrachos. Muchos no tienen documentos. Si se enferman, deben pagar la atención médica de forma privada, ya que los ciudadanos de la Unión Europea de Europa del Este aún no tienen derecho a atención médica gratuita. Tienen grandes problemas; tampoco pueden acceder a albergues para personas sin hogar, porque eso requiere un comprobante de cobertura de costos, que no obtienen. También han venido gitanos y gitanas que tenían alguna vivienda en Moabit, pero no estaban aseguradas. En esos casos, se trataba de dolores dentales. Pero también vienen personas de otras nacionalidades, desde Grecia hasta África y Nueva Zelanda».
Enfermedades de la pobreza
«La mayoría de los pacientes son de origen alemán y suelen estar en un mal estado general. Nuestros dermatólogos a menudo dicen: “Aquí vemos cosas que no he visto en toda mi carrera profesional: heridas, enfermedades de la piel, sarna, verdadera sarna, parásitos, piojos, ¡todo!” Las personas tienen enfermedades típicas de la pobreza, como la llamada “Schleppe”, una infección bacteriana de la piel con formación de pus y costras, a menudo en todo el cuerpo hasta la cabeza. Primero hay que limpiar completamente, desinfectar y tratar. También hay problemas estomacales, úlceras por el estrés, la mala alimentación, el insomnio, porque no tienen un lugar donde dormir tranquilos. Muchos ya han sido operados.
Hay enfermedades pulmonares: una vez vino alguien con tuberculosis abierta, y lo envié con transporte médico de inmediato al hospital; bronquitis crónica, asma. Y, por supuesto, enfermedades relacionadas con el alcohol: páncreas, cirrosis hepática, ¡claro! Algunos se autolesionan, se cortan con cuchillas, se queman con cigarrillos, chicas jóvenes, pero también chicos. Hay muchas anemias, lesiones por caídas, diabéticos sin tratamiento, úlceras en las piernas y, por supuesto, congelaciones cada invierno, generalmente en los dedos de los pies. Uno perdió la parte delantera del pie por eso. Todas son enfermedades directamente relacionadas con las malas condiciones de vida.
En el área de otorrinolaringología también hay mucho: infecciones de oído, anginas graves, y vienen sólo cuando ya no pueden hablar. Las infecciones oculares son frecuentes. Muchos tienen problemas de vejiga por el frío, incontinencia, diarrea, lo cual es especialmente grave cuando no tienen acceso a un baño ni a agua y ropa limpia. Cuando comencé en el consultorio de Ostbahnhof, vi a tantas personas en estado de abandono como nunca antes en mi vida.
Abandono significa: llega una persona que huele mal desde lejos, no se ha quitado los pantalones en mucho tiempo, los calcetines están pegados a la piel, hay gusanos, llueven piojos de la cabeza y el cuerpo; el personal de enfermería primero debe hacer un afeitado completo, desparasitar y ablandar todo… ¡eso es extremo! Ahora todavía veo algunos casos, pero no tantos. Actualmente hay cuatro consultorios de este tipo en Berlín, y eso tiene un impacto. Todos hemos logrado algo en Berlín, al menos un poco».
Se necesitan donaciones
«¿Qué ha cambiado en los últimos años? Hay muchos que no son personas sin hogar, pero no tienen seguro médico; tal vez fueron independientes, como taxistas, y dejaron de poder pagar los 600 euros de su seguro privado, o incluso la mitad para personas necesitadas. (Según la Oficina Federal de Estadística, hay unas 137,000 personas sin seguro médico, y 150,000 asegurados privados que no pueden pagar sus pólizas y adeudan cuotas. Nota de la autora.) Esto ocurre desde 2009, con la ley de obligatoriedad del seguro. Así que, entre nuestros pacientes, ahora hay un 20% que vive en una vivienda normal, pero no está asegurado. Una mujer me llamó una vez y dijo que ahora duerme en su quiosco porque sólo puede pagar o el alquiler o el seguro. También hay jubilados que no pueden pagar medicamentos adicionales o gafas.
Cada vez vienen más pacientes, y yo digo: ¡Por Dios, qué quieren estas personas aquí! Llevo casi 20 años haciendo esto. Al principio, venían las típicas personas sin hogar a mi consulta, gente pobre de clase baja. Ahora, también vienen personas pobres que antes tenían una mejor situación, personas educadas. Hemos tenido a un doctor en pedagogía, un arquitecto, un anestesista, una enfermera…
¿Qué deseo? Bueno, deseo que sigamos recibiendo donaciones para que esto pueda continuar. Desde 2006 hasta hoy lo hemos logrado. Y, en primer lugar, deseo que podamos sacar a la mayor cantidad de gente posible de la calle. Nuestros pacientes aquí no sueñan con palacios ni nada por el estilo. Anhelan una vida sencilla y normal. No quieren dormir bajo un puente, en un parque o en una casa abandonada, ni compartir una habitación con varias personas donde uno ronca, otro habla dormido o no puede dormir. Quieren una habitación para ellos solos, un pequeño apartamento. Me digo a mí misma: ¡en un país tan rico, tiene que ser posible sacar a la gente de la calle! Creo que este problema es susceptible de ser solucionado.
¿Mi motivación? Verá, crecí en los Andes, en Perú, y cuando tenía 13 años nos mudamos a Ica, en la costa. Allí, por primera vez en mi vida, vi a personas realmente pobres. Quedé impactada. Siempre me interesó mucho este problema, ¡me indignaba! Por eso me hice médica. No estoy aquí para hacer caridad, evangelizar o educar. Quiero ayudar a las personas en su situación de necesidad, tanto médica como mentalmente, y se trata de empoderarlas para que puedan reclamar su derecho, como ciudadanos que siguen siendo.