[EL DEDO EN LA LLAGA] Han pasado casi cincuenta años desde que el historiado italiano Carlo Mario Cipolla (1922-2000) diera a conocer de manera limitada en el año 1976 su ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, que luego publicaría en 1988 en el libro “Alegro ma non troppo” junto con otro ensayo de su autoría.

Esas leyes son cinco y se enuncian como sigue:

Primera ley:

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

Segunda ley:

La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

Tercera ley:

Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho provecho para sí, o incluso incluso obteniendo un perjuicio.

Cuarta ley:

Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

Quinta ley:

La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

¿Pero que es lo que entendemos por “estúpido”? Por lo general, una persona que muestra falta de inteligencia, juicio o sentido común, caracterizada por decisiones o comportamientos irracionales, poco reflexivos o que carecen de lógica. Y hay palabras equivalentes que tienen prácticamente el mismo significado —idiota, imbécil, necio, etc.— cuando se entienden descriptivamente, fuera de un contexto en que son utilizadas como agresiones verbales o insultos.

Ahora bien, ¿que pasaría si toda una sociedad estuviera integrada únicamente por idiotas, en número mucho mayor a los que vemos actualmente en nuestras sociedades modernas? Eso es lo que plantea el film “Idiocracy” (“Idiocracia”, 2006), dirigido por Mike Judge, una sátira distópica que muestra un futuro en el que la humanidad ha experimentado una decadencia extrema en su inteligencia colectiva debido a siglos de deterioro progresivo de las características genéticas.

La película se sitúa en el año 2505, donde Joe Bauers, un hombre promedio del siglo XXI, despierta tras ser hibernado accidentalmente durante 500 años, en el marco de un experimento militar secreto. La premisa central es que, en el pasado, las personas más inteligentes tuvieron menos hijos, mientras que las menos inteligentes se reprodujeron en mayor medida, lo que llevó a una población global cada vez más estúpida, generando un mundo donde la falta de juicio y razonamiento ha colapsado la civilización.

La población tiene un nivel de inteligencia extremadamente bajo. El lenguaje se ha degradado a un inglés simplificado, lleno de jerga, gruñidos y expresiones vulgares, con una gramática casi inexistente (por ejemplo, frases como “Ow, my balls!” son comunes).

La comprensión de conceptos básicos, como la ciencia, la historia o el funcionamiento de sistemas ha desaparecido. La cultura está dominada por el entretenimiento absurdo y de baja calidad —por ejemplo, videos de una persona dándose de batacazos y sacándose la mugre, o un largometraje nominado al Oscar que consiste únicamente en un trasero lanzando flatulencias—. El programa de televisión más popular es “Ow, My Balls!”, una comedia burda basada en golpes físicos, reflejando la falta de sofisticación y la vulgaridad del entretenimiento. Las noticias se convierten en espectáculos, anunciadas por dos narradores, hombre y mujer, con casi nada de ropa encima.

Las instituciones educativas han desaparecido o son inútiles. Los médicos son ignorantes y diagnostican con frases vagas como “estás jodido” (“you’re fucked up”). Incluso el presidente de Estados Unidos, Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert, es un exactor porno y exluchador profesional que usa un lenguaje soez y actúa de forma teatral, sin capacidad para gobernar racionalmente.

El medio ambiente está devastado. Las ciudades están cubiertas de basura acumulada en montañas, y el polvo y la suciedad dominan el paisaje urbano debido a la incapacidad de gestionar residuos.

La agricultura ha colapsado porque los cultivos se riegan con Brawndo, una bebida con electrolitos similar al Gatorade, lo que provoca hambrunas generalizadas. Nadie entiende conceptos básicos como el ciclo del agua o la necesidad de nutrientes para las plantas, y creen que los electrolitos son buenos para todo, sólo porque así lo enuncia la publicidad.

La economía está en ruinas, con una inflación absurda. Por ejemplo, un personaje paga millones de dólares por un servicio médico básico.

Las corporaciones dominan la vida cotidiana, controlando incluso servicios gubernamentales, como la adopción de niños. Todo está hipercomercializado, pero de forma caótica e ineficiente.

El gobierno es una parodia de la democracia. El presidente Camacho lidera con discursos grandilocuentes, pero sin sustancia, y el Congreso está compuesto por personas igualmente ignorantes que toman decisiones basadas en emociones o espectáculo. Las leyes y normas son inexistentes o absurdas, y la justicia se reduce a un programa televisivo estilo “reality show” donde los acusados son juzgados en arenas públicas.

Aunque la tecnología del siglo XXI aún existe, está en mal estado o se usa de forma incorrecta. Por ejemplo, los hospitales usan máquinas diagnósticas estropeadas que dan respuestas incoherentes. La infraestructura, como edificios y carreteras, está en ruinas, y nadie sabe cómo repararla o mantenerla.

Los habitantes de esta sociedad no reconocen su propia ignorancia. Consideran a Joe Bauers, con su inteligencia promedio del siglo XXI, como un genio excepcional porque puede hablar con frases completas y resolver problemas básicos. Y sólo por este motivo lo nombran Ministro del Interior (Secretary of the Interior), sin que tenga la menor idea de cómo desempeñar el cargo.

La sociedad está obsesionada con el placer inmediato, el entretenimiento absurdo y el consumo sin reflexión. Las prioridades son ingerir comida chatarra, beber Brawndo, tener sexo ocasional —casi de manera obsesiva—, jugar videojuegos y ver programas de televisión estúpidos.

La falta de inteligencia dificulta la colaboración. Las personas actúan de forma impulsiva, lo que lleva a conflictos constantes y a la incapacidad de abordar problemas colectivos como la hambruna o la acumulación de basura.

Aunque es una comedia, “Idiocracy” refleja preocupaciones sobre la anti-intelectualidad y el impacto a largo plazo de priorizar la conveniencia sobre el conocimiento. La sociedad que nos presenta es una caricatura de un mundo donde la inteligencia ha sido reemplazada por la ignorancia masiva, el entretenimiento vacío y la incapacidad para resolver problemas básicos.

Así como está, sin llegar a ser una obra maestra del Séptimo Arte y no obstante su tono ligero de comedia absurda y tontorrona, la película tenía un enorme potencial como sátira profética y como ácida crítica a la sociedad estadounidense. No extraña, pues, que la productora intentara “enterrar” el film.

Producida por 20th Century Fox con un presupuesto presupuesto relativamente bajo (2,4 millones de dólares), Fox optó por una estrategia de lanzamiento extremadamente limitada: exhibición en sólo 130 salas de cine de todo estados Unidos, en sólo siete ciudades —sin incluir Nueva York ni San Francisco—, sin avances para críticos, sin kits de prensa, sin trailers ni promoción significativa. Esto resultó en una taquilla de apenas 495,303 dólares.

Las razones, basadas en declaraciones de involucrados y análisis periodísticos, son controvertidas:

  1. Reacciones negativas en proyecciones de prueba (test screenings). En marzo de 2005, las audiencias de prueba respondieron mal a la película, considerándola demasiado ofensiva o “cruda”. Fox vio el filme como un riesgo alto, optando por minimizar la inversión en marketing para evitar un fracaso de público mayor.
  2. Contenido satírico controvertido y “anti-corporativo”. La película critica duramente el consumismo, el anti-intelectualismo y el poder corporativo. Esto generó especulaciones de que Fox, con fuertes lazos corporativos, no quería ofender a anunciantes o audiencias conservadoras.
  3. Estrategia de lanzamiento mínimo para cumplir obligaciones contractuales. Fox estaba obligada contractualmente a estrenarla en cines antes de lanzarla en DVD. Optaron por un “lanzamiento limitado” sólo por cumplir. Esta decisión terminó convirtiendo a “Idiocracy” en un clásico de culto, promocionado boca a boca, que generó más de 20 veces su taquilla en ventas de DVD y streaming.

Lo cierto es que su visionado nos deja varias lecciones. Tanto en Estados Unidos —como también en el Perú— las grandes catástrofes sociales y políticas no parecen tener sus orígenes en la maldad de sus líderes —y seguidores, por supuesto—, sino en su estupidez. Y el declive de la democracia estaría ya dando lugar en estos países y otros a una idiocracia, un sistema dominado por la ignorancia atrevida y la estupidez. En fin, un gobierno de los idiotas.

[EL DEDO EN LA LLAGA] ¿Por qué muchos de los que han sido víctimas del Sodalicio terminan perdiendo la fe, mientras que otros la mantienen y la siguen cultivando? Es una paradoja que extraña a muchos de los que miran el fenómeno desde afuera. Y dar una respuesta general resulta prácticamente imposible, pues la fe y la pertenencia a la Iglesia católica son decisiones de conciencia enraizadas en la propia biografía, las circunstancias personales y las experiencias vividas. Así como el abandono de la fe y la deserción de la Iglesia católica también son decisiones de conciencia maduradas por razones personales perfectamente válidas.

Pero algo en que suelen coincidir los sobrevivientes del Sodalicio, tanto creyentes como no creyentes, es en el sentimiento de que la Iglesia católica ya no es un lugar seguro, donde se pueda reposar; una casa espiritual, donde todos sus integrantes se quieran y se aprecien como hermanos entrañables; un hogar donde encontrar refugio, protección y calor humano. Un hogar que alguna vez experimentamos, antes de ser secuestrados psicológicamente por el Sodalicio, quienes aún permanecemos católicos; un hogar que seguimos añorando y buscando entre los católicos de a pie, ya no entre las élites clericales, en una Iglesia entendida como Pueblo de Dios y no como estructura jerárquica clerical.

A conclusiones similares llegó en Alemania la estudiosa de las ciencias de la religión y filósofa Regina Laudage-Kleeber (1986- ) al publicar su libro “Católica sin hogar: De camino hacia una Iglesia que vuelva a ser un hogar” (“Obdachlos katholisch: Auf dem Weg zu einer Kirche, die wieder ein Zuhause ist”, Kösel-Verlag, München) en el año 2023, con reflexiones íntimas y personales sobre lo que significa existencialmente ser católico en las circunstancias actuales, cuando la Iglesia católica ha perdido mucho en credibilidad.

En las páginas iniciales de este honesto libro, confiesa lo siguiente:

«Ya no estoy dispuesta a aceptar los tres principales aspectos del desprecio hacia lo humano del catolicismo:

  • La violencia sexualizada, su facilitación, relativización y encubrimiento.
  • El sexismo estructural, es decir, la desigualdad de mujeres y personas no binarias en el acceso a cargos y a las responsabilidades de liderazgo asociadas.
  • La desvalorización sistemática de las personas queer, sus relaciones, su sexualidad.

¿Desertar de la Iglesia?

El ingenuo llamamiento de los católicos conservadores a que personas como yo simplemente deberían hacerse evangélicas o abandonar la iglesia si no nos gusta la doctrina, me deja fría como estudiosa de la religión.

La pertenencia a una religión no es algo que se pueda cambiar fácilmente: está vinculada a mucha biografía, a mucha historia personal. Todo eso no se borra simplemente con una deserción de la Iglesia o una conversión».

Katholisch.de, el portal oficial de noticias de la Iglesia católica en Alemania, publicó una entrevista a cargo de Angelika Prauss el 30 de marzo de 2023, donde Laudage-Kleeberg explica los motivos que la llevaron a poner por escrito su testimonio personal sobre haber perdido ese sentimiento de que la Iglesia católica era un hogar para ella y sobre la búsqueda espiritual que ello desencadenó.

A continuación, la traducción al español de esa entrevista.

Pregunta: Señora Laudage-Kleeberg, ¿cómo llegó a sentirse extraña en una Iglesia y una comunidad litúrgica que antes le eran tan familiares?

Laudage-Kleeberg: Fue un largo proceso, y aún sigo dentro de la Iglesia. La liturgia es para mí una gran fuente de fortaleza, y obtengo mucha energía positiva de los buenos servicios religiosos. Esa posibilidad desapareció durante la pandemia. A nivel profesional, he estudiado intensamente el tema de la deserción de la Iglesia, por lo que también puedo analizar este desarrollo desde una perspectiva académica. En mi libro relato la historia de este proceso de distanciamiento; la pandemia, sin duda, lo aceleró. Durante ese tiempo, noté cuánto extrañaba esos momentos litúrgicos reconfortantes; al mismo tiempo, se hicieron públicos más escándalos en la Iglesia. Cuanto más reflexionaba al respecto, más de cerca examinaba la Iglesia católica y me daba cuenta de cuántas cosas estaban andando mal. Y en algún momento, la balanza se inclinó…

Pregunta: ¿Qué la motivó a compartir su experiencia con otros a través de este libro?

Laudage-Kleeberg: En los últimos diez años se han escrito muchos libros inteligentes de debate sobre la Iglesia y sus problemas. A mí, personalmente, me faltaba una narrativa sobre ese sentimiento de no sentirse ya interpelado por la propia añoranza de recibir acogida. Por eso, muchos de nosotros estamos tan furiosos o amargados. Muchas personas de mi entorno fueron durante mucho tiempo católicos profundamente convencidos, algunos incluso muy comprometidos con la Iglesia. En algún momento, desertaron. Sin embargo, siguen ligados a la Iglesia católica de una manera intensa, aunque generalmente negativa, y continúan hablando de ello.

Pregunta: Usted escribe que uno no puede simplemente deshacerse de la fe como si fuera una prenda de vestir.

Laudage-Kleeberg: Exacto, al alejarse de la Iglesia, a menudo se genera un vacío. Las personas no saben qué hacer con sus añoranzas espirituales y su necesidad de encontrar refugio en un ritual. De esto se habla poco. Deseo que estas personas encuentren un lugar donde se sientan acogidas. También deseo un lugar así para mí.

Pregunta: Su libro probablemente refleja el sentir de muchos católicos decepcionados con la Iglesia. ¿Le consuela saber que no está sola en sus sentimientos?

Laudage-Kleeberg: Por supuesto, me alegra mucho la gran resonancia que hubo. Ya en las primeras semanas tras la publicación, un número increíble de personas se puso en contacto conmigo. Entre ellas, muchas personas desconocidas que se tomaron la molestia de buscar mis datos de contacto para escribirme. La mayoría dice: “Me siento tan impresionado, así me he sentido durante años. Solo que no tenía palabras para expresarlo…”

Pregunta: ¿Ha recibido alguna reacción de parte de la Iglesia?

Laudage-Kleeberg: No. Mi libro no pretende denunciar a las instancias oficiales, salvar o cambiar la Iglesia. Porque, en realidad, todo ya ha sido investigado y dicho, por ejemplo, en el proceso de reforma del Camino Sinodal. La Iglesia tendría que tomar decisiones, pero eso no está ocurriendo.

Pregunta: Usted escribe que no ha perdido su fe ni su identidad católica, pero sí su hogar religioso en la Iglesia, y por eso se considera “católica sin hogar”. ¿Cómo lo enfrenta personalmente?

Laudage-Kleeberg: Mi familia y yo celebramos servicios religiosos muy consciente y activamente con personas que valoramos. Durante la pandemia, comenzamos a hacer celebraciones litúrgicas con los vecinos en los rellanos de la escalera de nuestro edificio de apartamentos. Fue una apuesta arriesgada, ya que al principio no nos conocíamos tan bien. Me acerco de manera muy personal a las personas con las que me siento conectada religiosamente. Cuando siento que es apropiado, después de hacer las lecturas, ofrezco a la gente quedarse un momento en silencio juntos, cantar una canción o rezar una oración. A menudo, esto resulta una experiencia muy intensa.

Pregunta: Cada vez hay menos párrocos que puedan ofrecer misas. ¿No es necesario que las personas a las que todavía les importa la fe se vuelvan más activas y se organicen por su cuenta?

Laudage-Kleeberg: Mientras escribía el libro, me quedó claro: si quiero seguir viviendo mi catolicismo, debo ser mucho más activa y no puedo seguir en una actitud de consumo. En los últimos años y décadas, hemos confiado en que alguien esté al frente en el altar, actuando. Tenemos que salir de esa mentalidad consumista. Cada vez más creyentes reflexivos y maduros deciden no asistir a una mala celebración litúrgica. Al mismo tiempo, sienten una añoranza muy personal.

Pregunta: ¿Tiene algún consejo para estas personas?

Laudage-Kleeberg: Por supuesto, todavía hay buenas ofertas espirituales, pero hay que buscarlas bastante. Si no te lanzas solo, probablemente sea un poco más fácil. Deberíamos hablar mucho más en nuestro entorno sobre nuestras necesidades religiosas. Yo lo hago de manera consciente. A menudo me encuentro con otros católicos que se abren y cuentan su propia historia. A veces, primero sale la ira o la decepción con la Iglesia, pero luego, poco a poco, también los temas más profundos. ¿Por qué no concluir una conversación así con una oración espontánea en común, una canción o un momento de silencio? Por otro lado, vivir la espiritualidad con esta libertad no es, desde luego, para principiantes…

Pregunta: ¿Tiene alguna idea de dónde, además de en el ámbito privado, podría surgir un nuevo “hogar espiritual para los muchos con añoranzas”, como usted lo describe?

Laudage-Kleeberg: No tengo soluciones definitivas. Solo puedo sugerir que nos comuniquemos y nos acerquemos unos a otros. Porque mi experiencia actual me dice que somos bastantes. Como estudiosa de las ciencias de la religión, diría que la fe y el comportamiento religioso —al igual que el resto de la sociedad— se volverán cada vez más individuales. Por eso es importante hablar de ello y emprender la búsqueda juntos. Si encuentras aliados, agárrate fuerte a ellos. Nunca imaginé que algo litúrgico pudiera unirnos en nuestra comunidad de vecinos.

Pregunta: ¿Tiene alguna esperanza, de cualquier tipo, de que los católicos sin hogar puedan volver a encontrar un hogar en su Iglesia? ¿O ese tren ya se fue hace rato?

Laudage-Kleeberg: Mientras reflexionaba y escribía el libro, me di cuenta de que mi catolicismo no depende de si la Iglesia como institución hace bien su trabajo o no. Creo que ser católico —teológicamente y  desde la perspectiva de Dios— se concibe de una manera mucho más amplia. Este amor radical de Dios por los seres humanos es tan inmenso que podemos abandonarnos con tranquilidad.

[EL DEDO EN LA LLAGA] Roma, 14 de abril de 1984. Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, pronuncia su “Catequesis sobre el amor” ante una multitud de jóvenes —en su mayoría vinculados al Camino Neocatecumenal— en la Basílica de San Pablo Extramuros. El día 12 de abril le había tocado el turno a Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, y el día anterior, 13 de abril, Kiko Argüello, líder de los neocatecumenales, había hecho delirar de emoción a los jóvenes reunidos allí para participar del Jubileo de los Jóvenes, convocado por el Papa Juan Pablo II dentro del marco de las celebraciones del Año Santo de la Redención.

Así se dirigió Figari a su joven audiencia:

«El número que aquí vemos, con ser muchos, no es más que un puñado frente a los millones y millones de hombres jóvenes, de mujeres jóvenes, creyentes, anhelantes, que en todo el mundo vibran desde lo profundo de su corazón —desde ese cenáculo íntimo, interior, donde las cosas más importantes de la vida se experimentan—; jóvenes que vibran por compartir la experiencia fuerte, la experiencia intensa, la experiencia irradiante del Año de la Redención, vivido en el centro mismo de la cristiandad».

Quienes estuvimos allí presentes percibimos la emoción que embargaba a Figari al hallarse ante una multitud de jóvenes creyentes, a los cuáles en su mayoría él mismo nunca hubiera considerado aptos para formar parte del Sodalicio que él había fundado, una élite de jóvenes varones elegidos para vivir el ideal de ser mitad monjes, mitad soldados.

Pues cuando Figari y quienes formábamos parte de la delegación sodálite —unos diez miembros entre los cuales también se encontraban Germán Doig, Virgilio Levaggi y Alejandro Bermúdez— acudimos a Roma en ese momento, aún no existía el Movimiento de Vida Cristiana. El Sodalicio era solamente una asociación pía de fieles de derecho diocesano, con aspiración a ser mucho más que eso. Adicionalmente, habían grupos de jóvenes escolares varones, llamados Agrupaciones Marianas, que era donde el Sodalicio hacía su pesca de vocaciones. Una vez identificados aquellos jóvenes “buena voz” a los que había que “trabajar” para convencerlos de su vocación sodálite, el resto era desechado y no se le prestaba mayor atención. Prácticamente, eran considerados materia residual y se les dejaba librados a su suerte. Si venían a las misas dominicales de los sodálites en los setenta e inicios de los ochenta, se les toleraba, pero no se invertía ningún esfuerzo en mantener su lealtad al grupo.

Los esporádicos Convivios (congresos de estudiantes católicos de escuelas privadas para alumnos de clase media alta para arriba), realizados inicialmente en 1977 y 1978, y luego retomados a partir de 1983, tenían como finalidad la selección proselitista de muchachos para formar agrupaciones marianas, donde pescar nuevas “vocaciones” sodálites. No era otro el objetivo.

También existía la Asociación de María Inmaculada (AMI), destinada a las amigas de los sodálites y a las novias de aquellos sodálites que habían optado por una vocación matrimonial.

Eso era todo. Pues el Sodalicio era la niña de los ojos de Figari, donde se concentraban todos sus esfuerzos. Sin embargo, el número reducido de sodálites, ese puñado de jóvenes dispuestos a darlo todo por el endiosado fundador, no parecía satisfacer sus ansías megalomaníacas de verse aclamado por multitudes. Y algo debe haber cambiado en él después de ver esas multitudes de jóvenes de ambos sexos idolatrando a Kiko Argüello. Y más aun cuando al día siguiente, esos mismos jóvenes lo escucharon atentamente, lo aplaudieron, cantaron y celebraron su fe dentro del marco de una liturgia eucarística dominada por la simbología neocatecumenal.

Poco tiempo después de nuestro regreso a Lima, Figari —en el marco de una conferencia en el Colegio de los Sagrados Corazones de Belén (San Isidro, Lima)— planteó la idea de un movimiento que se guiaría por la espiritualidad sodálite, es decir, por la ideología espiritual que él había pergeñado, aunque sin las fuertes exigencias que se le imponían a los sodálites y con una participación más suelta y relajada.

Sin embargo, su idea de un movimiento no surgió como una inspiración del Espíritu Santo, sino más bien como una estrategia pragmática: quienes en las agrupaciones marianas no habían pasado la valla como para ser considerados “vocaciones sodálites”, podían seguir vinculados como miembros del movimiento, a mayor gloria de Figari. Asimismo, también estaba la idea de vincular a los padres de los sodálites y agrupados marianos, a fin de limar las asperezas en sus relaciones con ellos que, por lo general, fueron conflictivas. Pues en el Sodalicio se solía fomentar la enemistad de los “elegidos” hacia sus progenitores, a los cuales se veía como obstáculos para una entrega generosa al Plan De Dios. Así lo plasmó Figari por escrito en su Memoria 1979:

«…quiero sí referirme a un dolor que se clava en lo profundo del alma, y que con el correr del tiempo y nuestra mayor presencia apostólica, se hace más frecuente. Me refiero a la tragedia que constituye que muchos padres que se dicen cristianos pongan todo género de trabas en el crecimiento en la fe de sus hijos. […] Ese fenómeno lo vemos crecer en la misma medida que observamos el desarrollo de nuestros trabajos apostólicos. Duele porque no es un ataque que viene de fuera, sino de dentro. Un ataque, que a veces se torna cruel por su refinamiento y su sistematización, que causa daño a miembros de nuestra comunidad que desean entregarse cada vez más plenamente al Señor. Que hace tambalear a jóvenes que ven en Cristo el camino de liberación. Hemos sido testigos de hechos inenarrables que llevan a comprender por qué en nuestro medio se puede hablar de crisis de la familia. Aunque, quizá fuera mejor hablar de crisis de amor. Y, cuando el joven da muestras de acoger un llamado del Señor para entregar toda su vida a la Iglesia a través de Santa María, muchas veces esas agresiones a las que nos venimos refiriendo se tornan en furibundas reacciones en contra de la misma fe y hasta de Dios, sin abandonarse por ellos actitudes increíblemente coercitivas de parte de padres que dicen amar a sus hijos. Por ello digo que más que crisis de familia habría que hablar de crisis de amor. .[..] Aquellos quienes viven y sufren esta realidad dolorosa descrita deben tener confianza en los caminos de Dios, y permanecer siempre leales al llamado que el Señor les ha hecho llegar. Él les fortalecerá».

No se admitía la posibilidad de que fuera el Sodalicio mismo el que estuviera mal y hubiera dado motivo para esas actitudes de oposición por parte de los padres de familia. Esta situación de conflicto podría cambiar si había un movimiento que les ofreciera a esos padres y madres una vinculación a esa cosa en que estaban metidos sus hijos.

En 1985, al año siguiente, fue fundado oficialmente el Movimiento de Vida Cristiana (MVC), literalmente para recibir a los sobrantes de la pesca de vocaciones y mitigar los daños colaterales infligidos a padres de familia, que contemplaban como sus hijos eran absorbidos por una institución totalitaria y fanática. El Espíritu Santo no tuvo arte ni parte en esa decisión.

El 23 de marzo de 1994 el MVC fue reconocido por el Pontificio Consejo para los Laicos como asociación internacional de fieles de derecho pontificio. En ese entonces habría contado con unos 25,000 miembros y estaba presente en 21 países.

Sin embargo, décadas después, el 14 de abril de 2025, la Santa Sede, admitiendo la falta de carisma vocacional del MVC, lo suprimió definitivamente. La pregunta que nos hacemos es qué es lo que realmente se suprimió, considerando cómo estaba estructurado el movimiento.

Como señalaba una publicación del Pontificio Consejo para los Laicos del año 2006:

«Los miembros del MVC se vinculan a su misión apostólica a título personal o colectivo dando vida a comunidades, grupos, instituciones, asociaciones y servicios de varios tipos y con distintos fines […], cuyas actividades están dirigidas por un Consejo general de coordinación, constituido por el Coordinador general, el Asistente espiritual y el Secretario ejecutivo».

La vinculación de los emevecistas con el MVC nunca fue directa, sino que se hacía efectiva a través de la pertenencia a grupos, donde la membresía no era formal ni estaba documentada, mucho menos sujeta a normas y reglamentos oficiales. Además de las Agrupaciones Marianas y la Asociación de María Inmaculada (AMI), se constituyeron asociaciones y grupos como Solidaridad en Marcha, Acción Universitaria (para estudiantes universitarios), Familia de Nazaret (para parejas de esposos), Betania (para mujeres adultas), Emaús (para varones adultos), Simeón y Ana (para personas de edad avanzada) y otros más. Al suprimirse el MVC se eliminó el paraguas de derecho pontificio que cobijaba a estos grupos, pero éstos han seguido existiendo y actuando como si no hubiera pasado nada.

Por ejemplo, la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho, Lima), que sigue a cargo de sacerdotes que fueron integrantes del suprimido Sodalicio —el párroco Juan Carlos Rivva y el vicario parroquial Juan Pablo Rosado—, sigue ofreciendo a sus feligreses la participación en Agrupaciones Marianas (de jóvenes varones y mujeres por separado), Solidaridad en Marcha, Pan para mi Hermano y grupos de Betania, Emaús, Familia de Nazaret, Simeón y Ana.

Algo similar pasa en la parroquia Holy Name de Denver (Colorado, EE.UU.), a cargo del párroco Juan Fernando Sardi y del vicario parroquial Craig Kinneberg, ambos sacerdotes del suprimido Sodalicio. Allí se sigue ofreciendo la participación de jóvenes en los Marian Groups y en otras dos iniciativas nacidas del Christian Life Movement (CLM), la presencia en Estados Unidos del MVC, concretamente en Denver y Philadelphia. Me refiero a Creatio —que pretende liderar experiencias transformadoras que permitan a todas las personas, particularmente jóvenes, encontrarse con la belleza de la creación y del Creador, algo inspirado en los retiros DyN (Dios y Naturaleza) para adolescentes escolares que organizaba el Sodalicio en los años setenta e inicios de los ochenta— y a Christ in the City. una organización católica sin fines de lucro dedicada a formar misioneros, voluntarios y comunidades para conocer, amar y servir a los pobres, con un enfoque particular en las personas sin hogar. Según los formularios 990 —declaraciones de organización exenta de impuesto sobre la renta—, obligatorios en los Estados Unidos y que son de acceso público, los montos de dinero recibidos por Christ in the City —que se han incrementado a lo largo de los años hasta llegar a los 3,218,044 de dólares en 2024— se destinan en su mayoría a actividades de formación de los jóvenes misioneros, no a los pobres a los que supuestamente ayudan. Por lo tanto, además de ser una institución sospechosa de actividad proselitista por tener a tres sodálites expulsados en su staff directivo (Eduardo Regal, José Ambrozic y Alejandro Bermúdez), también despierta suspicacias que no se sepa quiénes son sus donantes y quiénes son aquellos a los que les pagan por servicios de formación y capacitación. Hasta es posible que haya un esquema de lavado de activos, lo cual no me extrañaría en entidades vinculadas al Sodalicio.

Otro ejemplo a destacar es Mission Brazil, en la diócesis de Petrópolis, que efectúa acciones que tienen como objetivo promover en los jóvenes el carácter evangelizador. Anteriormente se llamaba Mission MVC Brazil y su logo actual es una versión modificada del logo del MVC. Parece que la supresión del movimiento sólo tuvo el efecto de modificar ligeramente su nombre, pues su personal sigue siendo el mismo, los métodos y estrategias siguen siendo los mismos, su ideología espiritual no ha cambiado y hasta la dirección que indican (R. Figueira de Melo, 142 – Centro, Petrópolis – RJ, 25625-120) es la misma que tenía el Centro Pastoral do Movimento de Vida Cristã.

Y estos grupos siguen sosteniendo lo indicado en el comunicado del MVC que informa sobre su supresión:

«Guiados por la gracia del Espíritu Santo, continuemos siendo testigos del Evangelio, con corazones humildes y dispuestos a servir como apóstoles de la reconciliación. Como María, atesoremos en el corazón aquellos frutos auténticos de fe, servicio y apostolado que están vivos en nuestros corazones» (Comunicado Oficial – MVC, 14/04/2025).

Sin ningún respeto por las víctimas, sin reconocer la afirmación de la Santa Sede de que carecen de carisma fundacional, sin autocrítica ni conciencia de sus propios métodos sectarios, sin un sentido correcto de lo que es pertenecer al Pueblo de Dios y construir Iglesia.

En resumen, si nunca hubo una pertenencia directa y formal de sus miembros al MVC, sino que ésta se hacía efectiva a través de la participación en uno de los tantos grupos que conformaban el movimiento, al ser suprimido éste, los grupos han seguido existiendo con la aquiescencia de algunos obispos cómplices y párrocos encubridores. Y se habrían convertido en refugio de muchos de aquellos que fueron miembros del Sodalicio hasta el final.

El MVC, que nació como un receptáculo de sobrantes de la caza de vocaciones del Sodalicio, se ha convertido ahora en el receptáculo de remanentes del Sodalicio. Y sigue siendo lo que fue desde un principio: un contenedor de residuos con barniz de espiritualidad pero de aroma indescriptible.

[EL DEDO EN LA LLAGA]  Nos hallamos en los años cincuenta, en el contexto de la Guerra Fría. Albert D. Biderman (1923-2003), un científico social de la Fuerza Aérea de EE.UU., es asignado a investigar por qué muchos prisioneros de guerra estadounidenses capturados por las fuerzas comunistas durante la Guerra de Corea cooperaban con el enemigo, firmando declaraciones falsas, denunciando a su propio país y colaborando con la propaganda comunista.

Tras extensas entrevistas con prisioneros repatriados, Biderman concluye que hay tres elementos principales detrás del control coercitivo de los interrogadores comunistas: “dependencia, debilidad y miedo”. Biderman resumió sus hallazgos en una tabla que enumeraba ocho principios, publicada por primera vez en el artículo “Communist Attempts to Elicit False Confessions from Air Force Prisoners of War” [“Intentos comunistas de obtener confesiones falsas de prisioneros de guerra de la Fuerza Aérea”] en una edición de 1957 de The Bulletin of the New York Academy of Medicine. El artículo describe brevemente los métodos psicológicos aplicados por los interrogadores coreanos y chinos para forzar al sujeto a emitir cierta información y hacer confesiones falsas. En la misma edición de The Bulletin, el psiquiatra Robert Jay Lifton (1926- ) publica los resultados de una investigación similar sobre los mismos métodos, acuñando el término “thought reform” [“reforma del pensamiento»], también conocido como “lavado de cerebro”.

En un informe de 1973 sobre la tortura, Amnesty International determinó que la Tabla de Coerción de Biderman contenía las “herramientas universales de tortura y coerción”. En ese sentido, puede aplicarse para la comprensión de realidades distintas más allá de contextos de guerra. De hecho, se ha aplicado para analizar dinámicas de abuso en relaciones interpersonales, sobre todo en casos de violencia doméstica. También resulta una herramienta clave para estudiar el control psicológico en sectas o grupos religiosos abusivos.

Los principios de la Tabla de Biderman apuntan a quebrar la personalidad del sujeto y doblegar su voluntad, de modo que se convierta en un ser sumiso a las indicaciones de los interrogadores. Pongo a continuación cada uno de los principios de la Tabla de Biderman y cómo se aplicaban en el Sodalicio de Vida Cristiana.

1. Aislamiento

Descripción: Separar completamente a la persona de todo contacto social, privándola de interacción humana.
Efecto: Provoca ansiedad, desesperación y dependencia del interrogador.

Aplicación al Sodalicio: Son numerosos los testimonios que han descrito cómo el Sodalicio restringía al mínimo el contacto con familiares y amigos externos a la comunidad. Por ejemplo, José Enrique Escardó relató que lo escondían en un baño cuando su madre quería visitarlo en una casa de formación en San Bartolo (al sur de Lima). Los miembros vivían en comunidades cerradas, donde el contacto con personas fuera del grupo era controlado, fomentando la dependencia hacia los líderes, especialmente hacia Luis Fernando Figari, sus sucesores y sus representantes. El mundo exterior era considerado un peligro para la vida comunitaria y se limitaba la interacción con él.
Efecto: Esto generaba aislamiento emocional y social, haciendo que los sodálites dependieran exclusivamente de la comunidad en lo referente a su identidad, sustento y apoyo.

2. Monopolización de la percepción

Descripción: Controlar lo que la persona ve, oye o percibe, fijando su atención en una situación inmediata y controlada.
Efecto: Elimina estímulos externos que puedan contrarrestar la coerción.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio imponía un régimen estricto sobre las lecturas, actividades, horarios y hasta los estudios profesionales de sus miembros. Se recomendaban lecturas específicas, de carácter obligatorio, mientras se desalentaba el análisis racional o lecturas alternativas. Las actividades estaban diseñadas para reforzar la ideología del grupo, como retiros y catequesis centradas en la obediencia absoluta.
Efecto: Esto limitaba la capacidad de los miembros para cuestionar la autoridad del Sodalicio, ejercer el pensamiento crítico o considerar perspectivas alternativas.

3. Humillación y degradación inducidas

Descripción: Usar insultos, burlas o tratos degradantes para minar la autoestima.
Efecto: Reduce la resistencia al hacer que la persona se sienta menos valiosa.

Aplicación al Sodalicio: Diversos testimonios describen prácticas humillantes, como obligar a miembros a dormir en escaleras, comer alimentos en combinaciones repugnantes, o serles vertidos sobre la cabeza alimentos o bebidas de la mesa. Además, un informe de 2017 encargado por el propio Sodalicio describió a Figari como “degradante, vulgar y vengativo”, usando humillaciones para controlar a los miembros. Las humillaciones más recurrentes, aplicadas también por los líderes sodálites, eran las burlas por características personales —en ocasiones de carácter racista— y los insultos groseros por cualquier motivo, proferidos a gritos.
Efecto: Estas prácticas minaban la autoestima, haciendo a los miembros más sumisos y obedientes.

4. Agotamiento

Descripción: Debilitar física y mentalmente mediante privación de sueño, hambre o estrés constante.
Efecto: Disminuye la capacidad de resistir o pensar con claridad.

Aplicación al Sodalicio: Los exmiembros reportaron regímenes agotadores, con horarios estrictos, jornadas intensas de actividades espirituales, de estudio y apostólicas, y poca consideración por el descanso, sobre todo por el descanso nocturno, que podía ser interrumpido arbitrariamente para vigilias inesperadas o acciones humillantes. La falta de sueño y el estrés constante se usaban para debilitar la resistencia de los miembros. A esto se sumaban las dietas interminables como castigo, que llegaban ser de pan y agua, o incluso de lechuga y agua.
Efecto: El agotamiento dificultaba el pensamiento crítico y reforzaba la obediencia.

5. Amenazas

Descripción: Crear miedo mediante amenazas de daño físico, muerte o castigos severos.
Efecto: Genera ansiedad constante y obediencia por temor.

Aplicación al Sodalicio: José Enrique Escardó relató haber sido amenazado con una cuchilla en el cuello, un claro acto intimidatorio. Además, la ideología del Sodalicio promovía la obediencia absoluta bajo el lema “el que obedece nunca se equivoca”, lo que implicaba consecuencias psicológicas o espirituales por desobedecer. Las amenazas también incluían castigos dentro de la comunidad, como aislamientos adicionales o tareas degradantes. A eso se sumaba la inculcación a rajatabla del miedo a la “condena eterna” y a la “infelicidad terrenal”, si uno no se hallaba a la altura del ideal sodálite.
Efecto: El miedo constante mantenía a los miembros en un estado de sumisión.

6. Demostraciones ocasionales de “indulgencia”

Descripción: Ofrecer pequeños privilegios o recompensas de forma impredecible.
Efecto: Crea esperanza y dependencia emocional hacia el interrogador.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio usaba gestos de “indulgencia” como permisos para ciertas actividades o reconocimientos dentro de la comunidad para reforzar la lealtad. Por ejemplo, el ascenso dentro de la jerarquía (emitir una promesa del siguiente nivel en la escala de compromisos, convertirse en formador de candidatos a la vida consagrada, ser nombrado superior de una comunidad) se presentaba como una recompensa por la obediencia. Estas indulgencias eran esporádicas y dependían de la aprobación de los superiores.
Efecto: Creaba esperanza y dependencia emocional hacia los líderes, especialmente hacia Figari.

7. Demostración de omnipotencia

Descripción: Convencer a la persona de que el interrogador tiene control total sobre su destino.
Efecto: Fomenta impotencia y sumisión.

Aplicación al Sodalicio: Figari era presentado como una figura cuasi divina, con autoridad absoluta sobre la vida de los sodálites. Los testimonios describen un sistema donde Figari exigía “sumisión total” y controlaba decisiones personales, desde la vestimenta hasta las carreras profesionales. La estructura jerárquica y la ideología del Sodalicio reforzaban la percepción de su omnipotencia. Esto se cumplía también, guardando las diferencias, en el caso de los superiores de comunidad.
Efecto: Los miembros sentían que no había escapatoria ni posibilidad de resistencia.

8. Imposición de demandas triviales

Descripción: Forzar el cumplimiento de reglas o tareas insignificantes y arbitrarias.
Efecto: Desarrolla hábitos de obediencia automática.

Aplicación al Sodalicio: El Sodalicio imponía reglas estrictas sobre aspectos triviales, como la forma de vestir, horarios rígidos o comportamientos específicos en la comunidad (las posturas corporales para cada ocasión, la forma de hablar, el uso de determinadas palabras a ser usadas en las comunicaciones verbales y escritas). Se exigía obediencia absoluta en detalles cotidianos, como la elección de lecturas o actividades de estudio o recreativas. Estas demandas reforzaban el control total sobre la vida de los miembros. A esto se añadían las órdenes absurdas, sin finalidad específica, que el miembro debía obedecer sin chistar.
Efecto: Generaba un hábito de obediencia ciega, eliminando la autonomía personal.

En resumen, los testimonios de exmiembros documentan un sistema de control psicológico en el Sodalicio, que generaba un clima propicio para abusos físicos, e incluso sexuales. Estas prácticas coinciden con las técnicas descritas en la Tabla de Biderman, especialmente en el uso sistemático de aislamiento, humillación, agotamiento, amenazas y control psicológico para someter a los miembros, especialmente a los jóvenes. Estas tácticas crearon un entorno de coerción que facilitó los abusos físicos, psicológicos y sexuales reportados. No resulta, pues, exagerado afirmar que en el Sodalicio se practicó sistemáticamente la tortura psicológica y la coerción, a fin de “quebrar” a sus miembros —como se admitía explícitamente sin ambages en el lenguaje coloquial de los sodálites—. Y de esta manera se justificó la violación de derechos humanos fundamentales, lo cual refrenda a todas luces la merecida supresión que ha sufrido la institución.

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[EL DEDO EN LA LLAGA]  Alejandro Bermúdez, exsodálite expulsado el 25 de septiembre de 2024 de la suprimida sociedad de vida apostólica Sodalicio de Vida Cristiana, afirma en un artículo del 20 de agosto de 2025 en su blog Hoy en la Iglesia que sigue haciendo “trabajo apostólico-periodístico”, que es como él le llama a lo que en realidad es propaganda ideológica proselitista, donde la objetividad y la honestidad intelectual brillan por su ausencia. Lo que sí tenemos que agradecerle es su cruda sinceridad para confesar las interpretaciones que él sostiene —y qué probablemente comparten muchos exmiembros de la extinta Familia Sodálite— sobre el proceso de supresión de las asociaciones fundadas por Luis Fernando Figari, a las cuales la Santa Sede borró del mapa eclesiástico por ausencia de carisma. Del Espíritu Santo, se entiende.

La sinceridad de Bermúdez —un sujeto que se cree todas las elucubraciones surgidas de su enfermiza mollera— no implica objetividad, como se constata en el siguiente párrafo:

«El Sodalicio de Vida Cristiana está muerto. Lo ejecutó Jordi Bertomeu —con la rúbrica de Francisco—, junto a dos comunidades femeninas: la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios. Todas, criaturas de Luis Fernando Figari».

Mons. Bertomeu sea quizás uno de los eslabones menos poderosos en la cadena de mando de la decisión de suprimir las criaturas de Figari. Pero es hacia él que se dirigen los misiles verbales de Bermúdez, cargándole con toda la responsabilidad. Para el dizque periodista católico, Mons. Bertomeu sería un genial titiritero, que supo manipular magistralmente a todos los actores involucrados en la decisión final, entre los cuales cabe mencionar al cardenal Carlos Castillo (arzobispo de Lima), al cardenal Pedro Barreto (arzobispo emérito de Huancayo), al cardenal Robert Prevost (obispo emérito de Chiclayo y actual Papa León XIV), a Mons. Charles Scicluna (secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), a Sor Simona Brambillla (prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica) y al Papa Francisco, quien —según Bermúdez— se habría limitado a firmar los decretos de supresión mientras pensaba en las musarañas de Marte.

Lo que no reconoce Bermúdez, a través de esta confesión, es que Mons. Bertomeu había sido designado como representante nada menos que por el Papa Francisco para investigar al Sodalicio y gozaba de su absoluta confianza. Mucho menos reconoce que al Sodalicio lo suprimió la Santa Sede, la instancia suprema de la Iglesia católica, y no una persona en particular.

La siguiente confesión de Bermúdez es sumamente inquietante. Más que revelar las intenciones de quienes decidieron liquidar al Sodalicio por falta de carisma, revela lo que los capitostes del Sodalicio consideraban intocable, inaccesible, cuasi sagrado. Dice Bermúdez:

«El problema, como siempre, es el dinero. Los míticos mil millones de dólares —los MMM— que, según la leyenda urbana, el Sodalicio escondía en algunas bóveda secretas, no existen. Y da igual cuántas “investigaciones” publique Paola Ugaz, la “especialista” autoproclamada en las finanzas del difunto: el tesoro es tan real como el Arca perdida en versión Hollywood».

Tan míticos como pretende Bermúdez no parecen ser esos mil millones, considerando que en la Asamblea General del Sodalicio de 2012 se reportó el balance económico de la institución que, hasta ese año, llegaba a la suma de casi 450 millones de dólares. Resulta lógico inferir que, pasados más de 12 años desde entonces, esa suma debe ser considerablemente mayor. Ciertamente no estaban a nombre de la institución, como el mismo Bermúdez confiesa:

«El total de los bienes con el que contaba el Sodalicio han sido consolidados y puestos a disposición de la Santa Sede. Y la cifra, comparada con los MMM, es microscópica».

Es el mismo Bermúdez el que se encarga de aclararnos dónde pueden estar esos millones:

«Lo que fue el dinero operativo del Sodalicio está en manos de asociaciones civiles legítimas y autónomas. Están legalmente constituidas, no son entidades eclesiales y actúan con la libertad que les concede la ley, allí donde se encuentren. Y no hay maniobra canónica —y mucho menos mediática— que cambie la realidad. […] ¿Resultado? El “tesoro” está tan fuera de alcance como la Atlántida».

El 4 de agosto, en su podcast Punto de Vista, Bermúdez apuntaba sobre el mismo tema:

«Hay gente que se sigue quejando de que al Sodalicio no han podido sacarle —ni le van a poder sacar— todo el dinero que esperaban para las víctimas, y las supuestas víctimas, que son más que las víctimas».

Se percibe un cierto regocijo en que el Sodalicio haya puesto a salvo el dinero y que éste no se halle disponible para pagarles reparaciones justas a las víctimas. Más aún, Bermúdez le niega arbitrariamente esa condición a la mayoría de los afectados, cuando la experiencia demuestra que en casos de abusos las víctimas falsas suelen ser una minoría muy reducida. Es ésta quizás una de las confesiones más perversas que nos brinda la honestidad brutal —en sentido literal— de alguien que hace de la violencia verbal y del sarcasmo su modo habitual de proceder. Y que hace de la falta absoluta de empatía un motivo de orgullo, cosa que creíamos sólo propia de los psicópatas.

Y aun cuando Bermúdez admite la existencia de un “dinero operativo” —según las investigaciones de la periodista Paola Ugaz, alrededor de mil millones de dólares— que el Sodalicio ha logrado poner fuera del alcance de las autoridades eclesiásticas para que no vayan a un fondo de reparación de las víctimas, insiste en que en el cálculo de las indemnizaciones «los MMM no entran en la ecuación, porque no existen». ¿No existen o más bien no estaban a nombre del Sodalicio como institución? ¿Nos dirá Bermúdez algún día a cuánto asciende ese “dinero operativo”? ¿O también negará que existe?

Más adelante vuelve a insistir en la misma afirmación errada ya señalada más arriba:

«Bertomeu disolvió el Sodalicio, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y, en un arranque de omnipotencia, el Movimiento de Vida Cristiana.

Pero disolver un movimiento de fe es como abolir la ley de la gravedad: buena suerte con eso».

El sujeto gramatical de la oración es incorrecto, pues no corresponde a los hechos —como ya he señalado—. No fue Bertomeu, sino la Santa Sede —por voluntad expresa del Papa Francisco— la que efectuó las disoluciones. Asimismo, si el Movimiento de Vida Cristiana pudo en 1994 ser aprobado por el Consejo Pontificio para los Laicos con la categoría de asociación internacional de fieles de derecho pontificio, de la misma manera también puede ser disuelto.

Pero la supresión de una asociación no implica la supresión de las personas, que siguen estando en libertad de practicar una vida cristiana de acuerdo a su conciencia. Y mantienen su derecho a la libertad de asociación, que les garantiza la ley eclesiástica a todos los fieles católicos. Sin embargo, han de tenerse en cuenta las observaciones del Código de Derecho Canónico:

«305 § 1. Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente, a la que corresponde cuidar de que en ellas se conserve la integridad de la fe y de las costumbres, y evitar que se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica; por tanto, a ella compete el deber y el derecho de visitarlas a tenor del derecho y de los estatutos; y están también bajo el régimen de esa autoridad, de acuerdo con las prescripciones de los cánones que siguen.

  • 2. Todas las asociaciones, cualquiera que sea su especie, se hallan bajo la vigilancia de la Santa Sede; están bajo la vigilancia del Ordinario del lugar las asociaciones diocesanas, así como también las otras asociaciones en la medida en que trabajan en la diócesis».

«La vida cristiana no pide permiso» dice Bermúdez. Pero es deber de cada obispo y de la Santa Sede vigilar toda asociación de fieles que se reconozca a sí misma como católica y evaluar si merece su beneplácito, para evitar que se caiga en los diversos abusos que se dieron incluso en el Movimiento de Vida Cristiana. Y afortunadamente no es Bermúdez quien tiene la última palabra al respecto ni sobre lo que es auténtica vida cristiana.

Con su supresión, el Movimiento de Vida Cristiana ha perdido poder en las estructuras de la Iglesia católica, pero donde haya grupos atomizados del MVC que ya no ostenten ese nombre sino otro y que sigan aplicando el mismo sistema de disciplina y la misma “espiritualidad”, habrá que seguir denunciando sus excesos, advirtiendo de sus peligros, aun cuando el obispo —que también los hay— les haya dado patente de corso. Estoy de acuerdo con Bermúdez en que la vida sigue, pero esta vida tiene que ser distinta a como era antes para que la misma historia no se repita.

Finalmente, Bermúdez —aunque expulsado del ahora inexistente Sodalicio— confiesa que sigue convencido de su llamado a la vida consagrada. Esto más puede ser un indicio de que aún no ha procesado el duelo por la desaparición del Sodalicio, y sigue en etapa de negación. Y no le queda más remedio que soñar en quimeras, o imaginarse lo que no puede ser. Pues si el llamado de Bermúdez se dio en una institución que nunca tuvo carisma del Espíritu Santo, y cuyo fundador Figari —un abusador en toda línea— jugó un papel importante e irreemplazable en ese llamado dentro de su historia personal, entonces no hubo llamado sino engaño. Y Bermúdez prefiere seguir creyendo en esa farsa antes que aceptar la realidad y buscar un derrotero más conforme con la prédica del Jesús de los Evangelios.

Es verdad que Dios puede inspirar a una persona a vivir los consejos evangélicos o a seguir un camino de entrega radical incluso en contextos no formales. Por ejemplo, alguien podría sentirse llamado a una vida de oración y servicio, pero para que esto se considere vida consagrada en sentido canónico, debe integrarse en una estructura aprobada por la Iglesia. En ausencia de un carisma reconocido, el llamado no podría interpretarse como vida consagrada propiamente dicha.

Aparentemente, Alejandro Bermúdez todavía no ha terminado su proceso de adaptación a la pérdida significativa que han significado su expulsión del Sodalicio y la disolución de la institución, y sigue levantando defensas emocionales que perpetúan el conflicto interno, con predominancia de emociones negativas. Mientras no resuelva ese conflicto, seguirá buscando un chivo expiatorio en Mons. Jordi Bertomeu y lanzando mierda con ventilador sobre las sabias decisiones que ha tomado la Iglesia respecto al Sodalicio y las demás fundaciones de Luis Fernando Figari.

[EL DEDO EN LA LLAGA] No. No me refiero al congresista peruano Fernando Rospigliosi, quien militó en su juventud en el partido marxista Vanguardia Revolucionaria y ahora forma parte de la derecha autoritaria, mercantilista y antidemocrática representada por el partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori. Me refiero al abogado alemán Horst Mahler, quien ha fallecido recientemente, el 27 de julio, a la edad de 89 años.

La primera vez que supe de él fue cuando leí su nombre en la extraordinaria investigación periodística plasmada en el libro “El complejo Baader-Meinhof” (“Der Baader-Meinhof-Komplex”) del periodista Stefan Aust, publicado por primera vez en 1985. Allí se narra al detalle la historia de la Fracción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion, RAF), el grupo terrorista de izquierda que mantuvo en vilo a la sociedad alemana allá en la década de los setenta.

Al haber planeado la liberación violenta de Andreas Baader, quien purgaba prisión por ser responsable de haber iniciado incendios en dos tiendas de departamentos de Frankfurt, Horst Mahler es considerado junto con el mismo Baader, además de la periodista Ulrike Meinhof y Gudrun Esslin, pareja de Baader —quienes también participaron del plan efectuado el 14 de mayo de 1970—, uno de los iniciadores del grupo terrorista.

Ya el año anterior, el 1° de mayo de 1969, Mahler había fundado, junto con los abogados Klaus Eschen, Hans-Christian Ströbele y Ulrich K. Preuss, el Colectivo Socialista de Abogados (Sozialistische Anwaltskollektiv), un bufete gestionado colectivamente en Berlín Occidental, que defendió principalmente a estudiantes del movimiento del 68 de acusaciones penales y se hizo especialmente conocido en la opinión pública por la defensa de varios miembros de la Fracción del Ejército Rojo en el proceso de Stammheim (Stuttgart, mayo de 1975 a abril de 1977).

Pero Mahler no participaría de ese proceso ni como acusado ni como abogado defensor. Tras la liberación de Andreas Baader, huyó con más de 20 miembros de la RAF a Jordania para entrenarse allí en la “lucha armada”. De regreso en Alemania, tras participar en tres asaltos a bancos, fue arrestado en septiembre de 1970 y posteriormente condenado a 14 años de prisión. En 1974 decidió unirse a un insignificante partido maoísta y fue expulsado de la RAF. Asimismo, renunciaría al terrorismo como vía política. Con la ayuda de su entonces abogado, el ulterior canciller federal Gerhard Schröder, fue liberado anticipadamente en 1980 tras cumplir dos tercios de su condena. Su oficial de libertad condicional fue el teólogo evangélico Helmut Gollwitzer.

En 1987, el Tribunal Federal Supremo le permitió a Mahler recuperar su licencia como abogado. Nuevamente fue representado por Gerhard Schröder. El abogado exterrorista de izquierda, ¿se había finalmente rehabilitado? Aparentemente. Sin embargo, otro cambio se iba a operar en la vida del protagonista de esta historia.

Aproximadamente a partir 1997, Mahler comenzó a hacer pública su inclinación hacia el extremismo de derecha y a moverse en ese entorno. El 12 de agosto de 2000, se unió al Partido Nacionaldemócrata de Alemania (Nationaldemokratische Partei Deutschlands, NPD), una agrupación política de orientación neonazi, fascista y antisemita. En su comunicado de prensa al respecto, afirmó que consideraba la constitución alemana (Grundgesetz) como un «texto provisional para el período de transición hasta la restauración de la capacidad de actuar del Reich alemán». Entre 2001 y 2003, Mahler representó al NPD ante el Tribunal Constitucional Federal, cuando el gobierno federal intentó lograr su prohibición. Sus comunicaciones escritas al tribunal consistían en gran parte en pasajes de textos ideológicos de diversas procedencias. En 2003, tras el fracaso del procedimiento de prohibición, Mahler abandonó nuevamente el NPD, argumentando: «El NPD es un partido orientado al parlamentarismo, por lo tanto, anticuado y, al igual que el propio sistema parlamentario, condenado al colapso». Confirmaba así sus convicciones antidemocráticas.

En noviembre de 2003, Mahler fundó una asociación para la rehabilitación de los perseguidos por negar el Holocausto, a la que, además de él mismo, pertenecían varios conocidos negacionistas del Holocausto judío. La asociación fue prohibida en 2008 por ser contraria a la constitución.

Desde su liberación de prisión, Mahler defendió una y otra vez posiciones antisemitas. La base era una interpretación antisemita del idealismo hegeliano, en la que veía el germanismo y el judaísmo como opuestos dialécticamente. De la superación de esta oposición esperaba la constitución del “espíritu objetivo”, de acuerdo a la filosofía de Hegel.

Desde febrero de 2004, como cofundador del extremista Deutsches Kolleg junto con Reinhold Oberlercher y Uwe Meenen, enfrentó un juicio en el Tribunal Regional de Berlín por incitación al odio. El motivo fue un panfleto titulado “Proclamación del levantamiento de los decentes”, publicado en internet el 15 de octubre de 2000, poco después del llamamiento de Gerhard Schröder al «levantamiento de los decentes». En este texto se exigía, entre otras cosas, la prohibición de las comunidades judías en Alemania y la expulsión de todos los solicitantes de asilo y de «todos los extranjeros que se hayan quedado sin empleo». Además, se acusó a Mahler de haber permitido, en septiembre de 2002, la distribución a periodistas en la sede del NPD en Berlín-Köpenick de un documento en el que el odio contra los judíos se describía como «una señal infalible de un sistema inmunológico espiritual intacto». Según Mahler, los judíos «trabajan conscientemente en la descomposición de los espíritus nacionales y aspiran al dominio sobre los pueblos». Por ello, afirmaba, «incluso los Protocolos de los Sabios de Sion, aunque sean una falsificación, son testimonio auténtico del espíritu judío».

Debido a diversos delitos y actividades inconstitucionales —algunos de ellos ya descritos anteriormente—, incluyendo negación del Holocausto, amenazas de muerte y violencia, declaraciones antisemitas y neonazis, y el uso de símbolos de organizaciones contrarias a la constitución, Mahler fue condenado al pago de multas y a penas de prisión. Con una interrupción de dos años, estuvo encarcelado desde 2006 hasta 2020. Además, una prohibición provisional en 2004 para ejercer la profesión de abogado fue confirmada en 2009 con la revocación definitiva de su licencia de abogado.

Poco antes de su liberación de prisión en 2020, Mahler manifestó que existía una «dominación extranjera judía sobre el pueblo alemán». Los «alemanes con voluntad de ser alemanes» serían, según él, «presa fácil en el ámbito del poder judío».

Hay algunas constantes en la trayectoria de Horst Mahler, donde parece cumplirse aquello de que «los extremos se tocan». Sea de izquierda o derecha, siempre tuvo una posición antidemocrática, alimentada por un fanatismo extremista y un odio hacia determinados sectores de la población, que debían ser expulsados —si no suprimidos— de la sociedad. Y, por supuesto, un desprecio hacia los derechos humanos de esos grupos poblacionales.

Lo cierto es que su trayectoria de vida, desarrollada en otro contexto que el peruano, nos ilumina y nos ayuda a entender la metamorfosis cucarachenta de Fernando Rospigliosi, quien pasó de ser un militante de izquierda recalcitrante a un fujimorista derechista de línea dura, que se zurra en los derechos humanos de las víctimas de la violencia y defiende los derechos de los victimarios —entiéndase, derecho a que sus crímenes queden sin castigo— a través de leyes de impunidad y amnistía. Y eso sólo se explica, al igual que en el caso de Horst Mahler, por una posición antidemocrática, un fanatismo extremista y una defecación habitual, carente de principios e ideas, sobre los derechos a la justicia y a la reparación de los más vulnerables y afectados. Y sobre el derecho a una vida digna según valores democráticos, valores en los cuales Rospigliosi parece nunca haber creído realmente.

[EL DEDO EN LA LLAGA]  En la historia del cine suele siempre aparecer una que otra película de carácter controvertido, que termina incomodando a sectores del status quo y que, por lo tanto, se ve amenazada por la censura, de manera abierta o soterradamente bajo pretexto de defender ciertos valores burgueses que la obra de marras cuestiona. Éste es el caso del film “o.k.” del cineasta bávaro Michael Verhoeven (1938-2024), que generó un escándalo durante el Festival Internacional de Cine de Berlín de 1970—conocido popularmente como la Berlinale—, llevando a su cancelación ese año.

La película, basada sobre un incidente real de la Guerra de Vietnam donde cuatro soldados estadounidenses violaron y asesinaron a una joven vietnamita, tiene una curiosa puesta en escena de corte experimental. Después de que los seis protagonistas alemanes —encarnando a los cinco soldados de la tropa y a la chica violada— se presentan personalmente, indicando quiénes son y a qué personaje representan, señalan que Vietnam está demasiado lejos y, por lo tanto, la historia se desarrollará en el escenario del bosque bávaro. Aun manteniendo los nombres ingleses originales de los participantes de la historia original y la ficción de que se hallan en Vietnam, los actores se comunicarán en dialecto bávaro. Lo que podría generar la sensación de hallarnos ante un recurso ridículo para contar una historia sobre soldados norteamericanos, termina dándole un carácter más universal al incidente contado: lo que vemos podría ocurrir en cualquier parte del mundo. Y si en muchos filmes hollywoodenses vemos a actores estadounidenses encarnando a soldados alemanes hablando en inglés, ¿por que no sería también legítimo un film donde actores alemanes encarnen a soldados estadounidenses hablando en alemán? De hecho, la película funciona y logra impactar por la crudeza de sus escenas, acentuada por la atmósfera documental que transmite la fotografía en blanco y negro.

“o.k.” de Verhoeven fue la entrada oficial de Alemania en la Berlinale. El jurado, presidido por el director estadounidense George Stevens. decidió tras la proyección inicial del film, por 7 votos a favor y 2 en contra, devolver la película al comité de selección y exigir una nueva evaluación para determinar si era apta para entrar en competencia. Se argumentó que era dudoso que la película promoviera el entendimiento entre los pueblos, como establecía una directriz de la FIAPF (Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos). El yugoslavo Dušan Makavejev, miembro del jurado, no estuvo de acuerdo con este proceder ni con la presión ejercida por Stevens sobre otros miembros y se opuso a lo que consideró un acto de censura. Se desató un debate público, instigado por el director Michael Verhoeven y su productor Rob Houwer, hubo protestas y y el cine Zoo-Palast, donde se celebraba el estreno, fue ocupado. Verhoeven defendió su película afirmando durante una conferencia de prensa: «No he hecho una película antiamericana. Si yo fuera estadounidense, incluso diría que mi película es pro-estadounidense. La mayor parte del pueblo estadounidense hoy está en contra de la guerra de Vietnam». Otros cineastas protestaron, algunos retiraron sus películas y, finalmente, el jurado claudicó. La Berlinale tuvo que ser cancelada —hasta ahora, la única vez en su historia—, las proyecciones se suspendieron salvo algunas excepciones y no se otorgaron premios. Al año siguiente, la Berlinale de 1971 sería organizada bajo nuevos criterios.

Tras este controvertido estreno y su limitada distribución posterior, la película estuvo prácticamente inaccesible durante décadas. La primera edición en DVD de “o.k.” de Michael Verhoeven fue lanzada en marzo de 2021 como parte de la colección Edition Filmmuseum. Esta edición fue considerada una “pequeña sensación cinematográfica” por las razones ya expuestas.

Por su interés y actualidad, reproduzco aquí una parte del guion del film. El soldado Eriksson, el quinto hombre de la unidad de tropa, quien se niega a participar de la violación y asesinato de la joven vietnamita, huye para denunciar los hechos ante las autoridades, entablándose el siguiente diálogo:

Capitán Vorst: ¿Ha pensado bien lo que está diciendo?

Soldado Eriksson: Sí.

Capitán Vorst: ¿Por qué está tan empeñado en presentar una acusación?

Soldado Eriksson: Yo le he informado de esto, y usted tiene que reportarlo a las autoridades.

Capitán Vorst: No tengo que hacer nada, amigo. ¡Que le quede claro, ¿eh?! Lo entiendo, usted es un joven despierto, y no le gusta que ocurran este tipo de atrocidades. Eso está bien. Pero está olvidando algo: Nosotros defendemos la libertad de este país y de todo el mundo libre y democrático, y sus derechos humanos. Y por esa defensa hacemos los mayores sacrificios. Piénselo un momento, los innumerables sufrimientos de los soldados estadounidenses por el pueblo vietnamita. Entonces se dará cuenta por sí mismo, ¿no es cierto?, de que una historia como ésta, por triste que sea en este caso particular, no debe ser magnificada.

Soldado Eriksson: Los llevaré a todos ante un tribunal militar.

Capitán Vorst: ¿Y qué gana con eso, hombre? Bien, que los lleven ante un tribunal militar y los condenen. Pero es probable que los liberen en muy poco tiempo. Y ahora le pregunto:
¿Cómo voy a protegerlo a usted entonces? ¿Cómo voy a protegerlo, Eriksson, de la venganza de esos hombres? ¿No tiene una respuesta para eso? Reilly, el sargento Meserve es de su unidad. ¿Qué clase de hombre es?

Teniente Reilly: Señor, me gustaría decirle algo al joven. Yo también tuve un problema como el suyo, Eriksson. Fue en Virginia, en casa. Pero lo dejé pasar, porque el sistema es así. Y entonces habría que cambiar el sistema. Y en la guerra hay mucho más sistema.

Capitán Vorst: ¡Reilly! Le pregunté por el sargento Meserve.

Teniente Reilly: Señor, el carácter y el valor del sargento Meserve están entre los mejores que conozco. Es uno de los mejores combatientes que he visto, un soldado de primera, que nunca comete un error, cumple cada orden sin rechistar. Se alistó voluntariamente al ejército y a Vietnam. Como soldado, si me lo pregunta: sobresaliente.

[…]

Capitán Vorst: Ahí lo tiene. Es un tipo excelente, ese sargento.

Soldado Eriksson: Es un cerdo asqueroso.

Capitán Vorst: Cállese, muchacho estúpido.

Soldado Eriksson: Puedo decir lo que pienso.

Capitán Vorst: ¡Puede una mierda! ¡Es usted un soldado! […] Tal vez haya una justicia superior, que Meserve y los demás, con su culpa, su culpa indudable, nadie podrá quitársela. Ellos tendrán que cargar con eso.

Soldado Eriksson: Qué aire tan denso hay aquí…

Capitán Vorst: Eriksson, usted representa a la nación estadounidense. Todo lo que hace, lo hace en nombre del pueblo estadounidense. Así son las cosas. No estamos aquí por gusto. Tenemos una misión, una muy difícil. ¿Qué quiere entonces? Con una denuncia como esa, daña la causa de la paz, la campaña estadounidense por la paz y la libertad del mundo occidental.

Soldado Eriksson: ¿No se puede hacer nada?

Capitán Vorst: ¡Compórtese ahora! Puede estar agradecido de que no le inicie un proceso
por separarse de su tropa. Bien, tenía que desahogar su corazón. Y con eso basta. Esto queda entre nosotros y aquí termina. Tendrá que mostrar un poco de magnanimidad con sus camaradas. Eso también forma parte de ser soldado. Yo me encargaré de hablar con ellos.

Soldado Eriksson: Me siento mal.

Capitán Vorst: Teniente Reilly, lleve a Eriksson de vuelta con su unidad. Y piense en una cosa más. Este asesinato no ocurrió en los Estados Unidos, sino fuera de la civilización. Es decir, en el campo de batalla.

Hasta aquí el diálogo.

Que los soldados también cometen crímenes en tiempos de guerra, y que los ejércitos buscan encubrir esos crímenes so pretexto de honor y gloria, de las causas que están defendiendo o de los enemigos que combaten, ya lo tenía claro Michael Verhoeven. Y también sabía de los problemas que ocasiona expresar eso en público. Algo similar ocurriría décadas después cuando en el año 2006 estrenara su documental “El soldado desconocido” (“Der unbekannte Soldat”), que daba cuenta de los crímenes cometidos por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, partiendo de una exposición de fotos provenientes en su mayoría de personas privadas, realizada en 1997 en Múnich. Esas fotos documentaban matanzas de civiles y población judía realizada no por miembros de las SS, sino por soldados comunes y corrientes, algunos de los cuales aparecían incluso sonriendo al lado de muertos ejecutados. Esto destruía la imagen que muchos alemanes tenían de sus padres y abuelos, a los cuales consideraban meros combatientes sin militancia política que habían cumplido órdenes y que no se habían visto envueltos en atroces crímenes de guerra. Verhoeven amplía la información de las fotos con entrevistas y declaraciones de académicos, historiadores y testigos. A destacar lo dicho por un académico, que señala que el honor es siempre personal, y que quien hace depender su honor de la institución a la que pertenece, tendrá que cargar con las consecuencias de lo que ello implica. En otras palabras, la institución nunca es pasible de ser ella misma la portadora del honor.

Todas estas reflexiones son aplicables a lo que hicieron las fuerzas armadas peruanas durante su lucha contra el terrorismo en las décadas de los ochenta y noventa. También se cometieron crímenes que deben ser juzgados y que, por definición, no prescriben, pues se trata de graves violaciones de los derechos humanos. Y tanto hoy como ayer, en contextos diferentes, también hay quienes pretenden encubrir esos crímenes aduciendo como justificación la causa por la que lucharon los combatientes: la victoria sobre el terrorismo, sin tener en consideración que no hay causa ni ideal que puedan jamás justificar los asesinatos, las torturas ni las violaciones sexuales en perjuicio de la población civil ni de personas indefensas, sean quienes sean.

[EL DEDO EN LA LLAGA] El 31 de diciembre de 2013 el diario berlinés independiente taz (Die Tageszeitung), de orientación progresista y alternativa, publicó una extensa semblanza de Jenny de la Torre, médica peruana dedicada a la atención de personas sin hogar en la capital alemana, fallecida recientemente el 10 de junio de 2025 tras una grave enfermedad. Debido a que ningún medio peruano se ha dignado informar sobre esta ejemplar mujer, quien, por su labor social, deja mejor parado el nombre del Perú que cualquier autoridad política actual de nuestro náufrago país, solicité a la redacción de taz permiso para traducir al español este artículo, el cual me fue concedido por escrito este martes 1° de julio.

El artículo incluye lo que podría considerarse como una hoja de vida de la médica peruana, que reproduzco a continuación:

La Dra. Jenny de la Torre Castro fue médica de personas sin hogar e iniciadora del Centro de Salud para Personas sin Hogar en Berlín. Nacida en 1954 en Nazca (Perú), su trayectoria es la siguiente:

1960: Ingreso al Colegio Antonia Moreno de Cáceres en Puquio (Perú).

1972: Finalización de la educación secundaria.

1973: Inicio de estudios de Medicina en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica (Perú).

1976: Elegida para estudios en el extranjero en la RDA (República Democrática Alemana).

1977-1982: Estudios de Medicina en la Universidad Karl Marx de Leipzig, con examen final en 1982.

1983-1990: Trabajo en la Charité, hospital universitario de Berlín, en el departamento de cirugía pediátrica.

1986: Nacimiento de su hijo.

1989: Formación como especialista en cirugía pediátrica en la Charité, Berlín.

1990: Doctorado en Medicina (Dr. med.) con la calificación summa cum laude. Ese mismo año, trabaja como médica invitada en el Hospital Estatal de Salzburgo (Austria).

Sus intentos para regresar al Perú para trabajar como médica de personas necesitadas fracasaron ante los obstáculos burocráticos, lo que la llevó a establecerse definitivamente en Alemania.

1991: Asesoramiento en el marco del programa “Mujeres embarazadas y madres en situación de necesidad” en Berlín.

1994-2003: Médica de personas sin hogar en Berlín, en la estación de tren Ostbahnhof.

1998: Encargo docente como profesora invitada en el Instituto de Medicina Social, Epidemiología y Economía de la Salud (especialidad Medicina Social) en la Charité, Berlín.

 

Recibió varios premios y reconocimientos por su labor con personas sin hogar, entre ellos:

1997: Cruz Federal del Mérito de Alemania.

1997: Ciudadanía honoraria de su ciudad natal, Nazca, Perú.

2002: Premio Goldene Henne (Gallina Dorada), el mayor premio del público y de medios de comunicación de Alemania, que reconoce tanto a figuras públicas populares (elegidas por el voto del público) como a personas con méritos excepcionales en áreas sociales o políticas (seleccionadas por un jurado). Con el dinero del premio la médica peruana inició en 2002 la Fundación Jenny de la Torre para la atención médica de personas sin hogar.

2011: Premio Charity Award.

2013: Medalla Louise Schroeder, distinción otorgada anualmente por el Parlamento de Berlín desde 1998 a personas o instituciones que han destacado por su compromiso con la democracia, la paz, la justicia social y la igualdad de género.

En 2003, renunció en acto de protesta por la reducción de sus horas de trabajo en el consultorio para personas sin hogar en Ostbahnhof y comenzó a planificar la creación de un centro de salud independiente. En 2004 encontró un edificio apropiado y empezó la implementación y desarrollo del Centro de Salud para Personas sin Hogar. En 2008, su fundación adquirió el edificio, asegurando la sostenibilidad del centro a largo plazo.

* * *

La doctora de los pobres

De visita donde Jenny de la Torre Castro en Berlín Centro. La médica ha creado allí un centro de salud para personas sin hogar.

31/12/2013
por Gabriele Goettle (traducción al español por Martin Scheuch)

OFW es la abreviatura administrativa en alemán para “ohne festen Wohnsitz” (“sin domicilio fijo”). No se puede determinar con exactitud el número de personas afectadas, pero se halla en constante aumento, y no existe una estadística oficial sobre personas sin hogar. Para 2013, se estimaba que en toda Alemania había aproximadamente 300,000 personas sin hogar o sin vivienda fija. En Berlín, se calcula que hay unas 10,000 personas en esta situación, muchas de las cuales viven en la calle en condiciones de extrema pobreza, incluyendo un número creciente de migrantes de Europa del Este en situación de precariedad.

En Berlín, durante la temporada fría, solo hay disponibles unas 500 plazas de alojamiento de emergencia financiadas por la ciudad. Estos refugios nocturnos para hombres y mujeres ofrecen, por lo general, un lugar para dormir en el suelo, sobre colchonetas dispuestas una junto a la otra. Estos lugares suelen estar abarrotados.

Quienes no aguantan dormir en estos albergues masificados o no logran encontrar un lugar para pasar la noche, sólo tienen como opción los minibuses de ayuda contra el frío de organizaciones benéficas, desde los cuales los trabajadores sociales distribuyen sacos de dormir, mantas, té caliente y sopa a las personas sin hogar en la calle durante la noche. El riesgo de desarrollar enfermedades crónicas debido al estrés constante en la lucha diaria por la supervivencia, sufrir congelaciones o algo peor es alto. Cada invierno, personas sin hogar mueren de frío en las ciudades alemanas, algo que ya se ha normalizado.

En la Pflugstrasse, en Berlin Centro, una pequeña calle paralela a la Chausseestrasse, se encuentra un hermoso edificio de ladrillo de tres pisos, con un patio, árboles antiguos y un jardín en la parte trasera del terreno. En este edificio, que data de 1890 y originalmente fue una escuela, se encuentra ahora el centro de salud para personas sin hogar gestionado de forma privada por Jenny de la Torre. Este centro ofrece atención médica gratuita de lunes a viernes de 8 a 15 horas a las personas sin hogar o sin vivienda fija, además de una amplia ayuda interdisciplinaria.

“No debe parecer frío”

Jenny de la Torre no es una rica heredera ni una médica a sueldo de personas necesitadas. Se lanzó a la incierta aventura de llevar a cabo su proyecto de forma independiente, con la ayuda de donaciones y colaboradores comprometidos. Lo ha hecho con éxito durante siete años. Ahora cuenta con más de 20 años de experiencia como médica de personas necesitadas, y su trabajo con personas sin hogar ha establecido estándares en Alemania.

Hace nueve años, Elisabeth Kmölniger y yo ya estuvimos aquí, también a las 8 de la mañana. En aquel entonces, todo estaba aún en fase de renovación.

La Dra. de la Torre nos recibe con un firme apretón de manos, fresca y animada, vestida con una bata blanca, con los ojos brillando de entusiasmo. Nos muestra rápidamente el edificio, abre las puertas de las salas de tratamiento y de estar, aún vacías, y se alegra por nuestros elogios a los muebles y los suaves colores de las paredes. «Los muebles nos los donó el Hotel Marriott, y los colores de las paredes los elegí yo misma; no quería que nada pareciera frío aquí», dice nuestra anfitriona mientras nos conduce a su consulta. Queremos saber cómo ha evolucionado el Centro de Salud desde su apertura en 2006.

Mantener la independencia

«Al principio, obtuvimos el edificio con un contrato de uso por 10 años. Lo renovamos completamente con fondos de donaciones y de la fundación, y después de cuatro años, la Fundación de la Torre pudo adquirir el edificio de forma inesperada, lo que fue un golpe de suerte. Comprar el edificio fue una decisión acertada, porque ahora muchas personas se benefician de ello: no sólo las personas sin hogar, sino también los empleados contratados de forma permanente y nuestros colegas voluntarios que quieren hacer algo significativo aquí.

Somos independientes, ya no tenemos que temer que nos desalojen, que nos recorten los fondos, que reduzcan las horas de trabajo o que eliminen puestos. ¡Todo eso lo he dejado atrás! Lo hemos pagado todo con nuestros propios recursos y donaciones, porque no queríamos endeudarnos. ¡Jamás! Ni siquiera en mi vida personal; para mí, las deudas son algo inaceptable.

Hoy tenemos ocho empleados fijos, incluyéndome a mí». Sonríe. «Estoy contratada como todos los demás. Sin embargo, los otros médicos trabajan de forma voluntaria. Además de la consulta médica, tenemos una clínica dental, porque hay enormes problemas dentales; también contamos con una oftalmóloga, ya que la vista es muy importante, porque sin gafas algunas personas ya no pueden leer. Además, tenemos dermatólogos, ortopedas, una psicóloga, una trabajadora social, cuatro abogados —dos vienen regularmente— y también está la señora Winter, la peluquera, que viene una vez por semana, y dos jardineros que también trabajan de forma voluntaria.

Intentamos ofrecer a nuestros visitantes tanto como sea posible. Por supuesto, también tenemos un comedor social. No cocinamos nosotros mismos; la comida nos la entrega Kiez-Küche, una cocina cercana, y nosotros solo la distribuimos. Una vez por semana, la Tafel (Banco de Alimentos) trae yogures, queso fresco y frutas frescas, que se preparan cuidadosamente en nuestra cocina. Tenemos un cocinero excelente. Podemos ofrecer mucho: hay diarios, libros y la posibilidad de escuchar música».

Las mujeres necesitan tampones

«Lo que no tenemos es una lavadora de uso compartido, porque la ropa que se sacan aquí realmente no se puede lavar, sólo se puede desechar. Lavarla y desinfectarla costaría tanto tiempo y personal que simplemente no es viable. Tenemos un ropero muy bien surtido, donde cualquier persona puede obtener sin problemas ropa limpia, zapatos, todo. Para las mujeres también hay tampones y compresas; las mujeres necesitan esas cosas.

Con las instalaciones de higiene, la situación es la siguiente: tenemos duchas para hombres y mujeres, pero están destinadas principalmente a los pacientes, es decir, a los que están enfermos. El problema es que, si vienen 30 o incluso 50 personas y todas quieren ducharse, técnicamente no es posible. Cada uno necesita aproximadamente una hora para desvestirse, ducharse y vestirse. Con algunos, incluso hay que tocar la puerta varias veces; lo entiendo, quieren disfrutar del agua caliente el mayor tiempo posible, pero a menudo hay mucha gente esperando y se arma un poco de alboroto afuera. Además, después de cada uso, las duchas deben desinfectarse cuidadosamente para que la siguiente persona no contraiga hongos en los pies o algo peor. El agente desinfectante debe dejarse actuar durante 10 minutos. Por eso, lo organizamos así: si no hay pacientes y no hay demasiadas personas, los demás también pueden ducharse. Si hay pacientes, no.

Esto es un centro de salud. El enfoque principal está puesto en la ayuda a los enfermos. Pero, por supuesto, también abordamos otros problemas, porque estos también deben tenerse en cuenta. Y no se trata solo de enfermedades físicas con las que llegan los pacientes, sino también de problemas psicológicos. Tienen adicciones. Algunos están bastante enfermos mentalmente. También tienen problemas legales, muchos tienen deudas, problemas sociales, conflictos con la policía, con las autoridades de orden público, conflictos con la familia o incluso han perdido todo contacto con ella. A eso me refiero con “enfermedades sociales”; sufren de una enfermedad social.

Si no se tiene esto en cuenta, si no se percibe a la persona en su totalidad, difícilmente se le puede ayudar. Puedo curar sus heridas una y otra vez, tratar las enfermedades que trae de la calle, pero el objetivo principal de nuestro trabajo aquí es la reintegración. ¡Quiero que estas personas dejen la calle! Y para eso se necesita todo: atención médica, higiene, ropa, comida, asesoramiento social y jurídico».

Nadie tiene seguro

«Muchos no tienen ningún tipo de documento. Un documento de identidad es lo primero. Pero sin fotos no hay documento, sin documento no hay ayuda social (Hartz IV) ni nada. Aquí en el centro tenemos la posibilidad de tomar fotos para documentos; un antiguo fotógrafo lo hace de forma voluntaria. También hay lugares donde las personas sin hogar pueden registrarse de forma provisional con la policía. Una vez superada esa barrera, se ha dado un paso importante. ¡De eso se trata!

Decidí hacer este trabajo porque no se puede esperar a que algo se resuelva por sí solo. Las personas están aquí y necesitan esta ayuda, ¡la necesitan ahora! En invierno, la situación se vuelve especialmente dura para las personas sin hogar. Muchos se enferman, andan con fiebre, duermen en la calle con frío, cuando en realidad deberían estar en una cama para recuperarse. Nadie tiene seguro médico. A veces, las autoridades nos envían directamente a las personas, por ejemplo, cuando alguien ha solicitado una ayuda por desempleo, pero el proceso de aprobación tarda de 5 a 6 semanas, y durante ese tiempo no tienen seguro médico.

Por supuesto, también nos ocupamos de ellos, pero en realidad no veo eso como mi tarea principal. Si me pusiera a quejarme, gastaría demasiada energía sólo en eso. Prefiero concentrarme en mis pacientes, en la persona que tengo delante de mí. Intento transmitirle un poco de optimismo, porque si me limitara a quejarme por todo lo que funciona mal afuera, eso no los animaría. Al contrario, podrían encerrarse aún más en sí mismos.

Aquí vienen personas con problemas de salud y muchos otros problemas que alguien que no los ha vivido no puede imaginar del todo. Cuando un paciente llega por primera vez, se le atiende de manera normal. Por ejemplo, llega un señor Müller y dice: “Solo quiero ir al ropero y conseguir algo de comida; me quedé sin hogar hace unas semanas, no sé qué hacer, me robaron el documento de identidad, no tengo seguro médico y me siento mal, me duele aquí y allá”».

Recolectar botellas

«Con el señor Müller tenemos que empezar desde el principio: preguntarle cuándo fue la última vez que visitó a un médico, cuándo y por qué se quedó sin hogar, dónde duerme (en casa de conocidos, en la calle o en albergues para personas sin hogar), de qué vive (recolectando botellas, mendigando, comedores sociales), qué trabajo tenía antes (algunos tienen derecho a la ayuda social Hartz IV, pero nunca la han solicitado), qué formación tiene, si está o estuvo casado, si tiene hijos. Cuando tengo una idea general de esta persona, podemos hacer un plan para ayudarla también socialmente.

Pero si el señor Müller no quiere contar su historia y prefiere permanecer en el anonimato, puede hacerlo, por supuesto. Sin embargo, debe inventarse un nombre para mis registros, porque tengo que documentar mi trabajo médico, cosas como: “Recibió penicilina”, etc. Hubo una mujer que se llamó a sí misma “Arco Iris”, otra quiso llamarse “Gorra”. Yo digo, está bien, lo importante es que lo recuerden la próxima vez que vengan».

Tiempo y paciencia

«La mayoría de las personas proporcionan información sobre sí mismas. Si me entero de que alguien lleva poco tiempo sin hogar, puedo ayudarlo de manera muy diferente a alguien que ha estado viviendo en la calle durante 15 años. Una persona que lleva tanto tiempo sin hogar necesita mucho tiempo y paciencia; apenas es capaz de lidiar con las autoridades. Se han resignado a vivir en la calle y están ocupados con eso las 24 horas del día. La anamnesis social es importante para mí, porque solo así sé qué necesita alguien además de la atención médica.

En la anamnesis médica, las preguntas más importantes son sobre hepatitis, VIH, tuberculosis, sífilis, ya que todas estas son enfermedades de declaración obligatoria.

Algunos pacientes son adictos a las drogas. Realizo un examen básico: diabetes, hipertensión, niveles de oxígeno, y les pido que me describan sus síntomas. Todo lo que puedo hacer por ellos de forma ambulatoria, lo hago. Para radiografías y similares, los envío al servicio de salud pública. A menudo también hay problemas dentales, entonces los derivo a nuestra clínica dental. Muchos tienen dificultades de visión, y pueden acudir a nuestra oftalmóloga, quien también tiene una colección de gafas donadas. También ofrecemos otros servicios: si hay problemas con la justicia, contamos con abogados; algunos han robado una botella o alimentos, muchos tienen deudas por viajar sin boleto, y temen terminar en prisión.

Tenemos una trabajadora social que les ayuda; ella puede imprimir de inmediato los formularios —hoy en día casi todos están disponibles en internet—, rellenarlos y llevarlos directamente a las oficinas. Técnicamente, no es un problema. Si alguien tiene mucho miedo de ir solo, ella lo acompaña. Pero no abrumamos a las personas con ayuda de inmediato, ¡por Dios!, también necesitan un momento de calma. Les digo: primero vayan arriba a comer y al ropero si necesitan algo. Mi consulta está abierta todos los días de 8 a 15 horas, y el desayuno se sirve desde las 8:30 hasta las 14:00 horas».

Un año de tiempo

«Me aseguro de que las personas no vengan indefinidamente como personas sin hogar y se vayan igual. Podrían ir a comer a otro lado si ese fuera el caso. No somos un comedor social en ese sentido. Somos, por un lado, un centro de salud, pero también queremos que las personas no se queden estancadas, sino que avancen un poco. Hemos implementado una tarjeta con la que pueden comer durante un mes entero. Después de un mes, hablo con ellos: ¿cómo están?, ¿han ido a las oficinas?, ¿qué ha pasado?, ¿qué problemas hay? Y entonces la trabajadora social les da una nueva tarjeta.

Les damos tiempo. Un año entero. Luego digo: bueno, un momento, ¿realmente necesitan nuestra ayuda todavía? Los he visto durante un año, y cada vez se ven peor. Tengo la impresión de que no podemos ayudarles de verdad. La mayoría reflexiona entonces y hace algo para salir de la calle. Si vemos que alguien puede lograrlo, ejercemos presión y lo ayudamos con todas nuestras fuerzas. Pero si veo que no hay progreso, los dejamos; algunos llevan años viniendo. Algunos tienen enfermedades mentales, y en esos casos ejercer presión sería algo completamente equivocado. Hay que evaluar cada caso individualmente.

En su mayoría, son hombres los que vienen aquí. El año pasado, el 83% eran hombres y el 17% mujeres; en promedio, siempre es alrededor de 80%-20%. ¿Y en cuanto a la edad? Va desde los 15 hasta los 80 años, pero el 90% tiene entre 30 y finales de los 50. Cuando trabajaba en Ostbahnhof, según mis registros, alrededor del 4% eran adictos a las drogas, pero ahora es mucho más. La proporción de personas con problemas de alcohol es, por supuesto, mayor, entre el 60% y el 70%.

La mayoría de los pacientes aquí son ciudadanos alemanes, pero cada vez vienen más personas de Europa del Este, especialmente rumanos y polacos. Algunos llegan completamente borrachos. Muchos no tienen documentos. Si se enferman, deben pagar la atención médica de forma privada, ya que los ciudadanos de la Unión Europea de Europa del Este aún no tienen derecho a atención médica gratuita. Tienen grandes problemas; tampoco pueden acceder a albergues para personas sin hogar, porque eso requiere un comprobante de cobertura de costos, que no obtienen. También han venido gitanos y gitanas que tenían alguna vivienda en Moabit, pero no estaban aseguradas. En esos casos, se trataba de dolores dentales. Pero también vienen personas de otras nacionalidades, desde Grecia hasta África y Nueva Zelanda».

Enfermedades de la pobreza

«La mayoría de los pacientes son de origen alemán y suelen estar en un mal estado general. Nuestros dermatólogos a menudo dicen: “Aquí vemos cosas que no he visto en toda mi carrera profesional: heridas, enfermedades de la piel, sarna, verdadera sarna, parásitos, piojos, ¡todo!” Las personas tienen enfermedades típicas de la pobreza, como la llamada “Schleppe”, una infección bacteriana de la piel con formación de pus y costras, a menudo en todo el cuerpo hasta la cabeza. Primero hay que limpiar completamente, desinfectar y tratar. También hay problemas estomacales, úlceras por el estrés, la mala alimentación, el insomnio, porque no tienen un lugar donde dormir tranquilos. Muchos ya han sido operados.

Hay enfermedades pulmonares: una vez vino alguien con tuberculosis abierta, y lo envié con transporte médico de inmediato al hospital; bronquitis crónica, asma. Y, por supuesto, enfermedades relacionadas con el alcohol: páncreas, cirrosis hepática, ¡claro! Algunos se autolesionan, se cortan con cuchillas, se queman con cigarrillos, chicas jóvenes, pero también chicos. Hay muchas anemias, lesiones por caídas, diabéticos sin tratamiento, úlceras en las piernas y, por supuesto, congelaciones cada invierno, generalmente en los dedos de los pies. Uno perdió la parte delantera del pie por eso. Todas son enfermedades directamente relacionadas con las malas condiciones de vida.

En el área de otorrinolaringología también hay mucho: infecciones de oído, anginas graves, y vienen sólo cuando ya no pueden hablar. Las infecciones oculares son frecuentes. Muchos tienen problemas de vejiga por el frío, incontinencia, diarrea, lo cual es especialmente grave cuando no tienen acceso a un baño ni a agua y ropa limpia. Cuando comencé en el consultorio de Ostbahnhof, vi a tantas personas en estado de abandono como nunca antes en mi vida.

Abandono significa: llega una persona que huele mal desde lejos, no se ha quitado los pantalones en mucho tiempo, los calcetines están pegados a la piel, hay gusanos, llueven piojos de la cabeza y el cuerpo; el personal de enfermería primero debe hacer un afeitado completo, desparasitar y ablandar todo… ¡eso es extremo! Ahora todavía veo algunos casos, pero no tantos. Actualmente hay cuatro consultorios de este tipo en Berlín, y eso tiene un impacto. Todos hemos logrado algo en Berlín, al menos un poco».

Se necesitan donaciones

«¿Qué ha cambiado en los últimos años? Hay muchos que no son personas sin hogar, pero no tienen seguro médico; tal vez fueron independientes, como taxistas, y dejaron de poder pagar los 600 euros de su seguro privado, o incluso la mitad para personas necesitadas. (Según la Oficina Federal de Estadística, hay unas 137,000 personas sin seguro médico, y 150,000 asegurados privados que no pueden pagar sus pólizas y adeudan cuotas. Nota de la autora.) Esto ocurre desde 2009, con la ley de obligatoriedad del seguro. Así que, entre nuestros pacientes, ahora hay un 20% que vive en una vivienda normal, pero no está asegurado. Una mujer me llamó una vez y dijo que ahora duerme en su quiosco porque sólo puede pagar o el alquiler o el seguro. También hay jubilados que no pueden pagar medicamentos adicionales o gafas.

Cada vez vienen más pacientes, y yo digo: ¡Por Dios, qué quieren estas personas aquí! Llevo casi 20 años haciendo esto. Al principio, venían las típicas personas sin hogar a mi consulta, gente pobre de clase baja. Ahora, también vienen personas pobres que antes tenían una mejor situación, personas educadas. Hemos tenido a un doctor en pedagogía, un arquitecto, un anestesista, una enfermera…

¿Qué deseo? Bueno, deseo que sigamos recibiendo donaciones para que esto pueda continuar. Desde 2006 hasta hoy lo hemos logrado. Y, en primer lugar, deseo que podamos sacar a la mayor cantidad de gente posible de la calle. Nuestros pacientes aquí no sueñan con palacios ni nada por el estilo. Anhelan una vida sencilla y normal. No quieren dormir bajo un puente, en un parque o en una casa abandonada, ni compartir una habitación con varias personas donde uno ronca, otro habla dormido o no puede dormir. Quieren una habitación para ellos solos, un pequeño apartamento. Me digo a mí misma: ¡en un país tan rico, tiene que ser posible sacar a la gente de la calle! Creo que este problema es susceptible de ser solucionado.

¿Mi motivación? Verá, crecí en los Andes, en Perú, y cuando tenía 13 años nos mudamos a Ica, en la costa. Allí, por primera vez en mi vida, vi a personas realmente pobres. Quedé impactada. Siempre me interesó mucho este problema, ¡me indignaba! Por eso me hice médica. No estoy aquí para hacer caridad, evangelizar o educar. Quiero ayudar a las personas en su situación de necesidad, tanto médica como mentalmente, y se trata de empoderarlas para que puedan reclamar su derecho, como ciudadanos que siguen siendo.

[EL DEDO EN LA LLAGA]  La peruana Jenny de la Torre Castro, conocida médica de personas sin hogar de Berlín, falleció el 10 de junio de 2025 a los 71 años de edad tras una larga y grave enfermedad, según dio a conocer la Fundación Jenny de la Torre, creada por ella misma en 2002.

De la Torre nació en 1954 en Nazca (Ica) y creció en Puquio (Ayacucho) en condiciones humildes. En 1976 llegó a la República Democrática Alemana (RDA) con una beca, se convirtió en especialista en cirugía infantil y se doctoró en la Charité, un hospital público universitario de Berlín. A partir de 1994, trató gratuitamente a personas sin hogar en la estación de tren Ostbahnhof de Berlín. Por su compromiso, recibió múltiples reconocimientos.

El siguiente artículo es una semblanza, originalmente en alemán, publicada el 18 de marzo de 2014 en Infostelle Peru. Su autora, Hildegard Willer, es una periodista independiente que reside en Lima y escribe para varios medios alemanes.

* * *

Trabajadores sociales, cooperantes al desarrollo y misioneros alemanes van al llamado Tercer Mundo para «ayudar» a los más pobres. Jenny de la Torre ha elegido el camino opuesto. La médica peruana se dedica en Berlín a cuidar de los marginados de la sociedad alemana.

Jenny de la Torre tiene algo en común con la mujer más poderosa del mundo. Ambas casi se pierden el evento histórico más importante que ocurrió frente a sus puertas. Angela Merkel afirma que el 9 de noviembre de 1989 estaba en un sauna, mientras que Jenny de la Torre, quien se hallaba en una piscina de Berlín Este, era la única que en ese momento estaba rindiendo su examen de natación. Tras 13 años en la RDA, un país que producía campeonas mundiales de natación en serie, Jenny de la Torre quería aprender de los mejores y perfeccionar su estilo de natación. Precisamente en ese día cayó el Muro de Berlín; la vida de Jenny De la Torre dio un giro que la llevó hacia los más pobres de la sociedad y, finalmente, a la Pflugstrasse 12 en Berlín Centro.

La casa en la Pflugstrasse 12 es un edificio de ladrillo rojo en una calle que hasta ahora ha escapado al saneamiento. A menos de 100 metros estaba el Muro; esa antigua zona marginal ahora se encuentra en el corazón del vibrante Berlín moderno. Sobre la puerta de madera de doble hoja se lee «Centro de Salud para Personas sin Hogar». Una mujer de apenas 1.60 metros, con un corte de pelo sencillo y redondeado, vestida con pantalones blancos y bata, abre la puerta. La doctora Jenny de la Torre es la directora del Centro de Salud para Personas sin Hogar. Su consulta está decorada de forma sobria y funcional, sin fotos familiares. No hay cruces, retratos de Che Guevara ni símbolos que indiquen una creencia. Solo una gran placa con el juramento de Hipócrates:

«Estableceré prescripciones médicas para el beneficio de los enfermos según mi capacidad y juicio, pero me abstendré de aplicarlas para causar daño o de manera injusta».

Su infancia en los Andes peruanos le mostró a Jenny de la Torre lo importante que puede ser encontrar a un médico a tiempo.

Puquio

Era difícil hallar un médico en Puquio. Hace 50 años sólo se podía acceder a este pueblo en las altitudes de los Andes peruanos tras varios días de viaje por un camino accidentado. Jenny de la Torre tenía 6 años cuando su madre enfermó gravemente, y la familia hizo venir al único médico del distrito desde lejos. De repente alguien llamó a la puerta y un muchacho de 13 años, con el rostro empapado en lágrimas, irrumpió. «El médico debe venir a ver a mi padre, está enfermo, ¡rápido!», suplicaba el muchacho. La pequeña Jenny explicó que el médico estaba atendiendo a su madre y no podía ir inmediatamente con el padre del otro niño. «Me sentí tan mal cuando los dos niños discutíamos por el médico», recuerda 50 años después este episodio, que fue una experiencia clave para ella. En ese momento tomó forma una certeza: hay muy pocos médicos en Perú para la población pobre. Y decidió que quería ser médica para ayudar a paliar esa carencia.

En el segundo piso

En el segundo piso del centro de salud, el olor estéril del hospital se mezcla con el aroma de comida caliente y el de ropa sucia sobre pieles sin lavar. Es invierno en Berlín, las calles están mojadas o heladas, y las temperaturas rara vez superan los cero grados. Sobrevivir en la calle en invierno es brutal. Las personas sin hogar que llegan a la Pflugstrasse 12 para comer algo o calentarse no se han lavado en días. Jürgen G. siempre lleva su bolsa deportiva con todas sus pertenencias y busca un lugar donde dormir. A su lado, un hombre con cabello gris desaliñado, barba larga y rostro enrojecido por el frío o el alcohol podría tener 50 o 70 años. Es mucho más alto que la doctora, como él la llama. Tiene molestias en la rodilla. Jenny de la Torre organiza una consulta para él con un ortopeda, un colega jubilado que, como todos los médicos y psicólogos aquí, trabaja de forma voluntaria. «A nosotros vienen personas de todas las clases sociales, la falta de hogar puede afectar a cualquiera», cuenta Jenny de la Torre. «Incluso en un Estado social como Alemania».

Ostbahnhof

Cuando la doctora Jenny De la Torre comenzó en 1994 a ofrecer consultas médicas para personas sin hogar en la estación de tren Ostbahnhof de Berlín, fue la culminación provisional de una larga odisea. En 1976 llegó a Leipzig como estudiante de medicina. «Por casualidad», dice la doctora. «Una compañera con una beca de la RDA estudiaba en Rostock y en un aula de la Universidad de Ica se leyó una postal suya. Pensé que yo también podría intentarlo». Logró obtener una beca y, tras finalizar sus estudios en los años 80, regresó a Perú. Pero no contaba con la burocracia peruana. Hasta el día de hoy, los médicos enfrentan dificultades para que se reconozcan en el Perú sus estudios realizados en el extranjero. Tras casi un año de trámites infructuosos, Jenny de la Torre se rindió y regresó a la RDA, donde se especializó en cirugía pediátrica. Poco después de la caída del Muro, intentó de nuevo en el Perú, pero fue en vano: el Colegio Médico del Perú exigía siempre nuevos documentos. El país, que tanto necesita médicos, no se los pone fácil a éstos.

Jenny de la Torre regresó al país donde ya había vivido 14 años. Era una de las muchas médicas desempleadas del Este en la Alemania recién reunificada. La Cámara de Médicos de Berlín le ofreció finalmente un proyecto: establecer un consultorio para personas sin hogar en Ostbahnhof.

«Para el consultorio solo teníamos un cuarto de 12 m² sin ventanas junto al comedor», recuerda Jenny de la Torre sobre su primer lugar de trabajo con personas sin hogar. «He visto enfermedades que no esperaba encontrar aquí. El estado catastrófico de mis pacientes me impactó profundamente. Sarna, piojos, heridas abiertas en las piernas y calcetines pegados a la piel eran algo cotidiano. En la RDA me preparé para mi país, sin saber dónde sería asignada. Todas esas experiencias las pude aplicar aquí con mis pacientes».

Tomar una decisión

Tras dos años de medicina para personas sin hogar en Ostbahnhof, Jenny de la Torre recibió otras ofertas de trabajo. Las rechazó y se quedó. «¿Qué es más importante: la vida o el dinero? El dinero se puede ganar en cualquier lugar, pero aquí es donde más me necesitan».

No solo era requerida como médica. Cuando se atiende a personas sin hogar, también hay que ser un poco abogada, trabajadora social y psicóloga. La doctora ha visto lo rápido que una persona sin hogar puede quedar fuera de todos los sistemas del Estado social y lo difícil que es reincorporarse. «En Alemania hay un sistema de ayuda social, quizás uno de los mejores del mundo. Y, aun así, hay personas que se caen de la red social. Cuando te vuelves pobre y terminas en la calle, estás casi siempre solo. No solo afecta a los pobres, sino también a miembros de otras clases sociales que, debido a un golpe del destino, se convierten en personas sin hogar».

Con el tiempo, llegó el reconocimiento público por el compromiso médico y social de Jenny de la Torre. La Charité le otorgó un doctorado honoris causa. En 2002 recibió el premio mediático «Gallina de Oro». El dinero del premio fue la base inicial para crear su propia Fundación Jenny de la Torre, con la que sigue atendiendo a las personas sin hogar en Berlín.

Que ella, proveniente de un «país en desarrollo» como Perú, ahora cuide de los marginados de una sociedad rica no sorprende a Jenny De la Torre. «No importa dónde vivas, sino qué haces. No importa si eres peruano, chino o lo que sea. Simplemente hay que ayudar».

La doctora Jenny De la Torre no se considera una buena samaritana de turno, sino que ayuda porque es exactamente lo que le gusta hacer. Ayudar como autorrealización. Y también como dar y recibir. «Todos dependemos unos de otros. La ayuda que doy, regresa».

Quizá no solo aprendió esto en la facultad de medicina, sino en su infancia en las montañas de Puquio. «Reciprocidad» —el equilibrio entre dar y recibir— es la base de la visión andina de la solidaridad, que ha llevado a la doctora Jenny de la Torre a los márgenes de la sociedad alemana.

(Traducción de Martin Scheuch)

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