Recientemente los dueños del Grupo El Comercio decidieron, por mayoría, renovar la dirección periodística de su brazo televisivo en busca de una cobertura más dura contra Pedro Castillo. El ala de la familia Miró Quesada que tomó esta decisión tiene entre sus principales temores un cambio radical en el modelo de libre mercado. Un modelo que redujo en 38,5 puntos porcentuales la incidencia de pobreza del país en los 16 últimos años. 

 

Sin embargo, el negocio de impresiones del grupo El Comercio −que en el 2019 facturó S/73,8 millones− no tiene un historial de cumplimiento de las reglas que deberían regir en un mercado que, por libre y competitivo, sirve al ciudadano. 

La Comisión de Defensa de la Libre Competencia del Indecopi (CLC) acaba de sancionar, el pasado 5 de mayo y en primera instancia, a la Empresa Editora El Comercio y a su subordinada Amauta Impresiones Comerciales. La infracción: coordinar y pactar ilegalmente con sus principales competidores y así repartirse las licitaciones de textos escolares lanzadas por el Ministerio de Educación. Las otras tres integrantes del cartel fueron Metrocolor, Navarrete y Quad Graphics.

La figura es semejante al reparto de licitaciones que efectuaron las compañías del Club de la Construcción, entre las que está Graña y Montero. 

Esta ilícita repartija ocurrió entre el 2009 y el 2016, durante gestiones ministeriales apristas y nacionalistas (desde la de José Antonio Chang hasta la de Jaime Saavedra). Nadie la tuvo en el radar hasta que El Comercio mismo decidió acogerse a la delación y pidió clemencia al Indecopi. Hoy, el conglomerado periodístico esgrime una defensa reputacional que busca capitalizar aquella veloz movida. Pero las razones que da son −cuando menos− cuestionables.

 

Manos invisibles

Aunque todavía queda un camino de apelación administrativa, las pruebas están al canto. A la resolución de la CLC le precede una gruesa recopilación de archivos, correos, cruces con documentos públicos y, especialmente, el testimonio de personas que aceptan lo que hicieron. Sudaca revisó el documento, difícilmente reversible en sus conclusiones esenciales en el tribunal de segunda instancia. 

El Comercio, Metrocolor, Navarrete y la estadounidense Quad Graphics eran cuatro de las cinco principales empresas de un mercado en el que no todos tienen la capacidad operativa para atender contratos gordos rápidamente. Aunque la industria peruana de la impresión recibe la mayoría de sus ingresos del sector privado, la tajada del negocio que representa el sector público no es nada despreciable. 

Según la investigación del Indecopi, las ventas al Estado de los miembros del cartel representaron, según cada empresa, entre el 14% y el 43% de sus ingresos totales en el período en que se coludieron. El Minedu y sus unidades ejecutoras licitaron en esos años más de S/850 millones en impresión de materiales. Más de 6 millones de alumnos acuden a la escuela pública en el Perú.

Si no es solo retórica, el modelo que defienden los dueños del grupo El Comercio presupone esta hipótesis: la libre competencia es buena porque obliga a bajar los precios, lo que se traduce en productos más baratos para el ciudadano y hace que las empresas busquen ser más eficientes para mantenerse en el mercado. Así, cuando un grupo de empresas compite por ganar una licitación pública, el monto que pagará el Estado tendría que tirar hacia abajo jalado por una mano invisible.

El problema ocurre cuando no hay verdadera competencia. Entonces el Estado desembolsa más dinero del que debería, de nuestros impuestos, mientras un grupo de empresas renuncia al esfuerzo de mantenerse a flote por sus méritos comerciales. La CLC calcula que el “beneficio extraordinario” que el cartel de las imprentas le quiso sacar al Estado −es decir, lo que esperaban ganar como miembros del pacto− suma más de S/55 millones. Solo en el caso de El Comercio, la cifra es de S/12,3 millones. El incentivo para operar ilícitamente no fue pequeño. 

El beneficio extraordinario que la CLC calcula que los miembros del cartel de las imprentas apostaron ganar durante toda su operación. Gráfico: Leyla López.

 

Indiscutible cartel

Hasta enero del 2014, El Comercio ofrecía sus servicios de impresión directamente, a través de su Gerencia Comercial de Impresiones. En febrero de ese año, dicha unidad fue absorbida junto a un bloque patrimonial por Amauta, pero esta nueva razón social quedó bajo el control de la misma oficina del grupo que controlaba a su predecesora: la Gerencia de Servicios Empresariales. Por encima de esta, solo está la gerencia general. Para el Indecopi, “Amauta y El Comercio son consideradas como un solo agente económico” respecto a la conducta ilícita sancionada.

El negocio de impresión de los Miró Quesada no tiene nada que ver con el despacho de sus periódicos, sino con venderle a clientes −públicos y privados− desde libros hasta fascículos publicitarios. Y los directivos del grupo tuvieron durante muchos años a un hombre fuerte encargado de eso: Renzo Mariátegui Bosse

Mariátegui Bosse fue gerente de Servicios Empresariales de El Comercio (o tuvo un cargo equivalente) durante todo el periodo en el que esta empresa se repartió las licitaciones del Minedu. Nieto de José Carlos Mariátegui, Renzo heredó de su familia la inclinación por el negocio de imprimir masivamente. En los años 20, su tío abuelo Julio César fundó junto al abuelo José Carlos la imprenta y editorial Minerva. Allí se editaron los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana y una revista con un nombre recurrente: Amauta.

Renzo Mariátegui también es hermano del periodista Aldo Mariátegui, quien por lo demás no tiene otra vinculación con este caso.

Renzo Mariátegui Bosse, ex hombre fuerte del negocio de imprentas de El Comercio. Foto: Facebook.

La investigación del Indecopi está plagada de evidencia contra la que no hay mucho que refutar. Aquí dos ejemplos. “Renzo me acaban de llamar y quieren ir por inicial […] Hace 1 hora me dijo que sí y ahora dicen que no y que van por inicial y nos dejan Mat[emáticas] y Leng[uaje]”, le comunica a Mariátegui uno de sus entonces subordinados, Javier Wong, en febrero del 2010. Este correo se refiere a desavenencias momentáneas con Quad Graphics en la repartija de una licitación. 

Otro ejemplo. “Llama por favor a Perico [ejecutivo de Quad Graphics] y dile que no fue lo acordado conmigo!!!”, se queja Mariátegui en un correo de octubre del 2009 con otro subordinado. Su molestia responde a que la empresa estadounidense parecía incumplir un trato que él consideraba ya cerrado.  

Y sus subordinados también coordinaban sus propias fechorías entre ellos. “Hablé con Carlos [Ramos, de Metrocolor] va a suyo y al mío con 2175000 para pasar piola […] todos no tenemos idea de q hará Navarrete no contesta a nadie”, le advierte Brigitte Portocarrero a Guillermo Stanbury en diciembre del 2013. Ella era ejecutiva de ventas de El Comercio y él, gerente comercial de impresiones. En el organigrama, ambos están por debajo de Mariátegui. 

Todos los correos recopilados por el Indecopi fueron cruzados con las actas de los procesos de selección y las declaraciones de los involucrados. Las pruebas resultan irrefutables. En su declaración ante la Secretaría Técnica de la CLC, el 24 de junio del 2019, Mariátegui reconoció haber sido partícipe de la colusión. Otros exfuncionarios de El Comercio hicieron lo mismo.

¿Cómo operó el cartel? Dividiéndose la adjudicación de ‘ítems’ −los libros de Matemática o de Lenguaje, por ejemplo− en base a dos patrones. El primero, el de “autoeliminación”:  cuando las empresas a las que no les tocaba ganar presentaban propuestas no competitivas para quedar fuera. El segundo, el de “equivalencia”: implicaba que los montos repartidos debían ser equitativos entre las partes. 

Todo era coordinado mediante reuniones de los altos ejecutivos de las firmas en hoteles como El Golf los Incas y El Polo, o en restaurantes como el Café Arango. 

Según la resolución de la CLC, el cartel de las imprentas intentó adjudicarse la licitación de 87 ‘ítems’, con éxito en 63. Todo esto como parte de 20 proceso de licitación del Minedu y uno del INEI. Además de las cuatro empresas y Renzo Mariátegui, la Comisión ha sancionado a otros siete directivos de aquellas: Guillermo Stanbury, Javier Wong, Brigitte Portocarrero, Pedro Isasi, Emilio Presentación, Carlos Ramos y Juan José Monteverde. 

Las multas para las compañías calculadas en primera instancia superan los S/46 millones (10.460 UIT). Solo la de Amauta-El Comercio −la más alta luego de un ajuste por ingresos− fue estimada en más de S/20,5 millones. 

Tras los últimos años de operación del cartel de las imprentas, la facturación de Amauta al Estado cayó. Sin embargo, se recuperó durante el gobierno de Martín Vizcarra. Gráfico: Leyla López.

 

Si delaté, ¿soy inocente?

Pese a haber cometido sistemáticamente la infracción por la que ha sido sancionado, el Grupo El Comercio no tendrá que pagar la multa que se le ha impuesto. La razón: es el delator del grupo. En un Hecho de Importancia enviado a la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV), El Comercio hizo público que era parte de un proceso sancionador por las prácticas anticompetitivas del cartel de las imprentas. 

En esa comunicación −cuyo correlato fue publicado en su web de noticias− El Comercio resalta que fue gracias a su delación que se pudo develar el esquema del que era parte. En comunicación con Sudaca, el actual gerente general del grupo, Mariano Nejamkis, alega algo similar. “Desde entonces hemos colaborado de manera proactiva con la autoridad. Además, ambas empresas [incluye a Amauta] reforzaron su ambiente de control y el programa de compliance”, agrega. Y no se olvida de dejar claro su “compromiso con el mercado”. 

Efectivamente, la investigación del Indecopi contra el cartel de las imprentas no se habría iniciado sin la alerta lanzada por El Comercio. La versión oficial del grupo es que, en setiembre del 2017, detectaron que sus directivos y empleados del negocio de impresiones podían estar incurriendo en una práctica anticompetitiva. Luego iniciaron una “pericia forense que confirmó” la infracción, por lo que fueron a denunciarla ante el Indecopi. 

Renzo Mariátegui dejó la Gerencia de Servicios Empresariales en octubre del 2017. 

Dos especialistas en derecho de la competencia que pidieron la reserva de su identidad por temor a represalias mediáticas aseguraron que la versión de El Comercio no es del todo verosímil por varias razones. La primera es que muy difícilmente los altos mandos de una empresa no están enterados, durante tanto tiempo, de la estrategia comercial de una de sus unidades.

Además de gerente de línea en el grupo y hombre de confianza para el negocio de impresión, Mariátegui ha sido director de varias empresas de los Miró Quesada relacionadas al rubro. En un reporte a la SMV del 2014, por ejemplo, aparece como miembro de los directorios de Dataimágenes S.A.C. y Zetta Comunicadores del Perú S.A.C.

“En cuanto al segundo factor, vinculado con responsabilidad dentro de la empresa, el señor Renzo Mariátegui señaló que él ocupó un cargo de gerente de segunda línea y que solo cumplía órdenes. […] Durante todo este periodo, la Gerencia de Servicios Empresariales, en la que el señor Renzo Mariátegui se desempeñó, dependió de la Gerencia General de El Comercio”, asegura el punto 415 de la resolución de Indecopi. 

César Pardo Figueroa fue el gerente general de El Comercio por largos 20 años, entre diciembre de 1996 y febrero del 2017, lo que incluye a todo el periodo de colusión. Su figura dentro del grupo −como uno de los primeros gerentes que no pertenecía a la familia− tuvo un peso gravitante. 

“La presencia de Pardo Figueroa ha sido clave para las acciones emprendidas por el grupo El Comercio en las últimas dos décadas. Fue el periodo en el que el conglomerado mediático creció más −tanto en nuevos negocios como en lo que se refiere a sus ganancias”, escribió hace cuatro años en su blog José Alejandro Godoy, autor de “El Comercio y la política peruana del siglo XXI”.

“En rojo para Pardo Figueroa se encuentra el apoyo que dio, junto a algunos accionistas y algunos periodistas de El Comercio, a Keiko Fujimori en la campaña presidencial del 2011”, agrega Godoy, quien ha descrito al exhombre fuerte del grupo como una “bisagra” y con un rol activo en esa campaña. 

Pardo Figueroa no es nombrado en el proceso por las licitaciones con el Minedu, pero sí en la sanción espejo que la CLC emitió en el contra El Comercio-Amauta −entre otros− por haber hecho algo parecido con sus clientes privados. La comisión concluyó en el 2020 que la empresa participó también de una repartija de clientes del mercado privado junto a Quad Graphics, y señala a Pardo Figueroa como uno de los responsables. 

En noviembre del 2011, por ejemplo, este le envió un correo a Mariátegui consultándole si unos clientes ya estaban ‘separados’. “Favor ver si tienes algún conflicto con estos clientes”, le preguntó. A lo que Renzo respondió: “César, solo tendríamos conflicto con 4 clientes: Maestro, Metro, Boticas Arcángel y Supermercados Peruanos. Con el resto no habría problema”. Indecopi cotejó que esas cuatro empresas fueron atendidas exclusivamente por Quad Graphics. 

El propio Pardo Figueroa, hombre fuerte de todo el grupo, aceptó su participación en la repartija de empresas privadas. La CLC asegura que, aún si no hubiera tenido participación activa en la infracción, la conocía y “no ejecutó ninguna acción para detenerla”. Mariátegui alegó que Pardo Figueroa “era el que delineaba la política de acuerdos [colusorios]”. 

Sudaca buscó los descargos de Renzo Mariátegui por distintos canales, incluidas sus redes sociales, sin éxito. 

 

Clemencia y desfachatez

La figura de la ‘clemencia’ en los procesos administrativos ante Indecopi es similar a la de la ‘colaboración eficaz’ en el fuero penal. Es decir, la de un infractor que acepta su culpa y delata a sus cómplices para ganarse un beneficio: una pena menos grave. Es a lo que ha apelado El Comercio en este caso. Sin embargo, ello no lo exime de responsabilidad ni del golpe reputacional. 

Según una fuente consultada por Sudaca, la naturaleza misma de los programas de clemencia implica que su existencia impulse a alguno de los cómplices de un cartel a acusar al resto por miedo a ser traicionados primero. No solo por otra de las compañías concertadas, sino por funcionarios de su propia organización. Por ejemplo: un gerente que, ante el fastidio de ser removido de la compañía o al estar peleado con esta, pueda dar la voz de alerta.

La multa que fue calculada para Amauta-El Comercio por repartirse clientes privados fue de más de S/61 millones. Y aunque tampoco tenía que pagarla completa, porque ese proceso también se abrió a partir de sus delaciones, el conglomerado periodístico la apeló, sin éxito en segunda instancia. Fuentes expertas explican que esto se debería a que ese monto podría servir como base para que las empresas afectadas reclamen una indemnización fuera de la vía administrativa. Reducirlo es clave si no se quiere asumir ninguna responsabilidad 

“Ambas empresas [Amauta y El Comercio] asumirán las consecuencias que correspondan”, asegura Nejamkis a Sudaca. Sin embargo, dado que el Minedu también podría buscar una reparación, queda por ver si no apelarán la resolución del cartel de las imprentas, versión sector público. 

O si, en cambio, el grupo que ha decidido defender el modelo de libre mercado para afuera, pero que no lo pudo respetar hacia adentro, apelará con algún argumento similar al que esgrimió en primera instancia: que el monto de su multa −de la que igual estaba exonerado− debía ser menor porque parte de los beneficios ilícitos habían sido destinados a pagar el IGV y el Impuesto a la Renta. Habrase visto tamaña conchudez. 

 

*El autor de esta nota fue reportero de Política del diario El Comercio hasta hace 11 meses.

Fotoportada: Leyla López.

 

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Elecciones 2021, Grupo El Comercio, Keiko Fujimori

El hombre desenfunda su machete y lo restriega contra el piso. Se ríe. Está un poco borracho. El sonido de la hoja es lo único que se escucha al borde del toque de queda. Lo levanta y dice: “Mire, pruébelo, pruébelo, se los voy a regalar, vea, para que no digan que en Chota somos terroristas”. Entrega el machete y se vuelve a reír. “Sírvanse, por favor, queso chotano y mote”, pide. 

 

Gilberto Vásquez Morales es hermano de Armando Vásquez Morales, candidato al Congreso en las últimas elecciones por la lista cajamarquina del ultraderechista Renovación Popular. Gilberto asegura ser miembro de una de las cuatro organizaciones de ronderos de Chota. Administra la cochera en la que Sudaca tuvo que ingresar su móvil para protegerla de los gases lacrimógenos de una gresca que no pasó a mayores. 

Todo el frontis de la cochera tiene pintados los colores del partido de Rafael López Aliaga. “Mi hermano postuló, con el 1”, dice Gilberto, quien además administra el local. “A la otra camioneta que ha venido desde Lima le he dado unos ponchos, para que no digan que somos terroristas aquí en Chota”, agrega. Y vuelve a insistir con el queso, el mote y el machete. 

Además de rondero y administrador, Vásquez Morales también trabaja en obra, según las fotos que proporciona empleando una estación topográfica. “Aquí en Chota, sí, nuestros ancestros han sido duros. Pero nosotros somos muy buena gente. Acá nadie roba, nada se pierde. Yo dejo la cochera abierta toda la noche”, insiste. Está muy preocupado en transmitir esa idea.  

¿Qué hacen los ronderos si agarran a un ladrón? “Ahí, pues, tú sabes”, dice. Luego prefiere explicar: primero a trabajar, después, si el caso lo amerita, vergüenza pública. La ciudad está ya casi en silencio. Se ha apagado desde la algarabía de la tarde. ¿Por quién va a votar, Gilberto? “Por Castillo, porque es paisano, le vamos a dar el voto”, dice. ¿Y el cartel de afuera? Ya no se ríe. Su hermano está gravemente enfermo de Covid-19. 

 

“Somos ronderos”

El ambiente en Chota, capital de distrito y provincia homónimas, estuvo cargado el último sábado. Idas y venidas en redes sociales, una organización improvisada pero funcional, y autoridades locales con mucha prensa a disposición. Pero no solo la prensa limeña se trasladó en cantidad inusual a la ciudad cajamarquina, junto a Sudaca, sino también la Policía: 460 efectivos cercaron los accesos a la plaza principal.

Por supuesto, a los estrategas fujimoristas, ya curtidos en estas lides, no se les hubiera ocurrido entrar sin portátil a territorio visitante. La de Keiko era pequeña, pero bulliciosa. Algunos llegaron en buses antiguos, otros en camionetas 4×4. Los naranjas, incluso, acondicionaron su local cerca a la plaza con gigantografías de la lideresa. 

Al espacio cercado por la Policía solo ingresaron algunos cientos de partidarios de ambos bandos. Eso equiparó la bulla, pero el fujimorismo siempre estuvo en minoría. A las afueras, un primer choque se registró alrededor de las 2:30 de la tarde. Los fujimoristas arengaban “¡no al terrorismo!”, mientras un convoy cargando un lápiz de casi dos metros intentaba cruzar la esquina que ellos ocupaban a una cuadra del debate. En la plaza, los gritos eran los de un partido de fútbol. Apenas había centímetros de distancia entre las personas. 

El debate fue un intercambio de pullas −algunas mejor, otras peor dirigidas− que mantuvieron arriba los gritos hasta la última intervención. Hubo una postal final de choque de puños −histórica, desde su nacimiento− y Keiko se subió a una camioneta blanca flanqueada por su equipo. Pedro Castillo salió de la plaza caminando entre el tumulto. Los K se cruzaron con los lápices a una cuadra de la plaza a diez para las tres de la tarde. El contingente policial tuvo que lanzar algunas bombas lacrimógenas. 

Tras dispersar a los ciudadanos, la Policía se movilizó en resguardo del convoy naranja. Fueron aplaudidos, arengados, con vehemencia desde uno de sus buses. Más allá de algunos objetos lanzados al aire, el altercado entre keikistas y castillistas se calmó. El profesor se resguardó en el local de su partido: un edificio de la calle Exequiel Montoya cuyo segundo piso sobresale sobre la vereda. Desde allí, su coordinador regional anunció que daría un mensaje. 

Decenas de personas volvieron a congregarse: simpatizantes, curiosos, periodistas, policías y, también, un grupo de mujeres con chicotes y chalecos amarillos con inscripciones en negro. “Seguridad de Bambamarca. Rondas campesinas”, decían. Pasaron los minutos y empezaron las arengas. La más repetida fue esta: “somos ronderos, y no terroristas”. 

 

Pintas y más pintas

Llegar a Chota por carretera no es fácil. La ciudad está cercada por una muralla de montañas verdes, hermosas, pero llenas de neblina y derrumbes activos. La propia Keiko demoró 30 minutos debido a uno de ellos. Pero, además, toda la carretera es un muestrario de la oferta política del país, pasada y presente. Abunda en el tramo cajamarquino la propaganda del candidato al Congreso de Podemos Perú, Guillermo Vásquez Chingo, que no agarró una curul, y de Elva Edith Julón, de Alianza para el Progreso, hija de un exalcalde suspendido por mandato de detención. 

Prevalece, además, la A del partido de César Acuña, uno de los dos chotanos que participó en esta elección. El otro, que le gana en presencia de paredes, es Pedro Castillo. El lápiz es −aunque por poco− lo más pintado en todo el recorrido. No solo en la llegada a Chota, sino en casi toda la carretera desde Lima. Chimbote, por ejemplo, está repleto de muros rojos.

Para ver la ‘ola roja’, más que a analistas políticos, quizás la mejor forma era consultarle a un transportista que no paró por la pandemia.

Castillo finalmente no salió a la ventana de su local de campaña. Reubicó su saludo a un lugar más simbólico: el Parque del Maestro, a las puertas del Centro Cultural Akunta, que tiene la imagen de un rondero en la fachada. Allí dio el pésame a los familiares de un dirigente local recién fallecido, dijo que empezaba su gira por “la [región] macro-oriente” y repitió sus dos eslóganes de campaña: “No más pobres en un país rico” y “palabra de maestro”. Luego partió hacia el distrito de Chugur. 

En el Parque del Maestro se volvió a escuchar la misma arenga, varias veces: “Somos ronderos, no terroristas”. Los seguidores de Castillo hacen referencia a la cobertura de la prensa limeña sobre los vínculos de Pedro Castillo con el Movadef, que reivindica el legado genocida de Abimael Guzmán. En Sudaca, publicamos hace dos semanas un artículo que mostraba sus reuniones con representantes de ese movimiento en Bolivia. El candidato no quiso contestar al respecto. 

La ciudad se tranquilizó con la noche. “La economía aquí recién está saliendo un poco. Van a ser dos años sin carnavales. Acá esto se llena, todos los precios se multiplican por cuatro, ahora solo los comerciantes vienen, y eso”, dice el Sr. Saavedra, el administrador del hotel Saamedi. ¿Votará por Pedro Castillo? “Como paisano, supongo, le daremos el voto”, dice. 

 

“Ya estamos hasta en Magdalena”

Poco antes del toque de queda, el local de Perú Libre vuelve a abrir sus puertas. Es una reunión de 20 partidarios del lápiz con sus coordinadores y dos congresistas elegidos para este periodo: Américo Gonza y Hamlet Echeverría. Nadie filtra quién entra y quién no. El ambiente está acondicionado con cuartos de triplay en el segundo piso y un espacio abierto al centro del primero. Un hombre se para de su silla, dice que tiene una agencia de turismo y ofrece colaborar con los pasajes para la campaña. Otro recuerda que también se necesitarán personeros, porque el fujimorismo ‘seguro va a tener para pagarlos’. El ambiente es el de una recta final en la que todos creen que pueden ganar. 

“Yo he venido desde Lima. Allá nos estamos organizando en distintos barrios y hasta ya tenemos un panel enorme frente al mercado de Magdalena, un distrito de renta media”, dice uno más. Asegura que el apoyo en la capital puede crecer. Hay aplausos, otros personajes toman la palabra. Finalmente, se la ceden al nuevo congresista Echeverría. 

Él se quita la mascarilla y se pone de pie. Es profesor de secundaria, ha estudiado un posgrado en la Vallejo, de Acuña. Ha reportado un sueldo en el sector público de S/2.500 mensuales. Obtuvo una curul porque a quien le correspondía por votos, Yanina Poveda Merecedes, murió de Covid-19. ¿Todos los maestros somos terroristas?, se pregunta Echevarría. Luego se queja: “Me duele porque yo he estado en Ayacucho en la época de Sendero”.

“Al chotano ni la mano”, dice el huayno ‘Cholo chotano’, de William Tapia. Es un refrán popular que acuñaron los chilenos durante su paso por territorio nacional, debido al nivel de hostilidad con el que fueron recibidos en esa zona de Cajamarca. La copla, sin embargo, inmediatamente responde: “Las apariencias engañan, el chotano es un hermano”. 

Al alba del domingo, Gilberto Vásquez Morales se despide sin un ápice de resaca, recordando lo dicho el día anterior. Sudaca tuvo que volver con prisa a Lima, cargando un machete como regalo. “¿Ustedes van a apoyar a Keiko?”, le preguntó el administrador de una tienda de combustible, a la mitad de una carretera cubierta por la neblina, al equipo de este medio. Aún no sabemos, ¿y usted, por quién va a votar? 

“Por Castillo, porque es de aquí. Ya es hora de que gobierne un cholo, un cholo chotano. Y ahí vamos a ver qué puede hacer, ¿no cierto? Si en Bolivia [Evo Morales] lo hizo bien. Están diciendo que los cajamarquinos somos terroristas. Nada de eso, acá eso no hay”, respondió. Ese fue el mensaje de Chota para Lima tras el debate. Valga transmitirlo.

 

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Hay, desde hace tres años, una leyenda corriendo entre el establishment empresarial limeño: Telefónica tiene un edificio lleno de empleados que ya no necesita, pero de los que no puede deshacerse. “La legislación laboral es tan rígida, que han tenido que meterlos a una suerte de call center para tenerlos haciendo algo”, se comentaba en los after-office de ‘Lima moderna’ pre-pandemia. Dicha unidad −remataban abogados corporativos y administradores con proyección− vendría a ser el símbolo de un país en el que hacer empresa formal es una tarea titánica por los costes laborales.

 

Ahora Telefónica ha decidido acabar con la historia detrás de aquella leyenda, que −como todas− tiene parte de mito y parte de realidad. La decisión incluye el despido de cientos de trabajadores. Antes de que ello ocurra, si el Ministerio de Trabajo (MTPE) les da la venia, Sudaca investigó y cuenta los detalles detrás del plan de la compañía española.

 

Un hueco sin salida

El edificio de marras existe. Es un bloque del complejo de oficinas que Telefónica tiene en Surquillo, a la espalda de las canchas de fútbol ‘La Once’ y el centro comercial ‘Open Plaza’ de Angamos, en la Calle Domingo Martínez Luján. Allí, efectivamente, se embutió hace tres años a cientos de trabajadores que cumplían distintas funciones en la empresa. Muchos de ellos eran técnicos de calle, especialistas en cableado. A la unidad se le llamó, porque hasta a los huecos hay que ponerles un nombre corporativo, el COM: el Centro de Operaciones de Movistar. ¿Qué es? Un back-office, una unidad de apoyo a los requerimientos internos de la empresa.

En este nuevo puesto de trabajo, los empleados del COM recibieron entre sus nuevas tareas la de llamar clientes. Si alguna vez usted solicitó cancelar su servicio y recibió una llamada para efectuar “validaciones”, vino de allí. A la división, Telefónica le proporcionó el equipo típico de un call-center: un software, audífonos, un micro. Y para estar seguros de no contravenir ninguna norma laboral, se mantuvieron los sueldos que los trabajadores habían alcanzado en sus posiciones previas. Mientras que los teleoperadores de afuera ganan, con suerte, S/1.200, en el COM se pagó un promedio de S/4.000, según fuentes de la compañía. Ello, más beneficios de planilla y jornadas recortadas de verano (37,5 horas semanales).

Esa disparidad, aunque provechosa, siempre tuvo una dimensión incómoda. Era un recordatorio, quizás el principal, de que los inquilinos del COM probablemente no escalarían un centímetro más dentro de la empresa. Podían ganar más que el mercado en lo que estaban haciendo, pero terminarían sus días haciendo crecer esa cifra solo mediante negociación sindical.

¿Por qué, si no, Telefónica movería personal de calle a operaciones para las que no está preparado? ¿Por qué conformaría la plana de teleoperadores mejor pagada del país? ¿Acaso era para convertirlos en gerentes?, se preguntan trabajadores reasignados con los que Sudaca pudo conversar y pidieron la reserva de sus identidades. El futuro laboral, desde el COM, se veía gris tupido.

Pero la inexistencia de una línea de carrera es una noción que los trabajadores adquirieron cuando ya tenían los audífonos puestos. Porque para reubicarlos −un proceso progresivo de los últimos tres años− la compañía les envió cartas en las que hablaba del “compromiso con la reconversión y empleabilidad interna” y les pedía que cambiasen de área “pues con su perfil y capacidades podrá continuar desarrollándose y aportando aún mayor valor a la compañía”. Hoy muchos se sienten engañados.

Lo que sí: Telefónica se ocupó de darle capacitación a sus nuevos back-officers. Les ofreció inducciones de una semana y les colocó ‘sombras’, colegas que los acompañarían en sus labores mientras ganaban experiencia.

“Estos compañeros, que se habían dedicado muchos a hacer trabajos de campo, no habían tenido mucho contacto con la informática. Por supuesto que tenía que haber una etapa de acompañamiento. Es como si al de oficina le digas, “ya papá, ahora te toca cablear, te voy a dar clases y luego vas y lo haces solo. ¿Qué va a cablear?”, dice Walter Díaz de la Vega, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de Telefónica del Perú (Sinattel) y miembro de la coordinadora sindical de la compañía.

A Walter, en la izquierda de Juntos por el Perú, le dicen ‘Walas’. El apodo es por el soldado escocés Willian Wallace, de la película.

 

La modernidad

Del COM, Telefónica ha decidido quedarse con solo 3 áreas y eliminar 44. Ha juntado estas con otras 7 áreas que operan en provincias y ha emprendido un proceso de cese colectivo inicialmente para 844 trabajadores, más del 20% de la fuerza laboral que reportó en el 2020. El pasado 6 de abril, la ‘telco’ envió cartas a sus sindicatos informando del inicio de la movida y llamándolos a la etapa de diálogo. Un requisito legal.

“El motivo de este planteamiento es que Telefónica del Perú se encuentra en la necesidad de implementar una nueva estructura organizacional debido a los nuevos desarrollos tecnológicos y transformación digital, y de esa manera asegurar la sostenibilidad de la operación a nivel nacional”, ha respondido a Sudaca Georgette Page, gerenta “de experiencia empleado y business partner” de la compañía.

El cese colectivo es una figura de despido masivo que admite la legislación laboral peruana, no sin previa aprobación del Ministerio de Trabajo. Ha sido usada pocas veces en la historia, debido a un consenso entre abogados laboralistas de que el MTPE suele tener voluntad política de rechazarlos. Si se aprueba, el trabajador únicamente recibe sus beneficios truncos y puede retirar su CTS. Nada más. Para que ello ocurra, sin embargo, se deben sustentar razones concretas agrupadas en distintas categorías.

Dos son importantes para entender, en sencillo, este artículo: las ‘estructurales’ y las ‘económicas’. Estas responden a un severo problema de números en la empresa, mientras que aquellas, a un cambio en el mercado que hace que las posiciones a eliminar ya no tengan sentido. Telefónica ha optado por argumentar lo segundo: nuevas tecnologías que hacen obsoleto el trabajo de los empleados del COM. El ejemplo que citan es el ‘Dr. Speedy’: un servicio de asistencia técnica remota mediante el cual los técnicos ayudaban, por ejemplo, a pasar un antivirus a las máquinas de los clientes. Ya casi no sirve.

Fuentes de la compañía aseguran que la mayoría de las otras actividades son sumamente técnicas y que serán digitalizadas. Fuentes con conocimiento del proceso de cese, sin embargo, afirman que una parte pasará a ser realizada por máquinas, pero otra se tercerizará. En su carta a los sindicatos, la empresa española detalla además lo deteriorados que están sus indicadores financieros y operativos en el Perú: parte por la pandemia −explican− y parte por la competencia de otros operadores móviles (Claro, Entel, Bitel).

En el 2020, Telefónica del Perú tuvo una caída de 16,6% en sus ingresos, respecto al 2019, y una pérdida operativa de S/466 millones, según información bursátil.

“Toda causal de cese colectivo [para que se apruebe] debería tener una consecuencia en la viabilidad [económica] de la empresa, porque es una suerte de última ratio. Incluso cuando tengo que implementar cierta tecnología, también debería suponer una afectación a la viabilidad de la empresa. Siempre hay un criterio económico”, explica Guillermo Boza, profesor de derecho laboral de la PUCP y ex viceministro de Trabajo del MTPE. Por eso, Telefónica también ha adjuntado a los sindicatos sus estados financieros.

Pero ‘Walas’ cuenta que los sindicatos no aceptan la hipótesis de la adaptación a las nuevas tecnologías. Asegura que, como la conectividad digital no es total en el país, una empresa como Telefónica siempre va a necesitar un pull de apoyo humano. También dice que la compañía solo quiere mejorar sus números, y la acusa de no estar dándole suficiente mantenimiento preventivo a sus redes tras sacar de la calle a los técnicos que terminaron en el COM. Fuentes de la ‘telco’ negaron esta última acusación y se comprometieron a enviar información que lo sustente, pero no lo hicieron al cierre de la nota.

“¿Cuál es nuestra conclusión? Habrían creado esta área [el COM] para, en el menor tiempo posible, desaparecerla por la figura del cese colectivo por razones estructurales”, argumenta el dirigente sindical. La cancha parece quedar lista para un partido de argumentos en el MTPE. ¿Quiénes son los que definirán el marcador? Los técnicos de la Dirección General de Trabajo, del viceministerio de Trabajo. El viceministro es exgerente de Telefónica. 

 

Empresa emblemática

José Luis Parodi Sifuentes es viceministro de Trabajo desde el 8 de setiembre del 2020. Fue gerente de “Asesoría Laboral y Terceros” en Telefónica hasta el 23 de abril del mismo año, antes de darle el primer giro a la puerta para ser asesor del Ministerio de Economía. Según su hoja de vida, como empleado de Telefónica en el Perú, se dedicó a “eliminar/mitigar riesgos laborales” y a “implementar planes de acción aprobados para la gestión de riesgos laborales”.

La relación laboral con la empresa se remonta, en distintos periodos, hasta el 2008, cuando ingresó tras dejar el estudio de abogados Miranda & Amado, donde era el “abogado destacado al Grupo Telefónica”. Antes también ha trabajado en la consultora EY. Sudaca lo contactó pero, debido a una agenda recargada, prefirió responder por escrito.

Parodi aseguró que la dirección que resolverá la solicitud de cese de Telefónica depende de su viceministerio, pero que “de ningún modo supone que en mi calidad de superior jerárquico pueda influir sobre el sentido de las resoluciones que emite”.

También indicó que por transparencia ha informado del caso a sus subordinados y nos remitió un memo interno que no menciona la palabra “Telefónica”, pero sí habla de una Ayuda Memoria sobre la “segregación de funciones de los órganos del MTPE como garantía frente a posibles incompatibilidades y/o conflictos de interés de funcionarios públicos o servidores”. 

“Lo que nos preocupa es que quien toma decisiones en el viceministerio de Trabajo es José Luis Parodi. Él ha sido nuestro adversario dentro de la empresa. Los últimos años lo hemos conocido básicamente por las cartas que firmaba a los trabajadores”, reclama ‘Walas’. Si bien las direcciones generales están facultadas a tomar la decisión sobre el cese colectivo de forma técnica y autónoma, sería insensato no ver la posibilidad de que haya un conflicto de interés.

En realidad, pocos abogados laboralistas son ajenos a Telefónica. “En un momento, gruesamente, del número de procesos laborales [del país], la mayoría correspondía a Telefónica”, dice Boza. Más allá de lo que ello muestre de la empresa, los sindicatos telefónicos −como se hacen llamar− son de los más fuertes del país. Telefónica es una empresa emblemática en el derecho laboral.

Y no es verso: Sudaca sondeó entre otros abogados laboralistas, quienes aseguraron que una sentencia del Tribunal Constitucional contra la empresa del 2002, el Caso Fretratel, es una piedra angular sobre la interpretación constitucional del derecho al trabajo. Más procesos contra Telefónica han apuntalado esa jurisprudencia, como los casos Llanos Huasco y Baylón Flores.

En corto, Boza explica que en el sindicato Fetratel consiguió que el TC anule un despido masivo de empleados en la empresa de telefonía, que heredó una planilla abultada tras la privatización del servicio durante el gobierno de Fujimori. Cuando el negocio era público, era casi imposible conseguir un teléfono.

El tribunal consideró que no se había seguido el debido proceso para acreditar una causa objetiva de despido y también que se estaba atentando contra los sindicatos.

La sentencia del 2002, que habla sobre el derecho al trabajo y la libertad sindical, dice que “resulta coincidente que las personas con las que [Telefónica] concluyó unilateralmente la relación laboral haya sido precisamente las que conforman tanto el Sindicato Unitario de Trabajadores de Telefónica y de la Federación de Trabajadores de Telefónica del Perú. Como se aprecia, es el criterio de afiliación sindical el que ha terminado la aplicación del despido”.

De los 844 trabajadores que Telefónica planeaba cesar esta vez, más del 90% está afiliado a un sindicato, según la relación a la que tuvo acceso este medio. En la empresa, con más de 4.100 trabajadores, la tasa de sindicalización es solo de alrededor del 50%, según fuentes de la misma.

Telefónica presentó la solicitud de cese colectivo ante el MPTE el último viernes para 775 empleados. La diferencia respecto a la cifra inicial se debe a que en la negociación previa un grupo de trabajadores aceptó las condiciones del plan de retiro voluntario propuesto por la compañía. El riesgo es irse con nada. Pero se trataría de personal no sindicalizado, en su mayoría. Según ‘Walas’, la coordinadora sindical ha decidido adoptar la posición de la “defensa del puesto de trabajo”.

 

Al otro lado del mundo

Para terminar de entender la historia, es importante saber qué pasa con la ‘telco’ española a nivel global. En julio del año pasado, la compañía aglutinó todos sus activos en América Latina, salvo los de Brasil, bajo el paraguas societario de Hispam. La razón: separar sus negocios estratégicos y rentables en cuatro países −Alemania, Brasil, España y el Reino Unido− de sus dolores de cabeza latinoamericanos. Uno de esos es la operación en el Perú.

El plan, según reportes del suplemento económico de El País, Cinco Días, y de la agencia EFE, es vender los negocios cuando baje la marea. Para eso es necesario hacerlos más rentables. Y entre otras cosas, eso implica reordenarlos y quitarles toda la ‘grasa’. El plan estratégico elaborado por la matriz, que acaba de estrenar nuevo logo para ‘mirar hacia el futuro’, tiene dos prioridades: el precio de la acción y reducir su deuda.

La reorganización global cuesta. El plan de retiro voluntario (PRV) que Telefónica ofreció a los trabajadores incluye “incentivos económicos”, cobertura médica por hasta 5 años, asesoría para la recolocación o para el retiro personal, y mantener los descuentos en productos Movistar. De acuerdo a la declaración enviada por Georgette Page, 275 trabajadores hubieran recibido el equivalente a 60 sueldos de haber aceptado el retiro voluntario. Se trata de personal que, en algunos casos, viene desde la privatización.

Como no han aceptado la zanahoria, la empresa ha pasado al palo. Junto a la formalización del proceso de cese colectivo, a los telefónicos les ha llegado el aviso de que entrarán en suspensión perfecta de labores. “No realizarás ninguna tarea y, por tanto, no corresponderá el pago de remuneraciones”, dice la comunicación.

“En un contexto de pandemia, como dirigentes lo que valoramos es el empleo estable. Eso te permite tener un ingreso fijo permanente y la seguridad social. Valorar lo económico no es malo, pero si un balón de oxígeno te cuesta S/4.000, ese dinero pierde valor. Ofrecen cinco años de cobertura médica, pero los trabajadores tienen dependientes que no estarían cubiertos”, responde ‘Walas’.

“No estamos en contra del retiro voluntario. Pero esto ya no es un retiro voluntario. Con las condiciones de cese colectivo, es un retiro presionado […] Seguimos en la política del ‘cholo barato’, no es que al trabajador lo veamos de igual”, agrega.

Los sindicatos telefónicos y la ‘telco’ española tienen todavía una larga pelea por delante.

 

Fotoportada: Leyla López

 

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El 23 de abril, Día del Libro, el Grupo El Comercio (GEC) despidió de la dirección periodística de América Televisión y Canal N a Clara Elvira Ospina, quien llevaba más de 9 años en el puesto y −a la par− conducía el microprograma literario del canal. La decisión, intempestiva para unos y predecible para otros, tiene un trasfondo político. Así lo aseguran fuentes de la familia Miró Quesada, cuyo grupo controla ambas casas televisivas, así como múltiples personas cercanas a ellos. 

 

El viernes a las 4 de la tarde, Gustavo Mohme Seminario, heredero del Grupo La República (GLR), entró junto a su hijo, Gustavo Mohme Castro, a la sesión virtual de directorio de la Compañía Peruana de Radiodifusión S.A (América TV). Esta, junto a la Productora Peruana de Información S.A.C. (Canal N), son las dos razones sociales que agrupa Plural TV, el paraguas societario del negocio televisivo donde los Mohme son solo accionistas minoritarios

El tercero llamado a representar al GLR, Rubén Ahomed, gerente general del grupo, no pudo entrar porque estaba con descanso médico. Del otro lado, en representación del GEC, se conectaron seis personas. La dieta fija mensual que se le paga a cada miembro del directorio por asistir a estas breves reuniones es de US$3.000, según información bursátil. 

Pese a que los Mohme y los Miró Quesada suelen tener una relación cordial, el ambiente de aquella sesión de directorio fue “bastante tenso, aunque no llegaron a los gritos”, según una fuente con conocimiento del encuentro. Las palabras más fuertes llegaron por el lado del Mohme mayor. Luego de que la salida de Ospina se pusiera a debate, ‘Chicho’ se tomó varios minutos para requintar a quienes tenía en frente. Igual no lo escucharon.

“Se pasó un buen rato diciéndoles a los representantes de los Miró Quesada que eso [despedir a Clara Elvira] era un error y que hace 10 años habían hecho lo mismo. Ellos [escuchaban] callados”, asegura la fuente. También detalla que Mohme Seminario dejó entrever que la movida de hace 10 años, aunque más “matonesca”, había sido también más inteligente por parte de la familia dueña del GEC. Repetirla, olvidándose de las consideraciones políticas, solo revela la escasez de ases bajo la manga. 

Con la expresión “hace 10 años” Mohme se refería a un episodio harto conocido en el ambiente periodístico: el despido en 2011 de la exproductora general de Canal N, Patricia Montero, por la desobediente ‘humanización’ del entonces candidato radical Ollanta Humala. También fue a pocos días de haberse celebrado la primera vuelta de aquel año.

Luego vinieron la no renovación de contrato a Rosa María Palacios, exconductora de Prensa Libre, en junio; y la salida de Laura Puertas, ex directora periodística de toda la plataforma informativa, en diciembre. Ambas relacionadas a la campaña electoral de ese año. 

Pero así les recordara aquel antecedente, Mohme no tenía posibilidades reales de persuadir con sus palabras. Tras comprarle las acreencias a la colombiana Bavaria en el 2007, los representantes de la familia Miró Quesada tienen potestad de decidir de forma unilateral sobre las televisoras, en caso sea necesario. La decisión fue adoptada. Mohme padre aseguró que ello no quedaría allí, se negó a firmar inmediatamente el acta de la reunión y anunció que llevaría el tema a un arbitraje por no haberse seguido el debido proceso. Una movida, esta última, meramente simbólica.

El Grupo El Comercio dio cuenta de su decisión a la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV) en un hecho de importancia colgado a las 7:15 de la noche. Pocos minutos antes, el portal web de La República había publicado una nota que hablaba sobre el “sorpresivo” cambio de Ospina. La última versión de esa nota dice que la periodista colombiana “había sido felicitada en más de una ocasión por el directorio, con carácter de unanimidad, la última vez a raíz del debate presidencial que Canal 4 organizó el 21 de marzo”.

El chiste que comenzó a correr en las redes fue que era “la primera vez” que ‘Chicho’ se oponía a un despido durante la pandemia. La broma aludía a los primeros meses del estado de emergencia, cuando La República despidió varios periodistas con la excusa de campear la crisis económica producto de la cuarentena. 

Fuentes de las plataformas informativas de América y el N confirman no haber percibido razones objetivas relacionadas al desempeño de Ospina en su puesto para que se le despida. En cambio, dos miembros de la familia Miró Quesada explican que se trató de una remoción netamente política, en contra de la candidatura de Pedro Castillo. 

“Se piensa erróneamente que la manera de combatir un mal [Castillo] es machacándolo. Se están tomando estos temas de manera muy alterada, asustada”, dice una. Y otra afirma que la familia estaría buscando una dirección periodística más “tenaz” en la cobertura contra Perú Libre.

Ambos comentarios apuntan a una reedición del episodio del 2011. “Esta vez mandaron un fly away [enlace televisivo] a Cajamarca para salir en vivo con un Castillo campesino, humilde, dándole de comer a sus animales”, dice una fuente con conocimiento directo de las salidas de hace 10 años. Ve un espejo claro con la situación actual.

“Yo particularmente, y algunos primos con los que he conversado, queremos ver una real cobertura periodística sobre los vínculos de Castillo con Movadef, sus afanes de entregar el mar peruano a Bolivia y su verdadera cara de extoledista, sindicalista y empresario, y no este personaje inventado de comercial de ‘Magia Blanca’ que ara la tierra sin ensuciarse la camisa, las manos ni los pies […] Periodísticamente se debe tratar el tema de manera veraz”, dice −por su parte− Martha Meier Miró Quesada, mediática representante de un ala de la familia y ex miembro del directorio del GEC hasta junio del 2020. Sin embargo, ella no atribuye la salida de Ospina a la cobertura electoral, sino a razones de largo plazo. 

 

Despedidas

Mientras el GEC reportaba la decisión a la autoridad supervisora bursátil, Clara Elvira Ospina tuiteó que acababa de ser notificada de su despido y enfatizó que la decisión había sido tomada por el accionista mayoritario de la empresa. Tuvo una reunión de despedida con sus cercanos reporteros de Cuarto Poder y envió un sentido mensaje por escrito a los periodistas de los dos canales.

“Llegué a este cargo con las credenciales de ser una periodista seria e independiente y estoy segura de que me voy conservándolas intactas”, dice el mensaje, que Sudaca obtuvo por distintas personas. “La prensa libre es el pilar de la democracia y esa libertad implica grandes responsabilidades, de las que ustedes siempre han sido conscientes”, recalca. 

Hasta cuatro fuentes han explicado que desde más de un año los directores del GEC venían hablando de la salida de la periodista colombiana. Rumores que, a su vez, tenían eco en los pasillos de la casa televisiva, pero que nunca llegaban a concretarse. Las razones de los ‘anticuerpos’ que hace tiempo generaba Ospina entre algunas figuras de la familia varían de acuerdo a la fuente. 

“En realidad, empezaron fricciones desde que armó su propio círculo de poder y maltrataba a todos aquellos que no seguían sus caprichos. […] Clara Elvira sale porque hace más de un año debió irse. Recordemos que despidió a Augusto Thorndike por incomodar a Vizcarra y la forma en que ha silenciado todo aquello que pudo afectar a Graña en el caso Lava Jato […] Esto no es ningún atentado contra la libertad de expresión como quiere hacer ver la señora”, asegura Martha Meier Miró Quesada. 

Meier dice que sacar a Ospina era una decisión que ya tenía varios meses, pero que esta se habría demorado debido a otros temas más urgentes y a que el despido de periodistas siempre es un tema incómodo. Otras dos fuentes de la familia aseguran, en cambio, que si bien la salida de la colombiana se viene comentando, ello no quita que la decisión se haya apurado por la coyuntura electoral. En el grupo este tipo de despidos se suelen demorar hasta que la balanza de poder se inclina a alguna de las alas de la familia por sucesos como el auge de Castillo. 

Este medio se comunicó con Ospina para recoger sus declaraciones en este informe, pero decidió no participar. ‘Chicho’ Mohme, por su parte, se excusó de declarar y dijo que la posición de su grupo editorial “ya está clara”. 

Desde el viernes han sonado distintas opciones para reemplazar a Ospina: desde Cecilia ‘Chichi’ Valenzuela, que dirige Perú21, hasta Gilberto Hume, uno de los fundadores del Canal N y exesposo de esta última. El que se vocea con más fuerza es Hume. Sin embargo, al cierre de esta edición no se ha definido quién ocupará el puesto. 

Mientras no haya nuevo director periodístico, uno de los que quedaría a cargo de supervisar que se cumplan los ‘principios rectores’ en América TV y Canal N es Felipe Cantuarias Salaverry, miembro del consejo consultivo editorial de la plataforma periodística. También es presidente de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos (SPH). “¿Si hubiera un derrame de petróleo en estos días, cómo haría?”, se pregunta un miembro de la familia.

En escueta respuesta, Cantuarias dijo a Sudaca que el consejo consultivo “no interviene en la línea editorial” y solo ve que se cumpla con el Código de Ética y los ‘principios rectores’. Mientras no haya nuevo director periodístico, aseguró, la línea editorial será definida por responsables del área de prensa. En una reunión celebrada tras la salida de Ospina, los reporteros de América y Canal N fueron informados por sus jefes que Cantuarias no se involucrará en la cobertura periodística y que solo vería “temas económicos”. Un aviso que, en el GEC, nunca es garantía.

 

Lineamientos en el Decano

Desde el pasado 22 de abril, el diario El Comercio ha sacado cuatro portadas al hilo que apuntan la artillería directamente contra la candidatura de Castillo. Los titulares del buque insignia del conglomerado de medios han sido: “Voceros de Perú Libre amenazan el orden democrático”, “Castillo encabezó un sindicato con afiliados al Movadef”, el más soterrado “Acciones de cinco mineras caen a doble dígito en BVL” y “Dos congresistas electos con atestados por terrorismo” (ambos por el partido del lápiz). Ni qué decir de las portadas que su hermano tabloide, Perú21, le dedica al temido profesor chotano. 

“Sobre la cobertura del diario, es evidente la preocupación por el entorno de Castillo y por un plan de gobierno que amenaza las libertades. Compartimos la misma preocupación por el proceso [penal] que enfrenta [Keiko] Fujimori y sus coacusados. Esas investigaciones no pueden frenarse”, respondió Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada, quien asumió la dirección del diario de su familia en diciembre pasado. Descontando la veracidad de lo informado por su medio, lo segundo que menciona Arévalo −las investigaciones de Fujimori− no ha merecido ni una sola abridora de portada de El Comercio desde el 11 de abril.

Cinco periodistas de distintas unidades del conglomerado editorial, además, confirmaron a Sudaca que el pasado 23 de abril Ronny Isla, el jefe del ‘núcleo de comunes’ −unidad que produce notas para todas las redacciones de los diarios del grupo−, envió un correo informando que habían recibido “la indicación” de que ningún contenido de su unidad sea publicado sin previo escrutinio del personal responsable en cada diario”. “Esta indicación se llevará a cabo inmediatamente”, asegura en el mail.

Si bien esta ya era una práctica común en la mayoría de las redacciones −revisar las notas que mandaba el ‘núcleo de comunes’, para corregir errores−, ponerla por escrito es relevante. 

Aquí el porqué: cuatro periodistas explicaron a este medio que dicha “revisión” se traduce en que la mayoría de periódicos del grupo ha reducido la publicación de notas enviadas por el núcleo que ensalzan o, siquiera, dan cuenta de propuestas ‘positivas’ de Castillo. Perú21 es el más radical en ello. Sudaca pudo confirmar mediante diversos mensajes las indicaciones que se imparten sobre el tema.

Si uno revisa, por ejemplo, las notas tomadas del núcleo por El Comercio, desde el 23 de abril, son todas negativas para el candidato cajamarquino. Incluso en temas que no tienen que ver con sus relevantes vínculos con el Movadef. Se reporta desde “la catástrofe” que Mario Vargas Llosa considera que se desataría si gana la presidencia, hasta que se niega a dar los nombres de su equipo técnico. La línea de cobertura es clara.

Y si bien el 22 hay una nota que informa del respaldo que le dará el Movimiento Nuevo Perú a Castillo, no hay rastro de la mediática entrevista que el profesor le dio a Nicolás Lúcar ese mismo día en Exitosa. Allí apareció con un discurso de moderación política y alejándose del ideólogo de su partido, Vladimir Cerrón. Esa información tampoco se encuentra en la web del Decano.

El problema es que la nota sí fue escrita por el núcleo, pero solo la publicaron Gestión y Correo. La que también recogió la noticia fue la web de Canal N, un día antes del despido de Ospina. En cambio, Perú21 y El Comercio contaron el mismo suceso de otra forma: levantaron una declaración de Keiko Fujimori criticando lo dicho por Castillo. En la cobertura de los núcleos alojada en el ‘tag’ de Keiko Fujimori en la web de El Comercio, de otro lado, destaca el apoyo recientemente brindado por su hermano Kenji y sus ataques a Castillo.

Juan Aurelio Arévalo aseguró que supo del despido de Ospina “al igual que todos [al mismo tiempo]” y que no tiene contacto “con nadie del 4”. Ronny Isla, el jefe del núcleo informativo en el GEC, dijo que respondería pero no lo hizo al cierre de edición. 

Quizás la pregunta más amplia que toque hacer finalmente sea esta: ¿honrarán los directivos del Grupo El Comercio la lealtad con el lector y el televidente que imponen en su trabajo la mayoría de sus reporteros de planta? ¿Encararán los jefes la campaña de manera honesta o repetirán −como apuntan las fuentes de esta crónica− los errores de hace una década?

 

*El autor de esta nota fue reportero de política del diario El Comercio hasta hace 10 meses. 

Fotoportada: Leyla López

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Elecciones 2021, Grupo El Comercio

Tras cruzar todo el Pacífico, el pasado 8 de setiembre un bividí llegó al puerto del Callao. 100% algodón, cuello redondo, largo a la cadera y un pequeño distintivo de su marca comercial, Doo Australia. Ancló, junto a otros 2.300 bividís y más de 40.000 prendas diferentes, en un contenedor lleno de ropa para la temporada de verano. ¿Su país de origen? La China. 

La empresa que importó aquel cargamento fue Saga Falabella, una cadena chilena de tiendas por departamentos que pertenece al mismo grupo que Tottus y Sodimac. Según documentos de Aduanas, compró el bividí a los chinos a US$1,87. Agregándole el flete, el seguro, los aranceles, el impuesto municipal y el IGV, la prenda le terminó costando US$2,48, poco menos de S/9, de acuerdo al tipo de cambio de entonces.

Falabella puso a la venta aquella prenda a S/39,90, cuatro veces más de lo que le costó importarla. Hoy, con el verano ya por terminar, la ‘remata’ a S/24,90. Una historia similar es la del polo para niños marca Cloudbreak, también 100% algodón, que llegó desde Bangladesh al Callao el 14 de agosto del 2020. A Ripley le costó, sumados todos los cargos, US$1,90 o S/7. Hoy lo vende a S/19,95.

Por aquellos días, el Perú vivía su tercera fase de reactivación económica. En setiembre, los conglomerados comerciales llevaban poco menos de tres meses reabiertos, tras haber estado casi 100 días paralizados. Gamarra operaba con aforo reducido: solo los dos primeros pisos de las galerías recibían al público. Detrás, la industria textil intentaba despertar de un largo coma inducido.

Y tenía esperanza. A la par de la reapertura, el 25 de junio, el entonces viceministro de Mype e Industria, José Antonio Salardi, había pedido al Indecopi que evalúe una medida de defensa para la comatosa producción nacional. ¡Salvaguardias!, fue el grito de los textileros peruanos que el funcionario trasladó a la entidad técnica. ¿Qué es eso? Un aumento de los aranceles, en este caso, a la importación de prendas de China y Bangladesh.

Las salvaguardias son medidas de defensa comercial que los países pueden usar ante una situación de emergencia. Por ejemplo, cuando el aumento inesperado en las importaciones de un producto amenaza con causarle un daño grave a la industria nacional que lo fabrica. Se trata de que los empresarios locales puedan competir sin enfrentar un naufragio súbito.

Del otro lado, sin embargo, no se iban a quedar callados. Grandes empresas importadoras −entre ellas, Ripley y Falabella−, junto a los gremios que las representan, aportaron rápidamente argumentos en contra. Su voz no encontró eco en el Indecopi, que el pasado 25 de enero recomendó a una comisión multisectorial conformada por los ministros Waldo Mendoza (Economía), Claudia Cornejo (Comercio Exterior) y José Luis Chicoma (Produce) aplicar las salvaguardias de manera temporal. Pero la voz del gran empresariado sí encontró eco en el gobierno.

Industria textil
De izquierda a derecha: José Luis Chicoma (Produce), Claudia Cornejo Mohme (Mincetur) y Waldo Mendoza (MEF). La comisión multisectorial que no quiso defender a la industrial textil nacional.

Las salvaguardias fueron bloqueadas por estos tres ministros, que el 18 de febrero hicieron oficial su negativa de otorgar las salvaguardias en un decreto supremo. El miércoles pasado sustentaron su decisión ante el Congreso con los mismos argumentos que las compañías.

Sudaca hace público el informe preliminar elaborado por Indecopi y reconstruye, en cifras, la crisis que atraviesa el sector textilero. Decenas de miles de peruanos esperan que los representantes del gobierno reculen y atiendan la recomendación del ente que vela por la libre competencia.

 

La industria se muere

“Estamos arriesgando a toda una industria. No es solo Gamarra. Vamos a sacrificar el futuro de un millón de familias porque la ministra [de Comercio Exterior, Claudia Cornejo] no quiere ver la realidad”, dice con desesperación Susana Saldaña, presidenta de la Asociación Empresarial Gamarra Perú. Asegura que menos del 6% de los pequeños empresarios de su emporio accedió al fallido programa de créditos Reactiva Perú.

Saldaña recoge cifras de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI): el sector textil y de confecciones genera cerca de 1 millón de empleos indirectos en el país. “Se está exponiendo al aparato productivo más extendido del Perú a la quiebra inminente […] tal como ha sucedido en otros países”, asegura el presidente de este gremio, Ricardo Márquez. A diferencia de la Confiep, asociada al gran poder corporativo, la SNI es más cercana a las mypes.

Los números respaldan la preocupación de Saldaña y Márquez. El 2020 fue un año nefasto para los textileros peruanos. Un botón como muestra: el uso de la capacidad instalada −que equivale a lo que todas las fábricas y máquinas del país podrían producir− se desplomó a apenas 39,6% en el primer semestre del año pasado, según cifras del Banco Central de Reserva. Gran parte de la industria quedó paralizada.

 

Capacidad productiva

“Más del 80% de los productores de Gamarra no tiene capital para reiniciar su actividad. ¿En dónde liquidamos la mercadería que quedó del verano, si en todo el país está la ropa asiática a precios irreales? El mercado está completamente abarrotado”, dice hoy Saldaña.

Para volver a producir, un empresario necesita dinero. Sin acceso a crédito barato, puede conseguirlo rematando los saldos de su última campaña fallida, la del verano con segunda cuarentena. Sin embargo, no parece tener dónde.

La ropa importada ya muestra cifras ‘de remate’, explica Saldaña.  Los productores nacionales esperarían que el precio de una prenda se mueva siguiendo el patrón de los insumos que la componen, pero según datos recopilados por el Indecopi, en su informe preliminar, desde el 2018 el precio de las confecciones importadas viene bajando a un ritmo mayor que el de sus materias primas, el algodón y el poliéster. 

“Esto indica que estamos ante una situación que no ha podido ser prevista por los productores nacionales. La industria nacional no estuvo preparada para enfrentar esta competencia”, dice Luis Alberto León, secretario técnico de la Comisión del Indecopi que elaboró el informe preliminar

Precio Alghodon y poliester

Pero quizás la muestra más cruda de la situación del sector es el empleo. Según cifras recopiladas por el Indecopi, que asegura haber evaluado un porcentaje representativo del mercado, el número de trabajadores contratados por la industria textil cayó a la mitad en el primer semestre del 2020. Eso equivale a decenas de miles de nuevos desempleados

 

¿Nos salvamos o naufragamos?

En su informe, Indecopi recomendó subir en 20 puntos porcentuales el arancel para las confecciones chinas y de Bangladesh por 200 días. En su presentación ante el Congreso, sin embargo, la ministra Cornejo −exgerenta de la Confiep− aseguró que la decisión de no poner las salvaguardias se debió a que no hubo “pruebas claras para acreditar la relación causal entre el supuesto aumento de las importaciones y la amenaza de daño grave [a los textileros peruanos]”. En cambio, dijo, se encontraron “otros factores de alta importancia”, como “la emergencia sanitaria causada por la Covid-19”.

Un argumento muy parecido dio a Sudaca Jessica Luna, gerenta general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (Comex), un gremio afiliado a la Confiep que representa −entre otros− los intereses de grandes importadores de prendas asiáticas, como Falabella, Ripley, Zara o Cencosud. De hecho, Comex se presentó ante el Indecopi junto a todas esas empresas y, en su nombre, cuestionó la mera apertura de la investigación por salvaguardias.

“La investigación no ha demostrado un aumento de las importaciones, no ha demostrado que hay una amenaza de daño [a la industria local] y tampoco una relación causal entre ambos”, aseguró Luna a este medio. Y envió una presentación elaborada para Comex por una consultora en comercio exterior. Esta menciona, como Cornejo, que la culpa de la crisis textil es de la primera cuarentena. Dicha presentación fue expuesta al Indecopi en enero, pero no lo convenció.

El informe preliminar del organismo público es enfático: dice que sí se puede determinar, en etapa preliminar, la relación causal entre las crecientes importaciones asiáticas y el riesgo de daño grave a la industria nacional. Añade que “no resulta razonable inferir” que la cuarentena −y demás medidas de contención− tengan algo que ver con la crisis del sector textil

El argumento del Indecopi se traduce así: la industria peruana no ha tenido un accidente puntual, sino que padece una enfermedad crónica desde hace varios años. Entre el 2016 y el 2019, por ejemplo, las prendas de China y Bangladesh pasaron de ser el 159,2% de la producción nacional a ser el 265,9%. Un crecimiento innegable, que luego se disparó con la pandemia: entre enero y setiembre del 2020 las importaciones representaron el 509,9% de lo fabricado en el país.

 

Mercado nacional vs importaciones

En los últimos cuatro años, entre 2016 y 2020, la producción nacional pasó de tener el 17.2% del mercado de confecciones a apenas el 5.8%. Las importaciones de China y Bangladesh siguieron el camino exactamente opuesto: a setiembre del año pasado ya copaban el 82,2% del mercado. Como advirtió Saldaña, ya no parece haber lugar para el empresario peruano.

Pero hay un riesgo latente incluso peor. “China y Bangladesh tienen amplia capacidad exportadora y fácilmente pueden aumentar sus envíos a nuestro mercado”, dice Luis Alberto León. Ambos podrían ‘redireccionar’ sus envíos al Perú y terminar de hundir la producción nacional. ¿Por qué hacia aquí? Porque les cobramos solo 11% de arancel a las confecciones, mientras que en Colombia, Ecuador y Brasil les cobran entre el 25% y 40%. Una ganga impositiva.

Arancel

“Cualquier demora en la adopción de medidas de salvaguardia sobre las importaciones de dicho producto generaría un perjuicio difícilmente reparable para la rama de producción nacional”, concluye el informe del Indecopi.

 

El ‘lobby feroz’

A la elaboración del informe no solo se “apersonaron” Comex y sus agremiadas importadoras, con los argumentos que luego ha repetido el gobierno, sino también la Cámara de Comercio China para la Exportación de Textiles y una empresa con un pasado reciente particular: Acuario Export E.I.R.L, cuyo gerente es Marcelino Aguilar Mollinedo. El empresario figura entre los 16 detenidos en un megaoperativo realizado el pasado 17 de diciembre por la Fiscalía. Los presuntos delitos fueron el contrabando y la defraudación tributaria.

Lo cierto es que las presiones hicieron efecto. “La ausencia de relación causal” no es el único argumento contra las salvaguardias que comparten los ministros y Comex, por ejemplo. El gremio también reclamó a Sudaca que el Indecopi haya usado demasiados tipos de productos textiles para su informe. Luna dice que eso distorsiona el análisis porque no se trata de prendas similares entre sí, y porque le da demasiado peso a las medias y la ropa de cama, cuando en el Perú lo realmente relevante son los polos.

“Se están agrupando en un solo grupo de productos como polos, pantalones, medias, guantes, ropa de cama, de mesa […] Estos artículos no son comparables entre sí, usualmente no compiten en el mismo mercado y no tienen el mismo uso”, dijo Cornejo al Congreso. “Consideraron 284 subpartidas arancelarias, que definen como confecciones. Ahí tienes ropa de cama, pantalones, secadores, medias, etc. Son productos que no son similares entre sí”, asegura Luna a este medio.

Si bien es cierto que el sector textil peruano es más ‘polero’, eso no significa que no se produzca todo lo demás en el país. “En Gamarra tenemos cuadras enteras que hacen calzones y medias. Es todo un sector. Que se den una vuelta por acá, los que no conocen. También ropa de cama y para el hogar. Aquí compra el pueblo, que no tiene plata para Casaideas”, reclama Saldaña.

Pero además, el Indecopi ya explica en su informe por qué considera tantos productos dentro de su análisis. Se basa en jurisprudencia previa de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La lógica es que los productos son “similares” o “directamente competidores” cuando un fabricante puede usar las mismas máquinas, mano de obra y materia prima para hacer cualquiera de ellos. Es decir, que, si tiene la posibilidad de reorientar rápidamente su producción de polos a calzones, vale.

Otro argumento utilizado por el empresariado para bloquear la salvaguardias fue el de las ‘represalias’. “Los países afectados [por las salvaguardias] tienen el derecho de establecer medidas restrictivas en contra de las exportaciones peruanas en los sectores que estimen convenientes”, dijo Cornejo. “Si no se cumplen los requisitos [para poner salvaguardias], ya se ha comentado que con China la preocupación es [que aumenten los aranceles a] nuestros productos agrícolas”, asegura Luna. ¿Toca agachar la cabeza?

Finalmente, Luna, quien aseguró hablar en nombre de todos los agremiados de Comex con intereses en torno a las salvaguardias, dijo que le preocupa que un aumento de los aranceles sea trasladado por las empresas al precio final que paga el consumidor. “Los consumidores son como los ‘hijos’ de Con Mis Hijos No Te Metas. ‘Pobrecitos los consumidores porque los precios se van a encarecer, ¿no? Eso no va a pasar”, reclama Saldaña.

León, de Indecopi, indica que el traslado de los aranceles a los precios finales dependerá de la competencia del mercado. “Los importadores podrán trasladar esos cargos al precio final en la medida en que haya poca competencia”, explica. Si hay competencia intensa, “va a ser difícil que pueda trasladar el costo de la medida [las salvaguardias] al precio final”, agrega.

Toca, entonces, volver al bividí de algodón que Falabella trajo de China. “Dependiendo del margen de comercialización que tiene una tienda por departamentos. Si importa un producto a US$3 y lo vende a US$15, su margen de comercialización podría verse castigado. De repente ya no va a ganar 400%, sino solo 200%”, asegura León. ¿Vale la pena salvar a la industria peruana por eso? Vale la pena.

*Para la elaboración de esta nota, Sudaca solicitó vía ‘transparencia’ al Mincetur y, formalmente a través de la oficina de prensa de los tres ministerios, los documentos que contienen el sustento técnico para negar la aplicación de las salvaguardias. Pese a que desde el Mincetur se comprometieron en responder, no lo hicieron. Hasta el cierre del artículo, los encargados del acceso a la información pública de este despacho tampoco respondieron a este medio.

**La fotoportada, las fotocomposiciones y los gráficos de esta nota fueron elaborados por Leyla Lopez.

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Importaciones, Ripley, Saga

«Lamentablemente, en el Perú hay un deseo de ser cabeza de ratón», dijo el expresidente de la Confiep, Roque Benavides, hace una semana a Canal N. La conductora le había preguntado por la reciente salida de la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco), que ha cortado palitos con su gremio. Él eligió aludir a la forma inversa de un refrán español: «más vale ser cabeza de ratón que cola de león». La frase significa que es preferible ser líder de algo chico que la última rueda de algo más grande. Así se tiran los guiños en el gran empresariado.

 

Lo de Capeco es, sin embargo, el último de una serie de desencuentros al interior de la confederación de intereses corporativos más importante del país. Un reacomodo de poderes que puede rastrearse hasta una fecha muy especial en el calendario empresarial del país: la Conferencia Anual de Ejecutivos (Cade) del 2019.

 

Sudaca ha conversado con siete fuentes que participan en la vida institucional de la Confiep y ha identificado ese día, hace poco más de un año, como punto de referencia para las últimas movidas que se han producido en el gremio sanisidrino. La partida de una de sus asociaciones fundadoras y la entrega de posta al jefe en el Perú de la multinacional KPMG no tienen como única explicación la proximidad de unas elecciones generales. El poder, en la alta sociedad, siempre está en movimiento.

 

‘Pequeña empresaria’

Si la Confiep es la iglesia matriz del gran empresariado nacional, la Cade viene a ser algo así como su Meca. Cada noviembre, con la excepción de estos años de pandemia, los principales apóstoles del sector privado −junto a conocidos lobbistas y demás personajes que pululan alrededor− salen de Lima en peregrinación hacia algún hotel de lujo. El motivo, según ellos, es hablar sobre los problemas más urgentes del Perú. Periodistas y políticos acompañan la comparsa.

 

Es el 28 de noviembre del 2019 y, en la explanada de la Cade, en Paracas, María Isabel León espera su turno para salir a escena. La presidenta de la Confiep sabe que el discurso que ha preparado −cuyas páginas ya mostró a su Comité Ejecutivo− está destinado a la basura. Ha sido invitada a una conferencia que se llama “Combatiendo la corrupción del sector empresarial”, y salir a decir las mismas tres tonterías vacías que se repiten sobre el tema parece no tener sentido ese día. La presión es fuerte.

 

La semana anterior, los peruanos se han enterado que Dionisio Romero Paoletti, cabeza de uno de los grupos empresariales más grandes del país, entregó maletines con dinero a la campaña de Keiko Fujimori el año 2011. Después de los escándalos Lava Jato y Club de la Construcción, el rechazo popular contra los empresarios allí reunidos ha llegado a un punto álgido. Para tensar aún más el ambiente, el presidente Martín Vizcarra, abanderado del discurso de la lucha anticorrupción, ha arribado de improviso a la carpa.

 

En aquella Cade del 2019, María Isabel León decidió no leer sus apuntes y se dedicó, en cambio, a lanzar titulares. Dijo que “sería vergonzoso” hablar de ética y anticorrupción con todo lo que pasaba, y que estaba dispuesta a seguir representando a los presentes solo si había un cambio. “No estoy dispuesta, de ninguna manera, a comerme más sapos”, reclamó. Y recordó que “cuando uno recibe a los amigos en la casa, si se sabe que alguno tiene por ahí alguna presunción de que ha cometido un delito, no lo lleva a su casa”. 

 

Con la idea ya clara, dejó una frase que despertó un aplauso cuasi enardecido en la carpa: “Tengo 3 millones 650 razones para pedirles a estos empresarios que han hecho las cosas de manera irregular que den un paso al costado”. La cifra hacía referencia al dinero que Romero −entonces presidente del directorio de Credicorp− había entregado a la campaña del fujimorismo. En resumen: la ‘limpieza del empresariado’ terminó enfocada en el heredero de una de las tres fortunas más grandes y diversificadas del país. Al mes, Romero Paoletti dejó el Comité de Gobierno Corporativo de su firma; y a los cuatro, el directorio. “Para enfrentar la pandemia”, se reseñó como razón en un comunicado corporativo tras esta última salida.

 

Pero el día que León esperaba su turno para enfilar las balas contra el último Romero mandamás, no solo cargaba con la presión de lo que estaba por decir. También arrastraba un estigma que repitieron cinco de las fuentes: había sido elegida como una de las últimas opciones para el puesto. Además, y aunque ella se ha defendido varias veces alegando que su participación en la campaña fue puntual, en el 2016 había coordinado parte del plan de gobierno del hoy investigado fujimorismo.

 

El gremio, sin embargo, nunca había tenido una presidenta mujer. Tres fuentes masculinas indicaron que eso ayudó a que finalmente se alcanzara consenso en torno a su figura. Aunque existe la opción de presentar distintas candidaturas, a ‘la poderosa Confiep’ no le gusta que se publicite ninguna discrepancia entre sus miembros. Por eso, tiene la costumbre de elegir a su máximo representante, cada dos años, bajo estricto acuerdo previo. Pero ese consenso no dura para siempre.

 

 

Las declaraciones de León en la Cade generaron un fuerte malestar en algunos sectores de la Confiep. El reclamo general, relatan las fuentes, fue que una presidenta no podía dar esas declaraciones sin antes haberlas consultado con su comité. Lo cierto es que, de haberlo hecho, no se las habrían aprobado. León, empresaria de la educación, ha resaltado en entrevista con Semana Económica su condición de “pequeña empresaria”. Ciertamente, su instituto de aviadores, Avia, es modesto si se le compara con los negocios de las dos familias más ricas del país. La balanza no parecía tener mucho peso de su lado.

 

En los juegos de poder, además, todo ataque acarrea una contraofensiva. A los pocos días de aquel discurso, Arturo Woodman, miembro del Consejo Consultivo de expresidentes de la Confiep, dijo al conservador diario Expreso que era León la que había cometido un error y que, por eso, debía “dar un paso al costado”. Exdirector en varias empresas de los Romero y constructor piurano, Woodman también salió en defensa de sus paisanos en Panamericana Televisión. El ala financiera de los negocios de la familia tardaría, igual, en absorber el golpe reputacional.

 

Tres fuentes consultadas por Sudaca explican que Woodman, desde entonces, se mantuvo ‘distante’ de la vida institucional de la Confiep. Algo que resulta ajeno a un gremio en el que la influencia de los expresidentes, si bien no tienen derecho a voto, es muy fuerte. Una de las fuentes describió al grupo que conforman como un “consejo de ancianos”, en el sentido que nuestros antepasados le habrían dado al término. Ese órgano consultivo de ‘la tribu’, según cuatro entrevistados, pasó a mirar con resquemor a la entonces presidenta.

 

Tensa pandemia 

Pocos meses después de aquel discurso, al Perú le sobrevino la pandemia. Con los negocios cerrados por la primera cuarentena y las empresas ahogándose, se empezó a discutir si los bancos debían ofrecer la posibilidad de reprogramar créditos sin aumentarle los intereses a sus clientes. Ponerse la camiseta, digamos, en una situación bastante difícil. Días de silencio oficial por parte de las entidades financieras (aunque con uno que otro pronunciamiento de sus gestores de intereses), fueron rotos por León en TV Perú a finales de marzo. Declaró que la reprogramación debía hacerse sin intereses. 

 

La sensatez aterrizó pronto en los dos bancos más importantes del país: el BBVA Perú y el Banco de Crédito (BCP) −este último, de los Romero− anunciaron el mismo día que reprogramarían sin cobros adicionales. Fuentes cercanas al sector aseguran que uno de los dos tomó la decisión y que el otro no quiso enfrentar las consecuencias reputacionales de no hacerlo. Aunque León es una firme convencida del credo del libre mercado, con esa declaración volvía a poner la mira en sus principales jugadores.

 

Poco después, en junio, la Asociación de Bancos (Asbanc) le jaló la alfombra a la presidenta. Luego de que Vizcarra amenazara, sin decirlo, con intervenir las clínicas privadas, la Confiep emitió un comunicado de enérgico rechazo. Para darle potencia, la organización comandada por León decidió poner debajo del texto los logos de todos sus agremiados.

 

 

Fuentes con conocimiento directo de la situación han relatado a Sudaca que, por esos días, Asbanc tenía pendiente una agenda regulatoria con el gobierno. Salir con la pierna tan arriba no era conveniente si, además, aparecía su distintivo gremial. Entonces, la noche del 25 de junio, en su Twitter oficial apareció un mensaje: “Asbanc no fue consultado sobre el contenido de la carta […] y hubiésemos preferido que no sea enviada”, aseguraron.

 

La publicación sorprendió a todos los analistas y empresarios del círculo, acostumbrados a que este tipo de choques se resuelvan con hermetismo. Algunas fuentes dijeron que la relación entre el representante de los banqueros, Martín Naranjo, y León se reconstruyó con el tiempo. Otras indicaron que ese ‘reconstruir’, en realidad, significó ‘tolerar y cooperar’ para calmar las aguas y que la cosa no escale. Woodman sí mantuvo para siempre su sana distancia.

 

Chau, Capeco

Durante la presidencia de León se han ido dos gremios de la Confiep: la poco conocida Asociación Peruana de Operadores Portuarios (Aspor), tras un choque de intereses con la Sociedad de Comercio Exterior (Comex), y la emblemática Capeco. Esta última no es poca cosa. Junto a otras seis asociaciones sectoriales de empresarios, la cámara de la construcción es una de las que, en 1984, fundó la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), como una respuesta a la demoledora crisis en la que estaba ingresando el país.

 

Otros fundadores, como la Asociación de Exportadores (Adex) y la Sociedad Nacional de Industrias (SNI) también se han retirado de la Confiep en las últimas décadas por la percepción de que algunos gremios tienen más peso en las decisiones sobre qué líneas defender. “Confiep habla por los intereses de los grandes grupos y empresas. Los pequeños eran comparsa […] Adex y la SNI representan a grandes, medianas y chicas. Y cuando necesitamos solucionar algún problema, hablamos directamente con el gobierno”, explicó una fuente del gremio exportador ajena a las siete consultadas.

 

Otra fuente ha descrito la actitud de Capeco como “una pataleta”. Lo cierto es que todos aseguran que el gremio constructor ya venía meditando su salida, por lo menos, desde hacía año y medio. Después de los escándalos Lava Jato y Club de la Construcción, la cámara había quedado vulnerable entre sus pares. Una primera ‘limpieza empresarial’ renovó la cúpula para dejarla en manos de los desarrolladores inmobiliarios, en desmedro de las grandes constructoras. Los principales representantes ante Confiep pasaron a ser de ese rubro: el desarrollador Humberto Martínez, de Marcan, y el arquitecto Enrique Espinosa, de Espinosa Arquitectos. Sin embargo, no fue suficiente.

 

Diversas fuentes de Capeco han asegurado que el descontento con su iglesia matriz se debía al peso que tienen los banqueros y los mineros en las decisiones de la organización. No solo a través de sus directivos oficiales, sino de sus operadores políticos. “Una prueba clara es que, con el escándalo de las constructoras, se le hizo a Capeco renovar a su directiva, con razón. Pero cuando el escándalo involucra a un banco, como en el caso de Romero, se le tiran encima a quien dice algo”, explicaron.

 

Con la llegada del verano, a la Confiep se le empezaron a aproximar dos elecciones: la nacional, con sus consecuencias naturales sobre el crecimiento de la inversión, y la suya propia. Como León había asumido tarde su mandato, la fecha de cambio de posta en el gremio empresarial más poderoso del país iba a tener apenas unos días de distancia de la votación presidencial. Algo que, en idioma de empresario, suena bastante mal.

 

 

Arturo Woodman, también expresidente del Instituto Peruano del Deporte (IPD), fue uno de los que se tomó más a pecho el ataque de León contra los Romero. 

Para elegir a un presidente, como ya se ha explicado, se necesita consenso previo. La lista siempre debe ser única y mostrar un frente cohesionado. ¿Si eso les ha funcionado durante años, por qué hacerlo de otra manera? Este año Capeco jugó sus fichas a que sí cambiarían. La mayoría de fuentes ha confirmado a Sudaca que el gremio constructor evaluó presentar su propia candidatura, sin encontrar candidato en la interna. Nunca realizó una propuesta formal. Sin embargo, sí dejó claro que la elección debía ser eso: escoger, no ratificar.

 

“¡Imagínate a Capeco, después de los escándalos, presidiendo Confiep!”, dice una fuente. En paralelo, el ‘consejo de ancianos’, agrupado en un chat, deliberaba sobre quién podría ser el candidato único e ideal. Las conversaciones, para ello, se suelen dar en distintos niveles. De pronto, surgió un nombre que ya había sonado entre las opciones que fueron discutidas antes de la elección de León: Óscar Caipo. No pudo ser aquella vez por temas estatutarios.

 

Caipo ha dedicado la mayor parte de su vida profesional a comandar la división peruana de la multinacional KMPG, una red de firmas que se dedican a la auditoría y a la asesoría legal, financiera y tributaria de las principales corporaciones alrededor del mundo. De hecho, KPMG es conocida como una de las consultoras ‘big four’, junto a PwC, Deloitte y Ernst & Young. Además de ser el socio administrador de esa firma en el país, Caipo preside Empresarios por la Integridad, una asociación cuyo nombre no da lugar a mayores explicaciones.

 

El consenso en torno a su figura se alcanzó rápidamente entre los expresidentes de la Confiep. Ellos son los que se encargan de producir al candidato que luego obtendrá la venia de los actuales representantes de los gremios afiliados. Así lo manda la tradición. ¿Quién le haría el ofrecimiento? Se decidió que el enviado sea Martín Pérez, uno de los pocos ‘ancianos’ que, a sus 55 años, comparte promoción con Caipo. Podría llegar a él con mayor facilidad.

 

Pérez también es de la misma generación que el joven Dionisio Romero Paoletti, de quien es amigo. Además, es director suplente en el BCP  “Pérez fue el encargado de hacer el nexo para que se entregue ese dinero a la campaña [de Fuerza Popular, entonces Fuerza 2011], no te pases”, reclamó una de las fuentes. En declaraciones ante el equipo especial Lava Jato, Romero Paoletti dijo que fue Pérez quien lo ayudó a tomar contacto con la organización que lidera Keiko Fujimori, según informó El Comercio.

 

Caipo aceptó y la mayoría de gremios se subió al barco. No Capeco. Fuentes de esta institución contaron que el nombre no era el problema, sino la forma poco democrática de elección. Tras descartar la opción de tentar ellos mismos la presidencia, movieron una ficha −de manera informal− para que María Isabel León se quedara de largo hasta después de la primera vuelta. Del otro lado, sin embargo, la discusión era diametralmente opuesta: los gremios planeaban adelantar su salida. Estos últimos ganaron la pugna.

 

De la nueva normalidad

Los tres nombres fuertes del nuevo Comité Ejecutivo de la Confiep: Óscar Caipo, Cayetana Aljovín y Ana María Choquehuanca. 

 

No solo era “raro” tener un cambio de mando un día antes de la primera vuelta, sino que la Confiep −aunque sus representantes no lo acepten abiertamente− tiene un rol político que cumplir. Si bien no es que exista el mentado ‘candidato de la Confiep’, sí hay opciones ‘antimercado’ contra las que hay que estar preparados para hablar. Hacerlo con una gestión desgastada no es una buena idea.

 

Inicialmente León dio la impresión de no querer adelantar su entrega de cargo. Sin embargo, luego ella misma pidió que se convoque a las elecciones para que sean el último martes por la noche. No tenía ya, para entonces, gerenta: Patricia Teullet, quien la había acompañado en ese puesto, la había dejado en noviembre para formar parte del breve y sangriento Gabinete Merino. Poco a poco, León fue despidiéndose y dejando los chats de la Confiep. Decidió dejar el cargo el mismo día de la elección.

 

Días antes de ello, Capeco, sin poder conseguir el respaldo que buscaba, oficializó su salida. Caipo −quien declinó de responder para esta nota− asume un gremio en el que la balanza del poder ha sido recalibrada. Su vicepresidenta es Cayetana Aljovín, que viene del tradicional gremio de grandes pesqueras, y las pequeñas empresas han sido relegadas a la segunda vicepresidencia, con la figura de Ana María Choquehuanca. ¿Cómo canalizarán su discurso en las elecciones que se avecinan?

 

De la ‘pequeña empresaria de la educación’, férrea defensora del modelo y de pasado fujimorista, la Confiep pasa ahora al jefe local de una consultora con millonarios clientes. Algo así como decir que, tras una tensa aventura en la derecha más popular y confrontacional, el gremio de gremios ha regresado a la derecha más corporativa y discreta. Todos, por supuesto, aseguran que las rencillas ya han sido superadas. Entre empresarios, no fingir una sonrisa sí cuesta dinero.

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“En este momento tenemos sólo de Sinopharm y tenemos el registro de Pfizer”, aseguró el domingo pasado el presidente Francisco Sagasti en una entrevista para Cuarto Poder. Se refería al ‘registro sanitario condicional’ que ambas vacunas necesitan para ingresar al país. Su afirmación, sin embargo, es falsa. Sudaca pudo confirmar que hasta el martes de esta semana no se había tramitado dicho requisito para la vacuna china. Y el porqué es importante.

 

El ‘registro sanitario condicional’ es un mecanismo creado para que las vacunas contra la Covid-19 puedan ingresar al país pese a no haber terminado su fase III de ensayos en humanos. Sin él, ninguna podría llegar −por lo menos− en los próximos seis meses. No obstante, el producto de Sinopharm ni siquiera cumplió con los requisitos básicos exigidos por este nuevo procedimiento expedito. Por eso se le otorgó apenas una ‘autorización excepcional de importación’ para un millón de dosis hasta el 30 de abril. Un registro sanitario condicional, como el que sí obtuvo la droguería Pfizer, le permitiría traer un número ilimitado de vacunas durante todo un año. La oficina de prensa de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) aseguró a Sudaca que ni siquiera existe una solicitud formal para tramitar el registro, la que debe ser presentada por el Centro Nacional de Abastecimiento de Recursos Estratégicos en Salud (Cenares). En esta última institución se limitaron a decir que ya se “está tramitando la solicitud” y que están “en plenas coordinaciones”. Digemid tampoco quiso ahondar en mayores detalles.

 

El porqué de todo esto es lo más importante, y está refundido entre las más de 2.000 páginas de anexos del inocuo informe que elaboró la comisión presidida por Fernando Carbone sobre el VacunaGate. ¿Dónde? En la entrevista hecha a Sofía Salas Pumacayo, quien hasta el último 22 de febrero fue la directora ejecutiva de Productos Farmacéuticos de la Digemid. Salas tuvo que renunciar por ser parte del escándalo, como reveló este medio: recibió dos inyecciones de la vacuna china y luego autorizó su ingreso al país mediante una resolución directorial. Sofia Salas, químico farmacéutica de profesión, detalló a la comisión cómo en febrero pasado el primer millón de dosis de Sinopharm aterrizó en Perú sin que se hayan presentado todos los documentos necesarios para asegurar su calidad. Salas explicó que a las vacunas les hacían falta varios papeles básicos para poder acceder al registro sanitario condicional que aprobó el propio gobierno. Aún así, decidieron traerlas.

Un fragmento del registro de entrevista a Sofía Salas Pumacayo, directora de línea en la Digemid. Ella asegura que la vacuna china no tenía la documentación completa.

“No tenía los resultados preliminares del estudio técnico de fase III. La información que mandaron era de los ensayos clínicos en otros países”, contó la exfuncionaria. Esto, según fuentes especializadas en procesos de investigación clínica consultadas por Sudaca, implica que no se pueda garantizar la eficacia señalada para un producto.

Pero no fue lo único. La químico farmacéutica se explayó en más omisiones. Dijo, por ejemplo, que faltaba comprobar las Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), para lo cual “tiene que ir Digemid a China”. Las BPM son el conjunto de procesos que aseguran la fabricación de una vacuna sea “uniforme y controlada”, según información del propio Ministerio de Salud (Minsa). Además de asegurar “la calidad del producto”, evitan, por ejemplo, casos de contaminación cruzada cuando se produce en serie. ¿Está capacitado el personal? ¿Son salubres las instalaciones de producción? La Digemid no tenía respuestas certeras para estas preguntas.

La resolución que firma Salas simplemente menciona que la autoridad de medicinas de China ya emitió un certificado alegando que las BPM sí se cumplen. Sin embargo, para que ello sea válido, China tendría que estar entre los países de alta vigilancia sanitaria reconocidos por el Perú. No es el caso: hasta el 2019 allí solo había países europeos junto a Estados Unidos y Canadá, cuyas instituciones el Perú considera lo suficientemente confiables de homologar.

Refundida entre los anexos no publicados del informe Carbone, la declaración de Salas aporta información clave sobre la llegada del primer millón de vacunas chinas.

Según Salas, tampoco se presentó un correcto “plan de gestión de riesgos”. Este debe contener todas las actividades de farmacovigilancia posteriores al arribo de las dosis, como verificar su eficacia, minimizar riesgos, prevenir situaciones adversas. La exfuncionaria de la Digemid dijo que el plan fue presentado, pero que recibió muchas observaciones.

“Hubo una reunión en el despacho el 26 de enero de 2021 y se les presentó los documentos [no precisa a quiénes] demostrando que faltaba documentación, pero ya estaba la compra y las vacunas iban a llegar”, explicó Salas a la comisión Carbone. Ese mismo día, firmó la resolución que autorizaba al Cenares a importar el primer millón. El 7 de febrero, una aeronave con las primeras 300.000 dosis llegó al Perú.

Para que el Cenares pueda tramitar el registro sanitario condicional, que aún está pendiente, se deberán haber solucionado los vacíos documentarios descritos por Salas. Mientras ello no ocurra, ni una sola dosis más −y el gobierno ha anunciado que planea traer 37 millones más− puede aterrizar en el Perú. A diferencia de Pfizer, que obtuvo el permiso mediante su sucursal en el país, el Cenares se encargará de los trámites de la vacuna de Sinopharm.

“Esta información pone en duda la calidad de la vacuna que llegó al país. Cuando uno pide un registro a la Digemid, te demandan requisitos. De estos depende que funcione como dice funcionar”, explica a este medio una fuente que ha trabajado en el Instituto Nacional de Salud y que pidió mantener su identidad en reserva. Sudaca ha intentado comunicarse con Sofía Salas a través de distintos medios, pero no tuvo éxito.

 

Pequeñas revelaciones

En 66 páginas, el informe Carbone no dijo casi nada que no hubiera sido advertido previamente por la prensa. Sin embargo, en sus anexos sí hay más información interesante. Por ejemplo, la comisión identifica a la estadounidense Kelika Konda, una de las personas que se vacunó sin ser parte del ensayo clínico, como miembro del Comité de Monitoreo de Datos y Seguridad (DSMB, por sus siglas en inglés) del propio estudio. La comisión Carbone sí identificó a Kelika Konda como parte del supuestamente imparcial DSMB del ensayo clínico de Sinopharm.

Los miembros de un DSMB no deberían tener lazos personales o profesionales con la investigación que van a supervisar. La naturaleza de ese comité es, per se, independiente. Entre sus funciones tiene −por ejemplo− la de analizar cualquier evento adverso que se produzca, sea la muerte de un voluntario o una reacción alérgica, para determinar si el estudio debe continuar. También analiza su progreso, monitorear que se cumpla su protocolo y certifica la integridad de los datos declarados.

Que Konda se haya vacunado por fuera del ensayo clínico, según una de las fuentes antes citadas, implica una falta ética y un serio conflicto de intereses. Además, asegura, podría someter a serios cuestionamiento todo el estudio de Sinopharm en el Perú.

Los anexos del informe Carbone, además, contienen la carta mediante la cual Luis Quesada, el embajador del Perú en China, le solicita formalmente a una subsidiaria de Sinopharm −la CNBG− 2.000 dosis adicionales para que “1.000 personas del equipo peruano” de investigación sean inmunizadas. Si bien el gobierno ya había hecho público el pedido diplomático, hasta hoy no se había revelado el la solicitud oficial. Hoy sabemos que la inmunización fue mucho más allá del círculo laboralmente vinculado al ensayo.

La carta oficial mediante la cual el embajador Luis Quesada pide 2.000 vacunas ‘para el equipo de investigación’. Por su parte, el Dr. Aldo Lucchetti, exdirector general de intervenciones estratégicas en salud pública del Minsa, revela en su entrevista que la exministra Pilar Mazzetti le pidió a su oficina “hacer una resolución que justifique la vacunación del presidente [Sagasti] cuando llegaran las vacunas, porque no querían tener ningún problema”. Esto, debido a que “se había dicho que primero se vacunaba a la primera línea”. Si bien esto no implica ninguna responsabilidad penal o funcional, sí ayuda a entender cómo se resolvió la polémica sobre la inclusión de Sagasti en los primeros días de vacunación. Lucchetti confirmó a Sudaca que el documento fue elaborado por su dirección y que se sustentó en el principio de que, ante una situación de catástrofe, siempre debe inmunizarse a las autoridades que rigen la nación. Efectivamente, el 9 de febrero, pocos días antes de que estallara el VacunaGate, el Minsa emitió una resolución ministerial incluyendo al presidente en la fase I de la vacunación. “Con el visado del Director General de Intervenciones Estratégicas en Salud Pública”, dice el documento. Sagasti fue uno de los primeros en recibir la inyección, pocos días después.

En las próximas semanas, este medio continuará revisando las miles de páginas de los anexos del informe Carbone para traer más novedades.

La decisión fue tomada por la Junta General de Accionistas el mismo día que se supo que Blume, directora de la empresa, estaba en la lista del #VacunaGate. AFP Habitat ha resuelto no pronunciarse sobre su comportamiento.

El último martes se reunió uno de los principales órganos de gobierno de la AFP Habitat en el Perú: su Junta General de Accionistas (JGA). ¿Lo hizo para hablar sobre la conducta de uno de los miembros de su directorio, que se vacunó en secreto para el país, fuera de un ensayo clínico y antes que el personal de salud de la primera línea de lucha contra la pandemia? No, solo para repartirse dividendos.

 

Este 16 de febrero, AFP Habitat decidió que dará a sus accionistas casi S/37 millones en dividendos de sus operaciones del 2020 en el Perú. Con 99,94%, su principal propietario −y para todo efecto práctico, el único con poder de decisión− es Habitat Andina S.A. A través de esta compañía, la AFP peruana es controlada y entrega utilidades a su matriz en Chile. El pago de dividendos se concretará el 8 de marzo.

 

AFP Habitat tomó la decisión el mismo día que, por la madrugada, se conoció que una de sus directoras forma parte del escándalo denominado #VacunaGate. Se trata de la abogada y lobbista Cecilia Blume, quien recibió tres dosis de la vacuna de Sinopharm: el 21 de noviembre, el 16 de diciembre y el 7 de enero, según la lista elaborada por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH).

 

“Se aprobó respecto de la utilidad distribuible generada durante el ejercicio 2020, que (i) se detraiga el monto de S/4.097.339,52 por concepto de reserva legal y que (ii) se distribuya dividendos por un monto ascendente a S/36.876.055,64 determinando un dividendo ascendente a la suma de S/0,45066301 por acción”, dice un comunicado enviado a la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV).

 

Este documento fue registrado en la SMV pasadas las 4 de la tarde del martes 16. Catorce horas antes, Sudaca fue uno de los medios que hizo pública la lista de vacunación de la UPCH. Blume tiene allí el número 178 y aparece como “invitada”. El reparto de dividendos que ha aprobado el accionista controlador de AFP Habitat es propuesto por el directorio que ella conforma.

 

De ética y reputación empresarial

 

Blume es directora independiente (no vinculada a los accionistas) de AFP Habitat desde mayo del 2013. También forma parte del directorio de la pesquera Exalmar. Ha sido jefa del Gabinete de Asesores del Ministerio de Economía y Finanzas que presidió Pedro Pablo Kuczynski (PPK) hace casi dos décadas y ha sido parte del círculo de confianza del expresidente.

 

Según el consultor en ética corporativa y director ejecutivo del Consejo Privado Anticorrupción, Eduardo Herrera, el comportamiento de Blume respecto al #VacunaGate −vacunarse de forma irregular, sin conocimiento del público y sin tomar en cuenta el orden de prioridad− sí merecería una sanción o, al menos, un pronunciamiento público por parte de su empresa.

 

“No estaba en la obligación formal de comunicar [a la empresa, que se había vacunado], porque no era un tema de conflicto de intereses corporativos, pero la transgresión ética en su vida personal sí merece una sanción. Tenía el deber de comportarse correctamente […] No podía permitir, además, que su vida personal embarre la reputación de una empresa”, dice.

 

El Código de Ética de AFP Habitat, que “declara los valores éticos y de conducta en que deben enmarcarse las actuaciones internas y externas del directorio” de la empresa, establece: “Debemos actuar con rectitud y lealtad en todos los ámbitos, comportándonos de manera transparente y responsable en el desarrollo de nuestras tareas y en nuestra relación y comunicación con otros, valorando el respeto y sinceridad en nuestro actuar”.

 

Según Herrera, este párrafo ha sido transgredido por Blume. “Esa cláusula amplia es la que te habla de que tienes que portarte bien siempre. El Código de Ética te habla del correcto comportamiento de la persona en todo su esplendor. Para la integridad, no es que yo soy ejecutivo en la mañana y en la noche nada que ver. Eres uno solo”, explica.

 

Aún más: el Reglamento de la Junta General de Accionistas de AFP Habitat dice que ésta “evaluará constantemente que los miembros del directorio cumplan con […] las propias políticas de la compañía para desempeñar de manera satisfactoria dicho cargo; para tal efecto evaluará toda circunstancia o hecho relevante, incluyendo las relaciones comerciales, bancarias, legales, de imagen de cada uno de los miembros del directorio”.

 

Herrera compara el caso de Blume con el de Luis Felipe Gómez, quien ocupó un cargo gerencial en la aerolínea colombiana Avianca hasta el Mundial de Rusia 2018. Gómez fue despedido por su exempleador luego de que un video viral lo mostró sirviendo licor desde un compartimiento oculto en unos falsos binoculares dentro de un estadio, y ufanándose de ello. Estaba prohibido ingresar alcohol al recinto.

 

“Te pongo el ‘caso Avianca’ en el Mundial de Rusia. Es paradigmático porque te muestra cómo la vida personal influye en la reputación corporativa. Avianca se dio cuenta y lo botó”, asegura el experto en ética y anticorrupción. El exempleado de Avianca ganó recientemente un proceso contra la aerolínea, pero solo para rectificar unos dichos puntuales y no para reponerlo en su puesto.

 

Pese a todo, la AFP Habitat ha decidido no pronunciarse respecto a la vacunación irregular de Blume. No solo no lo hizo tras su Junta General de Accionistas, ni en los días posteriores, sino que respondió a Sudaca que no haría declaraciones al respecto. “Acá seguro te van a decir que no hay corrupción, que puede ser una falta ética, pero que esa es un área gris”, se quejó airadamente una fuente del sector financiero.

El Hecho de Importancia publicado por la SMV que registra los detalles del reparto de dividendos acordado por la Junta General de Accionistas de AFP Habitat. 

 

La persona y la empresa

 

El doctor Germán Málaga, investigador a cargo del ensayo clínico de la vacuna de Sinopharm, declaró a la comisión conjunta de Fiscalización y Covid-19 del Congreso que la triple vacunación de Blume se debió a que luego necesitaba conseguir financiamiento para un proyecto. Las declaraciones de Málaga sobre otros implicados en el #VacunaGate han sido rebatidas por estos.

 

“La covocamos [a Blume] […] porque en algún momento pensábamos levantar fondos para construir nuestra propia UCI [Unidad de Cuidados Intensivos], teniendo en cuenta que podía venir una segunda ola y no queríamos estar con el problema de ahora de conseguir camas”, aseguró el investigador. Sudaca se comunicó con la abogada, pero ella también optó por no declarar.

 

Más allá de esa afirmación, Blume es conocida en el país por su rol como ‘gestora de intereses’ privados. Este es un eufemismo para lo que, en todo el mundo, significa hacer lobby. El lobby no necesariamente implica un acto ilegal. Desde hace 14 años, la lobbista Cecilia Blume preside la consultora CB Consult. En ese tiempo también ha formado parte de los directorios de diversas empresas.

 

En el 2016, Blume ocupó el primer lugar entre los ‘gestores de intereses’ más poderosos del país, según la Encuesta del Poder que elabora Ipsos para la revista Semana Económica. “Soy abogada: mi trabajo es abogar por mis clientes, representar sus intereses. Significa que lo estoy haciendo bien”, respondió ella aquel año, al autor de esta nota, para Semana Económica.

 

Habitat, por su parte, es una de las cuatro AFP del mercado previsional peruano. Ingresó en el 2013, tras ganar la primera licitación de afiliados, lo que obligaba a todos los nuevos aportantes del sistema a ser sus clientes. La matriz de Habitat nació en Chile en los ochenta. Hoy la controla, a partes iguales, la gigante estadounidense Prudential y la Cámara Chilena de la Construcción.

 

En abril del 2020, Habitat dejó sin efecto la repartición de dividendos del ejercicio 2019 que había dispuesto su accionista controlador el mes anterior. Lo hizo tras el revuelo mediático que causó el reparto de utilidades de su competidora peruana, Prima AFP, y “en atención a las nuevas condiciones nacionales e internacionales a consecuencia del Covid-19”. Finalmente, igual pagó esos dividendos en octubre.

 

Publicado: viernes 19 de febrero.

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AFP, Cecilia Blume

Sofía Salas Pumacayo, directora ejecutiva de la Dirección de Productos Farmacéuticos de la DIGEMID, recibió sus dos inyecciones entre setiembre y octubre del año pasado. Tres meses después, firmó documento clave para el ingreso de las vacunas.

La directora ejecutiva de Productos Farmacéuticos de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (DIGEMID), Sofía Patricia Salas Pumacayo, ha incurrido en un serio conflicto. A finales del año pasado recibió dos dosis −lo que equivale a una dosis completa de inmunización− de la entonces candidata a vacuna de Sinopharm y apenas tres meses después firmó la Resolución Directorial que autorizó excepcionalmente la importación de dicho producto. La químico farmacéutica es parte de las 487 personas que recibieron la vacuna china por fuera de su ensayo clínico.

 

Según la lista elaborada por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), que Sudaca ha podido revisar en detalle, Salas fue inyectada el 12 de setiembre y el 3 de octubre del año pasado. Para entonces ya estaba al frente de la Dirección de Productos Farmacéuticos de la DIGEMID. Apenas tres meses después, el 26 de enero, firmó como autoridad competente la Resolución Directorial N° 486-2021/DIGEMID/DPF/UFPB/MINSA, que autoriza de forma excepcional la importación de un millón de dosis de la vacuna que ella ya había recibido. 

Sudaca pudo revisar también la mencionada Resolución Directorial. La misma responde a una solicitud del Centro Nacional de Abastecimiento de Recursos Estratégicos en Salud (Cenares) para poder traer el producto con urgencia. Aún hoy, la vacuna de Sinopharm sigue siendo clave para la primera línea de lucha contra la pandemia. «Considerando la información de la morbi mortalidad del personal de salud, en el Plan Nacional de Vacunación contra la Covid-19 está considerado la protección de dicho personal», dice el documento, que aparenta haber sido redactado con premura por la emergencia.

 

Al final, el documento autoriza «excepcionalmente la importación y uso por situaciones de salud pública» del primer millón de «viales y/o jeringas» de la vacuna china. Esta autorización era necesaria porque el producto aún no había culminado todas las etapas para su registro regular, en una situación de no-pandemia.

 

La resolución que Salas firmó el 26 de enero abrió un candado clave para que las vacunas puedan aterrizar en suelo peruano. Hasta el día anterior, el 25, la información que reportaban diversos medios era que la DIGEMID aún no emitía el permiso necesario para que los inyectables aterricen en el país. Sin embargo, el 26 por la tarde el diario El Comercio publicó que finalmente la documentación necesaria para traer las primeras dosis estaba lista. «Ya tenemos el permiso y documentos preparados para la exportación», confirmó una fuente a dicho medio.

 

Salas es una de los cuatro funcionarios de DIGEMID que este medio ha podido identificar en la lista de vacunados irregularmente, en lo que la opinión pública ha empezado a llamar el #VacunaGate. El poder que le confería su cargo directivo hace especialmente relevante su vacunación. Sudaca confirmó con especialistas en ética médica que lo que Salas hizo configura, cuando menos, un grave conflicto de intereses.

 

Este medio buscó recabar la versión de Salas por distintas redes sociales, sin éxito. También se comunicó con la oficina de prensa de la DIGEMID, pero esta se excusó de responder alegando que hay una investigación en marcha para todo el #VacunaGate y que se deben esperar sus resultados.

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