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¡De Ripley!: Así fue como el gobierno abandonó a la moribunda industria textil | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
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¡De Ripley!: Así fue como el gobierno abandonó a la moribunda industria textil

Tres ministros decidieron no defender a los productores nacionales de las voraces importaciones asiáticas. Los argumentos de grandes empresas surtieron en ellos un rápido efecto, a pesar de un contundente informe del Indecopi. Decenas de miles de trabajadores y sus familias han quedado en vilo.

Tras cruzar todo el Pacífico, el pasado 8 de setiembre un bividí llegó al puerto del Callao. 100% algodón, cuello redondo, largo a la cadera y un pequeño distintivo de su marca comercial, Doo Australia. Ancló, junto a otros 2.300 bividís y más de 40.000 prendas diferentes, en un contenedor lleno de ropa para la temporada de verano. ¿Su país de origen? La China. 

La empresa que importó aquel cargamento fue Saga Falabella, una cadena chilena de tiendas por departamentos que pertenece al mismo grupo que Tottus y Sodimac. Según documentos de Aduanas, compró el bividí a los chinos a US$1,87. Agregándole el flete, el seguro, los aranceles, el impuesto municipal y el IGV, la prenda le terminó costando US$2,48, poco menos de S/9, de acuerdo al tipo de cambio de entonces.

Falabella puso a la venta aquella prenda a S/39,90, cuatro veces más de lo que le costó importarla. Hoy, con el verano ya por terminar, la ‘remata’ a S/24,90. Una historia similar es la del polo para niños marca Cloudbreak, también 100% algodón, que llegó desde Bangladesh al Callao el 14 de agosto del 2020. A Ripley le costó, sumados todos los cargos, US$1,90 o S/7. Hoy lo vende a S/19,95.

Por aquellos días, el Perú vivía su tercera fase de reactivación económica. En setiembre, los conglomerados comerciales llevaban poco menos de tres meses reabiertos, tras haber estado casi 100 días paralizados. Gamarra operaba con aforo reducido: solo los dos primeros pisos de las galerías recibían al público. Detrás, la industria textil intentaba despertar de un largo coma inducido.

Y tenía esperanza. A la par de la reapertura, el 25 de junio, el entonces viceministro de Mype e Industria, José Antonio Salardi, había pedido al Indecopi que evalúe una medida de defensa para la comatosa producción nacional. ¡Salvaguardias!, fue el grito de los textileros peruanos que el funcionario trasladó a la entidad técnica. ¿Qué es eso? Un aumento de los aranceles, en este caso, a la importación de prendas de China y Bangladesh.

Las salvaguardias son medidas de defensa comercial que los países pueden usar ante una situación de emergencia. Por ejemplo, cuando el aumento inesperado en las importaciones de un producto amenaza con causarle un daño grave a la industria nacional que lo fabrica. Se trata de que los empresarios locales puedan competir sin enfrentar un naufragio súbito.

Del otro lado, sin embargo, no se iban a quedar callados. Grandes empresas importadoras −entre ellas, Ripley y Falabella−, junto a los gremios que las representan, aportaron rápidamente argumentos en contra. Su voz no encontró eco en el Indecopi, que el pasado 25 de enero recomendó a una comisión multisectorial conformada por los ministros Waldo Mendoza (Economía), Claudia Cornejo (Comercio Exterior) y José Luis Chicoma (Produce) aplicar las salvaguardias de manera temporal. Pero la voz del gran empresariado sí encontró eco en el gobierno.

Industria textil
De izquierda a derecha: José Luis Chicoma (Produce), Claudia Cornejo Mohme (Mincetur) y Waldo Mendoza (MEF). La comisión multisectorial que no quiso defender a la industrial textil nacional.

Las salvaguardias fueron bloqueadas por estos tres ministros, que el 18 de febrero hicieron oficial su negativa de otorgar las salvaguardias en un decreto supremo. El miércoles pasado sustentaron su decisión ante el Congreso con los mismos argumentos que las compañías.

Sudaca hace público el informe preliminar elaborado por Indecopi y reconstruye, en cifras, la crisis que atraviesa el sector textilero. Decenas de miles de peruanos esperan que los representantes del gobierno reculen y atiendan la recomendación del ente que vela por la libre competencia.

 

La industria se muere

“Estamos arriesgando a toda una industria. No es solo Gamarra. Vamos a sacrificar el futuro de un millón de familias porque la ministra [de Comercio Exterior, Claudia Cornejo] no quiere ver la realidad”, dice con desesperación Susana Saldaña, presidenta de la Asociación Empresarial Gamarra Perú. Asegura que menos del 6% de los pequeños empresarios de su emporio accedió al fallido programa de créditos Reactiva Perú.

Saldaña recoge cifras de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI): el sector textil y de confecciones genera cerca de 1 millón de empleos indirectos en el país. “Se está exponiendo al aparato productivo más extendido del Perú a la quiebra inminente […] tal como ha sucedido en otros países”, asegura el presidente de este gremio, Ricardo Márquez. A diferencia de la Confiep, asociada al gran poder corporativo, la SNI es más cercana a las mypes.

Los números respaldan la preocupación de Saldaña y Márquez. El 2020 fue un año nefasto para los textileros peruanos. Un botón como muestra: el uso de la capacidad instalada −que equivale a lo que todas las fábricas y máquinas del país podrían producir− se desplomó a apenas 39,6% en el primer semestre del año pasado, según cifras del Banco Central de Reserva. Gran parte de la industria quedó paralizada.

 

Capacidad productiva

“Más del 80% de los productores de Gamarra no tiene capital para reiniciar su actividad. ¿En dónde liquidamos la mercadería que quedó del verano, si en todo el país está la ropa asiática a precios irreales? El mercado está completamente abarrotado”, dice hoy Saldaña.

Para volver a producir, un empresario necesita dinero. Sin acceso a crédito barato, puede conseguirlo rematando los saldos de su última campaña fallida, la del verano con segunda cuarentena. Sin embargo, no parece tener dónde.

La ropa importada ya muestra cifras ‘de remate’, explica Saldaña.  Los productores nacionales esperarían que el precio de una prenda se mueva siguiendo el patrón de los insumos que la componen, pero según datos recopilados por el Indecopi, en su informe preliminar, desde el 2018 el precio de las confecciones importadas viene bajando a un ritmo mayor que el de sus materias primas, el algodón y el poliéster. 

“Esto indica que estamos ante una situación que no ha podido ser prevista por los productores nacionales. La industria nacional no estuvo preparada para enfrentar esta competencia”, dice Luis Alberto León, secretario técnico de la Comisión del Indecopi que elaboró el informe preliminar

Precio Alghodon y poliester

Pero quizás la muestra más cruda de la situación del sector es el empleo. Según cifras recopiladas por el Indecopi, que asegura haber evaluado un porcentaje representativo del mercado, el número de trabajadores contratados por la industria textil cayó a la mitad en el primer semestre del 2020. Eso equivale a decenas de miles de nuevos desempleados

 

¿Nos salvamos o naufragamos?

En su informe, Indecopi recomendó subir en 20 puntos porcentuales el arancel para las confecciones chinas y de Bangladesh por 200 días. En su presentación ante el Congreso, sin embargo, la ministra Cornejo −exgerenta de la Confiep− aseguró que la decisión de no poner las salvaguardias se debió a que no hubo “pruebas claras para acreditar la relación causal entre el supuesto aumento de las importaciones y la amenaza de daño grave [a los textileros peruanos]”. En cambio, dijo, se encontraron “otros factores de alta importancia”, como “la emergencia sanitaria causada por la Covid-19”.

Un argumento muy parecido dio a Sudaca Jessica Luna, gerenta general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (Comex), un gremio afiliado a la Confiep que representa −entre otros− los intereses de grandes importadores de prendas asiáticas, como Falabella, Ripley, Zara o Cencosud. De hecho, Comex se presentó ante el Indecopi junto a todas esas empresas y, en su nombre, cuestionó la mera apertura de la investigación por salvaguardias.

“La investigación no ha demostrado un aumento de las importaciones, no ha demostrado que hay una amenaza de daño [a la industria local] y tampoco una relación causal entre ambos”, aseguró Luna a este medio. Y envió una presentación elaborada para Comex por una consultora en comercio exterior. Esta menciona, como Cornejo, que la culpa de la crisis textil es de la primera cuarentena. Dicha presentación fue expuesta al Indecopi en enero, pero no lo convenció.

El informe preliminar del organismo público es enfático: dice que sí se puede determinar, en etapa preliminar, la relación causal entre las crecientes importaciones asiáticas y el riesgo de daño grave a la industria nacional. Añade que “no resulta razonable inferir” que la cuarentena −y demás medidas de contención− tengan algo que ver con la crisis del sector textil

El argumento del Indecopi se traduce así: la industria peruana no ha tenido un accidente puntual, sino que padece una enfermedad crónica desde hace varios años. Entre el 2016 y el 2019, por ejemplo, las prendas de China y Bangladesh pasaron de ser el 159,2% de la producción nacional a ser el 265,9%. Un crecimiento innegable, que luego se disparó con la pandemia: entre enero y setiembre del 2020 las importaciones representaron el 509,9% de lo fabricado en el país.

 

Mercado nacional vs importaciones

En los últimos cuatro años, entre 2016 y 2020, la producción nacional pasó de tener el 17.2% del mercado de confecciones a apenas el 5.8%. Las importaciones de China y Bangladesh siguieron el camino exactamente opuesto: a setiembre del año pasado ya copaban el 82,2% del mercado. Como advirtió Saldaña, ya no parece haber lugar para el empresario peruano.

Pero hay un riesgo latente incluso peor. “China y Bangladesh tienen amplia capacidad exportadora y fácilmente pueden aumentar sus envíos a nuestro mercado”, dice Luis Alberto León. Ambos podrían ‘redireccionar’ sus envíos al Perú y terminar de hundir la producción nacional. ¿Por qué hacia aquí? Porque les cobramos solo 11% de arancel a las confecciones, mientras que en Colombia, Ecuador y Brasil les cobran entre el 25% y 40%. Una ganga impositiva.

Arancel

“Cualquier demora en la adopción de medidas de salvaguardia sobre las importaciones de dicho producto generaría un perjuicio difícilmente reparable para la rama de producción nacional”, concluye el informe del Indecopi.

 

El ‘lobby feroz’

A la elaboración del informe no solo se “apersonaron” Comex y sus agremiadas importadoras, con los argumentos que luego ha repetido el gobierno, sino también la Cámara de Comercio China para la Exportación de Textiles y una empresa con un pasado reciente particular: Acuario Export E.I.R.L, cuyo gerente es Marcelino Aguilar Mollinedo. El empresario figura entre los 16 detenidos en un megaoperativo realizado el pasado 17 de diciembre por la Fiscalía. Los presuntos delitos fueron el contrabando y la defraudación tributaria.

Lo cierto es que las presiones hicieron efecto. “La ausencia de relación causal” no es el único argumento contra las salvaguardias que comparten los ministros y Comex, por ejemplo. El gremio también reclamó a Sudaca que el Indecopi haya usado demasiados tipos de productos textiles para su informe. Luna dice que eso distorsiona el análisis porque no se trata de prendas similares entre sí, y porque le da demasiado peso a las medias y la ropa de cama, cuando en el Perú lo realmente relevante son los polos.

“Se están agrupando en un solo grupo de productos como polos, pantalones, medias, guantes, ropa de cama, de mesa […] Estos artículos no son comparables entre sí, usualmente no compiten en el mismo mercado y no tienen el mismo uso”, dijo Cornejo al Congreso. “Consideraron 284 subpartidas arancelarias, que definen como confecciones. Ahí tienes ropa de cama, pantalones, secadores, medias, etc. Son productos que no son similares entre sí”, asegura Luna a este medio.

Si bien es cierto que el sector textil peruano es más ‘polero’, eso no significa que no se produzca todo lo demás en el país. “En Gamarra tenemos cuadras enteras que hacen calzones y medias. Es todo un sector. Que se den una vuelta por acá, los que no conocen. También ropa de cama y para el hogar. Aquí compra el pueblo, que no tiene plata para Casaideas”, reclama Saldaña.

Pero además, el Indecopi ya explica en su informe por qué considera tantos productos dentro de su análisis. Se basa en jurisprudencia previa de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La lógica es que los productos son “similares” o “directamente competidores” cuando un fabricante puede usar las mismas máquinas, mano de obra y materia prima para hacer cualquiera de ellos. Es decir, que, si tiene la posibilidad de reorientar rápidamente su producción de polos a calzones, vale.

Otro argumento utilizado por el empresariado para bloquear la salvaguardias fue el de las ‘represalias’. “Los países afectados [por las salvaguardias] tienen el derecho de establecer medidas restrictivas en contra de las exportaciones peruanas en los sectores que estimen convenientes”, dijo Cornejo. “Si no se cumplen los requisitos [para poner salvaguardias], ya se ha comentado que con China la preocupación es [que aumenten los aranceles a] nuestros productos agrícolas”, asegura Luna. ¿Toca agachar la cabeza?

Finalmente, Luna, quien aseguró hablar en nombre de todos los agremiados de Comex con intereses en torno a las salvaguardias, dijo que le preocupa que un aumento de los aranceles sea trasladado por las empresas al precio final que paga el consumidor. “Los consumidores son como los ‘hijos’ de Con Mis Hijos No Te Metas. ‘Pobrecitos los consumidores porque los precios se van a encarecer, ¿no? Eso no va a pasar”, reclama Saldaña.

León, de Indecopi, indica que el traslado de los aranceles a los precios finales dependerá de la competencia del mercado. “Los importadores podrán trasladar esos cargos al precio final en la medida en que haya poca competencia”, explica. Si hay competencia intensa, “va a ser difícil que pueda trasladar el costo de la medida [las salvaguardias] al precio final”, agrega.

Toca, entonces, volver al bividí de algodón que Falabella trajo de China. “Dependiendo del margen de comercialización que tiene una tienda por departamentos. Si importa un producto a US$3 y lo vende a US$15, su margen de comercialización podría verse castigado. De repente ya no va a ganar 400%, sino solo 200%”, asegura León. ¿Vale la pena salvar a la industria peruana por eso? Vale la pena.

*Para la elaboración de esta nota, Sudaca solicitó vía ‘transparencia’ al Mincetur y, formalmente a través de la oficina de prensa de los tres ministerios, los documentos que contienen el sustento técnico para negar la aplicación de las salvaguardias. Pese a que desde el Mincetur se comprometieron en responder, no lo hicieron. Hasta el cierre del artículo, los encargados del acceso a la información pública de este despacho tampoco respondieron a este medio.

**La fotoportada, las fotocomposiciones y los gráficos de esta nota fueron elaborados por Leyla Lopez.

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Importaciones, Ripley, Saga

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