Por lo que se ve, para el 2026, habrá nuevamente una saturación de agrupaciones partidarias pugnando por alcanzar el poder. No se ha logrado reducir su número y, por ende, propender a su reforzamiento.
Hay dos factores que se alinean para producir ese efecto: la informalidad y el ocaso de las ideologías, que es un fenómeno mundial. La informalidad, per se, genera una suerte de inactivismo, si cabe el término, provocando apatía política ciudadana. Y el 80% del Perú es informal, sin sentido cabal de pertenencia al Estado.
A ello se suma que la informalidad, como fuente de financiamiento, alienta la aparición de agrupaciones volátiles, precarias, destinadas a ser vientres de alquiler de intereses mafiosos (mineros ilegales, narcotráfico, tratantes de personas, madereros ilegales, etc.) que luego pervierten la política desde el lugar al que puedan, bien financiados y con ventaja, acceder.
Adicionalmente a ello, se aprecia un desapego global respecto de las ideologías, en su sentido tradicional, de ser un cuerpo de ideas consistentes que un partido acoge como suyas y torna predictible su ejercicio político una vez que llega al poder.
Hoy, eso no ocurre. Nadie sabe a ciencia cierta qué representa la mayoría de agrupaciones partidarias que postulan. Y en algunos casos, la identidad es casi calco y copia entre agrupaciones distintas, y uno no llega a entender por qué no se han unido en un esfuerzo común.
Ya no existe una izquierda socialista claramente consolidada (después de verla de cómplice del castillismo, queda claro que lo suyo no tiene a la ideología como parámetro de conducta). El centro está vacío de contenido y desolado por la atracción que ejercen los movimientos polarizantes que vienen creciendo en el Perú y en el mundo. La derecha ha perdido su identidad liberal y se ha convertido paulatinamente en un amasijo de intereses mercantilistas, autoritarios y conservadores. Ya no hay un PPC o un Movimiento Libertad en el horizonte, salvo dos o tres esfuerzos, aún nacientes, en perspectiva. Y el APRA, que era el partido históricamente doctrinario, hoy no se sabe lo que es.
Así, no hay forma de que los partidos políticos se consoliden, se vuelvan a convertir en fajas de transmisión de intereses colectivos y en canales de representación de aglomeraciones cívicas. El 2026, al menos, volveremos a ver más de lo mismo que hemos sufrido en los últimos procesos electorales.