No tiene sentido que un país laico como el Perú tenga la cantidad de feriados religiosos que mantiene: semana santa, día de San Pedro y San Pablo, Santa Rosa de Lima (hoy), Todos los Santos, Inmaculada y Navidad.
El Perú es mayoritariamente católico, pero practicante de a de veras no debe pasar del 30% de la población. Por esa minoría, el país laboral y productivo pierde siete días al año en crecimiento de la economía, que hoy tanto urge (vamos a crecer alrededor del 1% al año hasta el 2026, según acaba de declarar el solvente economista Luis Carranza).
Dice textualmente Apoyo Consultoría: “En los últimos tres años, el Congreso ha aprobado cuatro nuevos feriados nacionales. Hemos pasado de 12 a 16 feriados para el sector público y privado al año. Si, además, consideramos otros períodos de descanso como las vacaciones, los días no laborales en el Perú suman 46 días al año, es decir, casi 20% del total de días potencialmente laborales del año”.
“Antes de la inclusión de estos nuevos feriados, el Perú ya era uno de los países con más días no laborables, con lo cual sobrepasamos a cualquier otro país de la región. Evidentemente, las vacaciones son un beneficio necesario para que los trabajadores descansen y por eso son un derecho laboral. Asimismo, todos los países celebran días especiales ya sea por religión, cultura o alguna festividad. Sin embargo, el Perú hoy se consolida como el segundo país con más días no laborables a nivel mundial, solo superado por Irán (53 días)”.
Los días religiosos que los celebren los católicos en su íntimo guardar y que eventualmente solo se mantenga vigente Navidad, que es ya una fiesta universal. Más bien, habría que agregar feriados laicos significativos, como el 12 de setiembre para recordar la captura de Abimael Guzmán y la victoria contra Sendero Luminoso.
Ya somos un país con un periodo de vacaciones laborales (un mes) extendido. La mayoría de países tiene a lo sumo quince días, como para encima sumarle los feriados. A ello hay que agregarle los de naturaleza solo estatal que con graciosa displicencia los gobiernos conceden a cada rato. Necesitamos urgentemente recuperar productividad y eso requiere ajustarse los cinturones y, además, se trataría de un justo recordaris de que no somos un país teocrático sino uno que se pretende laico y moderno.