[Música Maestro] Genio oculto de la música brasileña
¿Cómo es que un músico catalogado como “genio” pueda ser tan desconocido para las masas? Esta pregunta, más que retórica, es la confirmación de lo mal que andamos, desde hace décadas, en difusión de cultura musical, tanto popular como académica, incluso frente a otras artes masivas como la literatura o el cine, en las que el esnobismo por lo “culturoso” a veces logra permearse por partes iguales entre quienes se reclaman como conocedores, los verdaderos expertos y las enormes muchedumbres que llenan ferias del libro y festivales fílmicos en plan de consumidores, usuarios irreflexivos y/o seguidores de tendencias.
En ese sentido, Hermeto Pascoal, el extravagante e impredecible compositor y multi-instrumentista brasileño, “O Bruxo” –“El Brujo” en portugués- es, desde varios puntos de vista, un artista de culto. Si quisiéramos hacer una analogía, solo para graficar la situación, podríamos decir que si Caetano Veloso es Mario Vargas Llosa entonces Hermeto Pascoal es Carlos Castaneda, elusivo y arcano, reverenciado por quienes van siempre más allá de lo convencional, reconocido solo por círculos cada vez más pequeños de músicos y amantes de la música en estado puro.
Totalmente al margen de los reflectores, la figura de Pascoal -inconfundible, misteriosa, chocante- destaca precisamente por eso, por su firme vocación por el exilio mediático, disponible solo para quienes lo busquen de manera deliberada, ya sea por curiosidad momentánea o interés genuino. Ningún recuento de la MPB lo incluye en sus listados, porque lo suyo era más que eso. Incluso cuando se habla de músicos brasileños asociados al jazz, el primer nombre aceptado por el mainstream es el de Milton Nascimento -con justos argumentos, por cierto- mientras que el de Hermeto Pascoal no aparece, ni por asomo. En otras palabras, no esperen un capítulo de Sonidos del Mundo dedicado al brujo albino y sus inclasificables discos.
Sin embargo, en los radares más especializados sí está, como Heitor Villa-Lobos (1887-1959) o Baden Powell (1937-2000), cultores de música orquestal, jazz y guitarras acústicas, también ajenos al membrete que acoge a otros grandes artistas como Chico Buarque, Antonio Carlos Jobim o Sérgio Mendes. Hermeto Pascoal, conocido por todos los músicos serios brasileños y admirado por las estrellas fundamentales del jazz mundial, es un perfecto desconocido para los grandes públicos. Ese genio oculto, a quien Miles Davis consideró “el músico más impresionante del mundo” falleció, la semana pasada, en un hospital de Rio de Janeiro, a los 89 años.
Música y natureza: Un universo sonoro
Si algo caracteriza a la amplia discografía de Pascoal es la independencia creativa. Desde sus primeras apariciones en grupos como Quarteto Novo o Sambrasa Trio, entre 1965 y 1968, junto con su gran amigo, el percusionista Airto Moreira, hasta Pra você, Ilza (2024), álbum que grabó en memoria de su querida y eterna compañera, Ilza da Silva, con quien estuvo casado durante 46 años hasta la muerte de ella, en el 2000, sus composiciones son como ver las piezas revueltas de un rompecabezas sin armar, un desafiante amontonamiento de notas y progresiones que, por espacios largos, no tienen nada que ver con el Brasil y, aun así, siguen sonando brasileñas.
Estamos hablando de un alguien que era incapaz de concebir la música como algo separado de las corrientes del río y las bandadas de pájaros tropicales, de su propia respiración, de los latidos de su corazón. Una de las primeras cosas que los no iniciados encontrarán en YouTube, si lo buscan, será una secuencia del documental Sinfonia do Alto Ribeira (Ricardo Lua, 1985) en que él y sus músicos están medio cuerpo sumergidos en una laguna de la región Iporanga, en Sao Paulo, golpeando el agua, haciendo gárgaras y burbujas, soplando botellas de distintos tamaños y flautas, en una creación espontánea que terminó llamándose Música da lagoa. Al final de la sesión acuática dice, socarrón: “… no tiene sentido gastar plata en sintetizadores”.
Algunos años atrás, en uno de sus discos más celebrados, Slaves mass (Warner Brothers, 1977) incluyó para el tema-título a un cerdito, arrancándole gruñidos que acompañan a la misteriosa melodía en la que participan músicos de la talla de David Amaro (guitarra), Ron Carter (contrabajo), Airto Moreira (batería, percusiones), entre otros. Para ese álbum, Hermeto Pascoal ya era profundamente respetado por la comunidad mundial de jazz y no hacía más que sorprender con sus iconoclastas ideas musicales, en un tiempo con mucha competencia en ese terreno.
En el 2012, en el DVD Hermeto brincando de corpo e alma (Hermeto jugando con el cuerpo y el alma) figura un segmento llamado Mistérios do corpo, en el que el hombre, ya rumbo a los 80 años, aparece tumbado boca arriba con la camisa abierta palmoteando con energía y ritmos múltiples su enorme cuerpo albino, golpeándose la frente, haciendo sonar sus labios abriéndolos y cerrándolos compulsivamente, sobando su larga barba, produciendo música consigo mismo. En ese mismo documental, una selección de clips grabados en su estudio, Hermeto silba, aplaude, suspira, grita. Sus afanes para la investigación y la experimentación sonora no tenían límites.
Del aislamiento a la fama
Hermeto Pascoal, nacido en un lugar pobre y escondido llamado Arapiraca, alejado del Brasil más cosmopolita y turístico, en el estado nororiental de Alagoas, creció impedido de salir a jugar con sus amigos ni exponerse al sol, debido a su albinismo y una miopía estrábica que lo obligó a usar gruesos anteojos desde muy chico. La fragilidad de su condición llevó a sus padres a sobreprotegerlo, convirtiéndolo en un niño ensimismado e imaginativo.
“Siempre hacía las cosas para mí mismo” cuenta, ya convertido en leyenda, en una entrevista del 2022. En sus interminables tardes de aislamiento, el joven Hermeto practicó obsesivamente hasta dominar el acordeón de su papá. A mediados de los años cincuenta comenzó a tocar piano, guitarra y percusiones de todo tipo. Algún tiempo después se abocó a aprender un amplio rango de vientos, desde flautas y saxos en todos sus registros hasta la melódica, ese cruce de acordeón, armónica y piano que, como la kalimba y el xilófono, pasaron del ámbito educativo a la industria musical profesional. En todos se hizo experto ejecutante e improvisador.
Luego de varias mudanzas -de Alagoas a Recife, de Rio a Sao Paulo-, Pascoal comenzó a internarse en el circuito de músicos y arreglistas de la efervescente escena musical brasileña, colaborando con grandes artistas como Edu Lobo o Antonio Carlos Jobim. Acompañado del acordeonista Sivuca, fue posicionándose hasta que llegó, en 1967, la formación de Quarteto Novo, con quienes grabó un sorprendente disco de jazz y bossa nova. La banda estaba integrada por Hermeto Pascoal (piano, flauta), Heraldo do Monte (guitarra), Theo de Barros (bajo) y Airto Moreira (batería). Fue su amistad con este último la que dispararía su carrera internacional.
1970-1975: Primeros años en Estados Unidos
En 1967, Airto Moreira y su esposa, la vocalista Flora Purim -que ingresó al Quarteto Novo en su etapa final-, emigraron a los Estados Unidos para evitar al gobierno militar. A diferencia de la generación tropicalista, que decidió combatir la censura en casa, la pareja rehízo su vida insertándose en la escena del jazz norteamericano, trabajando para músicos como Stan Getz y Gil Evans, ávidos de incorporar el exotismo rítmico del Brasil a sus composiciones. En 1972, se unieron a Chick Corea, Stanley Clarke y Joe Farrell para grabar Return To Forever (1972) y Light as a feather (1973), los dos primeros álbumes de aquel renombrado grupo.
Al año siguiente, el matrimonio Moreira/Purim animaron a Pascoal a viajar a EE.UU., y lo llevaron ante la presencia de Miles Davis. El genial trompetista, después de escucharlo, lo invitó en 1970 a los estudios Columbia de New York, donde estaba trabajando con su propia banda, para grabar tres de sus composiciones –Selim, Little church y Nem um talvez– que vieron la luz en el álbum doble Live-Evil (1971). En aquellas sesiones, el brasileño tocó percusiones, batería y algo de piano eléctrico.
Previamente, había lanzado su debut oficial, Hermeto (Cobblestone/Muse, 1970), en estilo de big-band y bossa nova orquestada. De regreso en su país, publicó su segundo LP A música livre de Hermeto Pascoal (Sinter, 1973), en el que aparece una de sus melodías más versionadas, Bebé, y un cover de Asa branca, composición de Luiz Gonzaga de 1947, una tradicional pieza de baião, ritmo tradicional de la región oriental de Brasil. Después pasaron algunos años antes de su definitiva consagración, con el lanzamiento del álbum Slaves mass (1977).
1977-1979: Su mejor época
En ese disco, Hermeto Pascoal se pasea por el jazz, los ritmos brasileños, la fusión y la música de vanguardia con una solvencia asombrosa. Sus capacidades como compositor, improvisador y multi-instrumentista alcanzan aquí niveles insospechados, desde el homenaje al saxofonista Julian “Cannonball” Adderley -Cannon, con la flauta como protagonista- hasta Just listen (Escuta meu piano) -solo de piano- los espíritus convocados por “O Bruxo” trascienden lo local y se acercan al jazz-rock de Weather Report o Return To Forever en canciones como Mixing pot (Tacho) o los extensos jams Pica pau y Star trap.
Además, en este LP aparece Chorinho pra ele (Little cry for him), pieza tradicionalista con emocionantes disonancias y progresiones vertiginosas en un fondo de samba y forró que inspiró a toda una generación de compositores, intérpretes y arreglistas que, a lo largo de los años, han transcrito esta compleja y desafiante obra para guitarra acústica, piano, instrumentos de viento y ensambles de cámara.
Zabumbê-bum-á (Warner Brothers, 1978) sigue la línea del álbum anterior, con mayor presencia de ritmos brasileños en temas como São Jorge, Suite norte, sul, leste, oeste o Santo Antônio, mientras que en Susto, Rede o Pimenteira se desarrollan ideas de fusión que recogen lo que habían dejado de hacer los colosos del género, debido a los cambios en la industria musical. Pascoal, con ambos discos, se colocó a la vanguardia del jazz-rock y casi sin darse cuenta, contribuyó a que dicho estilo no desaparezca del radar de los melómanos del mundo.
Para cuando llegó al prestigioso Festival de Montreaux, con un grupo conformado íntegramente por músicos brasileños -Itiberê Zwarg (bajo), Jovino Santos Neto (piano, teclados), Cacau de Queiroz, Nivaldo Ornelas (saxofones, flautas), Pernambuco (percusión) y Realcino “Nenê” Lima Filho (batería), muchos de los cuales colaboraron con él hasta bien entrado el siglo XXI-, Hermeto Pascoal era ya una institución de la música vanguardista, capaz de conmover, sorprender y confundir a su público con sus extravagantes presentaciones.
Esa presentación fue editada en el LP Ao vivo Montreux Jazz Festival (1979), donde figura una composición plácida, delicada, atípica para sus estándares, que estrenó en dicho encuentro musical como homenaje a la ciudad suiza, Montreaux. En aquella ocasión, al finalizar su concierto, subió al escenario la legendaria Elis Regina e interpretó con él al piano dos clásicos de Jobim, Corcovado y Garota de Ipanema, además de una versión deconstruida de Asa branca. Pascoal calificó este encuentro espontáneo como un “auténtico regalo de Dios”.
Calendario de sonidos: El laboratorio de Hermeto
En los años ochenta, Pascoal, de enormes barbas y cabelleras blancas que lo hacen parecer un clon del rockero Leon Russell (1942-2016), fundó la Escuela Jabour, un recinto apartado de todo, ubicado en Rio de Janeiro, en el que prosiguió con sus exploraciones sonoras, ignorando las críticas de la prensa musical de su país que lo consideraba un «artista maldito».
Invitado permanente en los mejores festivales de jazz y música no convencional, el inquieto compositor continuó produciendo álbumes de calidad. Grabados en estudio y en concierto, estos discos constituyen un conglomerado de todas sus obsesiones musicales, desde los largos desarrollos de piano en clave de improvisación hasta sus vuelos de saxo, flauta y clarinete, pasando por toda clase de sonidos raros, en títulos como Cérebro magnético (1980), Hermeto Pascoal & Grupo (1982), el rarísimo Só não toca quem não quer (1987), entre otros.
De sus innumerables proyectos musicales, se destacó uno llamado Calendario do som (Calendario de sonido), 366 piezas compuestas a razón de una por día, entre 1995 y 1996. Aunque nunca las grabó, las partituras se publicaron como un libro. En el 2007 apareció en Argentina un colectivo llamado Banda Hermética -no confundir con Hermética, los metaleros, también argentinos, de Ricardo Iorio- que grabó doce de esas piezas en un álbum, Calendario de los sonidos, revelando un nuevo catálogo para la música brasileña. En mayo de este año apareció Janeiro, disco del joven pianista Uaná Barreto, con las 31 piezas del calendario correspondientes a enero.
Morir haciendo música
El documental Hermeto, campeão (Thomaz Farkas, 1991) es uno de los que mejor cubre el aspecto más personal e íntimo del músico, incluyendo una versión alucinante de una de las canciones de su disco Lagoa da Canoa, Município de Arapiraca (1984), dedicada a su esposa, Ilza na feijoada, un prodigio tocado por Hermeto en flauta, uno de sus instrumentos favoritos. Tras el fallecimiento de Ilza, con quien tuvo seis hijos, inició una colaboración musical y personal con la cantautora Alina Morena, que generó discos como Chimarrão com rapadura (2006) y Bodas de latão (2010).
En total, más de cuarenta álbumes -más de setenta si incluimos las colaboraciones con sus colegas, tanto brasileños como norteamericanos- para una discografía que siempre ofrece algo nuevo qué descubrir. El 2023, el brujo de la música brasileña recibió el grado de Doctor Honoris Causa de la prestigiosa escuela neoyorquina de Julliard, en una ceremonia especial, de manos de su director, el trompetista y director Wynton Marsalis.
Pascoal se mantuvo haciendo música hasta poco antes de su muerte. En su perfil oficial de Instagram se le puede ver subiendo a escenarios en silla de ruedas y liderando a su grupo. En esa misma red social, su familia publicó un poema, un mensaje al mundo escrito por él tras comprender que su final estaba cerca: “la música sostiene al mundo mientras la gente esté viva, es una fuente sin fin de alegría y placer… toquen y canten, mi gente, hasta la llegada del amanecer”.