¿Cómo puede manipularse tanto la opinión publica pretendiendo bautizar como la “ley del perro muerto” al proyecto de ley de viabilidad de los equipos profesionales de fútbol, si la norma precedente ha permitido que el club más popular del balompié nacional empiece a salir a flote, luego de años de malos manejos, y -lo que es más importante- empiece a pagar sus deudas?
Universitario de Deportes ha pagado 35 millones de soles de deuda corriente en tres años y está a la espera de que el Pleno del Congreso ratifique lo aprobado en la Comisión de Economía, para plantear un cronograma de pagos no solo del resto de la deuda corriente sino también de la deuda concursal.
Sorprende la alianza espúrea de Gremco y Alianza Lima para socavar este proyecto de ley, cuando uno ha sido el artífice principal del descalabro financiero y deportivo de la U y el otro, a pesar de manejarse a través del Fondo Blanquiazul hace cuatro años, no ha reducido su deuda prácticamente en nada, contrastando con lo hecho por la administración de Jean Ferrari.
Cabe preguntarse con propiedad si la intención del Fondo Blanquiazul no radicaría acaso en nunca pagar su deuda para seguir manejando el club a su antojo, a diferencia de la U que, en plazo determinado, si se aprueba, como se espera, esta ley, termine devolviéndole el club a sus verdaderos dueños, los socios.
El fútbol mueve pasiones y bien manejado constituye una amalgama social sin parangón en la realidad social peruana. El Congreso tiene la palabra en un momento clave para enrumbar el deporte estelar del país y empezar a dar los pasos para sanear lo que era, hasta no hace mucho, un dolor de cabeza que no hallaba visos de solución.
Alianza Lima deshonra su tradición deportiva, sumándose al cargamontón irracional contra un proyecto cuyo único nombre propio es el fútbol peruano en su conjunto. Su actual administración ya ha hecho gala en innumerables ocasiones de una mezquindad y de una conducta antideportiva que le hace daño al fútbol peruano. El Congreso no puede hacer eco de esa mala entraña de algunos malos dirigentes, llegados al control de un maravilloso club como el victoriano, por el azar del dinero.