gabinete Dina Boluarte

Hay quienes avizoran un futuro político incierto para Dina Boluarte luego de la censura al ministro del Interior, Juan José Santiváñez, y resucitan la especie de que luego de convocadas las elecciones en abril, su permanencia en el puesto es más que precaria.

La hipótesis se sustenta en que convocadas las elecciones, Boluarte podrá ser vacada sin riesgo de que el Congreso se vea compelido a convocar a elecciones y a recortar su mandato, que es lo que finalmente les preocupa a nuestros padrastros de la patria.

La hipótesis, sin embargo, se cae de irrealidad política. Todos en el Congreso saben que si vacan a Boluarte tendrán que colocar en su reemplazo a un congresista y que, dado ese escenario, las calles producirán otro “merinazo”, comoacertadamente lo ha calificado el almirante Montoya, y que a la postre se verán obligados a convocar elecciones a trompicones y apresuradas, porque nadie va a soportar un mandatario surgido de un poder del Estado tan o más desprestigiado que el Ejecutivo.

La censura al ministro Santiváñez ha sido una pulseada, torpemente alentada por el Ejecutivo al insistir en su permanencia, pero no supone una ruptura del pacto Ejecutivo-Congreso ni mucho menos. El mismo sigue sólido como una roca y probablemente se refuerce con el nombramiento del nuevo ministro, seguramente surgido de canteras fujimoristas (ya se habla de Rospigliosi como nuevo titular del Mininter).

A pesar del descontento popular, la fragmentación de la oposición dificulta la formación de una mayoría sólida que respalde un proceso de vacancia. Además, Boluarte ha buscado alianzas estratégicas, lo que le otorga un respiro temporal. La necesidad de estabilidad hace que su permanencia en el cargo parezca preferible para muchos. Así, la vacancia no se vislumbra como una opción viable en este contexto.

 

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El gobierno sale fortalecido de la asonada, no hecho flecos, como pretendía la izquierda. Se va viendo cada vez más claro que lo más probable es que Dina Boluarte dure hasta julio del 2024, quizás con focos de resistencia en Puno y algunas regiones aledañas, pero con el resto del país funcionando, y, sobre todo, con la transición democrático constitucional incólume.

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Cínicamente hablando, convendría a la centroderecha esperar hasta el 2026 para darse tiempo de consolidar candidaturas y esfuerzos, pero a la vez es una buena noticia que por lo menos tres candidatos importantes (Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga y Ollanta Humala) hayan declinado postular si se adelanta la convocatoria a las urnas. Puede, llevados por la fuerza de los hechos, terminar por producirse una conjunción de candidaturas y darle al país la posibilidad de terminar de corregir el desvío disruptivo del triunfo de un improvisado, corrupto y mediocre, como fue Pedro Castillo.

El gabinete Angulo no es un gabinete con la densidad política suficiente para navegar hasta el 2026. El propio Premier empieza su gestión con serias imputaciones personales y políticas (¿nadie googlea en Palacio?). En la cancha se verá su muñeca, pero ya es un hándicap que no tengamos a la segunda autoridad del país libre de pasivos importantes y gruesos que le pesen en la espalda a la hora de dedicarse a la enorme cantidad de tareas gubernativas que tiene por delante.

-La del estribo: muy potable y bien escrita la última novela de Gustavo Rodríguez, Treinta kilómetros a la medianoche. Signado por la controversia (tiene una pléyade de enemigos en ciertos sectores literarios que lo consideran un escritor light), sin embargo, adquiere paulatina maestría en el género y ofrece una obra auténtica, algo de lo que muchos de sus cultísimos adversarios carecen.

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