Intervencionismo estatal

“Hay cuatro tipo de países en el mundo: los países desarrollados, los países no desarrollados, Japón y Argentina”, decía con ironía Simon Kuznets, premio Nobel de Economía en 1971.

Aludía con ello a la particularidad de la nación del Plata y que traemos a colación luego del sorpresivo resultado electoral de este domingo, que le dio el triunfo en primera vuelta al peronista Sergio Massa, cuando muchos especulaban con el triunfo en ella, del ultralibertario Javier Milei.

Milei se equivocó luego de las PASO, las primarias, en las que obtuvo un triunfo contundente, y pensó que la tenía fácil para la elección real, no cejando, por ende, en su estilo disruptivo y beligerante, intransigente y agresivo. A la postre, causó miedo y ello fue aprovechado por Massa, quien dedicó su campaña a generar susto respecto de las propuestas de Milei (”el pasaje en bus, que cuesta 50 pesos va a costar 700 si gana Milei”, por ejemplo), y frente a ello, el candidato de La Libertad Avanza, en lugar de refutarlo, respondía con mayor virulencia.

Si uno quiere cambiar el modo de pensar de una nación, como Argentina, es correcto patear puertas y romper vidrios, porque no hay otra manera de remontar un río caudaloso como es el pensamiento peronista arraigado en la sociedad argentina, pero si se quiere ganar una elección hay que ser más centrado e inteligente con la administración de la mesura.

Si se quiere irrumpir en un escenario bipartidista y ser protagonista partiendo de la nada, está bueno ser radical y disruptivo (Milei en dos años ha logrado gran resonancia política, al extremo de aspirar aún a hacerse de la presidencia de la República), pero si se quiere ganar una elección se debe invocar al centro.

Ya Milei ganó la batalla cultural al imponer una narrativa liberal en un país inclinado al intervencionismo estatal. Así no gane en la segunda vuelta, ha logrado asentar un discurso que no se había escuchado nunca en Argentina y seguramente, de ganar Massa, lo obligará a aplicar algunas de las medidas propuestas por el candidato de La Libertad Avanza, más aún con la presión legislativa que va a aplicar. Pero si quiere ganar la batalla política pendiente, tiene que moderar su discurso, su estilo y apuntar al electorado tradicional argentino (el sindicalizado, el receptor de subsidios -casi la mitad de la población- el provinciano que lo votó masivamente en las PASO y luego regresó al peronismo).

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