Sería bueno que los casi cuarenta partidos de centroizquierda y centroderecha que se hallan inscritos o al borde de hacerlo, estrenen un perfil opositor del gobierno actual que los diferencie del establishment conformado por Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, que hoy forman parte de la coalición parlamentaria que sostiene al régimen de Boluarte.
No basta con conformar un partido, con pergeñar un programa de gobierno o con reclutar cuadros técnicos calificados. Deben mostrar su rostro político desde ya. Esa sería su mejor campaña política, ya que brindaría muchos beneficios y no acarrearía el perjuicio del desgaste por aparecer tan prematuramente.
No puede guardar silencio frente a una realidad política lacerante para la inmensa mayoría de peruanos, hartos del Ejecutivo y del Congreso y que prestarían resonancia a un discurso opositor fuerte y reiterado, como hoy no existe.
A la derecha le permitiría, además, marcar un perfil disidente que compita con la beligerancia de la izquierda respecto del gobierno y, sobre todo, que le brinde una identidad política alejada de la fuerza derechista más significativa hasta el momento, como es el fujimorismo, que a pesar de su desastrosa gestión parlamentaria mantiene un caudal de intención de voto que podría volverlo a llevar a la segunda vuelta.
Tarea difícil la que le toca a las fuerzas de centro existentes, pero que debe marcar el inicio de su campaña, además de la agotadora búsqueda de consensos mínimos que permitan formar alianzas electorales (tarea ardua y compleja, llena de obstáculos y sobresaltos).
Estamos en el mejor momento de empezar a hacerlo. Recién a mediados del próximo año empieza la campaña propiamente dicha. Si antes de ello, se logra perfilar una identidad opositora del statu quo, se podrá competir con relativo éxito frente las tendencias antisistema arraigadas en el sentimiento de la mayor parte del pueblo peruano, más allá de identidades ideológicas.
–La del estribo: tres películas de primer orden. Cónclave, bajo la dirección de Edward Berger y con la actuación estelarísima de Ralph Fiennes; la sobresaliente y notable Emilia Pérez, dirigida por Jacques Ardiad, que le mereció el premio Cannes a la mejor actriz a Karla Sofía Gascón, artista trans; Die Mittagsfrau, dirigida por Barbara Albert. Todas con su proveedor favorito ya que, para variar, no existen en la cartelera cinematográfica nacional.