Ricardo Darín

Si bien mi memoria es frágil, recuerdo el momento cuando le dije a mi madre que quería estudiar cine. Su reacción fue como un “Plop” de Condorito, a pesar de que fuese ella la culpable de mi, quizás, inesperada decisión. Las primeras películas que vi, aún en la época del VHS, fueron elegidas por ella: El Mago de Oz, Mary Poppins, El Ciudadano Kane, Casablanca. Más adelante, cuando las visitas al Blockbuster, franquicia estadounidense de videoclubes, se convirtieron en algo parecido a ir a un parque de diversiones, empezamos a elegir con mi hermana películas más “fáciles”, más ingenuas, y si ahora lo analizo, más cómicas. Recuerdo títulos como “Beethoven”, “Mi pobre Angelito”, “Ricky Ricón”, “Flubber” o “Daniel el Travieso”, todas películas de los 90, año en que nací.

Finalmente, a pesar de mi promedio alto en matemática, mi deseo por “entretener” a la gente vencía mi ponderado, y mi madre me dio la increíble oportunidad de la que por momentos me arrepiento y por otros no encuentro la salida a que mi vida funcione de otra manera: dedicarme al cine. Había conseguido aplausos en las noches de talento de mi colegio, había llevado cursos de teatro, baile y de fotografía, ya había visto películas como “La Vida es Bella” y “Forrest Gump”, había quedado en tercer puesto en un concurso de cortometrajes ambientales para colegios en el instituto “Toulouse Lautrec” y ya me sentía Tarantino. Había visto algunas películas de Darín que me convencieron de que quería irme a Argentina a estudiar. Me preguntaban qué me llamaba la atención del cine argentino y yo respondía: su humor negro. Sinceramente, no tenía idea de qué significaba el humor, pero yo era una persona impredecible, unos días seria, otros con una sonrisa imborrable, algo parecido al personaje de Anne Hathaway en “Modern Love”, mini serie que pueden ver por Amazon Prime. Si analizo hoy el por qué de mi respuesta, quizás fue porque sentía que “la comedia” era un género menos profesional que “el drama”, y que decir “humor negro” sonaba a hacer cine como Woody Allen, sonaba a los objetivos que me había propuesto como “cineasta”, ser esa persona intelectual, seria y vestida de negro, mi lado bohemio. Leyendo algunos apuntes de la universidad me encontré con esto que en alguna clase tomé nota: “El humor aparece cuando algo en nuestro entorno o en nosotros mismos, se nos presenta de otra forma inesperada, deformada o de manera absurda”. Pero yo no encontraba la vida absurda, era muy testaruda como para encontrar belleza cinematográfica en una escena absurda.

Estudiando, descubrí el espectro de géneros cinematográficos que ofrece la industria, los que hoy se mezclan en las películas pero aún así tienen características muy específicas. Yo decidí que quería trabajar en aquel que surge desde hace cientos de años en Grecia, más conocido como el Drama. El cine lleno de choques de automóviles, golpes de tartas y de situaciones insólitas, me parecía un cine que no era inteligente y que por qué invertiría una licenciatura en estudiar una caída torpe y en crear un vestuario más o menos ridículo.

Pero así como las películas de hoy no se parecen a las del pasado, yo tampoco me parezco a la Tarantina, ni a la Almódovar, ni a la Godard, ni mucho menos a la Spielberg, directores que intenté parecerme en mi paso por la universidad. El crear un personaje torpe y aniñado no te hace menos inteligente, como solía pensar. El drama es la personificación de mi vida como directora que sueña con que la cámara mueva sentimientos y países enteros en una película que logre recordarse y no guardarse. Pero expresarme también puede tener matices que no solo configuren mis emociones complicadas, también puedo hablar a partir de personajes de la comedia que no son misteriosos de comprender. Ellos tienen algo que me llama mucho la atención hoy por hoy que se llama versatilidad. Y es que reaccionan de una forma original ante los sucesos, diferente a los personajes en el drama que reaccionan de formas complejas, como nosotros en nuestra vida. En la comedia, el espectador comprende con facilidad las motivaciones y objetivos de los personajes que son más excéntricos, más anormales, más de “otra realidad”. No obstante, no olvidemos que como estamos viajando a través del mundo de la comedia, son personajes verosímiles dentro de su planeta, los entendemos inconscientemente y no esperamos que sean realistas. Este es un ejemplo de que el género predispone al espectador.

Pero si nos vamos por un momento al humor clásico del cine de Hollywod, este también se construye a partir de sucesos que intentan que el espectador relacione con la vida real; un ejemplo es la película “To be or not to be” de Ernst Lubitsch (1942), en la que el humor se basa en la ridiculización del régimen nazista. Otro caso es el de “Dr.Stangelove Or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb”, en la que el personaje del Dr Strangelove hace movimientos involuntarios que se parecen al saludo militar nazi, y, además, se dirige  todo el tiempo al presidente de Estados Unidos como “Mein Führer”. Una película que marcó también mi adolescencia fue “Singin´in the Rain” de Gene Kelly y Stanley Donen (1952), que retrata el paso del cine mudo al sonoro y utiliza este pasaje como trama, como un suceso conflictivo, y es aquí donde la mayoría de sus situaciones humorísticas cobran sentido. Otros elementos que encontramos en las comedias clásicas son la suerte, la casualidad que “evita” el peligro, las coincidencias. El sexo ridiculizado es más una característica de las comedias actuales porque antes solo se hacía referencia a este de forma muy regularizada y disimulada por el “Código Hays”, como es el caso de “Some like it hot”, “The lady Eve” o “What´s new pussycat?”.

Suelo considerar que lo que nos vuelve humanos son nuestras emociones, y aquí les recomiendo un gran libro llamado “The emocional craft of Fiction”. En parte me interesa la psicología y ojalá existieran más vidas para estudiar muchas carreras, pero por ahora me limito a contar historias, y siempre que pueda involucrar otras artes, estaré muy agradecida. Dicho esto, si el drama es considerado como el cine de las emociones, donde por lo general los temas principales son basados en conflictos de índole emocional e inclusive de superación personal, entonces las películas se clasifican en base a los elementos comunes que estas abarcan, es decir, conforme a sus aspectos formales: ritmo, estilo, tono y, muy importante, el sentimiento que se propongan provocar en el espectador.

Creo que en parte, mi decisión de adolescente por el drama también tenía que ver con mi negación a sentir vergüenza, a mi timidez, a la crítica de los demás, al temor de hacer el ridículo. Y es que estudiar cine significa entregar tus historias al sentido que elijas para la vida.

Tags:

Drama, Ricardo Darín, Tarantino
x