Uno de los temas centrales en la tradición de la crónica latinoamericana es el viaje. No se trata, sin embargo, de narraciones en clave turística o pintoresca, sino más bien cultural. En más de un caso, el viaje supone descubrimientos que calan con hondura en la sensibilidad, la percepción y el conocimiento del autor. El viaje autoriza un discurso que puede comprometer no solo un vínculo con el otro sino además el refuerzo de la propia identidad.
Darío, el gran poeta modernista, escribió espléndidas crónicas de viaje en las que al margen de una prosa ornamentada (a veces en exceso) daba cuenta de experiencias citadinas cuyo sentido iluminador no arrojaba dudas. Lo mismo París que Buenos Aires, surge allí el encanto del flanneur que se deslumbra o se extraña, que decanta su mirada y alimenta su intimidad de placeres y pesares. Otro tanto puede decirse de Martí, que recogió con sutileza sus desplazamientos por territorio estadounidense.
Valdelomar recorrió Roma con ojos de asombro y así lo detalló en diversos artículos enviados desde la legendaria capital del imperio. Vallejo encontró en París un espacio en el que nutrirse de las novedades del arte y la literatura, que cumplió en registrar con inteligencia y aguda observación en crónicas dignas de figurar en cualquier antología del género.
Valga esta rápida introducción para hablar de una compilación valiosa, hecha por el poeta y crítico Alejandro Susti: Crónicas desde Europa (1956-1957), de Sebastián Salazar Bondy. Aprovechando una beca para estudiar dramaturgia en París, Sebastián Salazar Bondy permaneció poco más de un año en Europa, oportunidad que aprovechó para conocer con cierta minuciosidad la Ciudad Luz y recorrer otras ciudades europeas. El resultado: un muestrario de prosa espontánea, asombrada algunas veces, intimista otras, siempre propensa a una mirada inteligente sobre el arte, la cultura y algunas discusiones de su tiempo.
El viaje es un estado de tránsito entre mundos distintos. Salazar Bondy parece no conceder demasiada importancia a la condición de extranjería, pues como refiere Alejandro Susti en el prólogo de su compilación, “el viaje constituye una etapa más en el proceso de reencontrarse con el país que lleva consigo donde quiera que vaya: la suya no es la experiencia de quien busca exiliarse de la patria o del anónimo latinoamericano cuyo talento se desperdicia por los corredores del azar” (p.12). Es importante remarcar esto porque el autor de estas crónicas mantiene una actitud dialogante con los lectores de su país de origen, habla para ellos con naturalidad, sin que las distancias ni las fronteras importen demasiado.
Propongo como ejemplo la crónica “Una tarde con Vallejo”, en la que el paseo parisino viene acompasado por el recuerdo de las referencias a la ciudad presentes en la poesía de Vallejo: “Busco, después, los castaños de París, porque a Vallejo la vida le gustaba ´con mi muerte querida y mi café / y viendo los frondosos castaños de París´ como escribiera en 1937” (p.22).
La actualidad no deja de estar presente. La mirada de Salazar Bondy se detiene en diversas discusiones. Una de ellas, una disparatada teoría sobre la muerte de García Lorca, firmada por un gris biógrafo de apellido Schonberg, quien “intenta demostrar que la vida y la poesía de Lorca estuvieron permanentemente determinadas por móviles de morbosa índole sexual” (p.25).
Una defensa del género epistolar (“Cartas del señor Dupont”) delata en Salazar Bondy al lector curioso, incapaz de desdeñar un material por banal o menor que parezca: “una carta es el documento más revelador de una personalidad, de sus secretos e intimidades”, dice en referencia a una célebre colección de cartas del artista Alfred Dupont, colección que califica como “un inmenso tesoro de sicología” (p.31). Otras apreciaciones se suman para perfilar a un hombre preocupado por el quehacer cultural: los museos, el teatro, el cine, los derechos de autor, entre otros.
Al lado de estas preocupaciones, algunos textos dejan lugar para la intimidad. Una celebración navideña con parte de su familia en Oslo, Noruega, o un emotivo reencuentro amical en la ciudad sueca de Lund, con el poeta Javier Sologuren, ponen notas de color y emotividad. Estas aventuras geográficas se completan con visitas a España, concretamente a Madrid, Sevilla y Cataluña, donde asoma una vez más el observador, el hombre atento a su tiempo, ese espíritu despierto y creativo que fue siempre Sebastián Salazar Bondy. Mención aparte a la edición, pulcra y ordenada.
Sebastián Salazar Bondy. Crónicas desde Europa (1956-1957). Alejandro Susti (editor). Lima: Universidad de Lima, 2024.