Brian Eno

A solo unos cuantos metros del Partenón, en el Odeón de Herodes Ático, ubicado en la milenaria Acrópolis (Atenas, Grecia), se producirá, este miércoles 4 de agosto, uno de los acontecimientos musicales más importantes del mundo post-pandemia: Brian Eno (73), que en algún momento fuera catalogado como el artista británico más importante después de los Beatles -en términos de influencia y papel determinante para el desarrollo de la música popular contemporánea- presentará en vivo el álbum Mixing colours, grabado y publicado el año pasado, en medio de la crisis mundial del Coronavirus, en conjunto con su hermano menor Roger (62). Esta será la primera vez que los Eno saldrán juntos a un escenario. Y lo harán como parte de un prestigioso festival que se realiza desde hace 65 años en la capital helénica.

Se trata del Epidaurus Festival (también conocido como Festival de Atenas), un monumental evento que, entre mayo y octubre, presenta lo mejor de las artes escénicas griegas (teatro, cine, danza, música e instalaciones audiovisuales) y que tendrá a los hermanos Eno como la principal atracción internacional en su primera edición desde que se cancelaran todos los conciertos y espectáculos masivos, en marzo del 2020. El álbum, editado por el prestigioso sello alemán de música clásica Deutsche Grammophon, contiene 18 plácidas composiciones en las que el piano de Roger y los paisajes electrónicos de Brian se unen de forma sublime y sutil, para llenar los espacios que el COVID-19 dejó mudos y vacíos durante todo este tiempo.

Mixing colours -y su EP complementario, Luminous- fue uno de los lanzamientos más comentados del 2020, ya que se trataba de la primera colaboración formal de estos artistas, activos desde hace más de cuatro décadas. Como saben los conocedores de la copiosa obra musical del prestigioso productor -uno de los primeros en acuñar el término «no músico» para autodefinir su propuesta, ajena al ritmo y más enfocada en la generación de sensaciones a partir de sonidos puros, etéreos-, Brian Eno y su hermano Roger han coincidido en estudios de grabación muchas veces, pero no firmaban un álbum juntos desde aquella alucinante alegoría basada en la llegada del hombre a la Luna. Apollo: Atmospheres and Soundtracks –en el que también participó el multi-instrumentista y productor canadiense Daniel Lanois, colaborador cercano de Eno-, apareció en 1983. En Mixing colours, proyecto que tardó 15 años en concretarse, se plasma un resumen de sus exploraciones que van de lo acústico y espiritual a las simulaciones a través de secuencias, loops, efectos y brisas electrónicas.

El álbum que será tocado frente al ancestral Templo de Atenea ya había sido noticia el año pasado en la escena artística global –que no incluye, por supuesto, a esta comarca donde solo hablamos de farándulas ramplonas y simplones personajes de poca monta que son aplaudidos en los programas de entretenimiento y realities locales (como Yo Soy, Esto es Guerra y afines). Como parte de su estrategia promocional, Deutsche Grammophon convocó a un concurso para que videastas de todo el mundo presentaran trabajos audiovisuales inspirados en el disco, mostrando los efectos del aislamiento, la incertidumbre y las nuevas formas de vivir impuestas por el COVID-19. Participaron más de 1,800 cortos, básicamente de Europa, Estados Unidos y Japón. El comité organizador escogió, en conjunto con los Eno, a 200 finalistas, los cuales se proyectaron, entre febrero y marzo de este 2021, en una instalación al aire libre en la Plaza Jerry Moss del complejo The Music Center de Los Angeles, titulada A quiet scene. Quienes tuvieron la oportunidad de ver la exhibición quedaron maravillados con esta apuesta de arte participativo generado a partir de la coyuntura sanitaria que afecta al mundo entero.

Desde 1975, Brian Eno usó el término «ambient music» para describir su novedosa incursión en el minimalismo sonoro, un quiebre absoluto a lo que había hecho el inquieto multi-instrumentista y productor, hasta entonces asociado al glam-rock de Roxy Music (entre 1970 y 1973) y sus tres primeros lanzamientos como solista. Un dato poco conocido de aquellos inicios: en agosto de 1974, ocho meses después de publicar su debut en solitario, Here come the warm jets, Eno colaboró con la banda progresiva Genesis, durante las grabaciones de The lamb lies down on Broadway. En los créditos originales de ese LP se mencionan unos tratamientos de estudio o “enossifications” para las canciones In the cage y The grand parade of lifeless packaging. Cuando Peter Gabriel le preguntó cómo podían devolverle el favor, Eno le dijo que necesitaba un baterista, razón por la cual Phil Collins trabajó en sus dos siguientes álbumes, Taking Tiger Mountain by strategy (1974) y Another green world (1975), en los que comenzó a dar señales de su futuro rol en el desarrollo de la música electrónica y experimental pero más asociada a las texturas y sensaciones que a los patrones rítmicos y melódicos convencionales.

A partir de entonces, Eno se convirtió en el principal referente de la creación de atmósferas volátiles y casi fantasmales, un cruce entre los vuelos sintetizados de Tangerine Dream y los tranquilizantes paisajes de piano de Erik Satie o Phillip Glass, con álbumes como Discreet music (1975), Music for airports y Music for films (1978), hoy considerados clásicos absolutos de la onda ambient. Luego se convirtió en toda una celebridad del universo pop-rock: sus colaboraciones con Kevin Ayers, David Bowie -en la famosa “trilogía berlinesa” conformada por los álbumes Low, “Heroes” (1977) y Lodger (1980)-, Robert Fripp, Talking Heads y U2 -en afamados discos como The Joshua tree (1987), Achtung baby (1991) o Zooropa (1993), entre otros- como instrumentista, productor e instigador de arriesgadas y novedosas combinaciones de ritmos y efectos de estudio, tuvieron rotunda aceptación tanto en la crítica especializada como en los públicos compradores de discos y asistentes a conciertos. Si un álbum, del género que fuese, contaba con la participación de Brian Eno, tenía asegurada una espalda ancha de credibilidad artística. Hasta un grupo argentino de techno-pop convencional, The Sacados, lo menciona en una de las canciones más conocidas de 1991, Hablándole a la pared (¿se acuerdan? “… tus gustos y los míos no tienen nada que ver/yo escucho a Brian Eno y vos bailás con los Sacados/y lo que más te conmueve es la letra… ¡de Emmanuel!…”)

Una de sus colaboraciones más celebradas fue el proyecto Passengers, al lado de sus amigos de U2. Original Soundtracks 1 –el único CD que lanzaron bajo ese nombre- apareció en 1995 y produjo un exitoso single, una emotiva canción basada en el concurso de belleza de 1993 en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, que se llevó a cabo en un sótano para evitar el fuego de francotiradores serbios durante los cruentos conflictos entre estos países, tras la disolución de Yugoslavia. Miss Sarajevo, con la participación especial del tenor italiano Luciano Pavarotti, se estrenó en vivo en uno de los megaconciertos que la recordada estrella de la ópera realizó bajo el nombre Pavarotti & Friends, dedicado “a los niños de Bosnia”. Aquella fue una de las raras apariciones en vivo de Brian Eno, junto a Pavarotti, The Edge y Bono, generando las melancólicas atmósferas del tema desde una computadora. De ahí en adelante, su trabajo se fue diversificando, siempre en el espectro electrónico y ambiental, de la mano con la evolución tecnológica para la manipulación de sonidos y lanzando interesantes proyectos multimedia para exhibiciones de artes plásticas y audiovisuales de todo tipo.

Por su parte, Roger Eno tuvo siempre un perfil más bajo, con producciones instrumentales de música minimalista, posmoderna, que servían como bandas sonoras para películas y documentales. Sus álbumes transitan el ambient, lo incidental y lo clásico. Su trabajo con el colectivo italiano Harmonia Ensemble -no confundir con los alemanes Harmonia ’76, con los que Brian trabajó ampliamente en Berlín- es muy interesante, en especial títulos como In a room (1993) y Harmonia/Eno meets Zappa (1994). Más de veinte títulos de música incidental de alto calibre avalan su propia trayectoria, desarrollada al margen del renombre de su hermano.

Mixing colours es un disco que relaja, que mece. Como dijo el mismo Brian Eno para describir aquella joya llamada Music for airports, se trata de música «prescindible y, a la vez, interesante». Escuchar estas olas de acariciantes notas inducen a la relajación profunda, a un estado de trance que consigue ese efecto sedante y casi inasible, ingrávido. Canciones como Celeste, Verdigris o Slow movement: Sand están ahí, suenan, pero pasan desapercibidas (Vean los videos, son geniales). Como el aire que respiramos, que nos permite vivir a pesar de que no podamos verlo. La velada de este miércoles en el festival ateniense hará que la magia de los hermanos Eno se eleve desde uno de los sitios fundacionales de la civilización occidental, en una conjunción de modernidad, historia y arte audiovisual que cobra especial relevancia como símbolo de desolación, pero también de esperanza, de lucha por la vida, demostraciones de fe y solidaridad que estamos viviendo a causa de la pandemia.

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