[INFORMES] La Primera Fiscalía Penal Supraprovincial Especializada en Derechos Humanos e Interculturalidad de Ayacucho logró la restitución de los restos óseos humanos que corresponden a Remigia Taipe Yucra, fallecida en 1984, víctima de los ataques de la organización terrorista Sendero Luminoso en la comunidad de Saytahuaylla, provincia de La Mar.
Sendero Luminoso llevó a cabo numerosos ataques en diversas regiones de Perú durante la época del terrorismo. Uno de los lugares afectados fue la comunidad de Saytahuaylla, que se encuentra en la provincia de La Mar, en la región de Ayacucho. Esta zona, como muchas otras en Perú, sufrió la violencia y la presencia de Sendero Luminoso en las décadas de 1980 y 1990.
En Saytahuaylla y sus alrededores, Sendero Luminoso cometió actos de violencia, incluyendo ataques a la población civil, asesinatos, y desplazamiento forzado. Esto formó parte de la estrategia de Sendero Luminoso para expandir su influencia y control en zonas rurales de Perú.
“La diligencia se efectuó junto a un arqueólogo forense y un antropólogo social del Equipo Forense Especializado (EFE), al igual que representantes de la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (DGBPD), e hijos y familiares de la agraviada”, se destaca en el pronunciamiento de la fiscalía en relación a la diligencia de restitución y reconocimiento de los restos óseos de Remigia Taipe Yucra.
Ahora bien, durante la acción fiscal, se contó con acompañamiento psicosocial para los deudos a quienes se les entregó elementos asociados que fueron hallados en julio pasado, cuando se identificaron los restos de Taipe Yucra cerca del paraje Qerapukro, en la comunidad de Saytayhualla.
Es importante destacar que los ataques de Sendero Luminoso en Saytahuaylla y otras áreas del país causaron un gran sufrimiento a las comunidades locales y dejaron una huella indeleble en la memoria colectiva del país. El terrorismo en el Perú tuvo un alto costo humano y social, y las heridas aún perduran en la sociedad peruana.
Las desapariciones forzadas fueron una táctica utilizada por Sendero Luminoso y, en menor medida, por el MRTA, para infundir miedo en la población y eliminar a aquellos que consideraban enemigos. Los desaparecidos eran generalmente secuestrados, torturados y asesinados, y sus cuerpos no eran entregados a sus familias. Esto causó un gran sufrimiento en las comunidades afectadas y generó una profunda sensación de impunidad.
No fue el único cadáver restituido
Otro de los casos que se evidencio por los años 1991 y 1992 fue el “Caso Madre Mía”. La Primera Fiscalía Penal Supraprovincial Especializada en Derechos Humanos e Interculturalidad consiguió la restitución de restos óseos humanos que pertenecen a 16 personas desaparecidas
Dicha ceremonia se llevó a cabo en el auditorio de la Universidad Nacional Agraria de la Selva, en Huánuco, con peritos del Equipo Forense Especializado (EFE) del Ministerio Público, así como con representantes de la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (DGBPD) y la presencia de los familiares y deudos de las presuntas víctimas.
Por otro lado, estos restos óseos humanos fueron identificados y analizados en junio pasado, a través de validaciones de ADN, análisis antropológicos y dentales, entre otros. Los cuerpos hallados corresponden también a los caseríos de Yanajanca y San Miguel, así como a los centros poblados de La Perla y Shapajilla, en el departamento de Huánuco.
“De acuerdo con las investigaciones, las personas desaparecidas habrían sido victimados por soldados del Ejército peruano que sirvieron en el Batallón Contrasubversivo 313 – Tingo María y en la Base Contrasubversiva de Madre Mía, en el departamento de San Martín”
Pronunciamiento del Ministerio Público
Justicia que se sigue gritando en el campus PUCP
Ernesto Rafael Castillo Páez fue un estudiante peruano de Sociología de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). A la edad de 22 años fue detenido por agentes de la Policía Nacional del Perú un 21 de octubre de 1990 en Villa El Salvador. Desde ese día no se le volvió a ver más.
Desde entonces, su familia y representantes estudiantiles de la casa de estudios alzan su voz de justicia por la desaparición del estudiante universitario.
“Han pasado 33 años desde que nuestro compañero Ernesto Castillo, estudiante de Sociología en PUCP de 22 años de edad, fue detenido por agentes de la PNP y desde ese momento se desconoce su paradero. Se exige justicia para los responsables y se pide que persista en la memoria colectiva”, menciona el pronunciamiento del Centro Federado de Estudios Generales Letras PUCP.
Al día de hoy se sigue buscando justicia de esta época tan cruel que pudo vivir el Perú. Se ha logrado dar una digna despedida a tantas víctimas que tuvieron que pagar los estragos de una organización como Sendero Luminoso que no merecían. Hoy por hoy se sigue buscando justicia para Ernesto. Que esta etapa histórica sirva de reflexión para saber los retos y desafíos que nos toca velar y prevalecer en nuestra sociedad.