LGTBIQ

En reciente encuesta de Ipsos se le pregunta a la ciudadanía sobre el matrimonio igualitario. Aumenta la aprobación respecto del año pasado (sube de 25 a 30% la gente a favor), pero hay un sólido 66% que lo desaprueba (aunque disminuye del 69% que exhibía el 2023). Y es claramente en los sectores populares que hay mayor rechazo: en el A, 43% lo aprueba, en el E, apenas el 20%.

Respecto de que puedan adoptar niños, un 31% lo aprueba y un 63% lo desaprueba. Y todo ello en un contexto en el que, sin embargo, se admite que hay discriminación hacia la población homosexual, trans y bisexual. Un 41% considera que es muy discriminada.

He aquí una de las batallas contraculturales en la que los sectores liberales no deben cejar. Somos un país conservador y ha prendido la narrativa de la derecha radical en contra de los derechos civiles y sexuales (su campaña contra las políticas de género la han convertido en una guerra de vida o muerte, como parte de su arsenal ideológico contra los derechos humanos, la globalización, la multiculturalidad, etc., que libran acá, en la región y en el planeta).

Pero hace mal el sector liberal escamoteando el tema porque lo considera menor, que causa costos políticos o que puede afectar electoralmente pronunciarse a favor. Por el contrario, cuánto bien le haría a un candidato expresarse abiertamente a favor de un derecho a la igualdad, consustancial a un Estado laico y liberal.

No se puede ceder en esta batalla contracultural. Si la aspiración a ser un país moderno es válida y auténtica no se puede arriar en un tema que afecta a millones de personas (porque son millones los peruanos que pertenecen a la comunidad LGTBIQ+).

Corresponde a un Estado de Derecho laico, como el que cabe, establecer paridad normativa respecto de los matrimonios igualitarios y la posibilidad de adopción de niños, además de todos los derechos colaterales que ese reconocimiento implica.

La caverna reaccionaria que lidera, entusiasta, un sector de la derecha (e increíblemente también un sector de la izquierda radical), no puede terminar convirtiéndose en narrativa dominante y menos aún en política pública.

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[EL DEDO EN LA LLAGA] El alcalde de la ciudad, Dominik Geissler, miembro del conservador partido demócrata cristiano, ha cancelado cualquier colaboración de la administración municipal con la Alianza Evangélica —de la cual forma parte la Comunidad Él Vive—, debido a sus posiciones sobre la homosexualidad, la identidad sexual y las terapias de conversión. «Mientras estas posiciones inaceptables persistan, la ciudad de Landau no colaborará con la Alianza Evangélica», señaló Geissler. El evento que gatilló esta decisión fue un festival techno en el Fórum Él Vive, que sirvió de ocasión para que los organizadores entregaran dinero a una organización transfóbica que atenta contra los valores del colectivo LGTBI.

La Comunidad Él Vive ha rechazado las imputaciones. Sin embargo, hay alguien que puede dar testimonio de esas posturas transfóbicas —que violan derechos humanos fundamentales— por la experiencia que tuvo con un pastor de la comunidad. Se trata de Kaycee Hesse, una activista trans de 23 años de edad, comprometida no sólo con las actividades del movimiento ecologista Fridays for Future sino también con Schlau, un proyecto de formación y antidiscriminación sobre identidades de género y orientaciones sexuales a nivel del estadio federado de Renania-Palatinado. En una entrevista publicada el 10 de junio de este año en el diario local “Die Rheinpfalz”, Kaycee cuenta su historia.

Durante su pubertad la pasó psíquicamente muy mal. Sufría bajo el desarrollo de su pubertad masculina y se sentía cada vez peor en su cuerpo, hasta que se determinó que era trans, una mujer nacida en el cuerpo equivocado. Pasaron dos años antes de que pudiera aceptar su realidad, años en los que tuvo que interrumpir su educación escolar debido a depresiones y malestares psíquicos.

Su madre, una mujer religiosa, quiso que Kaycee, al cumplir los 18 años, se confrontará con la fe y con Dios, en quien Kaycee ya no creía. Como participaba entonces de la Comunidad Él Vive, le pidió a Kaycee que asistiera a una reunión bíblica para escépticos. La reunión era dirigida por un pastor que es llamado “Elías”. Si bien la reunión le pareció correcta, Kaycee no obtuvo respuestas a sus inquietudes. Aún así, Elías la abordó después de la reunión. Kayceee tuvo la impresión de encontrarse ante una persona relativamente abierta, que pensaba por sí misma, que indagaba y con la cual se podía discutir muy bien. Elías la invitó a tomar un café para discutir un poco más, y Kaycee aceptó la invitación.

Durante los tres o cuatro encuentros que tuvo con Elías, Kaycee le habló de su escepticismo y de su historia como persona trans. Kaycee se encontraba al inicio de su transición y estaba buscando una terapia de hormonas, de la cual Elías buscó disuadirla, con la frase bíblica que a todas las personas trans les refriegan en los oídos: “Dios creó al hombre varón y mujer”. Dado que Dios es todopoderoso y no comete errores, es difícil encontrar su lugar como persona trans dentro de esta visión muy limitada del asunto. Al final —sobre todo en los últimos encuentros— la conversación se enrumbó en esa dirección: «¿Podrías conformarte con tu pene y vivir como hombre, si lo intentaras?» Así de abierta fue la pregunta que le formuló Elías.

Kaycee cree que Elías pretendía un fin pseudoterapéutico, más bien de carácter “misionero”. Se trataba del cumplimiento del “Plan de Dios”. La homosexualidad y la transexualidad no serían en sí nada malo, pero no debían hacerse públicos, dado que no formaban parte del Plan de Dios y no había justificación para su existencia. Elías aparentaba al principio ser abierto y curioso, pero todo iba en dirección de querer disuadirlo de su transexualidad, pues —según él— en un proceso de transición se practicaba una “violación” del cuerpo. Elías estaba convencido de que si Kaycee se decidía por la voluntad de Dios, se aceptaría como era entonces. Es decir, con pene.

En ese momento Kaycee ya había dejado atrás interiormente su salida del clóset y estaba decidida a seguir el camino de la transexualidad. Aún así era una carga que le restregaran el tema en los oídos, como si por el hecho de ser una persona trans no tuviera ya suficiente con sus luchas en los ámbitos médico y jurídico, y con el propio cuerpo. Dice que ella hubiera necesitado de un oído abierto, considerando el largo y penoso camino que tenía que recorrer. Hubiera necesitado apoyo en vez de tener que oír que todo estaba mal e iba contra la voluntad de Dios. Posteriormente se daría cuenta de que las conversaciones y determinadas preguntas de Elías sobrepasaban gravemente los límites de lo permitido. Sin tapujos de ninguna clase, Elía le preguntó si ya había tenido relaciones sexuales. Elías era del parecer de que Kaycee tenía que haber experimentado el sexo para poder tener una opinión. También le contó algo sobre sus propias experiencias sexuales, cosa que Kaycee no quería ni tenía por qué saber. También se habló sobre la infidelidad y el disfrute del deseo sexual como hombre. Elías concluyó a partir de los sentimientos de Kaycee, que ella estaba frustrada sexualmente. Si daba rienda suelta su deseo, volvería a ser varón.

Kaycee cree  que si hubiera escuchado los consejos de Elías, el camino que siguió le hubiera tomado más tiempo. Dice que antes de cumplir los 18 años había intentado ignorar su deseo de ser mujer, y cada vez le fue peor. No salía de su casa y cuando cumplió los 18 años ni siquiera se levantó de la cama. Si le hubiera hecho caso a Elías, habría caído otra vez en depresiones. Al respecto menciona que 45% de las personas trans que han cumplido 30 años tienen por lo menos un intento de suicidio tras de sí. Quizás también lo propuesto por Elías le habría obstaculizado el acceso a las alternativas médicas, debido a cambios irreversibles en su cuerpo durante la pubertad.

¿Y la madre de Kaycee? Ya no participa de la Comunidad Él Vive. Se enteró de todo, lo cual se sumó al hecho de que también se sentía insatisfecha con los servicios religiosos de la comunidad, a la cual veía dividida en dos: entre aquellos miembros que actuaban como personas normales y aquellos que asumían posturas conservadoras y extremistas de derecha que ella no consideraba justificables, y que eran contrarias a sus convicciones morales.

Cuenta Kaycee que Elías era muy querido como párroco, pero desde hace un par de años ya no está en la Comunidad Él Vive, la cual, si bien no es responsable de lo que haga cada uno de sus miembros, aunque diga que no tiene nada contra personas LGTBI, eso no sirve de nada cuando existen varios testimonios de personas que han tenido experiencias similares con ella. Kaycee ha conocido por lo menos cinco casos través del proyecto de formación Schlau y de contactos con el grupo “Queerulanten” —integrado por personas queer de escuelas superiores—, tratándose de personas que no quieren hablar en público sobre esto porque no quieren hacerse vulnerables y porque lo vivido ya ha sido suficientemente agobiante.

En conclusión, no basta con que una comunidad religiosa diga que no tiene nada en contra de los integrantes de minorías sexuales, si al interior de ella la realidad es otra. Los actos de discriminación siempre salen a la luz, y esos actos no sólo afectan a quienes han sido víctimas de ellos, sino también la imagen y reputación de la comunidad religiosa que los ha permitido. Y eso ya debería a saberlo también la Iglesia católica, una de las instituciones religiosas más homofóbicas y transfóbicas que existe, no obstante sus declaraciones en contrario.

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[CARTAS A MANUELA SAENZ] Querida Manuela,

He estado ausente unas semanas, decidí tomarme un viaje largo. Cada día de mi viaje fue un aprendizaje, fue un momento para descubrir que hay infinitas posibilidades, así como realidades coexistiendo. El mundo no es estático y rígido sino diverso y vivo. Necesitaba desconectarme, estar con amigas y amigos queridos, así como caminar por los lugares que ya caminé y conocer nuevos sitios.

En esa diversidad del mundo, tenemos la de los seres humanos. Sentada en el aeropuerto de Internacional O’ Hare de la ciudad Chicago, en Illinois, Estados Unidos, veía tanta gente diferente. Todos apurados buscando sus salas de embarque. Pasaban de todas partes del mundo: hombres árabes con sus turbantes y sus camisones largos llamados thawb o suriyah; mujeres musulmanas con túnicas, chilabas y burkas; africanos con sus colores alegres; los nórdicos gigantes rubios; los judíos ortodoxos vestidos de negro con camisa blanca y sombreros conocidos como biber hit – plano por arriba y forrado de terciopelo- así como jóvenes vaqueros con las uñas verdes o con pelucas rosadas. El mundo actual es más grande y diverso de lo que pensamos y estamos íntimamente ligados.

Esto me lleva a querer compartir contigo que, a nivel internacional, junio es el mes del orgullo de la comunidad LGTBIQ. Creo que debes tener varias preguntas hasta este momento como qué significa LGTBIQ y orgullo de qué. Te cuento, el último miércoles de junio a nivel internacional, dado que se replica en muchas de las capitales del mundo occidental, se busca reivindicar la dignidad humana básica y rechazar la discriminación que sufrieron y todavía sufren las personas lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer. Ellos marchan orgullosos de ser diferentes.

Era la madrugada del 28 de junio del año 1969 cuando se produjeron los disturbios del bar Stonewall del barrio Greenwich Village de la ciudad de Nueva York. Era un sitio de reunión de personas gays, lesbianas, trans, bisexuales y otros de la comunidad; por este motivo, la policía realizó una redada. Hubo mucha violencia esa madrugada y a raíz de ello nace la decisión de marchar para pedir reconocimiento, aceptación y mejoras colectivas de esta comunidad hacia la sociedad.

Tú te vestías de Húsar, con pantalones montabas a caballo, tenías un rango militar y eso generó mucha polémica. La razón fue porque usabas pantalones, estabas en espacios de toma de decisiones y de poder que eran exclusivamente para varones. ¿Cuál es la relación entre usar pantalones y ser varón o mujer? Hoy en día las mujeres usamos indistintamente vestidos, faldas o pantalones, en tu época no era así.  Actualmente, se cuestiona por qué los hombres no usan vestido o falda o se cuestiona el clásico ejemplo del color celeste para identificar al varón y rosado para la mujer. ¿Cuál es la relación entre estas normas sociales y la anatomía humana? Ninguna.

Muchos hablaban de ti a tus espaldas, que eras poco femenina, que eras seguro una ¨machona¨ y prostituta con el Libertador y los Generales. Es decir, confundían la orientación sexual con la identidad sexual. La orientación, como explicaba una gran amiga lesbiana y activista, es la atracción de amor profundo hacia una persona de tu mismo sexo. Ella se siente mujer, le gusta ser mujer y se enamora de mujeres. La identidad sexual es cómo una persona se identifica, que puede o no coincidir con su cuerpo biológico. La identidad sexual tiene que ver con cómo uno mismo se percibe en el mundo. En tu caso, no sabían si eras heterosexual, homosexual, transexual o simplemente una libertina. Por eso me gusta escribirme contigo porque fuiste una transgresora, allá por 1821.

Al igual que tú creo que el amor es el amor. Creo que toda persona que ama no debe ser condenada ni mucho menos maltratada. Existen tantos casos en la historia que sufrieron hasta la muerte por amar a quienes no debían, como el mismo Oscar Wilde, quien en su impecable defensa en el juicio el que enfrentó por ser homosexual citó la frase de Lord Alfred Douglas de su poema Two Loves (impreso por primera vez en The Chameleon en 1894): “Soy el amor que no se atreve a pronunciar su nombre”. Hoy, en 2023, es inaceptable en una sociedad que se basa en principios de igualdad, fraternidad y libertad condenar a alguien por amar. Lo que todos y todas condenamos es la violencia en todas sus formas, el forzar a las personas adultas, niños, niñas y adolescentes a tener relaciones sexuales no deseadas o a tocamientos no deseados. Eso es lo que debemos penalizar que no tiene nada que ver con el amor hacia otros y uno mismo como la orientación sexual y la identidad sexual.

¿Sabes? Ahora que he estado en mi viaje por Europa y Estados Unidos cada vez los jóvenes rompen más con las identificaciones de género. Pintarse las uñas o el pelo de colores o ponerse pestañas postizas es común en la juventud. Sin distinción. Al final, la sociedad va cambiando, es inevitable cuestionar las normas y convenciones. La comunidad es actualmente una minoría, pero tengo la sensación de que estos jóvenes están abriendo paso a un cambio social más grande. Han pasado 200 años desde que te ponías uniforme militar y cabalgabas, Manuela.  Como dijo la gran Virginia Woolf, escritora británica considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional: “Un yo que sigue cambiando es un yo que continúa viviendo”; es decir, cambiar es lo que nos permite seguir adelante, sin que nada nos detenga. ¡Feliz mes del Orgullo!

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