Stephen King

Pero también en otra novela crearía un protagonista así de intimidante y legendario. Y ese sería en “Meridiano de sangre”, una novela western, apocalíptica, cuyo personaje, el juez Holden, un ser maquiavélico, de dos metros y 50 kilos, albino y a su vez políglota e imponente por su sapiencia y sabiduría, le daría un sitial privilegiado en las letras norteamericanas, por el reconocido crítico literario, Harold Bloom, al considerarla como la figura más terrorífica de toda la literatura estadunidense. De la misma forma, Meridiano de sangre, le daría un espacio en el sagrado parnaso literario, al lado de otros otros grandes escritores que le influenciaron, como Melville, Hemingway o Faulkner. Del que entendió bien la lección que dejara para todo escritor comprometido con su arte: 99% de talento, 99% de disciplina y 99% de trabajo.

Pero su apetito literario no quedaría allí, tendría todavía guardado para sus miles de seguidores otro interesantísimo proyecto, y que sería publicado lustros después con el nombre de “La Carretera”. Texto de ciencia ficción, distópica, de prosa parca y minimalista, como en alusión de los restos que quedaba en ese mundo destruido, de paisajes devastados como la naturaleza alrededor. Todo es tan sombrío como hasta las conversaciones de sus personajes, que continúan por la inercia sin alma ni esperanzas. Estáticos. Inhóspitos. Fiel reflejo de lo que queda de ese mundo desgraciado y monótono. Esta obra, merecidamente, lo volvería conocido a nivel mundial y a su vez le daría el prestigioso Premio Pulitzer.

Al terminar de escribir esta columna, se me aparece un párrafo leído en Meridiano de sangre, que retrata el determinismo en varios de sus personajes, como la vida, nosotros, y el azar y su derrotero que muchas veces no tiene sentido común pero que existe y del que siempre estamos determinados: “Cuando los corderos se pierden en el monte se les oye llorar. Unas veces acude la madre. Otras el lobo”. Se va una pluma que deja un legado importante. Justo un 13 de junio, fecha en qué se celebra el día del escritor, y sin duda, Cormac McCarthy encaja perfecto con esta celebración. Nos vemos en la carretera, maestro.

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