Tatum

Pasar un rato viendo a Tatum en completa forma es un placer suficiente. Pero Dog tiene otra delicia en el paquete: el mismo perro. Lulu no es perro dulce y tierno capaz de derretirte. Todo por el contrario: es un perro. Uno lleno de errores, impulsividad, ansiedad y necesidades. No es el sabelotodo autónoma, ni tampoco el caos personificado. Es un perro con vínculos humanos inherentes, y aún así, para los que sabemos de perros, es más perro que nada. 

También es un perro que no se adapta al mundo convencional. Y este Estados Unidos tiene dos caras. El mundo donde todo sale bien, usualmente, y uno más grande, el universo donde nada funciona. Con tiroteos en los colegios, violencia en las calles y mucha soledad. Ahí habita Lulu, en ese segundo espacio, y en ese sentido en donde se cruza con Briggs por sus pasados, no se sabe quién va a salvar a quién como conclusión de la historia. 

Si esta fuera una película como tantas de hace veinte o treinta años, hubiera sido un éxito comercial superlativo. Así se hacían las películas antes, con un guión sólido, profundo y, aunque suene imposible de conjugar, ligero. Quizás hubiera sido hasta una película admirable llevada a los premios. Perdida hoy entre la bulla y el impacto visual de otros producto, es función del espectador y de los distribuidores de cine revalorarla de otra manera. Porque comercializada como una película de comedia y amistad como una más del montón, le hace desmerecimiento a su valor real y termina alejando más al público masivo.

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