fabrizio Ricalde

Dog es una placentera road movie fuera del montón

Channing Tatum actua y dirige en una admirable película que le hace honor a su nivel de super estrella, con una ligera y bien colocada seriedad

ulu, una perra entrenada para misiones de guerra y miembro de las fuerzas armadas, sufre de una condición en su torrente sanguíneo. La van a pasar al retiro. Eso en vida de perro significa el sacrificio. La aguja mortal. Pero antes, tiene una última misión. Su entrenador, un ex militar retirado, a muerto al estrellarse contra un árbol. El deseo es tener a Lulu en el funeral. 

Briggs, un ex-marine de operaciones especiales, parece estar perdido en sus traumas post retiro. El mundo “normal” fuera de la guerra le parece incluso más agresivo. Entonces, solo deambula para sobrevivir. Necesita alguna misión para encontrar en el mundo de nuevo, y al mismo tiempo, reinsertarse en el servicio militar. A su ansiedad, además, se suma una concusión causada por la guerra. 

Cuando Briggs y Lulu empiezan su camino hacia el funeral, es una historia que hemos visto miles de veces, en cualquier ángulo imaginable. Pero Dog se pone en una gama más alta cuando todo el potencial de melodrama y sentimentalismo se enfoca en algo más que solo cultivar la relación entre ellos. Por sorpresa, la película es un retrato de un Estados Unidos poco superficial e imperfecto.

En Dog hay mucha reflexión sobre la incapacidad de Briggs para recuperarse de su infierno personal y aceptar su condición de inválido. Pone un mensaje de alerta en el trato descartable del sistema contra los veteranos de guerra. Y aún así lo hacen de una manera sútil, nunca siendo una crítica desalmada, sino un ejemplo de como se debe considerar el valor y orgullo de la vida de un militar.

La narrativa episódica de la película permite acercarse lo suficiente al cliché sin tocarlo, alejándose o modificándolo por algo con mayor significado. En casi todas las escenas parecen apuntarle a hacer explotar una bomba de azúcar sucia y pestilente a la audiencia, pero no se permiten detonarla. Hay un esfuerzo meticuloso en alejarse de la lágrima fácil que debe ser una musa para el género.

Y aún así, es incluso más raro en el cine de hoy ver a una actor tan involucrado en aprovechar su carisma natural en servicio del arte. Channing Tatum no construye personajes alrededor de características puestas en un papel. Muy por el contrario, se hace utilizando elementos de su personalidad percibida. Es secamente cómico, travieso y vándalo, con músculos capaces de capturar la atención de cualquiera. 

Tatum es una de las últimas estrellas de Hollywood clásicas que aún quedan rondando por ahí. Como Tom Cruise, por ejemplo. Tiene un dominio completo de la cámara y del lenguaje audiovisual, apoderándose tanto de sus proyectos que incluso debe dirigirlo o producirlo para lograr el resultado planteado. E incluso ha madurado en su esencia, y parece ir en camino de un logro superior en el rubro, quizás parecido a Ben Affleck, McConaughey u otros. 

Pasar un rato viendo a Tatum en completa forma es un placer suficiente. Pero Dog tiene otra delicia en el paquete: el mismo perro. Lulu no es perro dulce y tierno capaz de derretirte. Todo por el contrario: es un perro. Uno lleno de errores, impulsividad, ansiedad y necesidades. No es el sabelotodo autónoma, ni tampoco el caos personificado. Es un perro con vínculos humanos inherentes, y aún así, para los que sabemos de perros, es más perro que nada. 

También es un perro que no se adapta al mundo convencional. Y este Estados Unidos tiene dos caras. El mundo donde todo sale bien, usualmente, y uno más grande, el universo donde nada funciona. Con tiroteos en los colegios, violencia en las calles y mucha soledad. Ahí habita Lulu, en ese segundo espacio, y en ese sentido en donde se cruza con Briggs por sus pasados, no se sabe quién va a salvar a quién como conclusión de la historia. 

Si esta fuera una película como tantas de hace veinte o treinta años, hubiera sido un éxito comercial superlativo. Así se hacían las películas antes, con un guión sólido, profundo y, aunque suene imposible de conjugar, ligero. Quizás hubiera sido hasta una película admirable llevada a los premios. Perdida hoy entre la bulla y el impacto visual de otros producto, es función del espectador y de los distribuidores de cine revalorarla de otra manera. Porque comercializada como una película de comedia y amistad como una más del montón, le hace desmerecimiento a su valor real y termina alejando más al público masivo.

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