La tarea de Castillo es mejorar la calidad de su gabinete ministerial (ya ha hecho algunos cambios en esa perspectiva), demostrar que no es corrupto echando fuera de su entorno a todos los impresentables que rápidamente quisieron hacerse millonarios a punta de contrataciones y licitaciones irregulares, y darle prioridad a una o dos reformas (salud y educación públicas) y olvidarse de querer hacer más (su propia mediocridad le impide hacer algo superlativo adicional).
Hay responsabilidad de su entorno político ministerial, que debería hacerle entender ello e imponerse en los casos que sea necesario. Así como el ministro de Economía no está para hacer goles pero sí para impedirlos (que ya es bastante), el resto del gabinete debe fungir de contrapeso del pernicioso cerronismo que intenta volverse a apoderar de la agenda gubernativa.