[INFORMES] Según consta en las actas judiciales del proceso, el 1 de diciembre de 2016 se habría realizado una asamblea en la Comunidad Campesina de Quipan, ubicada en la provincia de Canta, región Lima. En dicha reunión —identificada como Asamblea N.º 16— se habría acordado la venta de 10,000 hectáreas de tierras comunales a favor de la empresa Industrias Argüelles y Servicios Generales SAC, por un valor total de 600,000 soles.

El acuerdo incluía no solo la transferencia del terreno, sino también la otorgación de poderes especiales al entonces presidente de la comunidad, Abel Cruz Mosquera Ortiz, para que pudiera proceder con la firma de la escritura pública ante notario y formalizar el proceso de venta.

Los días siguientes, según el expediente judicial, fueron clave para convertir el acta comunal en un documento de valor legal. El 10 de diciembre de 2016, Cruz Mosquera se presentó ante el notario Luis Manuel Gómez Verastegui, en Lima, donde presentó el acta de la Asamblea N.º 16 y juró su autenticidad, tanto en los nombres como en las firmas consignadas.

Posteriormente, el 12 de diciembre, llevó dicha acta legalizada hasta la Notaría de Claudio Fredy Galván Gutiérrez, con sede en la provincia de Canta, para realizar la minuta de compraventa e independización del terreno comunal. Finalmente, la operación fue elevada a escritura pública y se inscribió en SUNARP, donde el predio fue registrado bajo los códigos P18022861 y P18029956 a nombre de la empresa adquiriente.

El circuito estaba completo: asamblea, declaración jurada, legalización notarial, escritura pública e inscripción en Registros Públicos. Sin embargo, el mismo proceso que permitió formalizar la venta es el que hoy es objeto de cuestionamiento judicial.

Según la acusación fiscal, existe evidencia de que la asamblea del 1 de diciembre nunca se realizó en los términos indicados, o al menos no con la participación que se consigna en el acta presentada. De los 40 comuneros que aparecen como asistentes —con nombre, DNI y firma— 37 de ellos declararon formalmente que no asistieron ni firmaron el acta en cuestión. De los tres restantes, uno ha fallecido y los otros dos no pudieron ser ubicados.

En esa línea, el Ministerio Público sostiene que el acta presentada tendría contenido falso, y que fue utilizada para dar apariencia de legalidad a una venta que no contaba con respaldo comunitario real. Este documento habría sido clave para permitir la inscripción de la transferencia en SUNARP y consolidar la titularidad a favor de la empresa privada.

Uno de los elementos que complica la evaluación de los hechos es la pérdida del libro de actas que contiene el documento original de la Asamblea N.º 16. Según declaró el propio Abel Cruz Mosquera, el libro fue extraviado el 19 de diciembre de 2016, cuando olvidó su maletín en un taxi mientras se trasladaba por Lima. La denuncia de la pérdida fue registrada en la comisaría de la PNP-Unificada, bajo el número 8509134, pero el expediente judicial señala que no se aportaron pruebas materiales que confirmen dicha versión.

Este hecho es central, ya que la inexistencia del libro impidió la realización de una pericia técnica sobre la autenticidad del acta original. Sin el documento matriz, solo se pudo trabajar con copias legalizadas, lo cual limita el alcance de cualquier prueba científica sobre firmas, tintas o alteraciones.

La tesis de la defensa: error humano, no falsedad

La defensa legal de Abel Cruz ha sostenido durante el proceso que no hubo intención delictiva ni falsedad material. En su declaración instructiva, el acusado señaló que el acta fue redactada conforme a los acuerdos reales de la comunidad y que el libro fue perdido por descuido. Asegura además que no falsificó firmas ni manipuló contenidos, y que todas las gestiones fueron realizadas dentro del marco legal, cumpliendo con los pasos notariales y registrales requeridos.

También sostiene que el acto de venta respondió a una necesidad de la comunidad: obtener recursos para cubrir una deuda con la Municipalidad Distrital de Santa Rosa de Quives, que databa de gestiones anteriores. El pago de 18,300 soles por ese concepto aparece mencionado en el expediente como una de las razones que motivaron la operación.

Lo que dice el expediente: acciones “coherentes y cronológicas”

En varias secciones, el expediente señala que la secuencia de acciones tomadas por el acusado fue “lógica, racional y razonable”, si se observa en conjunto. Es decir, que si bien existen dudas sobre la veracidad del acta y la pérdida del libro, las actuaciones posteriores —presentación de documentos, formalización notarial, inscripción registral— se realizaron de manera coherente y sin interrupciones visibles.

No obstante, se señala también que los comprobantes de legalización se obtuvieron en notarías distintas, y que el notario Galván solo recibió una copia del acta legalizada, no el documento original. Esta situación, según el documento judicial, puede haber influido en la validez sustantiva del proceso, más allá de su formalidad.

Este caso pone en evidencia un problema estructural: la fragilidad institucional en la que operan muchas comunidades campesinas del Perú. La tenencia colectiva, el manejo de libros oficiales, la validación de asambleas y la relación con notarios o registros públicos no siempre cuentan con salvaguardas adecuadas. La brecha entre la legalidad formal y la legitimidad comunitaria se amplía cuando no hay acceso a información, acompañamiento legal o mecanismos de fiscalización interna.

En este contexto, las decisiones tomadas por una dirigencia pueden adquirir fuerza legal sin que la mayoría de comuneros las respalden. La falta de protocolos claros para validar la autenticidad de actas, firmas o quórums hace que comunidades enteras puedan verse afectadas por decisiones administrativas o notariales difíciles de revertir.

El terreno en disputa: 10 mil hectáreas y la importancia de la memoria comunal

En el fondo del conflicto se encuentran 10,000 hectáreas de tierra comunal, espacio de valor ecológico, productivo y cultural. Si bien el precio pactado de 600,000 soles representa una suma significativa, también deja preguntas abiertas sobre el aval de la comunidad, el destino de los fondos y la transparencia en su administración posterior.

La pérdida del libro de actas —pieza clave del proceso— deja un vacío no solo legal, sino también simbólico: es en esos registros donde la memoria institucional de una comunidad se conserva. Cuando desaparecen, también lo hace la capacidad colectiva de rendir cuentas y ejercer control sobre decisiones pasadas.

Hasta la fecha de elaboración de este informe, el caso sigue siendo objeto de evaluación en sede judicial. Las acusaciones fiscales incluyen presunta falsedad ideológica en documento público, aunque la defensa ha insistido en que no existen pruebas concluyentes de manipulación. La resolución definitiva aún está pendiente.

[INFORME] Una empresaria involucrada en colusión agravada en el Gobierno Regional del Callao y un antiguo candidato del partido político del teniente alcalde son las nuevas contrataciones de la Municipalidad de Lima.

El alcalde Rafael López Aliaga cada vez parece esforzarse menos por llevar adelante una gestión impoluta en la Municipalidad de Lima. Usando como excusa los delitos que se le imputan a sus predecesores, como Susana Villarán, la lucha contra el progresismo o su decisión de no cobrar el salario que le corresponde, el líder de Renovación Popular pretende desestimar cualquier cuestionamiento.

Sin embargo, las irregularidades que rodean a la Municipalidad de Lima siguen saliendo a la luz y dejan al descubierto los graves descuidos y excesos que vienen ocurriendo en el Palacio Municipal durante los últimos años. Desde la compra de caviar para almuerzos hasta la contratación de un costoso servicio de monitoreo a medios de comunicación han sido algunos de los cuestionados usos que se le dio al presupuesto municipal.

En esta oportunidad, Sudaca pudo conocer algunas de las nuevas designaciones realizadas en el último tiempo y que se suman a esta larga lista de decisiones desacertadas por parte del burgomaestre limeño y el equipo que lo acompaña durante su paso por la Municipalidad Metropolitana de Lima.

MALA EXPERIENCIA GARANTIZADA

En el mes de julio del año 2019 salió a la luz una noticia sobre extraños y excesivos gastos por parte del Gobierno Regional del Callao. En el marco de una edición del GORE Ejecutivo, reunión que convoca a los ministros y gobernadores regionales, que ocurrió durante el gobierno de Martín Vizcarra, el dominical Panorama dio a conocer que el gobernador regional del Callao, Dante Mandriotti, avaló que se utilicen más de cien mil soles del presupuesto para la promoción y cobertura de este evento.

Pero este monto, además de ser excesivo, habría sido innecesario. Esto debido a que la Presidencia del Consejo de Ministros, quienes tenían a cargo la organización de dicho evento, no solicitaron que el Gobierno Regional del Callao utilice parte de su presupuesto para este encuentro. Además, la decisión de colocar pancartas que promocionen el GORE Ejecutivo resultaba inentendible debido a que no se trataba de un evento público al que podían asistir los vecinos del Callao.

Pero en la información periodística que se dio a conocer en aquella época existió un detalle que hoy también llama la atención. Entre quienes se beneficiaron por esos más de cien mil soles se encontraban dos integrantes de una familia de empresarios: Juan Carlos Tobalina y Karen Martínez Tobalina.

Es este último nombre el que vuelve a sonar y ha sido gracias a la Municipalidad de Lima. El pasado 28 de junio, Karen Martínez Tobalina fue designada como jefa de la Oficina de Cooperación Técnica Internacional.

No obstante, esta no fue su primera incursión como funcionaria. En enero del 2023, en el primer día que la gestión del alcalde López Aliaga y Renovación Popular asumieron el control de la Municipalidad de Lima, Martínez Tobalina fue una de las primeras designaciones cuando, como cargo de confianza, fue designada como subgerente de eventos y protocolo.


Cabe señalar que, producto de estos gastos de cien mil soles, Dante Mandriotti Castro fue acusado en el año 2022 por el delito de colusión agravada y Martínez Tobalino también quedó involucrada en este caso. Para esta empresaria, la Fiscalía pidió una condena de diez años de prisión preventiva y trece años de inhabilitación.

UN VIEJO AMIGO

Pero junio también fue un mes para reencontrarse con viejos conocidos. Al menos así habría sido para el teniente alcalde Renzo Reggiardo. El pasado miércoles 25 de junio, el alcalde López Aliaga nombró a Carlos Roberto Salazar Sumar como el nuevo miembro del directorio de la Empresa Municipal de Apoyo a Proyectos Estratégicos (EMAPE).


Este nombramiento se vincula con Reggiardo Barreto debido a que este nuevo miembro del directorio proviene del partido Perú Patria Segura, el cual era liderado por quien hoy es la mano derecha de Rafael López Aliaga. Como se puede observar en el siguiente documento, Salazar Sumar intentó llegar al Congreso de la mano de esta agrupación política.


Pero Carlos Salazar no fue un candidato más del partido de Renzo Reggiardo. Según la información que él mismo declaró al Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el actual miembro del directorio de EMAPE fue parte del comité ejecutivo nacional de Perú Patria Segura y, además, también ocupó el puesto de secretario de gestión ambiental en el partido de Reggiardo.

Según diversos rumores, Renzo Reggiardo podría ser el candidato de Renovación Popular para ocupar el sillón municipal en las próximas elecciones. Pero estas tendencias de acercar a la Municipalidad de Lima a antiguos integrantes de su movimiento político invitan a creer que será otra gestión marcada por darle prioridad a los aliados políticos.

En los últimos años, el sector empresarial peruano ha enfrentado crecientes cuestionamientos desde distintos frentes: sociales, políticos, mediáticos y académicos. Aunque muchas de estas críticas nacen de generalizaciones injustas, hay un aspecto que merece una mirada autocrítica:
¿Quién representa hoy al empresariado peruano?

En los principales gremios, foros económicos y espacios de diálogo público, es frecuente encontrar que las voces que hablan en nombre de «los empresarios» son, en realidad, funcionarios de alto nivel: gerentes generales, CEOs o directores corporativos. Son profesionales capaces, muchos de ellos con gran experiencia y liderazgo, y en no pocos casos, amigos con quienes compartimos preocupaciones y propósitos. Pero también es cierto que no son los responsables últimos del capital invertido ni del riesgo empresarial que da origen a nuestras organizaciones.

Esta distinción, que puede parecer técnica, tiene implicancias profundas. Cuando la representación del empresariado se delega por completo a quienes, legítimamente, responden a objetivos operativos, metas anuales o indicadores financieros, se corre el riesgo de que esa representación se enfoque más en la defensa de intereses específicos y menos en la promoción de principios comunes: transparencia, competencia leal, formalización, sostenibilidad y visión de país.

El resultado no es menor. Parte de la opinión pública empieza a ver al sector empresarial no como un actor comprometido con el desarrollo del Perú, sino como una cofradía de intereses cerrados, orientada a preservar beneficios o influencias, muchas veces desligadas de las urgencias sociales o productivas del país.

Esta reflexión no busca señalar culpables ni confrontar a quienes hoy ocupan roles clave en nuestras empresas y gremios. Por el contrario, es una invitación a sumar, a recuperar el equilibrio natural entre gestión y propósito, entre estrategia y compromiso. El Perú necesita empresarios visibles, conscientes de su rol social, con vocación pública y dispuestos a involucrarse directamente en la construcción de una narrativa empresarial distinta.

Saludo, además, a los empresarios que sí dan la cara y están presentes, que no delegan completamente su voz, y que entienden que representar al sector no es solo un deber gremial, sino un acto de coherencia. Existen —y son valiosos— gremios que aún conservan una representación ligada a la propiedad, pero hay que reconocer que no es la práctica común. En la mayoría de los casos, la voz que se proyecta no viene desde el riesgo ni desde el compromiso patrimonial, sino desde la gestión funcional.

Desde el dueño de una microempresa en Puno hasta el accionista de una agroexportadora en Ica, todos compartimos algo esencial: hemos apostado por este país con hechos, con trabajo y con riesgo propio. Nadie puede representar mejor al empresario que quien convive con las decisiones difíciles, la incertidumbre del mercado, la planilla del fin de mes y la responsabilidad de crecer sin dejar a nadie atrás.

No se trata de excluir ni de reemplazar a los ejecutivos, sino de acompañarlos con principios, visión y legitimidad. La representación empresarial no debe ser solo institucional: debe ser real, ética y comprometida.

Es momento de recuperar esa voz. Con respeto, con firmeza, y con la convicción de que el verdadero liderazgo empresarial no se impone: se ejerce con coherencia y propósito.

[PIE DERECHO] Hay algo profundamente autodestructivo, casi suicida, en la conducta política de la derecha peruana. Como si no hubiera aprendido nada de las últimas dos décadas, como si el país no estuviera al borde de un abismo populista, autoritario y antiliberal, insiste en atomizarse, en dividirse, en reproducir sus peores defectos con tozudez admirable. En el ala más recalcitrante de la derecha, compiten sin tregua ni pudor personajes como Rafael López Aliaga, Phillip Butters, Carlos Álvarez y Keiko Fujimori, en una especie de circo de gladiadores donde todos se desgarran mutuamente con una ferocidad que ni el más encarnizado de los marxistas podría soñar.

Del otro lado, en la centroderecha —ese espacio en teoría más sensato, democrático y moderno— hay más de veinte candidatos lanzados o en camino, todos convencidos de su excepcionalidad, todos hablando de unidad mientras conspiran contra ella. Ni una sombra de alianza, ni un atisbo de pacto estratégico. La miopía es tal que parecen ignorar que, mientras ellos se despedazan, la izquierda —esa vieja maquinaria del resentimiento y la utopía fracasada— avanza sigilosa pero firme, tejida de acuerdos, coaliciones y pactos programáticos.

Lo más irónico —y también lo más trágico— es que la derecha peruana debe cargar con el lastre del régimen de Dina Boluarte, el más mediocre, insustancial y moralmente desprovisto de los últimos tiempos. Un régimen que, aunque formalmente de derecha, ha sido un compendio de torpeza, frivolidad y oportunismo. Un pasivo insalvable.

El ánimo antiestablishment, cada vez más profundo y visceral, se ha convertido en el mejor aliado de la izquierda radical, que se presenta como la única alternativa frente a un statu quo corrupto y decadente. Si los astros se alinean, al menos un candidato de esa izquierda llegará a la segunda vuelta. Y si la derecha persiste en su fratricidio, podrían ser dos.

Entonces no será la izquierda la que conquiste el poder: será la derecha la que se lo entregue, en bandeja de plata, cavando con entusiasmo su propia tumba.

 

[INFORMES] Durante varios meses, el entorno de Chandía fue objeto de señalamientos por temas que iban más allá de decisiones administrativas. Estaban en juego cuestiones graves: una denuncia por violencia familiar aún en proceso, un caso de presunta colusión en el uso de recursos públicos durante su anterior gestión en la misma institución, y tensiones internas ligadas a reclamos por censura y presiones a contenidos informativos.

Pese a todo ello, las autoridades optaron por el silencio. No hubo auditorías públicas ni investigaciones anunciadas. Tampoco explicaciones a los ciudadanos sobre la idoneidad o permanencia de una funcionaria en un cargo tan sensible como la dirección de la televisión y radio estatales. Lo que existió, más bien, fue una defensa institucional centrada en la “esfera personal” de la exfuncionaria, como si no existiera un vínculo directo entre ética pública y gestión.

Un canal público sin brújula clara

La crisis del IRTP no se limita a nombres. Desde hace años, la televisión estatal arrastra el problema estructural de su uso político, sin una política comunicacional clara ni garantías suficientes de independencia editorial. La salida de Chandía —sin una evaluación clara de su gestión ni mención alguna a los procesos abiertos en su contra— parece profundizar ese vacío.

A lo largo de su administración, hubo señales de alarma: cambios súbitos en la programación, decisiones editoriales controvertidas, y una progresiva pérdida de confianza por parte de sus propios equipos periodísticos. Algunas voces internas advirtieron sobre restricciones en coberturas noticiosas y el debilitamiento de espacios informativos autónomos. Todo esto sin que se activaran mecanismos internos de supervisión o canales transparentes de queja y control.

Relevo sin agenda pública

Tras la renuncia, la dirección del IRTP fue encargada a Rossella Giulianna Leiblinger Carrasco, funcionaria del Ministerio de Cultura. Más allá de su hoja de vida técnica, no se ha detallado cuál será su mandato al frente del canal: si será solo una encargatura temporal o parte de una reorganización más profunda. Tampoco se ha informado si su designación forma parte de una política de reformas o si responde únicamente a la necesidad de cubrir la vacancia.

En la práctica, la sensación es de improvisación. No se ha abierto una convocatoria pública ni se ha discutido la necesidad de revisar los mecanismos con los que se elige a quienes ocupan cargos directivos en medios públicos. Y mientras tanto, el IRTP sigue siendo administrado sin rendir cuentas claras sobre su papel en un contexto nacional de fragmentación, desinformación y creciente desconfianza ciudadana.

Un problema político, no solo administrativo

La televisión pública no es un espacio cualquiera. Es un servicio que, bien gestionado, puede ofrecer contenidos con valor educativo, cultural e informativo para amplios sectores del país. Pero cuando se vuelve rehén del cálculo político o se maneja sin transparencia, pierde su sentido democrático.

La renuncia de Ninoska Chandía puede cerrar un capítulo, pero no resuelve las dudas que lo acompañaron. ¿Por qué se mantuvo tanto tiempo a una funcionaria bajo cuestionamientos? ¿Qué medidas se tomaron frente a las denuncias que surgieron durante su gestión? ¿Quién responde por los posibles daños institucionales?

En vez de respuestas, el Estado eligió el camino del silencio. Un silencio que, lejos de proteger la institucionalidad, la debilita.

Nombramiento interino, pero sin política clara

En reemplazo de Chandía, la dirección del IRTP fue encargada a Rossella Giulianna Leiblinger Carrasco, funcionaria del Ministerio de Cultura. Su designación, también oficializada mediante resolución suprema, no ha sido acompañada de un anuncio político más amplio. No se ha explicado si se trata de una solución temporal o si existe una intención de reorganizar la gestión del canal público.

Tampoco se ha presentado una agenda para recuperar la confianza institucional ni una hoja de ruta para fortalecer los principios editoriales, la transparencia interna o la vocación de servicio público que debe regir en un medio estatal. A falta de información, todo indica que el relevo responde más a una necesidad de contención que a una propuesta de reforma.

Esto se enmarca en una situación recurrente: la televisión pública en el Perú carece de una estructura que garantice su autonomía. La jefatura del IRTP sigue siendo un cargo de libre designación política, sin filtros técnicos ni evaluación ciudadana. En la práctica, esto abre la puerta a nombramientos motivados por cercanías políticas antes que por méritos o trayectorias vinculadas al fortalecimiento de la comunicación pública.

Silencios que comprometen al Estado

La televisión pública cumple un rol crucial en países democráticos: no solo transmite contenidos educativos y culturales, sino que también debe garantizar acceso plural, cobertura descentralizada, y periodismo con independencia editorial. Por eso, las decisiones sobre su dirección deben ser tratadas con máxima transparencia.

Pero en este caso, las omisiones del Estado han sido sistemáticas. Ni se explicó por qué se mantuvo a Chandía en el cargo a pesar de las denuncias, ni se detallaron los procedimientos que llevaron a aceptar su renuncia. No se anunció ninguna investigación posterior sobre su gestión, ni se adoptaron compromisos institucionales para revisar lo ocurrido. El mensaje fue claro: se prefiere pasar la página antes que enfrentar el conflicto de fondo.

Este manejo opaco erosiona aún más la confianza pública. Cuando el Estado evade deliberadamente los temas incómodos, cuando elige callar ante posibles faltas éticas o legales de sus propios funcionarios, está reforzando una lógica de impunidad funcional. En lugar de corregir, se tapa. En lugar de prevenir, se improvisa.

Una oportunidad perdida para transformar

La crisis que envolvió al IRTP pudo haber sido una oportunidad para replantear el papel de los medios públicos en el país. Se pudo impulsar una reforma en los procesos de designación, establecer estándares editoriales más firmes, y construir canales de participación ciudadana en la gestión del canal.

Pero hasta ahora no hay indicios de que eso ocurra. La nueva dirección ha asumido sin rendición de cuentas ni cambio de visión. La institucionalidad del IRTP permanece frágil, sin blindajes contra los vaivenes del poder político. Y la ciudadanía sigue sin una televisión pública plenamente confiable.

La salida de Ninoska Chandía no puede interpretarse como un cierre satisfactorio, sino como una decisión apurada y poco transparente que elude asumir responsabilidades. En contextos de crisis democrática, los medios estatales deberían ser espacios ejemplares. Hoy, en cambio, siguen siendo tratados como oficinas más del aparato político.

Que un sector de la izquierda peruana se sume a las filas del castillismo solo revela su degradación moral e ideológica. Porque Castillo no fue un líder popular saboteado por los poderes fácticos de la derecha y caído en desgracia por ese complot, sino que fue una marioneta de sus anhelos corruptos y, finalmente, víctima de un fallido afán golpista y antidemocrático.

Que la torpe mediocridad de su sucesora haya ayudado a borrar esa impronta no es excusa política para quienes, desde la izquierda, léase Juntos por el Perú y Nuevo Perú, hoy pervierten su propósito de renovados liderazgos haciendo de la causa de la defensa del castillismo un signo electoral oportunista.

Castillo fue capaz, en poco más de dieciocho meses, de destruir el Estado peruano, en un reino de improvisación y mediocridad. De haber perdurado, los destinos nacionales se habrían acercado a la bancarrota no sólo económica sino política, social y moral.

Solo la mediocre gestión de Boluarte y su pacto infame con un Congreso controlado por las mafias ha sido capaz de elevar la figura de un líder con pies de barro, y de ello quiere aprovecharse una izquierda que no representa una evolución de su propio pensamiento sino una involución terrible.

Castillo tiene bien ganada la prisión que lo signa. Y se espera finalmente una sentencia severa no solo por su despropósito golpista sino, también -y eso es bueno recordarlo-, por los claros indicios de corrupción, cuyo develamiento lo empujó a querer patear el tablero institucional.

Una izquierda que soslaye ello bajo el solo afán de tentar nuevamente el poder, es abrumador indicio de su grosera involución. Lamentablemente, la inacción de la derecha y sus voceros políticos, empresariales y académicos, han permitido que la conciencia popular no recuerde ello y hoy haga suya la narrativa del pobre hombre del pueblo peruano desbordado por un complot.

Pedro Castillo nunca fue un presidente. Fue una caricatura patética de liderazgo, un usurpador analfabeto que confundió la política con la comedia de improvisación y, atrapado por la ley y su incompetencia, intentó un golpe monstruoso que fue repudiado incluso por muchos de aquellos que alguna vez le dieron un margen de tolerancia. La mera idea de que la izquierda ahora desee resurgir a su semejanza, como un camino de regreso, muestra una bancarrota moral asombrosa y una miopía nauseabunda.

 

[PIE DERECHO] Uno de los espectáculos más deprimentes que ofrece hoy la política peruana es la claudicación abierta de un sector del Congreso ante las mafias de la minería ilegal. No se trata ya de meros coqueteos, de componendas subrepticias o de indulgencias tácitas, sino de una entrega sin disimulo, un matrimonio de conveniencia en el que el poder legislativo se postra, servil y corrupto, ante un sector que simboliza como pocos la destrucción del país.

La izquierda radical —esa misma que pontifica sobre la justicia social y el cuidado del medio ambiente— ha descubierto en las dragas y las motobombas un inesperado botín electoral y financiero. Donde antes veían al capitalismo depredador, ahora ven votos y dinero. Y los otros, los del centro difuso y la derecha mercantilista, simplemente ven sobres. Sobres abultados, sellados con el lodo del oro ilegal, pero que igual abren con manos ansiosas y conciencias anestesiadas.

Este sector del Congreso no legisla: negocia. No representa: trafica. El proyecto de ley que se discute hoy y los que vendrán no buscan formalizar ni fiscalizar, sino proteger, encubrir y legalizar el crimen ambiental, la evasión tributaria y el poder armado de bandas que siembran terror en Madre de Dios, Puno o la selva central. No es exageración: una parte del Congreso se ha convertido en una sucursal del delito.

Asistimos al entierro de la representación democrática, reemplazada por una suerte de bazar inmoral donde se subastan favores, se comercian leyes y se pacta con el crimen. Todo por una porción de esos miles de millones de dólares que mueve la minería ilegal. Y mientras tanto, el país se hunde entre ríos contaminados, bosques arrasados y comunidades sitiadas por el miedo.

¿Quién pondrá freno a esta barbarie institucionalizada? ¿Quién rescatará al Estado de las garras de estos mercaderes de la política? Porque de seguir así, no será la minería la que se formalice, sino el crimen el que tomará carta de ciudadanía. Y entonces ya no quedará nada que salvar.

 

 

[MIGRANTE AL PASO] Salí tranquilo hace un par de días. Iba camino al gimnasio, motivado por generar un cambio en mi propio estilo de vida. He comenzado hace poco. No pasaron más de cinco minutos hasta encontrarme con un caos estresante. Me topé con una pared de carros que no avanzaban. Podía escuchar a la gente renegando y peleándose entre ellos. Probablemente, hace un par de años hubiera dejado que me arruinara el día, pero esta vez pude más. Es cierto que estaba de mal humor, pero no me peleé con nadie, solo me limité a poner música y avanzar. Me sentí frustrado cuando me di cuenta de que no podría seguir con mi nueva rutina ese día. Me demoré un poco más de una hora en ir y regresar unas cuantas cuadras, ida y vuelta. Me puse a pensar en cómo este alboroto se sale de nuestras manos como ciudadanos y solo podemos aceptarlo a regañadientes y retroceder.

Mi caso es una nimiedad al costado de lo que en realidad sucede. No fue más que una experiencia extremadamente reducida de lo que la mayoría de gente vive en el día a día. Aun así, sentía que mi esfuerzo de levantarme temprano para hacer algo que me ayuda a mejorar en todo sentido —no solo físico— había sido en vano. Sentado cómodamente, abrigado y con música, pensaba en lo que deben sentir las personas que todos los días tienen que hacer mucho más y, aun así, regresan a sus casas aplastados por una realidad que solo les da la espalda y, poco a poco, va destruyendo cualquier anhelo de cambio que tengan. Para mí sólo implicó no llegar a hacer ejercicio, pero para muchos que estaban atrapados en el mismo tráfico que yo, implicaba perder un día de trabajo, un día de comida o tal vez más. Eso pasa todos los días en todo el Perú, no solo en Lima.

Imagínense levantarse a las 4 de la madrugada para ir a trabajar, llegar a tu trabajo que se encuentra a horas de distancia solo para encontrar a un jefe que no le importa en lo más mínimo tu situación, que otras personas te miren hacia abajo mientras caminas, recibir mensajes de tu familia contándote cómo tuvieron que pagar con todos sus ahorros a una banda de delincuentes para que no destruyan su pequeño negocio. Que por tu cabeza pasen recuerdos de niñas y niños que veías crecer y desaparecieron de un momento a otro porque los secuestraron. Debe ser insoportable, algo que a cualquiera lo tumbaría por días y lo sumergiría en la resignación total. Sin embargo, las personas siguen trabajando y luchando. Es admirable y, también, muy triste. La gran mayoría de nuestra población vive en esas condiciones.

El otro día se me fue el hambre mientras almorzaba al escuchar que este año han desaparecido aproximadamente 20 niñas por día debido a secuestros, en su mayoría por bandas de trata de personas y de explotación sexual. En simultáneo, me llegaba la noticia de que la presidenta se había subido el sueldo. Parece una broma de mal gusto, pero es la verdad que nos rodea. Si a mí me fastidió y sentí impotencia, imagínense lo que sienten las víctimas directas de estas tragedias. A pesar de todas estas cosas, sigue existiendo gente que no tiene la capacidad de ponerse en los zapatos de otros y minimiza las adversidades que enfrentan las personas, diciendo, por ejemplo, que el problema se da debido a que las personas se quejan mucho por razones alimenticias. Francamente, vivimos en un país de locos, donde hablar antes de pensar es la regla. Donde no importa si tus palabras están insultando a toda una población con tal de cumplir con tu trabajo. Es nauseabundo.

Últimamente, mi algoritmo en redes sociales se vio infectado por videos de entrevistas a gente que cree que la matonería es la respuesta. Específicamente, me molestaron bastante fragmentos de entrevistas a Philip Butters, que parece tener complejo de Donald Trump: copiando su falta de control al hablar, levantando la voz, atropellando la opinión de los demás y otros excesos. Tuve que comenzar a ver reels de anime y de fútbol para que desaparecieran este tipo de videos. Hay gente que es mejor no escuchar. Para mí, esas opiniones, dignas de un bully escolar, no le hacen bien a nadie y solo te carcomen la inteligencia. Gente que confunde la fuerza con ser insensible y la violencia con justicia. En fin, tampoco vale la pena darle tantas vueltas a esos pensamientos. Todos parecen insistir en seguir generando diferencias políticas: “tú eres de izquierda, es un escándalo que pienses así” o “tú eres de derecha, qué escándalo”. Es como ver a unos niños peleándose. ¿Por qué no se dan cuenta de que hay problemáticas mucho más importantes que determinar si pensar de tal o tal manera es lo mejor? Está clarísimo cuáles son los factores que están convirtiendo a nuestro país en un lugar invivible. También, está clarísimo que estas peleas infantiles se ven ridículas en personas adultas. ¿Por qué ridículas? Porque solo vuelven más difícil enfrentar los problemas que he mencionado mientras escribía.

Texto: Joana Cervilla
Fotos: Sulsba Yépez, Sernanp, INTE PUCP

La Reserva Nacional Tambopata cumple 25 años de creada, y se ha consolidado como un modelo de gestión entre el Estado, el sector privado y la academia. En el corazón de esta alianza, la PUCP ha desempeñado un rol clave impulsando la investigación científica, el intercambio académico y el monitoreo climático, a través del Instituto de la Naturaleza, Tierra y Energía (INTE-PUCP). Un conversatorio al respecto tendrá lugar el 29 de mayo en NOS.

Frente a los grandes desafíos que enfrenta la Amazonía como la deforestación, el cambio climático y la minería ilegal, la Reserva Nacional Tambopata se ha convertido en un ejemplo de gestión articulada y eficiente. Ahora, que cumple 25 años como área natural protegida, esta reserva ubicada en Madre de Dios evidencia que cuando el Estado, la academia —con la PUCP liderando uno de los principales proyectos en la zona— y el sector privado trabajan de la mano es posible conservar, investigar y desarrollar en armonía con el ambiente.

“La Reserva Nacional Tambopata se ha consolidado como una de las más importantes del país por su biodiversidad y por el modelo de gestión que promueve. Es un ejemplo de cómo la articulación entre el Sernanp, la PUCP y aliados como Aider permite impulsar la ciencia y fortalecer el trabajo con las comunidades”, destaca Deyvis Huamán, director de Gestión de las Áreas Naturales Protegidas del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).

Nuestra Universidad viene trabajando en Tambopata desde hace casi dos décadas, cuando inicialmente estableció una estación científica que marcaría el inicio de lo que vendría después: el ambicioso proyecto AndesFlux, una red de torres de monitoreo ecológico que conecta la Amazonía desde Madre de Dios hasta Loreto y mide el deterioro de los bosques tropicales a causa del cambio climático. La primera torre, que opera el Instituto de Naturaleza, Tierra y Energía (INTE), se instaló en Tambopata en 2013 y, desde el 2015, funciona ininterrumpidamente.

Tambopata: un laboratorio vivo

Para entender cómo comenzó esta historia, hay que retroceder a los años 70. El empresario peruano-alemán Max Gunther instaló por ese entonces un pequeño albergue en plena selva de Madre de Dios, llamado Explorer’s Inn. Su riqueza natural atrajo la atención del mundo científico, en especial del Instituto Smithsonian, que realizó una de las primeras expediciones científicas de biodiversidad en la zona.

Ese fue el punto de partida. Años más tarde, el área se convertiría oficialmente en la Reserva Nacional Tambopata que, junto con el Parque Nacional Bahuaja-Sonene, formaría uno de los bloques de conservación más importantes del planeta.

“El Perú concentra una enorme diversidad biológica en un espacio reducido y Tambopata está en una zona de transición con alta biodiversidad, que permaneció relativamente aislada durante mucho tiempo. Eso permitió que su bosque se conserve mejor que en otras regiones amazónicas que fueron rápidamente intervenidas”, señala el Dr. Eric Cosio, director del Instituto de la Naturaleza, Tierra y Energía (INTE-PUCP).

Asimismo, explica Cosio, Madre de Dios forma parte de una zona de transporte atmosférico esencial, donde el agua proveniente del Atlántico se encuentra con los Andes y se redirige al sur del continente. «Esta característica la convierte en una plataforma ideal para entender el impacto del cambio climático y diseñar estrategias de conservación” sostiene.

La presencia de la PUCP en Tambopata

Hace dos décadas, la PUCP inició una apuesta ambiciosa por la investigación en la Amazonía peruana al firmar un convenio de cesión de uso del terreno que ocupa Explorer’s Inn dentro de la Reserva Nacional Tambopata. “Ese lugar es la única propiedad privada dentro de una reserva nacional y se respeta como tal por el Estado”, señala el Dr. Eric Cosio. Desde entonces, este espacio es clave para el desarrollo de investigaciones científicas de largo aliento.

«Estas torres miden el intercambio de carbono entre la vegetación y la atmósfera, un dato clave para entender el clima y la productividad del bosque. En conjunto, permiten estudiar el gradiente latitudinal de la Amazonía”.

Dr. Eric Cosio
Director del INTE

Uno de los hitos más importantes es la creación de la red AndesFlux, una red de torres que conforma una plataforma de monitoreo ecológico que nació en Tambopata. “Estas torres miden el intercambio de carbono entre la vegetación y la atmósfera, un dato clave para entender el clima y la productividad del bosque. En conjunto, permiten estudiar el gradiente latitudinal de la Amazonía”, explica Cosio, quien dirige el proyecto junto con la Dra. Norma Salinas.

La torre ubicada en Tambopata alberga la mayor parte de la instrumentación, incluida una herramienta de medición única en la Amazonía para calibrar satélites, conocida como sistema SIF (fluorescencia inducida por luz solar).

La primera torre –de 53 m de altura y con 2 km² de influencia– fue donde se concibió todo este gran experimento. Instalada en el 2013 en Tambopata y operada por el INTE, que lidera, también, toda la operación en el Perú, se coordinó, sirvió de modelo y optimizó la construcción del resto de las torres en el 2019. El monitoreo en conjunto se realiza a través de información obtenida en parcelas, junto con las otras tres torres en Ucayali, Huánuco y San Martín, y próximamente en Loreto.

Si bien es parte de una red más amplia, Tambopata alberga la mayor parte de la instrumentación, «incluida una herramienta de medición única en la Amazonía para calibrar satélites, conocida como sistema SIF (fluorescencia inducida por luz solar)», sostiene Cosio.

Intercambio científico en tiempo real

Además, Tambopata es parte de AmeriFlux, la red americana de torres de monitoreo y se inserta en un estudio a largo plazo sobre las dinámicas del ciclaje de carbono en los bosques amazónicos. El proyecto cuenta con una inversión de más de US$ 1’500,000, y la colaboración de prestigiosas instituciones como Stanford, Bayreuth, el Instituto Potsdam, Julich, Penn State, entre otros. Esto ha generado una importante colaboración con los socios internacionales del proyecto.

Todos los datos son monitoreados remotamente mediante conexión celular y compartidos en tiempo real con la comunidad científica internacional».

Dr. Eric Cosio

Director del INTE

«Nuestro equipo viaja cada uno o dos meses. Todos los datos son monitoreados remotamente mediante conexión celular y compartidos en tiempo real con la comunidad científica internacional», explica Cosio.

Monitoreo en tiempo real de la torre AmeriFlux PE-TNR en la Reserva Nacional Tambopata, utilizando el software LI-7×00 A RS DS 8.9.2.

Una gestión articulada

Desde el 2008, la Reserva Nacional Tambopata opera bajo un contrato de administración parcial otorgado a la ONG Aider por el Sernanp con el fin de impulsar la investigación científica, el monitoreo biológico, promover el turismo sostenible y fortalecer la vigilancia ambiental. Además ha ayudado enormemente a articular a las comunidades locales. «Cuatro comunidades indígenas trabajan directamente con la reserva. Tres de ellas pertenecen al pueblo Ese Eja y han desarrollado sus propios planes de vida con apoyo técnico», sostiene Deyvis Huamán del Sernanp.

Asimismo, Huamán destaca que el modelo surgido del contrato de administración, «implementado en alianza con el INTE, ha promovido mecanismos como los pagos por servicios ecosistémicos (REDD+), que ha logrado reducir la deforestación y apoyar actividades económicas sostenibles, como la producción de castaña, la agroforestería y la ganadería regenerativa».

De acuerdo con Cosio, esta figura ha sido clave en el impulso científico en la zona, sobre todo en lo concerniente a las coordinaciones y a la relación entre la academia y el Estado. «Desde el punto de vista de relevancia, los contratos de administración han probado ser herramientas excepcionales para simplificar la interacción y los trámites entre el investigador científico y las autoridades nacionales, representadas por las autoridades de los parques o reservas nacionales», sostiene.

Conversatorio «25 años de la Reserva Nacional de Tambopata: referente en gestión de biodiversidad e investigación en áreas naturales protegidas»

El INTE y el Sernanp han organizado el conversatorio «25 años de la Reserva Nacional de Tambopata: referente en gestión de biodiversidad e investigación en áreas naturales protegidas».

Día: jueves 29 de mayo
Hora: 2 pm
Lugar: Auditorio 2D del Complejo NOS PUCP
Ingreso libre

Información e inscripciones aquí

Mirando hacia el futuro

El futuro deseado para Tambopata incluye estar libre de amenazas, fortalecer la base social de apoyo y consolidar los beneficios que la reserva brinda a las poblaciones locales. «Se busca que las comunidades vean los beneficios tangibles de vivir cerca de un área protegida. También se aspira a obtener reconocimientos internacionales como el estándar de Lista Verde de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), posicionando en mejor lugar a Tambopata como un referente en conservación para Madre de Dios y el Perú», sostiene Huamán.

Por su parte, nuestra Universidad planea seguir expandiendo la red AndesFlux. Además de tener a diversas prestigiosas instituciones interesadas en los datos que arroja esta red, se acaba de cerrar un convenio con la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) para construir una torre más al norte (Loreto) para así monitorear las diferencias entre el norte y el sur. «Y Tambopata ha sido el punto de partida de todo esto», finaliza Cosio.

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