[El dedo en la llaga] La popularidad democrática de un partido antidemocrático
Según la prestigiosa publicación británica The Economist, Alemania es una “democracia plena”, ocupando el puesto número 8 en su Índice de Democracia 2024. Sólo 24 países de 167 alcanzan esta categoría. Entre ellos no está Estados Unidos, clasificado en el puesto 28 como una “democracia defectuosa”, ni tampoco el Perú, considerado un “régimen híbrido”, ocupando el puesto 81.
Sin embargo, también se ciernen negros nubarrones sobre la democracia alemana. En las elecciones federales del 23 de febrero de 2005, la AfD (Alternative für Deutschland = Alternativa para Alemania), un polémico partido de derecha, obtuvo 20.8% de los votos, que se tradujeron en 152 de los 630 escaños del Bundestag (parlamento alemán), convirtiéndose en la segunda fuerza política después de la alianza CDU/CSU (Christliche Democratische Unión = Unión Demócrata Cristiana / Christlich-Soziale Union = Unión Social Cristiana), liderada por Friedrich Merz.
El 2 de mayo de este año la agencia de inteligencia interna de Alemania, denominada oficialmente Bundesamt für Verfassungsschutz (Oficina Federal para la Protección de la Constitución), clasificó a la AfD como una organización de extrema derecha (“gesichert rechtsextremistisch”), basándose sobre una investigación y evaluación exhaustiva que duró tres años, y que se detalla en un informe de más de 1100 páginas.
Al Verfassungsschutz también se le conoce como el “sistema de alerta temprana de la democracia”. Su tarea a nivel federal y estatal es la recolección y evaluación de información, en particular datos relacionados con hechos y personas, noticias y documentos, a fin de detectar amenazas contra el orden democrático, la existencia y seguridad de la República Federal de Alemania o de alguno de sus estados. Pues una auténtica democracia no se limita al voto de sus ciudadanos, sino que tienen que estar garantizados los derechos humanos fundamentales establecidos en la Constitución. Y cuando esos derechos se ven amenazados, corre también peligro el orden democrático. En consecuencia, aunque la AfD no haya sido prohibida aún, es deber del Verfassungsschutz informar a la opinión pública sobre sus hallazgos.
El informe destaca que la AfD promueve una visión etnocéntrica del pueblo alemán, la cual excluye a personas con antecedentes migratorios, especialmente de países musulmanes, considerándolas como ciudadanos de segunda clase, postura incompatible con el principio de igualdad de la Constitución alemana. La AfD ha sido señalada por una retórica persistente que incluye declaraciones xenófobas, islamófobas y antiinmigrantes. Términos como “Messermigration” (migración con cuchillos, en referencia a unos cuantos atentados con cuchillo efectuados por fanáticos islamistas) o frases como “Abschieben schafft Wohnraum” (deportar crea espacio habitable) fomentan prejuicios y miedo hacia grupos específicos de la población, y se consideran contrarios a la dignidad humana. Asimismo, se documenta que la AfD adopta posturas que contradicen principios fundamentales de la democracia como la igualdad de derechos, el estado de derecho y el respeto por las instituciones democráticas. Esto incluye teorías de la conspiración, como la del “Bevölkerungsaustausch” (reemplazo poblacional) y ataques a la legitimidad de instituciones democráticas. Se mencionan también vínculos con organizaciones extremistas como Identitäre Bewegung (Movimiento Identitario), así como la participación de miembros en eventos con grupos radicales. Además, se documentaron casos de miembros de la AfD involucrados en actividades violentas o con conexiones a grupos como los Sächsische Separatisten (Separatistas Sajones), presunto grupo terrorista, o los Reichsbürger (Ciudadanos del Reich), 25 de cuyos miembros fueron arrestados el 7 de diciembre de 2022 por ser sospechosos de formar una organización terrorista y planear un golpe de estado.
El informe señala que las posiciones extremistas no son marginales —es decir, restringidas a unos cuantos miembros—, sino que están arraigadas en la cúpula del partido, incluyendo a figuras destacadas como sus líderes Alice Weidel y Tino Chrupalla, evidenciándose esto en discursos y publicaciones que promueven un nacionalismo étnico, muy similar a la superioridad de la raza aria que postulara el Partido Nazi en la época de Hitler.
El informe del Verfassungsschutz se basa sobre una amplia colección de declaraciones públicas de funcionarios de la AfD, publicaciones en redes sociales, discursos en el Bundestag y campañas electorales, especialmente durante la elección federal de 2025 y las elecciones estatales en el este de Alemania. Estas pruebas muestran una “práctica extremista que desestima la dignidad humana” en todas las instancias del partido.
La clasificación como “gesichert rechtsextremistisch” implica que el Verfassungsschutz considera que no hay dudas sobre las tendencias anticonstitucionales de la AfD, lo que permite una vigilancia más intensiva con métodos de inteligencia, como el uso de informantes o escuchas telefónicas. Sin embargo, tras una solicitud de amparo judicial en un procedimiento de urgencia por parte de la AfD, el Verfassungsschutz suspendió temporalmente el uso público de esta clasificación el 8 de mayo de 2025, mediante un acuerdo de espera(“Stillhaltezusage” ) hasta que un tribunal decida sobre la legalidad de la misma.
La AfD, por su parte, ha rechazado la clasificación, calificándola como un ataque motivado políticamente, y ha anunciado que continuará luchando legalmente. La decisión ha reavivado el debate sobre un posible procedimiento de prohibición del partido, aunque esto requeriría una solicitud del Bundestag, el Bundesrat (Consejo Federal, cámara de representantes de los estados federados) o el gobierno federal ante el Tribunal Constitucional Federal.
El nuevo canciller Friedrich Merz (CDU), investido en mayo de 2025, no apoya activamente la prohibición, argumentando que podría ser contraproducente y reforzaría la narrativa de victimización de la AfD. Aunque ha calificado a la AfD de “chusma”, prefiere combatirla políticamente. Con 10.3 millones de votos y 152 escaños en el Bundestag tras las elecciones de 2025, la AfD es la segunda fuerza parlamentaria y lidera la oposición. Una prohibición podría polarizar aún más a la sociedad, fortalecer el apoyo a la ultraderecha y darle a la AfD un “sello de victimización”. Una encuesta publicada en Bild am Sonntag (3 de mayo de 2025) realizada por INSA, un instituto de investigación social y de mercado, mostró que el 48% de los alemanes apoya la prohibición, pero el 37% se opone, y el 39% cree que perjudicaría a la democracia.
La AfD ha anunciado acciones legales contra la clasificación del Verfassungsschutz, calificándola de “golpe a la democracia”. Un fallo judicial favorable a la AfD podría dificultar aún más un procedimiento de prohibición.
La historia parece repetirse. En 1920, hace poco más de cien años, fue fundado el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), mas conocido como el Partido Nazi, considerado un partido extremista de derecha en la República de Weimar. Hubo prohibiciones parciales limitadas a lo regional, sobre todo después de que Adolf Hitler protagonizara del 8 al 9 de noviembre de 1925 un intento de golpe de estado en Múnich.
En septiembre de 1930 el Partido Nazi obtuvo un gran éxito en las elecciones, consiguiendo el 18.3% de los votos y 107 escaños en el Reichstag, convirtiéndose en la segunda fuerza tras el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands = Partido Socialdemócrata de Alemania). El gobierno socialdemócrata de Prusia, liderado por Otto Braun, propuso prohibir al Partido Nazi y a su ala paramilitar, las SA, debido a su creciente violencia callejera contra comunistas, socialistas y judíos. Sin embargo, el gobierno federal bajo el canciller Heinrich Brüning (Partido del Centro) rechazó esta idea, argumentando que una prohibición podría radicalizar aún más a los seguidores nazis y que era mejor combatirlos políticamente. Un informe confidencial de la policía prusiana recomendó la prohibición, citando su retórica antidemocrática y planes para subvertir la Constitución de Weimar. Sin embargo, la falta de unidad entre los partidos democráticos y el temor a represalias de las SA impidieron que se actuara. Como resultado, no se implementó una prohibición nacional. La violencia nazi continuó, y en las elecciones de julio de 1932 el Partido Nazi alcanzó el 37.3% de los votos, convirtiéndose en la primera fuerza política del Reichstag.
Lo demás es historia conocida.
Uno de los mayores peligros para la democracia es la tolerancia y condescendencia con los grupos y partidos que se sostienen sobre principios antidemocráticos y atentatorios contra los derechos humanos de todos los ciudadanos, sin importar su procedencia, etnia, género, pensamiento o religión. Si alguna vez llegaran al poder mediante mecanismos democráticos —como lo hizo el partido de Hitler en su momento—, asistiríamos al declive de la democracia. Pues ésta no consiste solamente en el ejercicio del voto popular, sino además en la garantía de derechos para todo el pueblo, para todo los ciudadanos sin excepción. Y un partido antidemocrático y antiderechos no se convierte en democrático por el solo hecho de haber sido elegido por el voto popular. Así como nunca una rana se ha convertido en un príncipe. Eso es puro cuento de hadas.